martes, 13 de febrero de 2024

Los pequeños grupos ideologizados (5/13)

Tras el cisma de los Ortodoxos orientales y el cisma de Lutero, el cisma del tradicionalismo lefebvriano de nuestros días (vale decir, el pseudo-tradicionalismo pasadista o indietrista) demuestra una similar incapacidad para encontrar en el Papa al verdadero intérprete de la Tradición y al guía del desarrollo y del crecimiento histórico de la Iglesia. Por lo cual, si los Ortodoxos orientales han abandonado a este guía en el siglo XI, los lefebvrianos han caído en este error en el inmediato postconcilio. [En la imagen: fragmento de "Jesucristo Pantokrator", mosaico de la iglesia del Monasterio de Dafni, Atenas, Grecia, de alrededor del 1100].

El Salvador del mundo y el príncipe de este mundo
   
----------Toda la lucha de Cristo contra Satanás se centra en torno a la posesión del mundo. ¿A quién pertenece el mundo? Lo cual es como decir: ¿a quién pertenece el hombre? ¿A Cristo o al diablo? Para la Biblia no hay dudas: el mundo y el hombre pertenecen de derecho a Dios, Quien los ha creado.
----------Excepto que, como consecuencia del pecado original, el mundo es invadido por un infame ejército de ocupación, los "hijos del diablo" (1 Jn 3,10) a sueldo del demonio. A ello, en nombre de la dignidad del hombre y del honor de Dios, se oponen, bajo la guía del Liberador Cristo, representado por el Papa, las fuerzas de la resistencia y de la liberación, es decir, la Iglesia, que tiene en su mano la victoria (portae inferi non praevalebunt). Ésta es la verdadera "teología de la liberación".
----------La Iglesia, en el curso de la historia, guía a los hijos de Dios a hacer que los hijos del diablo, o acepten a Cristo, o bien se alejen y, si precisamente así lo quieren, se vayan al diablo.
----------Dios quisiera que todos los hombres abandonaran al demonio y se pasaran al lado de su Hijo, pero es imposible persuadir a todos. De hecho, muchos prefieren estar del lado de Satanás, quien parece garantizar en este mundo alegría, poder, saber, riquezas y éxito.
----------Pero para la Biblia, ¿qué es exactamente el "mundo"? Es el conjunto de la humanidad y de su ambiente, la tierra, creados y gobernados por Dios, con todos sus bienes, sus recursos y sus riquezas, en parte naturales y en parte producidas por el hombre para su sustento y su bienestar.
----------Cabe señalar que el "mundo", para la Biblia, no agota lo creado, porque también están los ángeles y los "cielos", es decir, el universo sideral. Por eso, cuando la Biblia quiere expresar la totalidad de la creación, dice "el cielo y la tierra" (Gén 1,1). Además, como aparecerá más claramente con el Nuevo Testamento, también existen el paraíso del cielo, el infierno y el purgatorio.
----------El mundo pertenece ante todo al Creador, el Cual sin embargo lo ha confiado al hombre para custodiar, para usar, para perfeccionar y como objeto de fruición y de honesto goce. Con el pecado, el mundo para el hombre ha devenido ambivalente. Ha mantenido su sustancial bondad; pero al mismo tiempo, en muchos aspectos, se ha vuelto hostil y peligroso para el hombre. Se convierte en una tentación a pecar.
----------De aquí el ideal monástico de la separación del mundo. El hombre y el mundo mismo, de hecho, han caído bajo el poder de Satanás, como dice san Juan: "El mundo entero está bajo el poder del maligno" (1 Jn 5,19). Satanás se ha convertido, por reconocimiento de Cristo mismo, en "príncipe de este mundo" (Jn 12,31; 14,30; 16,11). Téngase en cuenta el "este" mundo; por lo tanto no es el mundo sic et simpliciter. Raissa Maritain, basándose en san Juan Damasceno, citado por santo Tomás, sostiene que el demonio que ha tentado a los primeros progenitores probablemente había sido asignado por la Providencia al gobierno de las cosas terrenas. Por eso él conserva, aunque pervertido, un poder sobre ellas, que en cierto modo es reconocido por el mismo Cristo (cf. R. Maritain, Il principe di questo mondo. Storia di Abraham, Ed.Massimo, Milano 1978).
----------De hecho, la Escritura distingue el "mundo" (Sab 9,9; Jer 10,12; Hch 17,24; Heb 11,3; Mt 24,14; 26,13; Mc 16,15; Jn 1,9; 1 Pe 1,20; 5,9); de "este mundo" (Lc 16,8; Jn 8,23; 14,27; 16,20; 17,14; 18,36; 1 Cor 7,31; 1 Jn 2,17; 5,4). El mundo como tal es espléndida creatura de Dios, en sí buena y amable. De hecho, como dice san Juan, "Dios ha amado tanto al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3,16).
----------Pero nuestro Señor Jesucristo, con su obra redentora y con la fundación de la Iglesia, que es el inicio del reino de Dios, socava las bases del poder usurpador de Satanás sobre el mundo. La actual dictadura modernista es una imagen de este poder opresivo y fascinante a la vez ejercido por los modernistas sobre la Iglesia. Pero la lucha de liberación de toda dictadura satánica durará a lo largo de todo el curso de la historia humana, de modo que la plena liberación de los elegidos separados de los impíos y de Satanás sólo se producirá en el fin del mundo (Ap 14,1-5; 15,2-4; 21,1-7.9-27; 22,1-14).
----------El paraíso del cielo, sin embargo, constituye ya desde ahora, en el curso de la historia, la ciudad de los liberados, la nueva Jerusalén, el nuevo mundo, que continuamente se acrecienta con nuevos habitantes. La "Ciudad de Dios", como la llama san Agustín. Y similarmente también la ciudad infernal quedará plenamente y definitivamente constituida en el juicio universal (Ap 18,2.21; 19,20; 20,9-15; 21,8; 22,15).
----------Por esto, Cristo es la "luz del mundo" (Jn 8,12) y el salvador del mundo (Jn 4,42; 6,33; 12,47): lo que se salva es lo que conserva una medida de bondad, de modo tal que pueda ser liberado del mal que le aflige. En cambio, no puede ser salvado lo que es totalmente corrupto.
----------Sin embargo, cuando en el Nuevo Testamento se habla de "este mundo", en tales pasajes se refiere al mundo en cuanto está herido por el pecado original y los pecados personales y marcado por el sufrimiento y por la muerte; en particular el mundo, en cuanto que, después del pecado original, ha quedado sometido a Satanás, el cual, por tanto, aparece como "príncipe de este mundo".
----------De aquí todos los juicios negativos sobre el mundo y todas aquellas expresiones que indican contraste entre el cristiano y el mundo. Dios ama y salva al mundo humilde y dócil (Jn 3,16), pero odia y condena al mundo soberbio y rebelde (1 Jn 2,15). Se entienden entonces las palabras: "todo el mundo está bajo el poder del maligno" (1 Jn 5,19). Y "todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo" (1 Jn 2,16).
----------Los pecadores viven "a la manera de este mundo, siguiendo al príncipe de las potestades del aire, aquel espíritu que ahora actúa en los hombres rebeldes" (Ef 2,2). El pecador es "esclavo de los elementos del mundo" (Gál 4,3). "Los hijos de este mundo" se oponen a los "hijos de la luz", es decir, a los discípulos de Cristo (Lc 16,8). El cristiano no ha recibido "el espíritu del mundo, sino el Espíritu de Dios" (1 Cor 2,12).
   
La victoria sobre el mundo
   
----------El cristiano es odiado por el mundo (Jn 15,18; 17,14; 1 Jn 3,13) y no debe amar al mundo (1 Jn 2,12-17; St 4,4). Si el mundo lo amara, significaría que él no ama a Dios (St 4,4). Por eso Jesús anima a sus discípulos con estas palabras, ellos son odiados porque "no son del mundo": "si fuerais del mundo, el mundo amaría lo que es suyo" (Jn 15,19). El cristiano, entonces, debe vencer al mundo, animado por el mismo Jesús, que ha vencido al mundo (Jn 16,33; 1 Jn 5,4). La "preocupación del mundo" (Mt 13,22) es nociva.
----------El cristiano no puede servir a dos señores (Mt 6,24): Dios y el mundo. El mundo no puede ser puesto a la par de Dios o incluso ser identificado con Dios. Sería idolatría y Dios se convertiría en el "dios de este mundo". Por el contrario, el mundo debe estar sujeto a Dios y ordenado a Dios.
----------A Cristo ciertamente el Padre ha confiado la tarea de juzgar al mundo (Jn 5,27; Hch 10,42; 1 Cor 4,1-4; St 5,9). El mismo Jesús afirma su poder sobre el mundo: "Todo poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra" (Mt 18,18). Él, como Lo celebramos en la liturgia, es el "Rey del universo".
----------Sin embargo, el reino de Cristo no es de este mundo (cf. Jn 18,35). No es el reino del mundo, sino el "reino de los cielos" (passim). Es el "reino de Dios" (passim), que comienza aquí abajo con la Iglesia y alcanzará su plenitud en la Parusía de Cristo. Pero la Iglesia no se reduce al mundo y no se identifica con el mundo, ni siquiera con el mundo moderno. Aquí radica el error del modernismo. La Iglesia trasciende el mundo. Su fin no es simplemente el desarrollo humano y social, sino que es la comunidad sobrenatural de los hijos de Dios.
----------El acuerdo entre el mundo moderno y la Iglesia, perseguido por la Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, es ciertamente un noble meta, ya que es evidente que el católico es al mismo tiempo ciudadano del Estado e hijo de la Iglesia; pero es necesario recordar que también existen en el mundo fuerzas demoníacas, hostiles a la Iglesia. En este sentido, el mundo debe ser evitado, combatido y vencido.
----------La reforma luterana se ha presentado inicialmente como un retorno a la pureza del Evangelio y una humillación de las presunciones humanas ante la Palabra de Dios; pero el demonio le ha jugado a Martín Lutero una mala pasada: haciéndole creer que él se ponía humildemente en manos de un Dios misericordioso y de ser un puro servidor de la Palabra de Dios, libre de las tentaciones mundanas, cuando en realidad lo ha hecho caer en la sutil soberbia de poder reorganizar la Iglesia, para así privarla de la Jerarquía y de la guía del Romano Pontífice, suprimiendo el elemento ascético y entregando a las comunidades luteranas en manos de los laicos y del poder político, con el resultado de obtener una mundanización de la Iglesia peor que aquella de la cual Lutero acusaba a la Iglesia Romana. La reducción de la Iglesia al mundo, que es la tesis propia del modernismo, no es sino de origen luterano, como bien lo había entendido el papa san Pío X en la Pascendi.
----------En cuanto a las Iglesias Ortodoxas cismáticas, en ellas el engaño del demonio consiste en hacerles creer que han conservado la Sagrada Tradición mejor que cuanto lo hace el Sumo Pontífice, frenando el desarrollo de la Iglesia en el siglo XI. Ciertamente, en los ortodoxos orientales están presentes un ascetismo, un sentido de lo sagrado y una alta espiritualidad, que están ausentes en el luteranismo; pero también en ellos, al fin de cuentas, se ha producido un fenómeno similar al que se ha verificado en el luteranismo, a saber, que estas Iglesias, que también han permanecido fieles a la esencia de la Iglesia, a diferencia de las deformaciones protestantes, han buscado un principio de organización social al someterse al poder político nacional, más que a la guía del Sumo Pontífice, con el lamentable resultado, no obstante su espiritualidad, de que el mundo, expulsado a patadas por la puerta, ha regresado furtivamente por la ventana.
----------Por su parte, el cisma producido hace cincuenta años por el tradicionalismo lefebvriano de nuestros días (o mejor dicho, el pseudo-tradicionalismo pasadista o indietrista) demuestra una similar incapacidad para encontrar en el Papa al verdadero intérprete de la Tradición y a la guía del desarrollo y del crecimiento histórico de la Iglesia. Por lo cual, si los Ortodoxos orientales han abandonado esta guía en el siglo XI, los lefebvrianos han caído en este error en el inmediato postconcilio.
----------Cristo es efectivamente el Rey de Israel (Jn 1,49), hijo de David, como anuncia el ángel a María (Lc 1,32-33); pero no en este mundo. Dice a sus enemigos, que "tienen al diablo por padre" (cf. Jn 8,44): "vosotros sois de este mundo; Yo no soy de este mundo. Vosotros sois de aquí abajo; Yo soy de arriba" (Jn 8,23).
----------Los discípulos, como pide Cristo al Padre (Jn 17,15), no deben ser apartados del mundo, sino protegidos de las insidias del maligno. De hecho, ellos están en el mundo, pero no son del mundo (v.14): pertenecen a Cristo, que no es del mundo, sino del Padre, es decir, pertenecen al reino de los cielos, o bien a la Iglesia.
----------Sin embargo, por muy apartados que puedan estar del mundo, los discípulos no pueden aislarse, sino que deben interesarse por los acontecimientos del mundo, que interesan a la vida de la Iglesia y los problemas de los hombres, especialmente de los pobres y de los que sufren.
----------Este mundo, para el Evangelio, no es el único mundo. Sino que existe "otro mundo" (Lc 20,35), más allá de la vida presente, después de la muerte, que les espera como premio celestial a los fieles discípulos del Señor. Tal mundo, por tanto, no es el simple desarrollo del mundo presente, aunque pueda haber en él una "caparra" (2 Cor 1,22) o una "primicia" (Rom 8,23), sino que será un mundo radicalmente diferente, trascendente, inimaginable, inmensamente mejor que el presente, que sin embargo seguirá a la conflagración final prevista por san Pedro (2 Pe 3,10) y por el mismo Cristo (Mt 24,29), convulsiones cósmicas, que acompañarán y actuarán como contexto ambiental purificador de la guerra escatológica (Ap 19,11-16.19; 20,8-9), por la cual Cristo y la Iglesia, guiada por el Papa, derrotarán definitivamente a las fuerzas satánicas.
----------Podemos preguntarnos cuál será el motivo que inducirá al Señor a poner término a la historia presente para inaugurar en plenitud el reino de los cielos. El Señor prevé una disminución de la fe y de la caridad. Al mismo tiempo será predicado el Evangelio en todo el mundo. El apóstol san Pablo prevé la caída del "obstáculo" (katékhon), que frena el desencadenamiento de Satanás.
----------Probablemente el motivo será la voluntad de remediar una situación de la Iglesia, que corre el riesgo de corromperla en su vida esencial bajo la guía del Sumo Pontífice. Lo que hoy el demonio quiere destruir es el papado. Pero si Dios permite que el papado se debilite, la existencia de la Iglesia está en peligro. Podemos pensar, por lo tanto, que Cristo, en este momento, decida intervenir Él mismo, para salvar a la Iglesia. Y esto conllevará el fin del mundo, el juicio universal, la expulsión de Satanás, la resurrección de los muertos y los "nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales la justicia tendrá una morada estable" (2 Pe 3,14).

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