domingo, 13 de febrero de 2022

Seminarios y formación del sacerdote diocesano

¿Existe un modelo para el sacerdote diocesano? ¿Cuáles deben ser sus características? ¿Cómo es hoy la formación de un sacerdote diocesano? ¿Qué lugar ocupa la espiritualidad y la liturgia en la vida de un seminarista diocesano? ¿Cómo se prepara para su ministerio específicamente relacionado con lo sagrado? ¿O acaso "todo" es sagrado en la vida de un sacerdote diocesano? ¿Cuáles son las características de la formación filosófica y teológica con la que se prepara un sacerdote diocesano? Estas y otras preguntas surgen a partir de un mensaje realista, pero esperanzador y consolador de un novel sacerdote.

Un testimonio que es motivo de consuelo y de esperanza
   
----------Si son escasos, aunque frecuentemente muy útiles, los comentarios que publican los lectores en el foro de este blog, mucho más escasos son los comentarios que recibo en mi casilla de correo. Sin embargo, aún recibiendo muy de tanto en tanto esos emails (una herramienta que hoy las redes sociales están sustituyendo y volviendo anacrónica), los que recibo son por lo general sumamente ricos y reveladores.
----------Algún tiempo atrás he leído el testimonio de un muy joven sacerdote, testimonio que me parece de una importancia excepcional, además de ser motivo de consuelo y de esperanza. No conozco personalmente al novel sacerdote, que hace muy poco tiempo ha egresado del seminario, y en cuanto a su diócesis y la institución en la que se formó, prefiero no revelarlos, no sólo para guardar el anonimato del autor del texto, sino también para que su testimonio, al que aquí me voy a referir, pueda ser leído sin prejuicios y reconociendo lo que estimo es su virtualidad de aplicación a lo que hoy sucede en muchas diócesis y seminarios.
----------Los comentarios que hace el joven presbítero son de extrema claridad, y se refieren a un tema que es hoy crucial: la formación que se recibe en los seminarios. Creo que su relato nos permite comprender en buena medida los motivos por los cuales hoy la Iglesia se muestra frecuentemente a la deriva, desordenada, privada de puntos de referencia, a merced de todo viento de doctrina y como si sufriera un permanente complejo de inferioridad frente a todo tipo de corriente de pensamiento no-cristiana y no-católica. Tiene razón este testigo cuando afirma que la raíz de la crisis está en el modo, en muchos sentidos increíble e inadmisible, con el que se forman los futuros sacerdotes, y se refiere a los sacerdotes diocesanos.
----------El seminario ha llegado a ser actualmente, se puede suponer que en muchos casos, el caldo de cultivo de donde salen todas las tonterías, las extravagancias, las bizarrías, los abusos y las profanaciones que no raramente son hoy denunciados en la vida y el ministerio de gran número de sacerdotes. Es precisamente en el seminario donde, de hecho, se echan esas semillas que luego producen ciertas malas hierbas. Dicho eso, el joven presbítero pasa a relatar un conjunto de episodios que él mismo ha vivido y conoce de primera mano, junto a otros testimonios que le han relatado seminaristas amigos, dispersos en diversas diócesis. Pero antes de entrar en ese relato, hace primero algunas consideraciones generales.
   
El modelo de sacerdote diocesano
   
----------La primera consideración general de este joven sacerdote es que, a su parecer, y también en opinión de otros que fueron sus compañeros seminaristas, y que son hoy como él jóvenes sacerdotes diocesanos trabajando en parroquias, queda claro que por parte de la mayoría de los formadores no existe la menor idea de qué tipo de sacerdote se quiere formar. Indudablemente, éste es el corazón de todo el problema. Incluso relata lo que le ha contado un amigo sacerdote, también ordenado hace poco, que en un importante seminario los superiores llamaron en una ocasión a todos los seminaristas y admitieron públicamente: "No sabemos qué formación darles". Frente a semejante declaración no pueden sino recordarse aquellas palabras de nuestro divino Maestro: "Si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en un hoyo" (Mt 15,14).
----------Ahora bien, ¿de dónde viene semejante confusión? ¿De dónde viene esa desorientación, esa tremenda pérdida de rumbo? Me parece que mi joven y desconocido hermano sacerdote acierta al afirmar que todo parte de la negativa a considerar al sacerdote un hombre que tiene que ver con lo sagrado, y esto no es casual, sino que tiene una explicación teológica precisa. El problema radica en la corriente teológica de tendencia neo-modernista, cuyos resultados están claramente visibles en la liturgia y en el arte sacro por ejemplo. Según esta corriente teológica, la distinción entre sagrado y profano se verificaba sólo en el Antiguo Testamento, pero después de la Encarnación, con Jesucristo todo se vuelve sagrado.
----------En efecto, no faltan los teólogos que afirman que hoy estamos en "el fin de lo sagrado", lo cual, traducido a la práctica, quiere decir que si todo es sagrado, nada lo es verdaderamente. Esto explica también el por qué ya no se percibe al templo mismo como un lugar sagrado, y por qué hoy entramos muchas veces a una iglesia sin poder advertir que estamos entrando en un espacio que es "otro" que el espacio de afuera, un espacio distinto al mundo. Por el contrario, sabemos bien que, al respecto, Nuestro Señor "ha venido a dar cumplimiento" y que, por tanto, no ha destruido lo sagrado, sino que lo ha llevado a la perfeccción.
----------Quizás las palabras que suelen usarse en la actualidad, no siempre respetan su semántica originaria, y adquieren significados que les son ajenos. Acaso una señal de esto sea (aunque no estoy del todo seguro en lo que voy a decir) el hecho de que hoy los formadores no miran con buenos ojos la figura del sacerdote en cuanto tal, como lo evidencia la desaparición de la palabra latina sacerdote, sustituida por la palabra griega presbítero, y el abandono que a veces se hace de la expresión "ordenación sacerdotal", sustituida por la de "ordenación presbiteral". Por supuesto, no hay nada malo en el significado originario de la palabra "presbítero"; sin embargo, quizás ella a contribuído en la semántica actual, a dejar de lado el sentido de lo sagrado de la función sacerdotal, con una peligrosa tendencia a considerar al sacerdote un mero "presidente" de la asamblea, que es la que celebra. Pero es sólo una opinión, en la que no quiero insistir demasiado.
----------Sea como sea, lo cierto es que hoy se ha pasado a una visión del sacerdote diocesano que debilita de raíz la identidad profunda del futuro sacerdote y disminuye su tensión hacia la santidad. Si ante sí tiene la altísima misión de ser alter Christus (una fórmula hoy no siempre apreciada por los formadores), entonces el sacerdote intentará conducir su vida de un modo que se asemeje al divino Modelo.
----------Si, por el contrario, lo único que puede aspirar es a la presidencia de una comunidad, entonces, al fin y al cabo, solo basta con no escandalizar a la comunidad, y punto, sin importar convertirse acaso en un buen administrador, con su sueldo, su día libre semanal, su mes de vacaciones al año, sus horarios para estar disponible, sus horas de sueño, etc. Desgraciadamente, sin embargo, está a la vista que este modelo de sacerdote (o, como se dice: el presbítero) en realidad termina por no funcionar, pues existe la probabilidad de que este hombre pase su vida ordinaria en la mediocridad y en la tristeza, como sucede de hecho en muchas vidas sacerdotales, ante las cuales no se puede dejar de sentir mucho dolor. Y lo digo por experiencia personal, porque en los momentos que he tenido de mayor cansancio pastoral me ha sido muy saludable recordarme el esplendor del sacerdocio y de su dimensión sagrada, como alter Christus.
   
La vida espiritual y litúrgica en el seminario
   
----------Concuerdo con otra opinión del joven sacerdote, cuando afirma que da la impresión que la vida en el seminario no está en realidad diseñada propiamente para sacerdotes, sino más bien para comunidades de laicos comprometidos. Y cuando advertimos esto, no debería sorprendernos, pues es tan sólo la consecuencia de lo dicho antes. El desconocer cuál es la identidad del sacerdote y de su específica relación con lo sacro, lleva a no calibrar correctamente el dosaje de oración y de todo lo que alimenta la vida interior y espiritual.
----------Existe en concreto un hecho que llama mucho la atención: hay superiores que miran con auténtico terror cualquier comportamiento que en el camino de la formación en el seminario revele una cierta atracción por aquello que propia y específicamente sacerdotal, es decir, todo lo relativo a lo sacro, como si ello fuera sinónimo de una cierta "fijación clerical" o fruto de una personalidad vuelta problemática. 
----------Da la impresión que para muchos formadores, si el seminarista ama de veras a Cristo y cree que está llamado a servirlo como sacerdote, ¡no tiene que hacer nada en esa dirección antes de la ordenación! Para decirlo claramente: es increíble que un joven se convierta de un día para el otro en sacerdote sin haber hecho antes ninguna prueba práctica de cómo se celebra la Misa. ¡Y efectivamente ocurre así en no pocos seminarios! A lo sumo, uno o dos días antes de la ordenación, el director espiritual le mostrará una vez cómo celebrar la Misa. ¿Pero esto puede ser admisible?
----------Lo que es el centro de la vida que le espera al sacerdote, la liturgia ("fons et culmen totius vitae christianae") es tratado como una zona impenetrable, prohibida. Por lo tanto, luego no tiene que sorprendernos que haya sacerdotes que celebran mal la Misa o los demás sacramentos, que abusan de su rol y demuestran no conocer la liturgia. De hecho, la liturgia práctica (y, por desgracia, también la teología litúrgica) es algo que parece opcional y prescindible en muchos seminarios. Por supuesto, la solución a estas carencias no son el hiperliturgismo y el reduccionismo litúrgico de las tareas del sacerdote que se observa en ciertas comunidades pasadistas donde existe escaso y a veces nulo interés del sacerdote por la misión evangelizadora, por la promoción humana, por el diálogo ecuménico, interreligioso y con los no-creyentes. Ese es el otro extremo, farisaico, con el cual se llega a confundir la vocación del sacerdote.
----------Fuera del seminario, y entre los laicos, en las parroquias, se tiene en general la idea de que todos los sacerdotes han sido preparados para sus tareas específicas (y sigo refiriéndome sobre todo a las tareas que tienen que ver esencialmente con lo sacro: la Misa y los Sacramentos); sin embargo, no es así, porque en el seminario se les trata como laicos hasta el día de la ordenación sacerdotal (el año del diaconado es un tiempo de transición, en el que lo único que cambia usualmente es empezar a predicar).
   
La formación intelectual en el seminario diocesano
   
----------Tras esas premisas, los relatos del joven sacerdote pasan a tratar de las características y de la calidad de los cursos de formación intelectual, los cuales, décadas atrás, para un sacerdote diocesano se desarrollaban durante al menos siete u ocho años (tres o cuatro de filosofía y los cuatro de teología), mientras que en la actualidad estos cursos apenas duran seis años (los dos primeros para la filosofía y los otros cuatro para la teología, y ambas disciplinas reducidas al mínimo, desplazadas por otros intereses).
----------En cierta ocasión dijo Jean Guitton: "En los seminarios, Freud, Marx y Lutero han reemplazado a Tomás, Ambrosio y Agustín". A salvo de lo que en particular pueda estar sucediendo concretamente al respecto en cada determinado seminario diocesano, la afirmación de Guitton sigue siendo en general valedera, aunque sólo parcialmente, porque en cualquier caso hay que decir que, si bien Lutero siempre sigue presente en la actualidad, los pobres Freud y Marx han perdido su encanto, siendo hoy reemplazados por Heidegger y el pensamiento débil, anti-metafísico, y por lo común por Zygmunt Bauman, por ejemplo.
----------El joven testimoniante afirma que en este ámbito de la formación filosófica y teológica, él ha notado en general un gran complejo de inferioridad de los profesores frente a las culturas laicistas, unido a una cierta ignorancia acerca de los autores que deberían en cambio ser puntos de referencia central para la formación cristiana. De hecho, este novel sacerdote dice que en sus seis años de seminario nunca ha oído hablar en profundidad de un doctor de la Iglesia (salvo citado muy de pasada) o de un Rosmini, o de un un Garrigou-Lagrange, o de un Maritain, o de un Fabro, o de un Ratzinger.
----------Cuenta que en sus escasos dos años de Filosofía ha sido realmente irrisorio el espacio concedido a la Metafísica. Lamentablemente su testimonio confirma mi personal información: con frecuencia en los seminarios la primera frase que los alumnos escuchan del profesor es más o menos así: "Muchachos, empecemos el curso de Metafísica, pero lo primero que debo decirles es que se trata de una disciplina que está muerta. Sin embargo, como la Iglesia nos dice que debemos de todos modos estudiarla, aquí estamos". Podemos imaginarnos, entonces, con qué fascinación y empeño los alumnos se lanzarán a enfrentar las grandes cuestiones metafísicas, que son base para la teología. No habrá de faltar algún seminarista que llegue a pensar que la Iglesia sea un poco necrófila, al disfrutar enseñando cosas "muertas" que nada tienen que ver con la vida. Sin embargo, bien lo sabemos: "quien se equivoca en filosofía, se equivoca en teología". ¿Cómo asumir a nivel teológico el Símbolo de la Fe y hablar luego sobre los dogmas trinitarios, cristológicos, sobre el mal en el mundo, el pecado, o la gracia, sin una buena Metafísica, y en general sin una buena Filosofía?
----------Emblemático es el hecho de que, al final de sus estudios, aquellos a los cuales sus obispos les permiten cursar la licenciatura y el doctorado, optan por hacer la tesina sobre alguna cuestión histórica, u optan por el derecho canónico, o bien, en todo caso, por alguna cuestión pastoral, siendo muy raro el caso de trabajos estrictamente teológicos. En ausencia de una buena filosofía, falta por completo la capacidad de estructurar un pensamiento teológico. Y no se piense que este sea un problema sólo en los seminarios de tendencias neo-modernistas; basta con señalar tan solo la dificultad que existe en el ámbito del clero de tendencias pasadistas para distinguir la substancia y los accidentes en la Misa y en los demás Sacramentos, para que se advierta las carencias de una formación filosófica de huevo pasado por agua.
----------El epistolar testigo cuenta una anécdota que vivió en su curso de Mariología, durante todo el desarrollo del cual su profesor no hizo más que criticar a Nuestra Señora en todos sus aspectos divinos y sobrenaturales, poniendo también en duda, con sutiles alusiones, la misma virginidad de María: "Ustedes saben, Jesús tenía hermanos...". Argumentando además que todos los dogmas marianos nunca habían sido explicados y justificados desde el punto de vista teológico, sino siempre y sólo desde el punto de vista socio-político. Por ejemplo, narra que fue curiosa la alusión hecha por este profesor al dogma de la Asunción: Pío XII lo habría establecido en 1950 porque en un mundo lacerado por la segunda guerra mundial, con cuerpos desgarrados por las bombas, había necesidad de devolver la dignidad a la cuerpo humano... ¡Por el amor de Dios, acaso pudo haber sido un motivo remoto en la definición es este dogma, pero, por favor, muy remoto!
----------Cuenta el caso de su profesor de Introducción a la Historia de las Religiones (de buen nombre a nivel nacional en el ámbito del diálogo interreligioso), que en todo el curso no hacía más que criticar el Catolicismo a expensas de una exaltación francamente inconcebible del Islamismo y del Judaísmo. La anécdota es que, después de muchas horas-cátedra de aguante, un día uno de los seminaristas no pudo más y le dijo: "Bueno, profesor, seamos realistas, hubiera sido mucho mejor que Jesús nunca hubiera venido a este mundo". A lo que el profesor, tras un momento de sorpresa, abrió los brazos, suspirando, sin abrir la boca, pero como diciendo: "Oh, sí, hubiera sido mejor". ¡Y todo esto en un seminario de una diócesis de envergadura!
----------Mucho más usual en nuestros seminarios es lo que le sucedió a este joven sacerdote en el curso de Introducción a las Sagradas Escrituras. El profesor enseñó que la historia del Antiguo Testamento no está probada, sino que pertenece al género de relato mítico con el que un pueblo trata de darse un pasado y una identidad. Unas lecciones más tarde, se la toma con la declaración Dominus Iesus, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del 2000, argumentando que se trata de un documento que hubiera sido mejor no publicar porque es "divisivo", ya que niega la salvación paralela para los judíos. A lo cual, uno de los alumnos más despiertos de la clase le hace al profesor esta pregunta: "Disculpe profesor, ¿entonces los judíos se salvarían obedeciendo al Antiguo Testamento, que es esencialmente una fábula mítica?". La respuesta fue sólo el silencio de radio. Indudable señal de pánico. Tras lo cual el profesor se fue por las ramas.
----------Otra de las anécdotas que el novel sacerdote cuenta en su correo, corresponde al curso de Introducción a la Patrología, que el profesor aprovechó para hablar mal del Catecismo (tanto del de san Juan Pablo II como del de san Pío X), sin que se salvara el papa Benedicto XVI. Las perlas llegaron cuando insistió en decir que el Concilio Vaticano II había abolido palabras tales como "pecado", "redención", "salvación". En la clase siguiente se le señalaron todos los pasajes de los documentos conciliares en los que efectivamente existen esas palabras, pero nada que hacer: la cátedra dijo que había que poner esas palabras para complacer a los conservadores, pero que "el espíritu del texto" estaba claramente dirigido a superarlas.
----------Relata luego el joven sacerdote, que el curso de Espiritualidad y Mística fue realizado en base a dos monografías, una sobre Meister Eckhart y la otra sobre un obispo jansenista. La pregunta ante semejante dato nos surge sola: ¿es posible que en toda la historia de la espiritualidad católica no se haya encontrado y no se haya llegado a proponer un autor que claramente le pertenezca a la Iglesia? Con respecto al curso de Hermenéutica Bíblica, se le enseñó que la inerrancia bíblica se refiere a lo que es útil a la fe, sin importar si esas palabras y acciones de Jesús hayan sucedido o no realmente. Y en el curso de Historia de la Iglesia contemporánea, impostado según la línea laicista, las clases tuvieron su momento mágico cuando el profesor llegó a decir que el modernismo en realidad nunca había existido sino en la cabeza de Pío X.
----------Las lamentaciones de este joven sacerdote siguen aún durante buena parte de su relato (que sólo he transcripto en parte), hablando de las omisiones en las enseñanzas en Teología Moral, de la denigración del "Magisterio que impide el desarrollo de la teología" según les dijo el profesor, del Catecismo visto en oposición al Espíritu Santo que sigue obrando en la Iglesia, de la burla hacia aquellos buenos teólogos que, haciendo teología en obediencia al Magisterio, son vistos como "intolerantes que hacen teología con el Denzinger". Sobre todos estos aspectos, mi buen amigo terminó ironizando, al parafrasear las palabras de la conclusión del Evangelio de San Juan: "Hay todavía muchas otras cosas hechas por estos profesores, que si fueran escritas una por una, pienso que el mundo mismo no bastaría para contener los libros que deberían ser escritos".
   
El fruto de seis años en el seminario
   
----------El relato del joven sacerdote concluye respondiendo a una última pregunta: ¿cuál es el fruto de esos seis años?, a la cual él mismo responde sencillamente: sólo uno, crear un sacerdote fragilísimo, embargado de dudas y con una gran confusión en la cabeza y en el corazón, porque, a causa de esta formación fragmentaria, superficial, y frecuentemente torcida y opuesta a lo que la Iglesia por su Magisterio desea, ha llegado a ser un sacerdote incapaz de tener un marco seguro de la doctrina y de la moral cristianas.
----------Tras este repaso de su experiencia formativa, relatada tan sólo a grandes rasgos y pinceladas de aguafuerte, el autor de esos relatos entiende que quedan más claras las razones profundas de las actuales crisis sacerdotales, pero también quedan claros los motivos por los cuales un obispo un día puede darnos alegría con su enseñanza y al día siguiente nos desilusiona con ambiguedades, equívocos y enseñanzas que no tienen nada que ver con el Evangelio. No es más que el resultado de una formación desarticulada e incompleta, que en la actualidad también los obispos, como su presbiterio, han recibido a lo largo de los años.
----------Y termina su largo pero revelador mensaje, expresando las siguientes palabras llenas de consuelo y de esperanza: "necesitamos, por lo tanto, redescubrir los pilares de la fe y de la cultura católica, para redescubrir la razón de la esperanza de nuestro Credo y de la belleza de formar parte de la Iglesia de Cristo, porque, como dijo en cierta ocasión san Juan Pablo II, 'una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente aceptada, no enteramente pensada, no fielmente vivida'. En efecto, ¿cómo puede un sacerdote basar toda su vida en Cristo si se le enseña que la resurrección no es un hecho histórico sino metahistórico, instilando así el germen de la duda precisamente a propósito del acontecimiento cardinal sobre el cual se funda toda nuestra fe? En efecto, 'si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe (...) Si hemos esperado en Cristo sólo para esta vida, somos los más dignos de lástima de todos los hombres' (1 Cor 15,19 )".
   
Conclusiones
   
----------Lo que ha escrito este joven sacerdote no me sorprende, porque confirma tristes y frecuentes hechos, de los que ya estaba al corriente. La formación sacerdotal es una de las tareas más graves del Obispo, porque es del trabajo y del ejemplo de sacerdotes doctos y santos que viene edificado el pueblo de Dios, se difunde el Evangelio por el mundo, se extiende el Reino de Dios sobre la tierra, que es la Iglesia, se quitan las tinieblas del error, se reforman las costumbres de los hombres y se vencen los vicios y la corrupción.
----------Por el contrario, cuando el Obispo, ya sea por falta de personal preparación o por negligencia o por respeto humano, no se preocupa o no es capaz de asegurar a sus seminaristas un cuerpo docente, formadores y guías espirituales a la altura de su tarea, sino que pierde de vista la misión propia del sacerdote, tal como es presentada por los documentos del Magisterio de la Iglesia y por el ejemplo de los santos sacerdotes de ayer y de hoy, para sustituirla por ideas secularistas y neo-modernistas, se opone a un fin esencial de su actividad de Obispo, se pone en contraste con el Iglesia, crea en la Iglesia cismas, sectas y divisiones, escandaliza a los fieles y los confunde de tal manera que los empuja a perder la fe.
----------Los hechos gravísimos relatados, acerca de los contenidos y los métodos de la enseñanza que se imparten en algunos seminarios (lo cual no parecen ser hoy casos aislados), manifiestan con toda claridad que este joven sacerdote ha tenido maestros de tal manera indignos que no se puede comprender cómo tales sujetos pueden haber sido autorizados por el Obispo para enseñar en un seminario diocesano.
----------Al mismo tiempo es para mí y para muchos lectores motivo de gran consuelo y de esperanza ver cómo este joven sacerdote ha sabido, con sanos criterios de juicio y perseverancia, escapar de esos peligros y de esas insidias, para alcanzar de todos modos dignamente la meta del sacerdocio con ánimo sereno y convencido, con ideas y propósitos que denotan comunión con la Iglesia y rectitud de doctrina.
----------Evidentemente Dios le ha permitido a este novel sacerdote contactar, no obstante todo, con verdaderos maestros y formadores, y con ejemplos persuasivos y alentadores, para que pueda así dar gracias al Señor por haber escapado del peligro. Y, sin embargo, nunca se debe bajar la guardia, sino, con una intensa vida espiritual y una oportuna práctica ascética, hay que mantenerse vigilante y fortalecido cada día más en la santa vocación, para hacer abundantemente fructíferos los dones que Dios nos ha dado, y así obrar, en cuanto nos sea posible, por una reforma de la formación sacerdotal, hoy desfigurada por las ideas heréticas que están en el origen de gravísimos escándalos, como por ejemplo el de la pederastia y el de la sodomía.
----------Que la Santísima Virgen María, Reina de los Apóstoles, mantenga siempre su mano sobre todos los sacerdotes y bendiga abundantemente sus empeños sacerdotales para la salvación y la santificación de las almas, para la expansión de la Iglesia en el mundo y para su definitiva victoria sobre las potencias del mal.

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