sábado, 15 de julio de 2023

El papa Francisco y el Concilio Vaticano II

La tradición eclesial florece solamente si los padres saben confiar a los hijos su herencia, con toda la diferencia que esto conlleva para la experiencia y para el lenguaje eclesial. No tener miedo del hecho de que los hijos crezcan es el único remedio para esas formas de paternalismo que proyectan en sus hijos los miedos de los padres, impidiéndoles crecer y renovar la tradición eclesial. La irreversibilidad del Concilio Vaticano II pasa a través de esta caballeresca relación entre padres e hijos. [En la imagen: fotografía reciente del papa Francisco, durante el Ángelus del pasado domingo 9 de julio en la Plaza de san Pedro].

La compleja relación de los Papas con los Concilios Ecuménicos
   
----------¿Puede ser posible que los Papas no se manifiesten, al menos en algún momento o acerca de algunos aspectos, totalmente fieles a las doctrinas y a las directrices pastorales instituídas por un Concilio Ecuménico? La respuesta, a partir de datos históricos incontestables, es indudablemente afirmativa, sobre todo por cuanto se refiere a las directivas pastorales de un Concilio Ecuménico; puesto que por cuanto respecta a lo doctrinal, el Romano Pontífice nunca pueda fallar en la doctrina de fe, aunque en cuanto humanamente falible, puede faltar a la enseñanza íntegra de la fe, silenciando -aunque no negando- aspectos de la íntegra doctrina de fe. La recepción y aplicación de las directrices de un Concilio a veces ha tardado muchas décadas y hasta más de un siglo, y en este proceso de recepción, más o menos rápido o más o menos demorado, no han tenido poco que ver las diferencias de Papa a Papa, con sus características particulares.
----------De hecho, lo que intentaré explicar en el presente artículo, de modo breve, es que en las dos últimas décadas, la Iglesia católica había tenido la tentación de alejarse del 21° Concilio Ecuménico, es decir, el Vaticano II, pero con el advenimiento del papa Francisco la Iglesia se ha reconfirmado en el camino del Concilio de nuestro tiempo. Quizás no estuvo para todos claro y del todo claro desde un comienzo, pero para las miradas más esclarecidas, más o menos a la mitad del curso actual de su pontificado (digamos hacia su quinto año de gobierno pastoral), el papa Francisco, con sus virtudes y defectos, con sus luces y sombras, ya aparecía sin duda como el gran traductor e intérprete del Concilio Vaticano II. 
----------Aquellos que, en estos diez años, hayan quedado sorprendidos (sea para bien, sea para mal) por la fuerza y por ​​la profecía del pontificado de Jorge Mario Bergoglio, ya se trate de simples bautizados o bien de cardenales electores, harían bien en releer las palabras con las cuales intervino el cardenal Bergoglio en la Congregación de Cardenales del 9 de marzo de 2013, exactamente cuatro días antes de su elección. El patrón o esquema de su discurso es de una claridad cristalina. Contiene todos los puntos que hemos visto implantados progresivamente en estos diez años (aunque ciertamente no había razón para demorarse una década en entenderlo). Con toda la autocrítica y la necesidad de salida, de liberación de la auto-referencialidad y de redescubrimiento de la centralidad de la periferia (si se me permite la paradoja). Ya en 2013 existía el lúcido presentimiento de que esta era la única verdadera solución para recuperar la credibilidad de la Iglesia y sobre esta perspectiva Bergoglio obtuvo el consentimiento de los Cardenales que lo eligieron.
----------Una imagen de ese texto es quizás la mejor síntesis de tal discurso: Cristo no sólo está "afuera y llama para entrar", sino que también está "adentro y llama para salir". Toda explicación parece redundante: la Iglesia debe liberarse de la auto-referencialidad y permitir a Cristo salir. 
----------Fue el arzobispo de La Habana, hace algunos años fallecido, cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, quien dio a conocer el discurso que el entonces cardenal Jorge Bergoglio ofreció durante las congregaciones generales antes del Cónclave en el año 2013. Horas antes de ser elegido Papa, Bergoglio le regalaba al cardenal Ortega el manuscrito del discurso que pronunciara en las Congregaciones Generales, que eran las reuiones que sostenían los cardenales antes del inicio del Cónclave.
----------El texto fue dado a publicidad por el purpurado cubano el 23 de marzo de 2013 durante la Misa en la catedral local y fue publicado en la revista de ese mes del Arzobispado de La Habana, Palabra Nueva, todo con la autorización del nuevo Pontífice, quien, en su discurso, y sin presagiar que resultaría electo, el entonces cardenal Bergoglio manifiesta anhelar un Papa que lleve a la Iglesia a salir de sí misma y a evangelizar lo que denominó "las periferias existenciales" del dolor, de la ignorancia y del pecado.
   
La dulce y confortadora alegría de evangelizar
   
----------A continuación transcribo el texto completo del manuscrito del discurso que el cardenal Jorge Mario Bergoglio dirigió a los cardenales en las Congregaciones Generales. El discurso, del 9 de marzo de 2013, lleva por título "La dulce y confortadora alegría de evangelizar". He aquí el texto de hace diez años, con los mejores augurios para otros inolvidables años que la divina Providencia disponga:
----------"Se hizo referencia a la evangelización. Es la razón de ser de la Iglesia. 'La dulce y confortadora alegría de evangelizar’ (como dijo Paulo VI). Es el mismo Jesucristo quien, desde dentro, nos impulsa.
----------1. Evangelizar supone celo apostólico. Evangelizar supone en la Iglesia la parresía de salir de sí misma. La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria.
----------2. Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar deviene auto-referencial y entonces se enferma (cfr. la mujer encorvada sobre sí misma del Evangelio). Los males que, a lo largo del tiempo, se dan en las instituciones eclesiales tienen raíz de auto-referencialidad, una suerte de narcisismo teológico. En el Apocalipsis Jesús dice que está a la puerta y llama. Evidentemente el texto se refiere a que golpea desde fuera la puerta para entrar… Pero pienso en las veces en que Jesús golpea desde dentro para que le dejemos salir. La Iglesia auto-referencial pretende a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir.
----------3. La Iglesia, cuando es auto-referencial, sin darse cuenta, cree que tiene luz propia; deja de ser el mysterium lunae y da lugar a ese mal tan grave que es la mundanidad espiritual (según De Lubac, el peor mal que puede sobrevenir a la Iglesia). Ese vivir para darse gloria los unos a otros. Simplificando; hay dos imágenes de Iglesia: la Iglesia evangelizadora que sale de sí; la 'Dei Verbum religiose audiens et fidenter proclamans', o la Iglesia mundana que vive en sí, de sí, para sí. Esto debe dar luz a los posibles cambios y reformas que haya que hacer para la salvación de las almas.
----------4. Pensando en el próximo Papa: un hombre que, desde la contemplación de Jesucristo y desde la adoración a Jesucristo ayude a la Iglesia a salir de sí hacia las periferias existenciales, que la ayude a ser la madre fecunda que vive de ‘la dulce y confortadora alegría de evangelizar’".
   
La necesidad de salir de la auto-referencialidad
   
----------El brevísimo texto guía del discurso del 9 de marzo de 2013, repite cuatro veces la idea de la exigencia para la Iglesia de salir de la auto-referencialidad. Suponiendo que el cardenal Bergoglio se explayó un poco más allá de los breves límites de este apunte, es probable que haya insistido mucho más en este idea, la cual no hay duda que debemos indentificar como la central de su pontificado.
----------De modo que, releyendo este brevísimo y muy revelador texto, encontramos la inspiración originaria del presente pontificado, y quedamos sorprendidos por el hecho de que diez años después, con todo lo que ha acontecido en esta década agitada, esa inspiración conserva intacta toda su fuerza, toda su lucidez y toda su belleza. Y esto ha sido así, como ya he dicho, con sus luces y sus sombras, con sus claroscuros, con las virtudes y con los defectos de este Papa, virtudes y defectos de los que no ha carecido ningún Papa, en cuanto hijos del Adán pecador y, aún así, constituídos por Cristo como sus Vicarios en esta tierra.
----------Con el paso de los días, de los meses, y de los últimos diez años, el Santo Padre se ha referido en concreto a diversos temas que subsecuentemente se han ido convirtiendo o se convertirán en el futuro, en este o en el próximo pontificado, en campos de acción para la Reforma de la Iglesia del futuro: pero da la impresión que constantemente tienen que ver con una superación de la auto-referencialidad eclesial que se alimenta de nuevos procedimientos para honrar la tradición eclesial. Ha habido, por ejemplo, consultas sobre procedimiento de ordenación presbiteral (que hace unos cinco años atrás parecía poder referirse a "viri probati"), también el Papa mencionó el procedimiento de designación episcopal, incluso afirmando que para identificar al cardenal vicario de Roma se procedería a una radical consulta en la diócesis; y sabemos también que el Papa ha indicado en repetidas ocasiones el "estudio" en torno al diaconado femenino (sea lo que sea a lo que pueda referirse ese servicio "diaconal" en el caso de las mujeres).
----------Las que he mencionado, han sido tres señales, pero lo cierto es que hay muchas más a lo largo del actual pontificado, que anuncian años de reformas, en lo inmediato o en lo futuro. A Francisco le agrada "caminar": quiere una Iglesia que salga al aire libre y que no tenga miedo a la confrontación con el mundo (un eco de la predicación del papa san Juan XXIII). Pero los procesos de Reforma, para poder ser reiniciados, sobre todo si ha habido crisis y estancamientos, requieren de nuevos procedimientos. Sólo con procedimientos renovados se puede honrar verdaderamente la tradición eclesial. Y nadie debe temer cambiar los procedimientos: ni siquiera los canonistas, que deberían ser los más expertos en procedimientos.
----------Se supera así la ilusión de que para transmitir la fe no haya que traducir. Pero ya lo sabemos: la tradición exige traducción. Ya hemos hablado recientemente acerca de la obra del traducir eclesial. De modo que, con el papa Francisco, el Concilio Vaticano II sigue impactando profundamente en el hoy de la Iglesia, no viene esterilizado. Así nos lo ha dado a entender el papa Francisco, el gran traductor de la tradición.
   
Desarrollo orgánico de la Iglesia de generación en generación
   
----------Ahora bien, ¿por qué ha sorprendido tanto (ya sea para bien, ya sea para mal) esta renovada traducción de la tradición eclesial y, particularmente de ese singular estadio de la tradición que para la Iglesia es el Concilio Vaticano II, que lleva a cabo el papa Francisco? ¿Cuál es la razón por la que su obra de traducir eclesial sorprenda a tantos, y a veces hasta escandalice a algunos? ¿Qué ha sucedido para que así sucediera? ¿La sorpresa y los escándalos se deben solamente a los defectos, los probables errores prudenciales, las probables falencias gubernativas, las decisiones disciplinares que a no todos agradan? ¿O se debe a algo más profundo? Esto nos lleva inevitablemente a indagar en la faz humana de la Iglesia humano-divina. Intentemos esta tarea, con delicadeza y respeto, pero sin temores.
----------La Iglesia, en cuanto toda ella misterio de fe, es una institución divino-humana, y en cuanto realidad humana, de modo similar a todas las realidades institucionales, también las instituciones eclesiales se sitúan en el desarrollo orgánico que procede "de generación en generación", como suele decirse. Este aspecto de la tradición eclesial, que a menudo es pasado por alto, también puede arrojar mucha luz, si sabemos ver, sobre las discusiones que se han venido produciendo en torno al pontificado de Francisco, con sus "aperturas" a la confrontación con el mundo y sus "salidas" de la auto-referencialidad.
----------De hecho este proceder histórico de la tradición eclesial, "de generación en generación", también puede iluminar las disputas que se han venido produciendo en algunos círculos del obstinado pasadismo, desde hace exactamente dos años, acerca del motu proprio Traditionis custodes, olvidando a menudo las razones detrás de los dos documentos "símbolo" de esta controversia. Por eso creo que es útil considerar el pasaje de Benedicto XVI a Francisco como la transición entre los Papas padres del Concilio y los Papas hijos del Concilio. Intento aclarar esta perspectiva y aplicarla a la cuestión litúrgica.
   
Papas "padres del Concilio" y primer Papa "hijo del Concilio"
   
----------Los últimos cinco papas anteriores al papa Francisco han sido "padres conciliares", vale decir, produjeron los textos conciliares, se contaron entre los genitores del Concilio Vaticano II. Este no es un dato que debe darse por descontado sin otorgarle la importancia debida. Precisamente porque ese hecho ha marcado de modo irreversible la relación de esos cinco Papas con el Concilio Vaticano II, como la relación con un "hijo". Salvo el papa san Juan XXIII, quien vio sólo la concepción y la primera gestación de su hijo, en cambio, san Paulo VI, el beato Juan Pablo I, san Juan Pablo II y Benedicto XVI han acompañado a su hijo en su camino de cincuenta años. En esta relación generacional ellos han tenido toda la alegría, y a veces todo el embarazo o vergüenza que no infrecuentemente experimentan los padres hacia sus propios hijos. Habiendo determinado los textos, las lógicas, las aperturas y las novedades, se han sentido responsables de ello. Y también han sentido temores respecto al Concilio, como cualquier padre respecto a su hijo.
----------No han faltado, en esa relación generacional de los "padres conciliares" hacia su hijo, el Concilio Vaticano II, casos extremos de vergüenza y hasta de repudio, o de desconocimiento de paternidad y de filiación, cual si el Concilio fuera un hijo adulterino de una relación ilegítima y malhabida. Los casos son bien conocidos, casos raros, extremos, siempre cismáticos y heréticos. No hace falta aquí enunciarlos. 
----------Pero fuera de esos casos patológicos, esa relación generacional de los "padres conciliares" hacia su hijo, el Concilio Vaticano II, esa relación responsable, como es la relación de cualquier padre hacia su hijo, ha inducido, en algunos casos, a actos de paternalismo y tutelaje: los padres han sustituido a su hijo, lo han hecho callar, lo han silenciado a veces, no han tenido confianza en él o lo han subestimado. Llegando a veces a una relación marcada por la culpa, por la angustia y casi por el desconocimiento, casi dando la impresión de desmentir el Concilio. El último de estos papas, Benedicto XVI, aunque no era Obispo durante el proceso conciliar, ha sido un destacado perito teólogo sumamente influyente, que ha determinado profundamente algunas de las decisiones tomadas por la asamblea conciliar. Pero, como sacerdote, como teólogo, también él, nacido en 1927, y ordenado en 1950, era el producto de una Iglesia profundamente diferente. Todos los padres del Concilio eran hijos de la Iglesia de la primera mitad del siglo XX.
----------Lo que acabo de decir no se aplica al papa Francisco, que es el primer Papa "hijo del Concilio". Esto significa varias cosas diferentes: a pesar de ser sólo nueve años más joven que su predecesor, fue ordenado casi veinte años después que él, en 1969 y se ha formado en los textos, en los ritos y en las formas de la Iglesia conciliar. Por eso Francisco es hijo del Concilio: no sólo porque ha crecido en la "forma ecclesiae" brotada del Concilio Vaticano II, sino sobre todo porque no tiene ni debe sentir ninguna responsabilidad hacia el Concilio, que no es su hijo. Francisco no lo ha determinado, como sus predecesores, sino que ha sido determinado por el Concilio. Como les sucede a los hijos. Esto lo vuelve a Francisco libre para experimentar sus enseñanzas y las formas conciliares con una inmediatez diferente, serena, directa, casi despreocupada. Como les sucede a los hijos, que no tienen directamente la responsabilidad respecto de sus padres.
   
La cuestión litúrgica como síntoma de la vida cristiana
   
----------Si la liturgia es, como bien lo sabemos, "la fuente y la cumbre de toda la vida cristiana" (Lumen gentium, n.11), se descuenta entonces que la liturgia, y particularmente la liturgia eucarística, es síntoma de toda la vida de la Iglesia. Hasta podría decirse que la liturgia es marcadamente "el" síntoma de toda la vida cristiana. Un Concilio bajo tutela paternalista ha sido la tentación de una larga fase, alrededor de cinco décadas, que comienza con algunos aspectos del pontificado de san Paulo VI, de otros de san Juan Pablo II y finalmente de muchas iniciativas de Benedicto XVI (y ello ya desde el momento en que Ratzinger estuvo presente en la Sede Apostólica como prefecto autorizado en el pontificado precedente). Esta secuencia de redimensionamientos litúrgicos del Concilio (por ejemplo, la impugnación de la "asamblea celebrante", de la autonomía de las lenguas habladas respecto del latín, la invención de la "forma extraordinaria" como supervivencia indemne de lo que el Concilio ha querido reformar) hablan no solamente de liturgia: en realidad son síntomas para la diagnosis de problemas mucho más profundos y graves.
----------El paternalismo del Vetus Ordo con respecto al Novus Ordo Missae es la forma en que el último Papa "padre del Concilio" pensaba en su hijo con esa desconfianza y con ese desasosiego que todos le hemos escuchado sin velos la tarde del 11 de octubre de 2012, desde la ventana de los aposentos papales, en aquella desafortunada evocación y recreación del "discurso de la luna" (aquel de san Juan XXIII, durante el 11 de octubre de 1962, durante el cual el Papa se animó a decir que "también la luna está contenta hoy") que cincuenta años después ha dado voz a la triste analogía entre el "Concilio" y el "pecado original". Ciertamente, ese 11 de octubre de 2012, la luna no debió estar para nada contenta...
----------Francisco pertenece a otra generación. Por eso no puede ni siquiera concebir un paternalismo ritual del Vetus Ordo respecto al Novus Ordo Missae. Es un mundo que no le pertenece y que no comprende. Como les sucede a los hijos respecto a sus padres. Francisco ha recibido de la Iglesia pensada por el Concilio Vaticano II la única forma del rito romano con la cual hacer experiencia del misterio.
----------Ciertamente en la letra y en el espíritu de Traditionis custodes y de Summorum pontificum se expresan diferentes aspectos doctrinales y disciplinares; pero de ello no es de lo que aquí trato. A lo que estoy haciendo referencia es a una historia de padres y de hijos, que explica la sucesión entre documentos muy diferentes: en los cuales se expresan no ante todo cuestiones teórico-doctrinales o estrategias pastorales, sino condiciones generacionales y pasajes o transiciones entre épocas distintas. La tradición florece si los padres saben confiar a los hijos su herencia, con toda la diferencia que esto conlleva para la experiencia y para el lenguaje eclesial. No tener miedo del hecho de que los hijos crezcan es el único remedio para esas formas de paternalismo que proyectan en sus hijos los miedos de los padres, impidiéndoles crecer y renovar la tradición. La irreversibilidad del Concilio Vaticano II pasa a través de esta relación caballeresca entre padres e hijos.

5 comentarios:

  1. Hermosa metáfora, padre Filemón, es la que usted nos ha propuesto en este artículo. No tenga usted la más mínima duda: ¡el niño "Concilio" escapará una vez más de las manos controladoras de los viejos (padres o tíos) vestidos de rojo y reaccionarios que lo desprecian!

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    1. Cierto, pero ahora los hijos del Concilio, los de la generación de Bergoglio, se han convertido a su vez en padres, y a su vez tienen que vérselas con los hijos. Los hombres de la edad de Bergoglio no logran comprender cómo algunos de sus "hijos" no se entusiasman tanto con sus novedades (novedades de hace sesenta años) y redescubren la belleza y los valores de sus "abuelos". Muchos jóvenes se sienten más atraídos por el Antiguo Rito preconciliar que por el NO. Esto es lo que los "hijos" del Concilio que ahora se han convertido en "padres" no pueden tolerar en sus hijos, y ahora son ellos los que se comportan con paternalismo. Hay mucho paternalismo en Traditionis custodes.

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    2. Anónimo, da toda la impresión que usted ha hecho una lectura sesgada de Traditionis custodes. Bueno, no es sólo una interpretación, pues es afirmación explícita suya al hablar de un rito abrogado como si pudiera todavía ser usado en la Iglesia.
      Le sugiero vuelva a leer Traditionis custodes.

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    3. Saverio: Traditionis custodes es el via crucis para todos los que aman la verdadera Misa de siempre. Al menos Benedicto había reconocido su valor. Ahora parece que nada podemos esperar de Roma.

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    4. Estimados Saverio y Anónimo,
      en cuanto católicos que somos, creemos por fe en la institución del Papa, divinamente instituído por nuestro Señor Jesucristo, como su Vicario aquí en la tierra, para ser nuestro infalible maestro en la Fe, y nuestro Pastor hacia el Reino de los cielos.
      En el ámbito de su gobiernos pastoral, el Papa dispone también del poder de determinar la ley litúrgica.
      Es cierto que acerca de lo que el Papa disponga sobre disciplina litúrgica podemos conservar en ocasiones algún disenso teórico, pero esto no quita que, en cuanto católicos, debamos siempre obedecer las leyes de la Iglesia.
      Salvadas las legítimas y argumentadas opiniones en contrario (argumentos que el Anónimo no ha aportado, lamentablemente), estoy convencido que el motu proprio Traditionis custodes, promulgado en 2021, libera de paternalismo; y deja que el Novus Ordo Missae se desarrolle con la posibilidad de poder crecer sin tutelas.

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