jueves, 3 de febrero de 2022

¿Podemos salir campantes sea como sea?

¿Acaso pueden los impíos salirse con la suya? como grita el Salmista. ¿Acaso podemos salir campantes sea como sea? ¿Por qué será que no podemos volver a nuestra "vida normal" ni siquiera en este "enojo de la naturaleza" que para muchos es esta pandemia? Del modo como entendamos la misericordia divina, podemos entender el profundo sentido de nuestra vida y de la presente pandemia, o bien malentenderlo todo.

Pecca fortiter et crede firmius

----------En medio del triste panorama continuado que nos ofrecen cotidianamente las noticias de los periódicos sobre la pandemia, a la que tantos parecen querer ignorar en su real y profundo significado, me he quedado un buen tiempo reflexionando sobre el artículo de Luigino Bruni de hace año y medio, en el Avvenire, del 6 de septiembre de 2020, Es Biblia el nombre del Padre, un título que, como es usual en el autor no adelanta casi nada sobre sus verdaderas intenciones, quien sin embargo no tarda mucho en revelarlas.
----------Como ya hemos visto, tras haber demolido Bruni el cristianismo al "convertir" a Dios para que sea bueno, pretendiendo "cambiarlo" para que lo deje en paz, rechazando el concepto de sacrificio expiatorio, haciendo el elogio de la perfección a medias y de la sed en tanto insatisfecha, sofocando el remordimiento por haber traicionado su "primer pacto", vanificando el concepto de la culpa, sustituyendo la bienaventuranza de ultratumba por la felicidad de aquí abajo y convencido (en el último episodio que hemos comentado) de que Dios lo salva también si él no quiere merecerlo, esta vez trata de reconstruir el cristianismo sobre sus escombros recurriendo a su más miserable falsificación contemporánea: el buenismo, un astutísimo expediente encontrado de modo hipócrita por esos impíos que quieren salir campantes sin incurrir en los castigos divinos, sino de hecho disfrutando (en esta vida, no en la otra que no existe) de las delicias de la llamada "misericordia" del Padre, quien (como nos asegura Bruni) perdona no después del pecado, sino mientras se peca. En efecto, él dice como para advertirnos de un error: "pensamos que las palabras de resurrección sean las que comienzan después de los pecados, después de las traiciones, después de la maldad, después de las maldiciones".
----------No es así (nos dice Bruni) sino que la misericordia del Padre consiste en el hecho de que Dios nos perdona no porque, habiendo pecado, nos castiga con el remordimiento por la culpa cometida, nos inspira el arrepentimiento y el dolor por haber pecado y merecido su castigo, nos inspira la voluntad de pedirle perdón y confesar nuestro pecado, la voluntad de corregirnos y enmendarnos, sin desanimarnos, y de ser perseverantes en nuestro camino de conversión, de hacer penitencia y de reparar las ofensas a Él y al prójimo
----------Según Bruni, no es necesario hacer méritos, con las obras de penitencia o con sacrificios expiatorios, en la búsqueda de la perfección, en la esperanza del paraíso del cielo. Nada de todo esto. Se trata, simplemente, de disfrutar la vida porque estamos salvados, de agradecer a Dios por su misericordia, y porque no nos molesta con reclamos, reproches, tormentos de conciencia, castigos y anuncios de desventura.
----------En cambio, según este perfecto discípulo de Lutero que es Bruni, Dios misericordioso nos perdona en el mismo momento en que estamos pecando. Por lo que no se trata en absoluto de esforzarnos por dejar de pecar o por corregirnos, cosa imposible y pretensión hipócrita, como si pudiéramos hacernos méritos obrando el bien y observando la ley, sino de continuar serenamente pecando, sin importar las inútiles protestas de la conciencia, gozando del placer de un pecar, que no podemos evitar, seguros de que Dios nos mira contento, no se enfada y nos sigue amorosamente con ternura, compasión y benevolencia.
----------En efecto, la gracia es gratuita, piensa Bruni. No hay necesidad de méritos, que están en contraste con la gracia, son por lo demás imposibles y sólo sirven para la vanagloria. No se necesitan sacrificios, porque Dios quiere la alegría y no el dolor. Ninguna pretensión de perfección, porque somos imperfectos por naturaleza. No existen condiciones para ser salvados. Dios nos salva. Punto y basta.
   
La misericordia confundida con la aprobación del pecado
   
----------Bruni confunde la intervención misericordiosa de Dios que alivia y consuela al mísero mientras se encuentra en el sufrimiento (a esto se refieren precisamente Víctor Hugo y los demás autores que él cita) con un imposible perdón divino del pecado en el momento en el cual el pecador lo comete.
----------La observación que debe hacerse al fantasioso malabarismo argumental de Bruni, es que uno puede cometer un pecado creyendo de buena fe hacer bien o sin saber que es pecado o porque está vencido por la pasión o por la locura. Este sí que es objeto de la misericordia de Dios en el momento mismo en que realiza el acto, pero sólo porque está excusado y permanece interiormente inocente y sin culpa.
----------Pero pretender, como desea Bruni sin ningún rubor ni vergüenza, estar autorizados por Dios falsamente misericordioso a pecar conscientemente y voluntariamente en la presencia de un Dios que sigue siendo benévolo, que cierra los ojos y que no se enoja, es un gesto de arrogancia que Dios justamente no soporta, porque lo advierte como un supremo desprecio por su bondad y un tomarlo a la chacota a Él, por lo cual tal gesto provoca justamente la ira divina al máximo de su furor con esos terribles castigos que son descriptos en el Apocalipsis para el fin del mundo y el ajuste final de cuentas.
----------¿Y por qué se expresa eso en el Apocalipsis? Porque allí el apóstol san Juan describe y preanuncia el momento en el cual Dios, después de haber advertido claramente en el curso de la historia a los pecadores por medio de los profetas y por medio de las desventuras, y después de haber sido paciente durante mucho tiempo, en la espera del arrepentimiento, después de haberles concedido todo el tiempo para arrepentirse y para aprovechar los castigos para convertirse, convoca al ajuste de cuentas.
----------De hecho, la Sagrada Escritura nos enseña que ahora es el tiempo de la misericordia y del perdón, en el cual las cuentas están abiertas, pero llegará (no sabemos cuándo y por eso debemos estar siempre preparados con las cuentas a punto) el tiempo o "Día" de la justicia, que será el Juicio universal del fin del mundo, preanunciado precisamente por el Apocalipsis y por el mismo Evangelio, previsto por las tres religiones monoteístas: el cristianismo, el judaísmo y el islamismo, y que para la Iglesia es dogma de fe.
   
De la venganza al perdón
   
----------En su artículo, Bruni aborda un tema importantísimo, que se refiere a la evolución y al desarrollo en la historia del plan divino de la salvación: ¿por qué Dios ha querido el sucederse de dos alianzas, de dos pactos, de dos testamentos, de dos leyes, o sea, el pasaje de Moisés a Cristo? ¿No podría habernos dado de inmediato a Cristo? El Padre se ha comportado como un gran educador, el cual desarrolla por etapas su obra educativa: comienza con la educación del niño, pasa a la educación del joven y finalmente a la educación o formación del adulto. La Antigua Alianza no es sustituída, sino perfeccionada por la Nueva. Por eso el Antiguo Testamento mantiene su función educativa para aquellos que lo necesitan, aunque vivan hoy.
----------En cambio, el Nuevo es adecuado para formar a una vida moral y espiritual superior, para quienes están preparados y dispuestos. Pero los principios básicos del Antiguo permanecen para todos. El Nuevo no quita nada al Antiguo en este campo, sino que añade la perfección final y escatológica, a la cual Dios quiere dirigir a todos. Bruni juega con la sed y con la imperfección con la pretensión a la vez de gustar la plenitud de la misericordia y la abundancia de la gracia, que son reservadas para el Nuevo.
----------El punto de partida para abordar un tema tan exigente está dado a Bruni por el hecho de que el autor del Salmo 109 que él comenta invoca el bien conocido principio bíblico "ojo por ojo, diente por diente" (Ex 21,24), principio al cual Jesús, como es sabido, opone su "no hagan frente al que les hace mal" (Mt 5,39), un precepto que se vincula bien con el del amor al enemigo (5,43) y que se encuadra en un contexto que se abre con la advertencia hecha por Jesús de no haber "venido a abolir la Ley y los Profetas, sino a darle cumplimiento" (5,17) y el mandato de que la justicia de los discípulos sea superior a la de los escribas y fariseos (cf. 5,20). Y el largo discurso moral de Jesús se cierra con el mandato final: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" (5,48). ¡Otra que la "perfección a medias" de Bruni!
----------Nuestro Señor Jesucristo, evidentemente, no pretende rechazar el natural principio fundamental de la justicia de la reparación o de la restitución: quien ha robado una cierta suma, debe restituirla: quien ha quitado la buena fama, debe devolverla, el hereje que ha dañado a la Iglesia, debe reparar. El homicida ciertamente no puede restituir la vida al muerto, pero puede estar sujeto a la pena de muerte, etc.
----------Sin embargo, Jesucristo introduce una perfección moral más alta, la cual no se contenta con pedir a Dios el castigo del opresor por razones de justicia, sino que le pide su arrepentimiento y su conversión. Hay que reconocer que sobre este punto Bruni es fiel al Evangelio. Y reconoce que la nueva ética del Evangelio no excluye la legitimidad de la permanencia de la ética de la punición. En cuanto al final del apóstol Judas, el Magisterio de la Iglesia no se pronuncia acerca de la suerte de quien se ha de temer que no se haya salvado. La Iglesia, en cambio, nos enseña que no todos se salvan, pero no nos dice quiénes y cuántos son los condenados. Ella se limita a canonizar a los santos y es seguro que Judas nunca será canonizado.
----------Bruni habla luego de la "plegaria del desesperado". Si se refiere a quien ha perdido la esperanza en la justicia humana, habiendo experimentado su falibilidad, entonces puedo comprenderlo. Pero este "desesperado" se vuelve a Dios y hace muy bien, en cuanto no puede no esperar que Dios mismo le haga justicia, por lo cual él, siendo perseguido u ofendido, hace bien en pedirle una justa venganza.
----------Salvo que, sin embargo, Bruni, al inicio de su artículo, se muestra influido por el conformismo buenista, cuando, al comentar el Salmo 109, se muestra turbado al leer la invocación a Dios hecha por el Salmista, evidentemente perseguido por impíos, que Dios le vengue de las ofensas sufridas.
----------Bruni lo atribuye al hombre del pasado, como hacen los buenistas de hoy, con sus hipócritas escrúpulos de conciencia, con los que, considerándose expertos en la misericordia de Dios y hombres tiernísimos, quedarían, según Bruni dice, conmocionados y escandalizados, por aquellos "tremendos versículos 6-19, porque están convencidos de que la Biblia no debe albergar tales malas palabras, porque no es posible acercarse a las Palabras de Dios con palabras humanas tan alejadas de la naturaleza de Yahvé".
----------Para Bruni, turbado en su buenismo, las imprecaciones del Salmista perseguido son palabras "malas", palabras puramente humanas, que no reconocen la grandeza de la misericordia de Dios.
   
Sin embargo... un destello de arrepentimiento
   
----------El vicio o defecto de fondo de Bruni, que le ha llevado, como hemos visto en anteriores artículos publicados en el diario italiano Avvenire, a la demolición del cristianismo, sustituido por un paganismo amargo y gozoso, es su concepción equivocada tanto del bien como del mal morales.
----------Para Luigino Bruni, el bien no es el amor de Dios, sino el amor del propio yo y, en consecuencia, hacer el mal no quiere decir evitar el pecado (mal de culpa), sino evitar el sufrimiento (mal de pena). En efecto, a quien está replegado sobre sí mismo y considera bien absoluto no a Dios, sino a su propio yo, ya que el yo está sujeto al sufrimiento, le interesa sumamente evitar el sufrir, incluso a costa del pecar, es decir, de desobedecer a Dios. Así se explica el odio que siente Bruni por el sacrificio. No le importa nada que ese sea un acto de expiación en Cristo por el pecado y un don de sí a Dios y a los hermanos. Lo que Bruni ve en el sacrificio es solo el dolor que le procura y a él le basta esto para rechazar el sacrificio.
----------Lo mismo dígase de la culpa (como vimos en un artículo anterior), de la cual Bruni hace una lectura freudiana, que en definitiva deriva de Lutero: la culpa como paterno castigo de Dios, no es la voz de la conciencia, la cual, en nombre de Dios, reprocha por el pecado cometido. A Bruni no le interesa para nada haber pecado, tanto Dios es misericordioso y comprende; si él ha traicionado el primer pacto, no se arrepiente; lo que odia es la perturbación, es el malestar que le procura su conciencia y por eso lo que únicamente le interesa no es arrepentirse de sus pecados, volver al pacto de la infancia y convertirse, sino que es eliminar esa fastidiosa jeremiada de la conciencia sustituyéndola y distrayéndose (la "distracción", de pascaliana memoria) con los placeres de la vida, con el vuelo de la mariposa o con el trabajo cotidiano.
----------¿La conquista de la vida eterna cuesta renuncias y sacrificios? Pues bien, así como a Bruni le interesa sobre todo evitar el sufrimiento, y así como renuncia y sacrificio implican sufrimiento, mientras que a Bruni no le interesa hacerse méritos para conquistar la vida eterna, también porque según él la vida eterna no existe, es mejor disfrutar la vida presente (el vuelo de la mariposa) evitando renuncias y sacrificios.
----------Sin embargo, esta vez, en el artículo al que estamos haciendo referencia, después de su larga obra de demolición del cristianismo, Bruni parece providencialmente llevado por un saludable deseo de reconstrucción o de reparación y se ve inclinado a elegir un valor cristiano hoy ampliamente sentido, pero lamentablemente hoy falsificado o frecuentemente malinterpretado: el de la misericordia.
----------Su gesto de comentar el Salmo 109, un salmo que justifica la venganza, es una elección valiente y anticonformista. Aquí Bruni parece por un momento olvidar su buenismo. Pero, ¡ay! Cuando se trata de dar una valoración del comportamiento del Salmista y de Dios hacia él y hacia sus ofensores, Bruni provoca una enorme confusión, pone en juego forzosamente la misericordia divina, que en cambio nada tiene que ver aquí, como si el ofendido perdonara a sus ofensores y estos fueran perdonados por Dios en el acto mismo de su pecado y por lo tanto no como resultado de su arrepentimiento.
----------El hecho es que Bruni entiende que el versículo 28 del Salmo 109 es el conclusivo, pero desvirtúa completamente el sentido a su favor con esa deshonesta desenvoltura, que ya le conocemos bien por haberla visto en los artículos anteriores. La traducción exacta es: "no importa que ellos maldigan, con tal que tú me bendigas. Queden confundidos mis adversarios, mientras tu servidor se llena de alegría: que mis acusadores se cubran de oprobio, y la vergüenza los envuelva como un manto" (vv. 28-29).
----------En cambio Bruni da de estos versículos una traducción equivocada y además incompleta, lo que no nos hace comprender el verdadero sentido de lo que dice el Salmista. La traducción es la siguiente: "¡aunque ellos maldicen, pero tú bendices!", dando a entender que Dios bendice a los ofensores, y en cambio Dios bendice al Salmista, como está clarísimo por las palabras que siguen y que Bruni con verdadera deshonestidad (y una tontería, además, porque basta que el lector verifique el texto bíblico para darse cuenta de la estafa) se cuida de guardar silencio, porque contrasta con su idea luterana de que Dios perdona no después del pecado, sino en el mismo momento en el cual viene cometido.
----------Es la infame "justificación forense" de Lutero: el pecado es un verdadero pecado, y sigue siendo pecado, incluso después del perdón, porque Dios no lo tiene en cuenta, no lo computa como pecado, sino porque "mira hacia otro lado y se vuelve a la justicia de Cristo". Pero ¿qué importa si Dios mira a la justicia de Cristo, si luego el pecador permanece siendo injusto? ¿Dónde está esta justificación? ¿Es solo una palabra? ¡Pero entonces es una mentira! Por lo tanto esta "justificación forense" es solo un eufemismo.
----------Se debería decir claro y sin vueltas: ficción o mentira. Porque según Lutero, Dios declara justo a alguien que permanece realmente injusto. En efecto, en el derecho existe la llamada fictio iuris, que consiste en hacer pasar por jurídicamente sucedido un hecho que no ha ocurrido. Por ejemplo, un empleado puede tener derecho a su sueldo aun en el caso que haya estado ausente de la oficina por un determinado período de tiempo, siempre que no lo hubiera excedido; en cuyo caso todavía recibe igualmente su salario completo como si hubiera estado presente en la oficina. Se finge que el empleado ha estado presente en la oficina. No es una mentira: es una simple convención jurídica vinculada al contrato de trabajo.
----------Por el contrario, el considerar inocente a quien verdaderamente ha pecado, como si no hubiera pecado, no puede ser absolutamente catalogado como una fictio iuris, porque en este caso no se trata de ninguna convención jurídica, sino de un hecho real, un hecho puro y simple: ese fulano de tal ha pecado. Por lo tanto, declararlo inocente no es una simple fictio iuris, sino que es una absoluta mentira.
----------En otras palabras, la fictio iuris es una declaración que es legítima, si corresponde a una establecida convención jurídica. Pero la justificación forense luterana es una declaración que toma por convencional lo que es natural. En cambio, ella en realidad no es una declaración relativa a una convención, sino que es una declaración que no corresponde a la realidad, por lo tanto es una mentira. Esto depende del hecho de que Lutero, a la manera del voluntarismo de Ockham, no considera el querer divino en campo moral como un querer relativo a los fines de la naturaleza humana, sino como un querer puramente positivo y convencional. De aquí la posibilidad de que Dios juzgue la conducta humana no sobre la base de un justo o injusto naturales, sino de un justo o injusto dependiente de la simple voluntad divina en la forma de una fictio iuris.
----------En conclusión, el esfuerzo reconstructivo de los valores del cristianismo por parte de Bruni en el artículo anterior (ya examinado) ha sido loable al haber desarrollado el tema de la gracia y de  la gratitud a Dios, y, en el presente artículo, al haber retomado el tema de la misericordia y de la sed de justicia. Pero todavía quedan graves lagunas. La última vez Bruni ha olvidado hablar del mérito (en su artículo del 30 de agosto de 2020) e incluso ha llegado a decir que Dios salva también a quien no lo merece, herejía típicamente luterana. Por el contrario, hay que decir que Dios salva dando la gracia de poder merecer.
----------Así que esta vez ha sido apreciable la recuperación de la visión de Dios como vengador de aquellos que padecen injusticia o son perseguidos y no encuentran en esta vida quien les haga justicia. Pero Bruni recae en la herejía luterana cuando pretende que, en nombre de una "misericordia" que es una burla de la verdadera misericordia divina, Dios pueda perdonar no después del acto del pecado al pecador arrepentido, sino el acto mismo del pecado mientras el pecado viene cumplido. Esto se resuelve en la blasfemia de concebir un Dios que aprueba el acto del pecar, haciéndolo objeto de misericordia más que de indignación.
----------Por lo tanto Bruni, en el artículo examinado, da alguna señal de vida, señal quizás de que algo se ha movido en el Avvenire o de que algún obispo o eminente teólogo se haya hecho oír o haya sido Bruni mismo, quien ha empezado a reflexionar sobre el abismo que se estaba abrendo delante de él.
   
Conceptos que deben ser recuperados
   
----------Ahora bien, sin embargo, los conceptos a recuperar con mayor urgencia son muchos. Hago una lista de ellos sin pretender que mi elenco sea completo:
----------1. El concepto de Dios, debe entenderse como Dios Altísimo y trascendente, no manejable por nuestra voluntad con métodos mágicos o cabalísticos (artículos de Bruni del 3 de mayo, 21 de junio y 2 de agosto de 2020), sino un Dios infinitamente sabio, inmutable, impasible, providente, omnipotente, justo y misericordioso, a quien debemos someternos totalmente y confiadamente, un Dios al que amar "con todo el corazón, con toda la mente, con todas las fuerzas", por encima de uno mismo y de toda criatura, sin pretender cambiarlo según nuestros gustos, seguros de que Él sabe mucho mejor que nosotros cuál es nuestro verdadero bien, aun cuando nos castigue o nos mande la desventura o desgracia.
----------2. El concepto de la virtud de la fe teologal, que debe rencontrar su dimensión intelectual o cognoscitiva, liberada de la grave deformación que la concibe como emoción irracional atemática y pragmática, hecha, como dice Bruni, "con las manos y los pies" (su artículo del 2 de agosto de 2020).
----------3. El concepto de que la Sagrada Escritura no es simple obra literaria, como la Ilíada o la Odisea, sujeta a interpretaciones personales o que pueda ser tomada como punto de partida o materia prima para nuestras intervenciones creativas. Al contrario, la Biblia es Palabra de Dios, Verdad absoluta y eterna, que debe ser comprendida con inteligencia, recibida con humildad y puesta en práctica con fidelidad.
----------De modo especial debemos manifestar con exactitud, inteligencia y fidelidad lo que dice la Escritura, aceptando la interpretación de la Iglesia y no haciendo decir a la Escritura aquello que nos gusta a nosotros, y evitando también cambiar el texto sagrado utilizando traducciones infieles.
----------4. Otro concepto que hay que recuperar con urgencia es el de la vida eterna. Dejemos en paz a las mariposas y, queriendo permanecer en el terreno de los pájaros, miremos más bien a las águilas, miremos a nuestra dignidad humana, de criaturas hechas a imagen de Dios para participar en Cristo y en la Iglesia de la gracia de la vida divina de las tres Personas de la Santísima Trinidad.
----------Tratemos de ver y actuar en la vida presente un inicio y una pregustación de la vida eterna, sin dejarnos obstaculizar por las seducciones de este mundo. Guardémonos de considerar la vida eterna como una "utopía" (artículo de Bruni del 21 de junio de 2020). En cambio, la vida presente debe estar animada por el don de la sabiduría (artículo del 21 de junio de 2020), que es la perfección de la caridad. En modo especial, tengamos cuidado de no negar la existencia de la vida trascendente y ultraterrena (artículo del 8 de agosto de 2020), como si el cristianismo agotara su función en el asegurarnos la felicidad sólo en este mundo.
----------5. Otro concepto o ideal fundamental o fin supremo que debe ser recuperado, pues en torno al cual gira y cobra sentido todo el cristianismo, articulus stantis et cadentis Christianismi, parafraseando una célebre frase de Lutero, es el concepto de la perfección. Se trata, hablando de modo genera, de un concepto ya conocido por la filosofía griega, sobre todo por Platón: la teléiosis.
----------Ahora bien, tengamos en cuenta que perfección viene de perficere, llevar a cumplimiento. También nosotros, al final de nuestra vida, debemos poder repetir, incluso en nuestra pequeña manera, las mismas palabras de Jesús moribundo: consummatum est. Ser perfectos quiere decir haber llevado a término o consumado la propia misión. Quiere decir haber alcanzado el propio fin, que es Dios. La perfección cristiana es un dejarse perfeccionar por Dios y un perfeccionarse con las propias fuerzas. Perfeccionados por la gracia, auto-perfeccionados con la buena voluntad sostenida por la gracia.
----------Perfección quiere decir plenitud, actualidad de lo que era potencial, ser completo, e integridad (Sgo 1,4). Perfecto es aquello a lo que nada le falta. Por supuesto que siempre nos falta algo aquí abajo, siempre tenemos sed. Sin embargo, debemos recordar con confianza la palabra del Señor: "Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5,38), lo cual corresponde al mandato bíblico "¡Sed santos, porque yo soy santo!" (Lv 11,44.45; 19,2; 1 Pe 1,16). Por lo tanto, no una perfección a medias. No una perfección renunciataria (como dice Bruni en su artículo del 1 de marzo de 2020). Aunque sea cierto que aquí abajo luchamos continuamente contra la imperfección, y debemos contentarnos con la transitoria imperfección.
----------Por otra parte es necesario tener en claro o discernir lo que es perfecto, para poder alcanzarlo y ponerlo en práctica (Rm 12,2). El hombre perfecto es el que posee el don del Espíritu Santo (1 Cor 2). Es necesario llegar al estado de hombre perfecto (Ef 4,13). Es necesario ser perfectos en Cristo (Col 1,28). ¡Por lo tanto, no hagamos de la imperfección nuestro ideal! San Pablo nos dice en qué consiste la perfección de aquí abajo: en tender a la perfección (Flp 3,12), en beber cada vez que tenemos sed en la espera de ser definitivamente y plenamente saciados en el cielo (artículo de Bruni del 5 de julio de 2020).
----------Tengamos siempre presente que en el cristianismo el concepto de perfección se llena de significados y contenidos nuevos, divinos y sobrenaturales: ¡hasta imitar incluso la perfección de Dios! Y no se trata tanto de realizar una idea, sino ante todo de imitar un modelo concreto: la persona y la vida de Nuestro Señor Jesucristo. Vivir y morir con Cristo, para resucitar con Él a la vida eterna.
----------Sin embargo, es claro que el modelo que ofrece Jesús debe ser entendido con sabiduría e inteligencia, por lo cual la perspectiva de la concreción no debe ser entendida como renuncia a la función ideativa y abstractiva del pensamiento, precisamente a fin de comprender esa concreción de la persona, de la vida y de la enseñanza de Jesús en su significado universal e inmutable, supra-histórico y eterno.
----------6. La consecución de la perfección evangélica es el fin que se propone la obra divina de la justificación. En tal sentido, Lutero tenía razón al decir que el credo en la justificación es el articulus stantis et cadentis Ecclesiae. Y decir justificación quiere decir el fruto del sacrificio de Cristo.
----------Bruni, lamentablemente desviado por la incomprensión freudiana del concepto de sacrificio, lo considera una forma de auto-lesionismo (véase su artículo del 15 de marzo de 2020), porque él considera mal absoluto no al pecado, sino al sufrimiento, por lo cual no siente para nada afrontar el sufrimiento para vencer el pecado, yendo en esto contra el mismo Lutero, que aquí sigue siendo católico, y por tanto mantiene perfectamente el valor salvífico de la cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Lo que le falta a Lutero es el reconocimiento de que el cristiano une sus sacrificios, incluida la Misa, a la cruz de Cristo.
   
Conclusiones finales
   
----------Si los lectores hubieran sentido en algún momento de sus vidas, sobre todo en este tiempo de prueba y castigo al que nos somete Dios con la presente pandemia, la tentación de inclinarse a los errores y falsificaciones acerca de la misericordia divina que aquí hemos explicado en el artículo de Luigino Bruni, entonces, a la luz de estos espléndidos ideales revelados por Nuestro Señor Jesucristo, y de los ejemplos de los Santos, quisiera exhortarlos en estos términos: recuperemos la buena senda, recuperemos el pacto quizás establecido con el Señor en nuestra niñez, sacudámonos el polvo y el fango del mundo, dejémonos regañar por nuestra conciencia, sin distraernos con las alegrías del mundo. La conciencia es la voz de Dios.
----------Bebamos a grandes tragos, y como aquella cierva sedienta del salmo, el agua de la sabiduría. Bebamos del agua que Nuestro Señor Jesucristo nos da, y entonces nunca jamás volveremos a tener sed. Aquí abajo, ciertamente, deberemos volver a beber una y otra vez. Aquí abajo la sed es bella, porque el agua nos espera. Pero el agua no está hecha para tener sed. La sed está hecha para tener el gozo de saciar la sed. No podemos disfrutar del tener sed, si no es porque esperamos poder beber ahora y en la eternidad.
----------Basta de medias tintas, basta de medias perfecciones. Entreguémonos totalmente a Dios. La alegría de la unión con Jesús crucificado no puede ser trocada por las alegrías del mundo. Estamos hechos para lo Eterno, no para lo efímero. Reconectemos el pacto que hemos traicionado y que todavía estamos a tiempo de rehacer más apretado que antes, llenos de las nuevas experiencias que hemos tenido en el camino de la vida. Se nos ofrece una fuente de agua viva: es Jesús mismo quien nos ofrece esa agua, por la cual ya no tendremos sed.

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