Así como es posible distinguir en la tendencia renovadora al progresismo del modernismo, también la tendencia tradicionalista se divide en un ala cismática, reconducible a Marcel Lefebvre, pero hoy más que nunca rodeada de diferentes formas, algunas que siguen la estela del catolicismo y, por tanto, en comunión con el Papa, otras que rozan la herejía, como aquella que acusa de herejía al actual Pontífice. Algunos son, pues, estrictamente lefebvrianos, otros podríamos definirlos como filolefebvrianos, por la sola semejanza de ideas, que hoy el Papa llama "indietristas". [En la imagen: fragmento de "Aracne o la Dialéctica", fresco de 1520, obra de Paolo Veronese, perteneciente a la colección del Palazzo Ducale, Venecia, Italia].
Como resolver el problema
----------Tratando de vislumbrar algún modo de solucionar la dramática problemática que hemos descripto, lo primero que indagaremos es acerca de lo que necesita un mediador de paz para ser constructor de paz. La ética cristiana tiene entre sus principales objetivos la edificación de la paz y de la reconciliación: del hombre con Dios y de los hombres entre sí. Para obtener este objetivo, el cristiano debe derrotar a los enemigos de la paz: la falsedad, el pecado, la malicia, la carne, el mundo y Satanás. Si el cristiano hiciera la paz con estos enemigos no sería verdadero amigo de la paz, sino una persona doble y deshonesta. No se puede estar al mismo tiempo con Cristo y con Satanás. No se puede adorar al mismo tiempo a Dios y al mundo.
----------La paz es, por tanto, ciertamente, fruto del diálogo, de la discusión, de la tratativa, de la mansedumbre, de la dulzura, de la caridad, de la paciencia, del sacrificio, de la justicia, de la misericordia y del buen ejemplo, pero es también efecto de la victoria y del sometimiento de los enemigos de la paz, a fin de que dejen de perturbar y dividir a los pacíficos enfrentándolos los unos contra los otros.
----------La paz para la Sagrada Escritura es, en última instancia, un don mesiánico, es por lo tanto la condición escatológica del cristiano, más allá de los conflictos y de las miserias de la presente vida mortal, en la que vivimos sufriendo las consecuencias divisorias del pecado original, aunque en adelante sea posible y debido comenzar en la Iglesia la edificación de la paz escatológica.
----------El hombre de paz es el que sabe obrar una síntesis, una conciliación, la cual supone una separación de lo verdadero de lo falso, de lo bueno de lo malo, de las ovejas de las cabras, del trigo de la cizaña, de los justos de los injustos. En efecto, ¿qué colaboración, qué diálogo, qué síntesis puede haber entre el sí y el no, entre lo verdadero y lo falso, entre el pecado y la gracia?
----------Por eso es ilusorio creer, como lo hace Massimo Borghesi (cf. su libro Jorge Mario Bergoglio. Una biografía intelectual, ediciones Encuentro, Madrid 2018), que la comunión fraterna, la coexistencia pacífica y la concordia en la Iglesia estén aseguradas por la simple dialéctica, la cual cumple, ciertamente, una labor útil, pero tan sólo inicial y provisoria, no resolutiva como la que asegura el saber.
----------La verdadera concordia, el allanamiento de los contrastes, la verdadera reconciliación y unión de los corazones, la extinción de los litigios, de las disputas y de las polémicas, la extinción de las divisiones y de las contraposiciones, la escucha y la integración recíprocas, la solución de los conflictos en el respeto de las diferencias y de las diversidades y en la libertad y pluralidad de las opiniones y de las elecciones personales, presupone el conocimiento y la práctica por parte de todos del bien común y de cada uno de sus propios deberes específicos, de modo que cada uno esté en su puesto en el respeto del orden y de la justicia.
----------La dialéctica, por más útil y necesaria que sea en una humanidad como la presente, afligida por las consecuencias del pecado original, donde es imposible evitar errores y falsedades, y donde se producen conflictos, guerras, violencias, equívocos, disensos, disputas y litigios, desarrolla la tarea de reconocer y analizar las contradicciones, las antinomias y los contrastes, confrontar los opuestos, considerar las contradicciones, ver cuáles son los contrarios y las fuerzas hostiles, quiénes son amigos y quiénes son los enemigos, cuáles son los términos de los conflictos y de los contrastes.
----------Pero, hecho esto, no basta con poner todo junto forzadamente y taparlo todo pensando que con eso sea suficiente para obrar la "síntesis": ¡no! Hegel piensa que sea incluso deber y poder de la síntesis mantener el conflicto de los opuestos, mientras que, según él, el separarlos implicaría el "sucumbir a la contradicción".
----------Algo de todo eso parecía creer en sus últimos años el cordobés Manuel Gonzalo Casas, a quien escuché en mi juventud en unas conferencias aquí en Mendoza. Pero en realidad, ocurre todo lo contrario: la resolución de la contradicción, que Hegel identifica con la oposición contraria, sucede precisamente con la separación del sí del no, del bien del mal, con la afirmación del sí contra el no y del bien contra el mal. Así hizo Cristo, en el cual, como dice san Pablo, no ha habido el sí y el no, sino sólo el sí (2 Cor 1,18-19).
----------Con el análisis de la situación y de las dificultades, el trabajo apenas se ha enfocado, se ha planteado, y recién ha comenzado. Ahora bien, a la luz de criterios de justicia el pacificador, que normalmente debería ser el guía de la comunidad, poniendo en luz los valores comunes y corrigiendo los defectos de las dos partes, debe lograr que encuentren, para extinguir la enemistad, sus valores comunes en el respeto de las legítimas diferencias y diversidades. Esto significa construir la paz. De lo contrario, se corre el riesgo de aplicar una cobertura hipócrita y la guerra volverá a estallar a la más pequeña ocasión.
----------También es erróneo el método revolucionario de origen marxista, que encontramos en la teología de la liberación (en las versiones de Johann Baptist Metz y Gustavo Gutiérrez), que se engaña asegurando la paz en la Iglesia haciendo recurso a la violencia en lugar de la paciente construcción del desarrollo y de la obra reformadora en la continuidad con los valores tradicionales.
----------Massimo Borghesi, en el libro citado, les cuenta a los europeos lo ocurrido en la Iglesia en Argentina en los años 60 y 70 del siglo pasado por haber puesto en práctica algunos las ideas revolucionarias de la teología de la liberación. Lo que no quita que en ella existan elementos positivos, tales como para contribuir a la afirmación de la justicia social, eventualmente con la propia insurrección contra una tiranía.
Las reglas de la paz
----------El constructor de paz en esta vida debe, por tanto, con la ayuda de la gracia, en un continuo camino de pacificación consigo mismo, con el prójimo y con Dios, esforzarse incesantemente para reconstruir los vínculos rotos, acortar las distancias, sanar los conflictos y las heridas, dirimir los contrastes, favorecer el perdón recíproco, alejar la tentación de la violencia, promover los valores comunes, apagar los odios y los rencores, encender en los corazones el fuego de la caridad.
----------La paz en general es la común fruición de la verdad y del bien, en la tranquilidad ordenada de los diferentes armoniosamente y justamente unidos. La paz excluye la agitación, la ansiedad, la tristeza, la perturbación, la discordia, la irracionalidad, la inquietud, la desarmonía, la división, la insensatez, la fealdad, la desproporción, la insatisfacción, el conflicto, el odio, la violencia, la guerra, la contradicción, la incoherencia, pero es quietud, estabilidad, armonía, seguridad, amor, dulzura, unidad, sosiego, autocontrol, razonabilidad, alegría, belleza, calma, orden, satisfacción, concordia, tranquilidad, justicia, proporción.
----------La paz es la convergencia de la buena voluntad de muchos sobre la base del conocimiento y de la práctica del verdadero bien. He aquí al respecto un elenco de normas para los constructores de paz:
----------1. Evitar la doblez y las ambigüedades: acuerdos claros, amistad duradera.
----------2. Respetar la diversidad, pero no confundirla con la falsedad o la ilegitimidad.
----------3. Reunir entre sí los valores recíprocamente complementarios.
----------4. Eliminar lo que causa y alimenta el conflicto.
----------5. Hacer presente a los contendientes los valores que los mancomunan.
----------6. Excluir y combatir aquello que es contrario a la paz.
----------7. Ser imparcial y juzgar desde un punto de vista unificador y sintetizador, aceptado por las dos partes, punto de vista superior a la unilateralidad de las dos partes.
----------8. Incentivar en los contendientes la recíproca tolerancia.
----------9. Conquistarse con honestidad y sin doblez ni ambigüedad la estima de ambas partes en lucha poniéndose de acuerdo sobre un valor común aceptado por entrambas.
----------10. Proponer un fin o valor intermedio y apetecible, compartido por las dos partes, que actúe como vínculo entre ellas e impulse a su colaboración.
----------11. Descubrir de qué depende y cuál es el origen de la discordia.
----------12. Extinguir la enemistad mostrando a los enemigos los lados buenos del adversario.
----------13. Dar ejemplo de una conducta pacífica.
----------14. Saber indicar a los contendientes por qué vías y en qué condiciones pueden alcanzar la conciliación, el acuerdo y la paz.
----------15. Borrar o disipar prejuicios desfavorables hacia el adversario.
----------16. Ofrecer motivos de interés hacia el adversario.
----------17. Para obtener la paz y esa unión o síntesis entre los diferentes que ella implica, no es suficiente la práctica o la promoción de la dialéctica, porque ella se detiene en la oposición, aunque sea lícita, entre el sí y el no, por lo cual las dos partes se excluyen mutuamente, sino que es necesario el principio o método analéctico, que concilia la multiplicidad con la unidad.
----------18. Combatir a los enemigos de la paz.
----------19. Sufrir por la causa de la paz.
----------20. Admitir sólo las oposiciones y contrastes de opinión que no pongan en discusión los valores comunes, porque no hay paz sino en la unidad y en la verdad. Como dice san Agustín: in dubiis libertas, in necessariis unitas, in omnibus caritas.
Cómo aplicar estas reglas para crear paz y concordia en la Iglesia de hoy
----------¿Cuáles son las partes en conflicto y cuáles son sus puntos de contraste? Se trata de dos categorías conocidísimas ya desde hace sesenta años, también presentes en las labores del Concilio, y que responden en el fondo a dos categorías perennes de la historia del espíritu: los así llamados conservadores o tradicionalistas y los así llamados progresistas, a quienes tal vez podríamos llamar mejor modernistas, aunque sea necesario distinguirlos. Por progresistas de hecho podríamos entender simplemente a aquellos que prestan atención al progreso sin apartarse de la ortodoxia católica, y modernistas, a aquellos que pueden ser vinculados a los modernistas de la época de san Pío X y por tanto claramente heréticos.
----------Entre ellos, el grupo más coherente e influyente es el de los rahnerianos, los cuales, sin haber sido jamás oficialmente censurados, pero tampoco sin haber sido jamás recomendados ni apoyados por los Sumos Pontífices, han conseguido, debido a la habilidad de su sofística, pero también indudablemente por el valor de las doctrinas por ellos propugnadas, presentes en las del Concilio Vaticano II, adquirir un enorme prestigio, sin que los Pontífices del postconcilio pudieran lograr frenar este movimiento, que, presentándose como heraldo del Concilio, en realidad ha impedido que diera esos frutos que se proponía, provocando una regresión más que un progreso en la vida de la Iglesia y en las costumbres morales del pueblo de Dios.
----------El daño hecho por el actual modernismo (neomodernismo, para diferenciarlo del modernismo de los tiempos de Pío X) radica en llevar adelante un concepto erróneo de progreso sobre la base de una concepción dialéctica y no analéctica del conocimiento y del diálogo, o sea basada no en el sí, y la oposición o exclusión del no, sino en la doble afirmación del sí y del no, de ahí el vicio de la duplicidad o doblez y el servicio a dos señores, en lugar de a uno solo, que es la verdad, lo que implica no la inclusión sino la exclusión de lo falso.
----------En otras palabras, la honestidad y la lealtad del pensar, fundamento de la honestidad del actuar, requiere no la inclusión del tercero, es decir del sí-no, sino su exclusión rigurosa y sin dudas, ni oscilaciones, ni incertezas o claudicaciones o compromisos. Es en cambio, la deshonestidad y la doblez en el pensar, en el hablar, en el razonar, en el discernir, en el juzgar, en el dialogar y en el discutir, la raíz primera de los conflictos hoy en acto en la Iglesia, en particular entre lefebvrianos y modernistas.
----------Esta deshonestidad en el pensar, en el hablar y en el actuar, produce una serie de males tales como los conflictos artificiales rencorosos y venenosos, discordias, mezquindades, divisiones, disputas, mentiras, astucias, parcialidad, facciosidad, rigidez, despecho, provocaciones, malignidad, calumnias, cerrazón y estrechez mentales, malentendidos, donde deberían afirmarse la caridad, la sinceridad, la justicia, la franqueza, la unidad, la universalidad, la comunión, la comprensión, la misericordia, la benevolencia, la benignidad, la magnanimidad, la flexibilidad, la ductilidad, la adaptación, la apertura de mente, la conjunción, la síntesis, la unión, la armonía, la correspondencia, la proporción, la reciprocidad, la convergencia y el acuerdo.
----------También la tendencia tradicionalista se divide en un ala cismática, reconducible a Marcel Lefebvre, pero hoy más que nunca rodeada de diferentes formas, algunas que siguen la estela del catolicismo y, por tanto, en comunión con el Papa, otras que rozan la herejía, como aquella que acusa de herejía al actual Pontífice. Algunos son, pues, estrictamente lefebvrianos, por estar vinculados a la Fraternidad San Pío X, otros podríamos definirlos como filolefebvrianos, por la sola semejanza de ideas, que hoy el Papa llama "indietristas".
La paz no se construye con la dialéctica, sino con la analéctica
----------Dialéctica y analéctica son dos opuestos modos de pensar y de proceder en el pensar, que están basados en dos opuestas concepciones del ser, dos opuestas ontologías. La dialéctica se basa en una concepción unívoco-equívoca del ser. Concibe la unidad y la identidad como unívoca y lo múltiple-diferente como equívoco, de tal modo que para distinguir y diversificar, separa y contrasta; y no sabe unir; y en lugar de unir, confunde. De ahí resulta que lo falso y lo malo no es más que lo diferente. Mientras que lo diferente es lo falso, lo malo, el enemigo, lo odioso que hay que eliminar y excluir.
----------La ética que nace de esta horrible concepción del ser no puede ser otra que la ética de la violencia, y por tanto de la destrucción del otro, una ética que excluye al otro por principio, precisamente en cuanto otro, e incluye aquello que debería ser excluido y evitado, es decir, lo falso, lo malo, legitimando el pecado.
----------¿Qué es, de hecho, la violencia sino obligar a alguien a hacer o no hacer lo que quiere? ¿Hacer algo contra voluntad? Ciertamente, hay que distinguirla del justo uso de la fuerza en el conflicto bélico o de la coerción legal, por la que el juez obliga al reo a someterse a la justa pena, aunque él no la acepte. Por lo tanto, para constituir violencia no basta la simple coerción, sino que debe faltar una justa causa o un justo fin. Por el contrario, la justicia tiene el derecho a valerse, cuando es necesario, de un moderado uso de la fuerza.
----------Es necesario por otra parte recordar que la violencia del actuar nace de la violencia del pensar, que es precisamente la característica de la dialéctica hegeliana, según la cual el no se opone al sí, no como lo verdadero se opone a lo falso, sino por el simple gusto de contradecir (al respecto, y por lo tanto, es necesario distinguir cuidadosamente la dialéctica hegeliana de la aristotélica, que no tiene ninguna pretensión decisional, pero, debido a su forma probabilística y opinativa, deja espacio a opciones contrarias, igualmente libres y legítimas). Es claro entonces que la puesta en práctica de tal intención no podrá ser más que la voluntad de constreñir al otro a aceptar el no que le ha opuesto el adversario, sin que éste lo haya motivado, sino por el simple gusto de contradecir y de imponer al otro la propia voluntad. Nos preguntamos cómo un semejante modo de proceder puede garantizar en la Iglesia la tranquilidad y la paz.
----------Lo bonito del caso es que es precisamente la mentalidad dialéctica, que encuentra su plena expresión y apoteosis en la dialéctica de Hegel, la que se jacta de construir la paz contra la ética fundada en la analéctica, es decir, en una concepción analógica y participativa del ser.
----------En efecto, hay que decir que la dialéctica se debate entre lo unívoco y lo equívoco de modo tal que no llega a comprender la unidad en la diversidad de los muchos. No concilia unidad y multiplicidad. Así como no conoce más que la oposición entre afirmación y negación, ella para justificar al otro, a lo diferente o a lo similar, no tiene más instrumento que la negación.
----------Así, como dice Fichte, el otro es simplemente un no-yo, como si dijera que me niega, me excluye, no me quiere, no me ama, es mi enemigo. Y yo, por otra parte, para afirmarme a mí mismo, debo negarlo. O yo o él. Tertiun non datur. Mors tua vita mea. Debo odiarlo. He aquí entonces la violencia que sustituye al amor. ¿Cómo es posible en esta visión la convivencia pacífica entre los hombres?
----------La solución dialéctica propone entonces eliminar la oposición entre el ser y el no-ser, entre el sí y el no, entre lo verdadero y lo falso, entre el bien y el mal. Todos ellos deben ser "sintetizados". La oposición no debe ser unificada. De la oposición debe surgir la identidad.
----------¿Pero cómo? No se trata de decir sí a lo que es sí y no a lo que es no, como dice nuestro Señor Jesucristo, sino de decir sí y no simultáneamente y conjuntamente. Una misma cosa es y no es, es verdadera y falsa, es buena y mala, verdadera para ti, falsa para mí, buena para ti, mala para mí. Todos tienen razón, aunque contradiciéndose. Todos son buenos aunque odiándose. Todos se salvan, incluso los ateos y los blasfemos. Es el principio del buenismo y del misericordismo.
----------Pero el hecho real es que el buenismo esconde el odio más feroz, inexorable e irremediable precisamente porque está institucionalizado y legalizado, y por lo tanto es lógico y necesario para la "síntesis", para la "unidad", para la "identidad" y para la "paz" de la humanidad. Ésta es, en pocas palabras, la lógica de la que quiere convencernos Hegel. Y ésta es la "paz" asegurada por la dialéctica.
----------¿Cómo funciona en cambio los analéctica? ¿Qué es la analéctica? Es el razonar analógico o por analogía, en base a la analogía del ser. Este concebir y este razonar sabe captar en la Iglesia la unidad en la variedad o en la multiplicidad. Sabe qué cosa no cambia y qué cosa puede cambiar. Distingue lo universal de lo particular, lo necesario de lo contingente, lo esencial de lo accesorio.
Excelente, muy bien fundamentado y expresado. El problema, por desgracia, es que la fuente de unidad se ha vuelto la fuente de división y de discordia. Pero no insistiré sobre esto, pues sé que usted no está de acuerdo con mi análisis, ya hemos hablado ampliamente sobre este asunto en la tercera parte de su publicación...
ResponderEliminarEstimado alesolap,
Eliminarle agradezco el reconocimiento hacia mi artículo.
Ahora bien, como ya le he explicado, la que usted llama "fuente de unidad", es la Cátedra de Pedro (dogma que hoy precisamente la Iglesia celebra en su liturgia) no puede ser acusada de "fuente de división y de discordia" en lo que respecta a su oficio docente, sin acusar por eso mismo de mentiroso a NS Jesucristo, lo que sería blasfemia.
Le agradezco por no querer insistir sobre sus posturas personales, pues en la tercera parte de esta serie de notas, ya le he respondido a todos sus argumentos, tal y como usted me los presentó.
Quedo a su disposición por cualquier otra duda u objeción sobre cualquier otra de mis publicaciones.
Muchas gracias, Padre. Comprendo su punto de vista, es perfectamente lógico. Sólo diré una cosa: el "evento conciliar" es un hecho inédito, único, sin precedentes, de caracter inequívocamente escatológico, y requiere una lectura acorde a ello. Un cordial saludo en Cristo y María.
EliminarEstimado alesolap,
Eliminarestoy de acuerdo con su comentario, en el sentido que he explicado.
Creo firmemente que los cristianos podemos y debemos ser mediadores de paz en virtud de la conciencia de estar liberados de la esclavitud del pecado gracias a la Sangre de Cristo, y por ello razonamos como hijos de Dios, coherederos de Cristo, y si Cristo está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Porque ningún poder, sea infernal o terrenal, podrá separarnos del amor de Cristo.
ResponderEliminarEstimada Rosa,
Eliminarcomparto plenamente tus pensamientos.