sábado, 10 de febrero de 2024

Los pequeños grupos ideologizados (3/13)

Ante el modo como nuestro Señor Jesucristo, san Pablo y el Apocalipsis nos pintan la situación que vivirán la Iglesia y el mundo al final de los tiempos, la pregunta que podemos plantear es la siguiente: ¿pero qué hace la Iglesia en tal dramática situación? ¿Y el papado? ¿Qué rol juega? Es extraño que en las profecías escatológicas sobre el fin del mundo ni Cristo, ni san Pablo, ni el Apocalipsis nos hablen del rol del Papa. ¿Por qué?

Un nudo a desatar
   
----------El engaño del demonio se centra hoy, como nunca antes en la historia de la Iglesia, en torno al oficio del Sumo Pontífice. Y esto sucede según las siguientes directrices.
----------Primero. Hacer que las enseñanzas del papa Francisco parezcan en contraste con las del Magisterio precedente, como por ejemplo, las de Benedicto XVI, las de san Juan Pablo II, las de Pío XII, las de san Pío X, las del Beato Pío IX o las del Concilio de Trento, o con el pretexto de la evolución doctrinal, como hacen los modernistas, o interpretando al Papa como modernista o luterano, como hacen los lefebvrianos.
----------Segundo. Confundir las enseñanzas infalibles y vinculantes del Papa actual, conforme al Magisterio eclesial precedente, con pronunciamientos improvisados (por ejemplo entrevistas en avión), que son ajenos a tal Magisterio, boutades o expresión de opiniones discutibles o erróneas, con el resultado de dar a estos expresiones ocasionales o improvisadas la misma o incluso mayor importancia que las enseñanzas estudiadas y vinculantes, que reflejan el oficio del Papa como Maestro y Confirmador de la fe.
----------Tercero. Permitir la acción perjudicial, independiente de la voluntad del Papa, de ciertos colaboradores no oficiales, los cuales se hacen pasar por "amigos" o estrechos "colaboradores", cuyas ideas difieren del Magisterio del Pontífice o del Magisterio precedente. Las ideas de estos individuos, a quienes sería mejor llamar charlatanes o fanfarrones, son astutamente, hipócritamente, y hábilmente presentadas por los medios de comunicación como expresiones de las enseñanzas doctrinales del Papa.
----------Cuarto. La inversión de los roles. Esta presencia de los modernistas en las altas cimas del poder eclesial significa que ha surgido una pseudo-autoridad en la Iglesia, que finge o cree representar al Papa entendido como gran líder político, pero que en cambio ha sustituido a la autoridad legítima, auténticamente fiel al Papa como maestro de la fe, que permanece en minoría y es objeto de continuos impedimentos, ataques, humillaciones y escarnios por parte de los modernistas, atacada y humillada con una serie de coloridos epítetos.
----------Quinto. Imprudencia pastoral del Papa. El hecho de estar el Papa circundado y rodeado de alborotadores e impostores, no depende sólo de su intrusión, astucia y adulación, sino también de que el Papa, en mi opinión, no está exento de culpa. Existe, en esta penosísima situación, una responsabilidad de ambas partes: no se puede negar de hecho que a estos personajes se los elige él, cosa que -es cierto-, si la evitara, podría causarle problemas, a los cuales sin embargo él debería soportar con paciencia cristiana y coraje viril, sin claudicaciones ni miras temporalistas y sin respetos humanos y atendiendo sólo al ministerio petrino.
----------Sexto. Silencio imprudente. Por un lado es un hecho que el papa Francisco es un Papa locuacísimo, incluso demasiado, amante de las bromas y de los slogans repetidos y poco inclinado a medir sus palabras, con la consecuencia de ser incomprendido, con ocasionales impropiedades del lenguaje, capaces de generar equívocos. Pero por otro lado, he aquí que guarda silencio en numerosas ocasiones en las cuales ha sido interpelado de diversos modos por doctos y competentes laicos o eclesiásticos, de clara fama y de profesada fe católica, incluso de alto grado. Interpelado ya sea con críticas a su doctrina o a su pastoral o con súplicas o para denunciar escándalos o para solicitar aclaraciones o intervenciones disciplinarias.
----------El motivo de este callar, el papa Francisco lo ha expresado en ocasión del memorial de monseñor Viganò, en 2018, parangonándose con Jesucristo, que permaneció en silencio durante el proceso ante sus acusadores. Pero esta referencia parece desproporcionada. Cristo no responde a la evidente mala fe y malignidad de sus enemigos mortales, y por tanto a una circunstancia extrema. ¡Pero cuántas veces Cristo responde con paciencia y caridad, aunque sea con severidad, a los interrogadores hipócritas y deshonestos!
----------El silencio del papa Francisco, en cambio, parece dictado por el orgullo y el desprecio, probablemente mal aconsejado. desacertado. Se comprende la indignación y el dolor que debe haber experimentado al sentirse acusado a veces de herejía o, como en el caso Viganò, al sentir que se le imponía una carga de responsabilidad que él ha juzgado excesiva. Pero también habría debido preguntarse si a veces en su hablar no habría presentado alguna cosa que podía hacer surgir dudas o sospechas. Entonces, ¿por qué no resolver estas dudas y disipar las sospechas aclarando, explicando, especificando?
   
Consecuencias
   
----------Estas actitudes del Papa, en definitiva dañosas para su buen nombre, para la tranquilidad de la Iglesia y para la fe del pueblo de Dios, ampliamente magnificadas por los aduladores como "papado de la misericordia" (padre Hermes Ronchi y padre Raniero Cantalamessa, devenido hoy cardenal) y del "progreso" (Raniero La Valle), "liberador de los pobres" (padre Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Frei Betto), "nuevo paradigma" (cardenal Kasper), "transformación del mundo" (padre Antonio Spadaro), "nueva libertad" (padre Timothy Radcliffe, Enzo Bianchi y Andrea Grillo) y "giro epocal" (como han dicho exultantes el masón Scalfari: "finalmente un Papa que me gusta", y Melloni: "hace mil años que no tenemos un Papa como éste", y el cardenal Kasper: "finalmente, después de 500 años, un Papa que hace la paz con los luteranos"), por los grandes medios de comunicación laicistas, liberales, ateos, modernistas o masones, provocan comprensiblemente dos efectos deletéreos: por una parte, aumentar el prestigio y el poder de los modernistas en los vértices de la Iglesia y en el episcopado; por la otra, aumentar la consternación el desconcierto de los fieles, sobre todo de los tradicionalistas, los cuales, creyendo que las ideas de esos colaboradores o presentadas como tales, sean las ideas del Papa, se ven tentados a no ver en él al Vicario de Cristo y al custodio de la fe, sino más bien a un traidor, un impostor, un usurpador del trono de Pedro, un falso Papa, con el riesgo de perder la fe católica y de negar, como hizo Lutero, la existencia misma del primado pontificio.
----------Por otra parte, los modernistas y muchísimas otras personas hoy en el mundo, también no-católicos, no-cristianos, agnósticos o incluso ateos, admiran al papa Francisco, pero no ciertamente como Vicario de Cristo o como maestro de la fe, sino porque, malinterpretando algunas de sus desafortunadas expresiones ambiguas, o elecciones o ideas personales, creen que es un secularista o subjetivista pragmático, favorable al indiferentismo religioso y al permisivismo o relativismo moral.
----------Por eso, el enorme éxito del Papa en el mundo es en gran parte falso, porque no es el éxito entre las almas que buscan a Dios, ni buscan la verdad o la justicia, sino que es el vano éxito del mundo, que ve en el Papa, aunque malentendiéndolo, sólo a sí mismo y sus propias miras mundanas.
----------Porque, a decir verdad, debemos preguntarnos: ¿dónde están, en efecto, las conversiones o al menos el acercamiento de los lejanos a Roma o a la fe? ¿Dónde la penitencia, el sacrificio y la vida ascética? ¿Dónde están la disciplina, el orden, la concordia y la paz en la Iglesia? ¿Dónde la conversión o la corrección de pecadores, de los incrédulos, de los cismáticos y de los herejes? ¿Dónde el crecimiento y florecer de la cultura católica y de la vida religiosa? ¿Dónde el progreso del culto divino, de la práctica sacramental, de las costumbres morales y de la santidad? ¿Dónde el aumento de los creyentes y la expansión de la Iglesia? ¿Dónde la mejora en la preparación teológica del clero y de los obispos? ¿Dónde el nacimiento de nuevas instituciones católicas? ¿Dónde las nuevas vocaciones? ¿Qué pasa con las misiones?
----------¿Dónde está el fortalecimiento del laicado católico y de las familias cristianas? ¿Dónde la mejora de la justicia política y económica? ¿Dónde están los gay que prometen cambiar de vida? ¿Dónde la reconciliación de los enemigos? ¿Dónde están hoy los Zaqueo (Lc 19,5-7), que, arrepentidos, prometen restituir cuatro veces cuanto han robado? ¿Dónde los pobres y los oprimidos son salvados y liberados? ¿Existe acaso orden, legalidad, prudencia, justicia y piedad en la gestión del fenómeno de la inmigración?
----------Por doquier se propalan bellas palabras de esperanza, diálogo, diversidad, apertura, acogida, ternura, acompañamiento, integración, tolerancia y misericordia, y, en respuesta, se escuchan grandes aplausos, se dan gestos simbólicos, aparecen multitudes inmensas, elogios de la prensa, grandes fiestas, bromas, música, espectáculos, cantos y bailes, pero aparentemente todo sigue igual como antes.
----------Y sin embargo, el Papa siempre preside, con la fuerza del Espíritu Santo, el anuncio del Evangelio en el mundo, contra las resistencias y la oposición del mundo y de Satanás. Él está aquí en la guía del episcopado, de los misioneros y de la Iglesia "en salida", como le gusta decir.
   
El engaño más radical
   
----------Pero el engaño del demonio tiene una raíz más profunda que el engaño acerca de la misión, la autoridad y la obra del papa Bergoglio, como de cualquier otro Papa. Ese engaño toca la raíz última y más profunda de la actividad del espíritu, intelecto y voluntad, los dos resortes fundamentales de la acción humana.
----------Aquí está, en mi convencida opinión, el origen primario de la justicia y del pecado, de la salvación y de la perdición, de la vida y de la muerte. El fundamento de nuestra responsabilidad. Esta actividad inicia en la relación del espíritu, intelecto y voluntad, con la verdad. Relación que puede ser benéfica o dañosa, fructuosa o desastrosa. Benéfica, si se basa en la humildad, en la adhesión a la verdad (adaequatio intellectus et rei), que genera la obediencia a Dios; dañosa, si está basada en la soberbia (qui vult supergredi quod est, S.Tomás, Sum.Theol., II-II, q.162, a.1), que lleva a la desobediencia. Toda la historia y el destino del hombre, todas sus gracias y desgracias, todo el bien y todo el mal, toda su felicidad e infelicidad, tienen su origen primario y su eje en estas dos opciones fundamentales y radicales de nuestro espíritu.
----------La cuestión inicial, como encontramos en el relato genesíaco sobre Adán y Eva, el punto de partida es la cuestión de la verdad. Necesitamos un nuevo De Veritate, que corrija, en la línea de santo Tomás de Aquino, a Descartes y Kant. Debemos reconocer que hemos realizado magni passus extra viam.
----------Necesitamos redescubrir la verdad sobre el bien y sobre el mal, donde el bien aparece como la vida y el mal como la muerte. Desde sus inicios, el hombre se encuentra ante la elección entre lo verdadero y lo falso, entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte. El diálogo de Eva con la serpiente es la clave para comprender, hoy más que nunca, todo el drama de la historia humana.
----------Es evidente que Satanás se propone a sí mismo como verdadero Dios en el puesto del Dios creador. La Segunda Carta a los Tesalonicenses (2,2-4) es clarísima en este punto. Satanás se presenta como un dios dulce y permisivo, que no impone obligaciones ni prohibiciones y no amenaza con castigos desde lo alto, como hace en cambio el Dios creador. No es un Dios metafísico, "abstracto", majestuoso, celestial, inescrutable, por encima del mundo y del hombre, sino un dios al mismo nivel del hombre, un dios "humano", caricatura del Dios encarnado, un dios agradable, de la tierra, concreto, cómodo y accesible, al alcance de la mano, un compañero del hombre. "Humano, demasiado humano", diría Nietzsche.
----------Un "dios de este mundo" (2 Cor 4,4). Se propone como Dios veraz, a diferencia del Dios mentiroso creador. Pero luego, él parece insinuar, ¿será precisamente cierto que el mundo lo ha creado él? ¿O es sólo una fanfarronada para intimidar al hombre? Satanás no es un dios opresor, sino liberador, como decía Carducci, un dios que revela al hombre no misterios impenetrables, para hacer pesar su infinita Majestad, Rex tremendae maiestatis, sino un dios amigo del hombre, que revela al hombre su divinidad, pero una divinidad de la cotidianeidad. Un dios sin pretensiones, desventurado como el hombre, como decía Sergio Quinzio.
----------Desde el engaño originario del demonio ha dado inicio la larga historia de la soberbia humana, que tendrá su culminación, "cuando veamos la abominación de la desolación en el lugar santo" (Mt 24,15), cuando sobrevendrá "la apostasía y deba ser revelado el hombre inicuo, el hijo de la perdición, aquel que se contrapone y se exalta sobre todo ser que viene llamado 'dios' o es objeto de culto, hasta el punto de sentarse en el templo de Dios, presentándose a sí mismo como Dios" (2 Tes 2,3-4).
----------Se trata muy probablemente de aquel que el apóstol san Juan llama el "anticristo" (1 Jn 2,18-23), el cual "niega al Padre y al Hijo" (1 Jn 2,22); que podría ser un personaje, un heresiarca o más probablemente una secta. ¿Pero niega en nombre de quién o de qué? Juan no lo dice.
----------Ya se trate del "hombre inicuo" de 2 Tes 2,3 o de "la abominación de la desolación en el lugar santo" de Mt 24,15 o de la "bestia" de Ap 13,11-18, que tiene un "nombre de hombre" (v.18), aquí tenemos indicaciones más precisas, que hacen pensar en una secta o asociación pseudo-religiosa, esotérica, gnóstica, teosófica o panteísta ("señalándose a sí misma como Dios"), pseudo-pacifista (cf. el famoso libro de Robert Hugh Benson, El señor del mundo), profanador de lo sagrado, una secta ciertamente satánica, que hace alarde de tecnología refinada ("estatua parlante") o de operaciones mágicas.
----------El Apocalipsis predice el intento final y supremo del demonio (Ap 12,7-9.12; 20, 3.7-10; Mt 24,4.9-15.21-29), el más descarado y audaz de todos, para derribar a la Iglesia golpeándola en su guía, el Papa, detrás del cual el demonio quiere golpear a Cristo, quiere destruir su obra, la Iglesia, y así perder a la humanidad, dado que la Iglesia es precisamente el camino de la salvación.
----------Parece que este intento tendrá lugar "después de que se cumplan los mil años" (Ap 20,3), es decir, al final de la historia de la Iglesia, cuando "el demonio será desatado por un poco de tiempo". "Cuando se cumplan los mil años, Satanás será liberado de su prisión y saldrá a seducir a las naciones de los cuatro confines de la tierra" (Ap 20,8). Pero un fuego descenderá del cielo y destruirá a las potencias satánicas (v.9).
----------El Apocalipsis también predice esta guerra final en un capítulo anterior al 20, capítulo 12, presentándola como si hubiera ocurrido en el pasado, probablemente en relación con la prueba de fidelidad de los ángeles en el origen de la creación, de la cual se derivó el pecado de los ángeles. La composición literaria del Apocalipsis es desorganizada y discontinua. De hecho, presenta la narración de acontecimientos futuros, que sin embargo no están conectados según una progresión lógico-temporal continuativa, sino con saltos, brincos, interrupciones y regresiones. Es difícil saber por cual motivo. Quizás el hecho entre dentro de la fenomenología de la inspiración profética. O tal vez se trate de una narración apresurada en un período de persecución.
----------Pero el conflicto tiene también probablemente un valor escatológico: "Estalló una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón. El dragón combatía con sus ángeles, pero no prevalecieron y ya no había lugar para ellos en el cielo. El gran dragón, la serpiente antigua, aquel al que llamamos diablo y Satanás, que seduce a toda la tierra, fue precipitado a la tierra, y con él fueron precipitados sus ángeles.
----------Entonces oí una gran voz en el cielo que decía: Ahora se ha cumplido la salvación y la fuerza y el reino de nuestro Dios y el poder de su Cristo, porque ha sido derribado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de Dios, día y noche. Pero ellos lo vencieron por la sangre del Cordero y gracias al testimonio de su martirio. … Pero ¡ay de vosotros, tierra y mar, porque el diablo ha caído sobre vosotros lleno de gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo!" (Ap 12,7-12).
----------En cuanto al "hombre inicuo", del cual habla san Pablo (2 Tes 2,3), él tiene una singular afinidad con la "bestia", de la cual habla el Apocalipsis y con la apostasía prevista por Cristo (Mt 24,4-5.9-11.23-24). De hecho, parece que estas profecías corresponden a la profecía apocalíptica del enorme éxito de la predicación de la "bestia": "toda la tierra, embargada de admiración, fue tras la bestia y los hombres adoraron al dragón porque ha dado el poder a la bestia diciendo: '¿quién es como la bestia y quién puede luchar con ella?'.
----------Ella abrió la boca para maldecir a Dios y blasfemar contra su Nombre y su Santuario, y contra los habitantes del cielo. También le fue permitido combatir contra los santos hasta vencerlos, y se le dio poder sobre toda familia, pueblo, lengua y nación. Y la adoraron todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no figuran, desde la creación del mundo, en el Libro de la Vida del Cordero que ha sido inmolado" (Ap 13,4-8).
----------La pregunta que podemos hacernos es la siguiente: ¿pero qué hace la Iglesia en tal dramática situación? ¿Y el papado? ¿Qué rol juega? Es extraño que en las profecías escatológicas sobre el fin del mundo ni Cristo, ni san Pablo, ni el libro del Apocalipsis nos hablen del rol del Papa. ¿Por qué?
----------Según san Pablo hay por ahora alguien o algo, un "obstáculo" (katékhon) (2 Tes 2,6), "que impide la manifestación del hombre inicuo". Y Pablo prosigue: "sólo entonces" (o sea cuando el obstáculo desaparezca) "será revelado el impío, y el Señor Jesús lo destruirá con el soplo de su boca" (v.8).
----------Este momento parece corresponder a aquel momento en el cual, en el capítulo 20 del Apocalipsis, han pasado "mil años" de la Iglesia, es decir, al final de la historia, el diablo "deberá ser soltado por un tiempo" (v.3), "para seducir a las naciones de los cuatro puntos de la tierra" (v.9). Pero un "fuego desciende del cielo" y destruye de inmediato las fuerzas satánicas (ibid.).
----------Lo que frena el desencadenarse final de las fuerzas satánicas y el propagarse de la apostasía podría ser el papado. ¿Por qué Pablo no es explícito al aludir al Papa? Probablemente para protegerlo de la persecución romana. Por tanto, este desencadenamiento de fuerzas satánicas debería volverse posible por un debilitamiento del papado, como es el que estamos presenciando hoy. De ahí la actual apostasía, la extendida y grave crisis de fe (Lc 18,8) y el "enfriamiento de la caridad" (Mt 10,19-23; 24,12).
----------Parece que hoy el diablo, en su rabiosa lucha contra nuestro Señor Jesucristo, contra la Iglesia y contra el Papa, lo está intentando todo y por eso ataca al Papa, pero no con las groseras vulgaridades y blasfemias de un Lutero (similares hoy a las de los lefebvrianos, o las de un Viganò, un Minutella, un De Mattei, un Valli, o, peor aún, con los desfogues mucho más vulgares de publicistas argentinos como Caponnetto, Sosa Laprida o Peretó Rivas) sino con refinadísima astucia, escondiéndose detrás de doctos y celantes colaboradores, una idea original y peligrosísima, algo que nunca el demonio se había atrevido a intentar; y parece tener un cierto éxito. El papado parece vacilar y ser sacudido por la herejía, un barco sacudido por olas terribles.

62 comentarios:

  1. Que una persona culta e inteligente como usted no logre comprender el misterio de iniquidad instalado en Roma desde el CVII me resulta muy difícil de entender...

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    2. Estimado alesolap,
      a qué se refiere usted con la expresión "misterio de iniquidad"? Y, supuesto eso, qué entiende decir "instalado en Roma desde el CVII"?
      Le sugiero que no incluya links en sus comentarios, pues eventualmente sus comentarios será eliminados.

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    3. Estimado Padre: En sentido estricto, el misterio de iniquidad en su plenitud será la abominación desoladora en el lugar santo, es decir, el reinado universal del Anticristo, cuando se haga adorar públicamente, secundado por el falso profeta, quien le brindará legitimidad moral y religiosa ante la opinión pública mundial, y alentará a la humanidad a que acepte recibir la “marca de la bestia” en su mano derecha o en la frente. Ahora bien, a mi parecer, el modernismo triunfante en Roma desde el CVII, mediante -entre varios otros errores-, la libertad religiosa, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, es una manifestación incipiente de dicho misterio de iniquidad, pues sienta las bases de una "religión de la humanidad" en la que se integran todos los cultos, considerados caminos válidos y auténticos para vincularse con Dios, rendirle culto y estructurar la vida social. Este naturalismo e indiferentismo religioso ha sido particularmente visible en las diferentes reuniones interreligiosas por la paz de Asís, convocadas por los últimos tres papas, siempre alegando que su fundamento reside en la enseñanza innovadora contenida en dichos documentos conciliares. El modernismo es, en el fondo, la infiltración de la primitiva gnosis luciferina del “seréis como dioses” -suerte de revelación diabólica contrapuesta a la revelación bíblica-, la que se ha transmitido desde la caída original hasta nuestros días, de múltiples formas (hermetismo egipcio, gnosticismo “cristiano”, cábala “judía”, neoplatonismo renacentista, rosacrucismo, spinozismo, hegelianismo, etc). El núcleo de esta doctrina es el panteísmo evolucionista, según el cual la divinidad toma conciencia de sí misma progresivamente, a través del desarrollo de su “creación/emanación”, en un lento pero continuo ascenso evolutivo, que va desde la materia inerte hasta la conciencia espiritual, la que tiene lugar, en su fase final, en el espíritu humano. De ahí que la condenación eterna sea negada, explícita o implícitamente, por la teología modernista -la salvación universal, el infierno vacío, el cristianismo anónimo, etc-, pues una separación definitiva de la creatura respecto de la divinidad, en el marco de una visión monista del mundo, carece de sentido. De ahí también que todas las “tradiciones religiosas” sean aceptables -aunque se admitan diversos "grados" de perfección y de precisión en la presentación teórica que hacen del “misterio de la existencia humana”-, ya que ellas, en el fondo, no hacen sino orientar al hombre hacia la plena conciencia de su destino divino, expresando todas, con menor o mayor fortuna, nuestra naturaleza profunda, la que surge de la inmanencia vital de nuestras conciencias en vías de divinización. Que esta experiencia primordial sea expresada por las diferentes religiones con sus propias herramientas conceptuales -inherentes a una cultura, un lugar y una época determinadas -, es algo normal, y no debe constituir un obstáculo para el desarrollo de la fraternidad humana y la unidad entre los diferentes cultos -evitando el riesgo de caer en el “sincretismo”, obviamente, nos aseguran con tono tranquilizador y aires de "ortodoxia" doctrinal, pero construyendo juntas un “mundo mejor” y cuidando entre todos la “casa común”-, pues lo que nos une es lo esencial y universal, mientras que lo que nos distingue y separa, es, en definitiva, algo accesorio, mudable, perfectible, relativo a cada cultura particular. No me cabe duda que en este engaño reside la futura religión mundial del Anticristo. Estos falsos principios fueron entronizados en la Iglesia en el CVII, y luego, han sido aplicados y difundidos sistemáticamente por todos los papas conciliares. A eso me refiero cuando digo que el misterio de iniquidad está instalado en Roma desde el CVII…

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    4. Estimado alesolap,
      el análisis que usted hace del desarrollo del gnosticismo relacionable con las místicas panteístas orientales y que ha desembocado en el actual modernismo, me parece muy bien hecho y encuentra mi completo acuerdo.
      Me sorprende que usted no haya citado a la masonería esotérica, que es el centro propulsor y difusor de este programa mundial de instauración de una humanidad donde el ateísmo se conjuga con el panteísmo.
      Por cuanto respecta a las doctrinas del Concilio Vaticano II, yo desde hace décadas, siguiendo el Magisterio de los Papas del postconcilio, en mis publicaciones siempre he denunciado la falsa interpretación del Concilio por obra del modernismo y en particular por obra de Rahner.
      Por eso, la verdadera interpretación del Concilio conduce a descubrir en los documentos del Concilio precisamente el antídoto a este programa diabólico de subversión de la humanidad en función anticrística.
      El punto sobre el cual no estoy de acuerdo con usted es, por tanto, el siguiente: la trama que usted ha descripto como actuante contra la Iglesia, corresponde exactamente a cuanto dice san Juan en el libro del Apocalipsis. El error del análisis que usted ha propuesto, reside en el hecho de que, en lugar de ver en los Papas del postconcilio y en el propio Concilio precisamente el baluarte que Cristo opone al anticristo, usted, de modo similar a Lutero, confunde al Papa con el anticristo y, tal vez inconscientemente, es usted el que está trabajando para el anticristo, acusando al Concilio de una obra anticristiana, cuando en realidad es precisamente el Concilio el que nos ayuda a vencer al anticristo.

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    5. Discúlpeme, alesolap, pero supongo que hay dos maneras (incorrecta y verdadera) de entender sus dos expresiones, de que el "misterio de la iniquidad en Roma", y que esto ha sucedido "desde el Concilio Vaticano".
      En primer lugar, si el "misterio de la iniquidad" se ve en los falsificadores de la verdad que se erigen en maestros de la verdad en Roma, la aplicación es correcta, pero no si se ve en el Papa, porque en ese caso Jesucristo vendría a ser un mentiroso al habernos asegurado que el Papa nos confirmaría en la verdad.
      Segundo. Si la expresión de que esto sucede "desde el Concilio" se entendiera en el sentido de "post hoc" sería correcta, pero no sería correcta si se entendiera en el sentido de "propter hoc".

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    6. Estimado Padre,
      estoy completamente de acuerdo con la crítica que Ud. hace al comentario de alesolap.

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  2. Estimado Padre: Le agradezco su respuesta. Varias cosas. Es cierto, no mencioné a la masonería, pero la lista no pretendía ser exhaustiva. De todos modos, en un sentido amplio, la considero como una variante de la cábala, destinada a la iniciación de los gentiles. Conozco sus escritos sobre el modernismo, los he leído todos, con gran provecho, en especial, me han servido para descubrir el pensamiento de Rahner. Va de suyo que no coincido con Lutero en su opinión sobre el Papa, pues, como católico, obviamente, acepto la institución del Papado y reconozco al Vicario de Cristo en el legítimo Sucesor de San Pedro. Tampoco ignoro que la roca petrina constituye un baluarte contra las fuerzas anticrísticas y que lo mismo se aplica a un concilio ecuménico reunido bajo su autoridad. Todo esto es algo elemental. Ahora bien, el problema se plantea al comprobar que los dichos y hechos de los papas conciliares -al igual que ciertas enseñanzas contenidas en los documentos del concilio-, están impregnados del ecumenismo modernista condenado por el magisterio preconciliar, en particular, en las encíclicas “Pascendi” y “Mortalium Animos”, de San Pío X y Pío XI. Y conste que por razones de brevedad dejo acá expresamente de lado otras cuestiones igualmente capitales, como ser la libertad religiosa, la colegialidad, la nueva eclesiología del “subsistit in”, la relación con el “mundo moderno”, el novus ordo montiniano, etc. Prefiero centrarme en el tema del “ecumenismo”, -entendido en sentido lato-, porque estimo que es donde la influencia del modernismo es más fácilmente identificable, incluso para el profano. Así, por ejemplo, cualquier cristiano debería poder comprender sin mayor dificultad que sería algo completamente surrealista imaginar a un San Pablo invitando a los cultos idólatras de su tiempo a reunirse bajo su patrocinio para que cada cual invocara a la “divinidad” con vistas a obtener la paz en el mundo. Sin embargo, de modo inverosímil, eso fue lo que hicieron los últimos tres pontífices, fundamentando su gesto en las enseñanzas innovadoras de los documentos conciliares. Un evento de estas características habría sido considerado anatema en cualquier otra época de la Iglesia previa al CVII, por el simple motivo de que no existe ningún documento del magisterio precedente ni ningún pasaje de la Sagrada Escritura que puedan ser invocados para justifica la realización de semejante abominación. Mientras que sí existen infinidad de textos que se oponen frontalmente a un acto de esta naturaleza impía -tanto blasfema como herética, cuando menos, de manera implícita-. El ecumenismo conciliar manifiesta el indiferentismo religioso propio del modernismo, según el cual todas las religiones, al surgir de la inmanencia vital de la conciencia humana, son necesariamente expresiones de religiosidad auténticas y medios legítimos para conocer y honrar a Dios. Ninguna es falsa ni mala “per se”, a lo sumo, podrán adolecer de defectos en el modo en que expresan el “sentimiento religioso” de la que manan, pero esto no constituirá un obstáculo para vincularse con Dios, ninguna será reprobable moralmente y, mucho menos, merecedora de una prohibición legal. Nos hallamos en la era de la total y absoluta libertad de cultos, considerada como un bien social, un derecho humano y un imperativo jurídico, no ya como una tolerancia prudencial, ejercida atendiendo a circunstancias particulares de tal época o lugar, en aras de mantener la paz social. Ésta es precisamente la enseñanza vigente en Roma desde el CVII, de nada sirve negar la evidencia, por dolorosa que sea, y es diametralmente contraria al magisterio preconciliar: “contra factum, non fit argumentum”. Esto es lo que, a mi entender, constituye la “gran apostasía” de la que habla San Pablo, aludiendo a ella como a un requisito necesario previo a la manifestación del Anticristo.

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    1. Estimado alesolap,
      la introducción de su discurso me encuentra del todo de acuerdo.
      Me centraré, como usted ha preferido, en el problema del ecumenismo, y sigo los distintos pasajes de su discurso para responderlos por orden.
      A este respecto, antes que nada, podemos hacer algunas observaciones de carácter histórico. Es de todos sabido que, antes del Concilio Vaticano II, los Papas del siglo XX, eran contrarios a que los representantes de la Iglesia católica participaran en los encuentros ecuménicos, que se organizaban entre los hermanos separados de las diversas Confesiones cristianas.
      El giro o punto de inflexión ha ocurrido con el Concilio. Ahora bien, ¿cómo juzgar este cambio? Creo que de un modo muy simple y comprensible: la Iglesia ha pasado de una actitud de prevalente condena y, por tanto, de desconfianza hacia los Hermanos separados, a una actitud de prudente diálogo.
      En este punto cabe señalar que el Decreto Unitatis Redintegratio mantiene bajo una forma de gran apertura el tradicional empeño o compromiso de la Iglesia de llamar a sí a los Hermanos separados.
      Sin embargo, hubo un cambio muy interesante en el lenguaje. Pío XI esperaba un "retorno". En cambio, el Concilio ya no ha usado este término, sino que ha hablado de "plena comunión con la Iglesia católica", como para decir que los Hermanos separados pertenecen a la Iglesia, pero no plenamente.
      Lamentablemente, ha sucedido que, en concomitancia con este sano ecumenismo promovido por el Concilio y, por supuesto, por los Papas del postconcilio, se ha desarrollado un ecumenismo ambiguo, que ha insistido demasiado en los aspectos positivos de los Hermanos separados, mientras guardaba silencio sobre sus errores.
      Esto ha tenido como consecuencia que, mientras los Hermanos separados se sentían confirmados en sus errores, muchos católicos permanecían católicos solamente de nombre, pero influenciados por los mismos errores.

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  3. (Continuación del comentario anterior) - Cada cual tratará de explicar la crisis conciliar como mejor pueda, mi parecer es el siguiente: Dios, en su sabiduría infinita, ha permitido que la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, haya sido entregada en manos de sus enemigos y haya iniciado su pasión -a semejanza de lo acaecido hace dos mil años con el cuerpo físico de Cristo, para luego resucitar glorioso al tercer día-. De aquí se desprenden algunas conclusiones: la situación actual es inédita y única, es forzosamente de índole escatológica y, por tanto, humanamente insoluble, pero, a la vez, muy esperanzadora, pues esto significa que la Parusía -sinónimo de resurrección-, no ha de estar muy lejos. Tampoco el reino universal del Anticristo, por lo cual hay que vivir cotidianamente en profunda unión con Dios, sin perder la paz interior y sin dejarse turbar por los acontecimientos exteriores, que serán cada vez peores, hasta que el Juicio de las Naciones y el retorno triunfal de Nuestro Señor pongan un término a la iniquidad. El año pasado publiqué un libro sobre este asunto, intitulado “Apostasía vaticana: hacia la religión mundial del Anticristo”, se consigue en la librería “Vórtice”, de la ciudad de Buenos Aires, por si pudiera interesarle…

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    1. Estimado alesolap,
      valorado de modo general, el análisis suyo está muy bien hecho, sin embargo no tiene nada que ver con el sano ecumenismo, que viene promovido por la Iglesia.
      Lo que usted analiza como ecumenismo, en realidad se trata de un fenómeno de tipo modernista que, sin embargo, las Autoridades romanas han tolerado con excesiva indulgencia.
      Por cuanto respecta a estas consideraciones suyas, puedo en parte estar de acuerdo, siempre sin embargo que usted no se refiera al Papa, acerca del cual tendría alguna reserva, pero no con un tono tan severo, porque vendría a ser ofendida la autoridad del Papa, que usted también afirma reconocer.
      Por cuanto respecta a la escatología, también yo tengo cada tanto la sensación de que se están acercando los tiempos finales. Sin embargo, mi opinión es que la tarea actual de la Iglesia es aquella que nos indica el papa Francisco, vale decir, en líneas generales, la de llevar a término la reforma conciliar. De hecho, personalmente he llegado a la convicción de que, a medida que se acerque el retorno del Señor, será el mismo Papa quien nos advertirá de su venida inminente, para que podamos acoger al Señor del modo debido.
      La cosa extraña es que el Apocalipsis no menciona nunca al Papa. ¿Por qué? Probablemente el motivo sea para impedir que el Papa fuera alcanzado por el poder pagano dominante.
      Un discurso similar yo haría para el así llamado Katekhon (2 Tes 2,4), un personaje misterioso que frena el poder de Satanás. Este personaje en un cierto momento viene a menos, falla, y Satanás se desata. Sin embargo, inmediatamente después viene Cristo, el Cual vence a Satanás e instaura el Reino de Dios.
      Mi opinión es que este Katekhon es el Papa, pero que no viene nombrado para no exponerlo a la persecución por parte del poder pagano.

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  4. El proyecto del modernismo es precisamente lo que pretende el excomulgado Bergoglio.

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    1. Estimado Arnaldo,
      ¿y quién lo ha excomulgado a Bergoglio? Un Papa no puede ser excomulgado, porque es el principio de la comunión.

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  5. Estimado Padre: Le agradezco su respuesta. Habría mucho que decir, y desearía transcribir muchas citas magisteriales y bíblicas para que los lectores puedan verificar lo fundado de mi postura, pero esto volvería mi comentario tedioso e inapropiado para este medio. Por tanto, enunciaré solo los principios, acompañándolos de alguna cita ilustrativa ocasional. En primer lugar, no hay que dejarse engañar por el lenguaje falaz de los modernistas: la pertenencia a la Iglesia no admite gradación, se es católico o no se es, el principio de no contradicción no conoce excepciones. La Iglesia siempre lo ha entendido así, y la única actitud veraz y caritativa hacia quienes están fuera de la Iglesia es el anuncio evangélico y la proposición del bautismo -en el caso de los infieles-, o de la abjuración de la herejía y el cisma para retornar felizmente al único redil de Cristo, a la única arca de salvación, es decir, a la Iglesia de Cristo -que es la Iglesia católica (dogma de fe negado implícita y sibilinamente por el “susbsitit in” conciliar)-, para el resto. El lenguaje que adoptan los teólogos conciliares simplemente no es católico, sino un eco del silbido infernal de la serpiente buscando perder al género humano, desde el jardín del Edén -en lo que fue el primer caso de “diálogo interreligioso”-, hasta las contemporáneas reuniones multiconfesionales de Asís. Usted reconoce que en el concilio se produjo un “punto de inflexión”, que es, a decir verdad, una flagrante ruptura con el magisterio precedente. En efecto, esto dice Pío XI sobre las reuniones interreligiosas en su encíclica Mortalium Animos: “Con tal fin suelen estos mismos organizar congresos, reuniones y conferencias, con no escaso número de oyentes e invitar a discutir allí promiscuamente a todos, a infieles de todo género, de cristianos y hasta a aquellos que apostataron miserablemente de Cristo o con obstinada pertinacia niegan la divinidad de su Persona o misión. Tales tentativas no pueden, de ninguna manera, obtener la aprobación de los católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables, pues, aunque de distinto modo, todas nos demuestran y significan igualmente el ingénito y nativo sentimiento con que somos llevados hacia Dios y reconocemos obedientemente su imperio. Cuantos sustentan esta opinión, no sólo yerran y se engañan, sino también rechazan la verdadera religión, adulterando su concepto esencial, y poco a poco vienen a parar al naturalismo y ateísmo; de donde claramente se sigue que, cuantos se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios.” Disculpe mi crudeza, pero creo que no hay que darle demasiadas vueltas al asunto, este solo texto basta y sobra para desenmascarar el embuste conciliar sobre el ecumenismo. Comprendo que resulte doloroso y perturbador admitirlo, pero de nada sirve negar la realidad. La malicia de la actitud conciliar consiste en confirmar a los herejes, cismáticos, judíos rabínicos e infieles en sus extravíos, haciéndoles creer que sus “tradiciones religiosas” son buena, son caminos válidos para conocer, amar y servir a Dios, eso es lo que se les inculca al convocarlos a “rezar por la paz” en Asís, por ejemplo. Esto es, manifiestamente, un pecado gravísimo contra el primer mandamiento y contra la caridad hacia esa pobre gente extraviada en las tinieblas del error. Doy una cita de Francisco para ilustrar lo que digo: “Una peregrinación educativa interreligiosa puede ser una fuente de gran enriquecimiento, ofreciéndonos múltiples oportunidades para encontrarnos, aprender unos de otros y apreciar nuestras diversas experiencias. La cultura del encuentro tiende puentes y abre ventanas a los valores y convicciones sagradas que inspiran a los demás (…) Espero que esta peregrinación educativa os lleve, guiados por los pensamientos de vuestro maestro espiritual Buda, a un encuentro más profundo con vosotros mismos y con los demás” 16/03/2023.

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    1. Estimado alesopap,
      es necesario tener presente que, como enseña el Magisterio de la Iglesia de hoy, la pertenencia a la Iglesia es una cosa muy compleja, que resulta de la satisfacción de algunos requisitos o condiciones esenciales, algunos de los cuales pueden faltar hasta un límite debajo del cual uno ya no pertenece a la Iglesia de ningún modo.
      Aquello que usted dice, o sea que debemos distinguir el pertenecer del no pertenecer, es más que correcto, porque sería doblez poner juntos el pertenecer con el no pertenecer. Pero más allá de esta elección, que se impone a todos nosotros, es necesario tener presente que la pertenencia a la Iglesia implica la asunción de un cierto número de elementos, de los cuales puede faltar alguno. Éste es el caso de los Hermanos separados.
      En este punto nosotros comprendemos la enseñanza del Concilio, cuando nos dice que la plenitud de las verdades cristianas se encuentra sólo en la Iglesia Católica, mientras que los Hermanos separados pertenecen a la Iglesia de Cristo, que encuentra en la Iglesia Católica su plenitud. Esto implica que ellos no pertenecen plenamente a la Iglesia Católica, por lo cual el Concilio los invita a corregir aquellos errores que impiden la acogida o recepción de la plenitud de la verdad.
      Por cuanto respecta al discurso de Pío XI, la preocupación de aquel Papa de la primera mitad del siglo pasado es más que acertada, en cuanto que él teme una forma de relativismo religioso que, con el pretexto de la libertad de conciencia, niega la universalidad de los valores religiosos y por otra parte teme el verificarse de ese sincretismo o indiferentismo religioso, que pone a todas las religiones a la par, en pie de igualdad, y niega el primado del cristianismo, un indiferentismo que por lo tanto desalienta la acción que el Católico debe hacer para persuadir al hermano separado a abrazar la plenitud de la verdad, que sólo se encuentra en la Iglesia católica.
      Este comportamiento es decididamente condenable y no tiene nada que ver con el verdadero ecumenismo promovido por el Concilio Vaticano II, sino que es una hábil mistificación organizada por los modernistas de ayer y por los neo-modernistas de hoy, y sobre todo, por los rahnerianos.

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    2. La diversidad o diferencia entre la pastoral del Concilio Vaticano II y la pastoral de Pío XI sobre cómo debemos conducirnos frente a los Hermanos separados consiste en el hecho de que, mientras Pío XI está preocupado por preservar a los Católicos del error y por protegerlos del riesgo de ser engañados por los Hermanos separados, el Concilio, en cambio, parte de la consideración de aquellas que son las verdades cristianas que nosotros los Católicos tenemos en comunión con los no-católicos, pero no para detenerse en esta constatación, que si bien trae alegría a todos, sin embargo no es suficiente tal constatación para el cumplimiento de toda la obra ecuménica, pues sobre esa base de la constatación de lo que nos mancomuna, la pastoral del Concilio quiere alcanzar la reconciliación de todos los cristianos en la única verdad que nos ha enseñado Cristo. Para alcanzar esta unidad, el Concilio estimula tanto a nosotros, los Católicos como a los demás Hermanos cristianos, a reunirnos para abordar con lealtad, franqueza y caridad, los puntos controvertidos, mientras que el deber de nosotros, los Católicos, es el de hacer todo el esfuerzo posible para persuadir a estos Hermanos a alcanzar la plenitud de la verdad.
      Por consiguiente, constatamos que la única diferencia entre Pío XI y el Concilio, sobre el tema que estamos considerando, es una pura diversidad pastoral. Hoy la Iglesia tiene mayor confianza en poder conducir a los Hermanos separados, a través del diálogo ecuménico, a la plenitud de la verdad.
      Por otra parte, recordemos que el deber de nosotros los Católicos es el de seguir la pastoral de la Iglesia de hoy, porque es en el hoy cuando la Iglesia nos indica el camino hacia Cristo.

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    3. Por cuanto respecta al famoso "subsistit", como explicó la Congregación para la Doctrina de la Fe algunos años después, el Concilio, hablando de la Iglesia de Cristo, no pretende referirse a una Iglesia más amplia que aquella que es la Iglesia Católica, sino que se trata de la misma Iglesia Católica.
      Ese "subsistit" es una simple referencia al hecho de que la Iglesia es una Persona mística, que tiene su propia subsistencia, pero es claro que al mismo tiempo sigue siendo válida la doctrina de la esencia de la Iglesia, lo que responde a la pregunta de qué cosa es la Iglesia.
      ¿Qué sentido tiene esta doctrina del "subsistit"? ¿Qué propósito tiene? Esta doctrina nos quiere precisamente explicar que la Iglesia es una Comunidad con múltiples dimensiones o grados de participación, por lo cual un cristiano puede pertenecer más o puede pertenecer menos a la Iglesia.
      ¿Por qué el Concilio distingue la Iglesia de Cristo de la Iglesia Católica? No porque, como he dicho, ellas no sean la misma cosa, sino para poder evidenciar estos grados de participación, por lo cual el ser católico es la plenitud del ser cristiano, mientras que la condición de los Hermanos separados es siempre la de ser cristianos, por consiguiente también ellos pertenecen a la Iglesia de Cristo, pero no plenamente a la Iglesia Católica.
      Por eso el Concilio, en el deseo de que ellos sean plenamente cristianos, los invita a entrar en plenitud en la Iglesia Católica.

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    4. Los teólogos que siguen el Concilio y lo interpretan bajo la guía del Magisterio pontificio postconciliar, no tienen nada que ver con no sé qué influencia diabólica. Si de doctrinas diabólicas queremos precisamente y propiamente hablar, estas serán, en todo caso, las interpretaciones dadas por los rahnerianos, o por los schillebeeckxianos, o por los küngianos.

      Por cuanto respecta al "giro" o "punto de inflexión" que el Concilio ha provocado en la teología católica, como ya explicó el papa Benedicto XVI, no conlleva ninguna ruptura con el dogma ni con la Tradición. Ésta es la tesis tanto de los filolefebvrianos como de los modernistas, los cuales no han comprendido que en realidad las doctrinas del Concilio hacen comprender mejor tanto el dogma como la Tradición. Por lo tanto no hay ninguna ruptura con el dogma y la Tradición, sino un progreso, un enriquecimiento, una clarificación, una explicitación y un desarrollo en la continuidad. En base a lo expuesto por Benedicto XVI al respecto, ya hay sobrados argumentos teológicos de esto, expuestos con claridad por competentes teólogos, sobre todo cuando unos once o doce años atrás se debatieron estos temas, durante el pontificado del papa Ratzinger, e incluso existen óptimos libros sobre esta temática.
      Filofebvrianos y modernistas, por el contrario, están de acuerdo, como he dicho, en la tesis de la ruptura; los primeros para lamentarse por lo que consideran el escándalo de la ruptura, los segundos para regocijarse por ella, pero tanto los unos como los otros se equivocan en su interpretación de las nuevas doctrinas del Concilio.

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    5. Como ya le he explicado, estimado alesopap, el decreto Unitatis Redintegratio y la declaración Nostra Aetate no confirman en absoluto a los Hermanos separados y a los no-cristianos en sus errores. Ambos documentos del Concilio Vaticano II simplemente ponen en luz los valores religiosos que tenemos en común nosotros los Católicos con ellos, aunque en el respeto de sus legítimas tradiciones diferentes.
      El Concilio afirma que el camino de elección para la salvación es el católico, sin excluir que también las otras religiones posean verdades salvíficas, aunque siempre mezcladas con el error, las cuales religiones, liberadas del error, constituyen también ellas caminos de salvación aunque parciales, que en todo caso convergen hacia Cristo y que derivan de Cristo.
      Por lo cual, si los sujetos están en buena fe, pueden también ellos, guiados por la gracia, alcanzar la salvación, como hubo de enseñar ya el beato papa Pío IX en la encíclica Quanto conficiamur moerore, del 1863, Denz. 2865-2866.

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    6. Por cuanto respecta a las palabras benévolas del Papa hacia Buda, ellas deben entenderse, por supuesto, como referidas al aspecto positivo de su espiritualidad, que el Papa define como encuentro más profundo con uno mismo.
      Naturalmente, la circunstancia disuadía del recordar los errores teológicos de Buda y de los budistas, pero es claro que esos errores están presupuestos, y se puede decir que una referencia a ellos se trasluce en las exhortaciones que el Papa mismo dirige a los peregrinos, exhortándoles (y termino la frase que usted dejó trunca): "a un encuentro más profundo con los otros, con la tradición cristiana y con la belleza de la tierra, que es nuestra casa común". De hecho, acerca de estos valores que menciona el Papa, lamentablemente la espiritualidad budista es carente.

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  6. (Continuación del comentario anterior) - Insisto en mi argumento: esta actitud tiene su fundamento en el modernismo, es decir, en la infiltración del gnosticismo panteísta dentro de la Iglesia, disimulado bajo un lenguaje cristiano, para embaucar a los fieles incautos. Es normal que un modernista convoque a todas las religiones a Asís, porque piensa que, en el fondo, son todas verdaderas, en el sentido de que son una expresión auténtica, eminentemente respetable, de la experiencia psíquica primordial de la divinidad inmanente en la conciencia de cada cual. Eso es lo que profesan los papas conciliares, de ahí los aquelarres de Asís, la defensa de la libertad de cultos, la abolición del Estado confesional católico en los nuevos concordatos -a pedido del Vaticano y en aplicación de la falsa libertad religiosa proclamada en Dignitatis Humanae, condenada por todos los papas desde la Revolución Francesa hasta el CVII-, etc. Repito lo que dije en un comentario anterior: esta actitud conlleva una ruptura radical, esencial, insalvable con la enseñanza y con la práctica bimilenarias de la Iglesia. Este giro copernicano -inédito y de inequívoco sesgo escatológico-, viniendo de su máxima autoridad, y aplicada por prácticamente la totalidad del episcopado mundial, no puede significar otra cosa que la gran apostasía anunciada por San Pablo, como un signo previo a la manifestación pública del Anticristo. Concluyo con tres breves citas muy esclarecedoras de Francisco respecto a esta herejía perversa y diabólica, instalada en Roma desde el CVII, y que ha sido profesada y aplicada por todos los papas conciliares desde entonces: I. “Si en el pasado las diferencias religiosas nos enfrentaban, hoy vemos en ellas la riqueza de caminos distintos para llegar a Dios y para educar a las nuevas generaciones a la convivencia pacífica en el respeto recíproco” 5/10/2021. II. “Dialogar no significa renunciar a sus propias ideas y tradiciones, pero sí a la pretensión de que sean únicas y absolutas” 1/6/2014. III. “El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos. Esta sabiduría divina es la fuente de la que proviene el derecho a la libertad de credo y a la libertad de ser diferente.” 4/2/2019.

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    1. Por cuanto respecta al gnosticismo, es cierto que hoy el gnosticismo es muy peligroso, está muy difundido y vinculado con el mismo rahnerismo. Pero el Santo Padre se ha premurado y ha tenido cuidado de condenarlo enérgicamente en la exhortación apostólica Gaudete et exsultate del 19 de marzo de 2018:
      https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20180319_gaudete-et-exsultate.html
      Por cuanto respecta a la cuestión de la Religión de Estado, esta institución ha prestado buenos servicios en los siglos pasados, pero, como resulta de la situación histórica, sobre todo a partir del siglo XVII, reconocida por el Concilio Vaticano II, una correcta relación entre Iglesia y Estado requiere hoy por parte del Estado el reconocimiento del derecho a la libertad religiosa, enseñado por el secreto Dignitatis humanae, el cual no tiene nada que ver con ninguna forma de relativismo ni de liberalismo, sino que, según el dictado del propio Concilio, se funda en la divina Revelación y, en particular, en el principio de la buena fe y de la ignorancia invencible, que es enseñado por el mismo Evangelio.

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    2. I.
      En el primer punto, el papa Francisco no excluye el hecho de que las otras religiones contengan errores, sino que se refiere a hechos lamentables del pasado, que han registrado enfrentamientos violentos en los cuales se ha faltado contra la caridad, y el Papa se alegra por el hecho de que hoy sea posible realizar un diálogo sereno.

      II.
      También aquí está claro que el Papa no se refiere a la universalidad del mensaje cristiano, que evidentemente es obligatorio para todos y es objeto de la evangelización, sino que evidentemente desaprueba una cierta tendencia nuestra a absolutizar nuestras opiniones, asumiendo tal vez tonos impositivos o violentos.
      Además, el Papa nos recuerda que dialogar no significa renunciar a nuestras convicciones de fe, sino que, por el contrario, conlleva una obra paciente y caritativa dirigida o finalizada a la difusión de nuestra fe católica.

      III.
      El Papa aquí no se refiere al hecho de que las otras religiones puedan contener errores, porque no estaría hablando de voluntad divina. Y de hecho aquí no está en juego la oposición entre la verdad y el error, el cual error en sí mismo no tiene ciertamente derecho a la existencia y no es ciertamente querido por Dios, sino que habla de legítimas diferencias, las cuales evidentemente no pueden no ser queridas por Dios.

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  7. (Continuación del comentario anterior) - Cuando los papas conciliares invitan a las falsas religiones del mundo a orar por la paz en Asís, las están confirmando en sus errores, les están dando a entender que sus falsos cultos y sus falsas creencias no constituyen un obstáculo en su relación con Dios, son apropiadas para complacerlo, son medios válidos para vivir santamente y cumplir con su voluntad, y conducen todas a la salvación. Pues bien, esto es no solo falso, sino que reviste un carácter lisa y llanamente diabólico. Es por eso que sostengo que el ecumenismo modernista profesado y practicado desde el CVII encarna LA GRAN APOSTASÍA previa a la aparición del Anticristo, tal cual nos lo advirtiera claramente San Pablo e implícitamente también Nuestro Señor (Cuándo vuelva el Hijo del Hombre, ¿hallará fe sobre la tierra?) El ecumenismo conciliar se basa en la doctrina gnóstico panteísta propia del modernismo según la cual toda forma de religiosidad humana es auténtica y verdadera, por la sencilla razón de que surge de la intimidad de la conciencia humana, sede inalienable de la divinidad. Que luego los hombres sistematicen y teoricen esta “experiencia primordial” común a cada ser humano de diversos modos, valiéndose de los instrumentos conceptuales disponibles en la cultura, el lugar y la época en viven, es algo absolutamente irrelevante en relación a la legitimidad del acto religioso. Es por eso no me canso de insistir en este punto: la forma de relacionarse con las demás religiones implementada desde el CVII no es una nueva “opción pastoral”, que podría ser más o menos idónea o prudente, según las circunstancias en que se aplica. Se trata, muy por el contrario, de un NUEVO MODO DE COMPRENDER LA RELIGIÓN, el ser humano, la creación, la redención, etc. Así, por ejemplo, la Iglesia es subrepticiamente identificada con la “humanidad”, la noción de “infierno” y “condenación eterna” es totalmente evacuada -¿cómo podría alguien separarse definitivamente de Dios en una visión monista del mundo?-, la redención misma es desnaturalizada, pasando a ser una mera “toma de conciencia” de nuestra común divinidad, ínsita en nuestras almas. De esta “inmanencia vital” se desprende la “fraternidad universal” y la “hermandad de las religiones”, artesanas de la paz mundial y guardianas de la “casa común”. Estamos ante el ideario naturalista y humanista de la masonería, ni más, ni menos. El “ecumenismo conciliar” es la manifestación del indiferentismo religioso en su más prístina expresión.

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    1. Estimado alesolap,
      el diálogo ecuménico e interreligioso promovido por el Concilio Vaticano II comporta dos fases: una primera fase, inicial y preparatoria, de reconocimiento de los comunes valores cristianos (ecumenismo) y de religión natural (diálogo interreligioso), y una segunda, final y conclusiva, de tipo propositivo y correctivo, en la cual, sobre la base de los acuerdos alcanzados, debemos proponer a los no católicos y a los no-cristianos los valores faltantes y corregir los errores a fin de que entren en plena comunión con la Iglesia católica, en la plenitud de la verdad salvadora.
      El balance que podemos hacer de estos sesenta años es la feliz conclusión de la primera fase, es decir, la implementación de relaciones amistosas y de colaboración recíproca sobre la base de los valores comunes establecidos en estos sesenta años. Ahora parece el momento de abordar la segunda fase. Las conversiones al catolicismo, lamentablemente, han sido pocas, porque hemos tenido poca capacidad para hacerlo atractivo por encima de todas las demás confesiones religiosas. Nos cuesta demasiado hacernos creíbles porque estamos divididos entre modernistas e indietristas. El Papa habla mucho de evangelización y de Iglesia en salida: pero si no estamos unidos en torno a él, lo único que hacemos es batir el aire.
      Desgraciadamente nos hemos visto obstaculizados por un falso ecumenismo y diálogo interreligioso con características gnósticas, liberales, indiferentistas, masónicas, relativistas y modernistas, que han tenido por efecto dejar a los interlocutores en sus errores, impedir las conversiones e infectar a los católicos de sus errores.
      Los encuentros de "oración" en Asís ciertamente han revelado ser una experiencia fallida, porque se ha querido ampliar el diálogo al totemismo, al politeísmo y a la idolatría, mientras que se han obtenido buenos resultados en el diálogo entre las religiones monoteístas, según las prescripciones del Concilio.

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  8. (Fin del comentario) - Concluyo, a título ilustrativo de lo que he dicho, con dos citas, la primera de Francisco, del 26/02/2017, con motivo de su visita a la iglesia anglicana de All Saints en Roma:

    “En el norte de argentina se encuentran las misiones anglicanas y católicas con los aborígenes, y el obispo anglicano y el católico trabajan juntos. Y cuando la gente no puede ir el domingo a la celebración católica van a la anglicana, y los anglicanos van a la católica, porque no quieren pasar el domingo sin una celebración, y trabajan juntos. Y aquí, la Congregación para la Doctrina de la Fe lo sabe.”

    Y la segunda, de la Gran Logia de España, “El Oriente”, del 5/10/2020:

    « Hace ahora 300 años se produjo el nacimiento de la Masonería Moderna. El gran principio de esta escuela iniciática no ha cambiado en tres siglos: la construcción de una fraternidad universal donde los seres humanos se llamen hermanos unos a otros más allá de sus credos concretos, de sus ideologías, del color de su piel, su extracción social, su lengua, su cultura o su nacionalidad. Este sueño fraternal chocó con el integrismo religioso que, en el caso de la Iglesia Católica, propició durísimos textos de condena a la tolerancia de la Masonería en el siglo XIX. La última encíclica del Papa Francisco demuestra lo lejos que está la actual Iglesia Católica de sus antiguas posiciones. En “Fratelli Tutti”, el Papa abraza la Fraternidad Universal, el gran principio de la Masonería Moderna: ‘‘Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad’’, expresa abogando por una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona, más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite. Para la construcción de esa Fraternidad Universal, el Papa aboga por perseguir el horizonte de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, “no suficientemente universales”. »

    Lo saludo muy cordialmente en Cristo y María y le aseguro que, a partir de ahora, lo dejaré tranquilo con mis mensajes (me refiero a este intercambio). Le agradezco mucho su amabilidad, su paciencia y su caridad fraterna.

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    1. Estimado alesolap,
      por cuanto respecta a la colaboración en Argentina entre el obispo católico y el anglicano, me parece una cosa positiva en cuanto que, en entrambos casos, se rinde culto al Señor.
      Para comprender esta colaboración es necesario que tener en cuenta el carácter extraordinario de la circunstancia, es decir, el hecho de que los fieles, si no hubiera nadie que celebrara el rito, se verían privados de la Celebración Litúrgica.
      De todos modos, permanece el hecho de que las ordenaciones anglicanas no son válidas. Sin embargo, sus celebraciones, si se llevan a cabo con piedad y celo, tienen un valor simbólico y son agradables a Dios y, al fin de cuentas, son cristianos también ellos.
      Por cuanto respecta al hecho de que la masonería haya apreciado la encíclica "Fratelli tutti", es posible que algunos masones quieran instrumentalizar al Santo Padre. Sin embargo, está el hecho bien conocido que no somos nosotros los católicos quienes aprendemos de ellos en términos de fraternidad universal, sino que son ellos quienes han aprendido del Evangelio.
      Por eso, si el Papa cita la fraternidad universal, no es porque haga un guiño a la masonería, sino porque reconoce en ella, en este punto, una huella del mensaje evangélico y un valor universal de la razón humana.

      Correspondo de buen grado a sus cordiales saludos en Cristo y María, y no me desagradaría que nuestro diálogo continuara.

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  9. Estimado padre Filemón,
    he leído todas las intervenciones del señor Alejandro Sosa Laprida. Para mi una cosa es clara: el señor Sosa manifiesta una contradicción fundamental.

    Por un lado, en uno de sus primeros comentarios él dice que: "Va de suyo que no coincido con Lutero en su opinión sobre el Papa, pues, como católico, obviamente, acepto la institución del Papado y reconozco al Vicario de Cristo en el legítimo Sucesor de San Pedro. Tampoco ignoro que la roca petrina constituye un baluarte contra las fuerzas anticrísticas y que lo mismo se aplica a un concilio ecuménico reunido bajo su autoridad. Todo esto es algo elemental".

    Pero luego, en todos los demás comentarios está claro que no respete la autoridad del Papa, no la valora en toda su dimensión, que vincula a los fieles en todo lo que respecta a su magisterio doctrinal, y obliga a los fieles a seguirlo en todo lo que respecta a sus directrices pastorales.

    En definitiva, esta contradicción vertebral en el discurso del señor Sosa, es una contradicción típica del indietrismo cismático lefebvriano.

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    1. Estimado Sr. Vergara: Su observación es correcta. La conclusión a la que llego, basándome en la situación descripta en mis anteriores comentarios, es que los papas conciliares no han podido recibir la jurisdicción sobre la Iglesia universal, ya que, de haber sido así, no habrían incurrido en la herejía modernista, pues ella los habría preservado de errar en materia de fe, por promesa divina. Sucede que no quería exponer mi postura al respecto, pues el Padre Filemón no acepta comentarios de tono sedevacantista en su blog y respeto su decisión, limitándome aquí a responder puntualmente a su comentario.

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    2. Querido Ernesto,
      tu observación es ciertamente correcta.
      Por otra parte, no me consta que "alesolap" sea efectivamente el señor Alejandro Sosa Laprida.
      Esperemos que el Sr. alesolap reflexione y sea coherente con cuanto ha anunciado en línea de principio, es decir, que la confianza en los Concilios Ecuménicos es inescindible de la confianza en el Papa, por lo cual es imposible aceptar al Papa y rechazar un Concilio Ecuménico.

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  10. Estimado Padre: Me parece que no publiqué correctamente el primero de los tres comentarios de anoche, por eso ahora lo hago nuevamente. Un cordial saludo en Cristo y María.

    (Comentario del 15 de febrero, parte I de III, 22:15 hs) - Estimado Padre: Muchas gracias por su amable respuesta. Tendría mucho para comentar, pero intentaré ser lo más conciso posible, ciñéndome a lo esencial. Permítame decirle, con todo respeto, que el enfoque del “ecumenismo conciliar” no se reduce a una mera “diversidad pastoral”, como usted piensa, sino que plantea una visión innovadora en cuanto a la naturaleza de la fe y de la revelación divina. La diferencia, por tanto, no es “pastoral”, no consiste en la elección de determinados medios facultativos e intrínsecamente lícitos escogidos para alcanzar la finalidad sobrenatural que concierne a la misión evangelizadora encomendada a la Iglesia.
    No, por desgracia, la diferencia del enfoque adoptado por el “ecumenismo conciliar” respecto de la praxis preconciliar es de índole teológica, doctrinal y dogmática. Es la misma diferencia que existe entre el subjetivismo e inmanentismo panteísta propio del modernismo, y la fe católica con su Dios creador, redentor y remunerador exterior a la conciencia humana, a cuya revelación el hombre debe asentir con su inteligencia y amar con su voluntad.
    Asís es clave para comprender esto: su mensaje implícito pero innegable es que, cuando un hombre practica su religión, cualquiera ésta sea, está siguiendo la voz del Dios inmanente que se manifiesta en lo recóndito de su psiquismo, y por ese motivo, su acto de “culto” es bueno, auténtico, legítimo y debe ser no solo respetado, sino amparado y protegido como un derecho por la legislación civil. Es la falsa libertad religiosa de Dignitatis Humanae, condenada por todos los papas del siglo XIX y por los del siglo XX, anteriores al CVII. En cuanto al fondo de cada acto religioso, las diferencias entre las diversas “confesiones”, sectas heréticas, cismáticas o idólatras, son secundarias, accesorias, puesto que lo importante no es lo que nos “separa”, sino lo que nos “une”: la divinidad que habita en lo profundo de cada alma humana.
    De ahí la libertad de culto irrestricta, convertida en el derecho fundamental de la “persona humana” divinizada por la gnosis modernista, que le otorga lógicamente una “dignidad inalienable” (NO a la pena de muerte, NO a la condenación eterna, NO a la represión de las “falsas religiones”, las que, de hecho, YA NO EXISTEN COMO TALES), que profesa la Iglesia desde el CVII en absoluta contradicción con la Sagrada Escritura y con dos mil años de magisterio eclesial. De ahí también los encuentros ecuménicos e interreligiosos en los que todas las religiones participan EN UN PIE DE IGUALDAD con sus oraciones propias, su liturgia específica y sus “meditaciones espirituales” basadas en sus propios “libros sagrados”.
    Esto -aunque duela comprobarlo, aunque duela más aún tener que admitirlo-, es lo que sucede cada día en la Iglesia desde el CVII. La astucia maligna del “subsistit in” es hacer creer a los pobres cristianos engañados que sus sectas heréticas y/o cismáticas forman parte de la Iglesia de Cristo, que en ellas no corren riesgo espiritual o moral alguno, que a través de ellas rinden un culto agradable a Dios, que siguiendo sus enseñanzas y adhiriendo a sus prácticas se encaminan seguramente hacia la “salvación” y que, a lo sumo, no podrían intentar alcanzar la “plenitud de fe” que se halla en la Iglesia católica. Tal cosa sería “recomendable”, “deseable”, “conveniente”, pero de ninguna manera “necesaria”, “imperativa” ni “indispensable”. “Todos los caminos llevan a Roma” y, desde el CVII, todas las religiones conducen hacia Dios.

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    1. ERRATA: La astucia maligna del “subsistit in” es hacer creer a los pobres cristianos engañados que sus sectas heréticas y/o cismáticas forman parte de la Iglesia de Cristo, que en ellas no corren riesgo espiritual o moral alguno, que a través de ellas rinden un culto agradable a Dios, que siguiendo sus enseñanzas y adhiriendo a sus prácticas se encaminan seguramente hacia la “salvación” y que, a lo sumo, PODRÍAN intentar alcanzar la “plenitud de fe” que se halla en la Iglesia católica. Tal cosa sería “recomendable”, “deseable”, “conveniente”, pero de ninguna manera “necesaria”, “imperativa” ni “indispensable”. “Todos los caminos llevan a Roma” y, desde el CVII, todas las religiones conducen hacia Dios.

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    2. Estimado alesolap,
      usted denuncia muchos errores de tipo modernista que, efectivamente, están hoy en circulación dentro de la Iglesia. Estos errores los he refutado en mis escritos en este blog, sobre todo en mi crítica a Rahner. Pero el querer atribuirlos al Concilio Vaticano II es un grave error, porque es como acusar de herejía a un Concilio Ecuménico, y esto no es lícito para un católico, porque haciéndolo así, a su vez se cae en la herejía.
      Le invito, por tanto, a interpretar correctamente el Concilio y el Magisterio del postconcilio, de lo contrario a usted le faltará la doctrina necesaria para refutar esos errores que con razón usted denuncia.
      Así en cambio sucede que usted, creyendo combatir contra el modernismo, en realidad cae en su red, en la trampa del modernismo, porque se priva del verdadero medio para refutar al modernismo, que es la fidelidad al Concilio, interpretado por los Papas del postconcilio, y no en su mistificación rahneriana.
      Para decirlo todo en dos palabras: los males de la Iglesia de hoy no nos vienen del Concilio y de los Papas del postconcilio, sino que nos vienen de los modernistas, los cuales no han influido en el Concilio, sino que están caracterizados por la rahnerianos.

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    3. Con todo respeto, Padre, su opinión peca de ingenua, hay abundante literatura que demuestra fehacientemente cómo los teólogos neo modernistas, mantenidos bajo estricta vigilancia durante el pontificado de Pío XII -que censuró sus doctrinas en la encíclica "Humani Generis", como usted sabrá-, fuero rehabilitados por Juan XXIII y de inmediato incorporados al cuerpo de peritos conciliares. Le recomiendo leer "El Rin desemboca en el Tíber", de Ralph Wiltgen -un autor imparcial, no sospechoso de "integrismo"-, "El concilio del Papa Juan", de Michael Davies y "Iota Unum", de Romano Amerio. De todos modos, imagino que los conocerá. Desde la perspectiva de uno de los principales artesanos del "ecumenismo conciliar", la obra "Mon Journal du Concile", del dominico Yves Congar, es muy interesante.

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    4. Estimado Padre: Transcribo un texto muy interesante y esclarecedor sobre la postura del Padre Yves Congar durante el concilio:
      «A comienzos de noviembre se discute el esquema sobre los obispos y vuelve a aflorar la cuestión de la colegialidad. También se reparte el esquema sobre la libertad religiosa. En este marco, inserta nuestro cronista algunas reflexiones sobre las posturas en litigio:
      “Se asiste a la confrontación de dos eclesiologías. Las secuelas del pontificado de Pío XII son puestas en cuestión. Y, por encima de ellas, el régimen que ha prevalecido a partir de la reforma gregoriana, sobre la base de la identificación entre Iglesia romana e Iglesia católica universal. Las Iglesias viven, están allí, representadas y reunidas en el concilio, y demandan una eclesiología de la Iglesia y de las Iglesias, y no solamente de la monarquía papal con el sistema jurídico que ella se ha dado.”
      En esta misma línea vuelve a expresarse poco después haciendo una valoración de la marcha del concilio mismo:
      “Hay que reconocer que, desde el comienzo, a través de todo el período preparatorio y desde la apertura del concilio, se prosigue una lucha entre la ecclesia y la curia.”
      Censura duramente el ultramontanismo, nacido de la estructura puramente italiana de los organismos romanos y de la ideología romana: “La gente de la curia (Ottaviani, Browne, Staffa, Carli) hace TODO para impedir que el episcopado retome los derechos que le han sido usurpados.” (Nota: Las mayúsculas son de Congar).
      Fuente: «No hay “ressourcement” sin dialogo ecuménico: el diario conciliar de Yves Congar» - Universidad Pontificia de Salamanca - Diálogo Ecuménico, t. XXXIX, n. 124-125 (2004) 273-314 - La cita está en las páginas 299 y 300.

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    5. Estimado alesolap,
      la intención del papa Juan XXIII era la de valorizar los aspectos positivos de ciertos teólogos, cuyos errores habían sido condenados por Pío XII. El programa del Concilio lo encontramos de algún modo en el gran proyecto de renovación teológica elaborado por Jacques Maritain en los cincuenta años de actividad teológica que precedieron al Concilio.
      Un caso interesante desde este punto de vista es el caso de Rahner, que por un lado tenía una buena reputación como estudioso de espiritualidad, pero por otro había sido censurado por Pío XII a propósito de la virginidad de Nuestra Señora. Sucedió que Adenauer pidió al papa Juan que eliminara la censura a Rahner. El Papa permitió a Rahner ser perito del Concilio. ¿Qué juicio dar sobre este hecho?
      El hecho es que Rahner ha dado una buena contribución al Concilio, que lamentablemente ha sido mal interpretada por los indietristas. Este hecho es demostrado por la colaboración que él llevó a cabo con Ratzinger. El problema Rahner surgió después del Concilio, cuando Rahner comenzó a manifestar el criptomodernismo que llevaba en su ánimo, pero que mantuvo oculto durante las labores del Concilio. Sin embargo, Rahner se había ganado una gran fama como protagonista del Concilio, por lo cual comenzó a propagar por todo el mundo su interpretación del modernismo.
      En este punto, como observa el padre Fabro, el episcopado no sintió ánimo para intervenir contra Rahner por temor a parecer estar en contraste con el Concilio.
      Un episodio muy significativo a este respecto es la historia de mons. Lefebvre, el cual no llegó a comprender el valor de las nuevas doctrinas del Concilio, aunque su crítica a Rahner era correcta. Sin embargo, Lefebvre cometió otro error, y fue el de creer que aquellas nuevas doctrinas habían sido causadas por el modernismo de Rahner.
      Uno de los peritos del Concilio, Ratzinger, que había colaborado con Rahner, al darse cuenta después del Concilio de este giro modernista de Rahner, lo criticó duramente en el libro "Les principes de la théologie catholique" de 1981, y durante el resto de su actividad. primero en la Congregación para la Doctrina de la Fe y luego como Papa, se opuso al rahnerismo.
      Por cuanto respecta a Amerio, él era un buen tomista, pero no entendía la nueva eclesiología del Concilio, creyendo que el Concilio hubiera cambiado la esencia de la Iglesia, lo cual era imposible, porque un Concilio Ecuménico no puede cometer errores en materia de fe y moral.

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    6. Por cuanto respecta a Congar, él ha sido un gran teólogo tomista del siglo pasado. Efectivamente, ha sido demasiado benévolo frente a Lutero.
      Por otra parte, siempre por cuanto respecta a Congar, en mi opinión es necesario emitir un juicio matizado, en el sentido de que antes del Concilio no se puede negar un cierto autoritarismo de tipo doctrinal, sin perjuicio, no obstante, de la autoridad doctrinal del Papa.
      Al mismo tiempo, reitero mi crítica a Congar en materia de ecumenismo, mencionada antes. Congar favorecía una eclesiología que, sin llegar a un ecumenismo filoprotestante, según me parece, acentuaba de manera exagerada el pluralismo religioso dentro y fuera de la Iglesia.
      Ahora bien, imaginar que el Papa y los Padres del Concilio han sido engañados por algunos peritos modernistas es una grave ofensa al Magisterio de la Iglesia y una acusación intolerable en boca de un Católico.

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  11. (Fin del comentario anterior, que no entró entero por ser muy largo) - Ahora bien, el sofisma reside en el hecho de que la Iglesia católica ES la Iglesia de Cristo. No “subsiste” en ella, junto a muchas otras. Entre ambas, la relación es de IDENTIDAD, no de una inclusión concéntrica privilegiada, ni de una mayor excelencia o preeminencia ejercida entre un conjunto de “iglesias particulares”, defectuosas en algún sentido, pero intrínsecamente legítimas y aceptables como instrumentos “salvíficos”. Y que, por consiguiente, quien abandona la Iglesia católica -o bien nace fuera de ella-, NO FORMA PARTE DE LA IGLESIA DE CRISTO, sino de una secta herética y/o cismática.
    Esto, objetivamente hablando, sin prejuzgar de la buena fe de la persona, ni de su eventual salvación en caso de ser fiel a la gracia bautismal. Pero la pertenencia eventual de alguien al “alma” de la Iglesia -algo posible y deseable- es algo que nadie puede conocer, salvo Dios. Y si la persona se salva, no será “gracias” sino “a pesar” de su pertenencia a la secta herética o cismática. Esto es algo absolutamente cierto y se podrían dar incontables citas magisteriales y patrísticas al respecto. Pero, para no atosigar, me contentaré con transcribir una sola:
    “Algunos no se consideran obligados por la doctrina que, fundada en las fuentes de la revelación, expusimos Nos hace pocos años en una encíclica [Mystici Corporis], según la cual el Cuerpo místico de Cristo y la Iglesia católica romana son una sola y misma cosa.” Pío XII, encíclica Humani Generis n. 21, 12/08/1950.

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    1. ERRATA: Y, por consiguiente, quien abandona la Iglesia católica -o bien nace fuera de ella-, NO FORMA PARTE DE LA IGLESIA DE CRISTO, sino de una secta herética y/o cismática.

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    2. Estimado alesolap,
      le hago también presente que quien nace fuera de la Iglesia Católica visible, si está en buena fe y vive honestamente, puede muy bien pertenecer inconscientemente a la Iglesia Católica.
      Recuérdese, en efecto, que Dios puede salvar a estas personas incluso sin los Sacramentos.
      Por otra parte, incluso en las sectas heréticas existen siempre, junto a los errores, verdades de las cuales Cristo se sirve para conducir a los miembros de estas sectas a la salvación, verdades que están hechas para ser completadas con esa plenitud de verdad que se encuentra solamente en la Iglesia Católica, la cual coincide con la Iglesia de Cristo en cuanto plenitud de la Iglesia de Cristo. Iglesia a la cual las confesiones no católicas pertenecen sólo parcialmente, por lo cual la actividad ecuménica exige de nosotros, los Católicos, trabajar esforzadamente para conducir a estos Hermanos a la plenitud de la verdad, que se encuentra en la Iglesia Católica bajo la guía del Papa, a quien no es lícito acusar de herejía, sin caer por ello mismo en la herejía.

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    3. Estimado Padre: Coincido con Usted. Es por eso que escribí: " (...) sin prejuzgar de la buena fe de la persona, ni de su eventual salvación en caso de ser fiel a la gracia bautismal. Pero la pertenencia eventual de alguien al “alma” de la Iglesia -algo posible y deseable- es algo que nadie puede conocer, salvo Dios. Y si la persona se salva, no será “gracias” sino “a pesar” de su pertenencia a la secta herética o cismática." No obstante, que tal o cual individuo en ignorancia invencible pero fiel a la gracia bautismal alcance su destino sobrenatural y haya, de hecho, pertenecido al "alma" de la Iglesia de Cristo -que es la Católica ÚNICAMENTE, no solo “secundum quid” por poseer la “plenitud” de la fe, sino “simpliciter”- durante su tránsito terrestre, no significa que la multitud de sectas heréticas -las que, DE SUYO, son solo vehículo del error y cuya autoría corresponde al Maligno, fuente de toda obra de engaño y división-, sean miembros de la "Iglesia de Cristo", y a las que solamente les faltaría alcanzar la "plena comunión" con la Iglesia católica. Es en este sutil sofisma en donde reside el discurso mendaz adoptado desde el CVII, sirviéndose del astuto subterfugio lingüístico del "subsistit in", innovación inédita en dos mil años de vocabulario eclesiológico que debería despertar la sospecha inmediata de los teólogos avezados, conocedores de las estrategias dialécticas de lso modernistas. La distinción entre las personas bautizadas, de buena fe en el error, y las sectas heréticas, anatematizadas por la Iglesia y carentes de verdad religiosa que les sea atribuible EN CUANTO TALES, resulta indispensable...

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    4. Estimado alesolap,
      el discurso del Concilio Vaticano II acerca de los grados de pertenencia a la Iglesia, no debe ser entendido como una forma de doblez que pretenda poner juntos el pertenecer y el no pertenecer. Se trata de una verdadera pertenencia, pero en la cual faltan algunos elementos.
      Le doy algunos ejemplos. El Concilio dice que la totalidad de las verdades cristianas es poseída solamente por la Iglesia Católica. Los Hermanos separados poseen algunas verdades, pero carecen de otras.
      Segundo ejemplo: la Iglesia se puede simbolizar como un brasero ardiente. Los Católicos son los que están más cerca del fuego y se calientan de manera conveniente. Los Hermanos separados, en cambio, se encuentran a diferentes distancias y cuanto más lejos está uno, tanto menos se calienta, hasta llegar al frío, que es la total separación de la Iglesia.
      Por cuanto respecta al Bautismo, este Sacramento nos introduce en la Iglesia y constituye el grado mínimo de pertenencia. Sin embargo, el Concilio dice que, mientras el Católico pertenece a la Iglesia en sentido pleno al aceptar todas las verdades de la fe, los Hermanos separados carecen de una plena comunión por la presencia en ellos de errores que impiden esta plena comunión.
      Por cuanto respecta a la distinción entre alma y cuerpo de la Iglesia, el Concilio reserva la plena comunión a quienes, además de beneficiarse del alma de la Iglesia, pertenecen en plenitud al cuerpo, mientras que considera a los Hermanos separados como teniendo la posibilidad de beneficiarse del alma de la Iglesia. Por cuanto respecta al cuerpo, aquí el Concilio admite diferentes grados de pertenencia. El cuerpo es la pertenencia visible.
      El discurso del "subsistit" debe ser puesto en relación con los grados de pertenencia. El Concilio dice que la Iglesia de Cristo subsiste en plenitud en la Iglesia Católica, mientras que subsiste en grados inferiores en los Hermanos separados.

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  12. Analizando como simple y modesto observador, el diálogo que usted está manteniendo con alesolap, me he puesto a pensar acerca del modo como debe ser desarrollado aquello que Aristóteles y Santo Tomás llaman dialéctica. No por supuesto en el sentido de Platón y de Hegel, sino en el sentido de Aristóteles y Tomás, vale decir, en el sentido de un diálogo. Diálogo que, en la dialéctica, se supone que es sobre opiniones. Pero..., y es lo que me precunto, ¿qué pasa cuando uno de los dos interlocutores, va más allá de las simples opiniones, y expresa lo que ya no es una opinión, sino una certeza (ciencia), en cuanto afirmación fundada, sea en razón, sea en fe?
    Me pregunto, entonces, ¿cómo hacer para que el interlocutor se dé cuenta que el diálogo (la dialéctica) ya ha terminado, porque se ha pasado de la doxa a la episteme?
    Entonces: ¿cuál es su experiencia, padre Filemón? ¿Cómo hacer para terminar la dialéctica cuando nuestro interlocutor no se da cuenta que ella, en sí misma, ya ha terminado?

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    1. Estimado Sr. Vergara: Muy buena pregunta. Como de costumbre, sus observaciones son pertinentes. En efecto, cuando tal cosa se produce, el diálogo ha llegado a su fin. Sin embargo, no me parece que el principio al que alude pueda aplicarse en la presente circunstancia. La objeción que planteo es la siguiente y, a mi entender, legitima la persistencia de mi cuestionamiento: ¿puede haber certeza sobre la ortodoxia del CVII cuando algunos de sus principales artífices han admitido públicamente lo contrario? Lo invito a leer las siguientes declaraciones del Padre Congar y de los Cardenal Suenens y Ratzinger:

      “La Iglesia ha hecho pacíficamente su revolución de octubre” (Yves Congar, Le Concile au jour le jour, 2ª session, París, Cerf, 1964, p. 115). Y a propósito de la Iglesia escribía: “Lumen Gentium abandonó la tesis que la Iglesia Católica sería Iglesia de modo exclusivo” (Yves Congar, Essais Ecuméniques, Le Centurion, 1984, p. 216). En relación con el ecumenismo: “Es claro, sería vano esconderlo: el decreto conciliar Unitatis redintegratio dice sobre varios puntos otra cosa que el ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’, en el sentido en que se entendió, durante siglos, este axioma” (Ibid. p. 85). Admitió también Congar que la declaración Dignitatis Humanae sobre la libertad religiosa es contraria al Syllabus del Papa Pío IX: “Es innegable que la declaración del Vaticano II sobre la libertad religiosa expresa algo muy distinto de aquello que afirmó el Syllabus de 1864, diciendo justamente lo contrario de las proposiciones 16, 17 y 19 de ese documento” (Yves Congar, La crise d’Eglise et Mgr. Lefebvre, París, Cerf, 1977, p. 54). Por su parte, el Cardenal Suenens dijo que “podríamos hacer una lista impresionante de las tesis enseñadas en Roma antes del Concilio como las únicas válidas, y que fueron eliminadas por los Padres conciliares” (I.C.I., 15 de mayo de 1969). Fuente: Religión en Libertad, "Lefebvrismo: precisiones a unas reseñas históricas", Ángel Rubio, 17/09/2011.

      “Si se desea presentar un diagnóstico del texto [Gaudium et Spes] en su totalidad, podríamos decir que, en unión con los textos sobre la libertad religiosa [Dignitatis Humanae] y las religiones del mundo [Nostra Aetate] se trata de una revisión del Syllabus de Pío IX, una especie de Anti-Syllabus [...] Limitémonos a decir aquí que el texto se presenta como Anti-Syllabus y, como tal, representa una tentativa de reconciliación oficial con la nueva era inaugurada en 1789”. Fuente: Cardenal Ratzinger, “Los principios de la teología católica”, París, Téqui, 1985, p. 426-427.

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    2. A mi entender, ni Congar, ni Suenens, ni Ratzinger, en las intervenciones que ha citado alesolap, hacen Magisterio. Ninguno de esos textos vincula para nada la fe de los católicos, que está dirigida hacia el Magisterio de la Iglesia, el cual tiene por objeto, en el caso que aquí se discute, a los textos finales del Concilio Vaticano II (no a sus discusiones previas durante las sesiones del Concilio, ni a sus posteriores interpretaciones teológicas privadas).
      Y, por otra parte, interpretando el comentario del señor Sabino, creo que, efectivamente, a alesolap el padre Filemón le ha presentado suficientes argumentos de razón y, sobre todo, argumentos de fe, para que alesolap también pueda finalmente inclinarse a la evidencia de certezas que deberían conducirlo a abandonar afirmaciones contrarias a la fe católica.
      Sergio Villaflores (Valencia, España)

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    3. Estimado Sr. Villaflores: Coincido con usted en que no se trata de declaraciones magisteriales. No obstante en ellas sus autores admiten que en los documentos conciliares se han introducido doctrinas contrarias al magisterio preconciliar, a eso apuntaba mi comentario...

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    4. ¿y entonces? ¿qué importancia tienen esos textos? o mejor dicho: ¿tienen esos textos para ud más importancia que lo que le han dicho los Papas del postconcilio? los papas que nos dan la auténtica interpretación del Concilio, infalibles cuando hablan de estas cosas de fe y moral, nos enseñan la verdad. pero usted... prefiere escuchar a otros...

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    5. El problema es que uno de esos "papas del postconcilio" a los que usted alude es uno de los tres teólogos citados, el Cardenal Ratzinger, según el cual en los documentos conciliares ha habido ruptura con el magisterio preconciliar. Por otro lado, el Padre Congar fue creado cardenal por JPII en 1994, que era un ferviente admirador suyo y fue, junto con Rahner, uno de los peritos más influyentes del concilio. Por último, el Cardenal Suenens fue uno de los cuatro moderadores del concilio, elegido personalmente por Pablo VI. No me parece razonable que se desdeñe el testimonio público y coincidente de tres personajes tan importantes...

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    6. alesolap: Nuestra fe católica nos dice que, por declaración del mismo Jesús, el Papa es el único hombre en toda la humanidad que goza de un don especial que Él le concede para garantizar a la Iglesia peregrina en la tierra la verdad. Cardenales, Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, nadie goza de ese mismo don. Por eso no se comprende cómo usted, en una cuestión donde el Papa dice "blanco", usted prefiera a otros que digan "negro", se llamen Congar, Suenens o Ratzinger. Y en referencia a Ratzinger, una cosa es lo enseñado por Ratzinger antes de ser Papa y después de serlo, que durante los ocho años en que fue Papa Benedicto XVI. De hecho, Ratzinger tuvo errores doctrinales antes y después de ser Papa, está demostrado.
      Por lo tanto, en cuestiones que afectan a la fe y a la moral, el católico, si quiere seguir llamándose católico, si el Papa dice "blanco" debe preferir lo que dice el Papa, a pesar que el mismísimo prefecto de la Doctrina de la Fe diga "negro" por su personal cuenta y riesgo.

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    7. Querido Ernesto,
      tu pregunta es realmente muy interesante y con mucho sentido práctico y utilidad. Se trata de aclarar cómo ocurre que en las discusiones se pase de las opiniones a la ciencia.
      Pues bien, puede suceder que uno de los dos dialogantes encuentre la verdad, porque llega a demostrar su tesis. En este punto la dialéctica debería terminar. Sin embargo, sucede que el interlocutor, a quien se le demuestra la verdad con pruebas razonables, no parece convencido.
      En este punto, aquel que ha alcanzado el saber, es decir el ponente, llamémoslo así, puede interrogar al interlocutor y preguntarle cuáles objeciones él tiene para presentar. Entonces, el ponente debe escuchar las objeciones y debe saber responder. Si la respuesta es resolutiva, el objetor debe sentirse satisfecho. Si el objetor insiste, la cosa puede depender o del hecho que no ha entendido la respuesta o bien que está obstinado en su idea.
      En este caso, si el ponente se da cuenta de que el objetor es obstinado, es mejor que desista.

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    8. Estimado alesolap,
      primero respondo a la primera de sus intervenciones en esta nueva serie de comentarios.
      Ante todo, es necesario y obligado decir que la certeza de que las doctrinas de un Concilio Ecuménico son católicamente ortodoxas no se funda en las declaraciones de algún perito o de algún obispo, que hayan participado en tal asamblea conciliar, sino que esa certeza se basa en la autoridad del propio Concilio Ecuménico, que en campo doctrinal es infalible.
      I.
      1) La frase de Congar "La Iglesia ha llevado adelante pacíficamente su revolución de Octubre", es una frase imprudente, porque parangona la renovación conciliar a aquello que ha sido una grave convulsión política, que ha llevado consigo gravísimas violencias.

      2) "Lumen Gentium ha abandonado la tesis según la cual la Iglesia católica sería exclusivamente la Iglesia". Efectivamente, el Concilio Vaticano II ha hablado de la Iglesia de Cristo, distinta de la Iglesia Católica. ¿Qué es lo que ha querido decir? Algunos han creído que el Concilio pretendía referirse a un concepto más amplio de la Iglesia Católica. Pero subsecuentemente la Congregación para la Doctrina de la Fe aclaró que la Iglesia Católica es la Iglesia de Cristo.
      Entonces, ¿qué es lo que ha querido decir el Concilio? Yo creo que Congar lo ha entendido, pero sobre esto yo considero que debo hacer un esclarecimiento. ¿Qué es lo que ha querido decir Congar? Según como yo lo entiendo, él ha intuido la doctrina del Concilio y ha comprendido el por qué de esa distinción. ¿Y cuál es este por qué?
      El Concilio ha querido decir que la plenitud del ser cristiano se encuentra en la Iglesia Católica, la cual en este sentido se identifica con la Iglesia de Cristo. Sin embargo, también las demás Iglesias participan en grado inferior de la Iglesia de Cristo y por tanto de la Iglesia Católica.

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    9. 3) "Es claro, sería vano esconderlo: el decreto conciliar Unitatis redintegratio dice sobre varios puntos otra cosa que el ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’, en el sentido en que se entendió, durante siglos, este axioma".
      Este Decreto conciliar no es que propiamente diga otra cosa, en el sentido de que contradiga, sino que pretende hacer comprender mejor cuáles son las fronteras de la divina misericordia, en el sentido de que el Concilio nos hace comprender que la gracia puede llegar también a nuestros Hermanos separados, de modo que también ellos llegan a pertenecer, aunque sea inconscientemente, a la Iglesia Católica. Por esto, siempre sigue siendo verdadero el dogma del Concilio de Florencia de 1442 (Denz. 1351), según el cual fuera de la Iglesia no hay salvación.
      Aquí no debemos entender el fuera de la Iglesia visible, sino fuera de la Iglesia en su conjunto, lo que implica un aspecto de invisibilidad, que reúne precisamente a las almas en buena fe que, sin culpa alguna suya, no han podido conocer la verdad de la Iglesia Católica.

      4) "Es innegable que la declaración del Vaticano II sobre la libertad religiosa expresa algo muy distinto de aquello que afirmó el Syllabus de 1864, diciendo justamente lo contrario de las proposiciones 16, 17 y 19 de ese documento".
      Las posiciones del beato Pío IX, citadas por Congar, no se refieren al derecho a la libertad religiosa, sino que correctamente condenan una concepción masónica de la libertad religiosa, que presupone el racionalismo (n.15), el indiferentismo (n.16) y un abuso de autoridad. del Estado frente a la Iglesia (n.19).
      Por tanto, Pío IX no se encuentra en absoluto en contraste con la doctrina del Concilio Vaticano II, porque ella se sitúa en el plano del derecho civil, que tiene en cuenta esa buena fe salvífica, que es enseñada por Nuestro Señor.

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    10. 5) "podríamos hacer una lista impresionante de las tesis enseñadas en Roma antes del Concilio como las únicas válidas, y que fueron eliminadas por los Padres conciliares".
      Lo que puedo decir con certeza, aunque yo no conozca cuáles sean esas tesis a las que se refiere Suenens, es que ciertamente, si los Padres del Concilio han tenido la facultad de abolirlas, no habrían sido ciertamente parte de la doctrina de la Iglesia, ya que es imposible que un Concilio niegue o contradiga a doctrinas de la Iglesia precedentemente enseñadas.
      Por consiguiente, debo deducir que habrán sido tesis de carácter o disciplinar o pastoral o jurídico o ceremonial, que por su naturaleza pueden ser cambiadas o abolidas.

      II.
      "... Limitémonos a decir aquí que el texto se presenta como Anti-Syllabus y, como tal, representa una tentativa de reconciliación oficial con la nueva era inaugurada en 1789".
      Por cuanto se refiere al Syllabus, hay que tener presente que Pío IX se encontraba en las condiciones de tenerse que defender de los duros ataques de la masonería y de los Estados liberales, sostenedores del liberalismo, subjetivismo, racionalismo e indiferentismo religiosos.
      Ya con el Concilio Vaticano II, en cambio, las relaciones de la Iglesia con los Estados manifestaron un mejoramiento y la casi total desaparición de la conflictualidad. De ahí la posibilidad, por parte por ejemplo del papa Francisco, de recomendar los principios de la fraternidad, de la libertad y de la igualdad, que también fueron los ideales del Iluminismo del siglo XVIII.

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    11. Estimado alesolap,
      respondo a sus siguientes palabras: "en ellas sus autores admiten que en los documentos conciliares se han introducido doctrinas contrarias al magisterio preconciliar...".
      Aquí sólo tengo que repetir lo que ya he dicho y que fue retomado por Sergio Villaflores, que le respondió, es decir, que las opiniones de los autores que usted ha citado crean dificultades al principio de que las doctrinas de los Concilios están en continuidad entre ellas y por lo tanto es imposible que la doctrina de un Concilio contradiga a la de un Concilio precedente, porque son infalibles, en cuanto constituyen el Magisterio de la Iglesia.
      En cambio, pueden cambiar las disposiciones de carácter pastoral o disciplinar.

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    12. Querido Ernesto,
      Estoy de acuerdo con todo lo que dices.
      Lo único que me gustaría decir es que cuando el Prefecto del Dicasterio de la Fe habla en nombre del Papa sobre cuestiones doctrinales o morales, no puede equivocarse.

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    13. Estimado padre Filemón,
      efectivamente, su observación es muy oportuna. Por lo tanto, me corrijo por lo que dije antes. Porque creo también que el Prefecto del DDF comparte o participa de manera cierta y misteriosa del don carismático de la infalibilidad pontificia. Pero… eso me llevaría a algunas preguntas y no quisiera molestarlo con eso. Sólo las menciono para que no pasen desapercibidas.
      ¿De qué manera existiría esa "participación en la infalibilidad"? ¿Qué importancia tiene o cuánto juega el libre albedrío del prefecto? ¿Esto sólo sucede con el prefecto del DDF, y no con los demás prefectos de los Dicasterios Romanos, aunque emitan opiniones sobre temas que de alguna manera afectan la doctrina?...
      Respecto al último punto, recuerdo la labor del Cardenal Kasper en la Curia Romana, y sus errores (¿también doctrinales?) respecto al ecumenismo y al diálogo interreligioso...

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    14. Querido Ernesto,
      digo de inmediato que, entre todos los organismos de la Santa Sede, el único que se involucra en el carisma de la infalibilidad pontificia es solamente el Dicasterio para la Doctrina de la Fe (DDF), en cuanto este dicasterio se refiere a la doctrina de la fe.
      Todos los demás dicasterios y organismos presuponen ciertamente la doctrina, pero no están llamados a realizar pronunciamientos doctrinales, sino que se refieren más bien al gobierno de la Iglesia, donde, como sabemos, la Iglesia no es infalible.
      La participación en la infalibilidad pontificia por parte del Prefecto del DDF depende de una especial gracia de estado, con la cual el Prefecto participa precisamente de la gracia de estado del Sumo Pontífice. Esta se actúa concretamente en la elaboración de los documentos del DDF, los cuales vienen sometidos al juicio del Papa para obtener su aprobación.
      Esta infalibilidad, por tanto, se realiza en el momento en el cual el Papa aprueba los documentos. De tal modo que se puede decir que los documentos del DDF son documentos pontificios, aunque de modo indirecto y representativo.
      Obviamente, el Prefecto no es un simple repetidor o portavoz del pensamiento del Papa. El Prefecto del DDF prepara autónomamente el documento, pero en el momento en que este documento viene aprobado y confirmado por el Papa, ya no es un documento del Prefecto, sino un documento de la Iglesia.

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  13. "Nuestra fe católica nos dice que, por declaración del mismo Jesús, el Papa es el único hombre en toda la humanidad que goza de un don especial que Él le concede para garantizar a la Iglesia peregrina en la tierra la verdad. Cardenales, Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, nadie goza de ese mismo don."

    Estimado Sr. Vergara: Estoy de acuerdo con eso, pero no con el resto, porque los papas conciliares han introducido la herejía modernista en el CVII, lo que los vuelve ilegítimos, como le he explicado en un mensaje anterior. Es algo inaudito y realmente perturbador, y sin duda alguna estamos ante un misterio de naturaleza escatológica, pero los hechos son innegables, creo haberlo demostrado en mis comentarios anteriores....

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    1. alesolap ...si afirmás lo primero no podés afirmar lo segundo... te estás contradiciendo hermano... ponete de acuerdo...

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    2. Comprendo su objeción. Le doy mi respuesta, siendo consciente de que no es algo fácil de aceptar. Si los "papas conciliares" fueran verdaderos papas, es decir, investidos de auténtica jurisdicción sobre la Iglesia universal y, por ende, dotados del carisma de infalibilidad en su magisterio, el CVII y el "magisterio post conciliar" no contendrían elementos modernistas. Ése es el punto que he intentado demostrar con esta serie de comentarios...

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    3. Estimado alesolap,
      santo Tomás de Aquino decía que debemos dar preferencia al Magisterio de la Iglesia por encima de cualquier Doctor de la Iglesia.
      Ahora bien, si aquí el Aquinate se refiere a Doctores de la Iglesia, con mayor razón todavía podremos disentir de teólogos, por más grandes que sean ellos, se llamen Rahner, Congar, Ratzinger o Suenens.
      En cuanto a Ratzinger, es necesario distinguir entre cuando no era Papa y cuando ha sido Papa. De joven tenía cierta tendencia al modernismo de Rahner, pero como Papa ha hablado con claridad en lo que respecta a las doctrinas del Concilio, de progreso en la continuidad.

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    4. Estimado alesolap,
      puedo entender que algunos textos del Concilio Vaticano II den la impresión de modernismo. Por eso Rahner lo ha aprovechado en un sentido modernista.
      Sin embargo, tenga usted presente que León X enseñó, contra Lutero, que las doctrinas de los Concilios Ecuménicos son infalibles. De hecho, Lutero afirmaba que los Concilios Ecuménicos pueden cometer errores.
      Entonces, si no queremos seguir a Lutero en la herejía, es necesario que nosotros nos demos cuenta de que la doctrina del último Concilio es fiel también a la Palabra de Dios y a la Tradición.
      Por tanto no es posible demostrar que un Concilio Ecuménico pueda cometer errores en materia doctrinal.

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