viernes, 21 de febrero de 2020

Recordando un sugestivo discurso del papa Francisco (1/2)

Me gustaría recordar en un par te breves notas, un memorable discurso del Santo Padre al poco tiempo del inicio de su pontificado. Es notable que al comentar el clima de las discusiones durante la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, en su discurso clausura, el 18 de octubre de 2014, el papa Francisco tuvo palabras tranquilizadoras contra el excesivo alarmismo manifestado desde diversos sectores, insinuando al inicio de su relación, como algo normal en estas circunstancias y de hecho con tono de alabanza, frente a la expresión de las ideas y ante ciertos legítimos contrastes de puntos de vista, de propuestas y de opiniones.

----------En la continuación del discurso el tono del Sumo Pontífice fue pasando de la bonhomía inicial a una firme seriedad admonitoria, mostrando que si ciertos contrastes pueden ser normales y constructivos, otros, más profundos, que afectan a la doctrina y la moral, la paz y la unidad de la Iglesia y la obediencia al Papa, no pueden ser aprobados y deben ser removidos para emprender un camino verdaderamente católico y común, incluso en la diversidad y en la pluralidad de las opiniones y de la legítimas opciones pastorales, pero a la luz de Cristo y en el respeto del magisterio. de la Iglesia. El papa Francisco primero enumeró los caminos que no se pueden seguir y luego, al final, indicó el camino correcto.
----------Los caminos equivocados parecen reducirse a dos, cada uno con una multiplicidad de aspectos, que, en un examen más detenido, constituyen una elección unilateral, podríamos decir parcial, ideológica y extremista, de un lado de la verdad contra el otro, en lugar de estar de acuerdo y atemperarlo con el otro en una síntesis sabia y obediente, que capte la totalidad de lo verdadero y lo bueno, de modo que un lado, aislado, absolutizado y opuesto al otro, se vuelva él mismo falso y destructivo, y lo que debe ser equilibrada complementariedad mutua, deviene hostilidad y exclusión recíproca.
----------No es difícil reconocer en la descripción del Santo Padre dos partidos que, sobre todo desde el período del inmediato postconcilio contienden en modo feroz, presuntuoso y obstinado por un privilegio que en realidad no les pertenece, sino que pertenece únicamente al Sucesor de Pedro, a saber, el de representar suprema y exclusivamente la verdadera fe, el verdadero catolicismo y la verdadera Iglesia.
----------La oposición entre estos dos partidos se puede representar muy simplemente como contraste entre los demasiado indulgentes y los demasiado exigentes. El Papa usa una imagen evangélica extremadamente eficaz: "La tentación de transformar la piedra en pan para romper un ayuno largo, pesado y doloroso (cf. Lc 4, 1-4), y también de transformar el pan en piedra y tirarla contra los pecadores, los débiles y los enfermos (cf. Jn 8, 7), es decir, transformarlo en «cargas insoportables» (Lc 11, 46)".
----------Por un lado está, pues, "La tentación del buenismo destructivo, que en nombre de una misericordia engañadora venda las heridas sin antes curarlas y medicarlas; que trata los síntomas y no las causas y las raíces. Es la tentación de los 'buenistas', de los temerosos y también de los así llamados 'progresistas y liberales'. La tentación de bajar de la cruz, para contentar a la gente, y no permanecer allí, para cumplir la voluntad del Padre; de ceder al espíritu mundano en lugar de purificarlo y conducirlo al Espíritu de Dios. La tentación de descuidar el 'depositum fidei', considerándose no custodios sino propietarios y dueños". Es clara la alusión a los modernistas y a los rahnerianos.
----------Por otro lado, "la tentación del endurecimiento hostil, es decir, el querer cerrarse dentro de lo escrito (la letra) y no dejarse sorprender por Dios, por el Dios de las sorpresas (el espíritu); dentro de la ley, dentro de la certeza de lo que conocemos y no de lo que debemos aún aprender y alcanzar. Desde los tiempos de Jesús, es la tentación de los celantes, los escrupulosos, los diligentes y de los así llamados —hoy— 'tradicionalistas', y también de los intelectualistas. (...) ¡La tentación de descuidar la realidad utilizando un lenguaje minucioso y un lenguaje pulido para decir muchas cosas y no decir nada!. Los llamaban 'bizantinismos', creo, a estas cosas...". En cambio, es evidente aquí la referencia a Monseñor Lefèbvre y a sus seguidores.
----------El Santo Padre propone como camino correcto a seguir una vía media, que sintetiza y une armoniosamente los valores contenidos en las dos facciones, antinaturalmente por ellas separados y contrapuestos, excluyendo los extremismos: Tradición y Escritura, continuidad y progreso, conservación de lo necesario: lo que permanece, y cambio en lo contingente: lo que pasa; misericordia y justicia, firmeza y flexibilidad, unidad y pluralismo, apertura a lo nuevo y fidelidad a la propia identidad, doctrina y pastoral, libertad y obediencia, historicidad del hombre e inmutabilidad del dogma.
----------Por tanto, se puede decir que la línea que está madurando entre los padres sinodales es, como era de esperar, la confirmación de la doctrina tradicional e inmutable del Evangelio y de la Iglesia, que ciertamente encontrará en su momento confirmación en las palabras del Santo Padre, aún cuando podamos imaginar o esperar que la Iglesia encontrará nuevas aplicaciones de la ley en conformidad con las exigencias, las perspectivas y las necesidades de las familias de nuestro tiempo.

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