Con magnánima benevolencia hacia los disidentes indietristas que rechazaban las doctrinas nuevas expuestas por el Concilio Vaticano II, durante anteriores pontificados hubo generoso diálogo con ellos para que pudieran reconocer la continuidad de tales doctrinas con el Magisterio precedente. El diálogo fracasó en razón de la arrogante obstinación de los disidentes, los cuales permanecen aún hoy en el cisma y la herejía. Fue Benedicto XVI quien les indicó claramente que si ellos no aceptan las doctrinas nuevas del Concilio permanecerían de modo inevitable en tal situación. Por eso el actual Pontífice consideró ya inoportuno un diálogo "teológico" con ellos, pues, al fin y al cabo, no se trata de teología, sino de fe en Cristo y en su Iglesia. En esta serie de artículos estamos exponiendo esas doctrinas nuevas del Concilio, que tanto los indietristas como los modernistas malinterpretan. [En la imagen: el papa san Paulo VI en una fotografía en los días del Concilio Vaticano II].
----------Concluíamos la primera parte de este artículo diciendo que la expresión nueva que advertíamos en el pasaje del n.10 de la Constitución dogmática Dei Verbum, es la de "Magisterio vivo", acerca del cual podemos preguntarnos qué es lo que significa. Efectivamente, tal como hemos visto, dice el Concilio que la interpretación autorizada y definitiva de los contenidos de la Sagrada Tradición y de la Sagrada Escritura no corresponde a nadie más que al Magisterio vivo de la Iglesia.
----------Dicho en pocas palabras, tal Magisterio vivo es el Magisterio de los sucesores de los Apóstoles bajo la guía del Papa actualmente vivientes: Francisco I circundado por el Episcopado en unión colegial con él, o bien por los individuales Obispos esparcidos por el mundo.
----------Este es el Magisterio que hoy interpreta la Palabra de Dios. Este Magisterio está en continuidad con el del pasado, pero a su discreción puede darnos nuevas explicaciones o exposiciones de la Palabra de Dios que eran ignotas en el pasado. Esto quiere decir que en la concepción católica de la Revelación, la palabra, es decir la Tradición, en cierto modo prevalece sobre la Escritura.
----------Ahora bien, esta doctrina que hemos expuesto va, por un lado, contra la postura sustentada por los disidentes lefebvrianos que quisieran juzgar el Magisterio del Concilio Vaticano II en base a un contacto de ellos directo con la Tradición pre-conciliar, que obviamente no es la Tradición viva, sino que es una fase pasada de la Tradición, para llegar los lefebvrianos a la conclusión de que el Concilio la falsifica.
----------Ahora bien, cuando decimos que la Tradición pre-conciliar (a la que se apegan los lefebvrianos) no es la Tradición viva, lo decimos en el sentido de que es la voz viva del apóstol de hoy. Sin embargo, por Tradición viva podemos también entender, como entendía monseñor Gherardini, el hecho de que también una fase antigua de la Tradición es siempre actual y, por tanto, en este sentido está viva.
----------Pero, por otro lado, esta doctrina del Concilio va también contra la postura de los disidentes protestantes, los cuales, con método similar al lefebvriano, quisieran refutar el Magisterio haciendo apelación a un contacto directo con la Escritura, pero interpretada según su talento, y no en el sentido de la Tradición viva, que está representada por el Magisterio vivo.
----------Por lo demás, la misma Sagrada Escritura, como se ha dicho y repetido, no es otra cosa que la Palabra de Dios puesta por escrito, aunque sea verdad que los monumentos antiguos de la Tradición han sido ya confiados a lo escrito. La Palabra de Dios, o sea el depósito revelado, es por lo tanto Escritura y Tradición. Sin embargo, mientras que la Escritura está fijada en lo escrito de una vez y para siempre, la Tradición oral es la Tradición viva, y por consiguiente susceptible de desarrollos, como el Magisterio, el cual sin embargo no está por encima de esta Tradición, sino que es simplemente su intérprete.
----------Los caracteres tipográficos son ciertamente expresión de vida, pero lo es más la viva voz del predicador o del apóstol o del pastor. He aquí por qué no es el libro de la Escritura que comunica la gracia sacramental, sino que es la viva voz del ministro. Así también la Tradición puesta por escrito corresponde a una fase superada de la Tradición, y superada por la Tradición viva, que es la que sale de la boca del Magisterio actual de la Iglesia. En tal sentido, Cristo dice que sus palabras son "espíritu y vida". El hecho de que Lutero haya perdido el sentido de los sacramentos está en desgraciada pero lógica coherencia con el hecho de que, a pesar de todo su énfasis sobre la "predicación de la Palabra", él, despreciando la Tradición viva, ha perdido al fin de cuentas el verdadero sentido de la Palabra de Dios. La predicación, en Lutero, por cuanto está basada en la "fe" y en la Escritura, pero no en la viva Palabra de la Tradición, representada por el vivo Magisterio de la Iglesia, termina por ser palabra de hombre, por más docto exegeta que sera, y no Palabra de Dios.
----------Pero ciertamente el Magisterio no es el único intérprete de la Revelación. Por cuanto concierne a la interpretación de la Escritura, existe también la obra de los biblistas. Enseña el Concilio al respecto: "Es necesario que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo en cada circunstancia según la condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros literarios usados en su época. En efecto, para entender exactamente lo que el autor sagrado ha querido afirmar en sus escritos, hay que atender cuidadosamente tanto a los habituales y originarios modos de entender, de expresarse y de narrar, vigentes en los tiempos del hagiógrafo, como a aquellos que en aquella época solían usarse en el trato mutuo de los hombres" (Dei Verbum, n.12).
----------La novedad aquí respecto al Magisterio precedente es la distinción, en el dato revelado, entre lo que concierne a las cualidades humanas del hagiógrafo y el valor del dato revelado en sí mismo. Se afronta aquí, de manera clara y resolutiva, como ya he dicho, la secular por no decir milenaria cuestión de la inerrancia bíblica, que tanto ha atormentado a los exegetas y tantos equívocos y dramas ha causado en la interpretación del texto bíblico. Hasta el Concilio, la Iglesia ha insistido -y es ciertamente un dato de fe- sobre la absoluta inerrancia del texto bíblico, o sea del dato revelado, siendo este dato inspirado por Dios, pero no había precisado nunca definitivamente aquella que es la parte del hagiógrafo, ser humano como todos los demás, y por tanto limitado y falible. Y tampoco nunca había aclarado como hoy los métodos de la interpretación.
----------Había sucedido así que no siempre se llegaba a separar el verdadero dato revelado de las ideas particulares, acaso equivocadas, del hagiógrafo. Un ejemplo entre todos es la concepción de la mujer: objeto, sobre todo en el Antiguo Testamento, de un tratamiento o de epítetos que hoy se considerarían ciertamente ofensivos, pero que en aquellos tiempos era cosa normal.
----------En efecto, durante largo tiempo entre los intérpretes se ha pensado que este desprecio hacia la mujer formara parte de la divina Revelación, hasta que, precisamente distinguiendo por un lado al hagiógrafo y, por otro lado, el dato divinamente revelado, nos hemos dado cuenta que se trataba de antiguas ideas culturales que actualmente ya han sido completamente y providencialmente superadas.
----------En cuanto a la actitud de la Iglesia, ella naturalmente no ha canonizado nunca las ideas equivocadas del hagiógrafo; sin embargo, siempre ha permitido que circularan esas interpretaciones de los exegetas que hoy, conociendo mejor la parte del hagiógrafo, se han revelado equivocadas. La inerrancia bíblica no entra aquí para nada, sino tan sólo la falibilidad humana del hagiógrafo, el cual ciertamente -y aquí el Concilio Vaticano II confirma la Tradición-, cuando, bajo la inspiración del Espíritu Santo, intenta transmitir la Palabra de Dios, nos transmite toda y solamente la Palabra de Dios.
----------Ese solamente entonces no debe ser entendido como que la Palabra de Dios no sea mediada por las ideas del hagiógrafo. Solamente quiere decir que cuando el hagiógrafo transmite el dato revelado, lo transmite todo, puro, incontaminado, sin agregar y sin quitar. Transmite solamente el dato revelado. Para hacer un parangón paulino, el dato revelado es como un tesoro contenido en un vaso de arcilla: del tesoro hay todo y solamente lo que debe haber; pero el vaso sigue siendo de arcilla. El término solamente no quiere decir, como lo entienden los musulmanes para el Corán, que exista solo el dato revelado sin ningún hagiógrafo humano, como si tal dato estuviera impreso en la Biblia a la manera de una voz sobre una cinta grabadora. Excepto que incluso aquí la cinta puede tener sus defectos.
----------En cuanto a las intervenciones de la Comisión Bíblica en los tiempos de san Pío X, ellas no tenían ningún objetivo dogmático o doctrinal, sino simplemente prudencial (tal vez demasiado prudencial), por el temor (¿excesivo?) de que los exegetas católicos, utilizando métodos que hasta entonces habían sido usados por los protestantes, terminaran por caer en sus errores. El Concilio ha precisado cuanto en esos métodos hay de bueno sin que por eso sea necesario hacerse protestantes.
----------Durante el post-concilio, aunque esta no es culpa del Concilio, sino más bien de la escasa vigilancia de los Obispos, ha ocurrido en cambio, por desgracia aquello que temía san Pío X: muchos exégetas católicos han quedado influenciados por el protestantismo por no haber prestado suficiente atención a las mencionadas doctrinas del Concilio. Tampoco tendría sentido retornar a los métodos precedentes, que hoy juzgaríamos correctamente, en sentido peyorativo, "fundamentalistas".
----------La expresión "viva Tradición de la Iglesia", que ya he citado, la encontramos en este pasaje del Concilio: "como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla mediante la ayuda del mismo Espíritu Santo mediante el cual ha sido escrita, para recabar con exactitud el sentido de los sagrados textos sagrados, se debe atender con no menor diligencia al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuanta la viva Tradición de toda la Iglesia y la analogía de la fe" (Dei Verbum, n.12).
----------Por cuanto respecta luego a la indicada "ayuda del Espíritu Santo", tal expresión del Concilio quiere decir que al exégeta, habiendo hecho ya el discernimiento entre el hagiógrafo y el dato revelado, le es permitido juzgar al hagiógrafo -un puro hombre- con métodos puramente histórico-críticos; mientras que por cuanto respecta en cambio a la interpretación del dato revelado, que es un misterio que trasciende a la razón y a la ciencia, el exégeta debe subordinar el uso de esos métodos a una actitud de escucha de la Palabra de Dios, actitud obtenida orando a ese mismo Espíritu que ha inspirado esa Palabra de Dios.
----------En segundo lugar, en ese texto se pide al exegeta tener en cuenta la "unidad" de la Escritura y de la "analogía de la fe" a la luz de la Tradición. ¿De qué se trata? Se supone en el exegeta una visión de conjunto unitaria de los datos de la Revelación, los cuales están entre ellos en una perfectísima armonía gracias a la sabiduría divina que los ha ideado, más allá de aparentes incoherencias y contradicciones, que es tarea del exegeta y del teólogo resolver. La fe no está contra la razón, sino en armonía con ella.
----------Esto implica en el exegeta la capacidad de encontrar las conexiones, que pueden ser precisamente analogías o bien implicaciones o explicitaciones. En un libro de la Escritura puede estar explicitado lo que en un libro precedente está sólo implícito. Por ejemplo, la doctrina de la inmortalidad del alma está ya implícita en el Antiguo Testamento, aunque aparezca clara sólo en el Nuevo. En el libro del Génesis no se dice explícitamente que la "serpiente" sea el demonio, pero eso viene esclarecido subsecuentemente.
----------Ciertamente, el exégeta debe aclarar las características propias de cada libro de la Escritura, pero no debe ver estas diferencias como compartimentos estancos entre uno y otro libro, bajo pretexto tal vez de los tiempos o de las mentalidades diferentes. En el fondo la Escritura pronuncia una única eterna Palabra: Cristo.
----------Prosigue el Concilio: "Es competencia de los exegetas contribuir según estas reglas a la más profunda inteligencia y exposición del sentido de la Sagrada Escritura, para que, como con estudios de algún modo preparatorios, vaya madurando el juicio de la Iglesia. Todo esto, en efecto, está sometido en última instancia al juicio de la Iglesia, la cual cumple el divino mandato y ministerio de conservar e interpretar la palabra de Dios. [...] Los Apóstoles, ciertamente, después de la ascensión del Señor, transmitieron a sus oyentes lo que El había dicho y obrado, con aquella crecida y más completa inteligencia de la cual ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la luz del Espíritu de verdad" (Dei Verbum, nn. 12 y 19).
----------Aquí el Concilio Vaticano II incorpora, en línea de principio, sin dar ejemplos, ese método exegético que estaba ya presente con anterioridad en los protestantes, según el cual los Evangelistas, en algunos casos, habrían puesto en boca de nuestro Señor Jesucristo ciertas palabras que en realidad no son de Él sino de la comunidad primitiva. También aquí, sin embargo, está claro que el Concilio supone un discernimiento: los protestantes no tienen problemas, de hecho parece que se complacen en el sostener que las palabras puestas por la Iglesia contrastan con las verdaderas palabras de Cristo. De aquí su vana y frecuentemente aleatoria búsqueda de las "verdaderas" palabras (las llamadas ipsissima verba Iesu).
----------Es obvio que el Concilio no puede entender las cosas de este modo, porque eso supondría la impensable idea de que la doctrina de la Iglesia traicione a la de Cristo. En efecto, el Concilio habla de "más profunda inteligencia", lo que hipotetiza una continuidad con cuanto Cristo había dicho. Por lo demás, toda la historia del dogma ¿acaso no es una continua explicitación de las palabras de Cristo? Por ejemplo, en los relatos evangélicos de la institución de la Eucaristía no aparece en boca de Cristo la palabra "sacrificio". Y sin embargo ella está ahora presente en la fórmula de la consagración; lo cual quiere decir que ha sido agregada por la Iglesia primitiva, pero obviamente interpretando exactamente lo que Cristo entendía decir.
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