miércoles, 9 de febrero de 2022

Reflexiones pandémicas: nuestra imagen de Dios (2)

Supuesto lo que hemos considerado ayer, en la primera parte de este artículo, una vez planteada la pregunta acerca de Dios, surge el problema acerca de cómo podemos hablar de Dios. Es precisamente la cuestión del método en teología. Recurriremos a Santo Tomás de Aquino para hacer luz sobre este problema.

¿Cómo pasamos de lo imaginable a lo pensable?
   
----------Ahora bien, ¿cómo es que nosotros descubrimos el mundo del espíritu y podemos hablar de él? Pues bien, de la siguiente manera: aplicando el principio de causalidad, pasando del efecto a la causa proporcionada y suficiente, y yendo por analogía con las cosas sensibles que conocemos, porque siempre se trata de realidad, sólo que aquí, partiendo de las cosas visibles, descubrimos las invisibles, de las terrenas subimos a las celestiales, de las sensibles, móviles y mutables pasamos a las imaginables, y de estas subimos a las puramente inteligibles, morales y espirituales; del plano de la historia, sin abandonar la historia, pasamos al plano de lo inmutable, de lo que pasa a lo que no pasa: el puro ser, lo infinito, lo absoluto, lo eterno, lo inmortal, lo perenne, la verdad, la bondad, la vida, la belleza, la virtud, la santidad, Dios.
----------Todo esto implica que en el mundo de la experiencia descubrimos fenómenos físicos, que no se pueden explicar suficientemente con una causa física, por ejemplo: descubrimos el lenguaje, descubrimos los signos sensibles de las pasiones y de las emociones, percibimos una mirada o un gesto de amor o de afecto. Es a partir de estos fenómenos que nos damos cuenta de tener una conciencia y un alma espiritual y que los otros hombres como nosotros están animados también por un alma espiritual.
----------La imaginación, que ya es una actividad inmaterial, está sin embargo ligada a las funciones de los órganos del sentido y del cerebro. Sin embargo, también ella en nosotros no se explica suficientemente sino como instrumento del concepto y manifestación del pensamiento y del espíritu. En este punto hemos puesto las premisas para descubrir y concebir la existencia y la esencia de Dios, que es el purísimo Espíritu.
----------En definitiva, la Biblia condena el uso pagano y politeísta de construir estatuas representativas de los dioses, al igual que la representación plástica o escultórica (hebreo: temunà) de la persona humana. De hecho, este uso sólo es concebible en el politeísmo, para el cual cada divinidad debía representar una potencia del espíritu o de la naturaleza, que venía a ser divinizada o personalizada y se convertía en objeto de culto. En cambio, la concepción hebrea monoteísta requería una concepción de la divinidad, según la cual un único principio, para ser verdaderamente divino, debe explicar todo por sí solo.
----------Por consiguiente, no puede ser verdadero Dios el que tiene necesidad de la compañía y de la ayuda de otros dioses para gobernar el mundo. El verdadero Dios (y así precisamente lo entendió Israel) no puede sino ser una causa universal, un ente absolutamente perfecto y omnipotente, que provee para todo y está al gobierno de todo, y del cual nada puede escapar ni puede ser confiado a otros.
----------Al Absoluto no le puede faltar algo que es poseído por otros; si no, ya no es absoluto. Un Dios no puede ser diferente en nada de otro Dios, si no tiene y no es todo lo que es necesario para que un Dios sea Dios. De ahí el monoteísmo bíblico, señal de un concepto absolutamente riguroso, lógico y perfecto de la divinidad.
   
La cuestión del Nombre de Dios
   
----------Bruni, en su artículo bajo exámen, aborda luego la cuestión del "nombre" de Dios. Para el hombre de la Biblia el nombre (hebreo: sem) de una cosa no es una simple designación verbal convencional como lo es para nosotros hoy: un cómodo signo del lenguaje para indicar una cosa. No. Para la Biblia, el nombre de una cosa es algo mucho más profundo. Designa la esencia de la cosa, pero no en modo convencional, sino natural: el nombre de la cosa es la esencia de la cosa. Por eso, el imponer su nombre a una cosa quiere decir dominarla. Así Adán en el Edén impone a las creaturas su nombre. En base a estas premisas se comprende entonces cuán delicado fuera para el piadoso israelita nombrar a Dios, pronunciar su nombre.
----------El nombre de Dios para la Biblia es la esencia temible, incomprensible e inefable de Dios. Al límite, el Nombre es Dios mismo. Pero es también la energía de Dios; hablar en su nombre, actuar en su nombre, quiere decir actuar y hablar con su poder. Santificar el Nombre de Dios no quiere decir santificar un vocablo del diccionario, sino pedirle a Dios que manifieste su santidad y obrar para este fin. La gloria del Nombre de Dios es el esplendor de su esencia. Nombrar el Nombre de Dios no quiere decir pronunciar una palabra, por más adorable que sea, sino que significa hablar de Dios con sabiduría.
----------Una persona, al designarse por su nombre, dice quién es. La lengua hebrea no tiene el vocablo "esencia"; en su lugar tiene el "nombre" (sem). Tampoco tiene ningún vocablo que corresponda a nuestra "realidad", de res, tan importante para la metafísica. Sin embargo, existe el término emet, que significa "verdad" en el sentido de verdad ontológica. La verdad es la realidad. Por eso, para la Biblia la verdad del conocimiento es adhesión de la mente y de la palabra a la verdad ontológica, a lo real. Además, el concepto de lo real deriva de la tercera persona del presente presente del verbo ser (haváh): "él es" (Jahvè), que es precisamente el Nombre divino. Lo real es lo que existe. Y existe porque está creado por Dios.
----------Por tanto, Dios para la Biblia es lo Real por excelencia, el Ens realissimum, como lo llamará el propio Kant. Si Dios es el Existente por excelencia (o On, como los Setenta traducen Ex 3,14), quiere decir que es el creador de todo ente, de toda cosa, aunque la Biblia no tiene los vocablos ente y cosa, sino sólo el vocablo baré, de bará, crear, ktisis, que es la criatura, la "cosa-hecha". Esto también nos dice cuánto en la Biblia el ser-creado entra en el concepto mismo del ente. La Biblia ve en el ente existente el ser creado.
----------El concepto abstracto universalísimo del ente, indiferente a lo creado y lo increado, que los metafísicos cristianos encontraron en Aristóteles, no está en la Biblia, pero se puede muy bien recabar de ella y es muy útil para comprender la relación entre el ser creado y el ser increado, es decir, el dogma de la creación.
----------A la inversa, el on e on aristotélico, el ens ut ens, no conlleva absolutamente en sí el atributo del ser creado, incluso si luego la metafísica cristiana distinguirá un ens creatum de un Ens increatum. Los metafísicos cristianos y también los musulmanes, como Avicena, han comprendido que para la Biblia, por tanto, lo real es "lo que existe", y que puede ser Dios como puede ser el mundo, "el cielo y la tierra".
----------De ahí el supremo realismo propio de la Biblia, negación radical del idealismo, perfectamente entendido por los metafísicos cristianos y sobre todo por Santo Tomás, elaborador de su realismo gnoseológico, mucho más realista que el de Aristóteles, que no llega a preguntarse por la causa del ser y de la realidad.
----------Y este realismo está fundado en el hecho de que el Dios bíblico es Aquel que Es, el real por excelencia. La realidad, para la Sagrada Escritura, es por lo tanto lo existente, que sin embargo no es un simple existente sin esencia, a la manera existencialista, sino que tiene una esencia inteligible, tiene un nombre, término lingüístico que pone en juego la mente que lo nombra y lo real nominado.
----------El término dabar es muy cercano: significa palabra y hecho al mismo tiempo. Es palabra-pensamiento, palabra-lenguaje, palabra-que-produce. He aquí el Logos de san Juan. He aquí la palabra en el sacramento, que produce lo que significa. Se asemeja al griego pragma, que significa "cosa" y "hecho" al mismo tiempo.
----------Es así como el papa Benedicto XII en 1336, al definir la visión beatífica, dijo que su objeto es la esencia de Dios. Usando el lenguaje bíblico, habría podido decir: el Nombre o el Rostro o la Gloria de Dios. Naturalmente también la lengua hebrea distingue el nombre como vocablo del nombre como esencia. Y aquí cae a propósito cuanto dice Bruni acerca de la cuestión del nombre de Dios en Ex 3,14. El problema que se plantea es el de esclarecer bajo cual nombre gramatical Dios se designa a Sí mismo ante Moisés.
----------Como aclara la nota de la Biblia de Jerusalén a Ex 3,14, el término usado por Dios al revelar su Nombre a Moisés es una voz del verbo ser: "Yo soy El Que Es", Ehieh escer ehieh. Es cierto lo que refiere Bruni acerca del hecho de que con el cese del culto divino en el año 70 d.C. se perdió el conocimiento de la pronunciación del Nombre hecha por el Sumo Sacerdote una vez al año en el templo.
----------Sin embargo, Bruni, en su artículo de Avvenire, no nos dice que con posterioridad la pronunciación "Jahvé" llegó a ser conocida gracias a la tradición samaritana y también por cuanto nos refieren antiguos escritores cristianos, como Teodoreto, Clemente de Alejandría y Orígenes. Por este motivo la Biblia de Jerusalén usa el término "Jahvé", que significa "Él es" (Jahvé). Por lo tanto, no estoy de acuerdo con Bruni en la grafía de este nombre con el uso de las consonantes YHWH, aunque antes del redescubrimiento de la pronunciación haya sido exacta, porque una serie de consonantes es impronunciable y entonces ni siquiera vale escribirla. Ciertamente artificiosa e infeliz fue la idea de los masoretas medievales de vocalizar a YHWH mediante el término Adonai, de lo cual venía Jehová, que ha perdido por completo la referencia al ser.
----------Sabemos cómo en la tradición cabalística existe la técnica mágica de la construcción del golem, una especie de autómata, simulacro artificial del hombre, que se pretende vivificar y comandar al imprimirle en la frente el sagrado Nombre Jahvé. Existe así en la espuria tradición judía la perspectiva mágica de que el hombre puede obrar sobre Dios para obtener no lo que Dios quiere, sino lo que quiere el hombre.
----------Por otro lado, sabemos cómo santo Tomás de Aquino se basa precisamente en la revelación del nombre de Dios a Moisés para elaborar su concepto de Dios como ipsum Esse per se subsistens. A partir de este concepto, el Aquinate deriva los atributos divinos ontológicos de simplicidad, de inmutabilidad, de espiritualidad, de sabiduría, de perfección, de bondad, de infinidad, de eternidad y de omnipotencia, y los atributos divinos operativos de creación, de providencia, de justicia y de misericordia.
   
Los métodos de la teología
   
----------Llegados a este punto, es conveniente recordar que Santo Tomás de Aquino elabora también una serie de métodos para hablar de Dios y asignarle atributos adecuados. A continuación una lista:
----------1) El método de la analogía. Por analogía es como decimos que una criatura es sapiente o buena, así proporcionalmente o similarmente decimos que Dios es aún más sapiente y más bueno. Aquí es necesario usar nociones trascendentales, que abarcan toda la extensión del ser, aunque entre las más abismales diversidades. Por lo tanto, se trata de perfecciones puras, independientes de la materia, como lo verdadero, lo uno, lo algo, lo bueno y lo bello, que pueden tanto ser finitos como infinitos.
----------2) El método de la participación. El principio de este método es: Dios es por esencia lo que la creatura es por participación. Él es ser, saber, conciencia, intelecto, razón, pensamiento, idea, palabra, verdad, acción, gracia, amor, comunión, relación, vida, bondad, alegría, beatitud y belleza por esencia. Las criaturas participan en varios grados y modos en estas perfecciones. La esencia divina es formalmente por su simplicidad; la gracia divina es participación analógica sobrenatural en la naturaleza divina (2 Pe 1,4).
----------3) El método de la causalidad. Es el método que sirve precisamente para demostrar la existencia de Dios. Por medio de este método se habla de Dios como causa primera, principio, fin último, ente necesario, motor inmóvil, primero y supremo ente, supremo bien, Absoluto.
----------4) El método de la eminencia. Para hablar de Dios es necesario usar atributos susceptibles de infinitud, como las perfecciones trascendentales y las espirituales. Y ello porque Dios es infinitamente más de lo que en la experiencia encontramos de perfectible al infinito (hebreo: en-sof). Es el atributo de la trascendencia. Es id quo nihil maius cogitari potest, que en hebreo es: El-elion, el Altísimo.
----------5) El método de la negación. Según este método, para hablar de Dios se debe negar la finitud de un valor; por lo tanto, Dios es: lo infinito, lo invisible, lo ilimitado, lo incomprensible, lo insondable, lo inefable, lo inviolable, lo inmenso, lo inconmensurable, lo incomparable, lo impasible. Dios es el Misterio, no es nada de todo lo que para nosotros es ser según nuestra limitada comprensión.
----------6) El método de la metáfora y del símbolo. En este método, para hablar de Dios se toma una cosa material o algo humano que tenga una cualidad o desarrolle una acción o trae un beneficio o tiene un aspecto que pueden ser comparados con algún atributo divino: la roca, el viento, el cielo, el agua, el sol, la estrella, el fuego, el león, el cordero, la paloma, las pasiones humanas. Caso especial, las tinieblas, de significado ambivalente: pueden significar la oscuridad del misterio o bien las tinieblas del pecado.
----------7) El método de la comunicación de los predicados (communicatio idiomatum), al cual ya he dedicado un artículo a propósito en este blog. Se aplica sobre todo al misterio de la Encarnación, donde encontramos una única persona en dos naturalezas: manteniéndose el mismo sujeto, se puede transferir el predicado de una naturaleza a la otra naturaleza. Por ejemplo en Cristo Dios deviene, sufre y muere.

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