En el ámbito de las cuestiones pastorales, en el que es lícito debatir, libremente y respetuosamente, sobre el culto católico, propongo hoy una reflexión, que no pretendo sea concluyente, sino abriendo preguntas al debate, acerca de la creatividad, los abusos y los nuevos usos, en la liturgia. Adelanto, sí, que una de mis personales convicciones es que nos es necesario un recto concepto de creatividad, que supere los temores de su identificación con el subjetivismo, y que es una conditio sine qua non para una verdadera recepción de la Reforma litúrgica. [En la imagen: celebración de la Santa Misa en la Parroquia Nuestra Señora de la Misericordia, El Plumerillo, Las Heras, provincia de Mendoza, de la Arquidiócesis de Mendoza].
La problemática
----------Hace pocos años atrás, más o menos a principios de 2019, se produjo una fase muy activa en los debates entre liturgistas, animados por las orientaciones litúrgicas que iba emanando el papa Francisco (no pocas veces, como se sabe, corrigiendo las directivas de su propio dicasterio del Culto). Fueron un puñado de años de poco usual reflexión sobre teología y disciplina litúrgicas, que prologaron la aparición del motu proprio Traditionis custodes en 2021 y de la carta apostólica Desiderio desideravi en 2022.
----------Precisamente a principios de 2019, varios liturgistas de renombre plantearon, desde diversos enfoques, la pregunta acerca de si es posible una cierta creatividad en la celebración litúrgica, y si esa creatividad siempre debiera considerarse un abuso o más bien, simplemente, un nuevo uso.
----------Es cierto que existe un uso abusivo de la liturgia, no creativo sino defectuoso, del cual poco se habla y que en general no parece preocupar demasiado a la autoridad de la Iglesia, la cual "es la única a la que compete regular la sagrada liturgia" (constitución Sacrosanctum Concilium, n.22 § 1), porque de hecho se trata de un uso respetuoso de la letra del ritual, que no introduce cambios de ningún tipo sino que es fiel a cuanto prescribe el ordo o libro litúrgico. Sin embargo, es cierto que la simple repetición material del rito no garantiza por sí misma esa participación consciente, piadosa y activa de la cual habla Sacrosanctum Concilium n.48. A menudo, nuestras celebraciones son formales, de mala calidad, carecen de incisividad. Podríamos decir que no se trata simplemente de hacer, sino de dejarse implicar a través de "ritus et preces".
----------Es cierto que el rito no puede ser meramente formal, sino que requiere acogida e implicación. Pero me pregunto si la implicación que requiere el rito también requiera una cierta creatividad. De hecho, un liturgista muy competente ha afirmado en estos años que "la celebración es siempre creativa". Ahora bien, si por creatividad entendemos que la asamblea celebra como un cuerpo vivo, como lo hace, por ejemplo, una orquesta cuando interpreta una partitura de modo más o menos original, no cabe duda de que toda celebración es, o debería ser, creativa. Si, en cambio, se trata de una creatividad que propicie cambios en los ritos y en las oraciones de la celebración, el problema es diferente, aun cuando los cambios no introduzcan distorsiones. De hecho, creo que este criterio no es suficiente para justificar un uso creativo de la liturgia.
----------Uno de los ámbitos de la actual reflexión litúrgica es el de la llamada "nueva eucología". Ahora bien ¿esta "nueva eucología" es siempre un abuso?. Considero que en este sector hay intentos que se encuentran fuera de la ley litúrgica, pero no por eso dejan de ser interesantes, y en cierto modo perfectibles, por ejemplo las propuestas de creación de una serie de nuevos textos eucológicos (prefacios, embolismos del Padrenuestro) y hay liturgistas que se pregunta si realmente toda y siempre la eucología que no está oficialmente ratificada, pero que se inspira en la Escritura y es respetuosa de los estilos litúrgicos de una familia ritual y del lenguaje de la asamblea que ora, debe ser necesariamente considerada un abuso.
----------Ciertamente, entre el paradigma del "ritus servandus" del Misal tridentino y el paradigma del "ritus celebrandus" (véase la Institutio generalis) del Misal de san Paulo VI, existe una diversidad de enfoques. A mi juicio, esta diversidad de enfoques se puede describir en los siguientes términos: en el Misal de san Paulo VI se sustituye una visión simplemente normativa del Misal tridentino por una visión de la celebración no sólo normativa sino también doctrinal y orientada a su aplicación pastoral. Se trata, por consiguiente, de normas, que están al servicio de la participación consciente, piadosa y activa de la asamblea celebrante. Entonces, la pregunta que surge es: ¿hasta qué punto se puede ir más allá de las normas del "ritus celebrandus" con el loable propósito de favorecer una participación más intensa de la asamblea en la acción ritual? ¿Hacerlo sería simplemente un nuevo uso, o más bien un abuso?
----------Estas breves observaciones introductorias, pretenden expresar, en primer lugar, una cierta perplejidad suscitada por la lectura de las intervenciones de liturgistas que, de un modo anónimo y general, he citado anteriormente. En otras palabras, lo que intento decir es que se requiere un esfuerzo por profundizar en el tema, teniendo también en cuenta que muchas de las cosas que se dicen en estas intervenciones se pueden leer de forma poco iluminada, poco inteligente o con poco discernimiento, y así convertirse en práctica y, en casos concretos, verdadera y propiamente en abusos. Inmediatamente digo que no considero que la lucha contra el abuso en la liturgia sea una prioridad. Sin embargo, toda iniciativa privada no puede olvidar que "las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia misma..." (SC n.26).
Intento de solución
----------Tratemos de orientar la búsqueda de respuestas a las preguntas antes planteadas, con el fin de alimentar el justo debate que debe surgir de las buenas preguntas.
----------Entiendo que la probable perplejidad del lector frente a los antes mencionados planteos de los liturgistas, proviene de una justificada preocupación por el hecho de que el concepto de creatividad introduce una variable subjetiva, la cual corre el riesgo de privar a la liturgia de su fuerza y de su simbolismo propiamente "católico". Por supuesto, no puedo responder por lo que han pensado y piensan los liturgistas, no puedo prejuzgar de ninguna manera de sus posturas y de sus intenciones en el tema que se discute. Pero en lo que a mi respecta, me parece que habría que aclarar los siguientes puntos:
----------1. Para entender el cambio de paradigma entre primacía del abuso y primacía del nuevo uso, me parece muy esclarecedor el caso ejemplificativo del rito de la paz. La lógica clásica, del ritus servandus, está de tal modo preocupada simplemente por aplicar las normas que en caso de confusión prefiere renunciar al uso antes que correr el riesgo de caer en un abuso. El primum de la lógica clásica, tal como se recibió después del Concilio de Trento, es "no se cometan abusos". Pero a costa de renunciar a los usos.
----------2. Pero el recorrido cumplido por el Movimiento litúrgico, el Concilio Vaticano II y la posterior Reforma litúrgica, es muy diferente. Su preocupación primaria no es el evitar los abusos, sino el recuperar los usos. En efecto, concentrarse en los abusos significa que los usos son claros. Pero el Concilio entiende que no es así. Por el contrario, en los nuevos ritos surgidos de la Reforma litúrgica se trata de entrar en una dinámica en la cual incluso la norma está al servicio de algo más grande, que podríamos definir como la constitución de la Iglesia mediante "ritus et preces" (SC n.48).
----------No se trata, en primer lugar, de observar normas, sino de dar la palabra a diferentes lenguajes. La diferente definición de "ars celebrandi" que encontramos claramente expresada en la exhortación apostólica Sacramentum caritatis de Benedicto XVI, atestigua esta evolución: "Para una adecuada ars celebrandi es igualmente importante la atención a todas las formas de lenguaje previstas por la liturgia: palabra y canto, gestos y silencios, movimiento del cuerpo, colores litúrgicos de los ornamentos. En efecto, la liturgia tiene por su naturaleza una variedad de formas de comunicación que abarcan todo el ser humano" (n.40).
----------3. El elemento creativo en la liturgia, mencionado en recientes artículos de peritos liturgistas, siempre muy debatidos, si lo he entendido bien, recuerda exactamente esta diferencia. La rúbrica abre a una experiencia que no se puede traducir simplemente en una aplicación de la norma, sino en una activación de lenguajes múltiples, que expresan y condicionan una experiencia. Por ejemplo, la rúbrica "cántese un canto adecuado" implica una elaboración corpórea, rítmica, tímbrica, melódica, armónica, agógica, dinámica, etc.
----------4. Shora bien, téngase presente que la lógica del abuso, ante el riesgo, prefiere suspender la acción. La lógica del nuevo uso, en cambio, debe atravesar la experiencia expresiva en su complejidad, exponiéndose también al riesgo del abuso, para conseguir un nuevo uso. En otras palabras, la peor solución, frente a las complejas mediaciones (corporales y vocales o canoras) del rito de la paz, es la de prescindir de él. Aquí se hace evidente que la lógica de "inmunizarse contra el abuso" no llega a comprender la primacía de la "formación para el nuevo uso", que anticipa y previene la persecución del abuso.
----------5. Llegados a este punto de nuestra reflexión, creo que es preciso dar algún paso adelante respecto a los planteos iniciales, indicados en la introducción de este artículo. Habíamos dicho líneas arriba a propósito de la diferencia entre ritus servandus y ritus celebrandus, que esta diversidad de enfoques se puede describir en los siguientes términos: en el Misal de san Paulo VI se sustituye una visión simplemente normativa del Misal tridentino por una visión de la celebración no sólo normativa sino también doctrinal y orientada a su aplicación pastoral. Pero a esta altura de nuestra reflexión, podemos decir que esa diferencia no es simplemente doctrinal, sino también corpórea y de actuación. Por eso, en el Misal de Paulo VI, su norma exige una hermenéutica más amplia y más dúctil. Y en todo caso, si la norma es inadecuada, se cambia la norma, no se censura el rito. En efecto, no se celebra "iuris causa", sino que el ius existe "ritus causa".
----------6. Por tanto, cuando se habla de creatividad en la liturgia, en todo caso se quiere excluir un uso arbitrario del ordo. Pero el uso normal (o literal o meramente observante) corre el riesgo de ser el peor abuso, también hoy, no obstante la Reforma litúrgica, ya que deja entender, indirectamente, que la celebración sea una "acción del sacerdote", frente a la cual yo "asisto", incluso del todo "pasivamente". Para salir de este uso normal (que podríamos calificar también de uso clerical o rígido) es necesario proponer nuevos usos, que tomen en serio la "actuosa participatio". Incluso a riesgo de ser entendidos como abusos: de hecho, ¿no ha sido acaso un "abuso" litúrgico el lavar los pies de una mujer musulmana en una prisión durante la Misa in Coena Domini? Subsecuentemente, la norma reconoció un nuevo uso.
----------7. En otras palabras, y para decirlo espero que más claramente: si la liturgia es verdaderamente el "lenguaje común a toda la Iglesia", el camino hacia los nuevos usos (que el Concilio Vaticano II ha reclamado como esenciales a la comunión eclesial) exige el hacerse cargo seriamente de la tarea creativa de toda celebración litúrgica. Pensar que celebrar pueda reducirse a repetir un acto en su objetividad por parte de un solo sujeto cualificado, parece la peor forma de abuso que se pueda cometer; y ello porque no viola explícitamente ninguna norma, sino que contradice la verdad fundamental por la cual existen todas las "leyes litúrgicas", según los "altiora principia" establecidos por el Concilio Vaticano II y hoy reclamados por el motu proprio Magnum Principium del papa Francisco. Me atrevo a pensar que probablemente, en esencia, aún usando las mismas palabras con significados parcialmente diferentes, creo que los liturgistas fieles a la Sacrosanctum Concilium están profundamente de acuerdo sobre esto último.
Notas complementarias
----------Reitero que estamos considerando temas opinables. Por eso, acaso también sea conveniente moderar o matizar la última apreciación mía, y tal vez los liturgistas, incluso los más fieles a la contitución Sacrosanctum Concilium, no necesariamente deban estar contestes en el fondo de la cuestión que aquí estamos tratando, y además, quizás están bastante menos de acuerdo en el método para dar respuesta a estas cuestiones. De hecho, un amigo con quien recientemente dialogaba sobre estos temas, me decía que toda esta cuestión puede resumirse en una antinomia: norma vs rito. A decir verdad, estoy bien lejos de pensar así.
----------En otras palabras, y para desbrozar mi discurso, en mi opinión en este problema se debe distinguir: 1. lo que de hecho sucede en las celebraciones litúrgicas en nuestros templos; 2. el rol de los pastores y de los eruditos o expertos en liturgia; y 3. el rol de la autoridad de la Iglesia.
----------1. Respecto a lo primero todos tenemos un cierto conocimiento de lo que sucede en las celebraciones litúrgicas en nuestras iglesias parroquiales o en nuestras capillas, en nuestros grandes templos, basílicas y santuarios, o en las más modestas iglesias: por un lado, celebraciones correctas, pero tal vez poco incisivas, que corren el riesgo de devenir abusivas por defecto; por otro lado, celebraciones arbitrarias, algunas incluso aberrantes, que distorsionan el sentido de la liturgia; y acaso intervenciones creativas o nuevos usos que buscan expresarse en armonía con el espíritu de la liturgia, pero van más allá de las normas vigentes.
----------2. Ante este variado panorama, ¿cuál es la actitud debe tener el pastor responsable de la comunidad o el liturgista (acaso un laico delegado por el párroco, o un equipo de liturgia? En mi opinión, tanto el pastor de tal comunidad concreta como el liturgista con alguna responsabilidad sobre la misma comunidad, deben analizar el fenómeno, evaluar sus causas e indicar, después de un adecuado discernimiento, los aspectos que merecen una cierta atención, tanto en sentido positivo como negativo, a promover o a corregir.
----------3. Por su parte, la autoridad de la Iglesia tiene la tarea de salvaguardar la reforma litúrgica de san Paulo VI y promover, cuando sea necesario, los ajustes, las adecuaciones, o los cambios. En este contexto, como ya se ha dicho, es útil recordar la intervención del papa Francisco, a través del dicasterio del Culto, sobre el rito del lavatorio de los pies con el decreto sobre la Misa in cena Domini (del 6 de enero de 2016).
----------No niego que en esta cuestión no faltan problemas prácticos. Si bien cuando se habla de creatividad se quiere en cualquier caso excluir un uso arbitrario del ordo, de hecho se corre el riesgo de ofrecer una base teórica que justifique cualquier tipo de creatividad, dando lugar a abusos litúrgicos, incluso a los más aberrantes. Y al respecto: ¿quién juzga que se trata de un uso arbitrario o no?
----------Ya he indicado que si la norma litúrgica es inadecuada, entonces la exigencia es cambiar la norma, y no censurar el rito. En efecto, como ya he dicho, no se celebra iuris causa, sino que el ius existe ritus causa. Pero alguien me podría objetar que en esta formulación hay una discutible oposición entre rito y norma (tal como lo adelanté líneas arriba). El rito es de por sí normativo, no es establecido por los participantes en el rito, quienes más bien deben cumplir secuencias y reglas preestablecidas. Si la participación en un rito dependiera del deseo o del querer del momento, tal vez justificado por la intención de dar el derecho de la palabra a los diferentes lenguajes de la celebración, se corre el riesgo de manipular la acción celebratoria y esclavizarla o hacerla depender de las propias necesidades subjetivas o grupales.
----------En cierto modo, el motu proprio Summorum pontificum (que estuvo vigente entre 2007 y 2021) ha sido un ejemplo de esta peligrosa tendencia, cuando en la Carta que Benedicto dirigió a los Obispos, acompañando al documento, justifica la restauración del Misal de 1962 afirmando, entre otras cosas, que "también personas jóvenes descubren esta forma litúrgica, se sienten atraídos por ella y encuentran en la misma una forma, particularmente adecuada para ellos". ¿Se establece una liturgia "à la carte"?
----------En mi opinión, el quid de la cuestión está en la relación entre rito y norma. A este respecto, no en vano he mencionado al principio de esta reflexión la constitución Sacrosanctum Concilium en sus nn. 22 y 26. Ciertamente, la norma litúrgica exige una hermenéutica más amplia y más dúctil o flexible, pero esto no significa que pueda ser ignorada o tergiversada. La norma no debería obstaculizar la activación de los múltiples lenguajes de la celebración, sino orientarlos y ponerlos al reparo de los subjetivismos.
En conclusión
----------La primera conclusión o aclaración final se refiere a lo que he escrito líneas arriba sobre la relación entre rito y norma. No es mi intención oponer en absoluto el rito a la norma, ni la norma al rito. Se muy bien que en algunos casos el rito se adapta a la norma, y en otros casos la norma se adapta al rito. Sería injusto y abstracto pensar en una primacía del rito sobre la norma o viceversa. Pero me siento inclinado a defender, y del modo más fuerte posible, el derecho a una liturgia creativa, no como si se tratara de deslizarse hacia el subjetivismo, sino como exigencia intrínseca de todo acto ritual verdadero.
----------Ahora bien, lo que probablemente nos distrae en el correcto tratamiento de esta cuestión es la figura tridentina y postridentina de la "ceremonia litúrgica" o de la "función litúrgica", que pretende y exige una mera aplicación de la norma por parte de los "sacerdotes oficiantes". Este imaginario todavía permanece de manera muy fuerte en amplios sectores de la Iglesia. Pero en años recientes ha sufrido diversas profundas modificaciones. ¿Por qué debería haber una sola "plegaria eucarística" y no muchas diferentes? Y si en la historia la Iglesia ha construido muchas otras "anáforas", ¿por qué motivo nuestras generaciones deberían estar aferradas únicamente a repetir lo que otros han creado en el pasado?
----------Pienso que esta defectuosa convicción o imaginario, que todavía se obstina en morir, encuentra sus raíces en una lectura no completa de la tradición litúrgica. Primero el Movimiento litúrgico, y luego la Reforma litúrgica, han reabierto nuestra relación con el acto de culto. Y la fidelidad a la tradición litúrgica pasa ahora ya no sólo por la obediencia, sino por la celebración (el ritus celebrandus, no sólo el ritus servandus). Esto no es ninguna novedad, pero es la reanudación de lo que los cristianos han hecho desde hace al menos un milenio, para luego haberlo olvidado o desaprendido y finalmente acabar por autocensurar todo acto creativo en el culto, bajo la presión de una "objetividad" que deviene mera repetición del pasado, y por eso parece problemática. Lo que tenemos que tener muy claro es que en la liturgia no puede haber sólo pasado.
----------Por lo tanto, las posturas de algunos liturgistas, que en sí mismas pueden ser entendidas como muy razonables, sin embargo, todavía hoy pueden ser malinterpretadas. Incluso podrían ser utilizadas con mucha facilidad por aquellos sectores eclesiales (hoy ya con menor peso en las decisiones), que al comienzo del nuevo milenio escribieron la que podría llamarse la obra maestra de la lucha contra los abusos que fue la instrucción Redemptionis sacramentum, del año 2004. Ese texto, como bien sabemos, fue inicialmente proyectado para prohibir el uso de la expresión "asamblea celebrante".
----------Luego, afortunadamente, una versión un poco más moderada de esa intención pasó al texto final del documento, que recomendaba utilizar "con cautela" la expresión "asamblea celebrante". Mi parecer es que si no usamos (aunque no "sin cautela", naturalmente) la expresión "asamblea celebrante", precisamente haciendo de ella la palabra-clave de nuestro modo de celebrar, no podremos ni reducir la obsesión por el abuso ni promover nuevos usos que sean verdadetamente distintos a un mero conjunto de individuos obligados a cumplir normas y a "asistir a una función del celebrante", y de hecho, en tal caso, no se llegará a lograr un pueblo que se reúna para celebrar la salvación en Cristo.
----------He aquí, a mi modesto parecer, un correcto concepto de "creatividad", que supere los temores de su identificación con el subjetivismo, y que es una conditio sine qua non para una verdadera recepción de la Reforma litúrgica. Quizás en esto me mantengo en una posición diferente a los que creen que es posible celebrar de modo "puramente objetivo": para mí este es un ideal que surgió de un contexto histórico marcado por la sospecha, y que hoy debe ser gradualmente superado.
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