domingo, 2 de julio de 2023

La guerra de religión, la guerra justa, y el Islamismo (2/2)

El documento sobre la Fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, firmado en Abu Dabi el 4 de febrero de 2019, entre el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb, y el papa Francisco, es un enorme paso en el diálogo entre Islamismo y Cristianismo, que manifiesta que el Islam es capaz de reconocer, en medio de la mezcla sincrética de sus creencias, al verdadero Dios. Se escuchan actualmente en torno al Islam dos slogans, entre ellos opuestos, entrambos superficiales, simplistas y por lo tanto falsos o al menos parciales: por una parte, están los que hablan del Islam como religión "violenta"; por la otra, los que hablan del Islam como religión de "paz". Ahora bien, el Islam, en cuanto expresión de nuestra común humanidad, necesitada de paz, anhela la paz. Pero es necesario mostrar al Islam que la verdadera paz sólo puede obtenerse por la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Este es el paso que deberá complementar en el futuro, a través de la obra del diálogo interreligioso, la iniciativa del Santo Padre. [En la imagen, el papa san Juan Pablo II besa una copia del libro sagrado musulmán, el Corán, ante la presencia del jeque Abdel-Hemim, miembro de la delegación musulmana iraquí, y el patriarca caldeo de Babilonia Rafael Bidawid, el 22 de mayo de 1999 en Ciudad del Vaticano].

Guerras de religión en el pasado
   
----------En la Edad Media se libraron guerras de religión contra los herejes, como por ejemplo la de 1208 en el sur de Francia contra los cátaros, convocada por Inocencio III. Guerra de religión fue la guerra naval de los españoles en el siglo XVI contra la flota inglesa protestante. La misma guerra de los treinta años de católicos contra protestantes en el siglo XVII fue guerra de religión, aunque es bien sabido que en muchos casos la defensa de la religión ha sido un pretexto que ha ocultado intereses políticos, económicos y de poder.
----------Las Cruzadas fueron ciertamente guerras de religión, impulsadas por el cristianismo bajo la guía del Papa contra los musulmanes opresores de los peregrinos cristianos a los lugares santos. Por otra parte, puede ser más discutible la constitución de entidades estatales cristianas, como el reino de Jerusalén por obra de los Cruzados en 1204, y mucho más reprobable fueron las violencias contra los ortodoxos.
----------Sin embargo, existe una diferencia esencial entre la guerra de religión cristiana y la guerra de religión musulmana (jihád), ya que mientras según el Evangelio un pueblo cristiano no puede absolutamente imponer a otro pueblo la fe cristiana con el uso de las armas, acto que haría nulo o falso el acto de fe de tal manera extorsionado, dado que el acto de fe en cambio debe ser libre; en el caso del Corán la obra de persuasión no es rechazada, pero es preferido el método de la intimidación mediante la amenaza física o temporal y la misma acción bélica de conquista, hasta admitir incluso la violencia privada, como atestiguan numerosos pasajes del Corán (por ejemplo: Sura 5,33-34; 8,12; 9,95.123; 69,30).
----------Ahora bien, las guerras emprendidas por el Papa como soberano temporal a lo largo de los siglos pasados contra los enemigos del Estado de la Iglesia no pueden llamarse propiamente guerras de religión, porque, si bien los soldados del ejército pontificio eran todos creyentes, sin embargo las guerras, por ejemplo contra Francia o contra el Imperio, o contra otros potentados menores, no estaban motivadas por la defensa de la religión, sino por la defensa de los Estados Pontificios.
----------Pero en la cristiandad la guerra de religión, aun en el sentido legítimo antes definido, ha caído en desuso con el desarrollo de los Estados laicos a partir del siglo XVIII en base a los principios de la Revolución Francesa; por lo cual, como la estructura estatal ya no coincide con la cristiandad, los valores comunes que estaban en el fundamento de la sociedad civil, es decir, los fundamentos del Estado, ya no podían ser los de la fe cristiana, sino que fueron codificados como "derechos del hombre" o "derechos del ciudadano", dictados por la razón práctica, prescindiendo del hecho que el ciudadano fuera católico o no católico.
----------De tal manera, a partir de este nuevo status de las relaciones entre poder religioso y poder civil, el Estado ya no asumía la tarea de la defensa armada de la fe cristiana, sino la de los derechos del hombre. Lo cual, sin embargo, en cuanto se trataba de auténticos derechos, no excluía en absoluto que los creyentes los vincularan a su fe religiosa y así, en caso de guerra, para la defensa de esos derechos, los creyentes han podido seguir considerando la guerra justa como mandada por la voluntad divina o al menos conforme a la ley o al derecho natural, de los cuales Dios es el supremo legislador, fundador y vindicador.
----------Hasta ahí la concepción cristiana de la guerra. Por el contrario, en los Estados islámicos sigue estando presente el principio de la guerra de religión en la forma que antes he descrito, porque los derechos no han asumido la fundación racional que ha sido codificado en Europa en el siglo XVIII, sino que continúan siendo la expresión directa en el campo del derecho civil, de la ley coránica (sharía).
----------Precisamente en este punto se revela una definida carencia de la teología islámica, que proyecta una sombra sobre la ley divina, que se entiende así fundada en un voluntarismo absoluto, ignaro de las exigencias de la razón, como hacía notar el papa Benedicto XVI en la famosa Lectio Magistralis de la Universidad de Ratisbona, el 12 de septiembre de 2006, a la cual me referiré enseguida.
   
Persuasión e intimidación
   
----------El diálogo en general, y el diálogo interreligioso, en particular puede tener el aspecto de una disciplinada y leal confrontación o comparación entre dos tesis diversas y opuestas, confrontación en la cual cada uno de los dos contendientes, partiendo de un contraste de ideas, pero sobre la base de principios comunes a entrambos, convencidos del valor de bondad y verdad de las propias razones y que su aceptación haga el bien al otro, trata de hacerlas prevalecer o triunfar sobre las razones del otro, con seguridad pero sin actitudes impositivas, obligándolo, mediante una refutación incontrovertible, que así lo arrincone, para que pueda darse cuenta del error, y por lo tanto instándolo cortésmente a que se corrija y se entregue a sus argumentos, no con el fin de humillarlo, sino, por el contrario, para servirlo y para iluminarlo, para que él pueda gozar de esa verdad que antes no veía o sobre la cual antes se equivocaba.
----------Esta obra de diálogo (en particular el diálogo interreligioso) debe ser entendida como servicio de caridad y de misericordia. Así como podemos corregir a otros de la manera debida, del mismo modo debemos estar dispuestos a ser corregidos por los otros. Es necesario evitar tanto el querer ser siempre los maestros, como estar dispuestos a beber lo que los otros quieren hacernos beber.
----------Es necesario prestar atención y poner sumo cuidado en que la disputa, por más acalorada y apasionada que pueda llegar a ser, siempre sea mantenida en este estilo correcto, y no termine en el pugilato, en el altercado, en el litigio o en el insulto. Polemizar no está prohibido (véase por ejemplo las polémicas de Cristo o de san Paolo); se trata efectivamente de un pólemos, de una "buena batalla" (cf. 1 Tm 1,18; 6,12; 2 Tm 4,7), pero es necesario conducirla con autocontrol y moderación, sin excesos ni exabruptos ni incandescencias, según las reglas de la lógica, sin sofismas ni artimañas, sino con los medios y en las modalidades de la honesta persuasión. Como dice san Pablo: "peleo, pero no como el que da golpes en el aire" (1 Cor 9,26). Regla fundamental es la de la caridad. Ataque al error, pero respeto al adversario.
----------El querer vencer en el diálogo confrontativo por medio de la fuerza es el peor de los errores que se pueden cometer y no es espíritu de servicio, sino, por el contrario, orgullo y prepotencia. También está equivocado ceder fácilmente, quizás por credulidad o timidez o por motivos de conveniencia. Se debe hacer uso de argumentos estrictos; sin embargo, se debe convencer y no constreñir.
----------En el auténtico diálogo, no se debe confiar o apoyarse sobre la emoción, sobre la sugestión, sobre la seducción o sobre la intimidación, sino siempre sobre la razón y sobre la buena voluntad. El diálogo debe desarrollarse en un clima de libertad, de modo que la instancia, el reclamo, el debate y el asentimiento, siempre sean libres y ponderados, en un pie de igualdad entre los adversarios, sin otro fin que no sea la verdad y el bien del adversario. Se trata de hacer discípulos, no autómatas o personas plagiadas.
----------El evangelizador no es un hipnotizador, un jugador de prestidigitación, un agente publicitario, un actor o un pregonero, sino que es un maestro de la verdad y de la caridad, que debe atraer sobre todo con el ejemplo. Procura más conversiones el ejemplo de los mártires que el de los doctores. Es aquí donde la mujer, pero también las jóvenes como santa Lucía, santa Cecilia, santa Inés o santa Águeda (significativamente, como es sabido, sus nombres se encuentran en el Canon Romano de la Santa Misa) o santa María Goretti, tiene su gran chance, aunque no se haya graduado en Oxford ni en Tubinga.
----------Debemos tener presente que el diálogo, al cual hoy se concede con razón tanta importancia, no siempre se limita a un simple intercambio de ideas o de informaciones recíprocas, no siempre se limita a una simple conversación, sino que se convierte en discusión, disputa o controversia (diálexis). Algunos espíritus puritanos tienen terror por las "polémicas". Confunden la caridad con el oportunismo dulzón de los que siempre están del lado del más fuerte. El diálogo toma el aspecto de una competición o de una lucha, donde existe el vencedor y el vencido, como en las competiciones deportivas. Quien vence disfruta de haber mostrado al otro la verdad y quien es vencido disfruta de haber disipado el error.
----------Quienquiera que llegue a estar convencido de error, tiene la obligación de rendirse. No hacerlo sería signo de orgullo o de obstinación. El amor por la verdad por ambos partes no conoce ni vencedores ni vencidos, donde es sólo la verdad la que triunfa y no hace más que aumentar la estima recíproca entre los dos contendientes. Es necesario creer en la razón y en su fuerza demostrativa, hacer razonar y conducir al otro a sacar por sí mismo las debidas conclusiones. Es una obra de caridad y de misericordia. Este es el método de la evangelización, del cual encontramos innumerables ejemplos a lo largo de la historia del cristianismo.
   
Las raíces de la violencia
   
----------Es un grave error, lamentablemente generalizado, el creer que el sentirse seguros de poseer la verdad en campo filosófico, teológico, dogmático o moral, o que el expresar con convicción y firmeza en estos campos las propias convicciones, sea hacer violencia al adversario.
----------Se trata de una opinión totalmente falsa y de consecuencias sumamente dañinas, porque el estar seguros de la verdad no tiene nada que ver con la violencia, la cual en cambio consiste, en campo religioso o doctrinal, en el constreñir al otro bajo amenaza inmediata e inminente a abrazar una tesis dada, aunque sea verdadera, contra su voluntad, contraviniendo así el principio del derecho natural y canónico: "Nemo invitus ad amplectendam fidem coerceri potest". Este tipo de conducta es todavía más reprobable en el caso que luego la tesis resulte falsa, como es el caso de muchas doctrinas coránicas.
----------Y desgraciadamente esto es lo que precisamente hacen los musulmanes hacia los cristianos desde hace catorce siglos. Y es así, con la fuerza de las armas y la práctica de la esclavitud, que ellos, desde su inmediato surgimiento en el siglo VII, se dedicaron a conquistar para el Islam inmensos territorios que eran ya cristianos, comenzando por Siria, Líbano, Turquía, desde los países balcánicos y desde el norte de África.
----------La certeza de una verdad de razón o de fe manifestada al otro, creyente o no creyente, en el debido modo y en el momento oportuno, es en cambio la condición psicológica necesaria para sentirse empujados, autorizados y más aún en el deber, en la medida de lo posible, a manifestar con franqueza, alegría (es el tema sobre el que insiste el papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii gaudium) y "parresía", nuestra convicción, cumpliendo así el mandato del Apóstol de estar "siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen", pero haciéndolo "con suavidad y respeto, y con tranquilidad de conciencia. Así se avergonzarán de sus calumnias todos aquellos que los difaman, porque ustedes se comportan como servidores de Cristo" (1 Pe 3,15-16).
----------La libertad engendra libertad. La violencia engendra violencia. No se puede poseer la verdad, sino en la libertad, incluso cuando debemos rendirnos a la verdad evidente o demostrada. La verdad de fe, entonces, dado que no necesita de nuestro intelecto, sino que nos es solamente propuesta por el testimonio de Dios sobre la base de signos de credibilidad, no podemos aceptar la verdad de fe a menos que queramos. Dice san Agustín de Hipona: "Nadie puede creer si no quiere creer". Y no puede libremente querer creer, si es forzado o intimidado. Siempre está en nuestro libre poder, el adherir o el no adherir.
----------Poseer la verdad no significa dominarla, y mucho menos que ella sea nuestra posesión privada, como si ella dependiera de nosotros. Y esto vale mucho más para la verdad religiosa o de fe, que proviene más que nunca de Dios. Posee la verdad quien la obedece. Ella, como enseña el mismo san Agustín, es una posesión común, un lumen publicum, por lo cual, como él dice, "si ambos vemos lo verdadero, ¿dónde lo vemos? No tu en mi, ni yo en ti, sino en la verdad que nos trasciende y nos es común".
----------Ciertamente existe un modo impositivo o coercitivo de proclamar o enseñar la verdad. Entonces, si se la acepta, se la acepta no por amor, sino por miedo o por fuerza. Y este es el defecto del islamismo. Pero el verdadero Dios quiere hacerse amar sin constreñir a nadie. Sí, Él debe ser temido, pero solo porque lo amamos. He aquí la diferencia entre evangelización y proselitismo (en el sentido en que lo entiende el Papa).
----------Tiende a ser violenta la persona que es violenta por naturaleza, pero también quien ha sido violentado, como prueban la psicología y la sociología. El Dios coránico, aun cuando es el verdadero Dios, como reconoce el mismo Concilio Vaticano II, es sin embargo, como ha subrayado el papa Benedicto XVI, concebido de modo defectuoso como un Dios violento, que engendra personas violentas. Es un Dios tiránico, despótico, voluble, no confiable y caprichoso, contrario a la razón. En este sentido no hace nacer hombres libres, sino esclavos, que se vuelven violentos para compensarlo, precisamente sobre el modelo de este dios.
----------La violencia nace de un corazón que no es libre, porque no ama la verdad que le haría libre, ni por tanto ama el bien de los otros, que son libres en virtud del conocimiento de la verdad. El violento está movido por un auto-referencial deseo de opresión y de dominio. Ahora bien, debemos prestar atención al hecho de que no es suficiente con que el mensaje religioso contenga verdades, para que esto justifique su imposición violenta.
----------El Corán contiene grandes verdades teológicas y morales. Ocurre sin embargo -al margen de la apología de la violencia y de los errores doctrinales- o que se hace odioso por el modo con el cual es proclamado, o que se acepta porque es impuesto bajo amenaza de castigos inmediatos.
   
La doble cara del Dios coránico
   
----------El papa Benedicto XVI, en un famoso discurso de 2006, para explicar el mandato de la jihád, por lo tanto de la guerra de religión islámica, integró la concepción monoteísta islámica presentada por el Concilio Vaticano II (Nostra aetate, n.3) con una precisión que pone de manifiesto la incompatibilidad del concepto islámico de Dios, no sólo con el Dios cristiano, sino con el Dios de la teología natural.
----------Por tanto, debemos decir que el concepto coránico de Dios asocia atributos que son propios del Dios verdadero (y que precisamente son los citados por el Concilio), con otros que no le son propios, y son aquellos a los cuales se refiere Benedicto XVI en aquel discurso. Estos segundos atributos son el fundamento de la jihád. Ellos son los que ahora nos interesan. Leamos lo que dice el Papa:
----------"Recientemente leí la parte, publicada por el profesor Theodore Khoury (Münster), del diálogo que el docto emperador bizantino Manuel II Paleólogo, tal vez en los cuarteles de invierno del año 1391 en Ankara, mantuvo con un persa culto sobre el cristianismo y el islam, y sobre la verdad de ambos […] Quisiera tocar un solo tema [...] que, en el contexto del tema 'fe y razón', me ha fascinado y que servirá como punto de partida para mis reflexiones sobre esta materia […] En el séptimo coloquio (διάλεξις, controversia), editado por el profesor Khoury, el emperador toca el tema de la yihad, la guerra santa. Seguramente el emperador sabía que en la sura 2, 256 está escrito: 'Ninguna constricción en las cosas de fe'. Según dice una parte de los expertos, es probablemente una de las suras del período inicial, en el que Mahoma mismo aún no tenía poder y estaba amenazado. Pero, naturalmente, el emperador conocía también las disposiciones, desarrolladas sucesivamente y fijadas en el Corán, acerca de la guerra santa […]
----------Se dirige a su interlocutor llanamente con la pregunta central sobre la relación entre religión y violencia en general, diciendo: 'Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su disposición de difundir por medio de la espada la fe que predicaba'. El emperador, […] explica luego minuciosamente las razones por las cuales la difusión de la fe mediante la violencia es algo insensato. La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma. 'Dios no se complace con la sangre -dice-; no actuar según la razón (συν λόγω) es contrario a la naturaleza de Dios. La fe es fruto del alma, no del cuerpo. Por tanto, quien quiere llevar a otra persona a la fe necesita la capacidad de hablar bien y de razonar correctamente, y no recurrir a la violencia ni a las amenazas... Para convencer a un alma racional no hay que recurrir al propio brazo ni a instrumentos contundentes ni a ningún otro medio con el que se pueda amenazar de muerte a una persona' [...]
----------La afirmación decisiva es: no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios. El editor, Theodore Khoury, comenta: para el emperador, como bizantino educado en la filosofía griega, esta afirmación es evidente. En cambio, para la doctrina musulmana, Dios es absolutamente trascendente. Su voluntad no está vinculada a ninguna de nuestras categorías, ni siquiera a la de la racionabilidad[6]. En este contexto, Khoury cita una obra del conocido islamista francés R. Arnaldez, quien observa que Ibn Hazm llega a decir que Dios no estaría vinculado ni siquiera por su propia palabra y que nada le obligaría a revelarnos la verdad. Si él quisiera, el hombre debería practicar incluso la idolatría" (véase el texto completo del discurso del papa Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona, el 12 de septiembre de 2006).
   
Conclusión
   
----------La teología coránica resulta de la confluencia de dos filones o corrientes de pensamiento, que Mahoma no ha podido llegar a armonizar y reducir a la unidad. Por una parte está la influencia bíblica del Dios creador, providente, bueno, justo, misericordioso y remunerador del hombre dotado de razón y libre albedrío; se trata de un Dios conectable al logos aristotélico (sabemos cómo la filosofía de Aristóteles fue dada a conocer en Europa en el siglo XIII por los árabes). Por la otra parte, está el Dios entendido como fatal Destino, es decir, como el fatum latino y la moira o eimarméne griega, o sea, la voluntad absoluta, fundada no sobre la verdad, sino sobre sí misma, y por lo tanto irracional, o a lo máximo el logos determinista de los estoicos, causa tanto del bien como del mal, sin lugar para el libre albedrío humano (Benedicto XVI luego hace notar, en el discurso citado, cómo ideas similares se encuentran en Guillermo de Ockham y en Lutero).
----------Mientras, en el Islamismo, Dios entendido en el primer sentido es conciliable con la razón, es el promotor de verdadera religión, de ciencia, de virtud, de paz y de libertad, y está en la base de la cultura y de la civilización islámica, Dios entendido en el segundo sentido, en cambio, es negador de la razón y de la libertad, es estímulo para el fatalismo, para el fanatismo, para el fundamentalismo, para el oscurantismo intelectual y, en fin, para la prepotencia, para el extremismo, para el odio y para la violencia.
----------En consecuencia, mientras la referencia al Dios islámico en su rostro de "clemente y misericordioso", reconocido por el Concilio Vaticano II, garantiza relaciones de recíproca estima y colaboración entre cristianos y musulmanes, y es fautor de paz, por el contrario, en la medida en que los musulmanes continuaran dejándose seducir por el rostro del dios de la intolerancia, de la soberbia y de la violencia, no tendrán otro camino por delante sino el de la barbarie y el de la más grave corrupción moral, provocando a ira a ese Dios justo y omnipotente, ese "Dios de los ejércitos", que ellos también reconocen.
----------El terrorismo de ISIS hoy en acción, es la manifestación y la consecuencia extremas del dios de la violencia, del cual, lamentablemente, como nos ha advertido en su discurso del 2006 el papa Benedicto XVI, las primeras raíces están en el Corán. Por tanto, parece cada vez más urgente que los sabios del Islam, con acto de gran lealtad, coraje y sentido de responsabilidad, dejen intactas las partes válidas del Corán y precisamente en nombre de la razón y de ese Dios de paz, que también el Corán predica (en esta luz debemos comprender y apreciar el gesto hecho por san Juan Pablo II de besar el Corán en ocasión de un encuentro con representantes del Islam), excluyan decididamente e irrevocablemente del texto sagrado al Dios de la guerra, en cuanto falsa revelación divina (los cristianos hemos hecho esta operación para la misma Sagrada Biblia, allí donde en el Antiguo Testamento parece presentar un Dios cruel y belicoso (y esto porque tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento no debemos confundir las ideas del hagiógrafo con la Palabra de Dios).
----------La espiritualidad cristiana tiene larga experiencia de la posibilidad de que también en textos de alto valor profético, como por ejemplo los de los santos, puedan insinuarse, ante el desconocimiento del profeta, elementos espurios, que puedan provenir incluso del demonio. Ciertamente, este hecho no puede suceder en el caso de la Biblia; pero no se puede excluir que haya sucedido para el Corán, que, aunque expresión de fe en Dios, sigue siendo siempre una simple obra del hombre sujeto al error y a la ilusión.
----------Considero que la clara y obligada denuncia de los errores existentes  en el Corán, acompañada a la vez del reconocimiento de los valores presentes en su texto, no debe hacernos temer, como algunos piensan, represalias contra los cristianos que viven en países islámicos. Debemos pensar que en el vasto mundo islámico prevalezca el buen sentido común, para así condenar severamente la acción de los terroristas, precisamente en nombre del Corán, en el sentido que he tratado de explicar.
----------El documento sobre la Fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, firmado en Abu Dabi el 4 de febrero de 2019, entre el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb, y el papa Francisco, es un enorme paso en el diálogo entre el Islamismo y el Cristianismo, que manifiesta que el Islam es capaz de reconocer, en medio de la mezcla sincrética de sus creencias, al verdadero Dios de la razón natural. Se escuchan actualmente en torno al Islam dos slogans, entre ellos opuestos, entrambos superficiales, simplistas y por lo tanto falsos o al menos parciales: por una parte, están los que hablan del Islam como religión "violenta"; por la otra, los que hablan del Islam como religión de "paz". Ahora bien, el Islam, en cuanto expresión de nuestra común humanidad, necesitada de paz, anhela la paz. Pero es necesario mostrar al Islam que la verdadera paz sólo puede obtenerse por la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Este es el paso que deberá complementar en el futuro, a través de la obra del diálogo interreligioso, la iniciativa del Santo Padre.

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