martes, 6 de agosto de 2024

Puntos controvertidos del Vaticano II: la Revelación

Es evidente que en las culturas humanas y en su evolucionar en el tiempo no faltan los errores, pero estos vienen también individuados precisamente en base a los principios de razón y de fe que la misma divina Revelación, Sagrada Escritura y Sagrada Tradición, se encargan de enseñarnos y transmitirnos gracias a la mediación del Magisterio de la Iglesia. Por lo tanto, tampoco aquí existe ninguna ruptura entre las enseñanzas del Concilio Vaticano II y el Magisterio precedente, sino continuidad en el progreso. [En la imagen: Karl Rahner y Joseph Ratzinger, peritos teólogos, en una de las tantas reuniones de labor durante los años del Concilio Vaticano II].

----------El Vaticano II presenta un nuevo concepto de Revelación respecto al del Vaticano I, nuevo obviamente no en el dato revelado como tal, sino en referencia a nuestro modo de conocer, mejorado respecto al modo precedente. Tenemos aquí una novedad dogmática, aunque no definida como tal, y sin embargo dogmática en cuanto se trata de materia de fe que ya estaba definida por el Vaticano I.
----------Ahora bien, así como el Concilio Vaticano II vuelve sobre esta materia, la divina Revelación, debemos considerar por cierto que también el pronunciamiento del Concilio Vaticano II, aunque de contenido conceptual diferente, sea a su vez infalible como lo ha sido el del Concilio Vaticano I.
----------Respecto a ello debemos abrir un breve paréntesis. Cuando se habla de "contenido" del conocimiento -aquello que el conocimiento "contiene"-, ya sea tal conocimiento de razón o de fe, se pueden entender dos elementos: el contenido objetivo, o sea la cosa conocida en cuanto conocida; o bien el contenido conceptual (conceptus obiectivus), o sea la representación de la cosa, el juicio sobre la cosa, lo que la mente capta de la esencia de la cosa. Ahora bien, en el caso del Dato Revelado, o sea lo que es necesario creer, la cosa a creer, ella es evidentemente inmutable, tratándose ella de verdad o Palabra de Dios. En cambio, dado el carácter progresivo del conocer humano, si por "contenido" entendemos los conceptos o las proposiciones (los dogmas), aquí debemos hacer una ulterior distinción: una cosa es el concepto inicial, basilar o fundamental de un dato revelado (aquí la misma esencia de la Revelación) y otra cosa son los conceptos que de ello se pueden deducir explicitando el concepto inicial. Aquí tenemos efectivamente una pluralidad de conceptos diferentes, que se agregan los unos a los otros, pero todos reconducibles a aquel inicial como sus simples explicaciones, aclaraciones explicitaciones o deducciones. Esto es el progreso dogmático, preparado por la investigación teológica y avalado, cuando los resultados son ciertos, por el Magisterio de la Iglesia.
----------Cerrado el paréntesis, vuelvo al tema: decíamos que así como el Concilio Vaticano II vuelve sobre esta materia, o sea, la divina Revelación, debemos considerar por cierto que también el pronunciamiento del Concilio Vaticano II, aunque de contenido conceptual diferente, sea a su vez infalible como lo ha sido el del Concilio Vaticano I. Contenido diferente no en el sentido que los dos Concilios enseñen dos cosas diferentes, sino en el sentido que hacen avanzar o progresar, necesariamente con dos doctrinas diferentes, el conocimiento de la misma cosa, en este caso específico la esencia de la Revelación.
----------Como resulta de un informe hecho por un estudio en gran profundidad (véase: Peter Paul Saldanha, Revelation as “self-communication of God”. A Study of the Influence of Karl Barth and Karl Rahner on the Concept of Revelation in the Document of the Second Vatican Council, Urbaniana University Press, Roma, 2005), el concepto de Revelación enseñado por el Concilio Vaticano II ha nacido de una colaboración entre Joseph Ratzinger y Karl Rahner. Un eco de tal colaboración es posible verlo en la obra escrita en colaboración entre ambos, Revelación y Tradición (editorial Herder, Barcelona 1970).
----------El nuevo concepto de Revelación supone la enseñanza del Vaticano I, que la entiende como revelación por parte de Dios de Su propia Esencia y como enseñanza verbal de verdades sobrenaturales -la Palabra de Dios- como doctrina formulada en conceptos y por consiguiente en tal sentido objeto de conocimiento. El Vaticano II en la constitución dogmática Dei Verbum supone claramente esta concepción magisterial de la Revelación, pero ve mayormente la Revelación como "autocomunicación divina".
----------Confrontemos el texto del Vaticano I con el del Vaticano II. Vaticano I: "Eadem Sancta Mater Ecclesia tenet et docet, Deum, rerum omnium principium et finem, naturali humanae rationis lumine e rebus creatis certo cognosci posse; invisibilia enim ipsius, a creatura mundi, per ea quae facta sunt, intellecta, conspiciuntur (Rom. I.): attamen placuisse eius sapientiae et bonitati, alia, eaque  supernaturali via se ipsum ac aeterna voluntatis suae decreta humano generi revelare, dicente Apostolo: Multifariam, multisque modis olim Deus loquens patribus in Prophetis: novissime, diebus istis locutus est nobis in Filio (Heb 1,1-2)" (Denz.3004).
----------Versión española: "La misma santa Madre Iglesia sostiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana partiendo de las cosas creadas; porque lo invisible de El, se ve, partiendo de la creación del mundo, entendido por medio de lo que ha sido hecho (Rm 1,20); sin embargo, plugo a su sabiduría y bondad revelar al género humano por otro camino, y éste sobrenatural, a sí mismo y los decretos eternos de su voluntad, como quiera que dice el Apóstol: Habiendo Dios hablado antaño en muchas ocasiones y de muchos modos a nuestros Padres por los profetas, últimamente, en estos mismos días, nos ha hablado a nosotros por su Hijo (Heb 1,1s)" (Denz.3004).
----------Vaticano II: "Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad (Ef 1,9), mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina (Ef 2,18; 2 Pe 1,4). En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible (Col 1,15; 1 Tim 1,17) habla a los hombres como amigos (Ex 33,11; Jn 15,14-15), movido por su gran amor y mora con ellos (Bar 3,38), para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía" (Constitución dogmática Dei Verbum, n.2).
----------"Esta economía de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación" (Ibid.).
----------Y citemos un último pasaje dogmático: "Mediante la revelación divina quiso Dios manifestarse a Sí mismo y los eternos decretos de su voluntad acerca de la salvación de los hombres, 'para comunicarles los bienes divinos, que superan totalmente la comprensión de la inteligencia humana' (Concilio Vaticano I, Constitución dogmática Dei Filius, cap.2, Denz.3005)" (Ibid. n.6).
----------De la confrontación de estos documentos dogmáticos de ambos Concilios, aparece claro que mientras el Vaticano I con el término "revelar" entiende claramente una comunicación verbal, un hablar, un enseñar, la transmisión de una doctrina o de contenidos inteligibles conceptuales expresables en palabras, el Vaticano II presenta la Revelación como autocomunicación y como "evento" y vincula estrechamente el aspecto doctrinal-magisterial con el histórico-comunional-existencial.
----------Por consiguiente, la divina Revelación no es sólo Dios que habla, que enseña, que se expresa con palabras, sino que es también Dios que aparece, se manifiesta y se encuentra con el hombre, un contacto no sólo intencional, sino también histórico, real, no sólo entre mente y mente o entre voluntad y voluntad, sino también un contacto entre persona y persona, pues de hecho, considerando el Misterio de la Encarnación, entre cuerpo y cuerpo. En efecto, en cuanto se trata del Dios-Hombre, se puede hablar sin más del contacto o aparecer físico: también tal contacto es Revelación. Piénsese en el episodio de la Transfiguración.
----------Aparece la idea de una comunión o de una unión con Dios, que es la comunión de gracia, mucho más íntima de cuanto pueda aparecer entendiéndola como simple acto del intelecto que concibe las enseñanzas del Señor y de la voluntad que obedece a los mandatos divinos. En el concepto mismo de Revelación el Vaticano II parece agregar al elemento imprescindible y claramente confirmado de la verdad y del conocimiento, el momento de la bondad, del amor, de la afectividad, y quisiera decir de la mística.
----------A la imagen de la relación maestro-discípulo se agrega la del padre-hijo, la del esposo-esposa. La Revelación no es sólo una enseñanza oral o escrita, sino que es también un evento, un hecho histórico. Los milagros de Cristo, en cuanto eventos o hechos, no son ya solamente, como en el Vaticano I, signos físicos de credibilidad de la Revelación, sino que entran de algún modo en el contenido mismo de la Revelación, por lo cual la misma Revelación no es sólo doctrina, sino también evento; no es sólo dogma sino también historia.
----------La divina Revelación como doctrina y el milagro como signo físico de la divina Revelación, a ella externo como hecho empírico, evocan en el Concilio Vaticano I la idea de una Revelación como acto divino externo al destinatario. En cambio, el Concilio Vaticano II, sin renegar para nada de esta visión objetivista, que funda por otra parte la objetividad histórica de la misma humanidad de nuestro Señor Jesucristo y la autoridad visible de la Iglesia, con su doctrina de la autocomunicación como íntima unión con Dios, concede espacio a la divina Revelación entendida también como Revelación interior, en la consciencia, presencia del Logos en cada hombre, por tanto dando fundamento al principio del diálogo ecuménico e interreligioso, así como con los mismos no-creyentes, al derecho a la libertad religiosa y a la doctrina de la llamada universal a la salvación, también de aquellos que sin culpa no pertenecen a la Iglesia visible.
----------El Concilio Vaticano I ya había hablado ciertamente del Dios que "se revela a Sí mismo", más allá de los decretos de su voluntad, pero se comprende muy bien cómo este revelarse a Sí mismo es un volver inteligible al intelecto humano su esencia mediante comunicación verbal-conceptual; no se trata todavía del divino revelarse como manifestación o epifanía o aparición de su persona y en su actuar, en su concreción existencial y -gracias a la Encarnación- en su concreción histórica.
----------No se puede no ver, para quien conoce la historia de la filosofía moderna, en estos nuevos aspectos de la doctrina de la divina Revelación, la recuperación de lo que existía y existe en la concepción modernista, en la llamada "apologética de la inmanencia" de Maurice Blondel, en la tradición protestante, en la filosofía idealista, existencialista y fenomenológica.
----------El problema que se plantea al momento de elaborar este nuevo concepto, problema que se planteó todas las veces que en el Concilio se intentó asumir críticamente elementos del pensamiento moderno, fue el de no dejarse arrastrar por sus fascinantes errores. Ciertamente los conservadores eran inmunes a este peligro, pero perdían la chance muy importante y conforme a los propósitos del Concilio, de asumir precisamente de modo crítico, sobre la base de criterios evangélicos, cuanto de válido era propuesto por el pensamiento moderno, de manera de poder comunicar el Evangelio utilizando un pensamiento moderno purificado del error.
----------En esta delicada operación Saldanha nos presenta en su libro del 2005, al cual he citado líneas arriba, un trabajo conjunto cumplido por Ratzinger y Rahner. Sin embargo, si bien estos dos teólogos concordaron en aquella ocasión en el formular ese nuevo concepto de Revelación que luego habría de ser canonizado por el Concilio, el acuerdo entre los dos se limitó a la época de las labores conciliares. Desde entonces, en efecto, mientras Ratzinger había permanecido firme y plenamente fiel a la sana doctrina y tal se mantuvo también en el post-concilio -no por nada fue elegido luego Sumo Pontífice-, Rahner, quien ya desde antes del Concilio había sido censurado por su no plena fidelidad al Magisterio, volvió a manifestar su indocilidad durante el post-concilio esforzándose para hacer creer que el concepto de Revelación conciliar era el que él sostenía en sus libros (piénsese en el famoso Höres des Wortes de 1941), o sea un concepto idealista basado sobre la identidad del ser con el pensamiento y por tanto sobre la confusión de la naturaleza con la gracia.
----------Sin embargo se debe decir, por cuanto respecta a Rahner, que en el texto del Concilio ha permanecido ese aspecto de la concepción rahneriana de la Revelación que era compatible con la noción tradicional, y de otra manera no habría podido ser, tratándose, como he dicho, de doctrina dogmática, en la cual la Iglesia persevera indefectiblemente en la inmutable verdad. Por el contrario, Rahner no ha logrado hacer entrar en el documento conciliar el aspecto errado de su concepción y esto de ninguna manera hubiera podido darse, a tenor de la infalibilidad de la doctrina conciliar.
----------La presencia del Espíritu Santo durante las labores conciliares purifica el pensamiento de los Padres conciliares y de los peritos teólogos, dejando caer los puntos de vista equivocados. Pero cuando ellos, Padres y peritos, por fuera de la asamblea conciliar, trabajan por cuenta propia, ya no están garantizados por la mencionada asistencia, y entonces fácilmente emergen esos errores que durante el Concilio han permanecido en el estado latente. Así es lo que ha sucedido con Karl Rahner. Lo que desagrada es que él haya alcanzado convencer a muchos de la corrección de su interpretación del texto conciliar.
----------El aporte de novedad en el concepto de Revelación ha utilizado ciertas instancias positivas del protestantismo, del modernismo y del reciente método histórico-crítico de la exégesis bíblica. Esto debe distinguirse claramente de la interpretación que Rahner ha dado de esta novedad en sus publicaciones. Aquí, lamentablemente, viene presentada como enseñanza conciliar un conjunto de ideas erróneas que en realidad habían sido condenadas anteriormente sobre todo por el Vaticano I, por san Pío X y por Pío XII, y que, por lo tanto, nada tienen que ver con el verdadero sentido de las enseñanzas conciliares.
----------Veamos brevemente cuáles son estos equívocos. En primer lugar, el aspecto histórico-existencial de la Revelación como acto del revelarse divino no anula en absoluto sino que comporta de manera esencial el aspecto inteligible del acto del revelar, como acto del intelecto divino, y por lo tanto los contenidos abstractos conceptuales de la Revelación (doctrina de la fe) argumentos que presentan a la mente humana un complejo de esencias o quididades (verdades de fe o artículos de fe) inmutables y universales, definibles (definiciones dogmáticas) y expresables en proposiciones (fórmulas dogmáticas). Las fórmulas verbales, sobre todo en las diversas lenguas, pueden evolucionar o cambiar, pero no así los contenidos intelectuales.
----------En segundo lugar, el evidenciamiento del acto y del contenido de la Revelación como evento interior de conciencia que emerge de la visión del Vaticano II, no excluye en absoluto sino que comporta el acto y el contenido de la Revelación como comunicación divina al destinatario en forma de proposiciones conceptuales a través o por el trámite de la realidad visible de la Iglesia. Por lo cual, la recepción del dato revelado por parte del destinatario no sucede por una comunicación directa con Dios en lo íntimo de la conciencia, sino a través o por el trámite de la predicación de la Iglesia (fides ex auditu), como es enseñado por el Vaticano I.
----------En tercer lugar, el hecho de que la divina Revelación sea nuestro Señor Jesucristo mismo que se revela al hombre y se encuentra con el hombre, como enseña el Concilio Vaticano II, no excluye en absoluto sino que comporta cuanto enseña el Concilio Vaticano I, y esto es: que Cristo Maestro revela al hombre un cuerpo de doctrinas, que la Iglesia ha tenido cuidado subsecuentemente de predicar (Tradición) y poner por escrito (Nuevo Testamento), extrayendo de ellas siempre nuevas explicitaciones (dogma y doctrina de la Iglesia), objeto siempre de nuevas profundizaciones por parte de la teología.
----------En cuarto lugar, el hecho de que Jesús haya consignado a su Iglesia una verdad revelada formada por proposiciones, como enseña el Vaticano I, no debe hacer olvidar que la verdad que Cristo ha enseñado, más allá de las verdades formuladas en conceptos es esa Verdad subsistente y hecha persona, el Logos divino ("Yo soy la Verdad"), que es Él mismo. Este punto emerge claramente de la enseñanza del Vaticano II.
----------Ignace de la Potterie ha publicado en 1977 en las ediciones del Instituto Bíblico de Roma, una obra monumental eruditísima en dos volúmenes de un total de mil quinientas páginas y con centenares de doctas citaciones, La vérité dans Saint Jean, para sostener, con evidente forzamiento del texto y el aporte de una infinidad de datos filológicos y estructuralistas non ad rem, así como sobre la base de una burda ignorancia de la metafísica y desprecio por la gran tradición de Agustín y Tomás, que el famoso e importantísimo pasaje "Yo soy la Verdad" (Jn 14,6) no hace referencia a una noción de la verdad como verdad subsistente, y por tanto divina, sino como "revelación" por parte de Cristo de su mensaje de salvación, quitando la base de la divinidad de Cristo y reduciendo a Cristo a un simple profeta, todo justificado con la increíble afirmación según la cual la concepción de la verdad como subsistente sería "griega" y no "semítica" y -dada y no concedida esta tesis- sobre el presupuesto de que en la Escritura se debe considerar por verdadero sólo aquello que es "semítico". Pero luego lo curioso es que en la conclusión de la obra recupera de hecho el primado de Cristo Verdad sobre las verdades que Él enseña -y por tanto a su modo asume la enseñanza del Vaticano II-, pero en clave historicista-existencialista, devaluando la inteligibilidad conceptual del mensaje del Evangelio.
----------En quinto lugar, la concepción del milagro y de la profecía como hechos históricos, efecto de la sabiduría y de la omnipotencia divinas, tal como son presentados por el Vaticano I, no excluye en absoluto la visión de los mismos como reentrantes en el evento y en el contenido mismos de la Revelación. Y, viceversa, la concepción del Vaticano II no excluye en absoluto la concepción del Vaticano I.
----------El error que en cambio se ha verificado en una cierta teología fundamental del post-concilio ha sido el de excluir sin más la concepción del milagro y de la profecía propia del Vaticano I, olvidando su naturaleza de praeambula fidei, es decir, signos de credibilidad de la Revelación, por lo cual se ha caído en el fideísmo protestante que concibe la Revelación como comunicación directa a la conciencia o experiencia de la conciencia, sin la mediación y el presupuesto de la razón o de la Iglesia visible.
----------Si la divina Revelación contenida en la Escritura es verdad absoluta, está claro que en la Biblia no pueden existir errores. Pero esto debe ser entendido con las debidas precisiones. Es la tradicional cuestión de la inerrancia de la Sagrada Escritura, a propósito de la cual el Concilio da una mayor ayuda que como ocurría en el pasado en el distinguir lo que en el texto bíblico es divina Revelación o Palabra de Dios, de lo que en cambio refleja los límites y las imperfecciones, por no decir los errores, del hagiógrafo.
----------Permanece el principio de que el hagiógrafo ha escrito todo y solamente lo que Dios ha querido que escribiera; pero este principio es esclarecido en el sentido de que no debe ser entendido, como ha sucedido en el pasado, como obligación de asumir cada palabra como Palabra de Dios -se ha revelado que éste es el defecto de lo que hoy es llamado "fundamentalismo"-, sino que quiere decir que el hagiógrafo, en cuanto hagiógrafo, ha escrito todo cuanto y solamente lo que se refiere a la salvación del hombre. Lo que no excluye en absoluto que sobre otras materias, de carácter histórico o empírico, el mismo hagiógrafo, en cuanto simplemente hombre de su tiempo, no haya cometido errores, tal vez ligados a su tiempo.
----------También sobre este punto importantísimo y ligado a la fe no es admisible identificar rupturas. La constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II no desmiente el concepto de inerrancia bíblica propio del precedente Magisterio. Permanece el concepto de inerrancia bíblica como cualidad de la enseñanza bíblica según el cual la enseñanza bíblica, conteniendo una doctrina divinamente revelada, no puede contener falsedad, por lo cual el hagiógrafo, aunque de por sí hombre falible, ha escrito, bajo la inspiración del Espíritu Santo, todo y solamente lo que Dios ha querido que escribiera para la salvación de la humanidad.
----------El Concilio Vaticano II no ha cambiado en nada este concepto, de hecho, como he dicho, lo ha ilustrado o esclarecido mejor, aclarando aquella que ha sido la función propia del hagiógrafo en relación a su tarea de mediador de la Palabra de Dios. Sin embargo, para una lectura meramente superficial de los documentos, no falta una cierta dificultad, que trataré aquí de disolver. Tomemos por ejemplo la siguiente declaración del papa Pío XII en la carta encíclica Divino afflante Spiritu del 30 de septiembre de 1943. Recordando la enseñanza de León XIII, afirma: "no es lícito en modo alguno, o restringir la inspiración de la Sagrada Escritura a algunas partes tan sólo, o conceder que erró el mismo sagrado escritor, siendo así que la divina inspiración «por sí misma no sólo excluye todo error, sino que lo excluye y rechaza con la misma necesidad absoluta con la que es necesario que Dios, Verdad suma, no sea en modo alguno autor de ningún error" (n.3).
----------Poco antes Pío XII, siempre citando a León XIII, había dicho que en la Escritura no existe ningún error "cuando el hagiógrafo, hablando de cosas físicas, se atuvo (en el lenguaje) a las apariencias de los sentidos, como dice el Angélico, expresándose o en sentido figurado o según la manera de hablar en aquellos tiempos, que aún hoy rige para muchas cosas en la vida cotidiana hasta entre los hombres más cultos" (n.3). Es a propósito de este aparecer a los sentidos, que cita a santo Tomás, el cual a propósito de los movimientos celestiales distingue lo que aparece al sentido de lo que es en realidad (Sum.Theol. I, q.70, a.1, ad 3m).
----------Ahora bien, es evidente que quien confunde la apariencia con la realidad se está equivocando, como es claro, por citar sólo un ejemplo entre tantos, en la visión de la caída de las estrellas del cielo comparada con la higuera que, batida por el viento, deja caer al suelo los higos (Ap 6,13). Por lo tanto, el papa León XIII, citado por Pío XII, no excluye en el hagiógrafo el error humano, que nada tiene que ver con un supuesto error en el dato revelado, a propósito del cual el Papa solamente quiere afirmar la absoluta verdad, ni se podría pensar de otra manera si no queremos concebir un Dios que engaña o que se engaña.
----------Por eso, cuando el Papa habla de "partes" de la Escritura que no pueden decir lo falso, se refiere evidentemente a partes de la divina Revelación. Pero esto no significa avalar como Palabra de Dios todos los rastros que inevitablemente el hagiógrafo deja ver o traslucir en el texto bíblico de su falible humanidad. Es infalible el hagiógrafo como hagiógrafo, no como hombre, análogamente al hecho de que el Papa es infalible como Papa, no como doctor privado, y un Concilio es infalible en cuanto a sus enseñanzas doctrinales, no en cuanto a sus directivas pastorales (y esto vale también para el Papa).
----------Sin embargo esta diferencia del Magisterio preconciliar no es tan clara como luego ha sido precisada por el Vaticano II. En efecto, antes del Concilio la preocupación de la Iglesia era la de oponerse al relativismo y al historicismo de la exégesis protestante, sobre todo la liberal, por ejemplo de Bultmann o de Schleiermacher. Esto sin embargo, entre ciertos teólogos, había de hecho permitido la permanencia, incluso durante siglos, de una tradición que veía la Palabra de Dios también en ideas que, aunque presentes en la Escritura, en realidad pertenecían a la humanidad del hagiógrafo y no a su oficio sagrado, como por ejemplo el primado del hombre varón y la desestima hacia la mujer o la esclavitud y muchas otras cosas.
----------Pero he aquí que con el Vaticano II hoy ya no son posibles estos lamentables equívocos, dada la claridad con la cual el Concilio separa los auténticos contenidos revelados con su fin salvífico, de la relatividad de la particular mentalidad o cultura propia del hagiógrafo, ser humano falible como todos los demás.
----------En efecto, dice el Concilio Vaticano II en su constitución dogmática sobre la Revelación: "Es necesario que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo en cada circunstancia según la condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros literarios usados en su época. Pues para entender rectamente lo que el autor sagrado quiso afirmar en sus escritos, hay que atender cuidadosamente tanto a las formas nativas usadas de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos del hagiógrafo, como a las que en aquella época solían usarse en el trato mutuo de los hombres" (Dei Verbumn.12).
----------Ahora bien, es evidente que en las culturas humanas y en su evolucionar en el tiempo no faltan los errores, pero estos vienen también individuados precisamente en base a los principios de razón y de fe que la misma divina Revelación, Sagrada Escritura y Sagrada Tradición, se encargan de enseñarnos y transmitirnos gracias a la mediación del Magisterio de la Iglesia. Por lo tanto, tampoco aquí existe ninguna ruptura entre las enseñanzas del Concilio Vaticano II y el Magisterio precedente, sino continuidad en el progreso.

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