domingo, 18 de agosto de 2024

La Virgen María como modelo de la Iglesia y de la mujer (7/7)

Ponemos hoy punto final a esta serie en la que hemos reflexionado teológicamente sobre la Santísima Virgen María como modelo de la Iglesia y de la mujer. Pero en este último artículo de la serie no nos referiremos a María, sino al lugar y misión de la mujer en la vida de la Iglesia. Un tema ciertamente importante, sobre el cual se deben hacer aún muchos esclarecimientos; y un tema también candente en este año, en que se celebrará durante el próximo mes de octubre el Sínodo de los Obispos acerca de la sinodalidad. [En la imagen: fragmento del cuadro de María Auxiliadora pintado en 1865 por Tomás Andrés Lorenzone, a pedido de san Juan Bosco. Conservado y expuesto en la Basílica de María Auxiliadora de Turín, Italia].

Ministerio y santidad
   
----------Veníamos diciendo que no debemos temer afirmar que en la Iglesia existen, por un lado, dones, carismas, funciones, oficios y ministerios masculinos, y existen, por otro lado, dones, carismas, funciones, oficios y ministerios femeninos, los unos proporcionados a los otros, los unos complementarios con los otros, para la edificación del único Cuerpo místico de Cristo y para la salvación de las almas.
----------Tratemos de mirar más de cerca la delicada cuestión. Muchos teólogos rechazan las motivaciones adoptadas por el Magisterio para sostener la exclusión de la mujer del sacerdocio, diciendo que tales motivaciones no serían convincentes, y se esfuerzan por refutarlas; luego de lo cual se consideran autorizados para rechazar la posición del Magisterio, sin tener en cuenta el hecho de que -como se evidencia a partir de los textos mismos del Magisterio- este no propone su doctrina como si se tratara de un teorema científico intrinsecamente necesitado de ser demostrado. El hecho de que el Magisterio haya aportado las motivaciones de su posición (por ejemplo, el hecho de que el sacerdote debe ser varón porque el Cristo que él representa es varón) debe ser entendido no como necesidad de ofrecer razones apodícticas, sino simplemente como ofrecimiento de motivos de conveniencia para una doctrina que no es humano-racional, sino que tiene todo el aspecto de ser un dato de la revelación.
----------Esto aparece claro por la razón fundamental con la cual los últimos Pontífices motivan la praxis de la Iglesia, praxis jamás desmentida en toda la milenaria historia de la Iglesia, tanto occidental como oriental. Y tal razón es, como se ha dicho, la "voluntad de Cristo": Él ha querido que el sacerdocio ministerial fuera conferido sólo a varones, y la Iglesia no podría, en este punto, realizar un cambio sin traicionar la voluntad de Cristo, la cual no debe ser relativizada a su tiempo, sino que tiene un valor absoluto.
----------Numerosos son los pronunciamientos pontificios en este sentido. El papa san Paulo VI, en su Discurso al Comité para el Año Internacional de la Mujer, el 18 de junio de 1975, afirma: "Nosotros no podemos cambiar el comportamiento de Nuestro Señor". El 30 de noviembre del mismo año, en una carta dirigida al Arzobispo de Canterbury, el cual declaraba que la Iglesia anglicana no veía obstáculos a la ordenación de las mujeres, el Papa respondía diciendo que la Iglesia Católica "sostiene que no es admisible ordenar mujeres al sacerdocio por razones verdaderamente fundamentales", y aduce, entre las motivaciones, el comportamiento de Cristo, la praxis constante de la Iglesia, "y su viviente Magisterio, que coherentemente ha establecido que la exclusión de las mujeres del sacerdocio está en armonía con el plan de Dios para su Iglesia".
----------Todos sabemos que el papa san Juan Pablo II se pronunció categóricamente al respecto en su carta apostólica Ordinatio sacerdotalis, del 22 de mayo de 1994, que finalizaba con esta declaración: "Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia".
----------Por su parte, el papa Benedicto XVI ha insistido también en esta misma enseñanza, al recordar, en la Misa Crismal del 5 de abril de 2012, que Juan Pablo II, "en la cuestión sobre la ordenación de las mujeres… ha declarado de manera irrevocable" que la Iglesia "no ha recibido del Señor ninguna autoridad sobre esto". Por cierto, no ha sido la única ocasión en que Benedicto XVI se ha referido a esta cuestión, y no hace falta recordar, porque se trata de hechos de recientes años, que en más de una ocasión, el papa Francisco se ha mostrado firme en su decisión respecto de no aceptar ni siquiera discutir la ordenación sacerdotal de mujeres. Pero aquí me interesa retrotraerme al Magisterio anterior, particularmente del papa san Paulo VI.
----------En el Angelus del 30 de enero de 1977, san Paulo VI, preguntándose "¿por qué solo los hombres y no las mujeres pueden ser investidos del sacerdocio?", respondía que "la razón verdadera es que Cristo, dando a la Iglesia su constitución fundamental [por lo tanto el elemento inmutable e irreformable porque es esencial], su antropología teológica, seguida luego siempre por la tradición de la misma Iglesia, ha establecido así".
----------También el papa san Juan Pablo II se refirió repetidas veces a este tema, y lo hizo subrayando con vigor la verdad: "La enseñanza de la Iglesia sobre la exclusión de las mujeres de la ordenación sacerdotal -afirmó en un discurso a los Obispos americanos, Oss.Rom., 5-6 de septiembre de 1983- es extraña al efecto de una discriminación y está en cambio ante todo ligada al proyecto mismo de Cristo acerca de su sacerdocio. El Obispo debe dar prueba de su habilidad pastoral y capacidad de guía en el retirar cualquier apoyo a individuos o grupos que en nombre del progreso, de la justicia o de la compasión, o con cualquier otro pretexto, promuevan la ordenación de las mujeres al sacerdocio. Haciendo así, tales individuos o grupos dañan en realidad la verdadera dignidad de las mujeres que ellos declaran promover y hacer avanzar. Todos los esfuerzos conducidos contra la verdad están destinados a producir no sólo el fracaso, sino también una aguda frustración personal. Todo lo que el Obispo pueda hacer para impedir este fracaso y esta frustración explicando la verdad, es no solamente un acto de caridad pastoral, sino también de ministerio profético".
----------En la exhortación apostólica Christifideles laici del 30 de diciembre de 1988 Juan Pablo II afirmaba que la exclusión de la mujer del sacerdocio "es una disposición que la Iglesia ha comprobado siempre en la voluntad precisa, totalmente libre y soberana, de Jesucristo, el cual ha llamado solamente a varones para ser sus apóstoles; una disposición que puede ser iluminada desde la relación entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa. Nos encontramos en el ámbito de la función, no de la dignidad ni de la santidad. En realidad, se debe afirmar que, 'aunque la Iglesia posee una estructura jerárquica, sin embargo esta estructura está totalmente ordenada a la santidad de los miembros de Cristo' [Carta Ap. Mulieris dignitatem, n.27]".
----------En la carta apostólica Mulieris dignitatem del 15 de agosto de 1988, el Santo Pontífice había afirmado que "Cristo, llamando como apóstoles suyos sólo a varones, lo hizo de un modo totalmente libre y soberano. Y lo hizo con la misma libertad con que en todo su comportamiento puso en evidencia la dignidad y la vocación de la mujer, sin amoldarse al uso dominante y a la tradición avalada por la legislación de su tiempo. Por lo tanto, la hipótesis de que haya llamado como apóstoles a unos varones, siguiendo la mentalidad difundida en su tiempo, no refleja completamente el modo de obrar de Cristo" (n.26).
----------En esta carta apostólica el papa Wojtyla conecta el hecho de que el sacramento del Orden sagrado esté reservado al sexo masculino con el augusto misterio de la Sacratísima Eucaristía: "Si Cristo, al instituir la Eucaristía, la ha unido de una manera tan explícita al servicio sacerdotal de los apóstoles, es lícito pensar que de este modo deseaba expresar la relación entre el varón y la mujer, entre lo que es 'femenino' y lo que es 'masculino', querida por Dios, tanto en el misterio de la creación como en el de la redención. Ante todo en la Eucaristía se expresa de modo sacramental el acto redentor de Cristo Esposo en relación con la Iglesia Esposa. Esto se hace transparente y unívoco cuando el servicio sacramental de la Eucaristía, en la que el sacerdote actúa 'in persona Christi', es realizado por el hombre. Esta es una explicación que confirma la enseñanza de la Declaración Inter insigniores, publicada por disposición de Pablo VI, para responder a la interpelación sobre la cuestión de la admisión de las mujeres al sacerdocio ministerial".
----------Este documento citado por el papa Juan Pablo, si bien se trata de una declaración de la entonces llamada Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, participa como sabemos de la autoridad magisterial del Sumo Pontífice, por tratarse precisamente del Dicasterio de la Fe. Por lo demás, fue aprobado por el propio san Paulo VI, en audiencia particular, por lo que se trata de un texto que resulta ser importante y exigente, en cuanto que, al ilustrar los motivos de la relación exclusiva del sacerdocio con el sexo masculino, hace referencia a la "substancia" inmutable del sacramento, a la revelación y a la analogía de la fe.
----------En efecto, haciendo referencia a la eventualidad de un cambio de la praxis sacramentaria que fuera favorable a la admisión de la mujer al sacerdocio, el documento de la Santa Sede cita una afirmación del papa Pío XII según el cual: "la Iglesia no tiene ningún poder sobre la substancia de los Sacramentos, vale decir, sobre todo lo que Cristo Señor, según los testimonios de las fuentes de la Revelación, ha querido que se mantenga en el signo sacramental (Const. Apost. Sacramentum Ordinis, del 30 de noviembre de 1947)", dejando claramente entender que la relación exclusiva de la masculinidad con el sacramento del Orden entra en esa "substancia" del sacramento, acerca de la cual la Iglesia no puede producir modificaciones, sino que en cambio debe custodiar con cuidado, siendo relativa a "lo que Cristo Señor, según los testimonios de las fuentes de la Revelación, ha querido que se mantenga en el signo sacramental" (n.4). De estas declaraciones del Dicasterio de la Fe aparece claro que el documento funda la exclusión de la mujer sobre las mismas "fuentes de la Revelación" y que por lo tanto dicha exclusión es un dato de fe.
----------Por eso, prosigue el documento, si la Iglesia no cambia sobre este punto, "es porque se siente vinculada por la conducta de Cristo; su actitud, a pesar de las apariencias, no es la del arcaísmo, sino la de la fidelidad: ella no puede comprenderse verdaderamente más que bajo esta luz. [...] Una tal norma, que se apoya en el ejemplo de Cristo, es seguida porque se la considera conforme con el plan de Dios para su Iglesia", es decir, entra en las estructuras esenciales de la Iglesia tal como la ha querido constituir nuestro Señor Jesucristo. La Iglesia, a tal respecto, no puede tomarse el arbitrio de cambiar, sino al contrario, debe absolutamente ser fiel y, por la asistencia del Espíritu Santo que Cristo le ha donado, no podrá sino ser siempre fiel.
----------Pero en el n.5 existe también una explícita referencia a la fe, allí donde se dice que "es útil y oportuno tratar de aclarar dicha norma, mostrando la profunda conveniencia que la reflexión teológica descubre entre la naturaleza propia del sacramento del Orden, con su referencia específica al misterio de Cristo, y el hecho de que sólo varones hayan sido llamados a recibir la Ordenación sacerdotal. No se trata de ofrecer una argumentación demostrativa, sino de esclarecer esta doctrina por la analogía de la fe".
----------Ahora bien, una doctrina cristiana que no pueda ser demostrada de modo racional, sino que debe ser aceptada en nombre de la "analogía de la fe", es evidentemente una doctrina de fe, un dato de la divina revelación. Evidentemente no le corresponde al hoy llamado Dicasterio para la Doctrina de la Fe definir dogmas de fe; sin embargo, se trata precisamente del Dicasterio que colabora con el Papa en su oficio de Maestro de la Fe, y además, en este caso se da el hecho de que este Dicasterio ha entrado en un tema muy comprometedor, por lo cual no pudo haber sucedido esto sin un especial consenso por parte del Sumo Pontífice, el cual es el único, como se sabe, al que le compete la responsabilidad de definir las cuestiones que se refieren a la fe. Sin embargo, el Papa no es sólo infalible cuando se trata de dogmas solemnemente definidos, sino también en cualquier caso que enseñe la verdad de fe ex cathedra a la Iglesia universal (enseñanza definitiva, aunque no definida). Es cierto que un dicasterio de la Santa Sede, ni siquiera el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, no goza por sí mismo del carisma de la infalibilidad (y la historia lo ha demostrado), pero, en el caso de este Dicasterio de la Fe, que participa en el oficio del Papa como Maestro indefectible de la Fe, y con todas estas declaraciones tan explícitas, sobre todo si las ponemos en relación a las otras de los Sumos Pontífices, ¿acaso podríamos hipotetizar que el Dicasterio esté aquí equivocado y que en el futuro podría desmentirse?
----------Otra afirmación de este documento que nos confirma en la opinión de que se trate de un dato revelado es aquella hecha en el capítulo 6, según el cual "no hay que olvidar que el sacerdocio no forma parte de los derechos de la persona, sino que depende del misterio de Cristo y de la Iglesia. El sacerdocio no puede convertirse en término de una promoción social. Ningún progreso puramente humano de la sociedad o de la persona puede de por sí abrir el acceso al mismo: se trata de un orden distinto" (es decir, sobrenatural, de fe). Esto para responder a la objeción que reivindica para la mujer paridad de derechos con el varón. El sacerdocio -responde este documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe- no integra los derechos del hombre, que corresponden al orden natural, sino que pertenece al orden de la gracia: es un puro don de Dios. Es evidente que, sobre el plano de los derechos humanos, la mujer debe avanzar hasta la plena paridad; pero no se deben confundir los planos. Ahora bien, dado que la relación exclusiva de la masculinidad con el sacramento del Orden forma parte de este plano sobrenatural, tal institución no puede ser puesta en discusión en nombre de los derechos del hombre, que pertenecen a un plano inferior.
----------Este documento de la Santa Sede, en fin, señala también un dato de la Revelación hoy en vías de esclarecimiento, vale decir, el que se refiere a la persistencia de la distinción varón-mujer en la resurrección, y lo hace para responder a la objeción según la cual, "puesto que Cristo se halla actualmente en condición celestial, sería ya indiferente que esté representado por un varón o por una mujer, ya que 'en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento' (Mt. 22,30)". El documento responde que "este texto no significa que la distinción entre varón y mujer, dado que determina la identidad propia de la persona, sea suprimida en la glorificación; lo que vale para nosotros vale también para Cristo". Esta interpretación del pasaje de Mateo ha sido luego retomada por el Papa actual en las Audiencias generales del 2 de diciembre de 1981 y del 13 de enero de 1982 en la primera de las cuales él observa que "los cuerpos humanos, recuperados y conjuntamente renovado en la resurrección, mantendrán su peculiaridad masculina o femenina" y que "el sentido de estar en el cuerpo varón o mujer estará 'en el otro mundo' constituido y entendido de modo diferente de aquel que fue 'en el principio' y luego en toda la dimensión de la existencia terrena". En la otra audiencia el Santo Padre afirma que el "significado 'esponsal' del cuerpo en la resurrección a la vida futura, corresponderá de modo perfecto tanto al hecho de que el hombre, como varón-mujer, es persona creada 'a imagen y semejanza de Dios', como al hecho de que esta imagen se realiza en la comunión de las personas. Ese significado 'esponsal' de ser cuerpo se realizará, por tanto, como significado perfectamente personal y comunitario conjuntamente". En el lenguaje del Papa, "significado esponsal del cuerpo", significa la dimensión masculina femenina del cuerpo humano, no necesariamente funcional al matrimonio, sino en todo caso condición y factor de comunión interpersonal abierta a la vida misma de la resurrección gloriosa9.
----------Este influjo de la sexualidad al nivel espiritual de la persona está claramente afirmado por la Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Persona humana, del 29 de diciembre de 1975: "Verdaderamente, en el sexo radican las notas características que constituyen a las personas como varones y mujeres en el plano biológico, psicológico y espiritual, teniendo así mucha parte en su evolución individual y en su inserción en la sociedad" (n.1). Existen por tanto (como ya había enseñado Pío XII) caracteres diferenciales espirituales entre varón y mujer, caracteres que, estando ligados a la diferencia sexual biológica, y no afectando la sustancial igualdad espiritual entre varón y mujer, podrían ser llamados "parasexuales", para distinguirlos de aquellos propiamente sexuales (biopsicofísicos) y de aquellos puramente espirituales, que determinan a la naturaleza humana en sí misma, prescindiendo del hecho que el sujeto sea varón o mujer.
----------Esta idea según la cual la distinción varón-mujer estará presente en la resurrección, ha sido ya en su época propuesta por santo Tomás: cf. Suppl. a la Summa Theologiae, q.81, a4; Comentario a Ef. 4,13, l.4, n.216 (Marietti); Comentario a Mt. 22,30, n.1807 (Marietti). Indudablemente no podemos saber cómo podrán ser los contornos físicos de la sexualidad en la resurrección, dado que el sexo, tal como lo conocemos en esta vida, está ligado a funciones que en el más allá habrán cesado de actuarse: dado que sin embargo -hace notar el Aquinate- el sexo conviene también a la perfección de la persona, y esta perfección está destinada a la inmortalidad prescindiendo de las finalidades procreativas, he aquí que se justifica la permanencia de la diferencia sexual (sobre todo parasexual) en la resurrección gloriosa, en la cual serán reconstituidas todas las perfecciones absolutas (es decir, no ligadas a tareas terrenas) de la persona humana.
----------Esta visión de san Juan Pablo II, que asigna a la feminidad (y a la masculinidad) un valor en la misma condición de la beatitud celestial, nos da la medida de cuánto camino el pensamiento cristiano ha cumplido desde la vieja concepción de la mujer como mas occasionatus. Pero lo que hay que notar es, en honor a la verdad, que esta concepción tan alta de la feminidad se encuentra ya en santo Tomás de Aquino (cf. el párrafo anterior), si bien por otro lado hubiera hecho suya la concepción aristotélica de la mujer como mas occasionatus: en el primer caso Tomás está evidentemente bajo el influjo de la Sagrada Escritura; en el segundo, en cambio, prevalece lamentablemente la influencia del pensamiento aristotélico.
----------La prospectiva de la resurrección de la feminidad es un factor que viene a reforzar la convicción católica, hoy cada vez más viva y fuerte, de la necesidad del valor de la feminidad en el plano de la salvación. Este hecho convierte en más urgente que nunca la exigencia de un esclarecimiento y de una profundización del rol de la mujer en la Iglesia, de aquellos que son, en la Iglesia, los carismas, los ministerios, las competencias y los oficios propios de la mujer. No hemos podido en este estudio, al que ya estamos poniendo punto final, adentrarnos en análisis y propuestas detalladas. Consideramos haber hecho lo suficiente (si es que lo hemos logrado) presentando algunos estímulos y sugerencias de fondo, estableciendo también el "guard-rail" del camino a recorrer, para que las búsquedas, las aspiraciones, las propuestas y las esperanzas no se salgan del correcto camino. Hemos visto, en efecto, que la aspiración al sacerdocio es para la mujer un callejón sin salida y un proyecto equivocado. El camino a recorrer es bien otro, y tan bello como el del sacerdocio, pero adecuado a las grandes cualidades de la mujer, y ello es esencial: en la vida, en efecto, no basta aspirar a grandes cosas, sino que es necesario que ellas están conformes a nuestras reales aptitudes, a las dotes particulares de nuestra naturaleza, así como a la voluntad de Dios y al plan de la salvación. Ahora bien, todo ello comporta un mutuo complementarse del varón y de la mujer, no sólo en el orden natural sino también en el sobrenatural, no sólo en orden al bienestar terreno sino en orden a la salvación eterna.
----------Hoy urge más que nunca ofrecer a la mujer una tarea positiva en la Iglesia: la mujer misma se la debe buscar en lo interno del rol que le es ofrecido por el Magisterio de la Iglesia. La mujer misma, en lo interno de este camino, puede iluminar al Magisterio (que al fin de cuentas esta hecho por varones) acerca de lo que ella siente de sí misma, dado que desde un punto de vista humano, y en cierto modo también de fe, nadie mejor que la mujer puede conocer a la mujer y saber cuáles son sus aspiraciones y sus posibilidades. Indudablemente, en cuanto existe un dato revelado sobre la mujer (y la exclusión del sacerdocio forma parte de este dato), y en cuanto el depósito de la Revelación ha sido confiado a varones (los Apóstoles y sus sucesores con una cabeza, el Sucesor de Pedro), la mujer, como cualquier otro creyente (sea varón o mujer) tendrá la humildad de dejarse instruir sobre esos datos de fe: pero en lo interno de estos datos existe un espacio enorme en el cual es necesario poner las determinaciones, obrar las precisas elecciones, hacer trabajar la inventiva y la fantasía creadora, ponerse a la escucha de las sugerencias del Espíritu, profundizar incesantemente las búsquedas, formular propuestas siempre nuevas.
----------Indudablemente, la mujer creyente aceptará humildemente y confiadamente el hecho de no poder ser sacerdote; sin embargo debemos comprender que, desde un punto de vista pastoral y psicológico, sea mucho más constructivo que la mujer sepa antes que nada quien debe ser ella en la Iglesia, vale decir, antes de saber quien no debe ni puede ser. Ella podrá aceptar mucho más voluntariamente y serenamente este aspecto negativo cuanto más ella comprendiera, y lo comprendiera a fondo, con la máxima precisión, certeza y concreción posibles, cuál es su rol, cuál es su misión en la Iglesia, rol y misión igualmente necesarios para la salvación como la del sacerdote. Acerca de este punto hay todavía mucho que aclarar.
----------La Mulieris dignitatem dice cosas muy bellas al respecto, sobre todo en relación a la aptitud de la mujer para la santidad y para el ejercicio de las virtudes cristianas, recordándonos que "la dignidad de la mujer viene medida en el orden del amor, que es esencialmente orden de justicia y caridad" (n.29), y por consiguiente dejando entender el primado de la caridad sobre las mismas funciones sacerdotales, en cuanto estas, al fin de cuentas, no son más que medios en relación a la caridad como fin, ya que ellas han sido instituidas por Cristo precisamente con el fin de generar y hacer crecer la caridad en las almas. Por eso, mientras que es claro que en el cielo el sacerdocio en ese su servicio habrá agotado su función, la caridad se mantendrá en cambio siempre en su plenitud y en su valor inestimable.
----------Pensemos sin embargo que es necesario observar que esta vinculación de lo específico femenino con los valores del amor y de la caridad, por más válida e importante que sea, permanece todavía demasiado en lo vago y que requiere aún ulteriores precisiones que puedan ser el resultado de una atenta investigación -aunque no sea fácil- y presentarse como datos ciertos y probados. Bajo este perfil, nuestra impresión es que se pueden recoger más elementos en la enseñanza de Paulo VI que no en las del Papa actual, y por tanto consideramos que ellos deban ser recuperados y utilizados. Es importante hacer esta obra de esclarecimiento, que está destinada a dar el necesario punto de referencia antropológico para la determinación de las funciones eclesiales que mayormente se adecuan a la índole de la mujer, pero al mismo tiempo será necesario también un mejor reconocimiento de aquellos dones sobrenaturales de los cuales la mujer, en la milenaria historia del cristianismo y hoy como nunca, muestra estar en posesión.

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