sábado, 3 de agosto de 2024

La Virgen María como modelo de la Iglesia y de la mujer (5/7)

La feminidad de la Iglesia expresa la parte que la mujer tiene en el plan y en la conquista de la salvación. Esta feminidad encuentra su modelo en María, en cuanto Madre de Cristo y Esposa del Padre, fecunda por el Espíritu Santo. La Iglesia es madre de gracia, en cuanto es madre del Cuerpo místico y engendra la presencia espiritual de Cristo en el corazón de los cristianos; es esposa de Cristo en cuanto imita a María esposa del Padre; y se hace fecunda por el Espíritu Santo en cuanto imita a María, que precisamente ha sido fecundada por el Espíritu. [En la imagen: fragmento de "Virgen de las Cuevas", óleo sobre lienzo, pintado entre 1644 y 1655, por Francisco de Zurbarán, conservado y expuesto en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, España].

La feminidad de la Iglesia
   
----------Habíamos visto que la Santísima Virgen María es al mismo tiempo modelo de la Iglesia y modelo de la mujer; y esto parece comprensible a la luz de aquella que podemos llamar la "feminidad" de la Iglesia. Así podemos comprender que María es modelo de la Iglesia porque es modelo de la mujer, y viceversa: es modelo de la mujer porque es modelo de la Iglesia. Por otra parte, viene de esto un hecho importante: que cuanto más comprendamos la dignidad de la mujer, tanto más comprendemos el misterio de la Iglesia, y cuanto más comprendemos el misterio de la Iglesia, tanto más sabremos apreciar la dignidad de la mujer. En base a tales presupuestos, me parece que se puede decir que hoy sería inconcebible un tratado de Eclesiología que no tratara de los caracteres propios de la feminidad, al igual que sería inadmisible una concepción cristiana de la mujer sin una relación al misterio y a la feminidad de la Iglesia.
----------Hace ya casi sesenta años, el padre Jean Galot ha dicho cosas interesantes sobre este tema, Afirma él (en La Iglesia y la mujer, Editorial Mensajero, Bilbao 1966): "La condición de la Iglesia está representada bajo un aspecto femenino porque en realidad la Iglesia comporta algunas características femeninas esenciales. O, si se prefiere, porque la mujer marca a la Iglesia, la compenetra de su ser femenino, y la hace capaz de asumir la parte de esposa. La Iglesia está, por tanto, constituida por una cierta feminidad, y sería errado ver en las imágenes usadas por los profetas solamente una metáfora superficial. Esas imágenes nos revelan una realidad fundamental: Dios no ha querido instituir una Iglesia puramente masculina, como, por ejemplo, una Iglesia consistente únicamente en una organización jerárquica confiada a hombres. El Señor mismo ha querido frente a sí una Iglesia que le estuviera unida a modo de esposa" (pp. 93-94).
----------Pero ya hace casi un siglo, santa Edith Stein escribía en 1931 lo siguiente: "La mujer se puede considerar como símbolo de la Iglesia. La creación de Eva desde la costilla del primer Adán viene interpretada como una prefiguración del nacimiento de la nueva Eva -y se debe entender ante todo de María y luego también de toda la Iglesia- desde el costado abierto del nuevo Adán. La mujer que está ligada al marido en un matrimonio verdaderamente cristiano, es decir, en una comunidad indisoluble de vida y de amor, representa a la Iglesia como sponsa Christi. De modo entonces más profundo y perfecto la Iglesia está encarnada personalmente en la mujer que, cual sponsa Christi, ha consagrado su vida al Señor y se ha unido a Él con vínculos indisolubles. Ella está a su lado como la Iglesia y como la imagen primera y la célula portadora del germen de la Iglesia: la Madre de Dios colaboradora de su obra de redención" (Incorporazione della donna nel Corpo mistico di Cristo, en Formazione e vocazione della donna, Ed. Corsia dei Servi, Milano 1957, p.138).
----------La feminidad de la Iglesia está prefigurada por la feminidad del antiguo Pueblo de la Alianza, el pueblo de Israel, según la conocida imagen de la "Hija de Sión": "la teología de la 'Hija de Sión' -observa el padre Alessio Martinelli, en Maria, la Chiesa, la donna e la gioia messianica, Edizioni Francescane, Bologna 1975, p.17- tiene inicio con el profeta Miqueas (siglo VIII a.C.). En los siglos siguientes se desarrolla y se enriquece de nuevas connotaciones en la literatura profética del exilio. Los teólogos más destacados de la 'Hija de Sión', después del mismo Miqueas, son: Sofonías (640-609 a.C.), Jeremías (alrededor de 650-567 a.C.), el primero y segundo Zacarías (siglo VI), Joel (siglo IV), y todo el libro de Isaías, en particular el segundo y tercer Isaías".
----------Pero esta feminidad de la Iglesia está expresada abiertamente por el mismo Nuevo Testamento, donde por ejemplo san Pablo parangona la unión conyugal al místico matrimonio entre Cristo y la Iglesia (Ef 22,33), o bien donde la Iglesia es representada bajo semblanzas femeninas (Ap 12,1-6; 21,2.9; 22,17).
----------Esta feminidad de la Iglesia se presenta sobre todo como "virginidad", ya entendida por los Padre como fidelidad en el custodiar con integridad y pureza el depósito de la fe; como "esponsalidad", la cual subraya su estricta unión con Cristo; y como "maternidad", para expresar la función pastoral de la Iglesia y su fecundidad en el generar y en el formar a los hijos de Dios a imagen del Esposo divino, Jesucristo.
----------De tal modo, como nota el padre Spiazzi (op.cit. p.299), la misma función jerárquica de la Iglesia que, aunque es desarrollada por sujetos masculinos, debe inspirarse en las virtudes de la "maternidad": "La maternidad de la Iglesia se actúa, siempre sobre el plano institucional, en la acción jerárquica y pastoral, por lo que correctamente, por cuanto san Pablo decía a los cristianos: 'Yo los he engendrado en Cristo Jesús por medio del Evangelio' (1 Cor 4,15), los pastores de la Iglesia se llaman 'padres', y su espiritualidad, su psicología, su mentalidad, no menos que su lenguaje, están improntados por el sentido de la paternidad espiritual, en la cual se transfiere y actúa la maternidad de la Iglesia". El buen pastor, en suma -en virtud de la feminidad-maternidad de la Iglesia- debe saber ser no sólo padre sino también madre. Si por lo tanto el varón en la Iglesia debe saber asumir virtudes propias de la mujer, ¿qué cosa deberíamos decir de la tarea de la mujer en la Iglesia, sino que la mujer en la Iglesia debe poder ser y rencontrarse más que nunca a sí misma? Es evidente que la feminidad en la Iglesia está mayormente representada -a la luz de María- en el elemento femenino. Por cuanto la jerarquía deba asumir las formas "maternas", por virtud de las cosas y por querer divino, no podrá no valorizar todavía más las cualidades propias del varón, visto que está compuesta de hombres. Por eso, incluso si podemos y debemos hablar de una "feminidad" de la Iglesia en su conjunto, mirando las cosas más de cerca, no podemos no distinguir, en la misma Iglesia, una dimensión masculina -ligada a los dones jerárquicos- de una dimensión femenina, que se vale de los dones carismáticos.
----------Es bajo este ángulo de visión que el papa san Juan Pablo II ha afirmado en la Carta Mulieris dignitatem que "la Iglesia es conjuntamente 'mariana' [es decir femenina] y apostólico-petrina" [es decir masculina]. Y, nos dice en nota, citando la Alocución a los Cardenales y a los Prelados de la Curia Romana, del 22 de diciembre de 1987: "Este perfil mariano es igualmente -si no lo es más- fundamental y caracterizante para la Iglesia como el perfil apostólico-petrino, al cual está profundamente unido.
----------... La dimensión mariana de la Iglesia antecede a la petrina, aunque esté estrechamente unida a ella y sea complementaria. María, la Inmaculada, precede a cualquier otro, y obviamente al mismo Pedro y a los Apóstoles, no sólo porque Pedro y los Apóstoles, proviniendo de la masa del género humano que nace bajo el pecado, forman parte de la Iglesia ''sancta ex peccatoribus', sino también porque su triple munus no tiende más que a formar a la Iglesia en ese ideal de santidad, en que ya está formado y figurado en María. Como bien ha dicho un teólogo contemporáneo, 'María es 'Reina de los Apóstoles', sin pretender para ella los poderes apostólicos. Ella tiene otra cosa y más' (H. U. von Balthasar, Neue Klarstellungen, trad. ital., Milano 1980, p.181)" (Carta Apostólica Mulieris dignitatem, n.27).
----------Von Balthasar desarrolla también en otros lugares este mismo tema, observando como "en la perspectiva de una eclesiología de inspiración mariana, el momento jerárquico puede ser sometido a un saludable proceso de relativización" (Puntos centrales de la fe, BAC, Madrid 1995, p.127), y que "el elemento mariano gobierna ocultamente a la Iglesia como la mujer en el hogar doméstico" (p.129).
----------Ya Pío XII había hablado de esta reciprocidad de lo masculino y de lo femenino en la edificación y en la composición de la Iglesia: "Si Pedro tiene las llaves del cielo -hubo de decir en su discurso Questa viva corona del 21 de abril de 1940- María [y por tanto la mujer] tiene las llaves del corazón de Dios; si Pedro liga y libera, también María liga con las cadenas del amor; también ella libera con el arte del perdón; si Pedro es el custodio y el ministro de la indulgencia, María es la generosa y sabia tesorera de los divinos favores, y 'quien quiere gracia y a ti no recurre, su desear quiere volar sin alas' (Dante Alighieri, Paraíso, XXXIII, 13-15)".
----------Por otra parte, santo Tomás de Aquino parangona la acción íntima y oculta pero eficaz del Espíritu Santo a la acción del corazón: de este modo tenemos entonces oportunidad de ver una vez más la convergencia que existe entre la espiritualidad femenina y la acción del Espíritu Santo.
----------La Iglesia, en suma, está fundada, edificada, formada y santificada por el concurso paritario y recíproco de lo masculino y de lo femenino: si lo masculino actúa por virtud de Cristo, lo femenino actúa sobre el modelo mariano por virtud del Espíritu. Lo que quiere decir entonces que lo masculino y lo femenino son entrambos necesarios para la salvación. Y lo que quiere decir todavía que sería inconcebible instituir hoy un tratado de Eclesiología que limitara las funciones del gobierno de la Iglesia al solo elemento jerárquico-masculino, olvidando el aspecto igualmente esencial del elemento mariano-carismático-pneumatológico-femenino. El varón, en la Iglesia, representa a Cristo; pero es la mujer la que, ante Cristo, representa, como imagen de María, a la Iglesia.
----------La colaboración entre varón y mujer en la Iglesia y para la edificación de la Iglesia -de esto hablaremos más extensamente en el próximo artículo de esta serie- encuentra su raíz y justificación última en la colaboración entre Cristo y María en la obra de la redención y de la fundación de la Iglesia.
----------"Este dato fundamental de la fe -dice por tanto correctamente el padre Faccenda (op.cit., p.54), refiriéndose precisamente a esta reciprocidad de la humanidad de Cristo y de la de María- no debe inclinar la teología, como ha sucedido en el campo protestante, hacia un cristocentrismo tan absoluto y exclusivo, como para relegar completamente a la sombra la parte que le corresponde a la mujer, es decir, a María, en la obra de la redención. Dado que, según el mismo designio de Dios, existe como una contrapartida femenina a la cual es necesario tener en cuenta", y cita al padre Galot: "El plan divino, aunque atribuyendo a Cristo, el nuevo Adán, el puesto eminente y único que conviene al Hijo de Dios, lo ha puesto al lado de una nueva Eva, a Él sometida ciertamente, y bajo su dependencia, pero no obstante a título de verdadera cooperación. Él ha instaurado, en respuesta a la pareja que había cometido el pecado, una asociación del varón con la mujer para la salvación. ... Con esta condición el plan redentor se revela en armonía con la creación, dado que -según el relato del Génesis- la humanidad ha sido hecha por Dios 'varón y mujer' a su imagen y semejanza (Gén 1,27). Base de la comunidad humana, la unión del varón y de la mujer [unión espiritual, no necesariamente conyugal] está también en la base de la comunidad cristiana". Si Cristo en cuanto Dios está evidentemente por encima de María, en cuanto hombre varón está a su lado y coordinado a ella en la obra de la salvación. Así, como dice san Agustín, con la obra de la redención "el diablo ha sido vencido y contrariado por nuestra doble naturaleza, femenina y masculina" (De agone christiano, c.XXII, PL, XL, col.303). Varón y mujer son indispensables el uno para el otro, no sólo en la generación física y en la edificación de la ciudad terrena, sino también en la generación de los hijos de Dios y en la construcción de la Jerusalén celestial.
----------La intimidad espiritual, la perfecta confianza recíproca, la plena unidad de intenciones y la total coparticipación de alegrías y de dolores que han existido entre nuestro Señor Jesucristo y María Santísima, deben ser considerados el modelo de la colaboración y de la comunión de amor que deben existir entre varón y mujer en la edificación y en la búsqueda del Reino de Dios.
----------María, en efecto, como hubo de decir san Pío X (encíclica Ad diem illum laetissimum, del 2 de febrero de 1904), "que fue asidua compañera de Jesús desde la casa de Nazaret hasta el lugar del Calvario, conocía, más que nadie más, los secretos de su corazón", y por tanto en María la mujer es capaz de apreciar profundamente el valor del ministerio jerárquico, de dejarse guiar dócilmente por sus directivas, de compartir íntimamente las intenciones, los propósitos, las preocupaciones y las conquistas, ofreciendo el aporte efectivo y responsable de los propios carismas femeninos, también ellos indispensables para la edificación y para la salvación de las almas, como los masculinos representados por los grados del sacerdocio ministerial.
----------Y así también en cuanto respecta al varón, especie de sacerdote, pues es sólo identificándose profundamente en los pensamientos y en los sentimientos de nuestro Señor Jesucristo sacerdote, que podrá apreciar auténticamente las cualidades espirituales de la feminidad, en cuanto aptas, en una fraterna colaboración con el sacerdote, para construir la familia de los hijos de Dios.
----------La unión entre Jesús y María va de la mano con la unión entre Cristo y la Iglesia. La divina Revelación plantea sin embargo una diferencia entre estas dos íntimas relaciones, entrambas realizadoras del plan de la salvación: en el primer caso tenemos una relación hijo-madre; en el segundo, esposo-esposa. Tanto en uno como en otro caso se verifica la reciprocidad entre masculinidad y feminidad, pero evidentemente sobre planos que son distintos, y que deben ser considerados bien separados. En efecto, como ya he dicho antes, si es posible psicológicamente representarse a la esposa como madre, es desagradable e inconveniente ver a la madre como esposa. Por eso, si queremos atenernos a las metáforas bíblicas, sin desarrollarlas ulteriormente en nuestro riesgo y peligro, considero que sea bueno limitarse a considerar como esposa de Cristo a la Iglesia y no a María, aún cuando indudablemente (y ha sido uno de los temas de este estudio) estrictísimo es el paralelismo entre María y la Iglesia. Pero cuando se trata de metáforas que expresan los divinos misterios, infinitamente superiores a nuestra razón, debemos ser muy cautos al operar deducciones lógicas, como por ejemplo ésta: la Iglesia es esposa de Cristo; pero María es tipo de la Iglesia; por lo tanto María es esposa de Cristo. Sería similar a esta otra: la virgen consagrada es esposa de Cristo; pero el sacerdote es un alter Christus; por lo tanto, la virgen consagrada es esposa del sacerdote. No digo que sean imágenes del todo inaceptables, sino que deben ser interpretadas con extrema cautela, para no dar lugar a lamentables equivocos.
----------Sin embargo se mantiene el hecho de que la historia de amor entre varón y mujer es asumida por la Escritura (cf. por ejemplo el Cantar de los Cantares) para representar la historia de la salvación, como dice bien el padre Alessio Martinelli: "La pareja humana, que esta en el centro de los dos relatos de la creación, asume un particular valor en la Biblia. En un determinado momento viene tomada como símbolo extremadamente eficaz para describir las relaciones que se producen entre Dios y la humanidad. La salvación, en definitiva, es una historia de amor; y como en muchas experiencias amorosas, existen momentos de exaltante intimidad, pausas de relajamiento, paréntesis de desviaciones dramáticas, que tienen detrás el arrepentimiento y la reconciliación" (L'uomo e la donna immagine di Dio e mistero, Studio Teologico Antoniano, Bologna 1972, copia mimeográfica, p.163). No está en juego, en estas imágenes, la experiencia sexual, sino la dinámica psicológica de la relación de pareja, dinámica que, si se encuentra en natural armonía con la actividad sexual, sin embargo no está con ella necesariamente vinculada. Por lo demás, debemos recordar que la religiosidad bíblica, al contrario de ciertos cultos paganos de la sexualidad y de la idea de que la experiencia sexual ponga en contacto con la divinidad, excluye rigurosamente la experiencia sexual de las condiciones psicológicas necesarias o convenientes para acercarnos a la divinidad: la pureza cultual prescribe que, para poder actuar dignamente el acto de culto, haya habido abstención al menos durante un cierto tiempo de la actividad sexual (cf. 1 Sam 21,5-6). Es verdad que se trata de una norma veterotestamentaria, pero una huella de esta mentalidad se encuentra también en el Nuevo Testamento, allí donde, por ejemplo, san Pablo prescribe a los esposos que cada tanto se abstengan de la unión sexual para dedicarse a la oración (cf. 1 Cor 7,5).
----------La feminidad de la Iglesia expresa así la parte que la mujer tiene en el plan y en la conquista de la salvación. Esta feminidad encuentra su modelo en María Santísima, en cuanto Madre de nuestro Señor Jesucristo y Esposa del Padre, fecunda por el Espíritu Santo. La Iglesia es madre de gracia, en cuanto es madre del Cuerpo místico y engendra la presencia espiritual de Cristo en el corazón de los cristianos; es esposa de Cristo en cuanto imita a María esposa del Padre; y se hace fecunda por el Espíritu Santo en cuanto imita a María, que precisamente ha sido fecundada por el Espíritu.

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