sábado, 29 de febrero de 2020

¿Qué decir del conservadurismo y del progresismo en la Iglesia? Son dos categorías periodísticas, pero no del Magisterio (1/3)

Las categorías de "progresistas" y "conservadores" jamás se han convertido en propias del lenguaje del Magisterio de la Iglesia.

----------¿Qué valor tienen estas dos categorías periodísticas, que han estado en los principales medios de comunicación durante cincuenta años, y que nunca se han hecho propias del lenguaje del Magisterio de la Iglesia? En realidad, reflejan una visión superficial y extremadamente aproximativa de las cuestiones morales y doctrinales, confundiendo el debate y la problemática eclesiales con las controversias y las contrastantes y efímeras corrientes y opiniones del mundo político.
----------Como intentaré demostrar en este artículo, se trata de dos categorías absolutamente inadecuadas y engañosas con respecto al problema doctrinal que se ha vuelto hoy gravísimo en la Iglesia. Son una especie de hipócrita cortina de humo o, como suelen decir los italianos: de "specchietto per le allodole", humo y espejos, que durante cincuenta años los modernistas y los enemigos de la Iglesia, abiertos u ocultos, han logrado imponer a la opinión pública con una potentísima propaganda, con la connivencia de la debilidad o la imprudencia de la autoridad eclesiástica, para difundir impunemente sus errores y vicios morales en la Iglesia.
----------Por eso ha llegado la hora de decir basta y de desenmascarar de una vez por todas a los impostores, recuperando la sabiduría, la honestidad, la seriedad, la precisión y la claridad del lenguaje de la Iglesia, atestiguada en la historia de dos mil años de cristianismo y basado sobre el mismo sentido común, que advierte la necesidad fundamental de distinguir, en las cuestiones vitales, no tanto el conservar del progresar, cosas ciertamente respetables pero no decisivas, cuanto ante todo lo verdadero de lo falso, el bien del mal, la justicia del pecado. Es admisible en el lenguaje, cuando el tema o la oportunidad lo imponen, un cierto estilo indeterminado, diplomático o esfumado o matizado; no se puede proceder siempre a golpes de hacha, con el riesgo también de resultar ofensivo (como dice Jacques Maritain, en Le paysan de la Garonne. Un vieux laïc s’interroge à propos du temps prèsent), esto es cierto, pero también la costumbre hoy difundidísima de la ambigüedad sistemática, de la deslealtad habitual, de ese decir y no decir que irónicamente viene llamado lo políticamente correcto, es cosa repugnante y fuente de infinitos males.
----------Es cierto que estas categorías engañosas, son en sí mismas no ilícitas, sin embargo, son favorecidas por esa ala del mundo y de la teología católica que hoy es muy poderosa, que se pavonea narcisistamente del título de "progresista" marginando con condescendencia, altiva indulgencia e intolerancia apenas disimulada, a todos los que en la Iglesia no comparten su modernismo, desde los lefebvrianos y sedevacantistas hasta los católicos más puros, rectísimos y fieles e incluso a los progresistas como Jacques Maritain [1882-1973] o Yves Congar [1904-1995]. Precisamente, este progresismo, para ellos, no es todavía suficiente, dado que se sienten de tal modo en la avanzada, de tal modo adelantados hacia la Iglesia del futuro, que ellos consideran al propio Concilio Vaticano II y al pontificado posterior como superados y todavía ligados a los restos del pasado. Así, por ejemplo, el cardenal Carlo Maria Martini [1927-2012], pocos meses antes de su muerte, declaró en el Corriere della Sera que la Iglesia de Ratzinger se había quedado dos siglos retrasada.
----------Es útil recordar que el papa Francisco, en su discurso en la clausura de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, el 18 de octubre de 2014, condenó a los "progresistas", usó esa ambigua categoría periodística, pero es evidente que se refería a los modernistas, los cuales durante cincuenta años han resucitado y logrado sobrevivir hasta ahora como parásitos de la Iglesia, figurando como los primeros de la clase, y cosechando el éxito escondiéndose bajo el honorable título de "progresistas". 
----------En efecto, es indudable que el Concilio Vaticano II ha tenido un carácter progresista, en cuanto ha promovido el progreso de la piedad cristiana, de la eclesiología, de la teología, de la moral, del diálogo con el mundo y de la vida espiritual. Por otra parte, podemos entender por qué los Papas hasta ahora no han hablado de "modernismo" salvo en rarísimas ocasiones; porque todos conservamos el recuerdo dramático del modernismo de la época de san Pío X, quien definió el fenómeno como la "suma de todas las herejías". 
----------Sin embargo, durante cincuenta años, destacados eruditos, estudiosos de primer orden, y pastores autorizados de la Iglesia, como Jacques Maritain, en la obra antes mencionada, o Dietrich von Hildebrand [1889-1977] en El caballo de troya en la ciudad de Dios, o Cornelio Fabro [1911-1995] en La aventura de la teología progresista, o el cardenal Giuseppe Siri [1906-1989] en Getsemani. Refexiones sobre el movimiento teológico contemporáneo, o el cardenal Pietro Parente [1891-1986] en La crisis de la verdad en el Concilio Vaticano II, o el cardenal Alfredo Ottaviani [1890-1979], señalaron proféticamente el retorno de un modernismo que se verificó inmediatamente después del Concilio.
----------Es cierto que también estuvo en esa misma lista monseñor Marcel Lefèbvre [1905-1991]. Sin embargo, desgraciadamente, cayendo en un gravísimo equívoco, enseguida acusó al propio Concilio de modernismo, lo cual es en sí mismo una herejía (al menos material), error que se ha profundizado en sus seguidores.
----------Por eso la palabra "modernismo" es sin duda aterradora. Sin embargo, tras un análisis cuidadoso de la situación de la Iglesia y de la teología de hoy, las cosas están precisamente así. Naturalmente, no debe decirse que esta enfermedad del espíritu afecta a todos los pacientes al máximo grado; sin embargo, sabemos que para hablar de neoplasia maligna no es necesario que el organismo se encuentre en metástasis, sino que es suficiente una presencia inicial que, gracias a una pronta intervención, puede ser también eliminada. Por tanto, es legítimo utilizar el apelativo de "modernista" incluso para temas en los que sólo se encuentran rastros de esta grave enfermedad del espíritu.

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