En este artículo, que dividiremos en tres partes, consideraremos las causas y remedios de la actual ola de desviaciones en el campo sexual, que es una cuestión a la vez moral y psicológica, aunque, como siempre ocurre en estos casos, no se excluye una concepción libertina o libertaria de la libertad, y una concepción meramente carnal y libidinosa del amor. En esta reflexión me detendré con particular atención en el tema de la bondad o malicia del placer sexual, siguiendo la escuela de santo Tomás de Aquino, actualizada con las enseñanzas del papa san Juan Pablo II. [En la imagen: detalle de "Luxuria", uno de los siete mosaicos de los Siete Pecados Capitales, en la Basílica de Notre Dame de Fourviere, en Lyon].
El clericalismo de por sí no tiene nada que ver con la lujuria
----------La actual ola de desviaciones en el campo sexual pone en el primer plano una cuestión a un mismo tiempo moral y psicológica, que es la del placer sensible, con especial referencia al placer sexual. En efecto, si bien para dar una apariencia de justificación a tales desviaciones, se hace apelación a grandes valores, como los de la diversidad, de la libertad y del amor, parece evidente que el interés o factor primario y fundamental que genera y produce esta impresionante multiplicidad de fenómenos aberrantes, es una forma de desenfrenado hedonismo o epicureísmo, es la atracción omnipresente, morbosa y abrumadora del placer sexual desregulado, cualquiera que sea el motivo o la ocasión, que lo provoca o que conduce a buscarlo.
----------Sin embargo, como siempre ocurre en estos casos, no se excluye una concepción libertina o libertaria de la libertad, y una concepción meramente carnal y libidinosa del amor. De hecho, tres factores (búsqueda excesiva del placer, falsa libertad y falso amor) pueden muy bien ir juntos e influirse mutuamente.
----------Sin embargo, está absolutamente claro que, mientras una falsa libertad y un falso amor pueden jugar también en otros campos de la acción humana o de los intereses humanos, lo que está propia y específicamente en el origen de los pecados sexuales no puede ser más que la atracción inmoderada o exagerada hacia el placer sexual, es decir, el vicio llamado de la lujuria, que santo Tomás de Aquino define claramente como "apetito de un placer libidinoso" (Summa Theologiae, II-II, q.153, a.1, ob.3).
----------Por esto, la idea recientemente surgida de situar el "clericalismo" en el origen de un uso aberrante del sexo como la pedofilia, parece una idea globalmente incongruente, aunque no privada de algunas razones indirectas y ocasionales. Pero el clericalismo no parece ser en absoluto una causa propia y específica, ya que puede causar propia y directamente muchos otros tipos de pecados, diferentes de la pedofilia.
----------De hecho, sabemos perfectamente bien cómo la acusación, a veces por cierto bien fundada, de clericalismo, tiene su origen en las polémicas del siglo XIX, que a menudo han sido basadas en pretexto, por parte de la masonería, del liberalismo y del socialismo, contra el poder temporal de la Iglesia; por lo cual, el clericalismo es entendido como voluntad de dominación política del clero en la sociedad.
----------Efectivamente, se puede decir que el sacerdote calificado de "clerical" desempeña su ministerio quizás con empeño, pero no con espíritu de verdadero servicio a Dios y a las almas, sino en orden a su propia afirmación o a su propia satisfacción personal, por comodidad o conveniencia, por ventajas terrenas o por motivos de prestigio. Pero no está dicho en modo alguno que un sacerdote de tal género esté necesariamente tentado por la pedofilia. En efecto, un sacerdote de tales características puede comportarse muy bien en campo sexual, aunque es cierto que los vicios carnales (gula, ira, avaricia y lujuria) se reclaman entre sí.
----------Hay que decir entonces que el clericalismo de por sí no tiene nada que ver con la lujuria, sino que se origina ante todo en la soberbia, en la altanería o en la avaricia, que pueden tener como hermanas la ira y la envidia. Y de por sí no produce lujuria, sino vicios de otro género. Un sacerdote puede ser soberbio, egocéntrico, pedante, avaro, irascible, entrometido o envidioso, pero al mismo tiempo puede ser casto. Por tanto, vemos que el clericalismo no produce, al menos directamente, la lujuria y por tanto la pedofilia.
----------Por consiguiente, para corregir eficazmente y de modo específico las actuales desviaciones sexuales, es necesario atenerse estrictamente al horizonte psicológico o moral específico que les concierne, y que tiene muy poco que ver con el deseo de dominio político o económico, propio del vicio del clericalismo; mientras que, como se ha dicho y debería ser evidente, el problema concierne al campo de la ética sexual.
La dignidad del cuerpo humano y de sus funciones
----------En el ámbito del trabajo a realizar para superar este problema de las desviaciones sexuales, en este artículo me detendré con particular atención en el tema de la bondad o malicia del placer sexual, siguiendo la escuela de santo Tomás de Aquino, actualizada con las enseñanzas del papa san Juan Pablo II. Es necesario decir, a este respecto, que sorprende por otra parte la antigua sabiduría de Aristóteles, sobre cuya Ética a Nicómaco el Aquinate nos ha dejado un muy conocido comentario.
----------Es admirable, en efecto, cómo el Estagirita, ya en el siglo IV antes de Cristo, sabe apreciar al mismo tiempo, contra la desconfianza platónica hacia la corporeidad, la dignidad del cuerpo humano y por tanto de sus funciones y del placer que surge del normal ejercicio de estas funciones. Al mismo tiempo, Aristóteles mantiene la primacía platónica del espíritu sobre el cuerpo y es muy consciente de la necesidad, en ocasiones, de reprimir ciertos movimientos pasionales para salvar la libertad del espíritu.
----------Por eso, Aristóteles está lejanísimo del hedonismo epicúreo, del cual rechaza la absolutización del placer sensible, y también en esto sigue a Platón, aunque ve en la moderación de las pasiones, no la vía platónica del abandono de la prisión corporal, sino al contrario la vía para edificar la unidad de la persona humana, armoniosamente compuesta (synolon) de "forma" (morphé) y de "materia" (yle), de alma (psyché) y de cuerpo (soma), de sentido (aisthesis) y de intelecto (nus), de pasiones (pathe) y de voluntad (búlesis). Ciertamente no se puede pedir a Aristóteles que amplíe su mirada más allá de los confines de la vida presente, marcada por la lucha de la carne contra el espíritu, porque él, aunque admite como Platón la inmortalidad del alma, no sabe nada del origen del hombre y por tanto del sexo, y de su destino después de la muerte.
----------Aristóteles, por lo tanto, no sabe nada ni de la protología ni de la escatología de la relación varón-mujer, tal como se recaba de la revelación bíblica. Y ni siquiera sabe nada de la redención obrada por Cristo, gracias a la cual, mediante el sufrimiento expiatorio, es redescubierta la armonía entre sexo y espíritu propia del Edén, y de hecho, aún más: elevada a la dignidad de hijos de Dios en la resurrección.
----------Santo Tomás de Aquino, en cambio, como cristiano, sabe bien que, si Cristo se ha abstenido del placer sexual, no lo ha hecho porque no fuera un hombre normal ni para vencer las consecuencias de aquel pecado original, del cual él estaba exento, sino que lo ha hecho así por amor hacia nosotros, a fin de que, mediante el sufrimiento expiatorio y la renuncia ascética al sexo, fuera sustituido el placer deshonesto por el placer honesto, de modo que el hombre y la mujer pudieran rencontrar en la resurrección, después de la preparación terrena, la comunión y la alegría primitivas destruidas por el pecado.
----------En cuanto al filósofo pagano Aristóteles, él conoce bien la necesidad, en muchos casos, de la renuncia al placer sexual para promover, proteger y defender el libre y pleno ejercicio de la razón y por tanto de las virtudes. Lo cual es una medida importante y siempre vigente, pero de la cual Aristóteles no sabe dar ni las primeras razones, ni las últimas finalidades, que sólo nos son reveladas por la Sagrada Biblia.
----------Tomás de Aquino, en cambio, por supuesto, está en posesión de estos datos y los utiliza de modo admirable. Interesante sobre todo es la conciencia que tiene el Aquinate de la resurrección de la diferencia sexual, cosa que presupone una apreciación del cuerpo femenino completamente ausente en Aristóteles, para quien la mujer, como es sabido, es un varón imperfecto o incompleto (mas ocasionatus).
El placer sensible humano
----------El placer, en general, también presente en los animales, es para Tomás un "movimiento del alma causado por la aprehensión de lo que sucede naturalmente" (ibid., I-II, q.31, a.1); es la "quietud del apetito, considerada la presencia del bien placentero, que satisface el apetito" (ibid., q.31, a.1, 2m; q.2, a.6, 1m; cf I-II, q.34, a.1), consciente de la potencia apetitiva sensitiva, satisfecha por la consecución de su fin o por la posesión de un bien adecuado, proporcionado y conveniente (ibid., I-II, q.32, a.1.f). "El placer sigue a la obtención del bien conveniente" (ibid.). "No puede haber placer sin operación y, a la inversa, no puede haber operación sin placer" (In X libros Aristotelis Ethicorum ad Nichomacum expositio, l.X, c,IV, lcet.VI, n.2037. p.529).
----------Es evidente que para Tomás el placer sensible es, en línea de principio, una cosa buena, creada por Dios; es un fin y una perfección de la naturaleza corpórea del hombre. Como veremos, el placer sensible es parte de la felicidad humana y entrará a formar parte de la misma condición gloriosa de los resucitados. Sólo por motivos ascéticos y para facilitar o garantizar la libertad superior del espíritu, tras el pecado original, es necesario, en ciertas circunstancias, la renuncia al placer.
----------La estima que Tomás tiene por el placer sensible, en cuanto creado por Dios y consecuencia del ejercicio de una potencia sensible natural, le lleva a deplorar el vicio de la insensibilidad (II-II. q.152, a.2), que, en el campo sexual, tiene su manifestación en la frigidez sexual, que no tiene nada que ver con el voto de castidad o con la virginidad consagrada, porque mientras estas elecciones presuponen una normal sensibilidad sexual, que viene frenada por motivos religiosos, la frigidez sexual puede ser provocada ya sea por un defecto psíquico o por una coerción irracional del instinto, por el cual el sujeto, no interiormente convencido de la bondad de la medida adoptada, satisface sin embargo su libido por vía disfrazada o inaparente.
----------La bondad del placer sensible es consecuencia de la antropología tomista, la cual ve el alma espiritual como una forma sustancial del cuerpo; por lo cual el intelecto se sirve del sentido y la voluntad gobierna las pasiones y expresa en ellas su fuerza. Al mismo tiempo, el placer sensible está ordenado al placer espiritual, así como el intelecto en el conocimiento asciende del sentido a lo inteligible y la voluntad pasa, ennobleciéndose y perfeccionándose, de la satisfacción de las necesidades materiales a las espirituales.
----------Santo Tomás de Aquino no acepta la desconfianza que tiene la concepción platónica hacia los sentidos y, en consecuencia, no acepta el desprecio platónico por el placer sensible, visto por Platón como una cadena que une el alma a la cárcel del cuerpo. Para el Aquinate, en cambio, la voluntad no debe reprimir ni eliminar la pasión, sino purificarla, domarla con sabiduría y humanizarla, porque para Tomás virtudes como la fortaleza y la templanza tienen precisamente como sujeto a las pasiones (I-II, q.22).
----------En particular, al desarrollar aquí esta temática, a nosotros nos interesa la virtud de la templanza, que, según el Aquinate, "implica una cierta moderación de las pasiones que tienden a los bienes sensibles, a saber, la concupiscencia y el placer" (II-II. q,141, a.3). De hecho, Tomás señala que nuestra tendencia al placer sensible no siempre corresponde a cuanto dicta la recta razón:
----------"El movimiento primario del apetito sensitivo repugna a la razón sobre todo por su desmesura. En efecto, los bienes sensibles y corporales, considerados según su especie, no repugnan a la razón, sino que ante todo están a su servicio, como instrumentos, de los cuales la razón se sirve para la consecución de su fin. Le repugnan en cambio, sobre todo en cuanto el apetito sensible no tiende hacia ellos según el modo de la razón. Por lo cual, a la virtud moral propiamente compete moderar estas pasiones, que implican la búsqueda del bien sensible" (ibid.). Y ésta es precisamentetarea de la templanza, que, en el ámbito sexual, se llama castidad.
El actuar normal de la naturaleza humana
----------Por todo lo que venimos diciendo, santo Tomás de Aquino, como es sabido, prefiere la ética aristotélica, basada en una antropología más acorde con la Sagrada Biblia, la cual ciertamente admite, como en Platón, la primacía de lo espiritual, pero sin el ensañamiento platónico contra el cuerpo, que en cambio para la Biblia forma parte de la naturaleza humana y está destinado a la resurrección.
----------Obviamente Aristóteles, carente como era de la divina Revelación sobrenatural, no podía pensar en la resurrección, y se limita a admitir, como lo hacía Platón, la inmortalidad del alma separada, que contempla felizmente el supremo Bien. Aristóteles no podía saber que el contraste del sentido con la razón depende del pecado original. Y, sin embargo, comprende, contrariamente a Platón, que de por sí el sentido debería estar de acuerdo con la razón. De ahí su ética del control racional de las pasiones.
----------El gran mérito del Estagirita es, por lo tanto, el mérito de haber comprendido cómo debe ser y actuar la naturaleza humana normal. Aristóteles ha entendido (y en esto se acerca mucho al Evangelio) que el origen del mal en el hombre no está en el contacto con el cuerpo ni con la materia ni por tanto con el sexo. Para Aristóteles el mal no proviene de la materia y por tanto del sexo, sino de la mala voluntad, del uso malo o irracional del sexo. Por eso, Aristóteles, sin conocer la escatología humana, deja una puerta abierta a la resurrección de la sexualidad, al admitir una legitimidad al placer sensible, una puerta que en Platón permanece absolutamente cerrada debido a su hostilidad contra el cuerpo.
----------Tomás de Aquino distingue así el apetito intelectivo (que es la voluntad), del apetito sensitivo. La voluntad desea el bien inteligible y espiritual; el apetito sensitivo desea el bien sensible, material o corpóreo. La voluntad tiene la tarea de guiar el apetito sensitivo, porque sólo ella, iluminada por el intelecto, puede querer el fin último y por tanto la felicidad del hombre (ibid., I, q.80, a.2).
----------El placer es subsecuente al cumplimiento de una acción natural, a la cual el sujeto está inclinado o hacia la cual tiende para satisfacer sus necesidades naturales. Dice Tomás: "nadie puede vivir sin algún placer sensible o corporal" (ibid., I-II. q.34, a.1). "El placer es la perfección de la operación" (In X libros Ethicorum Aristotelis ad Nichomacum expositio, Marietti, Torino 1964, l.X, c.IV, lect.VI, nn.2022, 2025). La misma acción, de la cual el hombre recuerda el placer, atrae y mueve su apetito por el placer que precisamente procura. Citando a Aristóteles, Tomás dice que "el placer perfecciona la operación, como un cierto fin sobreagregado" (ibid., q.33, a.4). "A cada uno -vuelve a decir Tomás, citando a Aristóteles (ibid., q.31. a.6)- lo que ama le resulta agradable".
----------Si se trata de una potencia afectiva, presente en el hombre como en los animales, se tiene el placer sensitivo. Y el placer sensitivo es "tanto mayor cuanto más pura es la naturaleza del sujeto y más sensible es su cuerpo" (ibid., I, q.98, a.3). Y el movimiento sensitivo así satisfecho es la pasión. Sin embargo, si en el hombre se trata de la satisfacción del intelecto o de la voluntad, tenemos el placer espiritual, mejor llamado "gozo".
----------Según santo Tomás de Aquino, el placer sensible humano es un estado emocional gratificante, que supone una persona humana, es decir, un viviente constituido por un cuerpo y un alma racional, dotado de sentido y de intelecto, de apetito sensitivo y de voluntad. El placer sensible humano es subsecuente a la actividad del sentido y del apetito sensitivo que captan su bien.
----------Para santo Tomás, el placer, así como el bien, es buscado por sí mismo como fin de la potencia vital, a cuya actuación sigue el placer. Esto también vale para el placer sensible. Lo cual, sin embargo, no debe ser entendido en el sentido de que Tomás autorice la absolutización del placer, propia, por ejemplo, del hedonismo epicúreo. Está claro que para el Aquinate la satisfacción del placer sensible en el hombre está subordinada a la satisfacción de los placeres del espíritu, que son aquellos placeres verdaderamente absolutos. La idolatría del placer sensible, sin embargo, es el pecado de lujuria (II-II, q.153, a.1, ob.1).
----------Tomás pone con razón la lujuria como causa de la necedad (ibid., q.46, a.3; cf. también II-II, q.15, a.3 e q.153, a.5), en cuanto que la lujuria, absorbiendo más de lo debido a la razón en el placer sexual, vuelve necia a la razón, es decir, la vuelve desatenta, privada de juicio, negligente, ciega e insensible o incluso hostil hacia los valores morales, trascendentes, religiosos y espirituales. Todo esto es cierto, pero parece que el Aquinate aquí se resienta de un cierto toque de platonismo al exagerar el factor lujuria, proveniente del cuerpo, factor que, a decir verdad, no es el verdaderamente radical y fundamental de la necedad, sino que ese factor lo es la superbia, que es acto del espíritu, contrario a esa humildad o adaequatio del intelecto ante la realidad, que conduce a la adquisición de la sabiduría, que es la virtud opuesta a la necedad.
----------Si una mente es verdaderamente humilde y amante de la verdad, alcanza la sabiduría, no obstante la fragilidad de la carne. Pero si es soberbia y egocéntrica, puede dominar la pasión precisamente para afirmarse a sí misma sobre los demás y contra Dios. Así se dice de la Madre Angélica, la Superiora del famoso monasterio de Port-Royal, que era pura como un ángel y soberbia como el demonio.
----------Por esto cabe señalar o cabe temer que ciertas gnoseologías modernas, desde el empirismo al sensismo, al positivismo y al existencialismo, que no saben llegar o no quieren acceder al pensamiento metafísico o se detienen en una refinada conceptualización imaginaria, sin alcanzar la realidad espiritual trascendente, como el kantismo, el ontologismo, la fenomenología y el idealismo, con su desconfianza hacia el pensamiento abstracto, no dan garantías suficientes de hacer al intelecto independiente de la seducción y del engaño de los sentidos.
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