domingo, 4 de febrero de 2024

La concepción del placer sensible en santo Tomás de Aquino (3/4)

La beatitud de la visión de Dios del alma separada en el cielo no es perfecta desde todo punto de vista, porque faltan los placeres sensibles. Santo Tomás de Aquino no se adentra en esta cuestión para aclarar cómo entonces se puede hablar de beatitud. Podemos entonces distinguir con Tomás una beatitud objetiva, que es Dios mismo, de una beatitud subjetiva, que es la alegría que deriva de Dios. Pero, dado que Él es el creador tanto del placer espiritual como del sensible, se puede pensar que en el gozo de la visión, que Él infunde en el sujeto, está contenido virtualmente también ese placer sensible, que el hombre tendría, si poseyera su cuerpo. [En la imagen: fragmento de "Santo Tomás de Aquino confortado por los ángeles", óleo sobre tela de 1631, obra de Diego Velázquez, conservado y expuesto en el Museo Diocesano de Arte Sagrado de Orihuela, España].

El placer corporal es parte integrante de la felicidad
   
----------Santo Tomás de Aquino está de acuerdo con Aristóteles en el reconocer que todo hombre busca espontáneamente la felicidad, así como todo agente busca su propio bien o actúa necesariamente por un fin, que le viene a satisfacer. Así como todos buscan la felicidad, así todos buscan el placer (Summa Theologiae I-II, q.34, a.2, 3m). Pero el problema es saber dónde reside el verdadero placer, en cuáles bienes consiste la felicidad o qué se necesita para ser felices, y qué es lo que da en definitiva la verdadera felicidad. En efecto, no todos saben que este fin último y absoluto, este bien supremo, es Dios, Y por consiguiente no todos dicen con san Agustín de Hipona: "cor nostrum inquietum, donec requiescat in Te".
----------Tomás, en el Comentario (expositio) a la Ética a Nicómaco, de Aristóteles, da una definición formal o abstracta de la felicidad, sobre la cual todos pueden estar de acuerdo, porque corresponde a una inclinación propia de la naturaleza humana como tal. En cambio, en la Summa Theologiae da una definición material o de contenido, es decir, define en qué consiste la verdadera felicidad.
----------Tomás, en efecto, después de haber pasado revista a una serie de valores, preguntándose para cada uno de ellos si en ellos se encuentra la beatitud, llega finalmente a la conclusión de que sólo en Dios puede el hombre encontrar su verdadera felicidad (I-II, q.2, a.8). De particular interés para nuestro tema es el artículo en el cual Tomás se pregunta si la beatitud o felicidad consiste en el placer sensible. Y él responde:
----------"El bien que pertenece al cuerpo y es percibido por los sentidos no puede ser un bien perfecto del hombre. La razón de esto es que, por superar el alma racional los límites de la materia corporal, la parte de ella que permanece desligada de órganos corpóreos tiene cierta infinitud respecto al cuerpo y a sus partes vinculadas (concretarum) al cuerpo; lo mismo que los seres inmateriales son de algún modo infinitos respecto a los seres materiales, porque en éstos la forma queda contraída y limitada de algún modo por la materia y, por eso, la forma desligada de la materia es en cierto modo ilimitada. Por consiguiente, es claro que el bien conveniente al cuerpo, que causa una delectación corporal al ser percibido por los sentidos, no es el bien perfecto del hombre, sino un bien mínimo comparado con el del alma. Por eso, el placer corporal ni se identifica con la bienaventuranza ni es propiamente un accidente de ella" (ibid., q.2, a.6).
----------Debe ser notado que aquí Tomás está hablando del bien perfecto, que satisface plenamente las aspiraciones más elevadas del hombre. Pero el Aquinate no excluye en absoluto en las necesidades y en las inclinaciones o aspiraciones naturales del hombre una jerarquía de bienes, de valores y de fines entre ellos conectados y ordenados, de modo que si hay un bien supremo y perfecto, existen también bienes imperfectos, existen grados de perfección y de apetibilidad, todos ellos pertenecientes a la naturaleza humana, de modo que la verdadera y plena beatitud no se agota en absoluto en la sola consecución de los bienes de nivel más elevado o grado máximo, con exclusión de los inferiores, sino, por el contrario, en la satisfacción de todas las necesidades, desde las mínimas hasta las máximas.
----------Por eso, Cristo advierte que no perderá su recompensa quien haya dado un solo vaso de agua fresca a uno de sus pequeños (cf. Mt 10,42). Por esto Tomás dice que la beatitud o felicidad del alma separada aún no ha alcanzado aquella plenitud, que obtendrá, cuando ella recupere su cuerpo en la resurrección.
----------Pero de hecho, ciertamente no todos están de acuerdo en el hacer de Dios el propio fin último y la propia felicidad, porque cada uno, en virtud de su libre albedrío, tiene la posibilidad de elegir aquello que para él es la felicidad. De ahí la posibilidad de elegir una falsa felicidad, que deje insatisfecho.
----------Comentando a Aristóteles, santo Tomás de Aquino dice: "lo que sea la felicidad se convierte en manifiesto considerando la operación del hombre. De toda cosa, en efecto, que tiene su propia operación, ésta operación es su bien. Y la razón de esto está dada por el hecho de que el bien final de cualquier cosa es su última perfección. Ahora bien, la forma es la perfección primera, pero la operación es la perfección segunda. Y así nos queda que el bien final de cualquier cosa debe ser buscado en su operación. Por tanto, si existe una operación propia del hombre, es necesario que en su propia operación consista su bien final, el cual es la felicidad. Y, por tanto, la felicidad es la operación propia del hombre" (In Ethicorum Aristotelis ad Nichomacum expositio, l. I, c. VI, lect. X, nn. 119-120, Marietti, Torino, 1964, pp.32-33).
----------Más adelante Tomás añade: "la felicidad es el máximo de todos los bienes humanos" (ibid., n.172.). Ella "se busca por sí misma y no por otra cosa" (n.2097). Ella comporta un cierto descanso (requies) o reposo (vacatio) de la acción (nn.2098-2099). "La felicidad está contenida en aquellas operaciones que son elegibles de por sí y no en vista de otra cosa" (n.2069). Aquí aparece un aspecto de contenido: "La felicidad es la operación del alma racional según las virtudes" (n.173), "según virtud óptima" (n.2080) y que procura placer (n.2078). "El placer que es consecuente al bien perfecto es la misma esencia de la beatitud" (I-II, q.2, a.6).
----------Tomás de Aquino viene así a distinguir, por un lado, una felicidad objetiva y real, que es el verdadero supremo bien para todos en sí mismo, es decir, Dios, y por otro lado, una felicidad subjetiva, que es el reflejo emotivo en el sujeto de aquello que el sujeto ha elegido como su bien y su felicidad. Es el placer (delectatio), placer ya sea sensible o espiritual, que es bueno, si el objeto es moralmente bueno o permitido, mientras que es malo y pecaminoso, si el objeto es moralmente malo o ilícito.
----------El sujeto es verdaderamente feliz, si logra placer en el bien objetivo, sensible o inteligible. Sin embargo, sigue siendo infeliz, independientemente de lo que diga su orgullo, si en cambio logra placer no en el adecuarse al bien objetivo, sino en la pretensión o en la presunción de decidir él mismo del bien y del mal, en el puesto de Dios, como quiso hacer Adán en el paraíso terrenal.
----------Tomás encuadra el discurso sobre el placer sensible en aquel más amplio discurso sobre la felicidad (felicitas) o la beatitud (beatitudo). Estos dos conceptos son casi idénticos. Pero si queremos encontrar una diferencia entre ellos, esa diferencia viene dada por el hecho de que la felicitas, la eudaimonia aristotélica, concierne al fin natural del hombre, y por tanto a la filosofía (he aquí entonces los comentarios a Aristóteles), mientras que la beatitud (en griego makaria) concierne más a la consecución del fin sobrenatural, la visión beatífica. Así, respectivamente, el placer (delectatio) concierne más a lo natural y a lo físico, mientras que el gaudio o la alegría (gaudium) concierne más a lo espiritual y lo sobrenatural.
----------Santo Tomás, como es sabido, admite la beatitud del alma separada de su cuerpo, en gracia, después de la muerte, en la espera de retomar el propio cuerpo en la Parusía de nuestro Señor Jesucristo. El intelecto del alma separada en el cielo goza de la eterna beatitud, que consiste en la visión intelectual inmediata de la esencia divina, sin necesidad del uso de los sentidos, que por otra parte están ausentes (I-II, q.3, a.8). La voluntad goza sin necesidad de las pasiones, que aquí son inútiles, dada la pura espiritualidad del objeto divino, y que por lo demás ellas también están ausentes por la falta del cuerpo.
----------Ahora bien, el placer espiritual, aunque superior al placer sensible, no puede sustituirlo, porque es de diferente calidad. Esto ya lo experimentamos en nuestra vida presente: la alegría que da la divina contemplación no nos compensa la ausencia de los bienes sensibles necesarios para la vida personal y de las relaciones, empezando por la relación varón-mujer, que es la más radical.
----------Por lo tanto, la beatitud de la visión de Dios en el cielo, para el alma separada, no es perfecta desde todo punto de vista, porque faltan los placeres sensibles. Tomás no se adentra en esta cuestión para aclarar cómo entonces se puede hablar de beatitud. Podemos entonces distinguir con el Aquinate, por un lado, una beatitud objetiva, que es Dios mismo, y por otro lado, una beatitud subjetiva, que es la alegría que deriva de Dios (ibid., q.3, a.3). Ciertamente Dios, como objeto de la visión, es purísimo Espíritu. Probablemente el nirvana budista sea una beatitud subjetiva, sin referencias objetivas ni expresada verbalmente.
----------Pero, dado que Él es el creador tanto del placer espiritual como del sensible, se puede pensar que en el gozo de la visión, que Él infunde en el alma separada, está contenido virtualmente también ese placer sensible, que el hombre tendría, si poseyera su cuerpo.
----------Sin embargo, es claro para Tomás, que concibe al hombre como compuesto de alma y de cuerpo, a diferencia de Platón, para quien el hombre es beato liberándose del cuerpo, que el alma, con la reasunción escatológica de su cuerpo, alcanza la plenitud absoluta de su beatitud.
----------En efecto, como él dice, "para la beatitud perfecta bajo todo aspecto, se requiere la perfecta disposición del cuerpo" (ibid., q.4, a.6). "Es necesario decir que es manifiesto que la beatitud de los santos después de la resurrección aumenta extensivamente no sólo en el alma, sino también en el cuerpo. Y también la beatitud del alma misma aumentará extensivamente, en cuanto el alma gozará no sólo de su propio bien, sino también del bien del cuerpo. El cuerpo humano, en efecto, se puede considerar de dos modos: de un modo, en cuanto es perfectible por el alma; de otro modo, en cuanto hay en él algo que contrasta con el alma en sus operaciones, en cuanto el cuerpo no es perfectamente perfeccionado por el alma.
----------Según la primera consideración del cuerpo (sigue diciendo en Suppl., q.93, a.1), su conjunción con el alma añade al alma una cierta perfección, porque cada parte es imperfecta y encuentra cumplimiento en su todo; por lo cual el todo se relaciona a la parte como la forma a la materia. Por lo cual el alma es más perfecta en su ser natural cuando está en el todo, es decir, en el hombre compuesto de alma y cuerpo, que cuando está de por sí separada. Pero la unión del cuerpo, en cuanto a la segunda consideración, impide la perfección del alma. Por eso, en Sab 9,15 se dice que 'el cuerpo que se corrompe agrava el alma'.
----------Por lo tanto, si se quita del cuerpo todo lo que hace resistencia al alma, el alma simplemente será más perfecta en el cuerpo que si estuviera por sí separada. Pero cuanto más perfecto es algo en el ser, tanto más perfectamente puede operar. Por lo cual la operación del alma unida a tal cuerpo será más perfecta que la operación del alma separada. Ahora bien, tal cuerpo es el cuerpo glorioso, el cual estará totalmente sujeto al espíritu. Por lo cual, dado que la beatitud consiste en una operación, la beatitud del alma será más perfecta después de la reasunción de su cuerpo que antes; por esto, así como el alma separada del cuerpo corruptible puede obrar más perfectamente que unida a él, así, después de unida al cuerpo glorioso, será más perfecta en su operación que cuando estaba separada. Pero todo imperfecto apetece su perfección.
----------Y por consiguiente el alma separada desea naturalmente su conjunción con su cuerpo. Y por este apetito, procedente de la imperfección, su operación, con la que se conduce en Dios, es menos intensa".
----------Una solución errónea acerca de cómo el alma separada podrá ser feliz sin el cuerpo fue la del cardenal Giacomo Biffi, el cual negó el intervalo eviterno entre la muerte del individuo y la resurrección en el fin del mundo, afirmando que su resurrección ocurre inmediatamente después de la muerte. Pero en 1979 la Congregación para la Doctrina de la Fe emanó una Carta sobre algunas cuestiones convernientes a la escatología, en la cual condenaba la posición de Biffi, que se retractó poco antes de su muerte.
----------Si bien la resurrección gloriosa ocurre después de la muerte en el fin del mundo, el apóstol san Pablo parece insinuar la posibilidad de alguna pregustación o de un cierto anticipo de la resurrección ya desde la vida presente, similar a los primeros rayos del alba, cuando habla de "primicias" (Rm 8,23) y de "caparra" (2 Cor 1,22) del Espíritu, o bien de la "nueva creatura" (Gal 6,15), del "hombre nuevo" (Ef 2,15) y del "hombre espiritual" (1 Cor 2,15; cf. 15,48-49), nacido del Bautismo.
----------¿No se trata acaso de los inicios de la superación de la naturaleza corrupta y de los pródromos de la naturaleza resucitada? Indudablemente Pablo se refiere ante todo al "hombre interior" (2 Cor 4,16), desde el cual inicia la labor de la gracia; pero ello, en el curso de la vida del cristiano, también produce frutos en lo externo, en las buenas obras y en los mismos sentimientos del ánimo y del corazón. Los sentidos se afinan, incluso en el deterioro físico de la ancianidad, las agitaciones se aplacan, las pasiones son más dóciles y se purifican, las emociones se elevan y el propio placer sensible se vuelve más intenso y al mismo tiempo más honesto.

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