sábado, 15 de febrero de 2020

René Descartes, frente a Aristóteles. Comparación


Dieciocho siglos separan las vidas de Aristóteles [384-322 a.C.] y René Descartes [1596-1650], pero la influencia de ambos en la historia del pensamiento humano, en la historia de la filosofía, sugiere una comparación.

----------Un parangón entre estos dos grandes pensadores del pasado es siempre útil e iluminador para comprender dos fundamentales orientaciones del pensamiento, la realista y la idealista, con las cuales todos nosotros, aunque no seamos filósofos, no podemos -aunque sea inconscientemente- no confrontar o tomar en cuenta, también por el vínculo que tienen con la conducta moral: como ha sido demostrado por la historia, el realismo aristotélico dispone a la obediencia a Dios y a su ley, mientras que el idealismo cartesiano desarrolla en el hombre un excesivo sentido de independencia, que al final lo lleva a la rebelión contra Dios y al ateísmo.
----------Veamos brevemente cuál es la impostación filosófica fundamental de ambos. Aristóteles constata con certeza la existencia de los entes sensibles de este mundo, se forma el concepto de ente sensible en cuanto ente y de esto recaba la noción de ente en cuanto ente (una y otra vez) y se pregunta: ¿existe un ente suprasensible, inmutable? Y responde: sí, es el motor inmóvil, kinùn akìneton, pensamiento del pensamiento, nòesis noèseos, causa primera, prote aitìa. Es El, para decirlo a Dante, quien "mueve el sol y las otras estrellas".
----------Aristóteles dice: yo soy, tú eres, tu mundo existe, tu Dios existe. Tú eres, todos somos entes; de todo -en modo analógico- se puede predicar la entidad, la existencia, el ser. De todas estas cosas estoy cierto. Parto de estas certezas y, aplicando el principio de causalidad, llego a Dios, como causa primera, fin último y primer motor.
----------Descartes, en cambio, duda, no tiene certeza de la existencia de entes sensibles. No acepta la evidencia del sentido. Por tanto, buscando el fundamento primero e indiscutible de la certeza, que sea también el inicio del saber, lo encuentra (cree encontrarlo) en un acto del espíritu, en la conciencia por parte del yo, de mi yo, de existir: el famoso "pienso, luego existo”, yo existo, yo sé que existo. Esto es lo primero que sé y de lo que estoy absolutamente cierto. Yo soy una res cogitans, soy un ente pensante, soy, como se dirá, un sujeto. De aquí deduzco todo el saber, sobre el que fundo toda certeza, incluso la sensible, incluso la certeza de la existencia de Dios.
----------Descartes dice: yo estoy inicialmente y fundamentalmente sólo cierto de mí mismo, de mi ser, de mi existencia. Soy el objeto primero e inicial de mi saber. Objeto "a priori", como se dirá, lo que quiere decir no "primero" en sentido temporal, sino primero por importancia, puro objeto del pensamiento. Soy consciencia de mi pensar y de mi ser un sujeto pensante. ¿Y las otras cosas? ¿Y las otras personas? ¿Y Dios? Por supuesto que todo esto existe, distinto de mí, delante de mí, pero estoy cierto porque tengo certeza de mi yo, de mi pensar, de mi ser. Lo deduzco de esta certeza absoluta fundamental.
----------Para Aristóteles, el objeto de la metafísica es el ente. También para Descartes el objeto de la metafísica es el ente, pero en este caso el ente es ante todo mi ente, mi entidad, el ente que soy, en el cual se recoge todo el resto y por el cual todo el resto puede ser derivado o deducido o partiendo del cual todo el resto puede ser descubierto y demostrado: los otros, las cosas, mi propio cuerpo, Dios. En cambio, el ente, para Aristóteles, es el ente múltiple y analógico, recabado de los entes: yo mismo, los otros, las cosas, Dios.
----------Después de Descartes el ente llega a ser el "sujeto", el ente autoconsciente, el ser se identifica con el pensante en acto, con el pensar y con el ser pensado. Nace un nuevo concepto de persona: no ya la persona como sustancia compuesta de alma y cuerpo, capaz de entender y querer como enseña Aristóteles, sino como autoconciencia y libertad en acto. Claro que, entonces, si no existe esto, la autoconsciencia y la libertad en acto, no existe la persona. Kant, Fichte, Schelling, Hegel, Rahner desarrollarán estas consideraciones de Descartes. El ser es el yo, es la autoconciencia, acto de pensamiento, identidad de ser y pensamiento, el ser soy yo, pero el ser es también Dios. Así que al final Dios coincide con el yo. Mientras Fichte desarrolla el ser como yo, Hegel desarrolla el yo como Ser. Heidegger pone entre ser y hombre una reciprocidad esencial, de modo que el uno depende del otro y el uno entra en el concepto del otro. Metafísica y antropología coinciden.
   
¿Qué dice la Sagrada Escritura?

----------Hagamos ahora una comparación con la Biblia. En ella, la noción del ente es analógica y múltiple. El ente creado participa del ente divino. El mundo es una familia de entes bajo el gobierno del sumo ente que es Dios, todos derivando de él y, por consiguiente, todos emparentados con él. Ente sumo -El Que Es- es Dios, pero los entes son sus creaturas, hechos a su imagen y semejanza, sobre todo la criatura humana y angelical. No el hombre sino Dios es el creador de los entes, de modo que el hombre los encuentra ya existentes independientemente de su pensamiento y por tanto la verdad, que encuentra su sumo paradigma en la fe -como aparece por san Pablo-, es acto de obediencia -aquello que Tomás de Aquino llamará adaequatio- a la realidad objetiva, que está frente a mí y de la cual formo parte yo mismo. Todo esto está en plena consonancia con la metafísica, la gnoseología y la antropología de Aristóteles.
----------Por el contrario, en Descartes no es el sum que se reconduce al ente, sino a la inversa, es el ente que es inmanente al sum y está fundado en el sum. Por esto, si Descartes todavía reconoce la objetividad de las cosas, de las otras personas o de Dios, siembra sin embargo esa semilla de inmanentismo que será luego desarrollada por el idealismo alemán, donde el yo sustituye a Dios y toma el lugar de Dios.
----------Objeto inmediato del pensamiento, para Descartes, no es el ente, no son las cosas, sino el pensamiento mismo, el "cogito" (la "idea", y de ahí "idealismo). Surge el problema de cómo alcanzar el ente, que no sea mi propio ser ("sum"). A menos que reduzca todo a mi ser. Esto es lo que hará el idealismo posterior. Este problema para Aristóteles no existe, porque para él el intelecto capta el ente natural e inmediatamente (lo "real", y de ahí "realismo") y sólo secundariamente capta sus propias ideas, porque conoce su pensar.
----------El contraste de fondo entre Descartes y Aristóteles radica en el concepto del ente, del conocimiento y de la persona. Aristóteles abre el yo al ente, reconociéndolo en sus límites, pero también poniendo las condiciones para una relación del hombre con Dios, que será desarrollada por el cristianismo. En cambio Descartes tiende a reducir el ente al yo entendido como espíritu, de modo que el yo tiende a ser enormemente inflado, como ocurrirá con el idealismo alemán, pero al mismo tiempo -como ha hecho notar Cornelio Fabro- mientras el concepto cartesiano de cuerpo humano como res extensa favorecerá el posterior materialismo, y el escepticismo frente al conocimiento sensible conducirá al moderno fenomenismo. Por otra parte, siempre según el análisis de Fabro, el cogito cartesiano es al mismo tiempo un volo, porque -como aclarará Fichte- el sum no es descubierto por el yo, sino "puesto" por el yo. Yo no preexisto a mi conciencia de ser yo, sino que está puesto por mi propia conciencia.
----------Por otra parte, se da aquí una identificación del intelecto con la voluntad. La verdad no como adaequatio sino como positio, no como descubrimiento del intelecto y norma del intelecto, sino como puesta, decidida por el querer. De ahí el concepto idealista de libertad como auto-ponerse, aquello que será el autoctisi de Gentile. El sujeto no es creado por Dios, sino que se pone libremente y voluntariamente en el ser. O bien el sujeto es Dios mismo: panteísmo. Pone su propio ser. Mi ser deriva de mi pensamiento que al mismo tiempo es mi absoluto querer. He aquí, entonces, la voluntad de poder de Nietzsche y la puerta abierta a toda violencia ejercida por el poderoso sobre el débil y por el explotador sobre el oprimido.
----------Esta comparación entre Aristóteles y Descartes suscita en nosotros un gran asombro considerando el hecho de que mientras Aristóteles era un pagano que no conocía la revelación cristiana, Descartes era un católico que aparece después de dieciséis siglos de filosofía cristiana; sin embargo, la filosofía de Aristóteles, en los tres fundamentales sectores del pensamiento antes mencionados, se ha revelado más en armonía con el cristianismo que la filosofía de Descartes, no obstante el éxito que ha obtenido tanto en los ambientes católicos como en ambientes protestantes, hasta nuestros días, tanto es así que hoy incluso hay teólogos que creen que la renovación teológica impulsada por el Concilio Vaticano II sugiere sustituir la teología escolástica derivada de Aristóteles por la mediación de santo Tomás de Aquino, por la teología que utiliza la filosofía idealista alemana derivada de Descartes. Y esto no obstante el hecho de que el Magisterio de la Iglesia, como es bien sabido, siempre ha recomendado la obra de recuperación del pensamiento aristotélico realizada por santo Tomás, mientras que ya en el siglo XVII puso en el Index las obras de Descartes.
----------Descartes se ha hecho la fama de ser el fundador de la "filosofía moderna", una inversión total de la precedente, "aristotélico-escolástica"; pero se trata de una forzada interpretación propagandística operada por sus seguidores, la cual lamentablemente ha logrado imponerse en los historiadores de la filosofía. En realidad, el cartesianismo, como ha afirmado el propio Heidegger, que aquí está más allá de toda sospecha, es un retorno al subjetivismo de Protágoras. ¡Otra que "filosofía moderna"! Ella ha exhumado viejísimos errores ya refutados por Aristóteles. La "modernidad" cartesiana no ha conducido a una sana modernidad, sino al modernismo.
----------La verdadera, la sana filosofía moderna es la actual filosofía católica, que desarrolla y explicita las antiguas inmortales e irrefutables intuiciones aristotélicas, purificadas, enriquecidas y sublimadas por el Aquinate y por su escuela, inspiradas por aquel Espíritu de Verdad que renueva todas las cosas, y es todavía la recomendada por la Iglesia y por el propio Concilio Vaticano II.