Si el ecumenismo es lo que el cardenal Walter Kasper durante unos cuarenta años ha dicho que es, entonces se debería decir que el ecumenismo es un error. Pero por fortuna el ecumenismo no es lo que ha enseñado Kasper. Estoy seguro de que ante la enseñanza del hoy ya anciano cardenal alemán, no sólo santo Tomás de Aquino, sino el mismo Lutero, se indignarían y considerarían a Kasper un hipócrita impostor. [En la imagen: un fragmento de la representación de la Confesión de Augsburgo o Confessio Augustana, en una vidriera de la Iglesia de la Conmemoración de la Protesta (Gedächtniskirche der Protestation), de Espira, Alemania].
Un librito despreciable y escandaloso
----------El cardenal Walter Kasper [n.1933], presidente emérito del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, de la Santa Sede Apostólica, es indudablemente uno de los máximos responsables del falso ecumenismo que hoy lamentablemente se advierte que está difundido en muchos ambientes católicos, un enfoque ecuménico que no responde auténticamente a las doctrinas y directivas ecuménicas y de diálogo con las demás religiones emanadas por el Concilio Vaticano II.
----------Ya hemos tenido oportunidad de mencionar repetidamente (aunque solo de modo casual y lateral) los errores de Kasper en la temática del ecumenismo, pero todavía no los habíamos tratado específicamente y con algo más de profundidad, lo cual intentaremos en este artículo en dos partes. Centraremos nuestro análisis en el opúsculo publicado por el cardenal Kasper hace algunos años, Martín Lutero. Una perspectiva ecuménica (Sal Terrae, Maliaño 2016), obrita en la cual el Cardenal resume brevemente su punto de vista, como experto en ecumenismo, acerca de la relación de la Iglesia con los luteranos.
----------El opúsculo trata casi exclusivamente del aspecto moral del ecumenismo, entendido como voluntad común de resolver los contrastes, de remediar los errores del pasado, de dirimir las diferencias, de unir los ánimos en Cristo, de trabajar y orar por la unidad de la Iglesia, con confianza en la asistencia del Espíritu Santo. Todo lo cual suena bien. Sin embargo, apenas es dado espacio al problema fundamental, claramente delineado por el Decreto sobre el ecumenismo Unitatis redintegratio del Concilio Vaticano II, que es el de clarificar ante todo, juntos, católicos y protestantes, cuál es la verdadera doctrina de Cristo. En definitiva, lo central e ineludible debería ser el problema de discernir lo verdadero de lo falso.
----------El cardenal Walter Kasper, en cambio, nunca se pronuncia sobre lo verdadero y sobre lo falso, sobre quién tiene razón y quién está equivocado. Por el contrario, es necesario decir que precisamente de este insuprimible anhelo de la verdad, signo y orgullo del ser humano y cristiano, ha surgido la necesidad, por entrambas partes, tanto católicos como luteranos, en la historia subsiguiente a Lutero, de esclarecer y precisar los contenidos de la fe, elaborando, con gran empeño, los católicos, la doctrina del Concilio de Trento y el Catecismo Tridentino, y los luteranos, después de los dos Catecismos de Lutero, sus Confesiones de Fe, preciosos documentos neciamente despreciados por Kasper bajo el nombre de "confesionalismo", al que él considera fuente de conflictos y de desgracias, e incluso de "inauditos estallidos de violencia", y por lo tanto "hoy felizmente superados" (pp.24-26). Interpretando al revés el sentido de estas profesiones de fe, según él, serían causa de división, mientras que en cambio son precisamente la base del diálogo.
----------Ciertamente, que de hecho la proclamación de la propia fe, a causa de la debilidad y del orgullo humanos, se preste a irrazonables rigideces, fanatismos, cerrazón, intolerancias y a la agresividad, eso está fuera de toda duda, pero se trata de un hecho accidental, no vinculado a una profesión de fe como tal.
----------A esta confusión en la que cae el cardenal Kasper entre lo accidental y lo esencial parece subyacer la perniciosísima idea, de carácter escéptico, hoy lamentablemente muy difundida, según la cual toda convicción de poseer la verdad y toda manifestación verbal de esta convicción (ya sea la de Giordano Bruno o la de santo Tomás de Aquino) es un acto de violencia contra la conciencia de otros que disienten de tal convicción, cuando, por el contrario, la verdad es exactamente lo contrario, a saber, que es precisamente tal convicción, bien fundada y francamente expresada, la que debe constituir la base para la solución de los conflictos ideológicos y para crear la concordia en las relaciones humanas.
----------De modo que Kasper, con sus ideas, termina por acentuar los contrastes en lugar de resolverlos, creando acuerdos equívocos, que no pueden dejar de manifestar a la prueba de los hechos su ilusoriedad y deslealtad.
----------Kasper pasa por alto el hecho de que esta necesidad de precisar los contenidos de la propia fe y de profesarlos "con la boca" (Rm 10,9) es exigencia en sí misma sana, devota, debida, es condición de salvación, es testimonio de fe, además de ser humanamente signo de lealtad, franqueza, sinceridad, limpidez y honestidad.
----------Por eso, en cualquier contraste o conflicto humano, y con mayor razón aún en los contrastes religiosos, lo primero que hay que hacer para resolverlos es huir, con la franqueza y el coraje de las propias ideas, de las actitudes de doblez, o engañosas, o astutas, o tortuosas, viscosas y serpentinas. Es sagrado deber de los dos contendientes, que deben ser hombres de honor y no mezquinos calculadores (como por ejemplo los adversarios de Jesús en Mt 21,23-27), sobre todo como en nuestro caso, que toca los problemas supremos del destino humano, manifestar públicamente con claridad las propias posiciones.
----------De lo contrario, los contrastes se prolongan al infinito, hipócritamente encubiertos, por intereses ajenos a los de la verdad y del bien de la Iglesia, como está sucediendo desde hace cincuenta años con el ecumenismo promovido por el cardenal Kasper, que olvida el sabio dicho popular: "acuerdos claros, amistad larga". Es mejor chocar con la franqueza, que fingir un acuerdo que no existe. Y son exactamente estas las verdades que nos recuerda el Decreto, cuando afirma la necesidad de que las dos partes "expongan más a fondo la doctrina de su propia comunidad y presenten con claridad sus características" (n.3).
----------Por consiguiente, el verdadero ecumenismo, tal como lo señala el Decreto Unitatis Redintegratio, para no moverse sobre arenas movedizas, no pescar en aguas turbulentas, no girar en círculos, para no tergiversar, no jugar con el equívoco y no entrar en acuerdos ilusorios, muy lejos de condescender a despreciables prejuicios contra las pasadas Confesiones de fe, prejuicios a los cuales cede Kasper en su opúsculo, precisamente sobre aquellas Confesiones y en los juicios emitidos por los Papas y por los Concilios el ecumenismo debe basarse y estos documentos deben ser profundizados en los diálogos y en los estudios ecuménicos, obviamente a partir de los escritos de Lutero y de los luteranos, así como de los estudios antiguos y recientes de ambos lados, y de las diferentes interpretaciones y el Magisterio de la Iglesia.
----------Una nota de humanidad en este librito despreciable y escandaloso es dada por la dedicatoria a su hermana Ingeborg, fallecida poco antes de publicarse el opúsculo. Aquí Kasper, si no demuestra piedad por los vivos, al menos la muestra por los difuntos.
El fin del "confesionalismo"
----------En su opúsculo, Kasper habla con satisfacción del "fin" de lo que él llama la "época confesional", que habría terminado, no se entiende bien por qué motivo, en 1918 (de manera similar para los lefebvrianos, la fidelidad del Magisterio a sí mismo habría terminado en 1962, con el "desastre" del Concilio Vaticano II; vale decir, se ponen los números en el lugar de los conceptos), sin explicar con exactitud lo que se entiende decir. Pero se lo puede suponer por el contexto. Ciertamente se refiere a la época en la cual, después del acontecimiento de Lutero, en los siglos XVI-XVII, tanto los protestantes (Fórmula de Concordia de 1577), como los católicos (Concilio de Trento) elaboraron su respectiva confesión o profesión de fe.
----------Las mencionadas Confesiones, elaboradas con gran cuidado, comenzando por la Confesión de Augsburgo de 1530 hasta la Fórmula de Concordia de 1577, enuncian aquello que los luteranos consideran ser la verdadera doctrina del Evangelio frente a aquellas que ellos consideran ser las "mentiras de los católicos", es decir, las doctrinas de aquellos a quienes ellos con desprecio llaman papistas.
----------Si no se comprende y no se aprecia este cuidado en la tarea de definir las verdades de fe, es imposible un verdadero ecumenismo, el cual debe tomar muy seriamente en cuenta el hecho de que, en su tremendo choque, tanto Lutero como el Papa han planteado enérgicamente la cuestión de la verdad de la fe, acusando de herejía a la otra parte: el Papa, como Vicario de Cristo, por supuesto en posesión infalible de la verdad de fe; Lutero, convencido de estar en la verdad contra un Papa traidor del Evangelio.
----------Ahora bien, sin embargo, debe notarse con mucha satisfacción común que, en las Confesiones luteranas, viene conservado el Símbolo Niceno-Constantinopolitano. Esto es lo que el cardenal Kasper debería haber recordado. Esta es, por lo tanto, la base esencial del ecumenismo. Los disensos se refieren a la antropología y al modo de obtener la salvación, cosas no tocadas por el Símbolo. Estas últimas doctrinas habían de ser aclaradas por los Concilios de los siglos VIII-XV.
----------Este es el punto fundamental sobre el cual gira todo el conflicto, y no en absoluto, como Kasper quiere hacernos creer, en una necesidad luterana de "reforma de la Iglesia", aunque ello no esté absolutamente excluido y no debería ser subestimado, y de hecho contenía algunos aspectos positivos, aspectos que habrían de ser asumidos incluso cuatro siglos después por el Concilio Vaticano II.
----------Pero la reforma propuesta por Lutero -al margen de estos aspectos- es falsa, en la medida en que ya no es reforma, sino deformación, es decir, se apoya sobre falsas nociones del origen y del fin del cristianismo, de la naturaleza humana, del pecado, de la gracia, de la razón, de la fe, de la ley, de las obras, de la salvación y de la Iglesia. Como bien lo sabemos, las reformas de la Iglesia deben corregir las costumbres y no la doctrina, porque el Papa puede estar equivocado en el gobierno de la Iglesia, pero no en la doctrina. Quien pretendiera corregir al Papa en la doctrina de la fe, estaría partiendo con el pie equivocado.
El aspecto basilar del problema ecuménico
----------Todo esto, que es el aspecto basilar del problema ecuménico, es completamente ignorado por Kasper, quien resuelve todo el contraste entre Iglesia católica y luteranismo en un banal litigio entre dos contendientes a la par, como podrían serlo un hincha de Boca Juniors y un hincha de River Plate, donde se trata solo de una cuestión de gustos, se discute en el bar o en el club tomando un café, no existe una verdad objetiva, donde el error y la razón están en ambos lados, y ni existe siquiera nada de interés, por más que la mediocridad de la megalomanía típica de los argentinos haya elevado a status científico las teorías de un Menotti o de un Bilardo acerca del modo exacto de plantar en el campo de juego a un equipo de fútbol.
----------En otras palabras, Kasper habla del problema ecuménico como si se tratara de volver a unir las partes separadas (católicos y luteranos) de un todo (la "Iglesia"), como por ejemplo los fragmentos de un jarrón roto, partes que deben volverse a unir para reconstruir y formar la "unidad" original del jarrón. El ecumenismo debería ser el pegamento para volver a unir las piezas. Ahora bien, esto es por lo menos ridículo, porque supone una concepción falsa de la unidad de la Iglesia, porque nada puede agrietar o romper su unidad. Portae inferi non praevalebunt. Puede haber división entre los cristianos; pero la Iglesia en sí es una. Los herejes no dividen la Iglesia, sino que se separan a sí mismos de la Iglesia.
----------Kasper, con su polémica contra las Confesiones de fe, probablemente pretende rechazar los fanatismos, las durezas, las intolerancias, las rigideces y las cerrazones. Y si es eso lo que él quiere decir, tiene razón. Pero el caso es que es ambiguo en lo que dice, porque parece rechazar una confesión o profesión de fe como tal. Y si es así, como lo parece, él se equivoca groseramente, yendo contra la honestidad intelectual y el explícito mandato neotestamentario (Jn 1,20; Rm 10,9 y Heb 13,15, cf. Summa Theologiae, II-II, q.3).
----------De hecho, el propio Kasper se expresa con estas palabras en su opúsculo: "La época confesional llegó a su fin en 1918 con el derrumbe de la monarquía y las subsiguientes convulsiones de los siglos XX y XXI. En nuestra situación pluralista -en la que los ambientes (Milieus) confesionales se disuelven y los miembros de las distintas confesiones viven puerta con puerta, trabajan juntos y a menudo conviven (y rezan) en la misma familia con naturalidad- y a la vista de los actuales procesos de individualización, las fronteras entre las Iglesias confesionales resultan porosas y las controversias confesionales se han tornado irrelevantes para muchos cristianos, tanto evangélicos como católicos" (op.cit. p.19).
----------Y llegados a este punto, le ruego al lector que preste atención a las expresiones que he puesto en cursiva-negrita en el texto anterior del cardenal Kasper.
----------El cuadro que en colores y tonos idílicos, bonachones y liberales, nos viene ofrecido en esta visión kasperiana, lamentablemente parcialmente verdadera, es en sí mismo un cuadro deprimente, sórdido y repugnante para cualquier espíritu con un mínimo de lealtad y honestidad. Sin embargo, Kasper nos habla tranquilamente de ello y casi complacido, como si se tratara de algo aceptable y normal. Se nota, por lo tanto, ante todo en él, en una temática tan seria como la del destino del hombre, la falta total de la preocupación que toque las gravísimas cuestiones de lo verdadero y de lo falso en el campo de la fe.
----------En las mencionadas palabras de Kasper parece que podemos rastrear algunos presupuestos del pensamiento del ilustre Cardenal: ninguna aprensión por quien se encuentra en el error, ningún deseo de corregir o de dar testimonio de la verdad, ninguna disponibilidad a abrirse a la verdad o a corregir los propios errores. Ningún deber de enseñar o de defender la verdad. Ningún deber de refutar el error. Ningún deber de fidelidad a las propias convicciones. Nada existe de perenne, universal y objetivo. No se habla de dogmas ni de herejías. Lo verdadero y lo falso, relativizados y rebajados al nivel de opiniones subjetivas, se entrelazan y se trasvasan el uno al otro como el cacao en la leche o el azúcar en el café.
----------De manera que todo se confunde y todo se mezcla, como en una gigantesca ensalada rusa. Quizá Kasper, en lugar de dedicarse al ecumenismo, hubiera tenido más éxito como cocinero de hotel o de fonda. En efecto, en su ecumenismo todo oscila, todo fluctúa, todo se derrite como en un yogur alemán o en un batido frutado, todo cambia, es intercambiable, trasvasable, soluble, gelatinoso y escurridizo, y nada es sólido, sistemático, ordenado, preciso, cierto, estable y fijo. Un gran desastre. Un gran pasticho. Es lo que el cardenal Gerhard Ludwig Müller, refiriéndose a Zygmunt Bauman, llama "pensamiento líquido". Es el "pensamiento débil" de Gianni Vattimo. Son los conceptos "fluídos" (Fenomenología del espíritu, Fondo de Cultura Económica, México 1971, p.25), o el "delirio báquico" (Ibid., p.32) de los cuales habla Hegel.
----------Los únicos puntos fijos e irrenunciables, sobreentendidos, como se debe deducir, son la propia ventaja del momento, el oportunismo astuto, el fácil éxito, el doble juego, el mantenerse a flote de todos modos. Todo lo demás puede ser vendido, liquidado a bajo precio, rebajado, llevado a trueque o negociado. Sobre todo lo demás, incluso sobre los valores más sagrados, se puede ceder. No existen para Kasper los "valores no negociables" de los que hablaba Benedicto XVI y de los que sigue hablando el papa Francisco.
----------Si esto es el ecumenismo, entonces se debería decir que el ecumenismo es un error. Pero por fortuna no es esto el ecumenismo. Estoy seguro de que ante este cuadro no sólo santo Tomás de Aquino sino el mismo Lutero se indignarían y considerarían a Kasper un hipócrita impostor.
----------Me imagino que santo Tomás de Aquino, con su lenguaje mesurado, hubiera podido decir: "Reputo Kasperum hominem scepticum et infidelem". Mientras que Martín Lutero, con su colorido lenguaje hubiera podido decir: "¿Teólogo que hace 'teología de rodillas'? ¡No, teólogo que hace 'teología en la letrina'!". De hecho, esta ambigüedad de Kasper reapareció poco después de la publicación de su opúsculo, con ocasión de la exhortación apostólica Amoris laetitia del papa Francisco.
----------Dicho sea de paso, hago un pequeño paréntesis para explicar la frase que me responsabilizo de haber puesto imaginativamente en boca de Martín Lutero. Es bien conocida la vulgaridad del lenguaje que usaba el "reformador" alemán. Por otra parte, uno de los motivos del éxito popular de Lutero, a pesar de que era doctor en teología, ha sido el repudio hacia la artificiosidad y las abstrusidades del lenguaje escolástico y el uso de un lenguaje accesible al pueblo. Ciertamente, este hecho ha tenido como contrapartida el desprecio por la precisión y por la propiedad y corrección del lenguaje escolástico, cosa que nos ha hecho a todos mucho daño. En realidad, el buen teólogo debe saber moverse en ambos registros según las circunstancias, siempre con dignidad, evitando tanto la vulgaridad y la grosería, como la afectación y el preciosismo.
El correcto enfoque o impostación del problema ecuménico
----------La imagen correcta, la importación o el enfoque correctos, del problema ecuménico, por tanto, no es la imagen de los dos litigantes o la del jarrón roto, sino la imagen evangélica de la vid y los sarmientos o la del hijo pródigo o la de la oveja perdida o la de la dracma perdida, todas las cuales implican alguien o algo que se desprende de sus raíces o de su contexto vital y se pierde o ya no tiene suficiente vida; y alguien que trata de encontrar, llamar, reclamar y reunir para perdonar y para salvar.
----------Ahora bien, el modo kasperiano de entender el problema ecuménico denota que no se ha entendido nada de aquello que es la unidad de la Iglesia católica. La comparación adecuada no es la del "poliedro" (op.cit. p.29), porque, por más que ella de la idea de la belleza armoniosa y ordenada de los componentes de la Iglesia, regina amicta varietate (Sal 44,10), aquí tal imagen no viene a propósito, porque lo esencial que aquí hay que entender es que la Iglesia está toda iluminada por esa luz de verdad evangélica -docete omnes gentes- que desde Roma, caput mundi, se difunde por el mundo en todas direcciones, desde Roma donde está la sede de Pedro -pasce oves meas- maestro, garante, custodio, fautor, difusor y defensor de la unidad de la Iglesia contra las fuerzas disgregadoras y demoledoras del mundo y de Satanás.
----------Pero sobre todo aquello que es grave en el discurso de Kasper, es la eclesiología que subyace en él, y esa es la imagen de la Iglesia-"poliedro" sin un principio rector o guía, es decir, sin la autoridad del Papa, que es precisamente aquello que Lutero ha suprimido, para sustituirla por el famoso "libre examen de la Escritura", naturalmente dentro de los límites permitidos por la interpretación de Lutero. ¿Queremos corregir a Lutero o queremos hacernos luteranos? La elección se impone. Si "ecumenismo" quiere decir hacerse luteranos, entonces que el cardenal Kasper nos lo diga claramente y no se vaya por las ramas.
----------Ahora bien, el "poliedro" representa ciertamente una multiplicidad y la Iglesia es efectivamente una multiplicidad, pero es una multiplicidad de fieles, todos gobernados por una única cabeza, por un solo pastor, que es el Papa, Vicario de Cristo. En efecto, en una multiplicidad, la unidad no se crea de por sí, si no existe uno que mande, como ya sabía Aristóteles. Por eso, Cristo ha establecido a Pedro como su Vicario en la tierra.
----------Por lo tanto, el problema y la tarea del ecumenismo es precisamente el reconocer y sanar las disonancias, los conflictos, las desarmonías, hacer de ellos un preciso análisis y proponer remedios eficaces, así como eliminar el mal, el desorden y la fealdad. ¿Y quién será el árbitro y factor decisivo en la conciliación sino el Papa, a quien Cristo ha entregado las llaves del reino de los cielos, para que todos los cristianos se refieran y reconduzcan a él para estar unidos en la verdad y en la paz?
----------Los protestantes, por consiguiente, no pueden constituir un modo como otro de ser Iglesia, un modo a la par, por ejemplo, como están a la par los franciscanos o los dominicos. De hecho, los protestantes no están plenamente en la Iglesia, aunque el Concilio Vaticano II, con espíritu magnánimo, ha reconocido que también en ellos existen "elementos" de Iglesia. Pero está claro que al hablar de "elementos", junto a "carencias", "obstáculos" e "impedimentos", el Concilio quiere hacer presente que en su propio ser Iglesia no existe todo aquello que debería existir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios sin debido respeto hacia la Iglesia y las personas, serán eliminados. Se admiten hasta 200 comentarios por artículo.