sábado, 12 de febrero de 2022

Sensibilidad humana, y también reticencia y lenguaje equívoco

Tras ver y escuchar la entrevista de una hora que el pasado domingo se le hizo en la televisión italiana al papa Francisco, creo que los católicos nos hemos quedado con sentimientos encontrados: a la vez complacidos por la sensibilidad humana del Santo Padre y su cercanía con la gente, pero también algo decepcionados por haber perdido el Papa una maravillosa ocasión para proponer a los no-creyentes el mensaje del Evangelio, en plenitud, sin reticencias, claramente, dejando de lado un lenguaje equívoco.

----------El papa Francisco concedió el pasado domingo 6 de febrero una entrevista de una hora a un prime time show de RAI 3, desde un salón de la residencia de Santa Marta. El programa elegido fue "Che tempo che fa" (Qué pronóstico de tiempo hay), de gran audiencia, que transmite todos los domingos a partir de las 20 de Roma el tercer canal de la RAI desde hace 19 años, y es conducido por el presentador Fabio Fazio.
----------En la ocasión, el Santo Padre ha vuelto a dar una prueba más de su gran sensibilidad humana y cercanía con la gente, lo cual llega al corazón de todos. En modo particular, el Papa ha vuelto a advertir la injusticia de aquellos que, cerrados en su egoísmo, no tienen ojos para los que sufren y para los pobres, en particular para los niños que sufren. Se trata de una característica muy nítida en el actual Papa, pues ya en mil ocasiones nos ha mostrado su ternura y su cariño por los marginados de la sociedad. Las palabras con las cuales habla del amor y cuidado que debemos tener por ellos son siempre conmovedoras y estimulantes, por todos comprensibles y aceptables, excepto para aquellos que tienen el corazón endurecido.
----------La denuncia que el Romano Pontífice hace de las injusticias cometidas en la sociedad actual contra los niños no es efecto de informaciones de segunda mano, sino de innumerables contactos personales que ha tenido en las experiencias de sus viajes, en sus encuentros y en sus innumerables relaciones humanas.
----------Eficacísimo ha sido su recordatorio de la importancia del sentido del tacto como expresión de la cercanía y de la comprensión, como signo sensible del amor y de la ternura hacia las personas que amamos, sobre todo hacia los que sufren, los necesitados, los enfermos o los angustiados. Ha recordado una vez más las dos grandes parábolas del buen samaritano y del hijo pródigo, que parecen ser el hilo conductor de su pontificado, tan evidentemente basado en el inescindible binomio misericordia-arrepentimiento.
----------El arrepentimiento sin esperar en la misericordia conduce a la desesperación. El creer ser perdonados sin estar arrepentidos es hipocresía, es tentar a Dios. El apostar a la misericordia para escapar a la justa pena es vana astucia. El rechazo a perdonar a quien nos pide perdón es crueldad.
----------Muy eficaz ha sido también en la entrevista la referencia a otro tema muy caro al papa Francisco: el resaltar con horror y justa indignación la irracionalidad y la injusticia de la guerra entendida no como legítima defensa, sino como violencia y destrucción. Dios nos ha creado para la vida: ¿por qué destruirnos entre nosotros? Dios quiere la paz: ¿por qué los hombres quieren la guerra? Dios quiere el amor: ¿por qué el odio? Dios quiere que todos seamos hermanos: ¿por qué las discriminaciones, las desigualdades, las prepotencias, la opresión, la explotación, la facciosidad, el mirar con altanería desde arriba hacia abajo? Bellísimo ha sido cuando ha dicho: hay un único modo de justificar esta actitud: cuando se quiere levantar al hermano que ha caído en lo bajo, tomándolo de la mano a fin de que se levante. No podía faltar el tema de los inmigrantes. El Santo Padre ha puesto los puntos sobre las ies: cada país debe indicar claramente cuántos inmigrantes puede acoger y ha repetido los cuatro verbos que le son queridos: acercarse, acoger, acompañar, integrar.
----------Después de este repaso de temas tan profundamente humanos, que todos sintieron y compartieron con un amplio consenso de aplausos del público, siendo temas en los cuales el sufrimiento de los niños era insistente, el entrevistador no podía dejar de hacer la pregunta crucial, la que desde siempre hace "temblar las venas y los pulsos": ¿por qué el sufrimiento de los niños? Pregunta que suscita otras: ¿pero qué hace Dios? ¿Por qué no interviene? ¿No es misericordioso? ¿Qué culpas tienen los niños?
----------En este punto, el papa Francisco, tal como es usual en todas sus intervenciones frente a oyentes en gran medida no-creyentes, en vez de dar la respuesta que viene de la fe, ha preferido mantenerse inicialmente en un plano simplemente humano, nivel sobre el cual hasta ese momento se había mantenido la entrevista, tratando temas que pueden ser compartidos por creyentes y no-creyentes. Sin embargo, ha dicho algo conmovedor: "quiero estar cerca de los niños que sufren, pero siempre deteniéndome en el plano humano".
----------Sin embargo, a pesar de su intención de mantenerse en el plano humano, el Santo Padre ha insinuado el hecho de poseer la fe, y por lo tanto, ha insinuado el origen del mal como efecto de la "envidia del demonio" a la omnipotencia de Dios, y el "escándalo de la Cruz de Cristo". Por consiguiente, ha sentado las bases de la respuesta. Sin embargo, la conexión entre las dos cosas no está inmediatamente perspicua, y habrían sido necesarios algunos pasos, que el Papa no ha dado. Brevísimamente se podría decir que el sufrimiento de los pequeños inocentes concurre a la salvación del mundo en unión con la Cruz del gran Inocente.
----------Lamentablemente, se mantiene el hecho de que el Santo Padre ha afirmado no saber responder a la pregunta. ¿Por qué esta reticencia y, al mismo tiempo, este lenguaje equívoco, ambiguo? Porque efectivamente, de esto se trata. En realidad el Papa lo sabe muy bien, precisamente como Papa, con su infalible carisma magisterial de Vicario de Cristo, sabe mejor que nosotros el por qué sufren los inocentes. Por otra parte, bastaría con solo leer lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica sobre las consecuencias del pecado original, o incluso repasar la liturgia de los Santos Inocentes. El Papa podría haber sido más inequívocamente claro y decir: desde el punto de vista humano no lo sé. Lo sé en cambio como creyente. Y a continuación habría podido él, en mi opinión, referir brevemente el contenido de la Revelación cristiana.
----------¿No era ésta acaso una magnífica y excepcional ocasión para un acto de aquella evangelización, sobre la cual el propio papa Francisco insiste continuamente? ¿Y no dice él a menudo que no debemos tener miedo de anunciar a todos el Evangelio con valentía, con parresía, dispuestos a sufrir por el Evangelio, a recibir contrariedades, oposiciones, sin temer al mundo, sino más bien con coherencia y coraje, traduciendo este coraje en los hechos, si es necesario hasta el punto del martirio? Sin embargo, el Papa ha querido mantenerse en el plano inicial, simplemente humano, lo cual es ya mucho para un mundo que se ha deshumanizado, que hoy se ha vuelto loco. ¿Pero, acaso es suficiente esto para el Vicario de Cristo?
----------¿Acaso ha tenido miedo de no ser comprendido, dada la presencia de tantos no-creyentes? Pienso que, dado que el mismo Fazio le había hecho la pregunta, frente a una audiencia que aplaudía continuamente, las palabras del Papa, por más difíciles de razonar que fueran, al menos habrían sido tenidas en consideración, si no necesariamente creídas por el público. ¿Acaso Francisco no había hablado minutos antes precisamente del "escándalo de la Cruz"? Todas las verdades de fe parecen a primera vista escandalosas.
----------En efecto, está muy bien anunciar el contenido humano del Evangelio. Pero su contenido humano natural no es aún lo que caracteriza al Evangelio, en su única e insustituible originalidad, porque aquí lo que el Evangelio enseña lo encontramos ya en la humana razón, en la conciencia moral del hombre honesto, en las diversas culturas de la humanidad. Lo encontramos escuchando ese buen corazón que puede tener también un no creyente, lo que nos dice la simple ética natural o la filosofía moral.
----------Por el contrario, lo específico del Evangelio, su maravilla y grandeza incomparables, su poder único para iluminar, confortar y consolar al hombre que sufre, sea niño o adulto, proviene de la revelación que Cristo nos hace de Sí mismo o mediante su Iglesia, de verdades sobrenaturales y divinas, misteriosas y superiores a la razón, sin estar contra la razón, verdades escondidas en Dios, que responden a preguntas como esa que se le había planteado al Papa, preguntas a las cuales la razón no tiene suficiente luz para responder.
----------Y, entre las principales, están las preguntas que giran en torno al problema del sufrimiento: ¿de dónde viene el sufrimiento? ¿Por qué existe el sufrimiento? ¿Quién le ha dado origen? ¿Por qué el inocente también sufre? ¿Por qué algunos criminales se salen con la suya? ¿Cuál es el remedio para el sufrimiento? ¿Para qué sirve el sufrimiento? ¿No sería mejor si no existiera? ¿Podemos liberarnos del sufrimiento?
----------A la pregunta formulada por el entrevistador, quizás el Santo Padre hubiera podido responder de la siguiente manera: "ésta es una pregunta a la cual yo, como simple hombre, no sé responder. Pero, como creyente, y sobre todo como Papa, encuentro una respuesta en Cristo y en su Iglesia.
----------Sé que tengo delante de mí, en el público, también a no creyentes y tal vez incluso a ateos. Pues bien, sin embargo, ya que me muestran confianza con vuestra cálida bienvenida, se los voy a decir igualmente, a fin de que reflexionen, a ver si les parece interesante o digno de ser tomado en consideración, por más extraño o escandaloso que parezca a los ojos de la simple razón y -me dirijo a los no-creyentes- si les induce a creer en Cristo y en esa Iglesia que yo indignamente represento y guío.
----------Ciertamente, como ya he dicho antes, humanamente es imposible responder a la pregunta sobre el motivo del sufrimiento del inocente. Humanamente, sin embargo, tenemos algo de luz: sabemos que Dios es bondad infinita. Dios no puede querer el pecado, que es la causa del sufrimiento. Sólo la criatura dotada de libre albedrío puede querer el pecado, como he dicho antes hablando de la maldad humana.
----------Por lo tanto, si el sufrimiento existe, siendo Dios de por Sí contrario al sufrimiento, porque Él es el Dios de la vida y del gozo, teniendo Dios (como tiene) la posibilidad de impedirlo o quitarlo, sin embargo no siempre lo hace, por lo tanto, se ve que debe tener un motivo sabio y salvífico, que sin embargo nosotros no conocemos. Este es el discurso de Job. Hasta aquí llegan la razón natural, la filosofía y las religiones.
----------¿Qué nos dice la Biblia? Que todos venimos al mundo en un estado de sufrimiento. También el embrión sufre en el seno de su madre. ¿Por qué esto? Solemos imaginar el sufrimiento como pena por un delito cometido. Y es justo, de lo contrario, ¿qué sentido tendría que exista el sistema judicial del Estado y la parte penal del Derecho canónico? Pues bien, la Biblia nos dice que venimos al mundo sufriendo, antes de ejercer el libre albedrío y por lo tanto antes de cometer pecados merecedores de castigo. Ahora bien, el sufrimiento no puede sino ser pena del pecado; el inocente no merece en absoluto ser castigado, sino premiado.
----------En este punto la Sagrada Escritura, sobre todo a través del apóstol san Pablo, nos dice que todos los hombres de este mundo nacemos en un estado de culpa, que es precisamente aquello que la Iglesia llama 'pecado original', culpa que ha sido cometida por nuestros primeros progenitores al principio de la creación, y que se transmite por generación a toda la humanidad. En base a esto, es necesario tener presente que cuando hablamos de 'niño inocente', ciertamente, el niño es inocente en el sentido de que no tendrá la malicia del adulto, pero está siempre sujeto a las consecuencias del pecado original.
----------He aquí entonces, queridos amigos, que les he dicho todo con franqueza y corazón abierto, como es mi deber de cristiano y de Papa, y les he dicho cosas que tal vez alguno de vosotros ya sabía. Me doy cuenta de que esta doctrina del pecado original nos ofrece un discurso muy raro y extraño, que parece incluso absurdo, pero en realidad, como explica la teología, no es absurdo ni va contra la razón, aunque sigue siendo un misterio; pero es un misterio de salvación, de luz y de guía para nuestra vida".

6 comentarios:

  1. Querido padre Filemón,
    mi agradecimiento por este artículo suyo. Estoy de acuerdo con sus ideas en un cien por ciento.
    Sin embargo, su reflexión no ha logrado que disminuyera mi preocupación y mi contínua desilusión respecto a las palabras y a las acciones del papa Francisco, como ha venido sucediendo desde el inicio de su pontificado.
    Sé perfectamente que él es el Papa, que es el Vicario de Cristo, y que cuando se dirige a los católicos, como ocurre en tantas ocasiones, no deja de enseñar el Evangelio como Maestro de la Fe, con su particular carisma docente infalible, como Sucesor de Pedro.
    Sin embargo, ¿por qué razón su reticencia cuando se dirige a los no-creyentes?
    Como usted bien lo dice, ¿no era acaso ésta la ocasión para cumplir con ese deber de evangelización que el propio Papa no deja de recordarles a los simples fieles? ¿Qué ejemplo está dando él de cumplir ese deber?
    Estas actitudes del papa Francisco hacen que para mí se vuelvan muy comprensibles las reacciones de aquellos que, escandalizados, no hacen otra cosa más que criticarlo, o hasta calificarlo de hereje. Ellos se equivocan, por supuesto, pero los comprendo perfectamente.
    Gracias.

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    1. Estimado Ernesto,
      entiendo tus consideraciones. Se trata de situaciones en las cuales todos nosotros, predicadores del Evangelio, nos encontramos muy a menudo. Me viene a la mente el sabio Qoelet, capítulo 3, que dice: "Hay un tiempo para hablar y un tiempo para callar". El problema es discernir cuando es tiempo de una u otra cosa.
      Efectivamente, no siempre es fácil entender lo que se debe hacer para cambiar a las personas que tenemos delante. Si es un creyente, entonces aprovechamos para tratar de iluminarlo más, de instruirlo más, de hacer que su fe sea más culta e inteligente. Pero si es un no-creyente, ¿qué tenemos que hacer? ¿Estará ese no-creyente dispuesto a escucharnos? No es siempre fácil saberlo de antemano.
      Por otra parte, también tenemos el deber de anunciar el Evangelio. Y entonces, ¿qué cosa puede suceder? O que a nuestras palabras el otro reaccione mal, o bien puede suceder que tengamos éxito. Pero es difícil saber por anticipado cómo podrá actuar o reaccionar el otro. De ahí la facilidad con la cual podemos cometer errores en este campo.
      Los llamados fundamentalistas o integristas, creen que la solución es simplemente anunciar claramente el Evangelio pleno, integral, siempre y en cada ocasión. Es una falsa solución, que se cae por su peso con solo contemplar el ejemplo de Jesús en su misma vida en esta tierra: no es lo que él hizo, pues Jesús mismo tuvo un tiempo para hablar y un tiempo para callar, y cuando habló, no siempre habló del mismo modo con todos.
      El Papa aquí, ciertamente, tiene un carisma especial, pero sigue teniendo su fragilidad humana, como cualquiera, y con la posibilidad de equivocarse. Y con eso entramos en el fondo de la cosa. Aquí el problema no es sólo el de la reticencia, sino el del uso de un lenguaje equívoco.
      Me explico. A la pregunta del por qué sufren los niños, el Santo Padre ha dicho no saberlo. Ahora bien, quien oye una respuesta de tal género, ¿qué puede pensar? Que el Papa no lo sabe en modo absoluto. Sin embargo, no es posible que el Papa, Maestro de la fe, no lo sepa en modo absoluto.
      ¿Qué significa esto? Que el Papa habría debido distinguir. Habría debido decir: desde el punto de vista humano, no lo sé; en cambio, mi fe cristiana me dice que lo sé.
      Es cierto que el Papa ha citado la fe, pero no ha hecho una proposición articulada, por lo cual la simple palabra "fe", aunque significativa, ha quedado como una simple palabra. Subsecuentemente ha dicho que el Padre ha dejado que Su Hijo fuera a la Cruz. También esta expresión es muy significativa, pero todavía no dice explícitamente por qué motivo sufren los niños.
      El Papa, de alguna manera, ha sobreentendido, ha dado a entender, que nosotros, en cuanto creyentes, debemos saber que estos niños están unidos a la Cruz de Jesús. Me pregunto, sin embargo, qué es lo que han entendido aquellos que, incluso estando en buena fe, no conocen exactamente qué es la obra de la Redención.

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  2. ¿El sufrimiento de un niño inocente no provocado por terceros sería debido al hecho que "él será inocente en el sentido que no tendrá la malicia del adulto, pero está siempre sujeto a las consecuencias del pecado original"? Entonces, ¿el sufrimiento del niño inocente sería consecuencia de una culpa de sus primeros antepasados Adán y Eva? ¿Y por qué otros niños asimismo inocentes asimismo originalmente culpables no nacen autistas?
    Padre Filemón, ¿significaría eso que si Adán y Eva no hubieran pecado, ninguno de sus descendientes habría tenido que sufrir nada si fueran inocentes?
    Francamente, estos silogismos me dejan muy perplejo y prefiero declararme incapaz de explicar el mal del inocente, antes que usarlos como testimonio de una sedicente fe más explícita que la del Papa; nunca me atrevería a pronunciar estos silogismos frente a padres de niños que sufren por ejemplo de autismo violento.

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    1. Estimado Paracelsolmol,
      según la fe cristiana, el sufrimiento de todos los que vienen a este mundo es la consecuencia del pecado original, es decir, de aquella desobediencia que Adán y Eva cometieron contra el mandato divino de no comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal.
      La diversidad de los sufrimientos de los niños es en sí misma una consecuencia del pecado original. ¿En qué sentido? En el sentido de que las enfermedades y la malformaciones que, genéticamente, o bien por causa de factores externos, como sustancias nocivas o traumatismos, afectan a los hijos concebidos, no derivan de la naturaleza humana como tal, sino que derivan precisamente de las diversas consecuencias de esa culpa original.
      En efecto, Adán y Eva, con la culpa original, que no ha sido sólo una culpa personal, sino una culpa que se ha extendido por generación a toda la humanidad, excluídos María Santísima y Jesús, han perdido la inmortalidad y la justicia original, cayendo en una situación de muerte, de fragilidad y de tendencia al pecado.
      La Redención de Nuestro Salvador Jesucristo, nuevo Adán, con su cruz y resurrección, ha vuelto a dar a toda la humanidad la gracia perdida y ha sanado a la humanidad con su poder divino, haciéndonos hijos de Dios, pero en esta vida permanecen las consecuencias del pecado original y de los pecados personales de todos los hombres.
      Mi discurso con el cual he explicado por cual motivo los niños sufren, no debe ser entendido en absoluto como una explicitación de la fe del Papa, sino como una explicitación de lo que el Papa ha sobreentendido (o sea, no ha dicho explicitamente).
      Los silogismos, que he usado, son una cosa normal en teología, la cual tiene precisamente la tarea de conectar, a través de argumentaciones racionales, las premisas de fe con las conclusiones que de ellas se pueden extraer para comprender mejor las verdades de fe y cómo aplicarlas en nuestra vida. Lo importante es razonar bien, porque si el teólogo razona mal, las consecuencias que extrae, en vez de ayudarnos en nuestra vida cristiana, nos desvían del camino.
      Ciertamente, ante las situaciones y las personas concretas, que viven en el sufrimiento y no están en condiciones de poder comprender todo el razonamiento de fe, se necesita prudencia y gran compasión, de modo de no acentuar el dolor.
      A todos, sin embargo, podemos indicarles el Cristo Crucificado, a todos podemos señalarle al Inocente por excelencia, Cristo Jesús, al cual estos niños están unidos, como cooperadores del Salvador. Ellos participan del Misterio de la muerte, pasión y resurrección de Cristo.

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  3. Padre Filemón:
    Dejando de lado por un momento el sufrimiento de la humanidad y mirando la violencia y la agresividad en el mundo animal, y los desastres y calamidades naturales, cosas todas negativas según nuestro punto de vista, se llega a pensar que todo esto forma parte de la creación y que por consiguiente el bien y el mal deben coexistir para el "devenir" inherente a la creación misma. La perfección en cambio contiene en sí el concepto de inmovilismo, atributo de la eternidad y por lo tanto de Dios.
    Ahora bien, la fe interviene como sumisión a lo ineluctable, que resulta incomprensible, y como aceptación del dolor siguiendo el ejemplo del supremo sacrificio de Cristo que ha muerto por todos nosotros.

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    1. Estimado M.Argerami,
      la presencia de la muerte de los vivientes infrahumanos, plantas y animales, y las calamidades naturales también habrían estado presentes en la creación originaria, es decir, en el paraíso terrenal. No tenga duda usted de ello.
      Sólo que la humanidad, en el paraíso terrenal, si la humanidad no hubiera pecado, entonces hubiera sido capaz de utilizar todas estas cosas (incluso las calamidades) a su favor, dominándolas y sacándoles provecho; vale decir, dominando y cultivando todo el cosmos (todo él: hasta sus últimos confines).
      Por cuanto respecta a la cuestión del bien y del mal, esta cuestión no se refiere a lo que sucede en la naturaleza, sino que se refiere a nuestra conducta moral. Sí, efectivamente, existe el mal de pena, es decir, nuestro sufrimiento, pero, como sabemos por la fe, el sufrimiento y la muerte son consecuencia del pecado original y de los pecados personales de todos los hombres.
      La perfección no implica en absoluto sólo lo que es inmóvil, como por ejemplo la inmutabilidad de la naturaleza humana, sino también el devenir, porque en uno y otro caso son creados por Dios. Es verdad que sólo Dios es quien, siendo eterno, es absolutamente inmóvil, porque, como decía Aristóteles, es el Motor Inmóvil. En cambio, nosotros, sus criaturas, aunque tengamos en nosotros mismos valores inmutables, en cuanto estamos compuestos de materia, tendemos naturalmente hacia la evolución y el devenir.
      La fe interviene como sumisión a la voluntad de Dios, el Cual quiere, por medio de la Cruz de Cristo, librarnos del sufrimiento y del pecado, causados por el pecado original, y provenientes de la libre elección del hombre.
      Por cuanto respecta a lo ineluctable, eso en realidad existe en esta vida. Se trata del sufrimiento y de la muerte. Por eso usted ha dicho bien, se necesita "la aceptación del dolor siguiendo el ejemplo del supremo sacrificio de Cristo que ha muerto por todos nosotros".

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