viernes, 21 de julio de 2023

Dicen respetar el movimiento litúrgico, pero sin movimiento

Antes del motu proprio Magnum Principium, del 2017, cierta "resistencia", esperemos que haya sido por parte de hombres siempre bien intencionados, no sólo era una oposición bastante injusta hacia la historia, sino que también acababa excluyendo de cualquier perspectiva real a esos combatientes del Ancien Régime. Y se corría el riesgo de convertir, si se me permite decirlo, aquello que pudiera ser considerado un comprensible y lícito tradicionalismo, en pasadismo herético y cismático, o sea, en un rígido endurecimiento que confunde la sustancia de la antigua doctrina con la resistencia de la cappa magna. [En la imagen: Santa Misa celebrada en la Parroquia del Inmaculado Corazón de María, en la ciudad de Mendoza, Arquidiócesis de Mendoza, Argentina].

----------Retomando ordenadamente la secuencia de los hechos de años recientes que han llevado a los últimos documentos doctrinales y disciplinares sobre liturgia, nos habíamos enfocado en la muy delicada cuestión de la traducción litúrgica, una de las centrales en el Movimiento litúrgico, que lleva ya dos siglos desarrollándose, y que había sufrido un serio impasse con la V Instrucción para la Reforma litúrgica, Liturgiam Authenticam, del 28 de marzo de 2001, un callejón sin salida que tardó dieciseis años en abrirse.
----------Las cuestiones relativas a las traducciones litúrgicas, se vieron agitadas entre los teólogos en los últimos meses del 2016 (motorizadas por el Congreso de Asís, del verano europeo) y los primeros meses de 2017, a veces con posturas demasiado unilaterales, a las que parece oportuno responder, a fin de evitar todo lo posible su renovada aparición, si se quiere mantener vivo un Movimiento litúrgico que, en lo que respecta al tema fundamental del traducir litúrgico, que debe ahora observar los lineamientos establecidos por el motu proprio Magnum principium, del 3 de septiembre de 2017, que señala el desbloqueo de las traducciones y el relanzamiento de las directrices para la Reforma litúrgica según el Concilio Vaticano II.
----------Como es bien sabido, toda la problemática en torno al Movimiento litúrgico no se puede representar simplemente como una mera controversia política entre innovadores y conservadores, entre progresistas y tradicionalistas. Lamentablemente a esto se había retrocedido según lo manifestaban algunas ponencias en aquel Congreso litúrgico de Asís de 2016. El estudio histórico del Movimiento litúrgico nos permite descubrir, en la raíz de los problemas ventilados en años recientes, lúcidos pensamientos de hombres de hace casi un siglo, de los cuales todavía podemos aprender cosas importantes. Trato de restituirle a aquella época (las primeras décadas del siglo XX) toda su originalidad, sin caer en diatribas post-conciliares, que algunos sectores, ya muy minoritarios en la Iglesia, se empecinan en mantener como heridas permanentemente abiertas.
----------En primer lugar, si un dato debemos observar, en todos los principales temas del Movimiento litúrgico, es precisamente el indudable descontento o insatisfacción que todos sus actores (aunque de diferentes modos) manifestaban hacia la teología de su tiempo: Casel, Guardini, Vagaggini, Marsili, por citar sólo a los principales, aunque con sus diferencias, incluso muy marcadas, partían de la constatación de la insuficiencia o inadecuación del modo estático de representar la liturgia que la teología de su tiempo había elaborado, mediante categorías demasiado unilaterales como para devolver a la liturgia su pleno valor.
----------Por eso asombra que, precisamente en aquellos meses de candente debate, de hace unos seis años atrás, antes de la publicación de la carta pastoral del papa Francisco Magnum Principium, algunos liturgistas (por ejemplo Pietro De Marco, en el blog de Sandro Magister) volviera a la remanida idea de oponer "misterio en sí" y "misterio participado". A decir verdad, todo el Movimiento litúrgico sólo puede explicarse como un reconocimiento de que esta oposición, que se convierte también en una oposición entre teología y ceremonia, entre el "culto externo" y el "culto interno", ya no está a la altura de la experiencia de los hombres del siglo XX. Mantener viva esa oposición traiciona esa experiencia. Los grandes padres del Movimiento litúrgico lo sabían bien, hace ya un siglo. ¿Deberíamos, entonces, olvidarlo para mantenernos en actidud de "resistencia", como quería el periodista Sandro Magister en esa nota de 2017? ¿Pero "resistir" a qué?
----------En segundo lugar, el trabajo que la Reforma litúrgica ha operado sobre el legado de la tradición litúrgica no ha sido conducido por la "abstracción de profesores", no ha sido obrado como dice De Marco por una selecta "inteliguentsia" católica, sino por la solicitud pastoral de una Iglesia toda que ha redescubierto que la participación (la "actuosa participatio") es una condición del rito en sí mismo. Pero esto no significa en absoluto, como afirmaba De Marco en el citado artículo del 2017, una inmanentización y personalización del rito, que lo desfiguraría o lo corrompería irremediablemente. Más bien y ante todo, significa recomponer aquella síntesis que un enfoque abstracto (no importa si rubricístico o dogmático) había generado no sólo en la teoría teológica eclesial, sino también en la conciencia y en la experiencia de los cristianos.
----------En tercer lugar, me parece completamente paradojal que De Marco (siempre teniendo en cuenta lo expresado por él en el artículo citado) haya querido desestimar, o más bien liquidar, con juicio sumarísimo, la fineza o sutileza hermenéutica que ya tenía en 1969 el texto de la pre-instrucción Comme le prévoît, y en cambio haya querido exaltar la página incierta, desorientada y contradictoria de la instrucción Liturgiam authenticam del 2001 como si se tratara de una panacea. Y ciertamente asombra que De Marco pensara que sólo "una fe cierta en el 'mysterion' como substantia" pudiera representar la única "resistencia" respecto a un siglo de adquisiciones sobre el valor dinámico, intersubjetivo, simbólico, actuado, del mysterion.
----------Y no quisiera que, en la consideración de esta problemática, se olvidara (al calor y en la efervescencia de un antimodernismo un poco demasiado forzado) que la "res" de la Sacratísima Eucaristía no es la "sustancia del sacramento", sino la "comunión de la Iglesia". Si se confunde efecto intermedio y don de gracia, obviamente se corre el riesgo de alterar todas las prioridades. Y por ende, de considerar el tabernáculo más importante que el altar. En tal supuesto no se hubiera entendido nada de nada.
----------El hecho es que estos adalides de no se qué "resistencia", vienen a interpretar el enorme esfuerzo de los más lúcidos exponentes del Movimiento litúrgico en pos de lograr una reconstrucción del equilibrio litúrgico, como si se tratara de la "pérdida de la tradición". ¿Pero de qué "tradición" hablan ellos? No ciertamente de la inmutable sagrada Tradición ni de la tradición litúrgica que sólo puede seguir viva y seguir siendo ella misma en la medida que es vivida de modo diferente por hombres y mujeres diferentes de tiempos históricos diferentes, sino de esas pequeñas "tradiciones", venerables quizás por su antigüedad y porque han servido a hombres y mujeres de otros tiempos para vivir su fe, pero ya inútiles para los hombres y mujeres de hoy.
----------Es evidente que esta "resistencia" de hombres como Pietro De Marco o Sandro Magister no sólo es bastante injusta hacia la historia, sino que también excluye de cualquier perspectiva real a estos combatientes del Ancien Régime. Y se corre el riesgo de convertir, si se me permite decirlo, lo que pudiera considerarse un comprensible y lícito tradicionalismo, en pasadismo herético y cismático, o sea, en un rígido endurecimiento que confunde la sustancia de la antigua doctrina con la resistencia de la cappa magna.
----------El Movimiento litúrgico es, claro que sí, una chance, una "oportunidad" (como el mismo De Marco titula su artículo del 2017), y lo es precisamente por su complejidad. Pero, por el contrario, deja de ser una oportunidad si reducimos el Movimiento litúrgico a su contrario, es decir, a reafirmar aquellas supuestas evidencias que han causado la crisis de la celebración litúrgica y eucarística ya en el siglo XIX, y que hombres como Prosper Guéranger y Antonio Rosmini advirtieron claramente. No hay necesidad en absoluto de un "nuevo movimiento litúrgico" (al que algunos aspiraban durante la vigencia de Summorum pontificum, y que indirectamente menciona el artículo de De Marco), asociado a una "reforma de la reforma".
----------Tal "nuevo movimiento litúrgico" sólo sería una negación de las grandes intuiciones de hace un siglo, que nos permiten hoy, gracias a la Reforma litúrgica, de la cual esencialmente De Marco hace una caricatura, una cualidad celebratoria participativa como relación con el Kyrios y con el Pneuma, no como "autocomplacencia de la Iglesia consigo misma", para citar una infelicísima expresión de H.U. Von Balthasar.
----------Por eso el necesario servicio a la tradición no había sido prestado por aquella instrucción Liturgiam Authenticam del 2001, con la inevitable parálisis de la tradición litúrgica que ese texto causó, sino mediante la consciente, ponderada y reflexiva, reanudación de las directivas de la contitución Sacrosanctum Concilium, en su letra y en su espíritu, por ejemplo tal cual fueron concretizadas (siempre provisoria y parcialmente) por aquel texto de Comme le prévoît, de 1969, aunque ahora con la experiencia que hemos podido madurar en más de cincuenta años, no de desastres o de pastichos (como parece sugerir De Marco con su caricaturización de la Reforma), sino de descubrimientos y de nuevas posibilidades.
----------Una Iglesia que camina no debería nunca parecer como una cosa escandalosa. Estoy convencido de que en aquel preocupado análisis que en 2017 hacía Pietro De Marco (secundado por Sandro Magister) de lo que ha sucedido en el Movimiento litúrgico, lo que más preocupaba no era la liturgia, sino el movimiento. Como si existiera una contradicción insuperable entre liturgia y movimiento, entre liturgia y vida. Con la consecuencia de que el Movimiento litúrgico, según De Marco, sólo podría ser una "oportunidad", una chance, solamente si contradijera todo lo que ese Movimiento litúrgico ha dicho y hecho en el último siglo. Se puede comprender entonces por qué motivo De Marco alaba con tanta fuerza la instrucción Liturgiam Authenticam: ella garantizaba la parálisis de toda traducción, y aseguraba el final de todo movimiento en la liturgia.
----------Providencialmente la parálisis se ha eliminado, y el Movimiento litúrgico se ha reanudado. De modo providencial, los dictados de aquella infelíz V Instrucción del 2001 han quedado atrás desde la carta apostólica Magnum Principium del 2017, la cual sin embargo, en mi modesta opinión, no es suficiente, sino que ahora sigue siendo más que nunca necesaria ya una VI Instrucción para la Reforma litúrgica.

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