viernes, 7 de febrero de 2020

El papa Francisco y Mons. Viganò: ¿A quien creer?


Demos conclusión a las reflexiones sobre el caso Viganò, iniciadas en notas anteriores.

----------El hecho de que el Papa negara haber sabido en su momento de las fechorías de MacCarrick parece un mezquino intento de sustraerse a sus responsabilidades. ¿Qué garantías da el Papa de no mentir? ¿Deberíamos creerle a su palabra? ¿Es posible que no lo supiera? ¿La actitud del Papa hacia los personajes antes mencionados, de los que circulan creíbles historias y sospechas de un comportamiento reprensible, su abstención de una clara condena de la sodomía, su tolerancia hacia los defensores de su legalidad, y su silencio sobre la conocida difusión de la sodomía entre el clero, constituyen hechos que nos inducen creer en la verdad de aquello que dice acerca del coloquio con Mons. Carlo María Viganò?
----------No me parece. Más bien, parece que nos encontramos frente a una persona atrapada en falta, que de todas maneras quiere mantener las apariencias. Naturalmente, no es que el Papa apruebe la sodomía -¡faltaba más!-; ¿pero cómo evitar la sospecha de que el papa Francisco ha negado a Mons. Viganò porque no tiene la fuerza para oponerse al lobby sodomita de la Iglesia? ¿O tal vez está amenazado? De hecho, si reconociera que Viganò ha dicho la verdad, debería reconocer haber sido un favorecedor de la sodomía y no haber hecho cuanto debía para frenar la propagación de la sodomía. Viganò atribuye al Papa no solo la complicidad de McCarrick, sino también la de otros prelados. ¿Es verdad? ¿Puede Viganò demostrarlo? Pero dejemos este punto y fijemos nuestros ojos en el asunto McCarrick.
----------Entonces, ¿el Papa ha querido salvar las apariencias y su buena reputación? Es posible, pero no ha resultado. Por eso, yo considero que a estas alturas, después de todo, si Francisco quiere salir con honor de esta sucia historia que lo involucra y compromete su credibilidad y la de la Iglesia, sería mejor que reconociera con humildad y franqueza su propio error, que es el de haberse dejado enredar en los círculos de la sodomía. De lo contrario, en mi opinión, si el Papa insiste en querer justificarse y desmentir a Mons. Viganò, corre el riesgo de fingir una oposición a la sodomía, que en realidad no es sincera. Es necesario que el Santo Padre se libere de la sucia trampa que lo está atando y que pretende no hacerle hablar.
----------En cuanto al relato del ex nuncio en Estados Unidos, para comprender su posible credibilidad, es necesario relacionarlo con aquellas restricciones de actividad que el papa Benedicto XVI le había impuesto a McCarrick tras su conducta escandalosa. En cambio, el papa Francisco no tomó en cuenta la advertencia de Mons. Viganò relativa a las providencias dispuestas por Benedicto; no solo eso, sino que, como ahora se sabe, el papa Francisco le dio a McCarrick una serie de importantísimos encargos. Al papa Francisco le resulta cómodo negar aquel coloquio, porque tal vez crea que puede salirse con la suya diciendo que no sabía nada de la conducta de McCarrick. Pero en esto él no es en absoluto creíble.
----------Sin embargo, aparte del encuentro de Mons. Viganò con el Papa, siempre queda firme que el hecho de haber el papa Francisco ignorado la disposición del papa Benedicto XVI es un hecho grave y firmemente comprobado. La negación del papa Francisco con respecto a Viganò no cancela sus responsabilidades, sino que las deja intactas. Se suma solo su vana tentativa de ocultar lo que no se puede ocultar.
----------En mi opinión, el Papa debería convocar a Viganò a Roma. Debería enfrentarlo a él como el padre con el hijo. Francisco debería mostrar una gran magnanimidad y al mismo tiempo humildad con Viganò, lo que es digno de un Sumo Pontífice. O quizás se necesitaría un juez super partes, que pusiera en confrontación a los dos hombres. ¿Pero dónde encontrarlo? Un Papa no puede ser juzgado en la doctrina (canon 1404 del derecho canónico), pero en la conducta moral sí. Y si no se juzga a sí mismo ni se deja juzgar por hombres rectos, caerá bajo el juicio de la historia y, lo que es peor para él, caerá bajo el juicio de Dios.
----------El papa Francisco, en cambio, se volvería grande en el humillarse, en el bajar de su pedestal, y reconocer sus errores. Sería perdonado si buscara perdón. Pero evidentemente no logra hacerlo. Oremos por él. Y recemos por su confesor, que sepa aconsejarle bien. El éxito que Francisco obtiene en otros ámbitos no puede borrar esta mancha. ¡Dios no quiera que él intente silenciar su conciencia con este éxito!
----------Sobre este gravísimo punto, el papa Francisco, el hombre del diálogo, muestra una sorprendente sordera, como ya le ha pasado en su problema con los Cardenales de los dubia y, como siempre ha hecho todas las veces que le han llegado reclamos y súplicas para que se corrija. Pero todo esto no hace más que aumentar sus deudas y obligaciones. Y un día, si continúa así, tendrá que pagarlas todas de una vez.
----------¿Cuánto deberá durar este expediente de Viganò de permanecer refugiado en un lugar secreto? ¿Pero secreto para quién? ¿Para el Papa? Toda la historia, si no fuera trágica, se diría que está asumiendo los tonos de lo grotesco, como la historia de Pierino que se escondió para no llevarse los coscorrones de su mamá.
----------También el Papa debería darse cuenta del lío en el que se ha metido y en el que está metiendo a la Iglesia por falta de lealtad y de humildad, y que se está exponiendo a sí mismo al ridículo, y al ludibrio a la Iglesia, provocando indignación en los buenos y escándalo en los pequeños. Si san Ambrosio hablaba de la Iglesia como casta meretrix, ahora la Iglesia parece una pura y simple meretrix.
----------Con las mentiras no resuelve nada. Ellas son aparentes escapatorias, que antes o después arrojan al mentiroso a una mayor intriga que la anterior. Tapan un agujero para abrir otro más grande. La mentira llama a la mentira y el pobre mentiroso en algún momento se encuentra en tal lío que ya no puede salir de él. Es la verdad la que libera de los problemas, pero requiere un alto precio a pagar: la muerte del orgullo y la aceptación de la humillación.
----------El Papa debería pedir perdón a la Iglesia por su comportamiento. ¿Lo hará? No lo sabemos. El problema no es tanto el de la mentira en sí misma, sino que es la gravísima cuestión que implica, que es la propagación de la sodomía en el clero. Es necesario que el Papa haga alejar de la Iglesia la tremenda sospecha de que él es demasiado indulgente con ese feo vicio o incluso que exista una legalización de la sodomía. En este punto esperar, siguiendo las huellas de Lutero, en la divina misericordia, es una pura hipocresía.
----------Francisco podría tomar ocasión de esta desventura para proponer un documento de gran alcance -pensemos en una encíclica-, que ampliaría el discurso sobre la dignidad de la sexualidad humana en la concepción cristiana, poniendo en guardia contra todos los pecados contra el Sexto Mandamiento.