lunes, 28 de febrero de 2022

La guerra justa, la voluntad de Dios, y el Islam

Las reflexiones que hemos hecho en notas anteriores acerca de las condiciones que hacen que una guerra sea justa, llevan inevitablemente a plantearse la cuestión de la relación de tal guerra con la voluntad de Dios. Ahora bien, dado que también el Islam plantea la guerra santa, voluntad de Dios, surge la cuestión de la relación entre Cristianismo e Islamismo sobre este punto concreto. El papa Francisco, a todo esto, ha dicho ayer domingo en el Angelus, entre otras cosas: "Quien hace la guerra confía en la lógica diabólica y perversa de las armas, que es la más alejada de la voluntad de Dios". ¿Cómo comprender e interpretar esto?

En la guerra ¿se puede matar en nombre de Dios?
   
----------El papa Francisco, después del Angelus de ayer domingo 27 de febrero, señaló que: "quien hace la guerra olvida a la humanidad. No parte de la gente, no mira la vida concreta de las personas, sino que antepone a todo los intereses de parte y de poder. Confía en la lógica diabólica y perversa de las armas, que es la más alejada de la voluntad de Dios. Y se distancia de la gente común, que desea la paz, y que en todo conflicto es -la gente común- la verdadera víctima que paga sobre su propia piel las locuras de la guerra".
----------¿A qué se refiere el Santo Padre? ¿Cómo comprender rectamente sus palabras? Considero que con lo que llevamos visto en las notas de días recientes acerca de la guerra y de las condiciones que la vuelven justa y lícita, el lector podría comprender por sí mismo estas palabras expresadas ayer por el Romano Pontífice. Sin embargo, para el caso de que a pesar de todo lo dicho antes, subsistieran dudas, indicaré aquí algunas sugerencias a modo de guía interpretativa, y luego pasaré a un tema sumamente interesante y abarcativo, que incluye la comparación entre la Biblia y el Corán en este punto concreto.
----------Pues bien, de cómo el Papa describe la guerra en su breve referencia después del Ángelus de ayer domingo, es evidente que se está refiriendo a la guerra injusta. Por lo demás, el Santo Padre ya había sugerido días atrás la injusticia de esta guerra en Ucrania, en la que ninguno de los dos lados tiene razón, ni la OTAN ni Rusia. De hecho, es muy cierto lo que dice el Papa: está claro que es injusta una guerra que "se olvida de la humanidad. No parte de la gente, no mira la vida concreta de las personas", que "antepone a todo los intereses de parte y de poder", y está clarísimo que es injusta e ilícita una guerra que "confía en la lógica diabólica y perversa de las armas, que es la más alejada de la voluntad de Dios".
----------Sin embargo, la historia nos enseña que han existido guerras que han sido iniciadas por el pueblo para la independencia de la Patria. La Biblia nos muestra cómo muchas guerras en Israel han sido queridas y dispuestas por Dios. La intervención de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial contra los nazis liberó a Europa del nazismo. La intervención militar de la OTAN en Bosnia a principios de la década de 1990 fue aprobada por el papa san Juan Pablo II y fue denominada intervención humanitaria.
----------Siendo así las cosas, el católico debe hacer una evaluación de vez en vez, de caso concreto en caso concreto, de ocasión en ocasión. Si la guerra tiene, en un caso determinado, un justo motivo, entonces debe ser apoyada, si en cambio el motivo es injusto, entonces debe ser desaprobada.
----------Esta elección supone un examen muy cuidadoso, que esté basado en criterios de justicia, y que lleve a cabo una comparación entre las partes en conflicto, para decidir de qué lado está la razón. Esto significa que toda guerra, por brutal que sea, no es una simple explosión o desfogue de violencia, sino que es también siempre un enfrentamiento entre formaciones opuestas de personas humanas, las cuales, por fanatizadas o presas del odio que estuvieren, conservan siempre la capacidad de razonar, poseen una conciencia moral y saben que tienen que responder ante Dios. Por eso, incluso en el curso de un conflicto, siempre es útil hacer apelación a la razón, de modo que puedan surgir razonables motivos de reconciliación y de paz.
----------Ahora bien, se escucha decir a menudo que no se puede matar en nombre de Dios, porque, se dice, Dios es el Dios de la vida y no quiere la muerte de nadie. No tiene sentido y de hecho es un delito agredir al prójimo en nombre de la religión. De aquí viene la desaprobación indiscutible, y sin apelación, de las guerras de religión, incluso aquellas guerras de religión conducidas por los católicos contra los protestantes o contra los musulmanes. Este discurso, así motivado con estos presupuestos, puede tener su propia validez, y es importante para estimular el amor del prójimo y el honor de Dios, sobre todo en nuestro tiempo, en el cual, con los terribles armamentos que tenemos, si surge un conflicto grave (como precisamente es el caso del actual conflicto entre la OTAN y Rusia por Ucrania), sabemos cómo comienza, pero no sabemos, ni sabremos por ningún medio, cómo irá a terminar. Este discurso también estimula a los fieles de las diversas religiones al respeto recíproco y a abstenerse de acciones violentas bajo pretexto de defender la propia religión.
----------Sin embargo, queda una perplejidad sobre tres puntos sobre los que me voy a detener con algún detalle en el resto del artículo, pues los considero importantes para comprender mejor la cuestión.
   
Primer punto
   
----------Lo primero que debe decirse, es que hay modo y modo de matar: una cosa es matar a un inocente, por ejemplo en el caso de un aborto; otra cosa bien distinta es matar por legítima defensa, o para salvar la Patria. Por otra parte, es cierto que Dios no quiere la muerte de nadie.
----------Preguntémonos, entonces, cómo debe ser entendido exactamente este principio. Al respecto, recordemos que el asesinato legítimo no es más que un modo de poner en práctica un principio de justicia, o bien de poner en práctica la ley moral o jurídica. Pero ¿quién es el instituidor primero y supremo de toda ley y de todo derecho, sino Dios? Matar en nombre de la ley, de la justicia, del bien común, de la libertad, ¿qué es entonces, al fin de cuentas, sino matar legítimamente en nombre de Dios? No debemos precipitarnos, no debemos ser demasiado rápidos en el afirmar que no se puede matar en nombre de Dios, sin hacer las debidas precisiones; de lo contrario se acaba refrendando precisamente esa injusticia y esa violencia que se quisiera impedir, ya que es precisamente el justo asesinato o el justo uso de la fuerza, los que castigan e impiden en ciertos casos extremos la injusticia, la violencia o los verdaderos y propios exterminios en masa.
----------Por consiguiente, debemos tener muy en claro que la paz no se construye y no se defiende sólo pacíficamente, sino también coercitivamente. Parcere subiectis et debellare superbos, como decía el gran poeta Virgilio. Ya los antiguos Romanos tenían el sabio lema: Si vis pacem, para bellum. Es necesario vencer o mantener a raya a los enemigos de la paz. La guerra no se remedia sólo invitando a los beligerantes a la paz, sino también indicando concretamente a qué debe renunciar el agresor para que no se le haga una justa guerra. Esta es la obra evangélica de los hacedores de paz. Opus iustitiae pax.
----------A un malviviente que en una concreta circunstancia se presenta amenazador, con el arma apuntándonos, sería bello poder persuadirlo para que desista, quizás en nombre de Dios, de su mala acción. Pero la experiencia enseña que lamentablemente es difícil que el malviviente tenga temor de Dios, por lo cual tan noble exhortación, a menos que estemos dotados por Dios de un rarísimo don de persuasión y el malviviente sea tocado por la gracia, no produce ningún efecto. El caso es, sin embargo, que ordinariamente no se puede contar con estas intervenciones sobrenaturales y Dios mismo nos manda recurrir a la prudencia humana. De aquí la necesidad de pasar a la vía difícil. El renunciar a la legítima defensa o a combatir, cuando sería obligante y posible hacerlo -pensemos por ejemplo en el militar en la guerra- es una grave indisciplina o cobardía hacia si mismo y hacia el bien común, que puede ser pasible de sanciones penales, como en el caso del soldado desertor. No está dicho que salvar el pellejo sea siempre y en todo caso una legítima defensa.
----------Es diferente el sacrificio de la propia vida, en el ámbito civil, véase por ejemplo el caso del joven italiano, siervo de Dios, Salvo D’Acquisto [1920-1943]; o en el ámbito religioso, véase por ejemplo el caso de san Maximiliano María Kolbe [1894-1941]. El sacrificio de la propia vida puede ser un nobilísimo gesto de heroico amor. Y aquí tenemos como modelo supremo a Cristo mismo y a los mártires, que se dejan matar -por ejemplo un san Ignacio de Antioquía- para testimoniar la propia fe o para salvar a una multitud. ¿Acaso incluso en estos casos no se actúa, o más bien, no se padece en nombre de Dios? ¿Entonces, quiere Dios la muerte del mártir? ¿El Padre ha querido como tal y expresamente la muerte del Hijo? Sería impío afirmarlo. El Padre ha querido el sacrificio del Hijo, que sin embargo ha conllevado a la muerte.
----------Si pago una suma para adquirir un bien, no la pago por el gusto de gastar el dinero, sino para comprar ese bien. No se me acusará de malgastar el dinero, sino que, si he hecho un buen negocio, seré digno de elogio. ¿Qué "negocio" más ventajoso para nosotros, Dios Padre, para su gloria y la del Hijo, podía encontrar que dar a su Hijo para nuestra salvación? Por eso san Pablo dice que hemos sido "comprados a alto precio" (1 Cor 6,20). Aquellos que neciamente, como Edward Schillebeeckx, se concentran en el hecho material de la muerte de Cristo, para negar el valor del sacrificio redentor de Cristo querido por el Padre, y para fijarse sólo en el asesinato cometido por los verdugos de Cristo, no saben lo que están diciendo.
   
Segundo punto
   
----------El actuar en nombre de alguien, si es un actuar sincero, es un actuar por el cual el agente cumple una acción, cuya calificación moral involucra y responsabiliza a aquel en cuyo nombre actúa el agente. De aquel, en cuyo nombre actúa, el agente, al fin de cuentas, recibe el aval o el mandato para hacer lo que hace en su nombre. La acción del agente, por lo tanto, no es más que la ejecución de la voluntad o del mandato de aquel en cuyo nombre actúa el agente. Aquello que hace el agente, el mandatario, lo hace por autoridad del mandante, garantizado por tal autoridad del mandante, y para honrar al mismo mandante, quien recibe gloria de la acción del agente, suponiendo obviamente que se trate de una buena acción.
----------Que el sacerdote actúa en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, en el caso en que esto sucede válida y legítimamente, significa que aquello que hace, lo hace o por causa o con el poder de Cristo o por autoridad de Cristo o por mandato o en representación de Cristo. En último análisis, aquello que hace el sacerdote como ministro de Cristo, viene de Cristo. Cristo es la justificación última de lo que hace el sacerdote.
----------Más allá de una lectura puramente material del V Mandamiento, hoy de moda (pero sólo cuando conviene), es necesario tener presente que matar de por sí no es todavía pecado ni delito. Es necesario ver por qué o en nombre de qué o de qué valor o de qué idea se mata. El juez que en nombre de la ley irroga la pena de muerte al malviviente, no es un asesino, sino que actúa según justicia, es defensor de la ley y defensor del bien común amenazado por el malviviente. El joyero que, amenazado de muerte por un malviviente, para defenderse lo previene y lo mata, no es un homicida, sino que ha defendido el valor inviolable de su vida como inocente. El injusto agresor pierde el derecho a vivir con su propio acto de agresión, mientras que el agredido injustamente tiene el derecho y el deber de defenderse, hasta el punto de matar, si es necesario, al agresor.
----------El acto justo de dar muerte es, por lo tanto, calificado de justo, en cuanto está justificado por un valor o por una ley que dan suficiente motivo jurídico o moral al acto del matar. En nombre de la defensa de la vida inocente, puede ser lícito suprimir una vida. Un nivel inferior de vida puede y debe ser sacrificado al nivel superior, cuando éste es puesto en peligro por el primero. Un culto idolátrico de la vida haría imposible la propia alimentación. Pero preguntémonos: ¿qué o quién, en última instancia, justifica o funda la defensa cruenta de la vida, sino el creador y legislador de la vida, es decir, Dios? He aquí, por consiguiente, cuán evidente, en los casos mencionados, aparece el dar muerte a un malhechor en nombre de Dios.
----------Es obvio que Dios es el Dios de la vida y no quiere la muerte de los vivientes, ni siquiera quiere la muerte de una hormiga, porque todo viviente es creado, amado, custodiado y preservado por Dios, creador y dador de vida. Pero precisamente porque Dios es tal, protege y defiende la vida del injusto agresor, hasta el punto de permitir legítimamente o incluso ordenar su muerte.
----------Hagámonos otra pregunta: ¿puede ser justo matar al impío, es decir, al que deshonra el nombre de Dios? ¿Castiga Dios al impío con la muerte? Indudablemente Dios es inmortal y no tiene necesidad ni defenderse ni de ser defendido. Sin embargo, también quien mata por legítima defensa, incluso el juez que condena a muerte, incluso quien combate en una guerra justa o por la justicia o por la libertad, al fin de cuentas combate por Dios o en nombre de Dios, que es el instituidor y defensor de todos estos valores. Como dice la Escritura: "Salva al débil y al indigente, líbralo de la mano de los impíos" (Sal 82,4).
   
Tercer punto
   
----------Acerca de la cuestión del modo de castigar la impiedad, es interesante la comparación entre la Biblia y el Corán. En ambos está presente la coerción o el uso de la fuerza o la muerte legítima del enemigo o del asesino o del agresor, y también del impío. En ambos textos sagrados, tales actos, siempre en las debidas condiciones y circunstancias, son innegablemente queridos por Dios o cumplidos en su nombre.
----------Tanto la Biblia como el Corán admiten un Dios uno, único, espiritual, personal, creador del cielo y de la tierra, por lo tanto creador de los ángeles y del hombre, eterno, infinito, altísimo, sabio, providente, omnipotente, misterioso, salvador, justo y misericordioso, que premia con el paraíso del cielo a los buenos, a los creyentes y a los obedientes, y castiga con el infierno a los malvados, a los incrédulos y a los desobedientes.
-- t--------Este Dios se revela a los profetas, como se ha revelado a Adán, a Abraham, a Moisés y a Jesús. Pero aquí termina el contacto entre Biblia y Corán, porque, como sabemos, según el Islam, la revelación que Dios ha hecho de su voluntad salvífica sobre el hombre no culmina en Jesús (Issa), sino que va más allá, corrige a Jesús y culmina en Mahoma, quien, sin negar cualidades y virtudes en Jesús, quien es considerado por Mahoma mismo como santo, hasta el punto de reprochar a los judíos el haberlo matado, sin embargo pretende corregir a Jesús porque no sólo se habría hecho Dios -y aquí Mahoma coincide con el judaísmo-, sino que vuelve a caer en el politeísmo pagano, afirmando que en Dios hay tres personas, por tanto, a los ojos de Mahoma, afirmando tres dioses, impiedad gravísima, digna de la pena capital.
----------Por lo tanto, según lo que establecen las enseñanzas y prescripciones del Corán, la salvación no ocurre por medio del sacrificio de Cristo, sino por el someterse a Dios de todo corazón y con fe absoluta (Islam), en la plegaria, en las prácticas rituales y en la escucha del guía espiritual (Imàm), en el obedecer a la ley coránica (Sharia), en el estudio del Corán, en la práctica de la virtud y en el reparar los errores cometidos. Por ello, el sacrificio cultual del cordero no es un acto sacerdotal, sino de simple obsequio a Dios, que puede ser cumplido por cualquier fiel, como miembro de la comunidad religiosa (Umma).
----------Es diferente el método de la difusión o promulgación de las órdenes divinas referentes a la salvación en la Biblia y en el Corán. En uno y otro caso, se intima a todo hombre a aceptar las órdenes y a obedecer, bajo pena de condenación eterna. "Quien creyere será salvo; quien no creyere será condenado" (Mc 16,15-16). Estas palabras de Cristo, mutatis mutandis, pueden encontrar una correspondencia en las palabras de Mahoma. Sin embargo, también existe esta profunda diferencia: que mientras Cristo se refiere a la condenación en el más allá, el Corán también habla de una coerción terrena inmediata.
----------Diferente es también el contenido del mensaje salvífico en uno y otro caso. La diferencia máxima se advierte entre el Corán y el Evangelio: mientras el Corán se limita a transmitir órdenes perentorias con promesa del premio y amenaza del castigo, ésto no está ausente en el Evangelio; sin embargo, el Evangelio tiene como principal anuncio, del todo ausente en el Corán, la venida de Cristo, Hijo de Dios encarnado, que nos ha redimido con el sacrificio de la Cruz, dándonos la remisión de los pecados, el anuncio en definitiva de que Dios quiere darnos la gracia, para hacernos sus hijos y darnos su propia vida divina por medio de Cristo.
----------La relación del fiel con Dios en el Corán se resume, por lo tanto, en la del "devoto" (muslìm, de lo cual viene "musulmán"). Está del todo ausente la perspectiva del fiel como "hijo de Dios", que en cambio, como se sabe, es fundamental en el Evangelio. En efecto, para el Corán, que no admite a Jesús como Hijo de Dios, la idea de una filiación divina supone una inadmisible confianza con Dios, de quien el Corán, sin excluir la clemencia, sin embargo, acentúa la trascendencia y el temor.
----------Se nota, por otra parte, que en el Corán la conciencia subjetiva tiene escasa parte, tiene un pequeñísimo papel. Lo que el hombre piensa o quiere, por lo tanto, no tiene en absoluto ningún interés; por lo cual el Corán deja poco espacio a la reflexión personal o al discernimiento de signos de credibilidad que puedan conducir a una fe convencida y razonada. El fiel está más movido por el temor al castigo que por el amor de un Dios que es Amor, como en el Evangelio. El fiel debe obedecer y eso basta, tanto más porque Dios, cualesquiera que sean las decisiones humanas, hace aquello que quiere sin tener en cuenta las elecciones humanas. De ahí el característico fatalismo islámico, que pone en crisis el libre albedrío humano, tendiendo, sin embargo, a hacer derivar de Dios tanto el bien como el mal.
----------Aparece el elemento coercitivo de la religión islámica también desde este ángulo: el fiel cree y obedece no tanto por amor o libre reflexión personal en conciencia, sino por temor a las amenazas de penas eternas y temporales. Por consiguiente, debe hacerse una distinción entre las modalidades de los mandatos divinos anunciados en el Antiguo Testamento y los anunciados por Cristo.
----------Además, en la historia de la Iglesia, en este sentido, es necesario distinguir tres períodos: primero, la era inicial de la Iglesia perseguida por el Imperio Romano; segundo, la era constantiniana, inaugurada por Constantino en el 315, de la religión cristiana devenida religio licita e incluso religión oficial del Imperio. Y por último, tenemos el tercer período, actualmente en curso, cuyos pródromos comienzan, después de la crisis protestante y el hundimiento del Sacro Romano Imperio, con el principio cuius regio, eius religio, es decir, la libertad religiosa sancionada en la Paz de Westfalia de 1648. Tal impostación de la relación Estado-Iglesia llega a madurez en el campo civil con la Revolución Francesa, la cual pone fin a la teocracia medieval (ancien régime), funda el Estado laico democrático y confirma el derecho a la libertad religiosa, sin por ello admitir esa desventura del Estado ateo, que habría de ser la tragedia del siglo XX, de la cual aún no nos hemos librado del todo: véase por ejemplo lo que actualmente sucede con el régimen comunista chino.
----------Este nuevo tipo de relación entre Estado e Iglesia (libre Estado en libre Iglesia) como decía Camillo Benso conde de Cavour [1810-1861], liberada de las nervaduras liberales de las cuales estaba infectada, ha sido oficialmente reconocida en el campo eclesial, después de haber sido puesta en práctica desde siglos pasados, por el Concilio Vaticano II. En cambio, el estilo coránico del anuncio de los mandatos divinos se asemeja más bien al régimen mosaico (con modelo veterotestamentario) del régimen eclesial medieval del "brazo secular", cuando el Papa gobernaba una cristiandad europea occidental enteramente católica, para poder así utilizar en cierta medida del poder civil y de la fuerza pública para hacer respetar las normas de la ética cristiana y los contenidos de la doctrina católica, homologados por la ley del Estado.
----------Cabe señalar que el reconocimiento constantiniano del catolicismo como religión de Estado, si por un lado ayudaba y protegía a la Iglesia a afirmarse en el plano civil y a expandirse geográficamente en conformidad con su misión y sus finalidades espirituales, por otro lado no permitió a la Iglesia poner en práctica debidamente el mandato del Señor de difundir y sostener el Evangelio con el simple testimonio de la caridad, de la solidaridad y de la promoción humana, sin el uso de aparatos coercitivos proporcionados por el Estado, lo que más tarde habría de ser llamado "brazo secular". En esto la Iglesia no asumió plenamente el nuevo estilo de apostolado querido por Cristo, sino que permanecía aún influida por la tradición mosaica, la cual quería que el anuncio de las órdenes divinas fuera hecho por el profeta y por el sacerdote, pero apoyada por el poder coercitivo y judiciario del Rey. El mismo Moisés, como se sabe, no sólo fue profeta y liturgo, sino también líder político y militar del pueblo de Israel; y Mahoma, debido a su estilo profético, no tomó como modelo a Cristo, sino a Moisés.
----------De esta manera el Papado a lo largo de los siglos fue gradualmente adquiriendo, como es bien sabido, un verdadero y propio poder temporal con la posesión de mucho territorio, que constituyó los así llamados "Estados de la Iglesia", dotados de fuerzas militares como cualquier otro Estado europeo. Piénsese, por ejemplo, que en el ámbito de la disciplina eclesiástica, la pena de muerte para los herejes fue abolida tácitamente solo con la abolición del código penal del Estado Pontificio tras la caída del poder temporal en 1871.
----------El nacimiento del Estado italiano, inspirado en los principios de laicidad y por lo tanto abierto al derecho de la ley de la libertad religiosa y el fin del poder temporal, marcaron el inicio de una nueva era de la relación entre Iglesia y Estado con respecto a la evangelización y a la cuestión del uso eclesiástico del poder coercitivo. La Iglesia, aunque manteniendo su propio sistema judicial y poder coercitivo hacia los propios fieles católicos, se situaba ahora frente a la sociedad civil, una sociedad ya no católica sino religiosamente dividida o pluralista, no ya como una religión de Estado o bien al fin de cuentas como uno de los poderes del Estado, en cuanto bajo el presidencia del Papa, sino como una comunidad de derecho público concurrente al bien común de la sociedad y del Estado en el interior del Estado y obediente a las leyes civiles, aunque con su propia autonomía como Iglesia, y al mismo tiempo protegida por la ley civil.
----------En cuanto al proyecto coránico de difusión del islam, toma inspiración, por un lado, en la empresa del pueblo judío ideada por Moisés -siempre, se entiende, en nombre de Dios- y, por otro lado, en el programa evangélico de conquista del mundo para Cristo. En efecto, mientras por una parte el ejercicio de la fe islámica está asociado a la posesión de un territorio, y en esto el proyecto coránico se asemeja al mosaico de la conquista de Palestina como tierra prometida, con la expulsión forzada de los pueblos allí precedentemente habitantes, por otra parte, a diferencia de Israel, los musulmanes, siguiendo la inspiración de la perspectiva cristiana de conquistar el mundo, están convencidos de que Dios los envía a la conquista del mundo no solo en el sentido de la expansión mundial del Islam, sino también en la convicción de que Dios les haya asignado la posesión física de toda la tierra, lo que no puede suceder sin el uso de las armas. De ahí el concepto de "guerra santa" (jihàd), como apoyo militar a la predicación del Corán por parte de los predicadores islámicos.
----------La autoridad religiosa islámica no pretende disponer solo de ese poder coercitivo que en principio está permitido para censurar a los fieles desviados, como también se da en el derecho canónico cristiano, sino que también usa amenazas y coerciones frente a los infieles o contra aquellos a quienes se dirige el mensaje coránico. Las palabras de Cristo "quien no creyere, será condenado", después de haber cambiado la referencia al Evangelio, son pues adaptadas a la predicación coránica y entendidas en el sentido de que quien no acepta la fe islámica es castigado hasta con la pena de muerte o constreñido con la fuerza a aceptarla.
----------El uso de la fuerza en nombre de Dios en el Islam hasta el punto de llegar al homicidio en la jihad, va más allá de cualquier límite razonable de respeto no sólo por la conciencia de los otros, sino por su propia incolumidad física. Se trata de un celo misionero cuyos contenidos doctrinales pueden ser parcialmente aceptables, como por ejemplo los atributos divinos o ciertos deberes de la moral o del culto divino; pero lo que es absolutamente inaceptable y, en su límite, inhumano y bárbaro, es este método de presión violenta y agresiva, que supera a cualquier método de persuasión serena y argumentada, con la aducción de pruebas y signos de credibilidad, que caracteriza en modo tan evidente al apostolado cristiano.
----------No es que la cultura religiosa, filosófica, teológica y mística islámica, entendámonos, no sea rica en grandes valores y grandes pensadores, maestros, moralistas, poetas y místicos, solo que esta inmensa literatura formada a lo largo de los siglos, de ninguna manera desprovista de su propio encanto, de su persuasión y de su credibilidad, es en cambio entonces de hecho impuesta mediante la fuerza por la autoridad religioso-política islámica en su inexorable movimiento de expansión y de conquista de los pueblos aún no sometidos al Corán. Y esto porque el motor de la expansión islámica no es sólo el interés religioso, sino inescindiblemente coligado a éste, es una sed de poder y de dominio político e incluso económico.
----------En conclusión, podemos decir que hacer apelación a Dios para justificar el uso de la fuerza o la supresión de una vida humana puede ser una acción lícita o loable si ella es justa en sí misma, ya que Dios es el fundamento de la justicia y el supremo Legislador, por lo cual todo lo que es justo puede encontrar en Él su última justificación. Sin embargo, tal apelación debe ser sincera y bien fundada y no debe ser un pretexto para cohonestar un acto de violencia o una injusticia.
----------Por lo tanto, es necesario para nuestra vida de recta fe, el admirar tantos actos de Santos que en los siglos pasados han recurrido al uso de la fuerza o lo han aprobado en nombre de Dios y por amor de Dios. No podemos pensar que estos Santos hayan sido todos fanáticos o crueles o hipócritas. Ellos estaban en buena fe, incluso si los tiempos aún no estaban maduros, e incluso si indudablemente ellos han hecho actos que nosotros hoy no volveríamos a hacer. Pero esto no quita que sigan siendo nuestros modelos, una vez que adaptamos su testimonio -como debemos hacer- a las exigencias de la Iglesia de hoy. Muchas dudas, en cambio, nos dejan ciertos hábitos islámicos inveterados y obstinados (por no hablar de los terroristas, que nada tienen de religioso, sino que son puros delincuentes), que nos hacen sospechar que el Dios en cuyo nombre afirman actuar en realidad sea sólo el pretexto de su soberbia, de su arrogancia y de su intolerancia.

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