jueves, 23 de marzo de 2023

Misericordia y condenación eterna (3/3)

Dios no muestra misericordia a aquellos que no la quieren o piensan que no la necesitan. Con éstos es severo. Sin embargo, da la gracia a los que se sienten pobres y necesitados y, arrepentidos y humildes, la desean. [En la imagen: fragmento de la franja inferior de "La Caída de los Condenados", óleo sobre lienzo de aproximadamente 1620, de Pedro Pablo Rubens, conservado y expuesto en la Alte Pinakothek, Múnich, Alemania].

Tesis V. La soberbia lleva a elegir contra Dios
   
----------Algunos se preguntan cómo es posible que alguien elija someterse a una pena eterna. El punto no es ése. Nadie es tan tonto como para desear padecer las penas del infierno. Está claro que estos castigos son sufridos contra la voluntad. Pero el hecho es que esas penas son la consecuencia necesaria y lógica de esa rebelión a Dios, que conduce al pecado mortal, muriendo en el cual se va al infierno.
----------Quien merece el infierno, quiere una libertad no en el ámbito de la ley de Dios, sino fuera de ella. Se hace Dios de sí mismo. Niega a Dios para sustituirse a Él. Pretende gozar de una libertad absoluta y ser ley para sí mismo como Dios. Quien merece el infierno sabe que le espera una pena eterna. Pero en lugar de estar con Dios, felíz en el paraíso del cielo, está de tal modo apegado a su voluntad que prefiere complacerla en el infierno, en lugar de someterla a Dios en el cielo. El réprobo hace prevalecer el gusto de su propia voluntad sobre el objeto mismo de la voluntad. Sentirse libre, no importa qué o independientemente de qué se es libre.
----------Acabo de decir en el párrafo anterior, que quien merece el infierno sabe que le espera una pena eterna. Pues bien, la parábola de Mt 25,21-46 (parábola de las diez vírgenes) sobreentiende que todos saben, al menos implícitamente, que existe el infierno, habiendo tenido la posibilidad de evitarlo. Cualquiera que sepa que está cometiendo un delito, debe saber cuál pena le espera. Incluso los rahnerianos saben a-temáticamente que existe el infierno y que el negar su existencia merece indudablemente el infierno.
----------"Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes" (Stg 4,6). "Ha dispersado a los soberbios en su corazón, ...ha enaltecido a los humildes" canta María Santísima en el Magnificat (Lc 1,51-52). Dios no muestra misericordia a aquellos que no la quieren o piensan que no la necesitan. Con éstos es severo, pero da la gracia a los que se sienten pobres y necesitados y, arrepentidos y humildes, la desean.
   
Tesis VI. Dios, por misericordia, predestina o escoge a algunos ("los elegidos")
para la salvación y de hecho los salva, mientras que por justicia castiga a otros con el infierno
   
----------El Dios bíblico no es un simple principio cósmico, como podría ser una fuente de luz o una fuente de calor. Dado que Dios es también creador de los entes personales, no puede no ser un Dios personal que, como tal, tiene un poder de elección y elige a esta persona y no a aquella. La Biblia habla de muchísimas elecciones divinas, concernientes a la misión de particulares personas. Y aquellos que son elegidos, son los así llamados "elegidos". La elección de las opciones es aquella misma de Jesucristo.
----------Eligiendo a la persona, la destina a una misión. He aquí la predestinación (Summa Theologiae, I, q.23). Asignándola a una misión, la llama para revelarle esa misión. He aquí la vocación. Una vez que el elegido está en la presencia de Dios, Él le revela su voluntad. "Habla, Señor, que tu siervo te escucha".
----------Pero como la misión estaría por encima de las fuerzas humanas, he aquí que Dios la justifica, y glorifica al elegido con su gracia y con sus dones. Este esbozo lo encontramos en la Carta a los Romanos: "A aquellos que ha predestinado, a éstos también los ha llamado; a los que ha llamado, a éstos también los ha justificado; a los que ha justificado, también los ha glorificado" (Rom 8,30). Nótese que Pablo usa un pronombre partitivo ("aquellos que"), lo que hace claramente entender que no todos los hombres están predestinados, como podría parecer de otros pasajes del Apóstol.
----------La Iglesia, a través de su Magisterio, ha enseñado repetidamente que no hay predestinación divina para el infierno. Tal cosa significaría que Dios sería causa del pecado, lo cual es en absoluto absurdo, si reflexionamos sobre el hecho de que Dios es bondad infinita. Quienquiera que vaya al infierno, solo carga sobre sí la culpa de tal elección. En cambio, por cuanto respecta a la salvación, indudablemente el elegir a Dios por parte del hombre, es auténtica elección responsable. Y, sin embargo, el acto de esta elección, sostenido por la gracia, es obra divina. Y precisamente en esto radica la predestinación.
----------El Concilio de Trento nos recuerda el misterio de la predestinación en dos lugares: primero (Denz.1540), cuando enseña, contra Lutero, que no podemos estar ciertos por fe de estar en el "número de los predestinados", sino que podemos sólo esperarlo, en base a las actuales buenas obras; segundo (Denz.1567), cuando enseña que la predestinación concierne sólo a "aquellos que están predestinados a la vida eterna" y no en absoluto a los condenados, los cuales se condenan sólo por su propia voluntad y no por voluntad divina.
   
Tesis VII. Es necesario alternar el uso de la misericordia con el de la severidad
   
----------Misericordia y severidad son dos virtudes que dependen de la caridad (Summa Theologiae, II-II, q.23), que preside las virtudes teologales (fe y esperanza), en el plano de la gracia, y de la prudencia (Ibid., q.47), que preside las virtudes morales o cardinales (justicia, fortaleza y templanza) en el plano de la razón práctica. En Dios esas dos virtudes son la expresión de su providencia (Ibid., q.22), con la cual Él sabiamente provee al orden y buen funcionamiento del universo, que implica la existencia del paraíso del cielo, del infierno y del purgatorio.
----------Mientras caridad y prudencia deben ser practicadas en todo momento y circunstancia del actuar consciente, natural y sobrenatural, porque son su alma, la misericordia y la severidad deben ser practicadas, en el debido modo y medida, en las circunstancias oportunas, es decir, cuando las diversas situaciones lo requieren.
----------Con la caridad nosotros ponemos en práctica las verdades de fe concernientes al amor de Dios y del prójimo. Con la prudencia, ordenamos razonablemente nuestras acciones (recta ratio agibilium).
----------La misericordia es aquella virtud por la cual Dios o el hombre ofrecen ayuda a las necesidades físicas y espirituales de los pobres, de los míseros, de los arrepentidos y de los que sufren, sin suponer méritos por una obra cumplida ni exigir compensaciones.
----------La severidad es aquella parte de la justicia, con la cual, utilizando una ira moderada (Ibid., q.123, a.10), defendemos el honor de Dios o nos defendemos o defendemos a los otros encomendados a nuestro cuidado, de una injusta agresión o nos levantamos con parresía y coraje profético contra la injusticia.
----------Otra cosa a considerar. Una cosa es la misericordia divina, considerada abstractamente, como mera posibilidad dependiente de la omnipotencia (Ibid. I, q.25), de potentia Dei absoluta; y otra cosa es la misericordia, como de facto Dios, según la Revelación, la practica en la historia de la salvación. En el primer sentido ella es infinita. En cambio, en el segundo sentido, ella encuentra un límite a su libre fluir de Dios, en el obstáculo que de hecho pone la creatura con su cerrazón a la misma misericordia, provocada por el pecado.
----------Sin embargo, también es posible hablar de una misericordia divina de facto infinita, en el sentido de que cualquier acto de Dios debe atravesar esa distancia ontológica que es siempre infinita, distancia que desde el creador va a la creatura. Por lo tanto, ella es infinita en sí misma como acto divino, pero finita, en relación con nuestra finitud y nuestra pecaminosidad.
----------Existe tiempo para la misericordia y existe el tiempo para la severidad. Es necesario ver de momento en momento cuáles son las necesidades de las almas. Misericordia y severidad son para usar en el momento correcto y adecuado, con quien las merece o las necesita, porque, si son usadas en el momento equivocado, con la persona equivocada, se obtiene un efecto contraproducente. "No es bueno mostrar respeto al impío" (Prov 18,5). Pero también es necesario no ser severo con aquellos que merecen piedad y comprensión.
----------Severidad y misericordia están vinculadas y conectadas entre sí. La una requiere de la otra. Por ejemplo, Israel ha sido objeto de misericordia porque Dios ha sido severo con los Egipcios. Si queremos liberar a un pueblo oprimido, tenemos que ser severos con el dictador. En la duda si ser severos o misericordiosos, es mejor ser misericordiosos. Es fácil equivocarse al juzgar; y sin embargo es necesario hacerlo, cuando tengamos competencia y elementos suficientes; siempre dispuestos a corregirnos, si nos damos cuenta del error.
----------Si el lector benévolo quisiera aceptar la comparación y si el parangón no parece inapropiado, obviamente mutatis mutandis, permítaseme comparar la relación entre misericordia y severidad respectivamente con los tonos altos y bajos del teclado de un piano. Como Dios, el gran Pianista, debemos imitarlo sabiendo dosificar ora los primeros tonos, ora los segundos, según las exigencias de la partitura. Siempre y en cualquier caso, se debe tocar bien el piano. Pero esto implica precisamente la habilidad en el dosaje de los tonos. La belleza de una sonata de Bach o tan siquiera de una sencilla tonada mendocina, surge solo de la armonía o mutua conciliación o compensación de los diferentes tonos entre sí.
----------Por tanto, si bien siempre y en todo lugar se debe ser caritativos y prudentes con todos, no se puede ser misericordiosos siempre, con cualquiera, en cualquier circunstancia. La misma caridad y la misma prudencia nos piden saber ser ora misericordiosos, ora severos. Existe quien está en buena fe y quien está en mala fe. Existe quien tiene recta intención y quien es perverso. Existe quien es corregible y quien es incorregible. Existen quienes están excusados ​​y quienes no son excusables. Existe la malicia y existe también la debilidad. No podemos comportarnos del mismo modo con los unos y con los otros.
----------Quien no sepa desenvolverse en estas cosas, mejor que no sólo no permita que lo hagan obispo, sino ni siquiera llegue a ser padre o maestro de escuela primaria. Ciertamente no podemos separar el trigo de la paja en sentido escatológico; pero esto no nos exime del deber de asumir nuestras responsabilidades operando un prudente discernimiento y actuando en consecuencia.
----------Es necesario evitar el relativismo oportunista y simulador de quien, manteniéndose al margen ya sea por miedo o por motivos de conveniencia, no corrige a los desviados, confundiendo sus acciones con una simple "opción diferente", y haciendo la figura o dando la apariencia de una persona abierta y liberal. Así como debemos evitar el absolutismo rígido e intolerante de quienes nunca aceptan excusas y juzgan apresuradamente culpables a quienes pueden quizás estar en buena fe o a quienes se regulan según distintos criterios de acción.
----------La reducción de la justicia a la misericordia, como hemos tenido modo de ver al desarrollar este artículo, las falsifica a ambas. Se pueden presentar como ejemplo de esta desgraciada confusión muchas afirmaciones hechas en este sentido por el franciscano padre Raniero Cantalamessa, hoy miembro del Sacro Colegio Cardenalicio, como en aquella recordada predicación del Viernes Santo de 2016, pronunciada en la basílica de San Pietro, cuando dijo: "La justicia de Dios es el acto mediante el cual Dios vuelve justos, agradables a él, a aquellos que creen en su Hijo. No es un hacer justicia, sino un hacer justos. Lutero ha tenido el mérito de traer de nuevo a la luz esta verdad, después de que durante siglos, al menos en la predicación cristiana, su significado se había perdido. Es sobre todo por esto que la cristiandad está en deuda con la Reforma". Ante estas palabras se podría decir: "¡La abominación de la desolación en el lugar santo!".
----------El grave error de Cantalamessa consiste en pretender definir en modo general la justicia divina como si fuera siempre sólo misericordia, derivando de manera totalmente incorrecta, con una ilícita extrapolación, del famoso pasaje de la Carta del Apóstol san Pablo a los Romanos (Rm 3,21), donde efectivamente el Apóstol presenta la misericordia divina como "justicia", una falsa coincidencia sic et simpliciter entre justicia y misericordia, negando el valor propio de la justicia.
----------Cantalamessa, mostrando una exégesis capciosa, no tiene en cuenta el hecho de que es sólo en ese pasaje que se tiene identidad de significado. Pero en otros mil pasajes de la Escritura está clarísima la diferencia entre justicia y misericordia.
----------El Concilio de Trento nos enseña que debemos tener ante nuestros ojos tanto la misericordia como la severidad de Dios: "puesto que pecamos en muchas cosas" (Stg 3,2), cada uno debe tener ante nuestros ojos tanto la misericordia y la bondad, como la severidad y el juicio, ni se debe juzgar de uno mismo, aún cuando no se sea consciente de nada, porque toda vida humana no debe ser examinada y juzgada con los criterios del humano juicio, sino que debe ser juzgada por Dios, que "iluminará los secretos de las tinieblas y manifestará los consejos de los corazones y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios" (1 Cor 4,4s), el cual, como está escrito, "pagará a cada uno según sus obras" (Rm 2,6).
----------Los Obispos, en nombre de la caridad, de la prudencia, de la justicia y de la misericordia, deben ayudarnos a distinguir a quienes son creyentes de quienes son herejes, y a los justos de los impíos. Es cierto que la clara separación entre el trigo y la paja, entre el grano y el lolio, sólo ocurrirá al final de los tiempos. Pero esto no debe ser un pretexto para que las autoridades huyan de sus responsabilidades.
----------Por consiguiente, debemos tener siempre presente que el hereje no es un "creyente diferente", así como el enfermo no es un diferente sano. El pecador no es simplemente alguien que ha hecho una elección diferente, sino alguien que se arruina a sí mismo y arruina a los demás. El hereje es el hereje, y el enfermo es el enfermo. Nuestro lenguaje "debe ser sí, sí, no, no, el resto es del maligno".
----------De cualquier manera, no hay duda de que, al fin de cuentas, la misericordia debe prevalecer sobre la severidad. En definitiva y al final, toda la obra divina de la salvación se resuelve en la misericordia, como nos dice frecuentemente el papa Francisco, haciéndose eco de las palabras del Apóstol san Pablo: "Dios ha encerrado a todos en la desobediencia, para tener misericordia de todos" (Rm 11, 32).
----------Lo que no quiere decir que la desobediencia no permanezca en algunos y, como tal, según ha dicho Cristo mismo, no deba ser castigada. Pablo simplemente quiere decir que la misericordia también ha sido ofrecida a aquellos que la han rechazado y por lo tanto se han perdido.
----------Sin embargo, siempre sigue siendo verdadero que Dios hace prevalecer la misericordia sobre la severidad, y de manera similar quiere que nosotros hagamos lo mismo con nuestro prójimo, porque sabe bien que nosotros frecuentemente pecamos más por fragilidad e ignorancia, que por malicia y mala voluntad. Por esto Dios ha dicho a Moisés: "Yo, el Señor, soy tu Dios, un Dios celoso, que castiga la culpa de los padres en los hijos hasta la tercera y la cuarta generación, para los que me odian, pero que demuestra su favor hasta mil generaciones, para aquellos que me aman y observan mis mandamientos" (Ex 20,5-6).
----------Estas cosas los Santos siempre las han sabido y no existía necesidad de que llegara el Concilio Vaticano II para enseñárselas, aunque sea muy cierto que el Concilio de nuestro tiempo nos ha hecho conocer la misericordia divina mejor de cuanto hasta entonces la Iglesia la había conocido.
----------El defecto de hoy, como ya es muy evidente, también por los daños que produce, es la negación de la severidad, en nombre de una misericordia que, precisamente por esa negación, se falsifica a sí misma y genera una severidad peor que la existente en el pasado. En el pasado, al menos se perseguían los herejes; hoy se persigue a los católicos (a veces por parte de los herejes).
----------No debemos escandalizarnos por los tonos severos del "Jesús dulce, Jesús amor", porque también esos tonos severos de Jesús provienen de su infinita caridad. Y recordemos antes que nada sus palabras: "bienaventurados aquellos que no se escandalizan de mí" (Mt 11,6).

3 comentarios:

  1. Rev. Padre,
    Usted señala con razón la gravedad de las afirmaciones "desviadas" de Cantalamessa in primis, y luego las de Bianchi. No es la primera vez que esto sucede, otros teólogos autorizados han puesto en evidencia similares anomalías, repetidamente. Se trata de dos personas que han recibido honores, encargos y dignidades, a veces con encargos oficiales en el Vaticano. El primero, creado Cardenal, es Predicador de la Casa Pontificia -nombrado por el difunto Papa Benedicto y reconfirmado por Francisco-, y el segundo pseudo-prior-teólogo, consultor pontificio, predicador por años en diversas diócesis italianas, aunque en los últimos años venido a menos, defenestrado...
    Pero entonces, ¿se trata de malos o buenos maestros? Para algunos sí, para otros no, depende de la persona a quien le preguntemos. ¿Cómo puede existir este dilema, que nos hace bajar los brazos, y preguntarnos si existe alguna verdad cierta en la Iglesia de hoy? ¿Es esto lo que se quiere decir cuando se define hoy a la Iglesia como una realidad líquida y multifacética?
    Me parece una contradicción estridente, un cortocircuito, difícil de entender...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es a causa de las divisiones internas de la Iglesia Católica que se dan estos hechos y no llegan a denunciarse las herejías, como se debería hacer, salvo por parte de verdaderos pastores y teólogos, como el autor del artículo. Lo importante es estar en paz fraterna.
      Ahora es más importante ayudar materialmente a la humanidad, en sus vicios y debilidades pecaminosas; la misericordia en los tiempos que vivimos es un río en crecida, que está inundando las orillas y me pregunto: ¿los líderes de la Iglesia Católica Apostólica Romana están listos para actuar en las esclusas para contener las inundaciones"?
      Al ángel de la Iglesia de Laodicea Juan en el Apocalipsis escribió “Estas cosas dice el amén, el testigo fiel y veraz, el principio de las cosas creadas por Dios. Tus obras me son conocidas, ya que no eres ni frío ni caliente: oh, si fueras frío o caliente: pero como eres tibio, y no frío ni caliente, comenzaré a vomitarte de mi boca".
      Nadie habla, todo el mundo está petrificado, sólo su blog informa, instruye y enciende discusiones y críticas realmente católicas, alejadas de cualquier ideología y de cualquier rebelión que no hacen más que alentar nuevos cismas y herejías.
      ¿Existe todavía la Congregación para la Doctrina de la Fe? Si es así, ¿por qué no interviene en estos casos, y corrige los errores que se vienen cometiendo, negándolos, y reiterando la verdad absoluta? Por casualidad... ¿no estarán usando también el lema "¿Quién soy yo para juzgar"?...
      ¡Cristo vence! ¡Cristo reina! ¡Cristo impera!

      Eliminar
    2. Estimados Fernando y Ana María,
      sus dos comentarios, sensatos y ricos en sugerencias, que se los agradezco a ambos, me han llevado a reflexionar acerca de los puntos a los que ustedes se refieren. Han venido a mi mente algunas ideas. Las publicaré en un pequeño artículo a la brevedad posible.

      Eliminar

En ciertas horas del días se permitirán comentarios sin moderación. Los comentarios no cónsonos con el blog serán removidos. Igualmente los que falten a las normas del respeto personal.