Indudablemente en la encíclica Mortalium animos, de Pío XI, no se dan principios para el ecumenismo. Mérito de ello debe reconocerse indudablemente al Concilio Vaticano II que ha intervenido cuando los tiempos han sido maduros. Pero los principios de aquella encíclica del papa Ratti no ponen ningún veto a un posible inicio del ecumenismo. Aquella encíclica simplemente condena un ecumenismo equivocado, que por desgracia se ha desarrollado en nuestros días, sobre todo bajo la influencia del rahnerismo. El papa Pío XI, en cambio, nos da en su famosa encíclica de 1928, casi cuatro décadas antes del Concilio, los principios inmortales sobre los cuales es posible construir ese ecumenismo hacia el cual él realmente no pensó porque los tiempos no estaban maduros, sino que es la tarea de nuestro tiempo, siempre que se lleve a cabo según los presupuestos teológicos y de fe que encontramos en la Mortalium animos. [En la imagen: San Paulo VI durante su trascendental viaje a Tierra Santa en el que se encontró con el Patriarca de Constantinopla Atenágoras I, con el que expresaba su firme y decidida opción pastoral por el camino del ecumenismo].
----------Como hemos prometido, vamos a hacer ahora una lista de los principios enunciados por Pío XI en su encíclica Mortalium animos.
----------Primer principio. El papa Pío XI recuerda que la verdad católica es precisamente "católica", lo que quiere decir universal, por encima del tiempo y del espacio, como dice Cristo mismo: "Cielo y tierra pasarán, mis palabras no pasarán". Por lo tanto, la verdad católica no es filia temporis, no es relativa a los tiempos. Este sería el relativismo dogmático ya condenado por san Pío X en la famosa encíclica Pascendi Dominici gregis. El progreso dogmático ciertamente existe, pero no es cambio de conceptos de fe, sino explicación, explicitación y profundización de los mismos que siguen siendo siempre los mismos. La idea y la esperanza de una caridad recíproca entre católicos y disidentes, dice el Papa, están muy bien, pero hay que recordar que la caridad debe estar fundada en la verdad y no en el equívoco o la reticencia o el indiferentismo o en el irenismo o incluso en el hecho de que, en lugar de ser los disidentes los que deben corregirse de sus errores son los católicos los que quedan influenciados por los errores de los disidentes, cosas desafortunadas que lamentablemente ocurren en los congresos de aquellos que entonces se llamaban "pancristianos".
----------Segundo principio. De lo anterior se deduce que es inadmisible, como querían los ecumenistas del tiempo de Pío XI, llamados precisamente "pancristianos", querer organizar una Iglesia cristiana que fuera la federación de todas las Iglesias, católicas y no católicas, sobre la base de la simple yuxtaposición de las doctrinas de cada uno en cuanto a la contradicción entre ellas y con la presencia de errores y herejías. La idea de querer organizar una Iglesia de este tipo supondría un inadmisible indiferentismo religioso. El Papa recuerda más bien la advertencia de san Juan, quien ordena que si un hermano obstinadamente y arrogantemente se niega a ser corregido y persiste en su herejía, se le debe quitar el saludo y no se deben tener relaciones con él.
----------Tercer principio. Este mal proyecto, aunque haya sido propuesto bajo un noble pretexto, como el del ejercicio de la caridad y de la búsqueda de la unidad, dice el Papa, supone una concepción errónea de la unidad de la Iglesia, casi como que tal unidad no exista actualmente en ninguna Iglesia, incluída la católica, sino que debe ser construida uniendo las diversas Iglesias, ninguna de las cuales es católica o contiene la plenitud de la verdad, sino que cada una de ellas es simplemente una parte de la Iglesia, por lo cual la verdadera Iglesia sería el resultado de la conjunción entre sí de todas estas partes, un poco como hay que reconstruir una vasija destrozada reuniendo entre sí los fragmentos. Al contrario, dice el Papa, ya existe una Iglesia una y santa y esta es la Iglesia católica bajo la guía del Papa. La concepción que niega la existencia de una Iglesia una es propia del ecumenismo difundido en el anglicanismo, que confunde la Iglesia con una especie de commonwealth de las distintas e individuales Iglesias, cada una libre de establecer su credo independientemente de Roma.
----------Cuarto principio. La reconciliación entre los cristianos se obtiene con el hecho de que los disidentes "retornen" -el Concilio dirá "entren"- a la Iglesia católica, de la cual sus antepasados se han separado.
----------Conclusión práctico-pastoral. El Papa prohíbe a los católicos participar en las reuniones de los "pancristianos" y afirma que mucho menos la Santa Sede está dispuesta a participar en tales reuniones, en cuanto que en ellas no se reconocería el primado del catolicismo, sino que todas las confesiones religiosas serían consideradas con igual derecho e indiferentemente "Iglesias de Cristo", sin estar en absoluto dispuestas, aquellas cismáticas o afectadas por herejías, a reconocer sus propios errores, en base a su presupuesto no de la certeza y universalidad, sino de la opinabilidad y evolución de las doctrinas.
----------Hago la observación de que los primeros cuatro puntos contienen principios doctrinales irrenunciables, absolutamente y perennemente verdaderos, "valores no negociables", para decirlo con la expresión usada por el papa Benedicto XVI y repetida por el papa Francisco. Y de hecho, como he dicho, estos principios doctrinales han sido reafirmados y profundizados por el reciente Concilio y también por el reciente Magisterio de la Iglesia, como por ejemplo la Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la fe Dominus Iesus, que recuerda el primado del catolicismo sobre las demás religiones y la Declaración dedicada a la cuestión de la naturaleza de la "Iglesia de Cristo", la cual, como enseña el Concilio, "subsiste en la Iglesia católica", junto a otras Iglesias o formaciones eclesiales, casi analogados inferiores de ese supremo analogado que es la Iglesia católica. Comunidades las cuales, sin embargo, aunque en posesión de elementos de salvación, no tienen esa plenitud de verdades reveladas que solo la Iglesia católica posee.
----------Por el contrario, la novedad pastoral del decreto Unitatis redintegratio y de las actividades ecuménicas que le siguen y por él inspiradas, constituye un verdadero cambio de rumbo, aunque quizás no sea necesario hablar de "ruptura", respecto a la línea querida por Pío XI en la Mortalium animos. Pero lo importante que hay que tener presente para comprender y apreciar este cambio es que diferente, como he dicho, es el punto de vista desde el cual se sitúa el Concilio respecto a Pío XI.
----------El Papa no tiene dificultad en reconocer que entre católicos y cristianos no-católicos se mantienen verdades comunes. Lo que no le va bien al Papa, y tiene razón, son esas concepciones erróneas de la verdad cristiana, de la Iglesia y de la reconciliación, de las cuales hablo en los tres primeros puntos. Y estos errores, por desgracia, se se verifican hoy en un cierto falso ecumenismo. De ahí la actualidad de las advertencias de Pío XI, que no comprometen en absoluto los principios de las actividades ecuménicas, sino que los muestran en su verdad, a fin de que sean verdaderamente según la voluntad de Dios, que luego se manifiesta en la de la Iglesia.
----------El ecumenismo del Concilio Vaticano II pone en una luz especial la constatación de Pío XI, que él hace sin duda al inicio de su encíclica, pero sobre la cual no se detiene, es decir, como he dicho, la constatación de los valores de fe que nosotros católicos tenemos en común con los hermanos "separados".
----------Estos valores hacen que los hermanos separados se encuentren en una "comunión imperfecta" con la Iglesia católica: "Los hermanos separados que creen en Cristo y han recibido debidamente el bautismo están constituidos en una cierta comunión, aunque imperfecta, con la Iglesia católica" (Unitatis redintegratio, n.3).
----------De aquí la viabilidad y practicabilidad del diálogo ecuménico, mientras que se da dificultad, a veces insuperable, para comunicarse con quien está realmente y no solo jurídicamente excomulgado, porque es él mismo quien no quiere comunicarse, al menos en las condiciones impuestas por la Iglesia. Aquí tenemos una innovación: antes del Concilio no existía este concepto de "comunión imperfecta", sino que los disidentes estaban simplemente excomulgados, no solo en sentido jurídico, sino, como fácilmente se había llegado a pensar en aquellas épocas, también en sentido real, y a tal punto que ordinariamente se nutría preocupación por no decir escepticismo acerca de su salvación eterna. Son famosos los gritos angustiados de una santa Teresa de Avila que veía miles de almas ir al infierno seducidas por las herejías de Lutero.
----------No se daban grados de comunión, sino que o se estaba en comunión y entonces se era católico, o se era disidente, y entonces se estaba excomulgado, es decir, privado de toda comunión. Dentro o fuera: no había caminos intermedios. Si se hubiera meditado más sobre la comparación hecha por el mismo Cristo acerca del sarmiento que se desprende de la vid, se habría notado que en biología los fenómenos de separación no son casi nunca tan claros como los que ocurren en mecánica o en matemática, sino que implican varios grados según los cuales el órgano que se desprende está parcialmente desprendido y parcialmente unido. Hay que recordar que en los fenómenos de la vida -y el cristianismo es vida- la analogía prevalece sobre la univocidad.
----------¿Se tiene aquí, en estas enseñanzas del Unitatis redintegratio, ruptura con la Tradición? No, se da progreso, es decir un concepto más articulado de la relación entre católicos y no-católicos, más acorde o que responde más con la justicia y con la caridad que exige el Evangelio.
----------Volviendo a Pío XI, ciertamente se debe decir que su fuerte reclamo por la dignidad de la verdad en cuanto contrapuesta al error es hoy oportuno dada la tendencia buenista a reducir los contrastes y las falsedades a simples "diferencias" o "diversidad", induciendo la idea de que, en definitiva, se trate de una riqueza que puede implicar una complementariedad recíproca. Ya el beato Pío IX había condenado esta visión de las diferencias entre católicos y protestantes, casi como que éstas pudieran ser homologadas en resumidas cuentas a legítimas diversidades, casi diferentes modos legítimos de ser cristianos, como la diferencia que puede ocurrir entre Dominicos y Franciscanos o entre Carmelitas y Jesuitas.
----------Es necesario, en cambio, encontrar el coraje y la caridad de hacer comprender a los Protestantes sus errores y dejar de tener con ellos esa actitud de falsa deferencia que se hace pasar por caridad, todas cosas que solo hacen daño a ellos y a nosotros, y no solo no hacen dar un paso adelante al verdadero ecumenismo, sino que aumentan el escándalo, la confusión y la decadencia de la fe.
----------Ha llegado, por tanto, el momento de reencontrar, en los casos que lo requieran, ese tono caritativamente serio, severo y austero, que era propio de Jesucristo y que ha sido propio de todos los verdaderos y grandes pastores del pasado, sobre todo los santos. Subestimar los problemas cuando se trata de cosas sagradas, como la verdad, es de necios o de inconscientes y es severamente castigado por Dios. Es el caso de recordar la sabiduría polar: bromea con los diablos y deja en paz a los santos.
----------La bonhomía es ciertamente útil para aliviar las tensiones, pero tomar a la ligera la seriedad del cristianismo significa marcar la propia condena. Lo que no significa un retorno a las durezas lúgubres del pre-concilio contra-reformista e inquisitorial. Sino que se trata de encontrar un sabio equilibrio, y esta es la verdadera reforma conciliar, una justa medietas que todavía no hemos alcanzado obtener, salvo en casos rarísimos. Es necesario hacer la comparación con los grandes concertistas de piano: cómo ellos saben utilizar, según las circunstancias, la inmensa variedad de tonos que ofrece el teclado, así debería ser la verdadera pastoral a adoptar. Hacemos infinitos discursos sobre la "pastoral", pero raramente realizamos esa verdadera pastoral ecuménica que me estoy esforzando por ilustrar y que es la promovida por el Concilio, y en cambio nos alimentamos de compromisos y de vanos ritualismos.
----------El decreto Unitatis redintegratio rechaza ciertamente el "pancristianismo", no reniega de los principios de la Mortalium animos, sino que los aplica en base al bien conocido lema de san Juan XXIII: "busquemos ante todo lo que nos une". Además, como es sabido, el Concilio da una sugerencia pastoral que no se encuentra en Pío XI: católicos y no-católicos debemos reconocer las culpas del pasado, culpas que no se deben entender en el sentido de que nosotros los católicos hemos conservado la doctrina católica refutando los errores de los herejes, esta es una tarea sacrosanta a mantener absolutamente.
----------Culpas, en cambio, que deben ser entendidas en el sentido de vicios morales: precipitación, arrogancia y malevolencia en los juicios, falta de caridad, de tacto, de elasticidad, de dulzura, de garbo, de equilibrio, de paciencia, de mansedumbre, de humildad, pero también, por qué no -y estos son los vicios sobre todo de hoy- oportunismo, astucia, tergiversación, reticencia, respeto humano, falta de franqueza, de coraje, de tempestividad, de decisión, de discernimiento, de sinceridad, de espíritu de sacrificio, de fidelidad a la doctrina.
----------Indudablemente en la Mortalium animos no se dan principios para el ecumenismo. Mérito de ello debe reconocerse indudablemente al Concilio Vaticano II que ha intervenido cuando los tiempos han sido maduros. Pero los principios de aquella encíclica de Pío XI no ponen ningún veto a un posible inicio del ecumenismo. Aquella encíclica simplemente condena un ecumenismo equivocado, que por desgracia se ha desarrollado en nuestros días, sobre todo bajo la influencia del rahnerismo.
----------El papa Pío XI, en cambio, nos da en su famosa encíclica de 1928, casi cuatro décadas antes del Concilio, los principios inmortales sobre los cuales es posible construir ese ecumenismo hacia el cual él realmente no pensó porque los tiempos no estaban maduros, sino que es la tarea de nuestro tiempo, siempre que se lleve a cabo según los presupuestos teológicos y de fe que encontramos en la Mortalium animos.
Con el Evangelio no se dialoga, se acepta y basta. Jesús nunca dialogó, para convencer solo ha "anunciado". .....
ResponderEliminarEstimado Franco,
Eliminarciertamente el anuncio es obligatorio, pero esto sucede cuando el oyente está dispuesto para recibirlo.
En otros casos, en los que el oyente no se manifiesta dispuesto para recibir el anuncio, los Evangelios nos narran que Jesús se pone a discutir y a argumentar con la intención de persuadir a su interlocutor o interlocutores.
Esto es necesario hacerlo cuando el interlocutor tiene ideas o bien demasiado distantes o bien equivocadas, por lo cual debemos hacer de modo que se acerque a los contenidos del Evangelio, proponiéndole motivos y razones para comprender el amor que Cristo tiene por él.
Todo se reduce, creo, a volver a leer con atención el decreto Unitatis Redintegratio, SIN PREJUICIOS. Y la continuidad con el Magisterio anterior surge a luz meridiana, sabiendo distinguir lo que son las enseñanzas doctrinales y los diferentes contextos históricos para aplicar aquellas enseñanzas en la pastoral de la Iglesia.
ResponderEliminarEstimado Joaquín,
Eliminaren conjunto estoy de acuerdo con tus apreciaciones, y las comparto. Pero me gustaría hacer alguna precisión.
Cuando se interpreta un texto del Magisterio de la Iglesia, ya se trate de uno reciente, como Unitatis redintegratio, o uno precedente, como puede ser la encíclica Mortalium animos, o incluso algún documento magisterial mas reciente, como puede ser alguna expresión del Papa actual cuando lo hace como Maestro de la Fe, o alguna expresión del Dicasterio de la Fe, cuando actúa en representación del Papa, es cierto, como tú dices, que no debemos tener "prejuicios", en el sentido de "ideologías" que a partir de ellas se ponga bajo tela de juicio lo que para nosotros, católicos, es una expresión vinculante para nuestra fe.
Ahora bien, hilando más fino, podemos decir también que, ante un documento del Magisterio, el cual es expresión viviente de la Tradición, explicativa y explicitativa o profundizadora, siempre tenemos que tener en cuenta si, sobre el tema tratado no existe algún documento más reciente que explique el mismo tema. En otras palabras: existe entonces un "pre-juicio" en nuestra interpretación católica, que es la expresión más reciente del Magisterio sobre tal específico tema. Pues sabemos bien que un estadio más reciente de la Tradición juzga o explicita o profundiza o explica mejor, el estadio más antiguo de la Tradición sobre ese tema.
Gracias, Padre. La continuidad doctrinal entre Mortalium animos y Unitatis redintegratio ha quedado perfectamente explicada; lo mismo que el cambio de enfoque pastoral.
ResponderEliminarEstimado Roberto,
Eliminarme alegra que haya entendido esta cuestión, que es una de las más controvertidas entre las nuevas doctrinas del Concilio, por aquellos que, como le indicaba al lector anterior, tienen prejuicios ideológicos (bien podríamos calificar a esto de gnosticismo), y no están dispuestos a mostrarse verdaderos discípulos del Romano Pontífice, que es lo que caracteriza al católico.