lunes, 20 de marzo de 2023

Tres breves apuntes litúrgicos retrospectivos

Un repaso a algunos puntos litúrgicos que no han perdido utilidad: acerca del abuso evidente y del uso olvidado; del misterio de la "lex orandi"; y de la insipiencia litúrgica allí donde ella no debería existir. [En la imagen: una de las tantas repetidas escenas en las que el cardenal Raymond Leo Burke ha decidido presentarse pomposamente con su capa magna de varios metros, imprescindiblemente servido por un clérigo a sus espaldas].

Lo opinable en el ámbito de la liturgia
   
----------La publicación de un puñado de notas sobre la actualidad litúrgica, en semanas recientes, ha originado algunos debates, algunas preguntas de lectores, también planteamiento de dudas, y las consabidas objeciones y críticas a las posiciones sustentadas en mis artículos, sin que tampoco hayan faltado algunos sarcásticos comentarios desde bien conocidos grupos ideologizados. Todo ello era muy previsible, dado que en el ámbito de la liturgia, sobre todo cuando se ingresa en la temática acerca de los fundamentos de tal o cual concreta disciplina litúrgica o ley litúrgica, se entra inevitablemente en el campo de lo opinable, de ahí los diversos pareceres, consensos y disensos. Claro que a veces, no faltan comentaristas en el foro que parecen querer extender el ámbito de lo opinable también a la necesaria y debida obediencia por parte del fiel católico hacia la ley litúrgica, o sea que lo que para ellos se ha vuelto opinable es la obediencia a la ley litúrgica, para ellos se vuelve opinable el obedecer o el no obedecer, y enseguida encuentran autojustificativos a su desobediencia, como los encontraba el obispo Lefebvre ya en los años sesenta del pasado siglo o los encontraban en aquellos mismos años esos sacerdotes que malentendían la experimentación o creatividad litúrgica como justificativo para aberrantes abusos en el ámbito del culto: expresiones ambas, tanto del pasadismo y del modernismo cismáticos, los cuales, como se sabe, son hermanos gemelos en muchos aspectos.
----------Lo que realmente sea opinable para el fiel católico (se trate tanto de sacerdote o de religioso o de laico) no puede comprenderse si no se entiende ese doble ámbito en el cual se desarrolla el oficio que nuestro Señor Jesucristo ha determinado para quien es el principio visible de la unidad en la Iglesia terrena: el Papa. El Romano Pontífice es, por institución de Cristo, inapelable en su oficio magisterial ("confirma fratres tuos"), vale decir, cuando nos enseña la Palabra de Cristo, en cuanto es el garante de la Fe, y en esta misión las fuerzas del mal no prevalecen: su enseñanza no puede de por sí contener errores, pues Cristo ha prometido concederle a Pedro y a sus sucesores, a través de su Espíritu, el carisma de la infalibilidad.
----------Sin embargo, en su oficio pastoral ("pasce oves meas"), vale decir, en su tarea de conducir como Pastor universal a la grey de Cristo aquí en la tierra hacia la patria del cielo, el Romano Pontífice, si bien goza de una especial gracia de estado que lo asiste para el cumplimiento de esta tarea, es en ella falible, pues puede resistir a esa gracia, equivocándose o incluso pecando. Es en este segundo ámbito de su oficio que entra toda su labor de gobierno, labor rectora también de toda la disciplina y ley de la Iglesia, incluyendo la disciplina o ley litúrgica. Por consiguiente, si en su oficio pastoral el Papa puede tal vez equivocarse en sus determinaciones, entonces le es posible al fiel católico mantener un cierto disenso en el ámbito teórico, aunque esto no habilita al fiel para la desobediencia en el ámbito de su concreta vida cristiana: el fiel debe obedecer la ley del Papa (mediada por el respectivo Obispo) aunque tal ley pueda parecer en algunos casos equivocada.
----------Hechas estas aclaraciones, que los lectores habituales de este blog habrán encontrado muchas veces en el texto de mis artículos, paso ahora al tema de la publicación de hoy, en la que reúno tres apuntes litúrgicos retrospectivos, con los cuales tengo la esperanza de que se comprendan mejor las dificultades teológicas y jurídicas planteadas por la carta apostólica Summorum pontificum (del 2007), las cuales de hecho han producido nocivas consecuencias que han vuelto a juicio del Papa necesario lo dispuesto por la carta apostólica Traditionis custodes (del 2021). Y sin decir nada más, paso inmediatamente al primero de los tres apuntes.
   
Abuso evidente y uso olvidado
   
----------Comienzo por plantear un aspecto sumamente actual de la vida de la sociedad contemporánea, que puede ayudarnos a comprender abusos evidentes y usos olvidados en el ámbito litúrgico.
----------No nos hemos resignado aún, no nos hemos dado todavía por vencidos. Todavía somos capaces de indignarnos ante un moderno "De Naboth Jezrealita", como aquel de san Ambrosio de Milán. Todavía tenemos evidencias residuales, que nos dan testimonio de lugares de "abuso sin humanidad": ya sea sobre menores, sobre discapacitados, sobre mujeres o sobre ancianos, el abuso parece estar inapelablemente censurado por el sentido común. Pero más allá de estas evidencias sobre el abuso, evidencias que han resistido el paso del tiempo, ¿sabemos verdaderamente conservar (en estrecha y necesaria correlación) alguna evidencia en torno al uso, vale decir, acerca de qué comportamiento sea el correcto tener con menores, discapacitados, mujeres y ancianos? ¿Sigue siendo posible hoy una evidencia de las delicadas reglas que se sobreentienden y rigen la educación, el matrimonio, la discapacidad física o psíquica, y la fragilidad? Acerca de esto, a decir verdad, me parece que todos estamos mucho menos seguros y mucho más desorientados.
----------Si parva licet componere magnis… también en ámbito litúrgico vigen hoy tendencias afines a aquellas muy denunciadas respecto a la cultura ambiente en las sociedades en las que vivimos. En cuanto al rito cristiano, en efecto, la gran preocupación por "evitar los abusos" parece no considerar ya la cuestión desde hace dos siglos decisiva, a saber, la recuperación del uso. Esto es válido en primer lugar para la Eucaristía, pero luego se extiende también al bautismo y a la confesión, a la liturgia de las horas así como al año litúrgico. Detrás hay esencialmente un vicio de la memoria. Ya no recordamos que para remediar el peor abuso (es decir, la pérdida del uso) la Iglesia ha emprendido desde hace unos sesenta años un largo recorrido de recuperación y de nueva formación. Ese proceso ha surgido de la profunda conciencia de que sin recuperar el uso, el combatir los individuales abusos (a pesar de su gravedad objetiva) de poco sirve.
----------Hoy sin embargo, tanto en el plano litúrgico, como en el plano civil, parece ser más importante evitar los abusos que recuperar los usos. De esta manera, nos engañamos pensando que el escándalo de la pedofilia pueda sugerirnos cómo educar a nuestros hijos; o que el escándalo de las misas "dialogadas" sea capaz de restituirnos la sabiduría orante, sacrificial y escatológicamente festiva del rito eucarístico. Y así, al hacer posible celebrar de nuevo la Eucaristía según el uso precedente al Concilio Vaticano II, de repente obtenemos un doble resultado: cedemos al relativismo de los tiempos y relativizamos la sacrosanta reforma litúrgica. ¿Quién logrará alguna vez salvarse solamente con el firme propósito de evitar cualquier abuso?
   
El misterio de la "lex orandi"
   
----------Recuerdo que pocos meses después de la promulgación de Summorum pontificum, apareció un interesante artículo del cardenal Angelo Scola en "Il Regno": El rito: entre renovación y tradición (Il Regno, 19/2007, 01/11/2007, pag.614), una buena contribución al debate que comenzaba a desarrollarse sobre todo en Italia acerca del motu proprio del papa Benedicto XVI. La publicación del entonces patriarca de Venecia (luego arzobispo de Milán), sigue siendo muy actual, y merece una cuidadosa consideración, por lo apreciable de su tono y de su perfil. Revisando mis apuntes de aquel año, me reduciré ahora a destacar solo las cuestiones principales, algunas de las cuales permanecen todavía abiertas.
----------El horizonte en el que el cardenal Scola sitúa la cuestión de la relación entre lex orandi-lex credendi es el caracterizado por dos distinciones internas a la acción ritual: por un lado, entre institución y forma litúrgica, por otro, entre parte inmutable y parte susceptible de cambio. Estas diferencias vienen utilizadas como criterio para evaluar la lex orandi. Sin embargo, si bien el rito es una realidad compleja, la lex orandi no puede gozar de una suerte de extraterritorialidad respecto de la concreta forma de la celebración; en tal caso ella ganaría en claridad, pero perdería toda relevancia: ¡sólo la lex credendi -en cierto sentido inmunizada de "cualquier" acción- sería la garantía de la acción litúrgica! Además, es necesario reconocer que la distinción entre parte mutable y parte inmutable, autoritativamente asumida por el Concilio Vaticano II, sólo pretendía revelar el espacio para una concreta y autorizada "mutación de la forma" (como reforma), y no tenía de ningún modo la intención de asegurar la irreformabilidad de un así llamado "uso antiguo".
----------Resulta que las ideas de "institución litúrgica" y "forma litúrgica" por un lado, y "parte inmutable" y "parte mutable", por el otro, no son del mismo orden que el concepto de "lex credendi-lex orandi". Esas clásicas nociones han sido elaboradas para justificar la posible mutabilidad respecto de lo inmutable: ayer justificaban la "reformabilidad" de la forma litúrgica, mientras que después de julio del 2007, ya promulgado Summorum pontificum, podían tal vez engañar acerca de la supuesta coexistencia contemporánea de formas históricamente devenidas, mientras que la pareja lex orandi-lex credendi indica la dependencia de la verdad creída por la verdad celebrada, y precisamente en esto abre a una lógica distinta.
----------En efecto, si nosotros juzgamos las "varietates legitimae" ya no sólo en el plano diacrónico (es decir, entre tiempos y ordines diversos), o sólo en el plano sincrónico (es decir, en la misma unidad de tempo y de ordo), sino en una atrevida superposición de diacrónico-sincrónico, determinamos una cierta inversión de las intenciones con las cuales tales distinciones han sido formuladas y aplicadas (hace 60 años o hace 500 años). De hecho, cuando el cardenal Scola dice que una pluralidad de formas (o de usos) de un mismo rito no altera la "lex orandi", concluye bien, pero desde premisas demasiado limitadas.
----------No hay duda, en efecto, que ha sido precisamente la Reforma litúrgica impulsada por el Concilio Vaticano II la que liberó energías positivas al calibrar siempre diferentes modalidades de "variación" en las formas rituales. Por ejemplo, introduciendo la posibilidad de que la "forma latina" de la consagración eucarística pudiera resonar, oficialmente, en tantas traducciones como son las lenguas habladas por los hombres y por las Iglesias locales. La misma lógica ha llevado a poder celebrar (como sucedió en muchos países), el sacramento del matrimonio con varias fórmulas diferentes de "consentimiento" y con múltiples variedades de "bendición de los esposos". De nuevo en la Eucaristía, el pasaje de una sola plegaria eucarística a las actuales once constituye una modalidad de "variación" legítima de la forma, que enriquece poderosamente la "lex orandi", y así relanza sobre la "lex credendi" una nueva y sorprendente riqueza.
----------Si luego dejamos esta articulación sincrónica en lo interno de un mismo "ordo" y tratamos de considerar la variedad diacrónica que se manifiesta entre diferentes "ordines" de una misma tradición, entonces podemos ver claramente cómo las características del Ordo de 1969, respecto a las características del de 1575 (o de 1962), presentan profundas diferencias, comprensibles sólo a través de esa "evolución de los ritos" (guiada por el Espíritu Santo) que asegura a la Iglesia la tradición en la renovación y la renovación de la tradición.
----------Esta pluralidad (limitada a la sincronía dentro de un mismo Ordo y a la diacronía entre diferentes Ordines en diferentes tiempos) permite un armónico crecimiento de la coherencia entre lex orandi y lex credendi, sin diferencias lacerantes, pero también sin homologaciones privadas de raíces, es decir, desarraigadas. Por el contrario, la lógica "nueva" introducida por Summorum pontificum en 2007 (y que, por lo tanto, no podía dejar de suscitar entre teólogos dedicados a la liturgia, una legítima preocupación) preveía un entrelazamiento y una superposición entre variedades sincrónicas y variedades diacrónicas, ¡llegando incluso al punto de proponer sincrónicamente variantes entre ordines diacrónicamente diferentes!
----------Sin embargo, cuando entra en vigor un nuevo ritual complexivo o general para la Santísima Eucaristía o para el Bautismo, para la Penitencia o para el Matrimonio, las variantes vigentes son aquellas que hace posibles el nuevo ordo, no aquellas variantes que el nuevo ordo ha históricamente y canónicamente pretendido sustituir, enmendar, reformar, para reconducir a la Iglesia a la tradición litúrgica. ¿Qué sentido tendría una reforma que no reformara nada, es decir, que hiciera siempre posible actuar como si nada hubiera pasado? De hecho, si establecemos que son "legítimas" todas aquellas variedades sincrónicamente y diacrónicamente "existentes como vigentes" (indiferentemente ayer u hoy), correríamos el riesgo de transformar la Iglesia en un museo o en un hipermercado ritual, que reciclaría como "productos disponibles" incluso los monumentos de la tradición, renunciando así a la propia identidad histórica y vital.
----------Para aclarar mejor la cuestión planteada, se puede recordar que el mismo Concilio Vaticano II ha establecido cómo la "forma ritual" de la Eucaristía debe ser reformada según características que prevean (entre otras características que aquí no menciono) "mayor riqueza bíblica", "comunión bajo las dos especies" y "concelebración". Ninguno de estos elementos constituye ni "institución" ni "parte inmutable" del sacramento de la Eucaristía y, sin embargo, cada uno de esos elementos debe ser valorado precisamente por el hecho de que viene considerado como elemento de la "lex orandi" capaz de enriquecer y estructurar, nutrir y formar la "lex credendi". Esto constituye un elemento de objetiva diferenciación entre "ordines diacrónicamente diferentes", para los cuales parece contradictorio establecer una posible contemporaneidad (como la establecía Summorum pontificum), en la cual riqueza y pobreza bíblica, posibilidad y prohibición de concelebración o de communio sub utraque pudieran simplemente convivir. En este caso, el uso diferente implica inevitablemente una diferente lex orandi, con tal que se acepte interpretar el término no con las categorías de la clásica teología dogmático-sacramental, sino según la nueva "mens" litúrgica.
----------El ejemplo que acabo de dar creo que ilustra bien la diferente lógica del adagio "lex orandi-lex credendi" con respecto a la distinción clásica entre institución y forma litúrgica. Aquello que en el pasado servía para individuar el "mínimo necesario" de cada sacramento, en el nuevo lenguaje busca señalar el "máximo libre" de cada celebración, mientras que en la relectura que ofrecía Summorum pontificum la lex orandi (aplastada como estaba entre "evidencia de fe" y "usos litúrgicos") corría el riesgo de reducirse a un simple "flatus vocis".
   
Insipiencia litúrgica, y cinco preguntas
   
----------Como saben los lectores, en días recientes he dedicado cuatro notas en este blog a tratar acerca del así llamado "teorema de la reforma de la reforma". En este tercer y último apunte, que vuelvo a escribir sobre otro más viejo, redactado en 2010, vuelvo a preguntar: ¿cuáles eran las razones de una "reforma de la reforma" para aquellos que en 2010 la propugnaban?
----------En los últimos meses de ese año 2010, monseñor Guido Marini (quien fuera Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias entre 2007 y 2021) ofrecía en varias ciudades de Italia una conferencia sobre el tema "Introducción al espíritu de la liturgia". El lector puede encontrar el texto de la disertación publicado en múltiples sitios de la internet, pues aquella conferencia tuvo mucha propaganda. Sin embargo, no dejaba de suscitar, al menos en el lector atento, una serie de reacciones muy diversificadas: junto al consenso sobre alguna evidencias de fondo, surgen y van ganando espacio diversos motivos de perplejidad e incluso una serie de apremiantes preocupaciones, debido a que se manifiesta en el texto una lectura de lo que era entonces la "actualidad litúrgica", que parecía inspirarse en sentimientos (y también en fuentes) demasiado unilaterales y como aisladas del gran cuerpo eclesial.
----------En particular, es digno de notarse el hecho de que la conclusión de la conferencia, cuando auspicia con excesiva simplicidad una "reforma de la reforma", no logra justificar este efecto, al no señalar causas verdaderamente fundadas. Hay que decirlo apertis verbis: la "reforma de la reforma" no era en absoluto (como parecía sugerirlo el texto de Marini) la profundización del Movimiento Litúrgico, ni representaba de ningún modo la conclusión inevitable de quienes presumían en 2010 haber captado el auténtico espíritu de la liturgia.
----------Por eso me parece oportuno, en esta ocasión en que desde un plano teológico nos estamos ocupando de la liturgia y en particular de la cambiante disciplina litúrgica, y aunque haya transcurrido más de una década de aquella conferencia, formular cinco preguntas (con toda la necesaria franqueza y parresía) a quien entonces era el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice. Estoy convencido de que estas preguntas todavía pueden volver a suscitar un debate útil y un esclarecimiento necesario, para que la comunión eclesial pueda ser salvaguardada y promovida, evitando ciertamente inútiles discontinuidades sin tradición, pero también desesperadas o presuntuosas nostalgias sin perspectivas.
----------1. Primera pregunta: ¿cómo explicar que la liturgia es "sagrada"? El carácter de "actio sacra" de la liturgia viene justamente y con razón subrayado por la conferencia de mons. Marini. Sin embargo, bien visto, este carácter "sagrado" viene simplemente presentado como "aquello que está sustraído a la voluntad del hombre".
----------Cuando la sacralidad viene definida de ese modo, sin recuperar todo el espesor y toda la profundidad de la "experiencia de lo sacro" que el hombre experimenta en ella, se pierde de vista, de una forma progresivamente siempre más grave, que el Movimiento Litúrgico ha redescubierto la liturgia no sólo como acción de Dios, sino también como acción del hombre, y ha superado así la separación clero-laicos en el acto litúrgico, ha redescubierto la liturgia de la palabra como una forma de presencia del Señor, ha recuperado el valor de la exterioridad corpórea, simbólica y ritual, para el acto de fe, etc., etc.
----------En aquella conferencia del 2010, en cambio, era evidente cómo el subrayado del adjetivo "sagrado" conducía al conferencista a una relectura del Movimiento litúrgico que se hacía caracterizar exclusivamente como descubrimiento de la sola acción de Dios en el culto, como competencia exclusiva del clero con redimensionamiento de la "asamblea celebrante", como reducción de la liturgia de la palabra a "acción secundaria", etc. etc. Más que de "reforma de la reforma", al menos en este uso unilateral del adjetivo "sacra" referido a la liturgia, se pretendía de hecho poner en cuestión el objetivo más importante de la reforma misma. Dicho en otras palabras: si la "reforma de la reforma" quisiera repristinar una "sacralidad litúrgica" que dispensara al pueblo de Dios de la participación activa, sería sólo una operación retórica con la cual no se querría en absoluto "perfeccionar" lo que ha sido obrado por la Reforma, sino que se más bien se pretendería contradecir y negar la reforma misma.
----------Las palabras de mons. Guido Marini, por tanto, hoy deben ser objeto de una cuidadosa y necesaria aclaración, si no quieren esas palabras llegar a resultados que ciertamente el Maestro de Celebraciones Pontificias no quería (y sobre todo no podía) sostener. Por eso, imaginándome estar ahora frente a él, quisiera preguntarle: ¿qué pensaba entonces y qué piensa hoy mons. Marini de aquellas lecturas, que tienden a aplanar su pensamiento con aquel de los pocos (e incompetentes) laudatores temporis acti?
----------2. Segunda pregunta: ¿cómo evitar que el discurso sobre la orientación sea desorientador? Es justo decir que en torno a la cuestión de la orientación de la oración litúrgica se ha librado una batalla ideológica no plenamente justificada. Y es cierto, también, que la orientación hacia el ábside o la orientación "versus popolum" de la celebración representan dos grandes tradiciones, que tienen entrambas sus razones y que no pueden ser objeto, simplemente, de una recíproca excomunión. Pero cuando, a partir de la natural dialéctica entre dos lecturas diferentes de la posición del pueblo y de quien preside respecto al altar, se intenta describir una posición (la circular) de modo unilateral e incorrecta y se propone una solución (mediante la cruz) que pasa por alto la tradición, imponiendo como solución un criterio extrínseco, entonces se termina por confirmar un efecto "desorientador" de la discusión sobre la orientación.
----------En efecto, no se está prestando un gran servicio para la reconstrucción histórica del acontecimiento cuando se reduce el cambio de orientación, introducido autorizadamente por la Reforma litúrgica, a la idea de que "sacerdote y pueblo en la oración deberían mirarse recíprocamente", dado que el nuevo modelo de orientación se interpreta como oración de los bautizados "circunstantes", que no están "cara a cara", sino "todos en torno" al Señor, altar y víctima. Ambos modelos clásicos, por tanto, "se vuelven" al Señor: uno propone la orientación al Señor que retorna, el otro al "cuerpo sacramental del Señor". De tal modo, ambos proponen -a su manera- una continuidad. Mientras que la única discontinuidad cierta, al menos en el plano litúrgico, es la solución que viene propuesta de orientar la mirada a la cruz.
----------Por eso me gustaría preguntarle a mons. Guido Marini: ¿por qué debería ser que la única discontinuidad debería asegurar la continuidad, según su conferencia del 2010, mientras que uno de los estilos clásicos de la celebración debe ser descrito de manera tan reduccionista y tosca?
----------3. ¿La participación activa también tiene que ver con las acciones del hombre? Ahora surge una pregunta candente: ¿cuál debe ser considerada la "comprensión correcta" de la participación activa? Mons. Marini opera aquí una gran y arriesgada "reducción". Participar activamente significa, a su juicio, tomar parte en una acción principal, que es la acción de Dios mismo, la obra salvífica en Cristo, que se realiza en el canon eucarístico. Y, tras citar Sacrosanctum Conciluim n.48 (lo cual es cuanto menos sorprendente), él añade que "respecto a esto, todo el resto es secundario" y en particular pretende referirse a la liturgia de la Palabra.
----------Como es evidente, está claro que la misma presentación de una noción así contraída de participación tiende a traducir la acción litúrgica en la acción de gracias del clérigo respecto a la cual el pueblo no hace más que "tomar parte" en forma de adoración. Pero aquí no queda ya casi nada como motivación para una Reforma litúrgica, que parte de la exigencia de que sean los "ritos y las oraciones" (según Sacrosanctum Concilium n.48) los que constituyan las mediaciones primarias (y comunes a todos los bautizados) de la participación. En la lectura que propone Marini, en cambio, todos los ritos y las oraciones -a excepción del canon- son sólo "elementos secundarios" con respecto a un acto de adoración que sigue siendo "otro" respecto a la celebración ritual. Si así fuera, verdaderamente la "reforma de la reforma" ya estaría cumplida. Sería suficiente cambiar de este modo el modelo de participación de los fieles, retornando al estilo "preconciliar", para considerar toda la Reforma litúrgica como una atención dedicada a "aquello que es secundario", mientras que el primado seguiría siendo un relación intelectual o sentimental con la acción esencial de adoración.
----------Me pregunto, por tanto: en toda esta teoría de la participación, mons. Marini se ocupa de la "teología de la liturgia" de un modo tan abstracto, que parece reducir los ritos a "ritos esenciales": pero, en tal caso, es necesario preguntarse si todavía debe existir la necesidad de una Pontificia Oficina de las Celebraciones Litúrgicas, o si no basta una simple Oficina de las Ceremonias. ¿Acaso tiene sentido un Oficina tan importante para ocuparse solamente de "acciones secundarias"?
----------4. ¿La adoración puede hacer rima con procesión? ¿Es la boca verdaderamente más pura que las manos? La "querelle" sobre la distribución de la comunión, que atraviesa el cuerpo eclesial en los últimos años, venía retomada y relanzada por aquella conferencia del 2010 de mons. Marini de una forma muy incisiva. Pero la interpretación de una decisión "operativa" por parte de Benedicto XVI viene proyectada incluso como criterio general de comprensión de los "ritos de comunión" en términos de adoración, haciendo depender tal verdad de la "distribución de la santa comunión directamente sobre la lengua y de rodillas". Nada sugiere que la liturgia de la misa de Paulo VI proponga un rito de comunión de la asamblea en forma de procesión, a diferencia del rito de Pío V, que en su origen ni siquiera preveía un rito de comunión distinto de aquel celebrado exclusivamente por el presbítero. Así, se hace descender la "adoración" de una forma de distribución de la comunión que ha caracterizado largos siglos de "comunión fuera de la Misa".
----------¿Qué podemos decir, en cambio, del "rito de comunión" que prevé la procesión de la asamblea hacia el pan partido y el cáliz compartido? Y pregunto: ¿por qué, en lugar de potenciar y profundizar la procesión de comunión como acto eclesial, se refugia en la evidencia individualista de una comunión que de por sí misma podría realizarse "fuera" del contexto celebrativo? ¿Qué competencia tendría, sobre esta práctica de devoción individual, una Oficina de las Celebraciones, que se ocupa de los "ritos"? ¿No hay aquí mismo una sorprendente confusión de niveles y de competencias, con la renuncia por parte del entonces Maestro a ocuparse de lo que -ex officio- sería necesario garantizar y promover?
----------5. Las intenciones y las afirmaciones: ¿cuánta retórica se puede tolerar? En fin, como último punto, pero tal vez deberíamos decir antes que nada, que debe aclararse que de aquel discurso de mons. Marini en 2010 se deduce (aunque de una manera muy cortés y delicada, pero aún siempre con mucha evidencia) un juicio poco lisonjero, a veces incluso no generoso, hacia la Reforma litúrgica realizada después del Concilio Vaticano II. Aunque acordando en general un gran valor a la síntesis conciliar, el texto de Marini bien pronto revela otra sensibilidad más preocupada por evitar los abusos que por recuperar los usos, más sensible a la perspectiva canónico-disciplinar que a la perspectiva simbólico-ritual.
----------Curiosamente, tal perspectiva un tanto limitada alcanza su punto de mayor evidencia cuando en el texto de su conferencia mons. Marini proponía un balance conclusivo de sus consideraciones, y es precisamente aquí donde se abren las mayores fisuras del texto.
----------Se afirma que "desde hace algunos años, en la Iglesia, algunas voces hablan de la necesidad de una nueva renovación litúrgica". ¿A qué se refiere? ¿A cuáles fenómenos? ¿A cuáles "voces"? Si entonces se continúa leyendo, se comprende que se trata "de un movimiento en cierto sentido análogo al que sentó la base para la reforma promovida por el Concilio Vaticano II, capaz de operar una reforma de la reforma, o más bien, un paso adelante en el entendimiento del autentico espíritu de la liturgia y de su celebración: llevando así a cumplimiento esa providencial reforma de la liturgia que los padres conciliares llevaron adelante pero que no siempre, en su aplicación práctica, ha podido realizarse de una manera oportuna y feliz".
----------Aquí desde la teología, se le puede preguntar al Maestro de las Celebraciones: ¿qué necesidad hay de pensamientos tan retorcidos? ¿No se puede decir abiertamente lo que se piensa? ¿No debería quedar claro para todos, que no se puede querer, al mismo tiempo, la Reforma y la Reforma de la reforma?
----------Lo cierto es que entre Reforma y "Reforma de la Reforma" es necesario asumir el peso de una elección, sobre todo si se ejerce el papel de Maestros de las Ceremonias: no se puede llamar renovación la nostalgia espantada, no se pueden confundir los miedos con los problemas, y las fantasías con las soluciones. Si la reforma litúrgica es implementada mal, entonces es necesario implementarla bien, no contradecirla. Si, por el contrario, se está a favor de una radical corrección de la Reforma, es necesario decirlo claramente y sacar las consecuencias eclesiales y personales necesarias, al menos en términos de consenso y de comunión.
----------De modo que me he tomado la libertad de repetir aquellos apuntes míos del 2010 en que me imaginaba interrogando francamente a mons. Marini sobre el texto de sus conferencias de ese año, porque las perplejidades que se suscitaban y se alzaban en aquellos años en las comunidades eclesiales y en sus pastores eran sin duda sustanciales, aunque se expresaran frecuentemente con reticencia y mal disimulado embarazo. Frente a este tipo de situaciones, corresponde al teólogo dar voz a la dificultad eclesial: forma parte de los deberes del teólogo, de servicio a la verdad y a la comunión. Sobre todo para que ya no se hable (por parte de ambientes demasiado impreparados y aislados) de "nuevo movimiento litúrgico" para evocar sólo temor y desconfianza hacia una Reforma litúrgica que no puede dejar de ser, para todos, el camino principal hacia una profunda y muy necesaria renovación de la vida cristiana y de la misma Iglesia.

11 comentarios:

  1. Sergio Villaflores20 de marzo de 2023, 9:55

    Estimado padre, he leído su artículo. De los tres apuntes, el que más he comprendido (o así lo creo) es el primero, sobre abuso evidente y uso olvidado. ¡Me parece una excelente comparación con lo que sucede en nuestras sociedades actuales! ¡Un magnífico texto!

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    1. Estimado Sergio,
      gracias por su consenso, y me complace que lo que he publicado le haya resultado de utilidad.
      Sé que en lo referente a los fundamentos de las decisiones disciplinarias del Papa intervienen motivos contingentes, exámenes de hechos y situaciones concretos, decisiones prudenciales, sobre lo cual se puede estar de acuerdo o en desacuerdo.
      En este ámbito de libre opinión, he manifestado también mi libre criterio de manifestar con respeto mis consensos y mis disensos.
      Pero el límite a toda esta libertad de opinión es la obediencia en el ámbito de la práctica o vida cristiana. Cruzar ese límite es cruzar al ámbito del cisma (en mayor o menor medida y gravedad).

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  2. Diógenes de Los Hornos21 de marzo de 2023, 11:31

    Estimado Fr Filemón de la Trinidad:
    Una Iglesia que prohíbe un rito plurisecular parece saber mucho sobre prohibiciones, pero nada más que sobre prohibiciones...
    Si yo fuera creyente, no sabría qué hacer con una iglesia que en cierto momento, para dar un ejemplo reciente de ineptitud, le quita al Gloria la expresión "hombres de buena voluntad", concepto básico de toda ecumenismo, concepto elaborado desde los primeros siglos, para sustituirlo por una banalidad como "los hombres amados por el Señor".
    Me parece que ninguna persona razonable, católica, o simplemente no católica pero curiosa acerca de las religiones, como es mi caso, pueda objetar sobre la oportunidad de que en los años 1960s y en un mundo en grandes y rápidos cambios, se diera a la Iglesia una saludable sacudida como lo que fue o debería haber sido el Vaticano II. Sólo que la aplicación del Concilio, siempre me ha parecido, haber dejado mucho que desear, incluida la liturgia.
    Se ha olvidado demasiado lo que Simone Weil, según Albert Camus (el único pensador serio de la generación de la Segunda Guerra Mundial), había visto bien 30 años antes o un poco menos: "La destrucción del pasado es quizás el mayor de los crímenes". Por no hablar de otra gran dama, Hannah Arendt, convencida de que la autoridad desciende directamente de la memoria, lo que significa que el pasado debe ser manejado con cuidado, y no ser dejado en manos improvisadas.
    Y, de hecho, veo hoy a una iglesia católica de autoridad muy incierta, incluyendo en esto a un Papa muy mediático y muy citado por todos. Muchos sostienen que la salvación de la tradición pasa por su... destrucción. Pero esto me parece un verdadero sofisma.
    Entonces, y ahora respecto a algo que usted publicó en una nota de la pasada semana, si el cardenal Zuppi ha decidido participar en una ceremonia vetus ordo, lo que ha hecho ha sido rendir un homenaje al pasado, y en ocasiones un homenaje como ese también me parece adecuado, en medio de tanto "aggiornamento" que se está dando en las iglesias, según mis amigos me cuentan. Sínodo, sinodalidad, dicen ahora muchos obispos. ¿Apostamos a que todo eso no conducirá a mucho? La claridad no surge de la confusión y de las prohibiciones.

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    1. Estimado Diógenes,
      usted, por sí mismo, podrá darse cuenta que el comienzo de su intervención ya está distorsionado.
      La Iglesia no prohíbe un rito plurisecular, sino que camina por la historia y transforma ese mismo rito en una mejor versión de sí mismo.
      El "rito romano" ha devenido a lo largo de la historia. Está en latín solo desde que se hablaba en latín, antes estaba en griego. Luego del griego se evolucionó al latín, pero ha sido el rito romano "de siempre" o "desde siempre".
      Luego la reforma tridentina ha asumido algunas formas y las hizo particularmente vinculantes, hasta el advenimiento del Concilio Vaticano II, que ha renovado profundamente la tradición, manteniéndose en el "rito romano".
      Con el advenimiento de las "lenguas habladas" se ha cambiado mucho. Y la universalidad ha comenzado a pasar a través de la traducción y de la experiencia. No solo se traduce del latín a las lenguas africanas, o al inglés, por ejemplo, sino que las lenguas africanas y el inglés (para tomar los mismos ejemplos), se convierten a su vez en principios de experiencia del misterio.
      Este es el "nuevo rumbo", irreversible.
      Decidir presidir una celebración en el "rito anterior" (como hizo el cardenal Zuppi en el hecho por usted mencionado) es un modo de esconder la cabeza en la arena ante esta nueva y gran riqueza.
      No se trata de prohibiciones, sino de vida y progreso y desarrollo y nueva explicitación. Estas son las palabras correctas, si realmente queremos hablar de la evolución que se vive en la Iglesia, no sólo del dogma, sino también de la vida que se interrelaciona e interactúa con el dogma.

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    2. Diógenes de Los Hornos22 de marzo de 2023, 7:51

      Gracias por su paciente respuesta. Pero "unicuique suum": a mí me parece que toda esta avalancha de traducciones, indispensables para culturas muy alejadas del legado del latín, excesivas (no inútiles, excesivas) para nosotros y para muchos otros, parecen más bien un empobrecimiento que un enriquecimiento. Hay memoria de grandes nombres en la cultura mundial, católicos o protestantes y ateos, que en su momento habían suplicado que se fuera despacio con estas operaciones de laboratorio. Esas súplicas no sirvieron de mucho.
      Usted, desde dentro del sistema, parece estar contento con todo lo sucedido. Mientras que yo, desde fuera, tengo dudas muy serias. Para mí es un hecho cultural, no religioso. Pero dado que el rebaño católico se está dispersando, dado que los jóvenes criados en familias católicas van a misa como mucho dos veces al año, si es que van, o sólo una vez, en Navidad, y ya no se casan por la iglesia, ni siquiera en el frente religioso, estas novedades que se atribuyen al Vaticano II no me parecen un éxito que pueda apasionar.
      Por otra parte, traducir y traicionar van de la mano. Un mundo hecho de conceptos que inspiran sentimientos como el de una gran religión bimilenaria, tiene necesidad de gran claridad y memoria, confiada precisamente a palabras que sean ciertas. Usted estará en desacuerdo, pero si el concepto de Dios cambia demasiado con los tiempos y con las traducciones, es un desastre. Para la religión, se entiende. Me parece esquizofrénico insistir por un lado en que los evangelios se reciban "sine glossa", inmutables, y luego aceptar o más bien promover traducciones creativas "adecuadas a los tiempos". Me temo que cada párroco (me refiero a los pocos que quedan), en algún momento tendrá su propia religión, y cada vez tendrá menos fieles, porque los que van a la iglesia buscan, al fin de cuentas, certezas.
      Finalmente: recuerdo muy bien a los "Traditionis Custodes", que desde el principio presagiaban un escenario muy diferente, y para mí está claramente inspirado en un estilo muy de prohibiciones. Felices ellos…

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    3. Verá, Diógenes, a menos que usted me esté tomando a broma o me mienta, simplemente le recuerdo que usted expresamente se ha llamado "no católico pero curioso acerca de las religiones", y ha dicho estar mirando "desde fuera" de la Iglesia.
      Sin embargo, a pesar de que usted no es católico (o está "fuera") se le ha permitido benévolamente expresar su comentario acerca de la vida de la Iglesia a la cual usted dice no pertenecer, acerca de la vida de los católicos, sin ser usted católico.
      Le pregunto, entonces: ¿cómo piensa que estarán pensando de usted los lectores católicos de este blog? O en otras palabras y para poner otro ejemplo: ¿cómo piensa usted que los musulmanes que viven a algunas cuadras de donde yo vivo, se sentirían si yo me pusiera a opinar sobre la vida desarrollada en la vecina mezquita y vivida por la comunidad que allí asiste?
      ¿No le parece que los vecinos musulmanes me mandarían al... punto más alto del Challao?
      Efectivamente, como usted dice, unicuique suum...

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    Respuestas
    1. A la persona que tras su anonimato no ha logrado, sin embargo, esconder su falta de respeto hacia el prójimo, le aconsejo revisar su alma en esta cuaresma.
      La manifestación de su odio,de sus necedades, e incluso de su evidente condición cismática, no hubieran sido, sin embargo, óbice para que le publicara su comentario. Otros como él ya han manifestado en este foro su odio, sus necedades e incluso sus herejías y decisiones cismáticas, pero al menos han tenido caridad hacia el prójimo. En este caso, ni siquiera eso, ni mínima educación han existido.
      Si desea escribir sus locuras, debería abrir un blog propio. Aquí no hay lugar para sus delirios.

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    2. Querido padre Filemón: mucho me temo que, si continúa publicando notas sobre liturgia, no faltarán los opinólogos, frecuentemente desinformados. Téngales paciencia. Usted ya lo sabe, por magistrales que sean sus reflexiones (como las de este artículo), al desarrollarse buena parte de ellas en el campo de lo opinable, suscitarán polémicas, sobre todo en ambientes tan ideologizados como los lefebvrianos.

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    3. Ernesto: no desanimes al padre Filemón.
      En este blog hacían falta más artículos sobre liturgia.

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    4. Queridos Ernesto y Herminia,
      tomo en cuenta sus comentarios, y se los agradezco.
      Por supuesto, no dejaré de publicar notas sobre liturgia, en la medida que sea necesario, y me surja alguna idea con la que pueda contribuir al debate respetuoso y serio de las cuestiones que se plantean.
      Sé perfectamente cuál es el ámbito de lo opinable, y espero también que mis lectores sepan discernir en mis publicaciones aquello que afirmo con la certeza que nos da la fe y la razón, y aquello que podría ser meramente opinable (aunque entendiendo que lo opinable no tiene por qué ser contradictorio con la fe y con la razón).

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