Llegamos hoy al final de nuestro recorrido, en el que hemos reflexionado sobre la reciente expresión del papa Francisco acerca de la existencia en la Iglesia de "pequeños grupos ideologizados". Los hemos individuado, hemos explicado sus instancias y motivaciones, hemos identificado sus virtudes y defectos, hemos explicitado el nudo del conflicto que los opone, y hemos puesto los fundamentos y las directrices basilares para tratar de resolver esta controversia que lleva adolorando a la Iglesia desde hace sesenta años y que no permite llevar a fiel cumplimiento las orientaciones del Concilio Vaticano II para poder obtener los frutos que esperamos. [En la imagen: fragmento de "La Mujer del Apocalipsis", óleo sobre lienzo de 1686, obra de Cristóbal Villalpando de los Reyes, conservada y expuesta en la sacristía de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México].
Los puntos en discusión acerca del Concilio Vaticano II
----------1. La falta de los tradicionales cánones y del tradicional lenguaje teológico formal escolástico son sustituidos por un lenguaje coloquial moderno y corriente, el cual, si por una parte recuerda el lenguaje de Jesús mismo, tranquiliza y no suscita temor ni sujeción sino ante todo confianza, sin embargo, debido a su imprecisión, ofrece escapatorias a quienes quieren ser astutos o hacerse los zorros y sustraerse al deber de aceptar cuanto el Concilio enseña y prescribe. Esto da espacio a interpretaciones interesadas, como de hecho ha sucedido (véase a los modernistas) o a temores infundados (véase a los lefebvrianos).
----------2. La idea de confrontarse con el pensamiento moderno, nunca antes planteada por ningún otro Concilio, ha sido una buena idea del Concilio Vaticano II. Efectivamente, era necesario que la Iglesia hiciera esta labor, porque durante demasiado tiempo la Iglesia, ocupada durante siglos en condenar los errores y en la simple explicitación de su patrimonio doctrinal, había perdido el contacto con el progreso moderno de las ciencias y de la filosofía, y tampoco nunca se había confrontado seriamente con las otras religiones. Sin embargo, si la denuncia de los errores del pensamiento moderno se encontraba ya en los precedentes documentos de la Iglesia, el Concilio no ha puesto en luz los errores de las otras religiones.
----------3. La visión del mundo moderno propuesta por el Concilio parece demasiado optimista y huele a ingenuidad, sobre todo por la ausencia de la referencia apocalíptica de la lucha de la Mujer contra el Dragón y de la victoria final de Cristo. La obra evangelizadora de la Iglesia tiene el sabor de una actividad tranquila con la cual la Iglesia responde a la necesidad de un mundo que estuviera sediento de Dios, lo que lamentablemente no es el caso, dadas las consecuencias del pecado original, que inducen a la Iglesia, si es necesario, a asumir frente al mundo tonos severos y de condena, como por otra parte siempre había hecho.
----------Parece que aquí juegue una reacción exagerada, de tipo buenista y misericordista, a la precedente actitud marcada por una excesiva severidad. Por tanto, lo que hoy se necesita, es una moderada recuperación de la severidad sin descuidar los progresos en la misericordia.
----------4. En cuanto a sus doctrinas, es cierto que el Concilio no presenta nuevas definiciones dogmáticas solemnes, pero esto no quita que posea una parte dogmática, como es indicado por dos Constituciones, sobre la Revelación (Dei Verbum) y sobre la Iglesia (Lumen gentium), en el sentido de enseñanzas doctrinales que deben recibirse como Magisterio auténtico, que, tratando de temas de fe o de moral, requiere el obsequio religioso del intelecto y de la voluntad en la confiada certeza de que la doctrina es verdadera y no falsificable. Ciertamente, el disentir no es herejía, pero es falta de fe en la doctrina de la Iglesia.
----------5. El Concilio ya no recomienda la teología escolástica, como todavía hacía Pío XII, y sin embargo recomienda la doctrina de santo Tomás, que es el príncipe de los teólogos escolásticos. Después de todo, ¿qué es la teología escolástica sino esa escuela de teología, de la cual la Iglesia siempre ha tenido cuidado para la formación del clero y hoy también para los laicos? Por tanto, detrás de la recomendación a favor del Aquinate está claro que es necesario ver la recomendación de aquella teología que la Iglesia enseña en sus escuelas y que sirve de modo excelente respecto a otras escuelas para la interpretación de la Escritura, para un mejor conocimiento del dato revelado, y para la preparación de las nuevas fórmulas dogmáticas.
----------6. La reforma del rito de la Misa promovida por el Concilio, sin cambiar en modo alguno su significado esencial de ofrecimiento por parte del sacerdote ministerial del sacrificio de Cristo en modo incruento para la remisión de los pecados, corresponde a un intento ecuménico de acogida del valor del sacerdocio común de los fieles, de la conmemoración de la Cena del Señor y de su valor de anuncio pascual del banquete mesiánico.
----------7. La Constitución dogmática Dei Verbum presenta la Revelación (n.4) no sólo como enseñanza oral y verbal hecha por Cristo de su doctrina, sino también como enseñanza hecha con su misma presencia, sus gestos, sus actos, su vida, su milagros, su pasión, muerte y resurrección y ascensión al cielo.
----------8. Cuando la Constitución dogmática Dei Verbum dice que la Tradición "progresa y crece" no entiende decir que los contenidos cambien o aumenten, sino que se refiere al conocimiento de los contenidos, que progresa y crece "con la reflexión y el estudio de los creyentes" (n.8).
----------9. La Constitución dogmática Dei Verbum reitera que "la Iglesia obtiene la certeza sobre todas las cosas reveladas no sólo de la Escritura" (n.9), sino también de la Tradición, de modo que cuando dice que la Tradición y la Sagrada Escritura in unum coalescunt no quiere decir, como creía mons. Brunero Gherardini, que aquí el Concilio reduce la Revelación a la sola Escritura, sino que las dos fuentes convergen entre sí hasta formar una sola cosa, para expresar su estrecha unión.
----------10. La Constitución dogmática Lumen gentium presenta a la Iglesia como comunidad guiada por el Espíritu Santo (n.4), de modo tal que el aspecto institucional relativo a los grados del sacramento del Orden se conecta con el aspecto carismático, fundado en el Bautismo, y caracterizando la condición y esencia del laico.
----------11. La Constitución dogmática Lumen gentium, al afirmar que la Iglesia católica subsiste en la Iglesia de Cristo (n.8) no entiende decir que ésta sea más amplia, como para contener también otras Iglesias no católicas, sino que simplemente se refiere al subsistir de la Iglesia católica como la Iglesia que contiene la plenitud de las verdades salvíficas, mientras que por "fuera de su organismo visible se encuentran muchos elementos de santificación y de verdad, que impulsan hacia la unidad católica".
----------Es la misma doctrina que encontramos en el Decreto Unitatis redintegratio, en el cual se habla de comunidades cristianas no-católicas, que ya están en parcial comunión con la Iglesia católica y están llamadas a realizar la plena comunión con ella. Decir que la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica, y decir que es Iglesia católica, es lo mismo expresado bajo dos predicados distintos: en el primer caso hacemos referencia al subsistir, en el segundo, a la esencia. Se podría decir que la Iglesia de Cristo en su plenitud es y subsiste en la Iglesia Católica; las otras Iglesias son y subsisten participativamente en la Iglesia católica.
----------12. Importante en la Constitución dogmática Lumen gentium es el n.16, donde se afirma lo que hasta ahora la Iglesia no había enseñado nunca, a saber, que "la Providencia no niega las ayudas necesarias para la salvación a aquellos que, sin culpa de parte suya, aún no han alcanzado un conocimiento explícito de Dios y se esfuerzan, no sin la gracia divina, por llevar una vida recta". No se trata de los ateos, como creía Rahner, y tampoco se trata de la rahneriana "experiencia trascendental", sino que se trata de verdadero conocimiento de Dios, aunque implícito, bajo la imagen del prójimo, como aquellos que, según las palabras de Nuestro Señor en Mt 25, han servido a Cristo en el servir al necesitado.
----------13. Respecto a la colegialidad episcopal, la Lumen gentium se expresa de un modo que puede dar la impresión de poner en peligro el primado del Papa sobre los obispos. De hecho, dice que no sólo el Papa, sino también el colegio de los obispos "es sujeto de plena y suprema potestad sobre toda la Iglesia" (n.22). Aquí parecería delinearse una diarquía a la par, de obispos y Papa, sobre la Iglesia. Pero leyendo las palabras que siguen, la apariencia desaparece, porque el Concilio precisa: "junto con su cabeza el Romano Pontífice y nunca sin esta cabeza: con el consenso del Romano Pontífice" (ibid.).
----------14. Respecto al grado de autoridad de las doctrinas del Concilio Vaticano II (n.25), lamentablemente el Concilio no es claro, ni tampoco aporta claridad lo que dice san Paulo VI al respecto. Ha sido necesario san Juan Pablo II con la Carta apostólica Ad tuendam fidem de 1998 para precisar cuál es el grado de autoridad: doctrina que es permanentemente verdadera y no falsificable, y sin embargo debe ser creída no con fe divina como en el caso de la definición dogmática (1ª grado), sino con fe en la Iglesia católica (2º grado), o con obsequios religiosos de la inteligencia y de la voluntad hacia el Magisterio auténtico de la Iglesia (3º grado). Así se cierra, tanto para los lefebvrianos como para los modernistas, toda escapatoria para sustraerse a la obediencia a la Iglesia con el pretexto de la ausencia de definiciones dogmáticas.
----------15. Otro punto donde se nota la tendencia buenista de la pastoral indicada por el Concilio es cuando se habla de la función de gobierno propia del Obispo, cosa que obviamente pone en juego todos los niveles de la jerarquía, desde el diácono, al Cardenal, hasta el Papa. Pues bien, lamentablemente también aquí se nota la ausencia o al menos la debilidad del deber de hacer justicia, castigando a los culpables y premiando a los buenos, defendiendo al rebaño del peligro de los lobos.
----------Se insiste con razón en la misericordia, pero no aparece la enseñanza de que ella no es verdadera misericordia si no está coordinada con la justicia. Israel alaba la misericordia divina precisamente porque Dios lo ha liberado del Faraón sobre el cual Dios ha ejercitado su justicia. La misericordia que descuida la justicia es una falsa bondad. El obispo que en nombre de la misericordia no castiga al malhechor, en la práctica consiente que él continúe haciendo el mal con la certeza de la impunidad, por lo cual el buenismo (todos buenos, todos perdonados, todos salvados) es sustancialmente maldad. Las consecuencias de este error pastoral las tenemos ante nuestros ojos desde hace sesenta años.
----------Una sincera mirada a estas directrices pastorales, nos indica que también aquí la reacción frente a la excesiva severidad de los obispos del pasado es a su vez excesiva y produce un modelo de obispo oportunista y temeroso, no a la altura de su oficio. No bueno, pero sí bonachón, que es otra cosa.
----------Es interesante comparar las fotografías de obispos antes del Concilio y después del Concilio. Antes aparecen muy serios y casi con el ceño fruncido. Después los vemos riéndose a boca abierta como actores de cine. Por eso hoy, desgraciadamente, tenemos obispos "emboscados", débiles, oportunistas e inciertos, que no saben guiarnos, que no saben indicarnos con claridad el camino y la meta, que no nos muestran la peligros para la fe, que no nos dan seguridad y confianza, que no nos protegen, no nos defienden, no nos alientan, no nos confortan, no nos consuelan, sino que nos abandonan a nosotros mismos con el pretexto de que nosotros, los comunes fieles, también tenemos el Espíritu Santo y debemos ser fieles libres y maduros.
----------16. Importante es el capítulo VIII de la Constitución dogmática Lumen gentium, donde es presentada la persona de la Santísima Virgen María como modelo de la mujer y modelo de la Iglesia (n.63). Se pueden extraer entonces las siguientes consecuencias: la feminidad mística de la Iglesia (cf. J. Maritain, De l'Église du Christ. La personne de l'église et son personnel, Desclée de Brouwer, Brujas 1970); la mujer y la Iglesia remiten a María como sus imágenes; la mujer remite a la Iglesia como imagen de la Iglesia.
----------17. La Constitución pastoral Gaudium et spes propone un programa práctico de relación de la Iglesia con el mundo moderno como nunca antes en la historia de los Concilios había sucedido, ya que siempre los Concilios se habían limitado a precisar nociones dogmáticas o a condenar errores. En este Concilio, en cambio, la Iglesia no sólo toma en consideración los aspectos positivos del mundo, sino que se detiene a hablar de una relación mutua entre la Iglesia y el mundo, de modo que la Iglesia no sólo ayuda al mundo, y esto siempre ha sido sabido, dado que ella salva al mundo, pero también recibe una ayuda del mundo (nn.40-44) y esto ha dado la ocasión a los modernistas para negar la trascendencia de la Iglesia frente al mundo y sostener que el fin de la Iglesia no trasciende al mundo, sino que es la simple felicidad de este mundo.
----------18. En la Gaudium et spes viene reiterada la finalidad procreadora del matrimonio, pero al mismo tiempo se reconoce un valor intrínseco al acto conyugal como expresión del amor (n.49), de modo que está permitido pensar, como explicará más tarde san Juan Pablo II, que la unión del varón y de la mujer será reconstituida en la futura resurrección, cuando habrá de cesar el procrear, pero no habrá cesado el amor.
----------19. Amplio espacio da la Constitución pastoral Gaudium et spes al problema de cómo el católico debe abordar el pensamiento moderno (nn.60-63). No existe ninguna condena de la filosofía moderna, como encontramos en el papa san Pío X, sino que se nota una mirada benévola, aunque refinada por el discernimiento que nos permite distinguir lo verdadero de lo falso.
----------¡Atención, sin embargo! Aquí no estamos delante de una rendición o claudicación al modernismo, como creen los lefebvrianos, ni se trata de una aprobación del modernismo, como creen los modernistas, sino que es sólo una cuestión del significado de las palabras. De hecho, por cómo Pío X habla de la filosofía moderna se comprende perfectamente a qué se refiere: al idealismo y al ateísmo nacidos de Descartes y no pretende ciertamente atacar cuanto de bueno hay en la modernidad.
----------En cambio, el lenguaje del Concilio Vaticano II en este punto es más preciso y se presta menos al equívoco, porque, en el momento en que reitera la condena de los errores modernos, utiliza correctamente la expresión "filosofía ("cultura") moderna" en su sentido más obvio y natural, como la filosofía que existe hoy. Se supone entonces que lo moderno debe ser mejor que lo antiguo, pero esto no siempre está dicho.
----------20. La Constitución pastoral Gaudium et spes propone también a los laicos comprometidos en la política un grandioso programa de acción liberadora, de justicia social y económica (nn.63-76), la cual, manteniendo siempre la fe en que corresponde a Dios realizar la plena justicia en la humanidad al fin del mundo, sostenida sin embargo por el poder de la gracia divina, puede ser capaz de realizar desde ahora mismo, aunque sólo inicialmente e imperfectamente, esa fraternidad, igualdad y libertad que deberán de caracterizar a la humanidad gloriosa y feliz de la futura resurrección.
----------Los modernistas, sin embargo, influidos por el marxismo, han perdido de vista el hecho de que esta acción liberadora, a menos que no la orientemos a objetivos meramente políticos, no podemos llevarla a término en este mundo, donde la injusticia no puede nunca ser eliminada por completo, sino sólo en el mundo futuro trascendente de la resurrección después de la muerte. Por esto, no siempre un régimen tiránico puede ser abatido: en cuyo caso sigue siendo útil y necesaria la paciencia cristiana, poniéndonos en manos de Dios, esperando su socorro para liberarnos de los opresores.
----------Por el contrario, la así llamada "teología de la liberación", nacida de esta mala comprensión del mensaje social del Concilio Vaticano II, frecuentemente adoptaba el esquema dialéctico marxista, de origen hegeliano, según el cual es la propia clase oprimida la que de por sí se libera a sí misma, mediante la revolución, de la clase de los opresores, así como en Hegel no es lo positivo lo que quita lo negativo, sino que es lo negativo lo que, negándose a sí mismo, quita lo negativo y pone lo positivo.
----------Al respecto, es justo recordar que a pocos años de la finalización del Concilio, no faltaron los filósofos y teólogos que denunciaron esta incomprensión del verdadero mensaje social del Concilio. Señalemos sobre todo a Jacques Maritain y al padre Yves Congar como maestros de la renovación conciliar, reconstructores de la inteligencia metafísica para la edificación de un nuevo humanismo y de una nueva Iglesia.
----------21. Una dificultad surge de la interpretación del n. 22 de la Gaudium et spes, donde se dice que "con la Encarnación el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a todo hombre". La frase, separada de lo que sigue, podría dar lugar a interpretaciones pancrísticas o panteístas; pero leyendo lo que sigue nos damos cuenta de que el Concilio simplemente quiere decir que Cristo ha querido hacerse partícipe de la experiencia de todo hombre en cuanto hombre: "ha trabajado con manos de hombre, ha pensado con mente de hombre, ha actuado con voluntad de hombre, ha amado con corazón de hombre. Nacido de María Virgen, Él se ha hecho verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado".
----------22. El importante Decreto sobre el ecumenismo, Unitatis redintegratio, promueve la actividad de la Iglesia encaminada a esforzarse a fin de que los hermanos cristianos separados estén de acuerdo con la Iglesia en la conservación y en el reconocimiento de los valores cristianos que quedaron en común después de la separación, en la recíproca caridad y en el respeto mutuo de la diversidad, quieran eliminar los obstáculos a la plena comunión y precisamente alcanzarla con la Iglesia católica.
----------23. En la Declaración sobre la libertad religiosa, Dignitatis humanae, la Iglesia asume por primera vez en su historia, purificándolo, el principio iluminista-liberal de la libertad de conciencia ya condenado por el beato Pío IX, como expresión del subjetivismo e indiferentismo, aunque el Papa luego reconoce que: "Quienes sufren invencible ignorancia acerca de nuestra santísima religión y conducen una vida honesta y recta, observando diligentemente la ley natural y sus preceptos grabados por Dios en el corazón de todos, pueden, operando la virtud de la luz divina y de la gracia, alcanzar la vida eterna, dado que Dios ve claramente, escudriña y conoce la mente, las almas, los pensamientos y los hábitos de todos, por su suprema bondad y clemencia no puede permitir en absoluto que alguien sea castigado con los eternos suplicios, sin tener reato de culpa voluntaria" (encíclica Quanto conficiamur moerore del 10 de agosto de 1863).
----------De estas palabras de Pío IX debería aparecer claro que no hay ningún contraste, como creen los lefebvrianos, entre el concepto conciliar de libertad de conciencia y el de Pío IX. Se supone siempre que la verdad es la regla de la conciencia, ya sea ella errónea en buena fe, o bien sea veraz. La conciencia recta y honesta siempre se mide por la verdad, sea que se equivoque (sin saberlo) o que la capte.
----------Por el contrario, en la concepción liberal-masónica de la libertad de conciencia, principio del relativismo y del subjetivismo gnoseológico y moral, es la conciencia individual la que se convierte en la medida de la verdad, la cual ya no es lo que objetivamente y universalmente existe fuera de mí y de todos, frente a mí y a todos, eso sobre lo cual me mido, aunque estando involuntariamente sujeto a errar, sino eso con lo que decido yo que es verdad o lo que me parece como a mí me gusta.
Conclusión
----------En el largo recorrido que desarrollamos en estas trece publicaciones acerca de aquellos que el Papa llama "pequeños grupos ideologizados", hemos hecho un análisis de la situación de la Iglesia de hoy, hemos visto cómo actualmente la Iglesia sufre por la presencia en ella de dos fuerzas contrapuestas, la modernista y la indietrista, entrambas corrientes aspirando a ser la verdadera Iglesia, cuando en realidad ellas representan sólo a grupos oponiéndose a otros grupos. Hemos visto virtudes y defectos presentes en entrambas corrientes. Hemos visto las reglas a aplicar para construir la paz y encontrar el acuerdo.
----------Hemos visto lo que indietristas y modernistas tienen en común: el ser católico, lo cual no les corresponde a ellos definir, ni reivindicar para sí, sino que le compete a la Iglesia, y que ellos deben aceptar si quieren pertenecer a la Iglesia. Hemos visto el nudo de fondo del conflicto: la incapacidad de ambos partidos para poner de acuerdo tradición y progreso, cuando en realidad la conservación y la renovación se reclaman y se complementan entre sí. Hemos visto cómo este conflicto nace y está basado en la interpretación del Concilio Vaticano II. Hemos visto las virtudes y los defectos del Concilio. Llegados a este punto sólo nos queda arremangarnos, confiar en la gracia de Dios y decirnos unos a otros: ¡manos a la obra!
Estimado Padre. Cuando estaba cursando la universidad leí Dei Verbum, Lumen gentium... por recomendación de una persona que considero autorizada... Estudié atentamente estos textos y una huella imborrable permanece en mi mente... No he leído todos los documentos del Concilio Vaticano II, pero creo que los dos mencionados son ejemplares... Dados los que persisten en lanzar insultos al Concilio, además de demostrar su polémica separación de la Iglesia católica (me recuerda a alguien...) también demuestran su completo desconocimiento del propio Concilio... Entonces me pregunto: ¿cui prodest? Porque de esto se trata... ¿quién fomenta estas actitudes tan poco saludables? ¿Y con qué propósito? bueno....una vez más el misterio de la iniquidad pretende suplantar a la verdad....cuantos intentos a lo largo de la historia... y cuantas mentiras... pero la luz del Espíritu ilumina la mente y el alma de los pequeños...
ResponderEliminarEstimada Rosa Luisa,
Eliminarusted dices: cui prodest?
Pues bien, la respuesta es bastante simple. De esto se aprovecha el diablo, el enemigo de Cristo, el anticristo, el dragón rojo del Apocalipsis.
¿Y qué podemos hacer nosotros?
Se necesita lo que el apóstol san Pablo llama la buena batalla, que no es tanto una lucha física, sino esa lucha contra el pecado y la maldad, de la que habla Pablo en Efesios, capítulo 6.
El propio papa Francisco nos ha exhortado repetidamente a esta buena batalla.