lunes, 12 de agosto de 2024

Puntos controvertidos del Vaticano II: la Iglesia (2/2)

El Concilio Vaticano II no se preocupa tanto de dar una definición de la esencia de la Iglesia, como vemos todavía en Pío XII; sino que, sin rechazar en absoluto tal definición, prefiere mirar más bien a la existencia de la Iglesia, y por tanto prefiere dar una definición o mejor una descripción de tipo histórico-concreto, que subraya las diversidades internas, la evolución histórica, el alternarse de positivo y negativo y los grados de eclesialidad. Por otra parte el Concilio Vaticano II ha reconocido también dogmáticamente diversas teorías teológicas que gozaban hasta ese entonces de una simple certeza o probabilidad en el consenso teológico, donde la continuidad está dada por el hecho que es retomada la misma materia de fe, con la diferencia que aquella doctrina que antes era simplemente patrimonio de los teólogos, con el Concilio ha sido canonizada, o sea elevada al rango de doctrina infalible, aunque no formalmente definida. [En la imagen: una fotografía del joven obispo polaco Karol Wojtyla, junto a otros Obispos, en la Plaza de San Pedro, durante el Concilio Vaticano II, en 1962].

----------Veníamos diciendo que los modernistas de izquierda han tomado impulso en el tema eclesiológico del "Pueblo de Dios" del Concilio Vaticano II para la elaboración de su teoría de la Iglesia popular, o "Iglesia desde abajo", cualificada, en la visión de estos modernistas, como "Iglesia de los pobres y de los oprimidos", que se opone, combate y rechaza a la "Iglesia de arriba", propia del pre-concilio. En esta concepción el fin de la Iglesia no está en absoluto proyectado en el más allá, sino que está todo en el más acá; no admite "otro mundo", sino que el único mundo es este mundo; lo demás es sólo "mitología" o ingenua "apocalíptica".
----------Debe notarse que también los modernitas de derecha, como Karl Rahner y Johann Baptist Metz, cuando tratan de ética política, llegan a las mismas conclusiones que aquellos liberacionistas de izquierda, cosa que está del todo permitida por la propia filosofía hegeliana, de la cual son seguidores, en cuanto que, como es sabido, a la muerte del maestro seguirán las famosas "derecha" e "izquierda", entrambas consideradas, y ellas mismas considerándose, continuadoras del pensamiento de Hegel.
----------Si en cambio leemos los documentos del Concilio sin las lentes proporcionadas por Karl Marx o Georg Hegel, nos daremos cuenta que sí, ciertamente, el Concilio concibe a la Iglesia como "Pueblo de Dios", pero en tanto, retomando el famoso lema de san Ireneo, este pueblo está "reunido en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Y luego el Concilio reafirma exactamente y sin equívocos la responsabilidad de la Jerarquía, instituida por Jesucristo, de enseñar con autoridad el Evangelio y de guiar al pueblo de Dios a la salvación eterna.
----------Esto no quita que el Concilio tenga una rica doctrina sobre los religiosos y sobre los laicos, mostrando con una claridad y una precisión nunca alcanzadas antes por el Magisterio precedente, la dignidad y el rol de los dos grupos -varones y mujeres1-, la libertad de iniciativa a ellos permitida y -en reciprocidad con el clero- la contribución específica e indispensable que ellos deben aportar para la edificación de la Iglesia y para la salvación de la humanidad. Sin embargo, el Concilio mantiene la estructura jerárquica.
----------Sobre la relación varón-mujer, vinculada al matrimonio, a la familia y a la vida religiosa, el Concilio abre nuevas prospectivas referidas al valor mismo de la relación, como "paradigma de la comunión interhumana de las personas". Tal inspiración ofrecida por el Concilio será luego desarrollada por una rica enseñanza del papa san Juan Pablo II sobre aquella que él llamó "teología del cuerpo", una serie de catequesis que él entregó a toda la Iglesia desde 1979 a 1982, cuyo nombre de "teología" no debe ser entendido como si se tratara de una mera opinión teológica del Santo Pontífice, sino que, dirigida a la Iglesia universal y en ejercicio de su oficio docente, es por tanto magisterio pontificio ordinario y, por tanto, definitivo e infalible.
----------El Concilio no distingue ya "Iglesia docente" e "Iglesia discente", pero se continúa hablando de Magisterio infalible de la Iglesia. El Concilio ciertamente insiste sobre el hecho de que sólo Cristo es el Maestro y nosotros somos todos hermanos, pero ciertamente no se complace en absoluto con la idea protestante del rechazo de toda mediación en nuestra relación con Cristo. El Papa mantiene sus prerrogativas y no es válido en absoluto el dicho de Lutero de que "todo cristiano es Papa".
----------Sabemos, sin embargo, en qué gran medida, y por cierto que es para lamentarse, en el postconcilio se han difundido la ambición, la presunción y la desobediencia, que han llevado a tantos teólogos -incluso con títulos académicos-, o bien falsos visionarios y gnósticos, a erigirse en maestros por encima del Papa y de los Obispos, de modo tal que frecuentemente a la gloria que viene de Dios se ha preferido aquella que viene de los hombres, tal vez incluso entre las autoridades eclesiásticas.
----------Un elemento que aparece ausente de la eclesiología conciliar, influenciada también aquí por la general tendencia buenista del Concilio -y esta me parece una laguna pastoral- es la dimensión agonística y combativa de la Iglesia, ciertamente, se entiende, no en el sentido del uso de las armas, sino según ese coraje, esa energía o esa parresia, que siempre han caracterizado a los grandes pastores, a los grandes santos, a los grandes profetas y a los grandes movimientos de renovación y de progreso eclesiales. El Concilio, que ha querido situarse como Concilio de profecía y de progreso, aquí lamentablemente se ha equivocado, por un excesivo temor de recurrir a la severidad, a la polémica, a las lamentaciones y al estilo de los "profetas de desventura".
----------La expresión "Iglesia militante" ha desaparecido, y ha sido sustituida con la expresión "Iglesia peregrina", la cual indudablemente es una expresión buena y correcta, pero de significado diferente, mientras que el significado de la primera expresión no debía ser olvidado. De modo que, también aquí, de esto se ha aprovechado un buenismo desenfrenado, que termina por dar espacio a los violentos, a los prepotentes, a los aprovechadores, a los impostores. Se ha olvidado el aspecto apocalíptico de la Iglesia, estrechamente ligado, por lo demás, al aspecto escatológico y al aspecto profético, que no faltan en el Concilio; pero éstos no pueden ser disociados de aquél, porque se trata de todos los aspectos esenciales de la Iglesia. El Concilio tiende a ver la Iglesia -y esto es un error pastoral, ciertamente, no doctrinal- como una dulce y misericordiosa madre y compañera de viaje junto con el mundo en el tren tranquilo y veloz de la historia, en amable conversación con el mundo, éste también con modos corteses e interesado por una Iglesia que finalmente se ha modernizado, en la dirección de una vida humana siempre más bella, pacífica y avanzada, llamada "escatológica".
----------Éste ha sido un bello sueño, que de hecho -salvo para quien haya querido obstinadamente seguir soñando sin mirar la realidad- se ha interrumpido apenas pocos años después de terminado el Concilio, cuando el papa san Paulo VI, junto con las personas más honestas y con los ojos abiertos, hubo de decir: "Esperábamos una primavera, y en cambio han llegado las nubes y la tempestad".
----------¿Por qué? ¿No ha habido quizás en la pastoral del Concilio demasiada ingenuidad? Y ahora no habrá que tomar medidas? ¿No habrá que hacer un poco de limpieza y recuperar una cierta prudencia y una cierta firmeza que siempre en la Iglesia, aunque siempre en la predominante apertura de ánimo y en la misericordia, han producido los verdaderos avances y los verdaderos progresos? ¿Hemos aprendido la lección?
----------El ingenuo optimismo en las relaciones con el mundo ha sido un error pastoral, pero se trata de un error que no está privado de relaciones con una idea equivocada acerca del estado actual de naturaleza caída, la cual, como ya enseña el Concilio de Trento, se resiente de las consecuencias penosas y digamos también trágicas del pecado original, las cuales comportan la existencia de obstáculos en el camino de la salvación y de fuerzas hostiles que quisieran impedirla (la "carne", el "mundo", y "Satanás").
----------De aquí la necesidad, en ciertos casos, por cuanto respecta al primer punto, de la renuncia y del sacrificio (por ejemplo el martirio o la vida religiosa), mientras que en el segundo caso, del esfuerzo ascético, del justo uso de la fuerza, de la legítima defensa, de la lucha contra Satanás, de la sanción penal. En el primer caso es necesario dejarlo todo, en el segundo es necesario combatir y vencer. En este sentido el Concilio de Trento decía que estas fuerzas hostiles son dejadas por Dios al hombre en la vida presente ad agonem, vale decir, para que se ejercite y se fortifique en el sacrificio y en la lucha.
----------Por cuanto respecta al problema específico del uso de la fuerza pública, por ejemplo la guerra, el Concilio exhorta a los Estados a hacer todo lo posible para resolver pacíficamente los contrastes, pero, retomando la posición tradicional, no excluye el recurso a las armas por una justa causa. Es aquella que tradicionalmente se llama la guerra justa (cf. Gaudium et Spes, nn. 79-82).
----------También sobre este punto lamentablemente se ha producido un malentendido del mensaje del Concilio, poniéndolo en contraste con la enseñanza moral precedente, por lo cual ha surgido un buenismo cursi y sensiblero, y al final hipócrita, que considera violencia cualquier uso de la fuerza, sin darse cuenta que de tal modo se viene a avalar la violencia y la prepotencia de los fuertes contra los débiles.
----------A tal respecto podemos notar el emerger de este buenismo en muchos casos de la actualidad. Un ejemplo: con ocasión de la justa punición que los estadounidenses han infligido años atrás al famoso terrorista Osama Bin Laden. En efecto, hay quien ha dicho que siempre es necesario lamentarse por la muerte de un hombre. Esto es también correcto; pero se ha olvidado agregar que es necesario también complacerse de la actuación de la justicia. No se puede excluir que Osama se haya arrepentido en punto de muerte, pero esto no quita que la justicia humana deba seguir su curso, y cuando ella se actúa, ella es instrumento de la justicia divina. Otros, tratando precisamente de la justicia divina con particular referencia a la expresión bíblica "Dios de los ejércitos", han dicho que una persona inteligente excluye que allí exista una referencia a la fuerza militar. Francamente, mi opinión es que éste sea exactamente un discurso no inteligente, tal como para desmotivar a las fuerzas militares, las cuales son exactamente un baluarte para la justicia y la paz.
----------Buena, ciertamente, ha sido la idea del Concilio Vaticano II de concebir a la Iglesia como esencialmente en relación con el mundo. Esta ha sido una providencial novedad, que tantos buenos frutos ha aportado en estos sesenta años. La Iglesia de Pío XII era una bellísima Señora, pero nos parece un poco aristocráticamente desdeñosa, demasiado segura de sí misma en su espléndido aislamiento. Acaso también aquí encontramos un defecto pastoral, al cual el Concilio ha puesto remedio.
----------Con el Concilio la Iglesia se ha hecho más humilde, ha reconocido más sus límites. Ella sigue siendo ciertamente "luz del mundo", pero reconoce que en lo que respecta a ciertas cosas ella tiene también que aprender del mundo. Reconoce que en la historia ha cometido errores, ciertamente no errores doctrinales, sino pastorales, y verdaderas y propias culpas, incluso graves, concernientes a todos los grupos, de arriba abajo, in capite et in membris. No se siente más como para llamarse "sociedad perfecta", aún cuando la expresión, debidamente explicada, es correcta.
----------Al respecto, vuelvo a decir que ha sido León XIII quien había explicado el significado de Iglesia como "sociedad perfecta": quiere decir que ella tiene en sí todos los recursos necesarios para vivir, reformarse y alcanzar su fin, sin necesidad de sostenes o correcciones que le vengan desde afuera o de más arriba, que no sean la Palabra de Dios y la gracia de Cristo.
----------El hecho en cambio es que en ella, en su aspecto humano y terreno, salvada su santidad como Iglesia, existen -y es lo mínimo que se puede decir- muchas imperfecciones. Ella progresa hacia la perfección, pero esta última la alcanzará sólo en el cielo. Pero el caso es que también aquí de esto se han aprovechado los modernistas, con falsas denigraciones e irrespetuosidades hacia su Madre, confundiendo la falibilidad pastoral con una inexistente falibilidad doctrinal, de modo que hemos llegado a conocer las calumnias de Hans Küng y la historia del Concilio elaborada por la Escuela de Bologna.
----------También en este caso las rupturas no se encuentran en el Concilio, sino sólo en sus malas interpretaciones. La Iglesia en realidad siempre ha sabido que en el mundo existen los aspectos positivos y salvables, se lo ha enseñado el Evangelio, de lo contrario el Padre no habría entregado al Hijo para la salvación del mundo. Pero la Iglesia siempre ha sabido que el mundo, entendido como mundo del pecado, debe ser odiado, combatido y derrotado en una áspera batalla donde es cuestión de vida o de muerte. Es verdad que portae inferi non praevalebunt. Pero esto vale para la Iglesia, ¡no para sus individuales miembros! Una Iglesia que no combate no es ya Iglesia: la única cosa que debemos hacer es luchar con y en la Iglesia.
----------Otro aspecto de la Iglesia, ausente en la encíclica Mystici Corporis de Pío XII pero presente en el Concilio, es aquel que el Concilio llama "índole escatológica de la Iglesia". También aquí tenemos continuidad y progreso. La Iglesia siempre ha sabido -sobre todo por el apóstol san Pablo que retoma las profecías isaianas del Antiguo Testamento- que el Reino de Dios está ya entre nosotros con la venida de Cristo y que por tanto la Iglesia es este Reino ya iniciado, como "pequeño rebaño", como semilla que debe morir para convertirse en un gran árbol, como "caparra o primicia del Espíritu".
----------Una cierta ascética del pasado acentuaba en modo excesivo las miserias del mundo presente con la tendencia a posponer toda felicidad en el más allá. El mundo presente aparecía como mera apariencia ilusoria, caduca y efímera -y aquí pensamos sobre todo en los valores sensibles y materiales-, mientras que la verdad, la certeza, la estabilidad, la verdadera vida, parecían estar reservadas sólo al más allá, por lo demás en una sombra de denso misterio, sin analogía con la vida presente, de la cual se pudiera sacar alguna idea o pregustación de cómo puedan ser las cosas en el otro mundo. La advertencia de Jesús: "a los pobres los tendréis siempre con vosotros" venía imprudentemente por no decir hipócritamente enfatizada, de tal modo de favorecer la inercia y el fatalismo, o para dejar gangrenar situaciones sociales de injusticia, dejar intocables los privilegios, favorecer el egoísta conservadurismo de los ricos, y generar así una estéril resignación a los atropellos, bajo pretexto de que sólo en el más allá se habrá de dar la justicia y la justa compensación para quien en esta tierra ha padecido abusos y explotación.
----------Obviamente en estos razonamientos no faltaba un elemento precioso e irrenunciable, que sigue estando en la espiritualidad conciliar como punto cardinal de nuestra misma vida cristiana, y es el valor redentor del sufrimiento con la esperanza del premio celestial. Pero el Concilio, sin renunciar obviamente a este principio fundamental de la ética cristiana, propone un rostro de comunidad eclesial valiente y amante de la justicia a todos los niveles y en todas las formas, la cual, posiblemente mediante una obra de organización que involucre a todos los grupos, obra intensamente por la eliminación de las injusticias y por ese progreso humano que, como dice el Concilio, sin confundirse con el Reino de los cielos, prepara ciertamente su venida y lo hace pregustar ya desde esta vida. De tal modo el Concilio ha dado el inicio a una serie conspicua de documentos sociales de la Iglesia, a los cuales ha correspondido un más maduro y eficaz empeño de los católicos por la justicia y la paz, también en colaboración con formaciones no-católicas o incluso hombres no-creyentes de buena voluntad.
----------Existía sin embargo en la mencionada eclesiología del pasado un mal disimulado dualismo que, si bien encontraba indudablemente un reflejo en la oposición paulina de espíritu y carne, consecuencia del pecado original, llegaba a hacernos olvidar el dogma de la resurrección de la carne y los profetizados "tierra nueva y cielos nuevos en los cuales habita la justicia". El Concilio, en la línea del "humanismo de la Encarnación", del cual hablaba Maritain, fruto más del enfoque aristotélico-tomista que agustiniano-platónico, esa consecratio mundi de la cual ya Pío XII había hablado, sin olvidar ingenuamente las consecuencias del pecado y por tanto la necesidad de la ascesis y del sacrificio, permite sin embargo a los hombres de hoy una mirada más serena y gratificante sobre las realidades del mundo presente redimidas por la Cruz de Cristo, las cuales en varios modos y medidas prefiguran el mundo de la resurrección sin embargo sin darnos todavía la plenitud.
----------Al respecto del mencionado "humanismo de la Encarnación", y a la inversa de él, el llamado "giro antropológico" de Rahner, tan injustamente famoso, aparentemente en línea con este humanismo, viene en realidad, bajo pretexto de exaltar lo humano, a no ser otra cosa que, en cuanto desarrollo del antropocentrismo moderno de origen cartesiano, una profanación de lo sagrado, una naturalización de lo sobrenatural, una mezquina reducción de lo divino a lo humano y una arrogante confusión de lo humano con lo divino. Véanse mis publicaciones al respecto.
----------En fin, la eclesiología conciliar tiene una fuerte, declarada, programática, caracterización ecuménica, y en su límite interreligiosa. Y es sobre este punto que han nacido las más graves dificultades y equívocos. Es aquí que -para complacerse o para escandalizarse- hay quienes han visto mayormente las rupturas con el pasado. Es aquí a lo que apuntan todas las acusaciones al Concilio, provenientes de los lefebvrianos, de antropocentrismo, de naturalismo, de iluminismo, de indiferentismo y de liberalismo.
----------Podríamos resumir toda la novedad de la doctrina eclesiológica conciliar en dos puntos. Primero, mientras que hasta Pío XII el concepto de Iglesia aparece como unívoco, con el Concilio aparece uno nuevo, que no anula el precedente, sino que se le agrega y lo perfecciona: una noción analógica de Iglesia.
----------Segundo punto. El Concilio no se preocupa tanto de dar una definición de la esencia de la Iglesia, como vemos todavía en Pío XII; sino que, sin rechazar en absoluto tal definición, no obstante abundantemente apoyada en la Escritura y en la Tradición, por lo tanto presuponiéndola y de hecho reafirmándola, prefiere mirar más a la existencia de la Iglesia, y por tanto dar una definición o mejor una descripción de tipo histórico-concreto, que subraya las diversidades internas, la evolución histórica, el alternarse de positivo y negativo y -cosa fundamental y original- aquellos que podríamos llamar los grados de eclesialidad. Es aquí que debemos hacer intervenir, para entender al Concilio, las dos categorías metafísicas de la analogía y de la participación. Con ello surge también un concepto más articulado de pertenencia a la Iglesia.
----------El aspecto analógico de la Iglesia está ya implícito en el concepto unívoco. Como ya hemos visto para la definición belarmiana de Iglesia: ella es precisa y unívoca; pero no es demasiado difícil darse cuenta, para una profunda reflexión sobre la esencia y sobre la existencia de la Iglesia, que esa descripción deja transparentar o entrever la posibilidad de ampliaciones analógicas de significado, ellas también correspondientes a la realidad del misterio de la Iglesia tal como nos es presentado por la Revelación.
----------La doctrina sobre la Iglesia enseñada por el Concilio Vaticano II ha reconocido también dogmáticamente diversas teorías teológicas que gozaban hasta ese entonces de una simple certeza o probabilidad en el consenso teológico, pero que no habían entrado aún en el patrimonio oficial de la doctrina católica. Entre esas teorías teológicas podemos recordar: la distinción entre dones jerárquicos y dones carismáticos, el sacerdocio común de los fieles, la naturaleza y la misión de los laicos, la vocación universal a la santidad, el aspecto escatológico de la vida religiosa, la índole escatológica de la Iglesia, la comunión entre la Iglesia terrena y la Iglesia celestial, la relación de la Santísima Virgen María con la Iglesia.
----------Aquí la continuidad está dada por el hecho que es retomada la misma materia de fe, con la diferencia -y aquí está la novedad- que aquella doctrina que antes era simplemente patrimonio de los teólogos, con el Concilio ha sido canonizada, o sea elevada al rango de doctrina infalible, aunque no formalmente definida. Pero uno de los puntos más importantes, como veremos en el próximo artículo de esta misma serie, donde se ha verificado este reconocimiento, es la doctrina de la colegialidad episcopal.

30 comentarios:

  1. Estimado padre Filemón: discúlpeme la intromisión con un comentario ajeno al tema del artículo, pero como el mendocino Rubén Peretó ha sido tema en este blog en posts de la semana pasada, quisiera señalarle su publicación de hoy: "Newman, asentimiento real y fe". Toca el tema de la gnoseología y de la fe, que usted ha tratado mucho. ¿Me podría dar su parecer, si no es demasiada molestia?

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    1. Disculpe, pero, ¿el Santo Padre ha encargado al padre Filemón la defensa de la Iglesia respecto a los supuestos errores de los lefebvrianos? ¿El padre Filemón ha recibido algún mandato de alguna autoridad superior para tomar bajo su responsabilidad esa tarea?

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    2. Domingo Custorella13 de agosto de 2024, 6:25

      Linum fumigans es uno de los pocos sitios católicos confiables, no conteniendo ni modernismo anticatóico ni ultratradicionalismos.

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    3. Para ser un sitio o blog católico hay que tener el aval de un obispo.
      Éste, hasta que lo demuestre, no lo tiene.

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    4. Estimado José,
      le agradezco la referencia al artículo del Dr. Rubén Peretó Rivas en su blog Caminante-Wanderer. Lo he leído y paso a darle mi parecer, aunque brevemente.
      Por cierto, debe ser valorada en positivo la hermosa exposición que Peretó hace de la gnoseología de San John Henry Newman.
      La relación que Newman establece entre conocimiento nocional y conocimiento real se encuentra en la línea de la tradicional visión cristiana del saber, que debe ser animado por el amor. Un puro nocionismo sin amor solamente daña las relaciones humanas y no es agradable a Dios.
      Ahora bien, por cuanto respecta al juicio que Peretó da sobre las palabras que el Card. Zuppi ha usado para referirse a la concepción de la escritora italiana Michela Murgia, relativa a la familia queer, es un juicio que comparto parcialmente. Efectivamente, me ha parecido también a mí imprudente que el Cardenal retomara la palabra queer usada por Murgia, que es una palabra que Murgia, como sabemos, también la usaba en el caso de las parejas homosexuales.
      Sin embargo, si nosotros leemos el contexto de las palabras pronunciadas por el Cardenal Zuppi, nos damos fácilmente y perfectamente cuenta de que al fin y al cabo el Cardenal no ha hecho más que elogiar lo que es el instituto civil de la adopción, en sus formas históricas ya conocidas o en formas nuevas que puedan surgir en la actualidad.
      Por cuanto respecta al Papa, sabemos bien cómo el papa Francisco se expresa: por un lado, cuando habla como Papa en el campo doctrinal, litúrgico y moral, es muy claro; pero por otro lado, cuando habla fuera de su oficio magisterial, es necesario no dar demasiada importancia a cuanto dice, porque no habla ex cathedra, sino simplemente en una forma coloquial y a veces incluso en forma bromista.
      Por cuanto respecta a la aplicación que el Dr. Peretó hace de la gnoseología de Newman al Card. Zuppi y al Papa, debemos decir francamente que Peretó es demasiado severo (y digo poco) cuando afirma al final de su texto y como conclusión: "Se trata de dos tipos de asentimientos: nocional y real. Se trata, en el fondo, de dos tipos de fe. O, mejor aún, de fe católica y de ausencia de ella, pues ha sido reemplazada por una noción que permanece en el ámbito abstracto de la mente pero que no se realiza"
      En efecto, lo que Peretó viene a decir con estas palabras es prácticamente la acusación hecha a Zuppi y al Papa de carecer de fe católica, cosa que evidentemente es inaceptable.
      Naturalmente, a quienes conocen los escritos del Dr. Peretó en su blog, no pueden maravillar la conclusión de este artículo. De hecho, para quien conozca sus publicaciones habituales, está muy claro que su inicial tratamiento de la gnoseología expuesta por el cardenal Newman, no ha tenido otro propósito más que el de concluir criticando a un eminente Cardenal de la Iglesia y al propio Romano Pontífice. Este ha sido el único objetivo de su artículo, como ocurre casi siempre en su blog. Una vez más se pone de manifiesto la situación cismática en la que se ubica Peretó y la promoción y difusión que hace de notorias herejías.

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    5. Estimado Andrés,
      para detectar los errores de los lefebvrianos no hay necesidad de un mandato oficial del Papa ni del d propio Obispo, sino que es suficiente con ser buenos católicos, celantes, íntegramente fieles a la sana doctrina, obedientes al Papa, amantes de la Iglesia y de las almas, todas cualidades que muchos sacerdotes y laicos poseen de manera excelente. Seguramente yo no tenga esas cualidades en la medida que las tienen otros, pero puedo detectar sin dificultad los errores lefebvrianos, explicar su condición de errores, los motivos por los cuales son errores contra la razón o contra la fe y, en definitiva, refutarlos, sugiriendo a los lectores remedios contra ellos.
      En esta tarea no me arrogo ningún derecho de dar órdenes ni al Papa ni a mi propio Obispo, lo cual sería una cosa simplemente ridícula (más bien son los lefebvrianos los que pretenden tener el derecho de enseñarle la doctrina de Cristo al Papa, y de indicarle cómo debe guiar a la Iglesia). Lo que por mi parte simplemente trato de hacer es recordar, con modestia y competencia, lo que los Papas mismos han hecho (san Paulo VI, san Juan Pablo II y Benedicto) y están haciendo hoy (Francisco) para resolver la cuestión del lefebvrismo.
      Además, a ningún cristiano se le prohíbe proponer al Papa algunas sugerencias o iniciativas o expresarle alguna reserva respetuosa sobre puntos acerca de los cuales el Papa puede equivocarse.

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    6. Sí, estoy totalmente de acuerdo con usted, padre, no se puede ser o definirnos católicos romanos desobedeciendo continuamente al Magisterio pontificio . Si se cultivan estas actitudes, sería mejor abrazar el sedevacantismo en una de sus formas o la Iglesia ortodoxa y cortar de inmediato con ciertas ambigüedades. Pero el punto de la cuestión no se refiere a estos temas , sino al hecho de que a veces me parece que se confunde deliberadamente cisma con herejía declarada, lo que en realidad no es poco grave incluso desde el punto de vista canónico El cisma puede estar libre de herejía, pero no lo es automáticamente,en cuanto que en el cisma se cortan los vínculos oficialmente con el gobierno ,con la administración y jurisdicción del Obispo de Roma ,mientras que con el acto de herejía se impugnan directamente artículos de fe Si se deben plantear las correctas quejas y objeciones doctrinales a la FSPX ,se haga en espíritu de verdad, sin forzar los términos de la cuestión y sin confusión.

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    7. Estimado Domingo,
      le agradezco su consenso, aunque las calificaciones tajantes, sin explicaciones, nos dejan sin saber del todo a qué nos referimos. Espero que con sus calificativos de "modernismo anticatólico" o "ultratradicionalismos" estemos entendiendo lo mismo. Si tiene alguna duda o pregunta que hacer al respecto, no tiene más que preguntarme.

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    8. Estimado Anónimo,
      para desarrollar un blog católico como el que aquí propongo, no hay que pedir permiso al Obispo. Aunque si eso es lo que a usted le preocupa, quédese tranquilo, pues mi Obispo sabe perfectamente las actividades que desarrollo y complacido está con ellas.
      Han quedado lejos las épocas en que se precisaba el "nihil obstat" para poder hacer público el pensamiento católico a nivel de prensa.
      La "demostración" (como usted dice) de mi condición de católico la ofrezco a los lectores al remitirme constantemente al Magisterio de la Iglesia en todos mis artículos.
      Ciertamente, tratándose también este blog de una obra humana, no evita ser también una obra falible, y por eso, en la portada y en cada página de este blog pongo por delante la advertencia a los lectores que usted puede encontrar en todas y cada una de las páginas: "Tenga el lector en cuenta que las opiniones, cuando ellas se expresan en este blog en cuanto opiniones, no son afirmadas como parte del Magisterio de la Iglesia, sino como opiniones del autor, en cuanto creyente católico. Sin embargo, el autor se esfuerza, espera, y reza para que las opiniones personales que aquí se expresan sean siempre conformes al Magisterio de la Iglesia y estén respaldadas por él".
      Por consiguiente, si usted piensa que alguna de mis publicaciones incluye alguna afirmación o tesis no católica, le invito encarecidamente a hacérmelo saber, para conocer su parecer, reflexionar y así discernir la corrección o incorrección de la crítica que me hace, y responderle en consecuencia.

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  2. No es cierto. El padre Javier Olivera Ravasi enseña claramente que el modernismo y el progresismo son lo mismo.
    Y en este blog se le rinde culto al progresismo.
    El padre Filemón es progresista o sea que es modernista.

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    1. Estimado Claudio,
      usted puede entender perfectamente que no tiene sentido discutir meramente por palabras, las cuales sólo tienen la función de expresar nuestros conceptos o ideas.
      Si alguien dice que las palabras "progresismo" y "modernismo" significan lo mismo, lo primero que ese tal debe hacer es explicar su significado, es decir, el concepto que expresan.
      Ahora bien, si usted repasa los artículos en los que yo me he referido a este tema en mi blog, verá que he tomado mucho cuidado en definir por una parte lo que es el "modernismo" (y aquí me remito fundamentalmente a la enseñanza del papa san Pío X en la Pascendi), y por otra parte lo que yo entiendo por "progresismo", como sana actitud que se preocupa por hacer crecer, desarrollar y esclarecer cada vez más nuestra comprensión de la inmutable divina Revelación y sus consecuencias para nuestra vida.
      Precisamente contra los que confunden este progresismo así definido (en cuanto esencial actitud del cristiano, fiel al Evangelio) con el modernismo condenado por la Iglesia, es que yo hablo de un "sano progresismo", para diferenciarlo del pseudo progresismo o modernismo, tanto como hablo de un "sano tradicionalismo", para diferenciarlo del pseudo tradicionalismo, que es el lefebvrismo, o el filolefebvrismo, o el indietrismo o el pasadismo (del cual es partidario el padre Olivera Ravasi, que usted ha mencionado).
      En todo caso, quien diga que modernismo y progresismo son lo mismo, deberá entonces dar prueba de aceptación del progreso en la Iglesia, de aceptación de las nuevas doctrinas enseñadas por el Concilio Vaticano II, prueba de la aceptación plena del Novu Ordo Missae, y de aceptación del actual Magisterio de los Papas del postconcilio, prueba que lamentablemente, hasta donde llega mi conocimiento, el padre Olivera Ravasi no ha dado todavía.

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    2. Estimado Claudio,
      por cuanto respecta a la acusación que me hace de ser "progresista-modernista", es curioso que me la haga, porque parejamente recibo acusaciones de ser un "conservador". Esta acusación a doble fuego, me induce a pensar que mi postura es la correcta, la católica, de fidelidad a la Tradición tal cual vive en las enseñanzas de la Iglesia, hasta el Magisterio actual.
      Creo que tiene suficientes pruebas en este blog de mi no adscripción al modernismo, al cual me preocupo repetidamente por poner en evidencia y refutar sus errores, sea el modernismo en su vertiente rahneriana, o en su vertiente schillebbeckxiana, o en su vertiente küngiana, o en cualquier otra. Repase pues, al respecto, este blog, y verá que lo hago, y en una medida que no veo que hagan otros que se autodenominan "anti-modernistas" o "tradicionalistas".
      Por cuanto al calificativo de progresista, sí, efectivamente lo soy, como ha sido progresista santo Tomás de Aquino respecto a su tiempo, o como ha sido progresista el Concilio Vaticano II. Efectivamente soy progresista, pero en el sentido católico del término (que sobradamente he explicado en mis artículos) y no progresista en el falso sentido en que lo entienden los modernistas.

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  3. Nunca voy a terminar de entender por qué se puede se puede ser protestante, budista, musulmán, judío, ortodoxo, pachamamaista, lgbtista, etc, etc, y ser visto con buenos ojos por Francisco y compañía (llámese Tucho Fernández, James Martin, o un cibercura que se hace llamar Fray Filemón), pero no se puede ser lefebvrista.
    Es decir, a todos siempre se les miran sus bondades y se los respeta, pero cuando se trata de un lefevbrista ya no hay tantas consideraciones.
    Al final parece que vale todo...
    Menos decir que no vale todo, claro está.

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    1. Estimado Anónimo,
      entiendo que usted me dice esto sea porque es lefebvriano o porque simpatiza con los lefebvrianos (es decir, es filolefebvriano) o bien porque entiende que existe una actuación injusta por parte del Papa en su oficio de Maestro de la Fe y de gobierno de la Iglesia.
      Ahora bien, tenga usted presente que el movimiento suscitado por mons. Lefebvre ha sido indudablemente una llamada a la sana doctrina y a la tradición y se ha dado cuenta del renacimiento del modernismo que tuvo lugar después del Concilio Vaticano II.
      Sin embargo, como se sabe, mons. Lefebvre no ha entendido que las doctrinas del Concilio y la consiguiente reforma litúrgica a la cual ellas han dado lugar, no son en absoluto modernistas, ni liberales ni protestantes.
      Por eso, lamentablemente, su movimiento se ha situado en un estado cismático con respecto a los Papas del postconcilio, quienes nos han explicado el verdadero sentido del Concilio y el verdadero sentido de la Tradición. Además, ustedes, los lefebvrianos, se permiten acusar de herejía al Concilio y a los Papas del postconcilio. Por lo tanto, no es de extrañar que lleguen las llamadas y reclamos por parte del Sumo Pontífice y la invitación a volver a entrar en la Iglesia Católica aceptando las nuevas doctrinas del Concilio, como ha afirmado el papa Benedicto.
      En lo que se refiere al diálogo interreligioso, el Concilio reafirma la primacía del cristianismo sobre todas las demás religiones. Al mismo tiempo, el Concilio nos hace presente la existencia de una religión natural, en la cual todos los hombres convergen y acuerdan por el hecho mismo de ser sujetos racionales y, por tanto, capaces de captar los valores morales universales y la existencia de Dios.
      Por cuanto respecta a los modernistas, tenga presente que el Santo Padre, además de haber reiterado sus defectos ya condenados por otros Papas, como por ejemplo el idealismo y el subjetivismo, el papa Francisco ha añadido otras condenas contra el gender, el gnosticismo y el neopelagianismo.
      Usted puede comprender muy bien que, por una parte, una cosa es la relación del Sumo Pontífice con "protestantes, budistas, musulmanes, judíos, ortodoxos, pachamamaistas, lgbtistas, etc". Con ellos el Papa no tiene poder jurídico de excomunión ni de declaración de cisma, sino que a lo sumo puede denunciar sus errores sin dejar al mismo tiempo de trabajar para que todos los hombres se salven. Pero, por otra parte, otra cosa distinta es la relación del Papa con ustedes, los lefebvrianos (suponiendo que usted lo sea), pues los lefebvrianos se autodenominan católicos y, por tanto, están bajo la jurisdicción del Papa.

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    2. Es un grosero error hablar de que el cristianismo tiene la primacía sobre las otras religiones. El cristianismo es la única religión revelada y verdadera. Las otras religiones son intentos humanos de acercarse a lo trascendente.

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    3. Estimado Nicolas,
      cuando hablo de la primacía del cristianismo sobre las otras religiones, soy muy consciente de que el cristianismo es la única religión revelada, pero tenga presente que la religión revelada supone la religión natural y en este sentido el Concilio Vaticano II admite que en las otras religiones existen verdades, aunque mezcladas con errores, que convergen hacia Cristo y derivan de Cristo, aún cuando la plenitud de la verdad está contenida solo en la religión cristiana.
      Además, el Concilio nos recuerda la existencia de las tres religiones monoteístas, judía, cristiana y musulmana, que convergen entre sí en el plano de la religión natural, aunque también aquí la plenitud de la verdad está solo en la religión cristiana, mientras que las otras no están libres de error.

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    4. Su declaración es insuficiente. Las otras religiones son básicamente falsas. Que tengan elementos de verdad no quitan su falsedad esencial. "Bonum ex integra causa, malum ex quocumque defectu"

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    5. Estimado Nicolás,
      el axioma latino que usted cita necesita de una correcta interpretación. Cuando se habla de "defectum", de defecto, esto quiere decir que si en un conjunto de elementos positivos falta alguno, este conjunto es defectuoso. Pero usted debe notar que la misma existencia del mal, entendido como defecto, supone la existencia del bien, que viene disminuido, pero no suprimido por completo por el defecto que se encuentra en ese conjunto.
      Ahora bien, como enseña el Concilio Vaticano II, las tres religiones monoteístas constituyen un conjunto de verdades salvíficas; reconocen y adoran a un solo Dios personal, sapiente, omnipotente, justo, providente, misericordioso y creador. Se trata evidentemente aquí de verdades altísimas, que son comunes a las tres religiones monoteístas.
      Pero, como ya le he dicho, si en el judaísmo y en el islamismo están presentes estas altísimas verdades, esto no quita que en ellos estén presentes errores o lagunas que en cambio están ausentes en el cristianismo.
      Es verdad que la Biblia dice que los dioses de los paganos son demonios. Ciertamente, la idolatría y el politeísmo se pueden considerar como doctrinas que ocultan una influencia diabólica. Sin embargo, sabemos bien cómo Dios quiere salvar a todos los hombres, por lo cual permite a todos conocerle y les da la posibilidad de obedecer su Ley, aunque ellos sin culpa no conozcan a Cristo.
      ¿Y cómo se libran del demonio? De la misma manera que nos liberamos nosotros, los cristianos, es decir, prestando atención a la voluntad de Dios que nos habla en nuestra conciencia.

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    6. Una religión es un todo accidental o moral. Como tal, tiene una esencia, especificada por su fin. En el caso del Islam, por ejemplo, el fundamento es la supuesta revelación hecha a Mahoma por parte de Dios. Ergo, toda la religión es falsa. Tendrá elementos positivos, hasta la masonería y el satanismo los tienen, pero es fundamentalmente falsa. Aplíquese lo mismo a todas las falsas religiones, por ejemplo el judaísmo actual se basa en que el Mesías no ha venido y que Cristo era un falsario.
      Las verdades que puedan contener son aleatorias y per accidens. Esto es Summa contra Gentiles básica, me extraña que un dominico no tenga esto claro.

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    7. Estimado Nicolas,
      por cuanto respecta a Mahoma, indudablemente ha recibido falsas inspiraciones, como por ejemplo la pretensión de que el ángel Gabriel le haya revelado que Jesús no es Dios. Sin embargo, la declaración Nostra Aetate del Concilio Vaticano II, como le dije, hace presente el hecho de que en las otras dos religiones monoteístas el concepto de Dios es sustancialmente correcto.
      Le hago presente además que la percepción de la verdad religiosa tomada de cualquier hombre y en cualquier religión no es un hecho accidental o casual, sino el efecto preciosísimo de la divina Providencia que ilumina la razón humana, porque quiere que todos los hombres sean salvos.
      Por eso debo decirle francamente que su citación de santo Tomás es incorrecta. En efecto, santo Tomás admite la posibilidad, por parte de la simple razón, de saber que Dios existe y es el remunerador de la conducta humana.
      Además le hago presente que la virtud de religión, que es común a las tres religiones monoteístas y que caracteriza la religión natural, que puede ser determinada por la simple razón natural común a todo hombre, no es para nada un hecho accidental, sino que pertenece a la sustancia de la vida moral.
      Por cuanto respecta al judaísmo, el rechazo a admitir la divinidad de Cristo no quita en el judaísmo, como reconoce el Concilio, el valor de la fe en Abraham y en Moisés, y por tanto la percepción del valor de la ley divina.

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    8. Estimado Filemón, me da la impresión de que confunde la ¨religión natural¨ con las ¨falsas religiones supuestamente reveladas¨. La religión natural son los conocimientos que la razón humana puede tener sobre Dios. Las religiones supuestamente reveladas son relatos falsos, muchas veces plagados de patrañas y de inventos francamente demoníacos. No por nada el salmista nos recuerda que todos los dioses de los paganos son demonios.
      Por otra parte, lo noto, influido quizas por la descripción también bastante buenista del Concilio, algo ingenuo con las religiones falsamente reveladas, que son extremadamente nocivas. Por ejemplo, el Islam tiene por principio básico la violencia, que es la forma de difusión de su doctrina; cree en un Dios vengativo y voluntarista; descree de la libertad humana, sostiene la prolongación orgiástica de placeres carnales en la otra vida; confunde el poder secular con el religioso; somete servilmente a la mujer, etc. Los elementos positivos son el saborizante que pueda contener un veneno. No se engañe, el dios de los musulmanes no es Dios, es un ídolo inventado por el infeliz Mahoma.

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    9. El valor de la fe en Abraham y en Moisés únicamente existe en la medida que se acepte que ambos profetizaron la venida de NSJC. Creer en Abraham o Moisés y no creer que en Belén nació el hijo de Dios por parto virginal de una jóven llamada María es lo mismo que creer en los marcianos...
      No pretenda engañarnos tan fácilmente Fray Filemón

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    10. Estimado Nikolaus,
      yo distingo la religión natural, que es una conclusión de la razón práctica y es una virtud humana, de la religión sobrenatural instituida por nuestro Señor Jesucristo, cuyos contenidos son verdades de fe y cuyos preceptos son la puesta en práctica de estas verdades de fe.
      Por cuanto respecta a la religión musulmana, no tengo dificultad en admitir que Mahoma haya sufrido alguna influencia diabólica, que se encuentra en el origen de las doctrinas erróneas de su religión. Pero, habiendo dicho esto, nosotros como buenos católicos debemos escuchar lo que nos enseña el Concilio Vaticano II en la declaración Nostra Aetate, donde se dice que también Mahoma ha adorado al único verdadero Dios, creador del cielo y de la tierra, aunque no haya conocido o haya despreciado el misterio de la Santísima Trinidad.
      Por desgracia, esta misma ceguera de Mahoma afecta a sus seguidores desde hace catorce siglos. La esperanza que nos infunde el Concilio es que nosotros, los cristianos, con la oración, con el buen ejemplo y con la persuasión, convenzamos a nuestros hermanos de corregirse de su error y aceptar la verdad.

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    11. Esrtimado Anónimo,
      el Concilio Vaticano II nos recuerda a Abraham como padre de las tres religiones monoteístas. Nosotros los cristianos sabemos que Cristo proviene de Abraham. Nuestros hermanos judíos y musulmanes no están iluminados por aquella verdad según la cual Cristo es el Hijo de Dios.
      La pregunta que surge es acuciante: ¿Cómo es que, a pesar de los muchos testimonios cristianos a lo largo de los siglos, estos hermanos, tanto los judíos como los musulmanes, todavía hacen resistencia a la verdad sobre Cristo?
      Es necesario decir que nosotros los cristianos no siempre hemos dado el buen ejemplo.
      Sin embargo, confiémoslos a Dios, oremos por ellos y sigamos obrando para su salvación, porque Cristo también ha muerto por ellos.

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    12. Y sin embargo la objeción sigue sin contestarse. No hay NINGÚN valor en creer en Abrahám o Moisés si no se cree en NSJC. TODO lo que nos rodea no son más que medios para alcanzarlo a ÉL, por quién fueron hechas todas las cosas...por Él, con Él y en Él.

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    13. Estimado Anónimo,
      es verdad que si no se cree en Jesucristo es inútil creer en Abraham y en Moisés. El Concilio, cuando subraya la importancia de nuestra común fe en Abraham junto con los judíos y musulmanes, no pretende en absoluto decir que para ellos sea suficiente creer en Abraham.
      Por otra parte, como usted sabe bien, muchos de estos hermanos nuestros pueden ignorar a Cristo en buena fe. Al mismo tiempo, Dios da a todos los medios para salvarse. Al mismo tiempo, es imposible salvarse sin Cristo. Quiere decir entonces, como ya enseñó el beato Pío IX, que quien ignora a Cristo sin culpa tiene en él una fe implícita, por lo cual se salva gracias a Cristo, pero solamente en base a esta fe implícita. Una referencia evangélica puede ser Mateo, cap. 25, donde Cristo admite en el paraíso del cielo a los que han hecho obras de misericordia, sin saber que sirviendo a los necesitados han servido a Cristo.

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    14. Pero también está dicho "Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, de nada me sirve ".
      Siga buscando la quinta pata

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    15. Estimado Anónimo,
      le hago presente que usted cita aquí un pasaje de san Pablo incorrectamente, es decir, a despropósito.
      En efecto, los misericordiosos, que son glorificados por Cristo en el juicio universal, son aquellos que han actuado en nombre de la caridad, vale decir, por el amor de Cristo, aun sin ser conscientes de ello. Es decir, han reconocido la dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios y redimida por Cristo.

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    16. "...han actuado en nombre de la caridad, vale decir, por el amor de Cristo, aun sin ser conscientes de ello. Es decir, han reconocido la dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios y redimida por Cristo"
      Sr. cibercura, lo que UD dice no es cierto.
      La caridad implica el amor de Dios, y usted pretende que se puede tener caridad sin saber que se está amando a Dios.
      Nadie puede amar lo que no conoce. Primero debe actuar la inteligencia conociendo aquello que luego por la voluntad se quiere.
      Nadie puede querer (o amar) lo que no conoce. Y el amor de Cristo bajo ningún punto de vista se puede reducir a reconocer la dignidad de la persona humana (sic), sin más. No hay dignidad alguna en la persona humana si no es por la gracia de Cristo.
      La dignidad pretendida por el "magisterio" conciliar es una novedad modernista. No hay dignidad simpliciter, sino que la dignidad se da secundum quid, en la medida que la gracia santificante nos dignifica.
      Lo único que merecemos sin la gracia es el infierno eterno, por más que les pese...
      Cada vez muestra más su cara, Sr Don cibercura

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    17. Estimado Anónimo,
      ateniándonos al cap. 25 de Mateo es necesario admitir que los que son premiados por Cristo poseen la caridad. ¿Y cómo la poseen? No gracias a una fe explícita en Cristo, porque cuando Cristo les da las gracias se maravillan. Sino que poseen la caridad en virtud de una fe implícita, como ya enseña el Beato Pío IX.
      Está claro que la caridad es ante todo el amor de Dios. Pero del hecho de que Cristo les da gracias, nosotros deducimos que estas personas tenían caridad, porque Cristo no puede recompensar a nadie que no tenga la caridad. Poseían la caridad, sin tener conciencia de ella, porque cuando hacían el bien no se daban cuenta de hacerlo implícitamente a Cristo.
      Ahora bien, siempre según la enseñanza de Pío IX, incluso una persona que no conoce a Cristo, pero se dedica al bien del prójimo, sirve implícitamente a Cristo, por lo cual esta persona le es agradable a Cristo y recibe esa gracia, que está en la base de la caridad.
      Es verdaderísimo que no podemos amar lo que no conocemos, pero en Mateo 25 Cristo hace entender que aquellos misericordiosos con el prójimo lo amaban a Él sin tener conciencia de ello.
      Por cuanto respecta a la dignidad humana, ciertamente ella no basta por sí sola para la salvación, aunque sea necesaria la obediencia a la ética natural. Pero lo que estoy diciendo es precisamente que esos misericordiosos con el prójimo son salvados porque poseían, sin tener conciencia de ello, la gracia, la fe y la caridad, que son virtudes infusas y sobrenaturales.
      Le hago presente que la dignidad humana reconocida por el Concilio Vaticano II tiene, según el Concilio, su plenitud en la vida de gracia y de caridad. Acusando al Concilio de modernismo o bien de pelagianismo, es como si usted acusara al Concilio de herejía. Pero quien se atreve a hacer una acusación de este tipo es a su vez herético, porque las doctrinas de los Concilios son infalibles, aunque no contengan definiciones solemnes de nuevos dogmas.
      Estoy de acuerdo que lo único que merecemos sin gracia es el infierno. Pero recuerde que cualquiera de nosotros en buena fe sigue la recta conciencia y se dedica a las buenas obras, como enseña Mateo 25, es recompensado con el paraíso del cielo, porque recibe la gracia de una fe implícita, que le proporciona la caridad necesaria para la salvación.

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