Contrariando un fuerte movimiento de opinión hoy presente en la Iglesia, según el cual también la mujer podría ser sujeto válido para el sacramento del Orden (en oposición a lo afirmado por Magisterio), no debemos temer afirmar que en la Iglesia existen dones, carismas, funciones, oficios y ministerios masculinos, y existen dones, carismas, funciones, oficios y ministerios femeninos, los unos proporcionados a los otros, los unos complementarios con los otros, para la edificación del único Cuerpo místico de Cristo y para la salvación de las almas. [En la imagen: fragmento de la "Madonna Rucellai", Témpera y oro sobre tabla, de alrededor de 1285, obra de Duccio di Buoninsegna, conservada y expuesta en la Galería Uffizi, Florencia, Italia].
La mujer en la Iglesia
----------El estudio que hemos hecho sobre María como modelo de la mujer y de la feminidad de la Iglesia lleva inevitablemente a preguntarnos sobre aquella que puede ser la función de la mujer en la Iglesia de hoy. Esta consecuencia práctica, por otra parte, no podrá no estar en línea con las premisas teológico-antropológicas que hemos establecido. Tales premisas son ya capaces de por sí de sugerirnos el camino que debemos recorrer.
----------Sobre la base de una sustancial igualdad del varón y de la mujer tanto en el orden natural como en el sobrenatural, tanto en la sociedad civil como en la Iglesia, las cosas en precedencia dichas nos indican también que en la edificación de la Iglesia el varón y la mujer tienen competencias diferentes y recíprocamente complementarias, las unas y las otras igualmente necesarias para la salvación de cada ser humano, como ya había intuido san Bernardo:
----------"Era conveniente que tanto uno como otro sexo colaborara en nuestra reparación, desde el momento que ni el uno ni el otro sexo han estado ausentes para nuestra corrupción. Y así ni la misma mujer bendita entre las mujeres aparecerá ociosa en nuestra reparación: ella tiene de hecho su lugar en esta reconciliación, como hubo un lugar para Eva en nuestra corrupción" (Sermón para la infraoctava de la Asunción, 1-2, PL 183, 429). E igualmente leemos en Pío XII: "En todas las grandes obras humanas, como en la obra humano-divina de la redención, Dios ha hecho de la mujer la asociada y la auxiliar del varón" (Discurso a las Ligas femeninas de la Acción Católica, del 14 de abril de 1939).
----------A una nueva, más vasta y profunda, presencia de la mujer en la Iglesia, parece aludir el Concilio Vaticano II en su Mensaje a las Mujeres, del 8 de diciembre de 1965, cuando afirma: "Pero llega la hora, ha llegado la hora, en que la vocación de la mujer se desarrolle en plenitud, la hora en que la mujer adquiera en el mundo una influencia, un peso, una irradiación, un poder jamás alcanzado hasta ahora".
----------Pero los documentos del Magisterio que hablan explícitamente de la misión de la mujer en la Iglesia son solamente de estos últimos decenios hasta el actual pontificado, comenzando por ejemplo por la Carta Pastoral de la Conferencia Episcopal Italiana Evangelización y ministerios de 1977, la cual dedica todo un parágrafo a la "configuración ministerial de la mujer", afirmando que "en este campo la búsqueda está abierta", y que por tanto "para la presencia de la mujer en la Iglesia, a los varios servicios que de hecho ella ya presta tanto en el anuncio de la Palabra de Dios y en la catequesis, o bien en la cristiana formación y en las múltiples actividades caritativas y sociales, deberemos en el futuro reservar una mayor atención", y concluye: "a tal fin es necesaria una revisión de mentalidad, para acoger todas las sugerencias que emergen, más allá de la experiencia, de la vida de una Iglesia que es ministerio y comunión" (nn. 75-77).
----------En 1978 la instrucción Mutuae Relationis de la por entonces Congregación para los Obispos y de la Congregación de los Religiosos, observaba: "En el vasto campo de la pastoral de la Iglesia se ha instituido un puesto nuevo y bastante relevante para asignarse a la mujer. Ya solícitas auxiliares de los Apóstoles (cf. Hch 18,26, Rm 16,1ss), las mujeres deberán insertar hoy su actividad apostólica en la comunidad eclesial, actuando fielmente el misterio de su creada y revelada identidad (cf. Gén 2; Ef 5; 1 Tm 3, etc.), y dirigiendo atentamente su ánimo a su creciente presencia en la sociedad civil".
----------Dirigiéndose luego en particular a las religiosas, expresa el mismo documento: "Sobre el ejemplo de María, que en la Iglesia ocupa, entre los creyentes, la cumbre de la caridad, y animadas por aquel espíritu incomparablemente humano, de sensibilidad y solicitud su nota característica (cf. Pablo VI, Discurso al Congreso Nacional del Centro Italiano Femenino, Oss. Rom. del 6-7 de diciembre de 1976), a la luz de una larga historia, que ofrece insignes testimonios de sus iniciativas en el desenvolverse de la actividad apostólica, las religiosas podrán ser siempre más y aparecer cada vez más cual signo luminoso de la Iglesia fiel, solícita y fecunda en el anuncio del Reino (cf. Declaración Inter insigniores, de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, del 15 de octubre de 1976)" (n.49).
----------San Juan Pablo II habló de la vocación de la mujer en la Iglesia en la exhortación apostólica Christifideles laici del 30 de diciembre de 1988: "La conciencia de que la mujer -con sus dones y propias responsabilidades- tiene una específica vocación, ha ido creciendo y haciéndose más profunda en el período posconciliar, volviendo a encontrar su inspiración más original en el Evangelio y en la historia de la Iglesia" (n.49).
----------"La condición para asegurar la justa presencia de la mujer en la Iglesia y en la sociedad es una más penetrante y cuidadosa consideración de los fundamentos antropológicos de la condición masculina y femenina, destinada a precisar la identidad personal propia de la mujer en su relación de diversidad y de recíproca complementariedad con el varón, no sólo por lo que se refiere a los papeles a asumir y las funciones a desempeñar, sino también, y más profundamente, por lo que se refiere a su estructura y a su significado personal. [...] La lectura del designio de Dios acerca de la mujer se realiza incesantemente y se ha de llevar a cabo en la fe de la Iglesia, también gracias a la existencia concreta de tantas mujeres cristianas; sin olvidar la ayuda que pueda provenir de las diversas ciencias humanas y de las distintas culturas. Éstas, gracias a un luminoso discernimiento, podrán ayudar a captar y precisar los valores y exigencias que pertenecen a la esencia perenne de la mujer, y aquéllos que están ligados a la evolución histórica de las mismas culturas" (n.50).
----------En la encíclica Mulieris dignitatem el Papa auspicia que "todas las inestimables 'manifestaciones del Espíritu' (cf. 1 Cor 12,4 ss.), que con grande generosidad han sido dadas a las 'hijas' de la Jerusalén eterna, sean reconocidas debidamente, valorizadas, para que redunden en común beneficio de la Iglesia y de la humanidad, especialmente en nuestros días" (n.31).
----------Y esta misión de la mujer en la Iglesia parece particularmente orientada a incentivar la santidad, como observa Forte: "Se podría decir que es particularmente en dirección de la santidad que la mujer puede ejercer su carisma materno. De la santidad la Iglesia tiene inmensamente necesidad: porque tiene inmensamente necesidad de la presencia viva, partícipe y fecunda de la mujer materna, de la mujer, es decir, activa, responsable y creadora en su amor irradiante" (op.cit., p.229).
----------De tal modo puede encontrar plena realización el Mensaje a las Mujeres, a ellas dirigido por el Concilio el 8 de diciembre de 1965: "vosotras, que tan a menudo, en el curso de la historia, habéis dado a los hombres la fuerza para luchar hasta el fin, para dar testimonio hasta el martirio, ayudadlos una vez más a conservar la audacia de las grandes empresas, al mismo tiempo que la paciencia y el sentido de los humildes orígenes".
----------En base a las consideraciones que precedentemente han sido hechas en este estudio, la misión de la mujer en la Iglesia parece tener la necesidad de inspirarse en un triple principio directivo: 1) mariológico, 2) eclesiológico, 3) pneumatológico.
----------Mariológico, en cuanto María es modelo y arquetipo de la feminidad, y por tanto criterio fundamental del ideal cristiano de la mujer; eclesiológico, en cuanto la mujer es imagen de la Iglesia y el misterio mismo de la Iglesia, en cuanto esposa de Cristo, personificada en María, es criterio iluminante para comprender a fondo el misterio cristiano de la mujer; pneumatológico por la especial relación que la mujer tiene, en María, con el Espíritu Santo y sus dones santificantes y carismáticos.
----------Por cuanto respecta a los grados del sacramento del Orden: diaconado, presbiterado y episcopado, de lo que se ha dicho se puede fácilmente deducir que tales ministerios no se adecuan al sexo femenino, sino al masculino. Sé perfectamente que, con tal afirmación, estoy contrariando un fuerte movimiento de opinión hoy presente en la Iglesia, según el cual también la mujer podría ser sujeto válido para el sacramento del Orden, para el cual el actual rechazo del sacerdocio femenino por parte del Magisterio no tendría un verdadero fundamento dogmático, sino que estaría ligado a una vieja mentalidad antifeminista todavía no superada.
----------Pero, en cambio, considero que la exclusión de la mujer del sacerdocio -muchas veces confirmada por el reciente Magisterio pontificio- sea un dato de la divina Revelación (la "voluntad de Cristo", según la expresión ya usual del Magisterio), que no lesiona para nada los derechos y la dignidad de la mujer, como el hecho de no poseer el aparato sexual masculino no es en absoluto para la mujer un signo de inferioridad respecto al varón, desde el momento que ella posee su propio aparato sexual, que el varón no posee, y que es igualmente necesario como el masculino para la generación de la prole.
----------Análogamente sucede en el plano sobrenatural de la vida de gracia y de los dones del Espíritu Santo. Quien encontrara vulgar o de mal gusto este acercamiento del plano sobrenatural con el biológico-material de la sexualidad, no razonaría según los principios de la antropología cristiana, para la cual tanto el cuerpo como el alma del hombre son creados por Dios, y por tanto es lógico que, teniendo un común origen divino, tengan entrambos su propia dignidad y corra entre ellos una relación de semejanza y de analogia. Así, no debemos temer afirmar que como a nivel biológico-natural varón y mujer se completan entre sí en el fin de la generación natural, en modo del todo análogo ellos están recíprocamente coordinados entre sí, en vista de una generación espiritual, es decir, de la "generación" de los hijos de Dios y de la edificación de la Iglesia.
----------Debemos tener presente que las obras de la gracia están siempre en armonía con la naturaleza; porque aún cuando sobrepasan a la naturaleza, ellas sin embargo tienen en cuenta la particular naturaleza en la cual se injertan, respetando en esa naturaleza sus más elevadas inclinaciones y aspiraciones, y de hecho satisfaciéndolas de un modo superior que va más allá del mismo fin natural de estas potencialidades; la gracia ennoblece y amplía la naturaleza, pero siempre en relación a muy precisos condicionamientos que recibe de la naturaleza: un enfermo mental, por más que esté en gracia de Dios, difícilmente podrá escribir una obra como la Divina Comedia de Dante Alighieri o la Summa Theologiae de Tomás de Aquino.
----------Por eso, teniendo en cuenta las aptitudes propias del varón y de la mujer, así como la naturaleza de los diversos dones del Espíritu Santo, tanto de los dones jerárquicos como de los dones carismáticos, incluso prescindiendo de las clarísimas enseñanzas del Magisterio y de la práctica milenaria de la Iglesia (occidental y oriental), no me parece que sea difícil rastrear una cierta como proporción entre las cualidades propias del varón y el sacerdocio, por una parte, y, por otra parte, las cualidades propias de la mujer y la ya mencionada triple directriz mariológico-pneumatológico-eclesial.
----------Así, no debemos temer afirmar que en la Iglesia existen, por un lado, dones, carismas, funciones, oficios y ministerios masculinos, y existen, por otro lado, dones, carismas, funciones, oficios y ministerios femeninos, los unos proporcionados a los otros, los unos complementarios con los otros, para la edificación del único Cuerpo místico de Cristo y para la salvación de las almas.
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