En el contexto de las divisiones sectarias que hoy aquejan a la Iglesia, entre grupos extremos pro-Francisco y anti-Francisco, parece haber una verdadera competencia acerca de quien dispara munición cada vez más gruesa, sea a favor o en contra del papa Bergoglio.
----------En un blog de noticias especializado en la actualidad del Vaticano, se ha lanzado una granada de alto poder con la frase: "El Papa Francisco concede demasiado a protestantes, modernistas, marxistas y masones". El problema no es la frase en sí misma, sino la falta de aclaración del sentido de la frase, que puede ser bien o mal entendida. Porque, así presentada, la frase parece querer sostener que la enseñanza del papa Francisco hace indebidas concesiones a nivel doctrinal a los mencionados interlocutores. ¿Puede realmente afirmarse que el Papa ha cedido a doctrinas protestantes, modernistas, marxistas y masónicas?... Pero ¿qué católico podría afirmar semejante cosa sin negar la indefectibilidad en la Fe de la Cátedra Petrina? ("Confirma fratres tuos", "las puertas del infierno no prevalecerán contra mi Iglesia").
----------Por lo tanto, si alguna verdad pudiera encerrarse en la frase "El Papa Francisco concede demasiado a protestantes, modernistas, marxistas y masones", ¿Cuál es, entonces, su aspecto verdadero?... A primera vista, tales indebidas concesiones no podrían ser nada más que una rendición a los errores de los protestantes, modernistas, marxistas y masones. Pero, dada la gravedad de estos errores, que van desde la herejía al ateísmo, de un cristianismo carente al odio por el cristianismo, lo que ante todo hay que afirmar es que tales acusaciones contra el Papa son injustas, ofensivas e impías, porque el papa Francisco, como todo Papa legítimo, posee de Cristo un don de infalibilidad doctrinal en el enseñar los caminos del Evangelio, don que le impide caer en la herejía y mucho menos en el ateísmo.
----------Si yo fuera quien por alguna razón en mis notas de este blog tuviera que repetir como mía una frase similar a la indicada, a lo sumo diría que el papa Francisco se inclina a una interpretación que concede demasiado a los progresistas, acercándose a los modernistas, específicamente a los rahnerianos. Ahora bien, es bastante frecuente que en el ir y venir de notas en un blog (sobre todo cuando uno se hace el hábito o compromiso con los lectores de publicar una nota diaria), a veces, en los apurones, suele suceder que uno no es del todo claro, por lo que aprovecho la ocasión para aclarar este punto delicadísimo: aclarando la frase que he publicado en negrita. Aunque, de todos modos, quienes conocen mi pensamiento sobre el tema, expresado en tantas otras ocasiones, habrán comprendido muy bien qué intento decir con ella.
----------Hablando por lo tanto de la "interpretación", entiendo referirme no a la interpretación que el Papa hace de las ideas de esos autores, sino a la interpretación que otros hacen del pensamiento del Papa sobre esos autores (progresistas, modernistas, rahnerianos), es decir, una interpretación equivocada.
----------El defecto del Papa, en todo caso, como he señalado muchas veces con todo respeto en mis escritos, un defecto del cual cualquier Papa puede verse afectado, porque aquí no goza de infalibilidad, es un defecto ya bien conocido, de carácter no doctrinal sino pastoral, es decir, el de no expresarse siempre con la necesaria claridad, por lo que a veces, por un modo de expresarse ambiguo o impropio, da la impresión de simpatizar por la herejía o por la impiedad, algo imposible en un Papa.
----------Por esto, creo haber tenido siempre la preocupación de aclarar el sentido de ciertas expresiones del Papa, las cuales podían crear alguna preocupación, y lo he hecho a costa de sentir que me digan que me estoy subiendo a los espejos o que estoy jugando un doble juego o que no quiero tener problemas con nadie. Pero los que me conocen saben que no tengo tales escrúpulos y que estoy dispuesto a pagar personalmente, cuando esté en juego, en palabras de Santa Catalina de Siena, "el honor de Dios y el bien de las almas".
----------Además, por varios motivos referidos a mi experiencia personal de muchos años, he sido educado para saber hablar del Papa o tratar acerca del Papa o evaluar los actos del Papa del modo correcto, franco y respetuoso, con modestia y parresía, sin adulaciones y sin arrogancia, sabiendo distinguir dónde un Romano Pontífice puede ser respetuosamente criticado de dónde no puede serlo de ningún modo.
----------Por eso, yo no tengo nada que ver ni con el fariseísmo de los nostálgicos del preconcilio, siempre con el fusil apuntado sobre Francisco, ni con la arrogante autosuficiencia de los modernistas, que con astucia y descaro lo hacen autor de una revolución en la Iglesia y de un fantasioso "giro epocal" o "nuevo paradigma".
----------Por el contrario, pretendo ubicarme en la misma postura que los Santos han tenido ante el Papa. Ellos nos enseñan cómo comportarnos sabiamente en este delicadísimo tema, como por ejemplo un Savonarola o una santa Catalina, que nos enseñan a mantenernos igualmente lejos de los falsos reformadores como Lutero, o de los actuales falsos amigos del Papa, los cuales no sólo no creen en su carisma, sino ni siquiera en la verdad de la fe, preocupados solamente por dominar en la Iglesia en su propio beneficio.
----------También es necesario recordar algo que ya hace tiempo que muchos señalan y es que Francisco se presta a ser malinterpretado, en sentido equivocado, incomprendido, instrumentalizado. Desde hace años somos muchos, no sólo yo, quienes le instamos a que sea más claro, más lineal y límpido en su discurso. Sin embargo, aún siendo así, es necesario reconocer que incluso las personas que hablan del modo más claro e inequívoco, siempre pueden ser malinterpretadas o instrumentalizadas por los ignorantes, los malintencionados o los astutos. Pero en tales casos, estas personas leales y francas, han cumplido con su deber y el reproche irá a quienes no le entienden o no le quieren entender.
----------Finalmente, una cosa que quisiéramos del Papa es que al menos, una vez hechas las cosas (vale decir, expresadas las ambigüedades, los discursos confusos y los conceptos equívocos), aclare las dudas o desmienta, o bien niegue, o corrija las interpretaciones erróneas. Pero, lamentablemente, esto ocurre muy raramente, probablemente porque el Papa no puede responder a todas las dificultades. Sin embargo, este silencio suyo en el que se cierra, no da una buena impresión, porque parece confirmar las falsas interpretaciones, según el dicho popular "quien calla, otorga".
----------Lo que le pedimos al Papa no es tanto la cantidad o la frecuencia de su palabra, sino sobre todo la autoridad única, como Vicario de Cristo, de lo que dice.
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