jueves, 17 de febrero de 2022

El concepto de la muerte en san Pablo

¿En qué sentido la muerte es el castigo del pecado, como afirma san Pablo? ¿Podemos distinguir entre los conceptos paulinos de muerte, morir, hacer morir y estar muerto? ¿Cuál la solución correcta de los problemas planteados por el capítulo 7 de la Carta a los Romanos? ¿Qué decir de la doctrina del pasaje del hombre viejo al hombre nuevo en san Pablo? Un repaso a estas cuestiones, que habían sido sólo parcialmente tratadas en este blog, completándolas con nuevos contenidos y ofreciendo ahora una visión de conjunto.

La muerte es el castigo del pecado
   
----------El apóstol san Pablo retoma la concepción ética del Antiguo Testamento, que muestra claramente que la ética bíblica es una ética de la vida y no de la muerte. Los mandamientos divinos son preceptos, leyes de vida. El Dios bíblico es un Dios viviente, el Dios de la Vida. Es un Dios bueno, que, como tal, ama y quiere el bien, es decir, la vida. De hecho, para la Sagrada Escritura, buena es la vida, mala es la muerte. Y así como el amor tiene por objeto el bien y la vida, así el odio tiene por objeto y propósito la muerte. Por tanto, la voluntad de Dios no es otra que la de que sus criaturas vivan y sean felices.
----------Por eso el libro de la Sabiduría proclama: "Dios no ha creado la muerte y no disfruta de la ruina de los vivientes. De hecho, Él ha creado todo para la existencia; las criaturas del mundo están sanas, en ellas no existe veneno de muerte" (Sab 13,14). Lo bueno es lo existente. El mal es carencia o privación del existir. Dios crea el bien porque es bueno. La muerte es privación de existencia. Dios, por lo tanto, crea la vida, que es bien y existencia; está entonces claro que Dios no crea la muerte.
----------Pero entonces, ¿de dónde viene la muerte? Responde la Escritura: "La muerte ha entrado en el mundo por la envidia del diablo" (Sab 2,24). El Concilio Lateranense IV explicará que el diablo es una criatura de Dios. El, por lo tanto, ha sido creado bueno, pero por su propia culpa se ha vuelto malvado (cf. Denz. 800).
----------Es el mismo hombre pecador con su pecado quien se procura la muerte, precisamente porque el pecado va contra la vida del mismo pecador, como advierte la Escritura: "No provoquéis la muerte con los errores de vuestra vida" (Sab 1,13). El pecado, todo pecado, para la Escritura, se reduce al suicidio.
----------Por eso, lo que la Biblia llama "castigo divino del pecado" no es la imposición de un castigo convencional desde el exterior, como lo haría un juez terreno, sino una corrupción del mismo pecador, que el pecador se causa a sí mismo con el acto del pecado. Dios, aunque de por sí no quiere la muerte ni el sufrimiento de nadie, quiere indirectamente la justa pena, incluso de la justicia humana, aunque ella fuera la muerte, porque la justicia es un bien. Por eso, el pecador que escapa a la justicia humana, no podrá escapar a la justicia divina.
----------San Pablo está perfectamente al corriente de las verdades bíblicas antes mencionadas, que aluden al pecado original, instigado por el demonio. Y por ello afirma que "el pecado ha entrado en el mundo y con el pecado la muerte; así también la muerte ha alcanzado a todos los hombres, por cuanto todos han pecado" (Rom 5,12). Pero he aquí que Pablo tiene muy en claro también la salvación: "Si por la caída de uno solo murieron todos, mucho más la gracia de Dios y el don concedido en gracia de un solo hombre, Jesucristo, han sido derramados en abundancia sobre todos los hombres" (Rom 5,15).
----------Para obtener esta gracia es necesario el bautismo, que para Pablo es un ser "sepultado juntamente con Cristo en la muerte" (Rom 6,4). El morir cristiano, por lo tanto, para Pablo, está vinculado tanto al bautismo como a la muerte de Cristo. En tal modo, la vida cristiana es una larga muerte mística o sacramental, que se inicia con el bautismo y finaliza con la muerte física, vivida en unión con la muerte salvífica de Cristo, eventualmente con la confortación del sacramento de la unción de los enfermos.
   
Muerte, morir, hacer morir y estar muerto
   
----------La muerte, para san Pablo, no es sólo el fin de la vida física terrena, que es una cosa evidente para todos nosotros, sino que surge sobre todo en el plano moral y espiritual. De modo que Pablo la entiende también como un morir espiritual, en el sentido de la pérdida de la vida espiritual, pero no en sentido ontológico, porque en tal sentido el alma es inmortal, sino en el sentido de pérdida del contacto vital con Dios, que es la vida del alma. Morir, más precisamente, no es solo el separarse del alma del cuerpo al término de la vida física terrena, sino también el perder la vida de la gracia como resultado del pecado (Rom 7,10). Quien se encuentra en este estado que es el estado de pecado mortal, está espiritualmente muerto. Si no repara en esta vida, valiéndose de la gracia de Cristo, está perdido y castigado con la muerte eterna de la condenación.
----------Morir, para san Pablo, no tiene solo el significado evidente de cesar de vivir físicamente, hecho físico inevitable independientemente de la propia voluntad, un morir reacio, de mala voluntad, porque la naturaleza se rebela, sino que puede coincidir o con el mismo pecado que procura la muerte, ya que el pecar es un morir; o bien, por el contrario, se puede entender como acto querido y voluntario, un acto de virtud, de hecho deseado, no en el sentido del suicidio o de la auto-inanición a la manera de la mística hinduista o de la anorexia, o de la casi liberación platónica del alma del cuerpo, sino en el sentido de aceptación o resignación consciente y serena a la voluntad de Dios, como ofrenda de la propia vida y de todo el propio yo, alma y cuerpo, a Dios en Cristo, acto supremo de seguimiento de Cristo y de unión expiativa y sacrificial de amor a Cristo crucificado: el "morir en Cristo" (cf. 2 Cor 6,10; Fil 3,10). Es un morir querido, deseado y bien acogido, en cuanto morir con Cristo y por Cristo, para ir a Cristo, movido por Cristo, por causa de Cristo, por amor de Cristo.
----------Según las enseñanzas de san Pablo, el morir también puede ser un "morir al pecado" o un "morir a la ley". Morir al pecado quiere decir que el pecado ya no nos atrae, así como un muerto no se siente atraído por nada, por ninguna tentación. Pero en esta vida nunca jamás estamos del todo muertos al pecado, porque, aún cuando esté debilitado, permanece siempre vivo el "hombre viejo" (Rom 6,6), es decir, el hombre herido por el pecado original, el cual es sensible al pecado. Y el hombre viejo, con sus pasiones, nunca está del todo muerto, sino que estará muerto sólo al momento de nuestra muerte física, si no hemos dejado de "mortificarlo" (Col 3,5), es decir, hacerlo morir de muerte lenta, apagando gradualmente el fuego de la concupiscencia, que es sustituido por los santos deseos y por el fuego del Espíritu Santo.
----------Paradójicamente, por tanto, el hacer morir, que corresponde al término griego nekròo, que literalmente quiere decir "asesino", en la ética paulina tiene una función fundamental altamente positiva. De este verbo viene el término "mortificar", que ha devenido tradicional en la ascética cristiana. Está claro que este término expresa figurativamente y con fuerza la lucha contra el mal, los vicios y el pecado.
----------San Pablo, al respecto de este tema de lo que hoy entendemos por "mortificar", se expresa en un modo que parece tener reminiscencias del dualismo platónico: es necesario "hacer morir las obras del cuerpo" (Rom 8, 13), y espera poder ser "liberado del cuerpo de muerte (sòmatos tu thanàtu)" (Rom 7,24), como si el principio del pecado no sea el espíritu, sino el cuerpo. En otro lugar, en cambio, Pablo explica cómo el pecado tiene origen en la mala voluntad, y no en el cuerpo, por lo cual el problema moral no está en el liberarse del cuerpo, sino en el dominar las pasiones del cuerpo para prepararlo para la futura resurrección. En cambio, lo que para Pablo es necesario hacer morir no son las pasiones en sí mismas a la manera estoica, sino su rebelión contra el espíritu, volviéndolas dóciles a la buena voluntad bajo el impulso del Espíritu.
----------En cuanto al concepto de estar muerto, además de tener el significado obvio de la condición de quien ya no está, y de significar la condición antes mencionada del hombre en estado de culpa mortal o en el infierno, también significa un triste y desventurado estado del espíritu, propio de la vida presente aquí abajo, la condición de miseria del hombre pecador y esclavo del pecado, la situación del hombre corrupto, mortal e inclinado a pecar como consecuencia del pecado original, el estar muerto en el sentido de sufrir la rebelión de la carne al espíritu, y en el sentido de la incapacidad de cumplir buenas obras o al menos de cumplirlas con todos sus propios deberes, para así agradar plenamente a Dios (Rom 7,14-19).
----------Sin embargo, san Pablo es ante todo drástico al expresar el estado de corrupción de la naturaleza consecuente al pecado original. No se limita a recordar su condición de mortalidad y la tendencia a realizar el pecado, sino que declara en términos inequívocos que el hombre pecador, antes del bautismo, que lo hace resucitar, está ciertamente "muerto" (Ef 2,1.17). Sin embargo, si bien el "hombre viejo" (Rom 6,6), o sea el hombre "muerto" haya sido sepultado en el sacramento del bautismo (Rom 6,4; Col 2, 2), que hace nacer al "hombre nuevo" ( Ef 4,24), precursor y primicia del hombre de la resurrección (cf. 1 Co 15,20), en realidad, según Pablo, el hombre viejo continúa viviendo y perjudicando en la presente vida mortal, estimulándonos al pecado. Se trata de aquel "hombre animal" (psychikòs), podríamos decir "carnal", del cual habla Pablo en 1 Cor 2,14, que "no comprende las cosas del Espíritu de Dios", en contraposición al "hombre espiritual" (1 Cor 2,15), que es el hombre nuevo nacido del bautismo, aquel hombre que será "cuerpo espiritual" (1 Cor 15,44) y "celestial" (1 Cor 15,49) en la futura resurrección.
   
Las dificultades del capítulo 7 de la Carta a los Romanos
   
----------En cuanto a la perspectiva paulina de "morir a la ley", se trata de una perspectiva o concepción que es curiosamente asimilada al morir al pecado, porque la ley, una vez conocida, es ocasión de "esclavitud" y de "pecado", es para san Pablo "causa de muerte" (cf. Rom 7,10). Al mismo tiempo, dice san Pablo, gracias a Nuestro Señor Jesucristo, nosotros "hemos sido liberados de la ley" (Rom 7,6), lo cual es un discurso que se presta al equívoco, porque parece que con Cristo estamos dispensados de obedecer los mandamientos, como de hecho malinterpretará Martín Lutero [1483-1546].
----------Todo esto, con estas ideas aparentemente contradictorias, por lo tanto, no es fácil de entender y genera malestar. El apóstol Pablo parece estar aquí culpando a la ley por el hecho de que caemos en el pecado"Yo no he conocido el pecado sino por la ley, de suerte que yo hubiera ignorado la concupiscencia si la ley no me hubiera dicho: ¡No desearás! Mas el pecado, tomando ocasión por medio del mandamiento, suscitó en mi toda suerte de deseos; pues sin la ley el pecado estaba muerto, y vivía yo un tiempo sin la ley. Pero en cuanto sobrevino el mandamiento, ha revivido el pecado, y yo morí; y resultó que la ley, que debía servir para la vida, se convirtió para mí motivo de muerte. Porque el pecado, tomando ocasión del mandamiento, me ha seducido y por medio de él, me ha dado la muerte" (Rom 7, 7-11).
----------Quizás, al darse cuenta de la alteración, Pablo inmediatamente se da prisa en decir que "la ley es santa y santo y justo y bueno es el mandamiento" (v.12). Pero ya la gaffe está hecha y tal vez Pablo, dándose cuenta de ella, hubiera hecho mejor en cancelar aquel discurso desviado y peligroso contra la ley, que parece ocultar un toque de animosidad, probablemente ligada a su polémica contra aquellos Judíos, los cuales consideraban que para salvarse no se necesitara la ley de Cristo, sino que era suficiente la de Moisés.
----------Pero el inconveniente de este atormentado capítulo 7 de la Carta a los Romanos no está todo aquí. Después de haber admitido que "la ley es espiritual" (Rom 7,14), Pablo pasa a hablar de sí mismo como "esclavo del pecado" (ibid.), con un aparente descargo de responsabilidad, como si el pecado no fuera el efecto de su libre voluntad, sino una especie de personaje o ley hipostasiada, la "ley del pecado" (v.25), un agente maligno interior del Apóstol, que lo constriñe a pecar sin que él no tenga culpa.
----------Sucede algo similar a cuanto Pablo ha dicho a propósito de la ley: así como parece que sea la ley la que le induce a pecar, así ahora es este pecado hipostasiado el que constriñe a Pablo a pecar. Y como antes se manifestaba víctima de una ley esclavizante, ahora se manifiesta víctima de este "pecado" personificado, por lo cual el Apóstol parece llegar al absurdo de sostener que no es él quien pecó, sino que es este "pecado" el que peca en él. Algunos exegetas han planteado la hipótesis de que Pablo se refiere al demonio, como si Pablo se considerara de alguna manera endemoniado. En cualquier caso, el cristiano, hijo de Adán, aparece como un esclavo del demonio y, por lo tanto, parece irresponsable y excusable por el mal que hace. Debe ser sólo compadecido y no condenado. Al menos así lo parece.
----------Dice, de hecho, Pablo: "Porque no sé lo que hago; pues no pongo por obra lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Así, pues, si hago lo que no quiero, reconozco que la Ley es buena. Pero entonces ya no soy yo quien obra esto, sino el pecado, que mora en mí. Pues yo sé que no hay en mí, esto es, en mi carne, cosa buena. Porque el querer el bien está en mí, pero el hacerlo no. En efecto, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Pero si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que habita en mí" (vv.15-20). Parece decir: sí, hago el mal, pero no tengo culpa, porque soy incapaz de hacer el bien. No soy libre, sino esclavo del pecado. Él es quien hace el mal en mí. Esta será la interpretación de Lutero.
----------Pero nosotros nos preguntamos: ¿entonces, dónde ha terminado el libre albedrío? ¿Acaso no existe la culpa? ¿Y no es una exageración decir en modo tan perentorio que el bien no habita en mí? ¿Es posible que, incluso sin la gracia de Dios, yo no pueda hacer absolutamente nada de bueno, como dice Lutero? Y luego, ¿no es un poco demasiado cómodo exonerarse de toda culpa afirmando sin demostrarlo que todo el mal que hago, y hago sólo el mal, lo hago porque no sé resistir a la concupiscencia?
----------Es cierto que si uno cede contra voluntad, a regañadientes, a una fuerza maligna superior, permanece inocente: nemo ad impossibilia tenetur. Pero, ¿es posible que todas las acciones del pecador deban ser pecados excusables y de sola fragilidad? ¿Siempre peca y siempre es absuelto? Pero entonces, ¿qué necesidad tiene el pecador de la gracia y del perdón divino? Basta con compadecerlo.
----------Ahora bien, la gracia sanante, como el mismo Pablo explica en otros pasajes, completa y perfecciona la obra de la naturaleza, tanto es así que de Pablo recaba santo Tomás de Aquino el famoso principio gratia non tollit naturam, sed perficit. Pero si la naturaleza está totalmente corrupta, ¿de qué sirve la gracia? ¿O la gracia sustituye la naturaleza? ¿Sustituye el Espíritu las obras, la ley y la letra? (Rom 2,29; 7,6; 2 Cor 3,6). Entonces, ¿somos salvos por la sola gracia, sin las obras ni los méritos? He aquí de nuevo a Lutero.
----------Se comprende entonces cómo el reformador alemán haya podido dar una respuesta inadecuada a las preguntas antes mencionadas, que surgen espontáneamente al leer aquellos pasajes de san Pablo. Sin embargo, la interpretación de Lutero conduce a una concepción errónea de la conducta humana y de la función de la gracia, contraria a la verdadera concepción de Pablo, que parece clara en comparación con el contexto de su enseñanza. La Iglesia considerará herejía estos errores luteranos.
----------Como siempre debe ser para un fiel católico, el recto entendimiento de la Sagrada Escritura como de la Sagrada Tradición (las dos fuentes de la divina Revelación) nos es dado por mediación del Magisterio de la Iglesia (magisterio pontificio y conciliar). Ahora bien, para comprender verdaderamente el pensamiento de san Pablo, es necesario atenerse entonces a las explicaciones dadas por el Concilio de Trento y no a la interpretación de Lutero, que en lugar de moderar la aspereza del pensamiento paulino, las exagera hasta el punto de la herejía. En particular, el Concilio pone de acuerdo la enseñanza de Pablo con la de Cristo respecto a la práctica de las obras, a la observancia de la ley y de los mandamientos, a la condición de la naturaleza caída y redimida, a la necesidad de la gracia para salvarse.
----------Si bien, de hecho, san Pablo parece demasiado drástico al oponer la ley al Espíritu, las obras a la gracia, los méritos a la misericordia, lo que le dio a Lutero la ocasión de su famoso "sola gratia", hasta el punto de decir que la salvación es un don de gracia independientemente de las obras (Rom 3,28; 4,6), el Concilio de Trento recuerda providencialmente que Nuestro Señor Jesucristo dice claramente que si queremos entrar en la vida eterna, debemos observar los mandamientos (Denz. 1570). Jesús retoma aquí la enseñanza del Antiguo Testamento, mientras que Pablo parece plantear una ruptura entre la ley (AT) y la gracia (NT), incluso si después Cristo mismo precisa diciendo "sin Mí nada podéis hacer" (Jn 15,5).
----------Por otra parte, el Concilio de Trento distinguirá la concupiscencia como impulso inevitable a pecar (fomes peccati), también presente en los santos en esta vida, que por su violencia puede excusar del pecado, del pecado como acto de libre albedrío, evitable, voluntario, deliberado, responsable y culpable. Por tanto, distingue el pecado como culpa del pecado como fragilidad, el primero, merecedor de castigo y necesitado de ser perdonado; el segundo, digno de ser compadecido y tolerado.
----------Por otra parte, el Concilio precisará que el libre albedrío no está extinto, sino solo debilitado (Denz.1553, 1554), por lo que no es cierto que sin la gracia el pecador no puede hacer nada de bueno, y al mismo tiempo no siempre está excusado de todo pecado, sino que puede ser también culpable, por lo cual, prevenido por la gracia justificante (Denz.1525, 1549), debe colaborar con las buenas obras (Denz.1570) con la gracia (Denz.1526) y hacerse de méritos (Denz.1545) para el cielo.
   
Del hombre viejo al hombre nuevo en san Pablo
   
----------La muerte, para san Pablo, como muerte definitiva del hombre viejo, deliberada, sistemáticamente querida y perseguida a lo largo de toda la vida, correspondiente al morir en Cristo, aparece como suprema conquista, como acto de plena libertad y como finalidad de la actividad del cristiano en la vida presente, en vista del ingreso al reino de Dios y de la futura resurrección. En este punto ha alcanzado su plena madurez el hombre nuevo, que en tanto, nacido del sacramento del bautismo, se puede suponer que ha crecido durante todo el curso de su vida gracias al ejercicio de las virtudes cristianas.
----------Ahora bien, el hombre nuevo comienza a manifestarse ya antes de la muerte física, por lo que para darse cuenta, no es necesario esperar la muerte, sino que se debe comenzar ya desde ahora, aunque indudablemente la plenitud de tal realización sea pospuesta más allá de la muerte, en el momento de la resurrección escatológica, por el hecho de que hasta la muerte, aunque atenuados por la práctica de la virtud, los impulsos malignos del hombre viejo permanecen, por lo cual hasta la muerte es necesario continuar la obra de mortificación (el hacer morir) del hombre viejo aún no completamente muerto, hasta que no sea completamente mortificado o "crucificado" con la muerte vivida en Cristo y con Cristo.
----------Por consiguiente, esto quiere decir que la necesidad de la vida y práctica ascética, de la mortificación, de las austeridades, de las renuncias, de las penitencias, de los sacrificios, de la represión, de la lucha, de la coerción, del dominio severo del espíritu sobre la carne y de la voluntad sobre las pasiones, se atenúa y por lo tanto disminuye gradualmente a medida que se recomponen la originaria unión y armonía de la carne con el espíritu, del intelecto con los sentidos, de la voluntad con las pasiones y, hablando de modo general, del hombre consigo mismo, con Dios, con su prójimo y con la naturaleza.
----------La actual oposición de la carne al espíritu aquí abajo, requiere que la carne sea domesticada con medidas severas. Pero esto debe hacerse gradualmente, a medida que, en virtud de la gracia de Cristo y el crecimiento del hombre nuevo y del avance del proceso de curación y de liberación de la naturaleza, el espíritu, por sí mismo en humildad y sumisión a la voluntad de Dios, logra poner la carne en armonía consigo misma, y, en esta misma medida, disminuye gradualmente la necesidad de adoptar o usar medidas coercitivas o restrictivas para hacer cumplir la ley, a costa de la renuncia o del uso de la fuerza.
----------De tal modo, desde los inicios del cristianismo hasta hoy, hemos asistido y asistimos a la progresiva abolición o a la mitigación de medios, prácticas o expedientes represivos o constrictivos, quizás prolongados por siglos o incluso por milenios, considerados normales y necesarios, tales como por ejemplo en el campo civil, la esclavitud, el sometimiento de la mujer al hombre, el uso de las armas, el encarcelamiento, la tortura, la pena de muerte, el dominio de los patrones sobre los trabajadores, la explotación de los pueblos coloniales, y en el campo religioso, las formas más rigurosas y rígidas de las sanciones penales para los herejes, la mitigación de las observancias monásticas y de los votos religiosos, de la separación entre el hombre y la mujer, de las disciplinas penitenciales y del ascetismo moral, todas prácticas que paulatinamente vienen a ser mitigadas, humanizadas o sustituidas, en la medida de lo posible o aconsejable, por métodos, formas o medios de autodominio o de protección del bien común que obtengan en la sociedad la observancia de la ley moral sin represiones o conflictos internos o externos, sin la amenaza de castigo, la solución pacífica de conflictos o mediante tratativas razonables, la reciprocidad entre hombre y mujer, el derecho a la libertad religiosa, el gobierno popular del Estado, la participación de los trabajadores en la gestión de la empresa, la organización colectiva del trabajo y de la producción y la emancipación de los ex-pueblos coloniales.
----------En el campo eclesial, la participación activa de los laicos en la liturgia y en el gobierno de la Iglesia, la corrección razonada y argumentada de los errores doctrinales, la moderación de las medidas disciplinarias de la autoridad pastoral, la dimensión escatológica de la vida religiosa, el diálogo ecuménico e interreligioso, la superioridad de la epikeia sobre la estricta justicia, la promoción de la diversidad y de la colegialidad, la evangelización que se sirve de la inculturación, la mitigación de las penas eclesiásticas. Y algo hoy actual: el esclarecimiento y profundización de la sinodalidad en la Iglesia.
----------La historia tiene un aspecto de progreso y un aspecto de regreso. Después de dos mil años de cristianismo, la Iglesia, no obstante el evento entusiasmante y primaveral del Concilio Vaticano II, es a veces oprimida por una prueba nunca antes sucedida, después de un desarrollo ininterrumpido hasta el siglo XX. Después de haberse expandido en el mundo hasta sus fronteras con un continuo crecimiento numérico, victoriosa sobre los paganos y sobre sus enemigos externos, a veces parece, como dijo dramáticamente el papa san Paulo VI, "auto-demolerse", los fieles parecen disminuir, antiguas convicciones y costumbres se abandonan, surgen novedades subversivas, resurgen antiguos errores y vicios que parecían ya derrotados, se encogen sus espacios ancestrales, no se nota un progreso moral o doctrinal, se debilita no tanto por enemigos externos, sino por internos enemigos, más seguros que nunca de ser la Iglesia del "nuevo paradigma".
----------Hoy no faltan quienes piensan que se está verificando la profecía escatológica de Nuestro Señor Jesucristo: "Por la difusión de la iniquidad se enfriará el amor de muchos" (Mt 24,12), correspondiente a la "apostasía" prevista por san Pablo en II Tes 2,3, y por san Juan en el Apocalipsis (Ap 13,16-17; 19,19). En realidad, no lo sabemos. Sin embargo, lo que dije anteriormente sigue siendo cierto.
----------En todo caso, concluimos diciendo que la ética de san Pablo (considerada en este artículo en algunos de sus aspectos) nos ofrece una transfiguración cristiana de la muerte. Ella está centrada en el misterio de Cristo crucificado y resucitado, misterio de fuerza, que nace de la debilidad, misterio de vida que nace de la muerte, como dice el mismo Pablo: "Cuando soy débil, entonces soy fuerte" (2 Co 12,10), palabras de las que se hace eco Celina, la hermana de santa Teresa del Niño Jesús: "Quien pierde, gana".
----------Cuando el mundo cree haber derrotado al cristiano, ese es el momento en que el cristiano vence al mundo. En el fondo, es el discurso del Señor: "Si el grano de trigo no muere, queda solo; si por el contrario muere, da mucho fruto" (Jn 12,24), discurso que Pablo hace precisamente con las siguientes palabras: "Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a ofrecer vuestros cuerpos como sacrificio viviente, santo y agradable a Dios. Este es vuestro culto razonable (rationabile obsequium, loghikèn latreian), no os conforméis con la mentalidad de este mundo, sino transfórmaos renovando vuestra mente para discernir la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable a Él y perfecto" (Rom 12,1).

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