miércoles, 7 de agosto de 2024

Puntos controvertidos del Vaticano II: la fe implícita

Ofrecemos hoy una puntada más en esta serie de artículos con los cuales demostramos el progreso doctrinal logrado por las enseñanzas del Concilio Vaticano II en continuidad con el Magisterio preconciliar. De las doctrinas nuevas del Concilio, que vienen siendo controvertidas tanto por los modernistas como por los indietristas, habiendo tratado ya de la liturgia y de la Revelación, hoy explicamos la doctrina de la fe implícita. [En la imagen: fotografía de la ocasión, el 25 de enero de 1959, en que el papa san Juan XXIII anunció en la Basílica de San Pablo Extramuros ante unos veinte Cardenales, reunidos en Consistorio, la convocatoria del Concilio Vaticano II].

----------La novedad sobre este tema está dada por la posibilidad de la fe y por tanto de la salvación también para aquellos que no han llegado a un conocimiento "explícito" de Dios. Dice el Vaticano II: "quienes, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, en cumplir con obras su voluntad, conocida a través del dictamen de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna (cf. Carta de la Sagrada Congregación del Santo Oficio al arzobispo de Boston, del 8 de agosto de 1949, Denz.3869-3872). Y la divina Providencia tampoco niega los auxilios necesarios para la salvación a quienes sin culpa de su parte no han llegado todavía a un conocimiento explícito de Dios y se esfuerzan en llevar una vida recta, no sin la gracia de Dios". (Constitución dogmática Lumen gentium, n.16).
----------Se trata de aclarar qué es lo que el Concilio Vaticano II ha entendido con la expresión "conocimiento implícito de Dios", evidentemente opuesto al conocimiento "explícito" al que se refiere el texto conciliar. Aquí tenemos la interpretación propuesta por Rahner, según el cual el Concilio se estaría refiriendo a los ateos. Ya he ilustrado en otros artículos de este blog los motivos por los cuales considero absolutamente insostenible una tesis de este tipo. Los repito aquí brevemente. El punto es muy simple.
----------El Concilio habla de un conocimiento de la existencia de Dios, aunque implícito. Ya el hecho de hablar de conocimiento de la existencia de Dios debería inmediatamente hacer entender que el ateísmo, en cuanto negación de la existencia de Dios, no entra aquí para nada.
----------Por otra parte, debe inmediatamente tratarse de conocimiento de fe, ya que sin fe no hay salvación. "Fe", claramente, no en el sentido de aceptar contenidos conceptuales sobrenaturales, ya que el sujeto, por hipótesis, los ignora, sino en el sentido enseñado por la Carta a los Hebreos: "aquel que se acerca a Dios debe creer que él existe y es el justo remunerador de los que lo buscan" (Heb 11,6). Pero conocimiento se opone contradictoriamente a ignorancia. Ahora bien, el ateísmo es ignorancia de la existencia de Dios, bajo forma de negación. Nos podríamos más bien preguntar si es verdaderamente posible no saber que Dios existe, como se puede no saber de la existencia de una persona a la que nunca se ha conocido.
----------Se debe decir al respecto que en realidad eso es imposible.. Todos saben que Dios existe, porque todos deben rendir cuentas a Él de lo que han obrado. Nadie, al momento de su muerte, puede excusarse delante de Dios diciéndole que no sabía que existiera. Pero algunos pueden saber que Dios existe sólo implícitamente. Este conocimiento implícito no debe ser entendido en el sentido de la experiencia atemática rahneriana. En efecto, ya aquí existe un concepto de Dios, sólo que este concepto está oculto bajo el concepto del prójimo. Y por tanto aquí llegamos a la tesis del Concilio, que sin embargo nada tiene que ver con el ateísmo del cual habla Rahner, ateísmo que más allá de él, según Rahner, puede ser en buena fe y por tanto inocente. Con ello se agrega absurdo al absurdo. Se debe decir en cambio que así como todos saben, implícitamente o explícitamente, que Dios existe, ignorar o negar su existencia no puede ser un acto inocente, sino que es culpa moral, y gravísima, atendiendo a que Dios es el Sumo Bien del hombre.
----------Se puede, ciertamente, ignorar que Dios existe; pero entonces no se trata de ignorancia invencible, sino de ignorancia culpable; lo que Gian Franco Morra, famoso filósofo y sociólogo católico, llama "ateísmo postulatorio", o sea, no el no saber que Dios existe, sino el no querer que Dios exista, o como se expresaba san Juan Pablo II, "el cancelar la idea de Dios del propio horizonte mental", pero esto no vale para anular su existencia. Él existe aún cuando no pensamos en Él. El ateísmo, por tanto, como ignorancia invencible y por tanto excusable acerca de la existencia de Dios, no existe. Ciertamente, si así fuera, también para los ateos habría salvación. Todo lo que se puede conceder al ateo, es que lo suyo no sea un verdadero ateísmo, sino lo que Maritain llama "pseudoateismo" (trata de esto en su opúsculo La significación del ateísmo contemporáneo, Ediciones Encuentro, Madrid, 2012): creer ser ateo sin serlo verdaderamente, porque se rechaza una imagen de Dios que no es la verdadera, cosa que es posible a causa de una mala presentación de la naturaleza divina, o dada la ignorancia hodierna acerca de los atributos de Dios.
----------Pero también Rahner, a su modo, admite la universalidad del conocimiento de Dios. Sin embargo, también en este caso vamos fuera de camino con la teoría de la "experiencia trascendental preconceptual atemática", según la cual el espíritu humano en cuanto tal estaría constitutivamente y aprioricamente orientado hacia Dios y, de manera inconsciente y "anónima", hacia el Dios cristiano. Pero también ésta es una piadosa ilusión porque, si es verdad que es innata en el hombre la posibilidad de tender a Dios, esta posibilidad puede ser actuada sólo desde la elección libre y responsable del mismo hombre, el cual puede también no orientarse hacia Dios y no por ello perder su naturaleza de hombre. Un hombre condenado es para siempre un hombre. Pero se sabe que, para Rahner, todos se salvan, por lo cual él, si bien siempre en el error, es coherente.
----------Por otra parte, este saber que Dios existe no es para Rahner un saber conceptual sino, como he dicho, una "experiencia". De aquí la posibilidad, según él, que alguien sea ateo a nivel conceptual y creyente a nivel atemático. Por eso también el ateo se salva, porque de todos modos es creyente en lo profundo de su subjetividad. El problema es que este doble nivel gnoseológico planteado por Rahner no existe en absoluto, como he demostrado en otras ocasiones, también en este blog.
----------El conocimiento humano es conceptual y trata de la experiencia, que no es la "experiencia trascendental atemática y apriórica" de Rahner, sino que es simplemente la experiencia sensible. Una cierta experiencia atemática, si se quiere, es la experiencia mística, la cual sin embargo no es ni a priori ni mucho menos constitutiva de la existencia humana, sino que implica o es subsecuente al conocimiento de fe como tonalidad afectiva de ese conocimiento, bajo el impulso del Espíritu Santo.
----------El conocimiento implícito del cual habla el Concilio puede ser el que se refiere al amor por el prójimo: aquel que obra honestamente el bien del prójimo, incluso sin pensar explícitamente en Dios, implícitamente ve a Dios en él y establece una relación salvífica con Dios, como Cristo mismo explica en Mt 25, donde afirma que ha sido hecho a Él lo que los misericordiosos hacen por "los más pequeños" entre los hombres. Estos benefactores, al momento de la recompensa celestial se maravillan -signo éste del conocimiento implícito-; pero Cristo no hará más que explicitarles su conocimiento de Dios que ellos ya poseían.
----------La doctrina del Concilio Vaticano II acerca del conocimiento implícito de Dios, entendida en su correcto sentido, no está por lo tanto para nada en ruptura con la doctrina del Magisterio precedente; lo está en cambio la enseñanza rahneriana sobre este tema, precisamente en cuanto absurda. Una cosa es el pasaje de lo implícito a lo explícito: ello es bajo el signo de la continuidad; y otra cosa es el pasaje de lo verdadero a lo falso: aquí tenemos la ruptura. Y de hecho lo falso no puede estar en continuidad con lo verdadero, supuesta la indubitable verdad de la doctrina eclesial precedente, que recordamos aquí en las siguientes citas.
----------Dice el beato papa Pío IX: "Aquellos que sufren ignorancia invencible acerca de nuestra santísima religión, que cuidadosamente guardan la ley natural y sus preceptos, esculpidos por Dios en los corazones de todos, y están dispuestos a obedecer a Dios y llevan vida honesta y recta, pueden, por la operación de la virtud de la luz divina y de la gracia, conseguir la vida eterna; ya que Dios, que manifiestamente ve, escudriña y conoce las mentes, los ánimos, los pensamientos y las costumbres de todos, no consiente en modo alguno, según su suprema bondad y clemencia, que nadie sea castigado con eternos suplicios, si no es reo de culpa voluntaria" (de la Carta encíclica Quanto conficiamur moerore, del 10 de agosto de 1863).
----------El Concilio Vaticano II nos da una visión de la misericordia divina todavía más sublime que aquella que la Iglesia tenía en precedencia. En este pasaje de Pío IX nosotros podemos ver el principio de esta misericordia, que ha conducido a la teología post-conciliar, bajo inspiración del Catecismo de la Iglesia Católica n.1261, a superar la antigua opinión teológica del limbo, para esperar también estos niños sean objeto de la divina misericordia, o sea, de la salvación: "En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (cf 1 Tm 2,4) y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: 'Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis' (Mc 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo Bautismo" (CIC, n.1261).
----------Inmediatamente sigue diciendo el papa Pío IX en el mismo documento: "Pero bien conocido es también el dogma católico, a saber, que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica, y que los rebeldes a la autoridad y a las decisiones de la misma Iglesia, y los obstinadamente separados de la unidad de la misma Iglesia y del Obispo de Roma, sucesor de Pedro, 'a quien fue encomendada por el Salvador la guarda de la viña' (Concilio de Calcedonia, Relación del Papa León), no pueden obtener la eterna salvación".
----------Y termina Pío IX el pasaje que nos interesa: "Son en efecto clarísimas las palabras de Nuestro Señor Jesucristo: Quien no oyere a la Iglesia, sea para ti como un gentil o un publicano' (Mt 18,17); 'el que a vosotros oye, a mí me oye, y el que a vosotros desprecia, a mí me desprecia; y el que a mí me desprecia, desprecia a Aquel que me ha enviado' (Lc 10,16); 'el que no creyere se condenará' (Mc 16,16); 'el que no cree ya está juzgado' (Jn 3,18); 'el que no está conmigo está contra mí, el que conmigo no recoge, desparrama' (Lc 11,23) [...] Lejos, sin embargo, de los hijos de la Iglesia Católica ser jamás en modo alguno enemigos de los que no nos están unidos por los vínculos de la misma fe y caridad; al contrario, si aquellos son pobres o están enfermos o afligidos por cualesquiera otras miserias, esfuércense más bien en cumplir con ellos todos los deberes de la caridad cristiana y en ayudarlos siempre y, ante todo, pongan empeño por sacarlos de las tinieblas del error en que míseramente yacen y reducirlos a la verdad católica y a la madre amantísima, la Iglesia, que no cesa nunca de tenderles sus manos maternas y llamarlos nuevamente a su seno, a fin de que, fundados y firmes en la fe, esperanza y caridad y fructificando en toda obra buena (Col 1,10), consigan la eterna salvación" (Ibid.).
----------Aquí el beato papa Pío IX retoma la doctrina tradicional según la cual fuera de la Iglesia no hay salvación. Esta doctrina tradicional es expresada autorizadamente en la siguiente Declaración del Concilio de Florencia: "Sacrosancta Romana Ecclesia firmiter credit, profitetur et praedicat, 'nullos extra catholicam Ecclesiam exsistentes, non solum paganos', sed nec Judaeos aut haereticos atque schismaticos, aeternae vitae fieri posse participes; sed in ignem aeternum ituros, 'qui paratus est diabolo et angelis eius' (Mt 25,41), nisi ante finem vitae eidem fuerint aggregati: tantumque valere ecclesiastici corporis unitatem, ut solum in ea manentibus ad salutem ecclesiastica sacramenta proficiant, et ieiunia, eleemosynae ac cetera pietatis officia et exercitia militiae christianae praemia aeterna parturiant. 'Neminemque, quantascumque eleemosynas fecerit, etsi pro Christi nomine sanguinem effuderit, posse salvari, nisi in catholicae Ecclesiae gremio et unitate permanserit'" (Bula unionis Coptorum Aethiopumque "Cantate Domino", del 4 de febrero de 1442, Denz.1351).
----------Una versión al español: "La Sacrosancta Romana Iglesia firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia Católica, no sólo paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de la vida eterna, sino que irá al fuego eterno que está aparejado para el diablo y, sus ángeles (Mt 25,41), a no ser que antes de su muerte se uniere con ella; y que es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia, que sólo a quienes en él permanecen les aprovechan para su salvación los sacramentos y producen premios eternos los ayunos, limosnas y demás oficios de piedad y ejercicios de la milicia cristiana. Y que nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia Católica".
----------Y sin embargo, en el pasaje antes citado, el beato papa Pío IX nos hace presente -y en esto él es precursor del Concilio Vaticano II- que quien practica la ley natural, y sin culpa ignora la existencia de la Iglesia, pertenece implícitamente a la Iglesia, y por tanto puede conseguir la salvación. Esta doctrina de la pertenencia inconsciente e invisible a la Iglesia está bien expuesta por Jacques Maritain en su libro De l'Église du Christ. La personne de l'Église et son personnel, Edición Desclée de Brouwer, Bruges 1970.
----------He aquí una intervención del Santo Oficio en ese sentido: "Infinita sua misericordia Deus voluit, ut illorum auxiliorum salutis quae divina sola institutione, non vero intrinseca necessitate, ad finem ultimum ordinantur, tunc quoque certis in adiunctis effectus ad salutem necessarii obtineri valeant, ubi voto solummodo vel desiderio adhibeantur. Quod in sacrosancto Tridentino Concilio claris verbis enuntiatum videmus tum de sacramento regenerationis tum de sacramento paenitentiae.
----------Idem autem suo modo dici debet de Ecclesia, quatenus generale ipsa auxilium salutis est. Quandoquidem ut quis aeternam obtineat salutem non semper exigitur, ut reapse Ecclesiae tamquam membrum incorporetur, sed id saltem requiritur, ut eidem voto et desiderio adhaereat. Hoc tamen votum non semper explicitum sit oportet, prout accidit in catechumenis, sed ubi homo invincibili ignorantia laborat, Deus quoque implicitum votum acceptat, tali nomine nuncupatum, quia illud in ea bona animae dispositione continetur, qua homo voluntatem suam Dei voluntati conformem velit.
----------Quae clare docentur in Pii XII Litteris encyclicis De mystico Iesu Christi Corpore. In iisdem enim Summus Pontifex nitide distinguit inter eos, qui re Ecclesiae tamquam membra incorporantur, atque eos, qui voto tantummodo Ecclesiae adhaerent..." (De la Carta del Santo Oficio al Arzobispo de Boston, del 8 de agosto de 1949, Denz.3869-3871).
----------Una versión al español: "En su Infinita misericordia Dios ha querido, que los medios de salvación los cuales están dirigidos a la salvación del hombre como su fin último, no por necesidad intrínseca sino por institución divina, pueden también ser obtenidos en ciertas circunstancias, cuando estos sean alcanzados sólo como un deseo persistente. Esto lo vemos claramente establecido en el Concilio de Trento, tanto en referencia al sacramento del Bautismo como en referencia al Sacramento de la Penitencia.
----------Lo mismo debe declararse de la Iglesia en su propio nivel, en cuanto a que Ella es el medio general de salvación. Por lo tanto, para que alguien pueda obtener la salvación de su alma, no se requiere siempre, que ese alguien sea actualmente incorporado a la Iglesia como miembro, sino que es necesario que por lo menos esté en unión con la Iglesia por el deseo persistente de así serlo. De cualquier forma, el deseo no necesita ser siempre explicito, como lo es en los catecúmenos; pero cuando una persona esta envuelta en una ignorancia invencible, Dios acepta de igual forma un deseo implícito, así llamado porque esta incluido dentro de esa buena disposición del alma por medio de la cual una persona desea que su voluntad sea conforme a la voluntad de Dios.
----------Estas enseñanzas están claramente manifiestas en la encíclica del Papa Pio XII, sobre el Cuerpo Místico de Jesucristo. Puesto que en esta encíclica, el Papa claramente distingue entre quienes están actualmente incorporados a la Iglesia como miembros, y quienes pertenecen a esta sólo por el deseo' de así serlo".
----------De estos pasajes del Magisterio de la Iglesia vemos una sustancial continuidad entre la enseñanza pre-conciliar y la conciliar: tal continuidad consiste en el hecho de que la Iglesia siempre ha tenido la conciencia de que Dios en cualquier caso ofrece a todos la salvación, también a aquellos que sin culpa propia no pertenecen a la Iglesia visible. A este propósito el Concilio Vaticano II da un paso hacia adelante, llegando a afirmar que para la salvación no solamente no es necesaria la pertenencia visible a la Iglesia, sino tampoco el mismo conocimiento explícito de Dios. De tal modo vemos cómo la Iglesia en el curso de los siglos descubre siempre mejor la largueza infinita de la misericordia de Dios. Por eso podemos decir que el Vaticano II es el Concilio de la misericordia. Y no hay duda alguna que, en este preciso aspecto el actual Romano Pontífice, papa Francisco, ha querido ser cabal intérprete del Concilio Vaticano II.

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