domingo, 6 de febrero de 2022

La tentación y sus remedios

Rezamos cotidianamente "Padre nuestro... no nos dejes caer en la tentación", o, según las versiones, actuales o antiguas en la liturgia, "no nos induzcas a la tentación", o "no nos abandones a la tentación". ¿Qué es la tentación? ¿Qué diferencias hay entre tentación y prueba? ¿Existen tentaciones invencibles? ¿Hay tentaciones carnales y tentaciones espirituales? ¿Cuáles son los remedios a la tentación?

Qué quiere decir ser tentado
   
----------Como consecuencia del pecado original, Dios permite que el hombre sea tentado, como dice la tradición ascética: "por la carne, por el mundo y por Satanás", aunque Dios no quiere esto positivamente, porque de lo contrario sería cruel. Constatamos, de cualquier modo, que en la vida presente las tentaciones son inevitables, incluso poniendo todo nuestro posible cuidado por evitarlas o por mantenernos alejados de ellas, lo cual es algo que, en la medida de lo posible, siempre debe hacerse.
----------La tentación al pecado es una presión ejercida sobre la voluntad o sobre las pasiones del hombre por parte de malas tendencias inherentes al sujeto, técnicamente llamada "concupiscencia", o bien por parte de agentes externos (los hombres o el demonio) y encaminada a hacer caer al hombre en el pecado.
----------La tentación es similar a la prueba: en uno y otro caso el hombre recibe un impulso, empujón o presión, que lo pone en peligro y lo estimula a resistir. Sin embargo, Dios prueba al hombre, pero no lo tienta, porque la prueba nos empuja al bien, mientras que la tentación nos empuja al mal. Dios pone a prueba para fortalecer al hombre, pero no lo induce a la tentación, la cual es obra de la carne, del mundo y de Satanás.
----------Obviamente, el acto del pecado, acto al cual induce la tentación, es en principio un acto libre y responsable, un acto con tantas opciones como sea posible, porque la voluntad por su naturaleza no está sujeta a coacción ni a necesidad ni a violencia, y ello a diferencia de los agentes físicos, que actúan de de modo determinista ad unum por necesidad de las leyes físicas naturales.
----------Si la voluntad está en función, el acto es libre; si el acto no es libre, quiere decir que la voluntad no está en función. Se dice que una persona es constreñida u obligada a hacer una determinada cosa, no porque su acción sea necesitada, sino porque la hace de mala gana y si pudiera, prescindiría de esa acción. Por consiguiente, si la voluntad es vencida por la pasión o por la tentación a cumplir el acto de pecar, en una cosa placentera, por ejemplo un acto lujurioso, ciertamente actúa voluntariamente, pero en cuanto la voluntad es vencida por la pasión, no es plenamente libre y por lo tanto la culpa disminuye. A menos que sea la voluntad la que suscite la mala pasión; en cuyo caso la culpa aumenta.
----------Por cuanto respecta a la conducta a tener cuando se advierte una tentación real o posible, es necesario ser modestos, cautelosos y vigilantes. En efecto, no es prudente exponerse a las tentaciones o ponerse en situaciones de riesgo o de peligro, caminar al borde del barranco, a no ser que lo obliguen graves motivos, como el confesor que confiesa una mujer hermosa o el médico que debe ver la desnudez del paciente. Por lo demás, es necesario saber de antemano, al menos con una cierta probabilidad, si la tentación puede o no puede ser vencida. Es necesario ser valientes, pero no audaces temerarios, y saber medir las propias fuerzas. No se pueden evitar los riesgos, pero deben ser calculados por anticipado.
----------De cualquier modo, Dios, por su parte, no puede abandonar al hombre y dejarlo sin ayuda en la tentación, si no es el pecador quien voluntariamente y presuntuosamente rehúsa la ayuda y cede a la tentación, y por tanto es el pecador quien abandona a Dios. Y aún menos Dios induce a una tentación insuperable; en cualquier caso, junto con la permisión de la tentación, Dios da la fuerza para superarla.
----------Vale decir, si uno colapsa bajo una violenta e insistente tentación, después de haberse defendido enérgicamente pero inútilmente, es perdonado o al menos tiene atenuantes. Por lo tanto, pedirle a Dios que no nos induzca en tentación o que no nos abandone en la tentación es pedirle exactamente lo que Él mismo quiere darnos. No es pensable, en efecto, que Él quiera tentarnos al mal o abandonarnos. Por consiguiente, cuando le hacemos esas peticiones, le pedimos a Él lo que Él ya quiere.
   
Los cambios aprobados por el papa Francisco en el Padrenuestro
   
----------Como es sabido, a mediados de 2019 el papa Francisco aprobó la nueva versión en italiano e inglés del Padrenuestro modificada por la Conferencia Episcopal de Italia (CEI). Los cambios, pertenecientes a la tercera edición del Misal Romano, tomaron dieciseis años de labor, "con el objetivo de contribuir a la renovación de la comunidad eclesial después de la reforma litúrgica", informó el cardenal Gualterio Bassetti, presidente de la CEI. Los mencionados largos años de elaboración de estas modificaciones no fueron, como queda dicho, una iniciativa del actual Papa, quien, sin embargo, en 2017 ya había criticado la antigua versión del Padrenuestro en el Misal, debido a un error en la traducción de la oración presente en Mateo cap.6.
----------La versión en español dice "no nos dejes caer en la tentación", pero en inglés se cambia a "lead us not into temptation", que traducido sería: "no nos guíes a la tentación". Una similar traducción tenía la versión italiana: "non ci indurre in tentazione" (no nos induzcas a la tentación) por "non abbandonarci alla tentazione" (no nos abandones a la tentación). La anterior versión, considera el Santo Padre, da lugar a malas interpretaciones, pues según dijo: "un padre no lleva a la tentación, un padre te ayuda a levantarte inmediatamente". "El que nos lleva a la tentación es Satanás. Ese es su papel", agregó.
----------Como el lector quizás recuerde, estos cambios originaron alguna preocupación en ciertos grupos de católicos con sensibilidad más conservativa, los cuales, fogoneados por movimientos fijistas poco sensibles a abandonar usos y costumbres, hicieron oir sus voces en los masivos y globalizados medios de comunicación actuales. Al respecto, hay que decir que la modificación de la CEI puede ser desagradable, en cuanto no se trata de simples palabras diferentes y, por lo tanto, de una simple versión o traducción, sino de conceptos diferentes. De ahí el temor en algunos de que en esta plegaria fundamental del cristianismo hubiera sido cambiado no tanto el modo de expresarse del Señor, sino incluso el contenido mismo de lo que Él dice.
----------Ahora bien, a decir verdad, para un católico honesto es impensable que la Iglesia, fiel intérprete del Evangelio, asistida por el Espíritu de la Verdad, que es el Espíritu de Cristo, cambie los contenidos de la divina Revelación. Se trata, sin embargo (hay que reconocerlo) no de una simple traducción, sino de una verdadera y propia interpretación, como en otras ocasiones la Iglesia ha hecho y puede hacer, como por ejemplo con la adición de la palabra "sacrificio", presente en las palabras del consagración eucarística, pero ausente en las palabras del Señor en la última Cena, reportadas por los Evangelios.
----------La fórmula "non abbandonarci alla tentazione" (no nos abandones a la tentación) se asemeja más a la antigua fórmula "non indurci in tentazione" (no nos induzcas a la tentación), aunque al mismo tiempo sustituye el verbo "abandonar", que expresa un concepto distinto de "inducir", aunque pueden relacionarse recíprocamente, ya que, si Dios no nos induce a la tentación, quiere decir que no nos abandona en ella.
----------También creo que, aunque los fieles italianos han debido aceptar con virtuosa obediencia el término "alla" (a la) como versión oficial de la CEI, nada ni nadie nos prohíbe pensar que combina bien con "nella" (en la), propuesto por otros estudiosos. De hecho, "abbandonare alla" insinúa la idea de una tentación que aún no se ha producido, con la súplica sobreentendida o implícita de ser ayudados, sostenidos o liberados en caso de que ella se presente. Pero es evidente que imploramos la ayuda divina aunque también para el caso de que la tentación ya esté en acto. Lo que se expresa mediante la partícula "nella" (en la).
----------Si se me permite una pequeña observación acerca de la partícula "alla" (a la), es que me parece que el verbo abandonar, en italiano, no admite el dativo, sino el acusativo. No se abandona a algo sino que se abandona algo. Y aunque indudablemente en el caso específico en exámen exista el complemento objeto "noi" (nosotros), sin embargo, la adición del dativo "alla tentazione" (a la tentación) no me parece acorde al modo común de expresarse en italiano, sino que me parece una pequeña forzatura.
----------Sin embargo, reconozco que pueden existir expresiones similares, como decimos, por ejemplo, "abandonar al azar o al destino o al enemigo". En cambio, el "indurre in" (inducir en) es expresión completamente usual, prescindiendo del significado conceptual (aquí no considerado). Pero no quiero insistir tanto.
----------Sea como sea lo que se prefiera en un tema opinable, los católicos acogen con confianza e inteligencia la decisión de la Iglesia, intérprete infalible de las palabras del Señor. Con este cambio, la Iglesia no ha querido en absoluto decirnos (como algunos pensaron) que la fórmula precedente es "incorrecta". Al contrario, la fórmula anterior permanece siempre válida y sagrada, aunque subordinada a la nueva.
----------Por citar un ejemplo, en el ámbito de la arqueología, sería una verdadera locura que el arqueólogo que, habiendo descubierto una estatua antigua más preciosa que la que ya había encontrado, tirara a la basura ésta para quedarse con aquella. Así que estemos atentos también nosotros a que, seducidos por un insensato modernismo, no hagamos una locura semejante, mucho más dañina, en cuanto que involucra la Palabra de Dios, que es principio de nuestra salvación eterna, tirando por la borda, en nombre de una falso progreso, lo bueno que ya poseemos, solo porque hemos encontrado lo mejor que no poseíamos.
----------El progreso en el conocimiento o comprensión de la Palabra de Dios, en efecto, no es como el nuevo computer con el que sustituimos al viejo, sino que es el descubrimiento del aspecto para nosotros nuevo de una Palabra divina, que no pasa y que es en sí misma siempre la misma.
   
¿Por qué el cambio?
   
----------De la expresión originaria griega eisenenkes, en italiano: inducere, inducir (no sabemos cómo se expresó Jesús en arameo) la Iglesia ha derivado un "abandonar". ¿Cómo se ha derivado este significado nuevo de aquel originario? ¿Y cuál ha sido la razón del cambio? Pues bien, considero que ha sido la convicción de fe de que Dios no nos deja solos en la lucha contra la tentación. En cambio, el "non indurre" (no nos induzcas) nos hace pensar, aunque erróneamente, en un Dios que podría ponernos de propósito en la tentación, como para sentir gusto en hacerlo, lo que sería sin embargo una blasfemia.
----------En la primera expresión, o sea el inducir en tentación (en la anterior versión italiana: non indurci in tentazione), parece que la tentación pueda venir de Dios, a quien se le ruega que no nos la envíe, que no la haga surgir en nosotros. La atención, por lo tanto, se concentra sobre la tentación, que suscita preocupación o ansiedad, aunque luego tengamos la certeza de que Dios nos ayudará.
----------La segunda expresión, en cambio, o sea el abandonar ("non abbandonarci alla tentazione"), si entendemos (como es lícito entender) el abandonar "nella" (en la), presupone que la tentación está ya presente, estamos ya bajo el peso de la tentación, sin que sea especificando de dónde viene o quién la manda. En efecto, se le pide a Dios que no nos abandone no a la tentación eventual, sino a la tentación ya presente. Esto sea dicho sin perjuicio de la preposición oficial "alla" (a la).
----------En todo caso, ya sea que se use "alla" (a la) o ya sea que se use "nella" (en la), se expresa una súplica confiada, vale decir plena de confianza, en la ayuda divina, que ciertamente no fallará, aunque aquí también, por el solo hecho de pedir no ser abandonados, parece que se presuponga que, si Dios quisiera, podría abandonarnos, lo que obviamente es impensable e incluso blasfemo. En definitiva, la segunda expresión manifiesta mejor que la primera la bondad y la misericordia divinas, haciéndonos temer menos la tentación, y por tanto dándonos más confianza para poder vencerla o evitarla.
----------Observamos, por otra parte, que si se ha abandonado la expresión originaria, se debe pensar que exista una ventaja. ¿Y cual es? Ese "non abbandonare" (no abandonar) parece ser más acorde con la bondad de Dios que el "non indurre" (no inducir), que sabe a crueldad. Sin embargo, también la idea de que Dios nos abandone es aterradora. Era la idea que angustiaba al Lutero joven, y que él creía, a decir verdad vanamente, poder cancelar con su famosa fe irracional, emotiva, confiada, fiducial y fideísta.
----------Pedir a Dios que no nos abandone parece en efecto implicar la idea de que, si Él quiere, nos puede abandonar. Tanto en una como en otra expresión experimentamos la imperfección del humano lenguaje, incluso en el texto bíblico y en los labios de Nuestro Señor Jesucristo. Es necesario, con un intelecto de fe y de amor, trascender esta imperfección para dejarnos iluminar, quizás en silencio, por el Misterio.
   
Tentaciones vencibles y tentaciones invencibles
   
----------Es necesario recordar, por otra parte, que Dios tiene misericordia por quien cede en parte o en todo a la tentación o por debilidad o por falta de fuerzas suficientes, no obstante la buena voluntad, eventualmente con concurso de ignorancia en buena fe, aun si se trata de pecado grave.
----------Caso emblemático son las tentaciones sexuales, heterosexuales u homosexuales, o los estados irregulares, como el de los divorciados re-casados o de las prostitutas o situaciones como aquellas de los adolescentes y jóvenes, en las cuales sucede que el impulso, por su violencia, es prácticamente irresistible, mientras que el sujeto, por su joven edad o debido a insuficiencias educativas, puede no tener una voluntad suficientemente fuerte, o bien ciertos estados mentales patológicos, en los cuales el sujeto que no tiene dominio de sí, es incapaz de controlarse y por eso mismo su acción no es imputable.
----------En tales casos, la necesidad o tendencia sexual de un individuo o de una pareja se asemeja a la del hambre o de la sed o del sueño o de la evacuación, todas exigencias biológicas insuprimibles. No olvidemos la base biológica de la actividad sexual. Lutero, que no creía en el libre albedrío, pensaba que la corrupción de la naturaleza humana consecuente al pecado original conllevara que el pecado mortal fuera inevitable. Para tener la esperanza de salvarse, Lutero entonces, como es sabido, se hizo una idea errónea de la misericordia divina, como si Dios lo perdonara, aunque no estuviera arrepentido; lo que, por lo contrario, es una pura ilusión y presunción, porque Dios no puede perdonar a quien no se arrepiente.
   
Los dos géneros de tentación
   
----------Otra cosa que concierne a nuestro tema es que las tentaciones al pecado comprenden dos grandes categorías, dependiendo de los pecados a los cuales tientan. Existen, así, tentaciones carnales para los pecados que se refieren al cuerpo y a las pasiones, como por ejemplo la lujuria, la avaricia, la ira, la molicie, la tibieza y la gula; y tentaciones espirituales para los pecados espirituales, que tocan el espíritu, como la soberbia, el orgullo, el odio, la hipocresía, la envidia, la impiedad, la herejía, el cisma, la apostasía.
----------El alejamiento de las tentaciones requiere a veces una lucha prolongada y áspera, aquello que el apóstol san Pablo llama "buena batalla". Las tentaciones nos pueden venir de nuestros enemigos, con seducciones, engaños o amenazas. Si ellos pecan contra nosotros, la tentación es la de odiarlos. En cambio, bien sabemos lo que prescribe el Evangelio: no devolver el mal por mal, sino responder al mal con el bien.
----------Pero en tal caso, ¿cuál bien con el que responder? No está excluido, como enseña santo Tomás de Aquino, una justa venganza (vindicatio) (Summa Theologiae, II-II, q.108) según las normas del derecho. El deber de la mansedumbre no autoriza al cristiano a ser un queso blandengue o una torta de gelatina. Sino que se puede recurrir a medios legales para obtener justicia y en todo caso al final está la justicia divina. De lo contrario, ¿para qué están los servicios de seguridad policiales, el poder judicial y las fuerzas armadas?
----------Claro que no siempre es fácil distinguir las señales o signos de una tentación respecto de un impulso o de una idea que parece buenos o incluso santos. Existen tentaciones insidiosas y seductoras, que es necesario saber desenmascarar. Las más insidiosas, peligrosas y fascinantes son aquellas que vienen del demonio. Es necesario poner mucho cuidado en el saber reconocerlas, pero puede suceder que incluso los Santos, al menos momentáneamente, sean engañados por ellas.
----------Esto sucede sobre todo cuando se trata de herejías. El demonio también puede provocar aquellas tentaciones, que generan o difunden un falso entusiasmo, una falsa mística o una falsa devoción, con falsas visiones o falsos mensajes o prácticas espiritistas o mágicas o una falsa profecía; o bien, con el fanatismo, el fundamentalismo religioso, que conduce al terrorismo, la droga y el adoctrinamiento político.
----------Otras tentaciones son depresivas o paralizantes o arrojan a la desesperación o vacían la vida de sentido. También aquí puede actuar el demonio. Pensemos en ataques de nervios o en el miedo a la muerte. Aquí es más necesario que nunca pedir la ayuda de Dios. Y aquí es necesario a veces también un sutil discernimiento, con el riesgo de equivocarse, y puede ser de utilidad una guía espiritual.
----------Mientras estemos en esta vida, siempre tendremos que combatir contra las tentaciones, porque siempre permanece en nosotros la fragilidad y la tendencia a pecar, quedando siempre la concupiscencia, no obstante lo cual siempre podemos y debemos recuperarnos de cada caída sin cansarnos, con el arrepentimiento y la reparación, pidiendo a Dios que no nos abandone a la tentación.
----------Pero la concupiscencia no es, como creía Lutero, un estado insuperable de culpa mortal, casi como si fuera una segunda naturaleza querida o permitida por Dios, porque con tal idea errónea, sucede que se pasa de un exceso al otro, de la desesperación a la presunción, se acaba por cancelar en modo falso el angustiante sentido de culpa dominado por un Dios amenazador sobre nosotros; es decir, acabamos por invertir el sentido del pecado y por tanto el odio por él, sustituyéndolo por un ilusorio acomodarse al pecado, o sea por un apoltronarse en el pecado, y por un falso sentido de liberación de la tentación, sólo porque no nos empeñamos en una lucha contra ella, considerando que esta lucha sea una presunción y un inútil tormento, sino que estamos persuadidos de que Dios no nos abandona en la tentación, no porque nos dé la fuerza para salir de ella, sino porque nos justifica y nos aprueba "misericordiosamente" en el momento en el cual cedemos a ella. He aquí precisamente el rostro del buenismo y de la falsa misericordia divina que actualmente se predican y difunden.

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