En la nota anterior, reflexionábamos sobre algunas directrices notables del papa Francisco, en su discurso de clausura de la III Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, el 18 de octubre de 2014.
----------Sin embargo, a partir de las observaciones críticas del Santo Padre en aquel muy sugestivo (y olvidado) discurso, no se puede dejar de reconocer o dejar de advertir, con preocupación, la existencia en el sínodo de una oscura sombra de hostilidad hacia las luminosas perspectivas evangélicas emergentes, que son objeto de las anotaciones y de los impulsos directivos del Papa. Se trata, a mi juicio, de la sugestión tenebrosa, fascinadora y siniestra del rahnerismo, que desde hace cincuenta años vaga por la Iglesia, ahora suavizando sutil e insidiosamente el ambiente, una especie de smog que vuelve malsano el aire.
----------El rahnerismo es realmente un problema todavía sin resolver, a pesar de los reiterados señalamientos de ilustres y sabios pastores y eruditos, incluidos varios cardenales, a lo largo de estos más de cincuenta años. Las sólidas pruebas de las herejías de Karl Rahner [1904-1984], el gran aprendiz de brujo, que emergieron a la luz en este largo período de investigaciones, son desde hace mucho tiempo públicamente accesibles para una verificación o mirada objetiva y desapasionada.
----------Por ello, no está suficientemente claro por qué motivo deba persistir una fama inmerecida de las obras de Rahner, una fama que hace solo daño a la Iglesia, y que tiene repercusiones desastrosas en el campo de la moral, de la pastoral y de las costumbres católicas. Esta fama tiene todo el aspecto de una fama no auténtica, es decir, basada en una verdadera ciencia, sino construida artificiosamente por fuertes poderes oscuros, que objetivamente trabajan para la destrucción de la Iglesia.
----------Un signo inquietante de ello lo daban ya durante el Sínodo de Obispos del 2014, las ideas que estaban surgiendo entre los padres sinodales, ideas justamente reprobadas por el papa Francisco, y que ya habían sido criticadas por un célebre grupo de cardenales, que por aquellos años había publicado un libro en conjunto (aunque bajo la autoría de Robert Dodaro): Permanecer en la verdad de Cristo. Matrimonio y Comunión en la Iglesia Católica, un libro en el cual, con aportes entre otros de los cardenales Brandmüller, Burke, Caffarra y Müller, profesando su fidelidad al Magisterio de la Iglesia, recordaban los valores fundamentales e irrenunciables de la familia, manifestando la convicción de que la Iglesia, aplicando justicia y misericordia, debe mantener la actual disciplina concerniente al tratamiento de las situaciones irregulares.
----------El obstáculo todavía persistente para resolver el problema planteado por Rahner son el prejuicio y la grave ilusión, muy duros de morir, de que Rahner era un genio teológico muy superior a santo Tomás de Aquino [1225-1274], un audaz explorador de las profundidades del misterio cristiano y, por tanto, el descubridor de una teología mucho más avanzada, conforme al espíritu del Concilio Vaticano II, una teología que habría elaborado una nueva visión de la fe, del catolicismo y de la Iglesia, adaptada a la cultura moderna, utilizando los recursos de la filosofía moderna desde Rene Descartes [1596-1650] hasta Martin Heidegger [1889-1976]. Sin embargo, en honor a la verdad, no es demasiado difícil, para quienes conocen la historia de la teología, reconocer en los inmensos proyectos y emprendimientos rahnerianos, capaces de impresionar a los ingenuos con una producción publicista prodigiosa, que toca todos los aspectos de la vida cristiana, tanto un gigantesco como astuto e insolente renacimiento del modernismo ya condenado por San Pío X [1903-1914] en su tiempo.
----------Cabe advertir también que para reconocer las herejías de Rahner, es evidentemente necesario, en primer lugar, partir de un cuadro o marco de evaluación que a su vez esté libre del rahnerismo, lo que lamentablemente hoy día es raro, dado que Rahner ha adquirido casi en todas partes la fama del grande, si no el único e indiscutido maestro de nuestro tiempo. Criticar a Rahner les parece a muchos la expresión de una mente estrecha, envidiosa, cerrada y superada, que casi ni siquiera debe tomarse en consideración. A otros les parece algo escandaloso, intolerable y casi sacrílego, digno de desprecio o de severas medidas.
----------Los críticos de Rahner son acusados de ignorancia, mientras que los verdaderos ignorantes son los rahnerianos, que no se han molestado en afrontar personalmente sus difíciles textos, y tal vez hablan de Rahner de oídas o han leído algo de su piadosa elevación mística en alguna antología de espiritualidad o una de esas presentaciones populares divulgadoras de la teología moderna, tan superficiales como ingenuamente bondadosas o benévolas. Quienes han leído todas o la mayoría, o al menos las más significativas obras de Rahner a lo largo de años de estudios y consultas, pueden llegar a conocer bien la astucia de este hombre que siempre mezcla hábilmente lo verdadero con lo falso y entrega el dulce veneno no todo de una vez en una sola obra (¡se lo descubre de inmediato!), sino en pequeñas dosis esparcidas en varios libros, por lo cual solo conectándolos entre sí es que se tiene el cuadro verdadero y completo de la impostura, un poco como en las investigaciones judiciales, particularmente las investigaciones criminales, el diligente detective o inspector toma posesión de las pruebas solo poniéndolas juntas, y reuniendo cuidadosa y ordenadamente los detalles dispersos, que, tomados individualmente, parecerían insignificantes.
----------Entonces, para entender a Rahner, está claro pues que no basta el hecho material de haberlo leído incluso durante años, si luego se procede con parcialidad, fanática sumisión o como dicen los italianos: "con gli occhi foderati di prosciutto" (teniendo jamón en los ojos). Muchos de sus seguidores también han pasado toda su vida alrededor de su numen tutelar. Para entender quién es Rahner se requieren las siguientes condiciones morales y teóricas: amor exclusivo y desinteresado por la verdad, rectitud de intención, modestia en la formulación de hipótesis interpretativas, aceptación de los aspectos positivos, honestidad, prudencia y humildad intelectuales, interés por la salvación de las almas, posesión de una buena filosofía y teología (Santo Tomás de Aquino y su escuela) y respeto absoluto por el Magisterio de la Iglesia.
----------A costa de pasar por un papalista (un papalino, dicen los italianos), me atrevo a afirmar que la última condición es la decisiva y que resume todas las demás. De hecho, es aquí donde cae el burro rahneriano (casca l’asino), aunque los rahnerianos quieren dar a entender, subiéndose por los espejos, que su favorito refleja las enseñanzas de la Iglesia y del Concilio Vaticano II.
----------Por otra parte, no debemos fiarnos de la crítica a Rahner hecha por los lefebvrianos, tanto porque no saben reconocer los lados buenos del teólogo como porque, si logran identificar algunas de sus herejías, después acusan al propio Concilio de herejía, dando así cabal prueba de haberlo gravemente malinterpretado, ya que según ellos el Concilio se vería afectado por las herejías de Rahner.
----------El hecho es que los rahnerianos más francos y atrevidos, que saben que es insostenible la tesis de la fidelidad de Rahner al magisterio, no tienen, por tanto, escrúpulo en seguir el estilo de su maestro que con descarada impudicia y tono amenazador, similar a los de Martin Lutero [1483-1546], acusan a la Iglesia, incluso a la Iglesia conciliar, de estar atrasada y la intiman a actualizarse y acogerse cuanto antes a su teología, si no quiere quedarse al margen de la evolución histórica del progreso humano.
----------De las relaciones oficiales y de los comentarios autorizados, que nos llegan sobre cuanto se está diciendo en el sínodo y de las mismas palabras del Papa antes mencionadas, se desprende evidentemente que la siniestra sombra de Rahner asoma entre los padres sinodales, con su característica visión del hombre y de la moral: todo hombre está en gracia de Dios, tiende a Dios, está en comunión con Dios, por lo tanto es bueno y se salva. Dios hace misericordia a todos y no castiga a nadie. El pecado, como individual acto categorial y particular, no tiene importancia, porque en todo caso es anulado por la inevitable presencia de la gracia -simul iustus et peccator- y en todos existe la opción fundamental por Dios al menos atemática y trascendental. Los actos humanos particulares o los conceptos dogmáticos son cosas inciertas, cambiantes y relativas, que no tienen importancia. Lo importante es la experiencia preconceptual de la fe -el "encuentro con Cristo"- que todos tienen, incluso los no católicos y los ateos.
----------Por consiguiente, no se trata de condenar errores o pecados, sino simplemente de promover lo positivo que existe en todos ("principio de gradualidad"). La distinción entre uniones de pareja lícitas o ilícitas, regulares o irregulares, no tiene importancia. El hecho es que todos estamos igualmente en camino hacia Dios, lo sepamos o no lo sepamos ("cristianismo anónimo"). No existe lo contrario o lo prohibido, sino solo lo diferente, que por tanto debe ser respetado; no se debe por lo tanto condenar como malo o falso lo que es simplemente diferente.
----------No debemos dudar que el Papa sigue este movimiento de ideas y en el momento oportuno las corregirá, como ya ha comenzado a hacer. Pero el problema de fondo siempre permanece que, hasta que se resuelva, el mal y el malestar siempre volverán a surgir para toda la Iglesia, como comida no digerida que queda en el estómago. Hasta que sea expulsado, el tormento permanece.
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