miércoles, 19 de febrero de 2020

Dos palabras sobre Comunismo

¿La Iglesia, los católicos, pueden dialogar con el Comunismo? Dos palabras sobre el asunto...

----------El Comunismo es una cuestión muy seria, que muchos católicos, dispersos por todo el mundo, han vivido y siguen viviendo dramáticamente todavía en la actualidad, aunque en diverso grado y de diversas maneras. Pero, al mismo tiempo, es una cuestión que puede ser analizada con esa serenidad que proviene de la Fe católica en cuanto Verdad. El Comunismo es una cuestión que todavía interesa no solo a la política, sino también más profundamente a la situación moral y espiritual de toda la humanidad.
----------En primer lugar, lo primero que tiene que hacer el filósofo o el teólogo que decida tratar este tema con absoluta honestidad, es, por un lado, mantener absoluta fidelidad al Magisterio de la Iglesia y a santo Tomás de Aquino, cuyas enseñanzas han sido las recomendadas siempre por el Magisterio de la Iglesia desde la modernidad, incluso recomendadas por el Concilio Vaticano II. En segundo lugar, lo que debe hacerse es estudiar a fondo la doctrina comunista en sus principales exponentes, es decir: Karl Marx [1818-1883], Friedrich Engels [1820-1895], Vladimir Ilyich Lenin [1870-1924] y Iosif Stalin [1878-1953].
----------Supuesto lo anterior, y en base a lo que he logrado concluir sobre el tema en cuestión, pienso que se debe centrar toda la concepción católica (y por lo tanto la condena católica) del comunismo en la perentoria definición que expresó el papa Pío XI en la encíclica dedicada precisamente al comunismo "Divini Redemptoris": "sistema intrínsecamente perverso". Es decir, debe verse en el marxismo, en cuanto tiene de original, un sistema compacto sustancialmente falso, de tal manera que en realidad no se pueden segregar elementos positivos de elementos negativos, sino que todo es, o bien erróneo, o bien funcional al error.
----------Los elementos válidos, a decir verdad, no son para nada originales de Marx, sino que ya existían en la ética social de la Iglesia y por lo tanto Marx de ella los ha robado. Y, en este sentido, se debe afirmar categóricamente que es prioritario deber de la Iglesia reapropiarse de esos elementos, reclamarlos como propios. En tal modo, hay que ver con buenos ojos el desarrollo de las doctrinas sociales católicas promovidas por el Concilio Vaticano II. Aunque, por supuesto, hay que darse cuenta de la duplicidad y el engaño de ciertas corrientes sedicentes católicas, como la de los "cristianos por el socialismo" o la "teología de la liberación", que desde los primeros años del postconcilio vienen mezclando teísmo y ateísmo, materialismo y espiritualismo, totalitarismo y democracia, personalismo y colectivismo, libertad y dictadura, caridad y violencia. Todo esto es manifestativo del falso "diálogo" modernista con el Comunismo. En este mismo sentido, el socialismo actual debe entenderse como un compromiso entre democracia y totalitarismo.
----------El filósofo y teólogo que se dedique a este tema, debe también saber distinguir las diferencias de pensamiento entre los cuatro fundadores del comunismo: Marx, más humanista, heredero de Hegel; Engels, evolucionista; Lenin, el astuto e inmoral revolucionario; Stalin, el grosero y vulgar materialista, dictador responsable de la matanza de millones de opositores. Debe saber distinguirse también las diferencias entre las varias formas de marxismo, como por ejemplo el que estuvo vigente en la ex Yugoslavia, o el marxismo italiano, o el polaco o el francés. Por supuesto, hay que conocer también las formas mitigadas y democráticas de marxismo, que todavía existen, reconociendo que, al fin de cuentas, se trata siempre de actitudes tácticas, según las prescripciones del propio Lenin, encaminadas a la toma del poder, cumplida la cual, como la historia lo demuestra, el comunismo muestra, bajo el velo de la lucha por la justicia social y del amor por los pobres y los oprimidos, su verdadero rostro bárbaro e inhumano.
----------Sin embargo, una actitud verdaderamente cristiana ante el Comunismo exige que la oposición a esta doctrina no sea una oposición a las políticas que de hecho ejercen los distintos partidos o movimientos comunistas en el mundo, ni menos aún sea una oposición o falta de caridad hacia las personas que expresan ideas comunistas. La verdadera oposición católica al Comunismo debe ser neto y motivado rechazo, en base a la razón y a la fe, de los principios doctrinales básicos del marxismo, fruto maduro de cuatro siglos de pensamiento antropocéntrico y postcartesiano, que progresivamente ha mostrado siempre más su rostro a un tiempo inhumano y anticristiano. Por el contrario, la actitud que debe tenerse frente a las diversas corrientes políticas marxistas, tratándose del terreno opinable de la política, en el cual normalmente un filósofo o teólogo no es competente, debe dar lugar a la tolerancia y a una prudente prescindencia.
----------En cambio, por cuanto respecta a las personas individuales, siempre debemos estar abiertos al diálogo, siempre dispuestos a ejercer el ministerio del perdón y de la misericordia, por supuesto esto de diverso modo tratándose de un católico laico o de un sacerdote el que dialoga con un comunista.
----------Indudablemente, hoy el comunismo ha dejado de lado algunas fórmulas tradicionales de su lenguaje; pero uno se pregunta si, después de todo, verdaderamente ha abandonado sus principios de fondo, sobre todo su concepción del hombre que no admite un Dios trascendente, sino que pone al hombre en el lugar de Dios, sustituyendo el hombre al Dios del cristianismo y de cualquier sano monoteísmo, incluidos el hebreo y el islámico.
----------El comunismo continúa confundiendo religión y superstición, reduciendo aquella a esta. Se presenta hoy como liberal, respetuoso del pluralismo y de la cultura, pero mantiene siempre que la verdad absoluta es la de Marx. Habla de "pacifismo", pero en realidad conserva el odio social. Habla de igualdad y de justicia, pero en realidad pone la riqueza material en primer lugar. Habla de "mística" y de espiritualidad, pero continúa pretendiendo que el espíritu nace de la materia y que, por lo tanto, una vez resueltos los problemas económicos, todo estará resuelto. Continúa resolviendo la persona en su relación con el todo social manteniendo, bajo el lenguaje de la democracia y de la libertad, su tradicional totalitarismo, inseparablemente ligado a la dictadura, ya que, como es la conclusión de la famosa fábula de George Orwell, "Rebelión en la granja", en los sistemas comunistas "todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros".
----------Como decía el papa san Juan XXIII en su famosa encíclica Pacem in terris de 1963, las doctrinas, una vez fijadas, son siempre las mismas; en cambio, las personas o los movimientos concretos que profesan esas doctrinas, pueden cambiar, recapacitar, corregirse, convertirse. Nuestro Señor Jesucristo no ha sido muerto por el comunismo, pero por los comunistas ciertamente murió, porque también ellos están llamados a la salvación.

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