martes, 21 de marzo de 2023

Misericordia y condenación eterna (1/3)

La meditación de las postrimerías es tradicional y muy saludable ejercicio espiritual del fiel cristiano durante la Santa Cuaresma. Una reflexión teológica acerca de la divina misericordia y de la condenación eterna es lo que trataremos de brindar en este artículo que dividimos en tres partes y publicamos en días sucesivos. [En la imagen: fragmento de la franja superior de "La Caída de los Condenados", óleo sobre lienzo del 1620 aproximadamente, de Pedro Pablo Rubens, conservado y expuesto en la Alte Pinakothek, Múnich, Alemania].

Hoy se piensa que Dios no castiga ...
   
----------Dice Jesús: "Estos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna" (Mt 25,46). A muchos hoy parece inconcebible, contradictorio y falso un Dios que premia a algunos con la vida eterna y castiga a otros con la condenación eterna. Por eso se ha difundido mucho la idea puesta en marcha por Rahner, de que Dios perdona a todos, y da a todos la gracia que salva. Por eso hoy parece que la mayoría de los que creen en Dios están convencidos de que Él tiene misericordia de todos. ¿Cómo se concilia un Cristo "manso y humilde de corazón" con un Cristo que maldice a sus enemigos y los envía al "fuego eterno"? (Mt 25,41).
----------La justicia de Dios, respondía Martín Lutero (en el comentario a Rom 3,21), no es justicia punitiva, sino que coincide con su misericordia. Ahora bien, la existencia de los condenados es incompatible con la misericordia divina. Por tanto, se dice, Dios es bueno. El castigar eternamente manifiesta, como decía Edward Schillebeeckx, un espíritu vengativo, que es impropio de Dios. Dios es amor. Pero el amor dice ternura y piedad. Schillebeeckx prefería creer que los malvados son aniquilados.
----------Por tanto, a partir de esas ideas, se considera erróneo concebir un Dios severo, indignado, airado y colérico, porque estos sentimientos son contrarios al amor, a la bondad y a la misericordia. Además, el actuar bajo la amenaza de un castigo eterno, atemoriza, hace pensar en un Dios prepotente y tiránico y, como decía correctamente Kant, conduce a una conducta servil, como esclavos y no como hombres libres.
----------Entonces, siguiendo esta línea de pensamiento, oncebir un Dios que condena eternamente, significaría concebir un Dios malvado, que no es cristiano, sino propio del dualismo maniqueo. Sería desproporcionado e injusto un castigo eterno por un pecado cometido en la finitud del tiempo. Quien cree en un Dios así, cree en un Dios tiránico y, en consecuencia, se vuelve prepotente hacia los demás y falto de misericordia, "juzga al hermano" y odia a sus enemigos, contra el mandato del Evangelio.
----------Todos, continúan los rahnerianos, estamos hechos para Dios y encontramos en Él nuestra felicidad. Dios quiere salvar a todos y es omnipotente. Para Rahner, todos, en consecuencia, en el fondo, son buenos y están en gracia ("cristianos anónimos"), aunque no lo sepamos o creamos lo contrario (buenistas).
----------Por tanto, es inconcebible que esta divina voluntad suya no se realice en todos. Todos están en buena fe. También aquellos que nos parecen malvados, en realidad, en el fondo de su intimidad, tienden a Dios y alcanzan a Dios. A lo sumo, como respondió Hans Urs Von Balthasar en una conversación privada a un periodista que, tras haberlo malentendido, lanzó la noticia: "El infierno existe, pero está vacío".
----------Si pecamos, siempre debemos creer que Dios nos perdona. El pecado es inevitable. Pero no tenemos que preocuparnos. No hay necesidad de hacer penitencia y esperar en las obras, porque es inútil y conduce a la presunción de hacernos de méritos. En cambio, es necesario creer humildemente y firmemente, como nos enseña Lutero, que Dios nos perdona de todos modos con la gracia de Cristo.
   
… pero no es así
   
----------Enzo Bianchi dijo en alguna ocasión, hace algunos años, que la misericordia divina parece "una cosa loca y escandalosa" (en la revista Familia Cristiana, del 15.05.2016). Puede ser que para algunas personas egoístas o duros de corazón, que no escuchan las exhortaciones del Papa, sea así. Pero algo mucho más escandaloso, incluso imposible y blasfemo, parece llevar a muchos creer que Dios pueda ser misericordioso con algunos, salvándolos, mientras condena a otros a una pena eterna.
----------Y sin embargo, nuestro Señor Jesucristo enseña en el Evangelio que esto es precisamente así. Se trata de una enseñanza de la Escritura confirmada por la Tradición y por el Magisterio de la Iglesia hasta el día de hoy (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn.134 y 1034; Concilio Vaticano II, Lumen Gentium n.48). Veamos entonces cuáles son las premisas necesarias para comprender y aceptar con fe la enseñanza de Cristo, qué significa y cómo es posible esto que Él nos dice.
----------Es necesario considerar las siguientes cosas:
----------1. Tenemos una relación voluntaria y libre con la eternidad.
----------2. Es justo que al pecado siga la pena o castigo.
----------3. La pérdida de Dios, Bien eterno, es un daño eterno.
----------4. Con la muerte el alma ya no puede merecer.
----------5. La soberbia nos lleva a elegir contra Dios.
----------6. Dios, por misericordia, predestina o escoge ("los elegidos") a algunos para la salvación y de hecho los salva, mientras que por justicia castiga a otros con el infierno.
   
Tesis I. El hombre, como espíritu, tiene una relación voluntaria y libre con lo eterno
   
----------Cuando aquí se dice "eterno", no nos referimos necesariamente al Dios eterno, supremo e infinito Bien, Fin último, sino a la eternidad como tal, algo que dura eternamente, en sentido metafísico, no necesariamente moral o religioso o teológico. Esto es lo primero que hay que entender.
----------Dios crea al hombre orientándolo hacia Sí como fin último. Sin embargo Él, habiendo dotado al hombre de libre albedrío, no quiere que tienda a Sí deterministamente, irresistiblemente y necesariamente, en virtud de su naturaleza, como todos las demás entes inferiores, sino que ha querido proponerse a la creatura espiritual, hombre y ángel, como objeto de posible libre elección, aceptando por tanto también ser rechazado o ser rehusado o incluso ser negado, como sucede en el ateísmo.
----------Se equivoca, por tanto, Rahner, cuando, tomando como pretexto esta inclinación o propensión innata y natural de todo hombre hacia Dios, afirma que todo hombre, en cuanto hombre, está necesariamente en gracia de Dios, y es objeto de la divina misericordia, por lo cual de hecho, atraído por Dios, todo hombre no puede sino elegir a Dios como fin último, tiende siempre a Él y por tanto va al cielo. La pena o castigo del infierno es una posibilidad abstracta, que de hecho no se realiza nunca, dice Rahner.
----------Pero el caso es que Rahner, con semejantes ideas, manifiesta confundir la necesaria ordenación, querida por Dios, del hombre a un fin último y eterno o a un absoluto, que implica de por sí la posibilidad de elegir o no a Dios como propio fin último, con una inexistente tendencia de hecho universal de todos los hombres hacia la salvación y hacia la bienaventuranza del cielo.
----------De hecho, todo hombre tiende necesariamente a la eternidad o al bien en general. Pero esto todavía no quiere decir que todos tiendan de hecho al mismo bien concreto, aún cuando ese bien concreto al que el hombre tienda fuera Dios, porque corresponde a cada uno elegir el bien o valor concreto en el cual decide satisfacer su propia necesidad de eternidad. Ciertamente, el verdadero Eterno es Dios, pero cada uno tiene la posibilidad de eternizar lo finito y la posibilidad de finitizar lo Eterno.
----------No hay duda de que la eternidad es ante todo propiedad divina. Según santo Tomás de Aquino, la eternidad coincide con Dios mismo (véase la Summa Theologiae, I, q.10) y, entendida en sentido fuerte, referida al ser, es atributo exclusivamente divino. Ninguna creatura, por tanto, propiamente hablando, puede ser eterna. Cuando Cristo nos promete la "vida eterna", no quiere decir que nos convertiremos en eternos, porque eso sería panteísmo. Sólo significa, como explica el mismo santo Tomás (ibid., a.3), que con la gracia, nosotros en el paraíso del cielo participaremos para siempre de la eternidad divina.
----------Pero aquí, ahora, prescindiendo de esto, debemos hacer una preliminar consideración metafísica y observar que, así como puede existir para nuestro espíritu, hecho para lo eterno, un bien que dure eternamente, así, correspondientemente y lógicamente, debe poder existir un mal o una pena o un castigo que dure eternamente y por siempre, dado precisamente por la falta de este bien.
   
Tesis II. Es justo que al pecado siga la pena o castigo
   
----------La justicia, en cuanto virtud cardinal, prescribe que a cada uno le sea dado según sus derechos y sus méritos (unicuique suum). "Cada uno será recompensado conforme a sus obras" (Prv 12,14). La justicia quiere, por consiguiente, que al honesto le corresponda el premio, y al malhechor le corresponda el castigo. Por eso, dado que Dios es supremamente justo y es supremo legislador, resulta espontáneo pensar, aparte de la revelación bíblica, desde un simple punto de vista de la religión natural, que Dios premie a quien obedece sus leyes y sus mandamientos y en cambio castigue a los rebeldes y a los desobedientes.
----------Ciertamente, todos nos damos cuenta de lo difícil, y a veces hasta imposible, que es, no obstante todos nuestros esfuerzos, respetar la ley divina y evitar el pecado, a causa de nuestra debilidad consecuente al pecado original que ha desordenado nuestra naturaleza. Pero es aquí, entonces, donde interviene la divina misericordia, la cual nos da la gracia necesaria para cumplir el bien.
----------Sin embargo, dado que después del pecado original las fuerzas de la razón y del libre albedrío no están totalmente destruídas, contrariamente a lo que pensaba Lutero, de ahí el hecho de que Dios siga exigiendo que cumplamos nuestras obras, aunque siempre con la necesaria ayuda de la gracia, para merecer la vida eterna. De lo contrario, nos espera el castigo infernal, el "suplicio eterno".
----------Sin embargo, debe tenerse presente que existe otro principio ético indispensable para comprender y aceptar la existencia del infierno, y es el hecho de que al delito debe necesariamente seguir el castigo. El mal de culpa causa el mal del pena. La acción mala crea un desorden, por lo cual debe restablecido el orden, es decir, la acción mala crea una carencia que debe ser eliminada o un defecto que debe ser corregido o un daño que debe ser reparado o un sufrimiento que debe ser eliminado.
----------El delito o el pecado es una infracción de la ley que regula y disciplina el bien común. Pecando, el criminal o pecador se sustrae al orden que vige en la comunidad. La justicia quiere que sea reintegrado.
----------La irrogación de la pena no corresponde al particular, sino al custodio del bien común, que es la pública autoridad, la cual obliga al criminal o pecador a retornar a aquel orden social que él deliberadamente ha violado. De esta manera, al exceso de libertad en el prevaricador, que ha causado el pecado o delito, corresponde entonces la coerción o punición, que lo reconduce al orden.
----------En efecto, al alejamiento de uno mismo del orden moral provocado por el delito o pecado, corresponde la reparación o expiación, que es la devolución o restitución del pecador arrepentido a lo interno del orden, de tanto cuanto en precedencia había salido del orden. Esta es la regla de la entidad de la pena en proporción a la entidad del delito o pecado. La pena reconstituye el orden de cuatro modos o según cuatro finalidades. Puede ser reeducativa, disuasoria, expiatoria y aflictiva.
----------La primera reintroduce al pecador en el orden; la segunda desalienta a otros a imitarlo; la tercera lo purifica; la cuarta defiende el orden que el pecador ha violado. La pena debe ser proporcionada al delito: en el caso del infierno, el pecado mortal merece la pena del infierno, porque el pecado impide al pecador la consecución de su fin último, que es Dios eterno. Aquí la pena es meramente aflictiva, porque no es ni reeducativa ni expiatoria, sino que es sólo un disuasoria.
----------La pena o punición implica el dolor físico o espiritual. La pena infernal del fuego es una imagen de la punición interior. Si la pena es expiatoria, se llama penitencia. La pena puede ser quitada ya sea por el poder civil, por clemencia, o por el poder eclesiástico, por misericordia. En el Evangelio, el hijo pródigo y la adúltera arrepentida no son castigados, porque en ellos Dios ha querido mostrar en modo especial su misericordia. Pero normalmente el pecador debe sufrir una pena. En él la misericordia se manifiesta con la remisión del pecado. Por el contrario, en campo civil y eclesiástico, el juez no está autorizado para relajar la pena, sino que debe hacer cumplir la ley (véase la Summa Theologiae, II-II, q.67, a.4).
----------El castigo divino, según la Biblia, aunque a menudo viene representado como acto de un juez, que, a su discreción, desde fuera del reo, le irroga la pena, en realidad, si queremos captar el verdadero significado del "castigar", el castigo no es otra cosa que la desventura, el daño y el dolor que el mismo pecador se trae sobre sí mismo con su insensatez, desobedeciendo a Dios, el Cual, como dice Ezequiel, "no quiere en absoluto la muerte del pecador, sino que se convierta y viva" (Ez 33,11).
----------Continuaremos reflexionando sobre esta Tesis II en la continuación de mañana.

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