Como ha sido remarcado por muchos, el gran problema de la Iglesia de hoy es que debido a una malentendida "apertura" y "acogida" del mundo, ella se está destruyendo a sí misma. Por este motivo, ya el papa san Paulo VI hablaba de "auto-demolición". Y si el Papa no logra detener este proceso, será Cristo mismo quien le pondrá término, derrotando a las fuerzas satánicas opositoras, como lo predijo el Apocalipsis y Él mismo, con su Venida final. [En la imagen: fragmento de un Icono griego de la Segunda Venida, c. 1700, elaborado en madera, yeso y témpera. Representa a Cristo está entronizado en el centro rodeado de los ángeles y santos, el Paraíso al fondo, con el Seno de Abraham, a la izquierda, y el Buen Ladrón, a la derecha, sosteniendo su cruz].
La difusión del Evangelio en el mundo
----------Una cuestión que podemos oportunamente plantearnos, queriendo discernir, claro que en la modesta medida de nuestras posibilidades, si estamos viviendo en una situación escatológica, próxima al fin del mundo preanunciado por Cristo, es la de preguntarnos en primer lugar por qué motivo el fin del mundo, como ha predicho Cristo (Mt 24,14), ocurrirá cuando el Evangelio será predicado en todo el mundo.
----------El motivo puede ser deducido por analogía de cuanto sucede en las sociedades humanas. Una sociedad está obligada a responder de sus actos frente a quien la rige, cuando conoce los deberes a los que debe hacer frente o las leyes que regulan su conducta, para que no haya nadie en ella que, como excusa por no haber obedecido a la ley, alegue el hecho de que no conocía la ley.
----------Probablemente algo similar sucederá en el fin del mundo. Cristo ha encargado a la Iglesia hacer conocer el Evangelio a todo el mundo, porque el mundo será juzgado en base a la ley evangélica. Es justo, por tanto, que, hasta que llegue el momento en que todo el mundo conozca el Evangelio, el mundo no pueda ser juzgado acerca de su obrar. Sólo entonces podrá ocurrir el juicio universal y el mundo habrá terminado su camino terreno.
----------Preguntémonos entonces en qué punto estamos actualmente con el anuncio del Evangelio en el mundo. Ofrezco aquí algunas consideraciones que pueden darnos algunas pistas. Quisiera observar en primer lugar el hecho de que con los medios de comunicación de los cuales disponemos hoy, es posible llegar fácilmente a todos los rincones del mundo y por tanto predicar el Evangelio en todo el mundo.
----------Quienquiera que sea, de cualquier parte del mundo, tiene hoy la posibilidad de informarse acerca de los contenidos de la doctrina católica, por ejemplo leyendo el actual Catecismo de la Iglesia Católica o estudiando el Magisterio de la Iglesia o de los Papas. Depende entonces de la gente informarse o no. Aquí cada uno tiene su responsabilidad. Si alguien no conoce el Evangelio, es porque no lo quiere conocer.
----------De hecho, a decir verdad, nadie hoy vive en tierras tan inaccesibles o alejadas de la civilización que no pueda entrar fácilmente en contacto con las sociedades más o menos desarrolladas y, por tanto, nadie puede ser excusado de ignorar el Evangelio, porque no tenga los medios para conocerlo. Es cierto que todavía hoy muchos ignoran en buena fe el Evangelio y, por tanto, son cristianos sin saberlo (sin embargo, no en el sentido rahneriano de seres humanos en cualquier caso en gracia, ya que la gracia, según Rahner, está siempre necesariamente presente en todos, y cada uno la posee sin perderla nunca).
----------¿Qué están haciendo sin embargo los misioneros? Con los medios técnicos de que disponemos hoy en día, ellos pueden llegar a todas partes, por ejemplo. con internet o el celular o la radio. Es cierto que todavía existen enormes masas de poblaciones pobres y primitivas, alejadas de las sociedades civilizadas (el Sínodo de los Obispos sobre la Amazonia, en 2019, se refirió a la actual atención de la Iglesia a aquellas zonas humanas que aún esperan la difusión del Evangelio). Hay resistencia por parte de las otras religiones. Hay gobiernos anticristianos y ateos que obstaculizan y censuran la difusión del Evangelio.
----------También es cierto que, para comprender y apreciar el mensaje cristiano, por cuanto tiene una apertura universal, tal como para tocar la conciencia, la razón y el corazón de cada hombre, y por cuanto el Logos ilumina a todo hombre (Jn 1,9), es necesario que el predicador del Evangelio sepa hacerse entender, es decir, sepa explicarlo a todos y a cada uno apoyándose en aquellas particulares convicciones que ya posee y utilizando aquellos conceptos y aquellos modos expresivos que corresponden a su particular cultura o mentalidad (este es el trabajo de inculturación, mientras que el trabajo inverso, es decir, el uso de una cultura determinada para interpretar datos revelados, se llama "aculturación").
----------Y por otra parte, se puede anunciar implícitamente el Evangelio con las obras de la misericordia, estimulando el amor a la verdad, a la justicia, a la honestidad, algo que ya se hace ampliamente en muchas tierras de misión. Cabría entonces preguntarse: ¿ha llegado el momento anunciado por Cristo: "el Evangelio del reino será proclamado en todo el mundo" (Mt 24,14)?
Los remedios
----------Según lo que afirman los modernistas, a la Iglesia nunca le ha ido tan bien como en la actualidad. Así lo declaró el cardenal Carlo Maria Martini en el Corriere della Sera, pocos meses antes de su muerte. La Iglesia, decía Martini, posee excelentes teólogos, y ponía el ejemplo de Rahner. Por el contrario, otra había sido siempre la opinión de Martini: "la Iglesia de Benedicto XVI está dos siglos atrasada".
----------Ahora bien, es típico de quien en una sociedad detenta el poder o tiene éxito, y se encuentra rodeado de admiradores y de aduladores, considerar que las cosas van bien, considerando que van como quiere él, y haciendo callar por la fuerza a sus opositores. Generalmente estos sujetos, cerrados en su orgullo y ciegos a la verdad, no se dan cuenta o no quieren admitir que están fuera del camino, tan aferrados están a sus ideas, y no se dan cuenta de ser ellos los que cavan el suelo bajo sus pies.
----------De hecho, no escuchan las pocas voces sabias y valientes que les advierten para su propio bien, les recuerdan verdades fundamentales, les reclaman sensatez, los refutan, les suplican. Encaminados hacia el abismo como van, empujan también a otros hacia el abismo. No dan importancia a estas fuerzas, que les parecen irrelevantes, pero que, en cambio, algún día cavarán su tumba.
----------El Magisterio de la Iglesia, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II, es riquísimo de sabias y útiles enseñanzas y advertencias, ordenadas a la concepción de una sana modernidad, que evite los engaños del modernismo. Pero todo esto parece ser letra muerta para los modernistas, que prosiguen impertérritos y peor aún, tras las huellas del viejo modernismo ya condenado por san Pío X.
----------Los modernistas no se dan cuenta en absoluto del momento dramático que, ya desde hace decenios y en un continuo agravarse, está viviendo la Iglesia, por culpa de ellos. Viven en la superficie y viven la buena vida entre los honores, el poder, las riquezas, los placeres y las diversiones. No llegan a profundizar ni a elevar su pensamiento, completamente ocupados en los asuntos e intereses de este mundo.
----------Para ellos, los males que afligen a la sociedad se reducen a hechos meramente externos, aunque terribles, como el terrorismo, las guerras, la miseria, agitaciones sociales, crisis políticas, desastres económicos, epidemias, terremotos y cosas similares. Pero no se dan cuenta y no saben evaluar la gravedad mucho mayor de los males del espíritu: culpas, angustias, corrupción moral, impiedad, herejías, cismas, sobre todo si no dejan transparentar nada en la superficie. Para ellos, si esos males no aparecen, todo va bien. Los teólogos y los moralistas pueden decir lo que quieran: es sólo un fenómeno de "pluralismo".
----------Por lo tanto, los neo-modernistas no se dan cuenta del mal profundo que está sufriendo hoy la Iglesia, de aquello que, con el escritor y político italiano Ignazio Silone [1900-1978], podríamos llamar el "mal oscuro", que ciertamente no es fácil de diagnosticar. Pero precisamente por eso necesitaríamos médicos especialistas, que no los hay. El médico aquí debería ser el obispo.
----------Y en cambio hoy somos buenos diagnosticando tumores, pero desgraciadamente tenemos obispos que son incompetentes en el diagnóstico de esa terrible enfermedad del espíritu que es la herejía. Los medievales eran más conscientes que nosotros, los modernos, de la gravedad de este mal y lo llamaban "peste herética". Hoy en día, a menudo la herejía es considerada simplemente una opinión "diferente", por no decir una expresión de libertad de pensamiento. Éste, sin embargo, es el "mal oscuro" de la Iglesia de hoy. Y por tanto, si falta la diagnosis, figurémonos cómo podría ser posible la cura.
----------Las tinieblas han descendido sobre aquellos que son supremos, universales y fundamentales principios y valores, fundados en razón, que deben guiar el pensamiento y la acción, e introducir a la verdadera realidad de la fe y de la vida cristiana. Tales valores del espíritu son juzgados por los modernistas como inútiles abstracciones, tomadas como son, por una necesidad voraz de "concreción" e "historicidad", que no son más que "prudencia de la carne" (cf. St 3,15; santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q.55) y vulgar materialismo disfrazado de "espiritualidad" (como por ejemplo el de Marco Pannella, materialismo que fuera elogiado por monseñor Paglia). Y cuanto más satisfacen esta codicia, tanto más insatisfechos están.
----------Los intoxicados por el actual modernismo no alcanzan a ver el magma hirviendo debajo de la lava extinta. Ven la tranquilidad de la superficie y no piensan en lo que hay debajo. Por consiguiente, siguen adelante con su rutina cotidiana, sin preocuparse por la eventual llegada del "ladrón" (Lc 12,39), que podría arribar en cualquier momento. De hecho, Rahner les ha asegurado que siempre y hagan lo que hagan están en gracia y que se salvarán con toda seguridad, sin importar cómo vayan las cosas.
----------Efectivamente, la Iglesia hoy disfruta de muchas estructuras y aparatos externos: diócesis, parroquias, instituciones, escuelas, universidades, asociaciones, movimientos laicales, institutos religiosos, casas editoriales, publicaciones, bibliotecas, tecnología, propiedades, apoyos financieros, recursos económicos, instituciones de crédito, medios informáticos, producción artística.
----------Pero si luego nos interrogamos sobre el efectivo valor de las ideas (si de "ideas" se puede en la actualidad hablar o no más bien de slogans, sueños o fantasías) que son recibidos y transmitidos, nos daremos cuenta de la ignorancia, de la vana credulidad, de la duda sistemática, de la falta de sentido crítico o, por el contrario, del hipercriticismo, de los equívocos, de las frases hechas o repetidas como loros, del conformismo, de las lagunas, de las espantosas aberraciones o desviaciones doctrinales, causas inevitables de desorden moral, de herejías (o ideologías) y de apostasía de la fe.
----------Pero aquello de lo cual menos son conscientes los modernistas, es de este choque de fondo que hoy está teniendo lugar más que nunca en el mundo y en la Iglesia, entre el Espíritu Santo y el espíritu demoníaco, entre Cristo y Beliar, entre la luz y las tinieblas. Así, ellos, ignaros de las trampas del diablo, son los más expuestos a caer en su red y, por tanto, en convertirse en sus desafortunados instrumentos.
----------Es digna de la máxima admiración la inmensa obra exorcística del famoso padre Amorth; pero son mucho peores y causan daños mucho más grave daño y a mayor escala, las fuerzas demoníacas que actúan en las almas de ciertos teólogos y obispos, que deberían defender a los fieles del poder de las tinieblas, mientras que ellos son los primeros en sucumbir o en colaborar con el "príncipe de este mundo".
----------Los modernistas terminan confundiendo la Iglesia con el mundo moderno, y confundiendo la cultura católica con la cultura moderna. Es obvio que necesitamos ser modernos. El Concilio Vaticano II precisamente se ha desarrollado y debe ser aplicado para modernizar sanamente la Iglesia.
----------Pero lo moderno no es válido ni bueno simplemente por el hecho de ser moderno. En efecto, no todo lo moderno es válido. ¿Pero cómo podemos hacer esta distinción, sino recurriendo a un criterio independiente de lo moderno? Por tanto, el criterio para juzgar lo válido y lo inválido no puede ser intrínseco a la misma modernidad, sino que debe ser un criterio supratemporal.
----------Y se trata precisamente de esa Palabra de Cristo, interpretada en el dogma eclesial, de la cual Cristo ha dicho: "cielo y tierra pasarán; mis palabras no pasarán" (Mt 24,35). Lo temporal, por antiguo o moderno que sea, se juzga en base a lo eterno y no viceversa. De hecho, el sabio Aristóteles ya había comprendido que si no existiera lo inmóvil, no existiría el movimiento.
----------Por lo tanto, es necesario que los modernistas dejen de atormentar, confundir y humillar a la Iglesia con estos discursos vanos y necios, presentándose, además ellos, como los mejores de la clase, casi nuevos Doctores de la Iglesia, que deben enseñar a todos, comprendido el Papa.
----------Como ha sido remarcado ya por muchos, el gran problema de la Iglesia de hoy es que debido a una malentendida "apertura" y "acogida" del mundo, la Iglesia se está destruyendo a sí misma. Por este motivo, ya el papa san Paulo VI hablaba de "auto-demolición". Y si el Romano Pontífice reinante no logra detener este proceso, será Cristo mismo quien le pondrá término, derrotando a las fuerzas satánicas opositoras, como lo predijo el libro del Apocalipsis y Jesús mismo, con su Venida final.
----------La esencia de la Iglesia, más que a la Mujer "vestida del sol" de Ap 12,1 o a la "esposa que se adorna con sus joyas", de la que profetiza Isaías (61,10), o el Cuerpo Místico de Cristo, del cual habla san Pablo, en la eclesiología de los modernistas, se asemeja más bien a una elegante y bien organizada librería de la calle Florida en Buenos Aires, donde san Agustín está junto a Nietzsche y santo Tomás con Hegel o san Francisco de Sales con Freud. O bien se asemeja a una oscura, intrincadísima y enredada selva tropical o amazónica, donde las bestias feroces, los insectos infecciosos y las serpientes venenosas se mezclan con bellísimas flores fragantes, pájaros moteados, graciosos animalitos y árboles con exquisitas frutas.
----------Sabemos bien que Cristo permite en su Iglesia la presencia de pecadores; pero la cuestión hoy no es ésta; la cuestión es la de la esencia de la Iglesia y de cuáles sean las condiciones para entrar y pertenecer a ella.
----------No se trata, ciertamente, de construir una Iglesia sin pecadores, como han soñado ciertos herejes del pasado, como por ejemplo Jan Hus. Y ni siquiera se trata de construir una Iglesia comprometida con el mundo como la que quería Hans Küng. Se trata, en cambio, de construir la santidad de la Iglesia. Es aquí donde entra en juego el engaño diabólico de los neo-modernistas, en su intento no de reformar, sino de deformar y falsificar la constitución esencial e inmutable de la Iglesia.
----------Los modernistas deben darse cuenta de que si hoy en la Iglesia arrecian amargos conflictos, es por culpa de ellos, debido a su obstinada soberbia, con la cual quisieran imponer a la Iglesia un modelo que no es el suyo, y por eso encuentran en los buenos católicos y en el papa Francisco una oposición invencible. Non praevalebunt.
----------Por consiguiente, es mejor para ellos no insistir y deponer las armas, antes de sufrir una humillante aunque merecida derrota, que resultará en su perdición eterna. Para evitar su perdición, todos los buenos católicos trabajan y esperan en su conversión; y para obtenerla de Dios ofrecen plegarias y sacrificios.
----------A tal fin, mi modesta pero convencida sugerencia a los neo-modernistas, es que se acerquen al sacramento de la Penitencia, aprovechando los tiempos litúrgicos fuertes, como la Cuaresma que hemos iniciado. De hecho, su falta de humildad y su desobediencia al Magisterio de la Iglesia me hacen sospechar que ellos no aprovechan suficientemente los beneficios de la Confesión, que es una excelente escuela de humildad y de obediencia a la Iglesia y al Papa, así como una excelente defensa contra las insidias del demonio.
----------¡El ministerio que desarrollamos en el confesionario, para nosotros los sacerdotes, nos ayuda a conocer la verdadera situación y las verdaderas necesidades de las almas y de la Iglesia! ¡Cuántas posibilidades nos da el sacramento de la Penitencia para descubrir lo más profundo del corazón humano en su relación con Dios! ¡Cuán profundamente permite "tomar el pulso" y conocer la vida de la Iglesia, mejor que las más informadas investigaciones sociológicas y los escritos de Rahner! ¡Qué preciosa ocasión para guiar a las almas por los caminos del Señor! ¡Y por tanto para influir en la vida de la Iglesia! Si Lutero se hubiera dedicado al confesionario habría hecho una verdadera reforma y no los problemas que ha causado.
----------Me pregunto si los actuales modernistas se dedican a este ministerio, y en qué medida. Ciertamente que el ministerio del confesionario es poco gratificante para su vanidad mundana, pero ¡cuánto más sabios les haría, impidiéndoles decir los despropósitos y tonterías que dicen!
----------Las dudas acerca de su celo (o carencia de celo) como confesores me vienen cuando, leyendo sus pesados volúmenes o escuchando sus multitudinarias conferencias, me doy cuenta de su vacuidad y de que cuanto dicen no refleja las verdaderas necesidades de las almas, sino que las enredan y las engañan en las intrigas y en las dulces pero peligrosas seducciones del "dios de este mundo".
----------A tal respecto, se cuenta la anécdota de que cuando ciertos devotos se encontraron con san Pío de Pietrelcina dirigiéndose al confesionario, le preguntaron confidencialmente: "Padre, ¿adónde va?". Y él les respondió: “¡Voy a liberar a las almas de las garras del demonio!".
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