lunes, 10 de julio de 2023

"Llenad la tierra y sometedla, dominad..." Pero ¿de qué manera? Dominio técnico y dominio mágico de la naturaleza (2/5)

El negocio literario (incluso la que se presenta como supuestamente innocua literatura infantil) y la industria del cine y la televisión, han descubierto en las últimas décadas (y usan para sus incontrolados deseos de ganancias) la fascinación que ejercen las artes mágicas sobre las conciencias de hombres y mujeres que han dejado de regirse por las leyes infranqueables que Dios ha instaurado en la naturaleza. ¿Tienen de esto clara conciencia los cristianos? [En la imagen: fragmento de "Galileo Galilei mostrando el uso del telescopio al Duque de Venecia", fresco de 1858, obra Giuseppe Bertini, en Varese, Italia].

Galileo el experimentador, Bruno el mago y Descartes el zorro
   
----------La Sagrada Escritura nos enseña claramente que hay tres grados de dominio del espíritu sobre la materia: está el nivel divino, el nivel del ángel y el nivel del hombre. Dios crea el mundo material, la multiplicidad de las sustancias y de los entes contingentes, cada uno con su forma o esencia específica, individual, precisa, definida y determinada, Dios establece las leyes físicas y espirituales inmutables y necesitantes de las actividades, de los movimientos y de su devenir, en analogía a su acción causal y motora, las hace causas eficientes y motoras de las sustancias a ellas inferiores.
----------En base a un paradigma eterno concebido por su mente, idéntico a ella y a su ser, Dios concibe en su Logos, ordena, conecta y pone en acto con racionalidad, sabiduría y poder infinitos, a todas las sustancias, tanto físicas como espirituales, y entre ellas a las sustancias físico-espirituales, cada una calculada, medida, definida, delimitada y determinada por una dada cantidad y cualidad, acción y pasión, inclinaciones y propiedades, atracción y repulsión, en el espacio y en el tiempo.
----------Dios pone en acto mediante las sustancias que crea todas sus energías, las fuerzas y las potencias del universo en una maravillosa belleza y armonía, en recíproca afinidad, relación, oposición, influencia, semejanza, correspondencia, proporción y colaboración de todas con todas: sin ningún conflicto, ninguna contradicción, ninguna anulación, ningún desorden, ninguna desproporción o desarmonía, ninguna imperfección, ninguna incompletitud, ninguna carencia o privación, ninguna imprecisión, indeterminación o confusión, ningún azar o desorganización. La corrupción de uno es la generación del otro. Nada se crea, nada se destruye, sino que todo se transforma. Dios ha dispuesto todo según número, peso y medida (Sab 11,21).
----------La creatura espiritual, tanto el ángel como el hombre, tienen sobre la naturaleza un poder ordenador, constructor, arquitectónico, ingenierístico, productivo (vale decir, la técnica), que Dios mismo les ha asignado, un poder similar al suyo, con la diferencia de que mientras el suyo es ilimitado, porque es creador del ser y constitutivo de la esencia, de la sustancia, de los accidentes, de las potencias, de las leyes y de los fines de la naturaleza, el poder de las sustancias inteligentes creadas está limitado por la potencia operativa propia de la naturaleza específica e individual de cada una de ellas.
----------Tampoco ellas pueden actuar sobre los entes físicos, moverlos, transformarlos y utilizarlos, promover su actividad, suscitar sus fuerzas y sus energías, regular su funcionamiento, operando directamente sobre su esencia o sustancia o accidentes esenciales, dando o determinando la forma sustancial a la materia, sino que, en el respeto de su constitución esencial y de las leyes de su funcionamiento, pueden obtener los fines antes mencionados solamente usando instrumentos naturales o artificiales.
----------La física de René Descartes es una físico-matemática, tal como la de Galileo Galilei, con la diferencia de que mientras Galileo acepta la gnoseología realista que se infiere de la Sagrada Biblia y es recomendada por la Iglesia en la filosofía de santo Tomás de Aquino, Descartes en cambio considera su física como deducida de su gnoseología y metafísica de molde idealista (cf. Etienne Gilson, Études sur le rôle de la pensée médiévale dans la formation du système cartésien, Vrin, Paris 1975, pp.143-184).
----------Así, tanto para Descartes como para Galileo es posible establecer las leyes y el funcionamiento de la naturaleza física según fórmulas matemáticas, pero con la diferencia de que mientras Galileo parte de la experiencia sensible considerada como objetiva, para captar la naturaleza y las leyes de los fenómenos de la naturaleza y establece así la teoría física, aunque siempre revisable, cuya verdad es confirmada por las verificaciones ofrecidas por la observación sensible, Descartes, en cambio, que no cree en la objetividad de las cualidades sensibles de los cuerpos, reduce su cosmología a una teoría puramente mecanicista formulada en la modalidad del saber matemático.
----------La ciencia galileana no tiene nada que ver con la pretensión cartesiana de fundar el saber, y por tanto la misma realidad, sobre el propio yo, sino que es el saber del común buen sentido, ya teorizado por Aristóteles, por el cual, partiendo de la experiencia sensible y sobre la base de la verificación experimental, nosotros indagamos las causas y el modo de proceder de los fenómenos naturales, descubrimos las leyes físicas, y sobre la base de ese conocimiento vamos edificando la técnica y así dominamos las fuerzas de la naturaleza, tal como Dios las ha ideado, querido y creado.
----------Por su parte, el fraile dominico Giordano Bruno se inserta en esta mentalidad mágica, que probablemente él ha absorbido de sus contactos con la Fraternidad de los Rosacruces, con la cual Descartes también estuvo en contacto (véase J.Maritain, Le songe de Descartes, Buchet&Chastel, Paris 1932, pp.294-295). Sin embargo, subsiste una gran diferencia entre Bruno, por una parte, y Galileo y Descartes, por la otra, a saber, que mientras estos últimos creen firmemente en la físico-matemática, Bruno, totalmente inmerso en una visión panteísta del hombre y del universo, nutre su más profundo desprecio como de falso saber de "pedantes", en los cuales incluye no sólo a Aristóteles, sino incluso al mismo cristianismo.
----------Es muy interesante el cuadro sintético que Giovanni Gentile hace del alma de Bruno en su Giordano Bruno e il pensiero del Rinascimento (Le Lettere, Firenze 1991, pp.110-120). Gentile ve en Bruno al iniciador de una "nueva filosofía" en la cual Dios ya no es el creador del mundo, Ser infinito y eterno, que trasciende la finitud y la temporalidad del hombre y de la naturaleza, sino que es la "divinización de la naturaleza y del hombre en lo que tienen de infinito y de eterno". Dios es el vértice del mundo y el mundo es la realización de Dios.
----------Dice Gentile: "Con toda su fuerza en la hora extrema a los ministros de ese Dios, que él de hecho se había dejado atrás: el alma nueva" [de Bruno], "que quisiéramos siempre honrar porque cuando ese Dios, a quien ella había dejado sobrevivir a su lado y más allá su nuevo Infinito, se le enfrentó con toda la energía de la lógica y le intimó que renunciara a su filosofía, y tuviera fe inquebrantable en las ideas, que el pensamiento humano debía más tarde desarrollar para instaurar en sí el reino del Dios nuevo" (p.116).
----------¿De qué "pensamiento humano" habla Gentile? ¿Y cuál es este "Dios nuevo"? No se trata de otro que del pensamiento idealista y del concepto idealista de Dios que, partiendo del yo cartesiano, se habría de desarrollar en los siglos siguientes precisamente hasta Gentile, Husserl, Heidegger y Nietzsche. El Dios de mi voluntad y no ese Dios al cual decimos "que se haga tu voluntad".
----------El principio de Bruno es el mismo que el de Descartes: yo pongo mi ser, por lo cual no tengo necesidad de un Dios que lo ponga él. Sólo que Descartes, infectado del vicio de la doblez y de la simulación, cubre astutamente este principio con una veste católica para evitar la intervención de la Inquisición, mientras que Bruno, con autenticidad, franqueza y coherencia dominicanas, no teme manifestar abiertamente sus ideas, sin detenerse ni siquiera ante la muerte.
----------Entendemos, entonces, cómo Gentile en estas páginas exaltantes de Bruno como fundador de la filosofía moderna, la cual para el idealista Gentile, luego no es otra sino la de los idealistas, es decir, la filosofía cartesiana, proclamada al son de trompetas durante cuatro siglos como "filosofía moderna".
----------Ahora bien, esta así llamada filosofía moderna no es más que el alma del modernismo. Por eso, si Pío X hubiera querido nombrar a los dos fundadores del modernismo, muy bien habría podido nombrar a Bruno y Descartes, no ciertamente al honesto e infeliz Galileo, que estaba perfectamente en la estela del realismo aristotélico-tomista. Y por lo demás, el pensamiento de Descartes y de Bruno se reconoce muy bien en el fenomenismo panteísta y prometeico denunciado por el santo Pontífice.
----------Se mantiene, en cualquier caso, en Descartes, a diferencia de Bruno y de Galileo, el escepticismo acerca de la cognoscibilidad de las cualidades sensibles, mientras que admite sin dificultad la objetividad de las cantidades. En el plano de la sensibilidad, Descartes no es, por tanto, capaz de distinguir el fenómeno (fainómenon) de la apariencia (doxa), aquello que aparece y se manifiesta, de lo que parece (videtur). Kant, en cambio, distingue respectivamente Erscheinung de Schein. El primero no es más que el aparecer de la cosa, por tanto el objeto de un saber universal necesario, precisamente la ciencia de los fenómenos; el segundo es la apariencia inverificable, que por tanto puede engañar.
   
La ciencia aristotélica hace imposible la magia
   
----------Aristóteles, antes que Galileo y Descartes, ya había descubierto la posibilidad de una ciencia de la naturaleza no sólo de la simple experiencia sensible, sino abordada con método matemático, como hace notar Maritain, cuando nos refiere:
----------"Aristóteles, en su libro II de la Física, cap. 2, 194 a7, habla del conocimiento matemático y menciona las partes de las matemáticas que son más físicas que las otras, que conciernen preferentemente a las cosas físicas, lo que él llama ta fysikótera ton mathemáthon, y los traductores modernos traducen con razón 'las partes más físicas de las matemáticas'. Santo Tomás de Aquino, por el contrario, en su tercera lección sobre el libro II de la Física, entiende que no se trata de las partes más físicas de las matemáticas, sino de ciencias más físicas que matemáticas, magis naturales quam mathematicae, [...] 'quia harum scientiarum consideratio terminatur ad materiam naturalem, licet per principia mathematica procedat' " (Filosofía de la Naturaleza, Club de Lectores, Buenos Aires 1980, p.52).
----------Aristóteles tiene el mérito de haber fundado tanto la certeza del sentido, que funda las ciencias empíricas, y por tanto la filosofía de la naturaleza, como la certeza matemática, que funda el conocimiento físico-matemático de la naturaleza. Descartes, en cambio, para fundar la certeza sensible, recurre incluso a un inexistente conocimiento o conciencia a priori o innata de Dios, que podría ser, en todo caso, el de los ángeles, pero ciertamente no el conocimiento humano, que parte de la experiencia sensible de las cosas exteriores, per ea quae facta sunt, como dice san Pablo en Rom 1,20.
----------Ciertamente, Dios sabe que la nieve es blanca no porque ha visto la nieve sino porque la ha creado él. Similarmente, para Descartes, yo sé que la nieve es blanca no porque la haya experimentado con mis sentidos, sino porque Dios, cuya existencia la he decidido yo en base a mi pensar, me asegura que la sensación de blancura que tengo en mis ojos corresponde a la verdad.
----------Es decir, yo no llego a saber que Dios existe porque parto de la experiencia sensible de la blancura de la nieve, sino así como sé que Dios existe, porque quiero que exista, en base a mi pensarlo, entonces, partiendo de de esta conciencia de la existencia de Dios que yo he decidido, tengo la posibilidad de saber que la nieve es blanca. Claramente Descartes invierte el orden humano del saber y lo iguala con el divino. Como ha dicho bien Fabro, el cogito cartesiano es un volo, porque la evidencia cartesiana no es efecto de necesidad intelectual, sino de decisión de la voluntad.
----------¿Qué resulta de todo esto en el plano de la praxis? Que para Descartes la blancura de la nieve no es una cualidad sensible objetiva presupuesta a mi percibirla e independiente de mi percibirla, sino que es efecto de mi voluntad en cuanto consecuencia de mi pensar como querer. Desde admitir esto a la fundación gnoseológico-metafísica de la magia no hay más que un paso. Basta que yo, como hará Fichte, diga que soy yo quien me pongo a mí mismo, y el juego está hecho: soy yo quien pongo la realidad y no es Dios.
----------Aristóteles también habla de la apariencia (doxa), pero precisa que no siempre ella engaña. Tenemos entonces el aparecer de lo verdadero sensible y así Aristóteles reconoce la veracidad del sentido, aunque admitiendo que los sentidos no son infalibles. Galileo, a diferencia de Descartes, muy consciente de que los sentidos no engañan, no teme mirar por el telescopio sabiendo conocer la verdad. Y sabe muy bien que si a los sentidos parece que el sol gira en torno a la tierra, la realidad es que es la tierra la que gira en torno al sol (sobre la cuestión galileana, cf. J.Maritain, De l’Eglise du Christ. La personne de l’Eglise et son personnel, Desclée de Brouwer, Bruges 1970, pp.345-361; C.Journet, L’Eglise du Verbe Incarné, Desclée de Brouwer, Bruges 1962, vol.I, pp.457-467). La ciencia no es el detenerse en las apariencias, sino que es el verificar si estas apariencias corresponden o no a la realidad. Y si, incluso después de un atento examen, permanecen las apariencias, nos debemos provisionalmente contentar con ellas. Si, en cambio, siguiendo experiencias más precisas, nos damos cuenta de que nuestro sistema explicativo ya no se sostiene, entonces la honestidad científica nos impondrá elaborar un sistema diferente que se adapte a las nuevas experiencias.
----------Una palabra al menos sobre el caso Galileo. Hoy la exégesis bíblica conoce mejor los modos antiguos de expresarse. Cuando la Biblia dice que Josué detuvo el sol (Jos 10,12) no pretendía en absoluto afirmar un milagro de por sí absurdo, sino que era simplemente un modo de decir que la batalla se prolongó hasta bien entrada la noche, como para decir que Josué obtuvo de Dios que el día se prolongara hasta que obtuviera la victoria sobre el enemigo. El error de los jueces de Galileo fue el de confundir por revelación divina un antiguo modo de expresarse hoy abandonado. Por lo demás, no se puede pretender de los hombres de entonces ese método exegético que recién a partir del siglo XIX hemos adquirido, distinguiendo cuidadosamente lo que depende del hagiógrafo de lo que es verdadera Palabra de Dios. La inerrancia de la Escritura no es la inerrancia del hagiógrafo. Naturalmente, la Iglesia en esa ocasión no formuló ninguna doctrina dogmática. Se equivocaron los exegetas; no se equivocó la Iglesia. No se puede por tanto sacar de este doloroso episodio argumento para negar la infalibilidad del Magisterio de la Iglesia.
----------Si, en cambio, se trata de adquisiciones de la filosofía como la distinción entre el cuerpo y el espíritu, el hombre como animal racional, la distinción entre arte y naturaleza o entre viviente y máquina, el cuerpo compuesto de materia y forma, el mundo creado por Dios o la veracidad del sentido, podemos estar ciertos de que ninguna nueva experiencia vendrá a invalidar estas absolutas certezas. Si hoy no podemos construir una máquina pensante no es porque nuestra técnica todavía no sea capaz de hacerlo, sino porque esta es la señal de que nunca lo lograremos.
----------Así, mientras en el plano filosófico la física de Aristóteles es patrimonio inmutable de la humanidad, y no es un simple particular legado de la "cultura griega", en el plano experimental los sistemas físicos se suceden los unos a los otros con el progresar de nuestros medios técnicos de investigación y métodos de experimentación.
----------La filosofía de la naturaleza, considerando el ente sensible y móvil, introduce a la metafísica, que considera el ente en cuanto ente, y a la teología, que considera al Creador del ente. La físico-matemática, en cambio, conduce al hombre a ese dominio sobre la naturaleza, que le permite modificarla y utilizarla por medio de la técnica y de embellecerla mediante el arte y la poesía (cf. J.Maritain, L’intuizione creativa nell’arte e nella poesia, Morcelliana, Brescia 1957; Art et Scolastique, Desclée de Brouwer, Bruges 1965).
----------Por ello, debemos decir que la físico-matemática de Galileo no suplanta en absoluto, como nos quisieran hacer creer los idealistas y los materialistas, a la física filosófica de Aristóteles, sino que constituye una ciencia distinta de grado epistemológico inferior, que puede ser introductoria y preparatoria a la cosmología filosófica, pero dotada de un método matemático propio, al cual Aristóteles hace referencia, cuando, para demostrar la aceptabilidad o la plausibilidad de la teoría ptolemaica, afirma en el De caelo (306 a 29-30) que ella es tal para salvar la hipótesis (sozein ten ypothesin), es decir, las apariencias fenoménicas, lo que no excluye que, teniéndose posteriormente un mejor conocimiento de los fenómenos, se vuelva necesaria una nueva sistematización conceptual apta para explicar mejor los mismos fenómenos mejor conocidos.
----------Lo que quiere decir que el concepto de fenómeno (fainómenon) ya existe en Aristóteles, 2000 años antes de Kant, con la ventaja de que Aristóteles no excluye en absoluto que el conocimiento del fenómeno pueda conducir a la esencia de la cosa en sí, algo que Kant excluía.
----------Santo Tomás de Aquino habla de este método en los siguientes términos: "La razón interviene de dos maneras para explicar algo. Una, para demostrar suficientemente alguna hipótesis (radix); como en las ciencias naturales prueba suficientemente que el movimiento del cielo mantiene siempre una velocidad uniforme" [Hoy estaríamos hablando de la velocidad de rotación de la tierra en torno a su propio eje y en torno al sol. En aquella época era el cielo el que parecía girar en torno a la tierra. Pero la prueba dada por Galileo de tal rotación era cierta y suficiente]. "Otra, no para demostrar suficientemente alguna hipótesis, sino para que, una vez demostrada, pruebe los efectos que le siguen; como, por ejemplo, en astronomía, establecidos los excéntricos y los epiciclos, en base al hecho de que puesta esta hipótesis son explicables las apariencias (apparentia) sensibles" [hoy diríamos los fenómenos] "del movimiento en el firmamento. Sin embargo, estas suposiciones no son pruebas demostrativas, ya que, establecida otra hipótesis, pueden darse otras explicaciones (alia positione facta)" (Sum.Theol., I, q.32, a.1, ad 2m).
----------Mientras Descartes continúa con Platón desconfiando de la ciencia experimental y se limita a la físico-matemática, Galileo, siguiendo a Aristóteles y santo Tomás, funda la ciencia de los fenómenos, que supone la confianza en la veracidad del sentido. Por esto que aquí se admite ciertamente que la apariencia puede engañar; aparentemente parece que sea el sol que se mueve; en cambio a una observación experimental más atenta y metódica, que supone la veracidad del sentido, nos damos cuenta de que es la tierra la que se mueve.
----------De tal modo, viene claramente a distinguirse una ciencia experimental de la naturaleza, de una ciencia filosófica de la misma naturaleza. La primera considera el fenómeno de la cosa, tal como ella aparece a los sentidos; la segunda considera la cosa misma como es intuida por el intelecto.
----------Kant, retomando a Aristóteles, funda la ciencia de los fenómenos; pero desgraciadamente, bloqueado por su cartesianismo, pierde de vista la cognoscibilidad de la cosa en sí, es decir, de la sustancia material física, haciendo al intelecto incapaz de captar la quidditas rei materialis e introduciendo en su lugar una actividad intelectual formadora de la realidad, que no responde a nada más que a la pretensión de la magia.
----------De donde vemos cómo el racionalismo, que parecería ser el antídoto de la magia, es en realidad su sutil cómplice a la vez que secreto insospechado justificador. El galileano se mueve en el plano de la ciencia y rechaza la magia. El bruniano, del cual Schelling es el heredero, pone a la magia por encima de la ciencia. El cartesiano hace malabarismos entre realismo e idealismo, entre ciencia y magia, entre política y religión, entre el cielo y la tierra según las conveniencias y las circunstancias.
----------Así, si yo no puedo tener un conocimiento ontológico (cf. J.Maritain, Les degrés du savoir, Desclée de Brouwer, Bruges 1959, pp.286-302; Filosofía de la Naturaleza, Club de Lectores, Buenos Aires 1980) del león o del tigre o de las ondas electromagnéticas o de los rayos luminosos o de la estructura del átomo, eso no quiere decir que Dios no los haya creado con su precisa esencia, de la cual yo sólo conozco el fenómeno sensible-mensurable, esencia que se actúa en su existencia.
----------Si yo al nivel de la microfísica o del software o de la física cuántica (algo que Galileo había entendido para la macrofísica astronómica) no puedo usar las categorías aristotélicas de la esencia, de la forma, de la materia prima, de la sustancia y de los accidentes, esto no significa en absoluto que el nacimiento del método científico galileano-cartesiano haya convertido en obsoletas esas categorías: por el contrario, simplemente ha querido significar que ellas, propias de la cosmología filosófica, no podían ser usadas como categorías explicativas para la ciencia experimental.
----------No cabe duda que las ondas electromagnéticas o el electrón están compuestos de materia y forma, de lo contrario no serían entidades materiales creadas por Dios, sino que simplemente quiere decir que nosotros, en vez de conocer esta materia y esta forma en modo preciso y determinado, conocemos y medimos indirectamente con leyes probabilísticas, por medio de oportunos cálculos matemáticos elaborados en base a nuestros instrumentos técnicos de observación, el fenómeno, fenómeno que puede aparecernos indeterminado, como nos advierte Heisenberg (cf. el comentario que Maritain hace a la postura de Heisenberg en Les degrés du savoir, Desclée de Brouwer, Bruges, 1959, pp.295, 296, 373, 376), porque, por el momento y en ciertos casos, a causa de los límites de la capacidad calculadora y medidora de nuestros medios, no llegamos sino a hacer cálculos de probabilidad, casi como si estuviéramos jugando a los dados, pero podemos estar ciertos de que lo que sucede está bien determinado por la sabiduría y poder de Dios que lo ha creado.

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