jueves, 19 de enero de 2023

Jesucristo contra la hipocresía (2/3)

No debe sorprendernos comprobar hoy el camino que el cartesianismo se ha abierto en todas las corrientes extremistas de la Iglesia, tanto entre modernistas como pasadistas. Cuanto más el escéptico cartesiano está en la duda, más allá incluso de un aparente espíritu liberal y tolerante, más absolutista y dogmático en sus afirmaciones, despótico y autoritario en su voluntad, indispuesto a recibir ninguna crítica u objeción, ardiente despreciador de todos aquellos que no piensan como él. Hoy no sorprende encontrar esta clase de personas todos los días, incluso en el interior de la Iglesia. [En la imagen: fragmento de "Maldiciendo a los fariseos", obra de James Tissot, elaborada entre 1886 y 1894, gouache sobre grafito sobre papel avitelado gris, conservada en el Museo de Arte de Brooklyn, New York, USA].

La hipocresía es causada por la deshonestidad intelectual y esta a su vez por la soberbia
   
----------El acto con el cual nuestro espíritu capta la verdad es de por sí un acto del intelecto, donde la voluntad nada tiene que ver, sino que vale en cambio la necesidad: si el intelecto es puesto ante la evidencia o la conclusión de una tesis demostrada, está necesitado a dar su asentimiento a la verdad cierta e inmediatamente o mediatamente evidente. No puede no ver la verdad y no saber que conoce la verdad. El error, en este caso, no es posible. El intelecto no se equivoca y sabe que no se equivoca y por qué no se equivoca.
----------Sin embargo, en la actividad cognoscitiva la voluntad juega siempre una parte esencial, a condición sin embargo que no invada el campo reservado al intelecto con la pretensión de completar su acto, como creía Blondel (véase al respecto lo referido por Jacques Maritain en La inteligencia y la filosofía de Maurice Blondel, en Reflexiones sobre la inteligencia y sobre su vida propia, c.3), acto que en cambio el intelecto sabe y puede muy bien cumplir por sí solo, con sus solas fuerzas. En efecto, totalmente otra es la tarea de la voluntad: es la de provocar la acción y el movimiento del agente hacia el bien inteligible, que es el fin del actuar voluntario, utilizando las potencias del apetito sensitivo, es decir, las pasiones.
----------El intelecto genera una actividad que es inmanente al espíritu, es decir, hace una labor de interiorización y desmaterialización de lo real externo, haciéndoselo representativamente presente bajo forma de concepto, de concebido o de cogitatum.
----------La voluntad, en cambio, abre el camino a una acción transitiva, física o externa, en el espacio, por la cual el sujeto se mueve, o entra en posesión físicamente del bien deseado, o pone en práctica cogitativamente o físicamente el precepto o el intento de la voluntad.
----------Pero tampoco el intelecto puede tener la pretención de sustituir la voluntad con una visión puramente abstracta o formal, como es su costumbre, de la realidad, en la cual falte la percepción del actuar o producir concreto, es decir, de la causalidad eficiente, material o espiritual. En estos casos el sujeto, permaneciendo inerte, disuelve el actuar en el pensar y en el hablar, casi como si estos actos le bastaran para creer haber hecho lo suficiente (famoso es aquel chiste italiano, intraducible, que expresa bien en dos palabras esta forma de hipocresía: "armiamoci e partite!", que en español podría quizás equivaler a "andando, que es gerundio"). O sea, no basta la intención. Aquí se tiene esa otra forma de hipocresía denunciada por Cristo, cuando advierte que no basta decir Señor, Señor, si no se pone en práctica la voluntad del Señor.
----------Un ejemplo cabal de este formalismo abstracto e ilusorio, podemos verlo en aquellos que conciben el acto creativo divino no como una producción de la nada de todo el ente, sino que entienden el acto de la creación a la manera de la dependencia formal de los teoremas, que se deducen de una figura geométrica mediante la definición de la esencia de esa misma figura geométrica, donde el devenir y el movimiento están evidentemente ausentes. Una postura que es intolerable cuando uno se pregunta quién ha creado el mundo, hecho evidentemente de entes devinientes y agentes. Esto quiere decir detenerse en el nivel de las esencias, ignorando el ser, que es precisamente lo que hace que algo sea real y existente.
----------Sin embargo, cabe agregar que la voluntad tiene, en el proceso cognoscitivo, la responsabilidad de hacer, sí, que el intelecto acepte o no acepte la verdad. Tiene la posibilidad, por medio de ciertos artificios, de hacer, sí, que el intelecto tome por verdadero o dé por verdadero lo que no es verdadero. Esta es la mentira. Ella es conexa con la hipocresía, por la cual el pensante aparece a sí mismo o a los demás como pensante y hablante en nombre de la verdad, mientras que en realidad se engaña a sí mismo y a los demás.
----------¿Y cómo es que sucede esto? Pues bien, eso sucede través de un doble proceder antinatural del pensamiento y del lenguaje, por el cual la mente, permaneciendo como no puede permanecer naturalmente orientada por Dios a la verdad, conjuga sin embargo contradictoriamente, por su propia voluntad, esta inclinación a lo verdadero con una simultánea y contradictoria afirmación de lo falso.
----------Es decir, el hipócrita, en lugar de oponer el sí al no en absoluta alternativa y en exclusión recíproca (aut-aut), según el precepto evangélico (Mt 5,37), que luego es el fundamental principio de la lógica, los acopla (et-et), como si se tratara simplemente de reunir los diversos, y por tanto como si esta tercera posición diera prueba de un pensar más abierto, más amplio y más inclusivo. En cambio, el apóstol san Pablo muestra el significado del principio de no-contradicción enunciado por Cristo (que se puede expresar de la siguiente manera: decir sí a lo que es sí y decir no a lo que es no) con las siguientes palabras:
----------"¿Obré precipitadamente?, ¿o bien mis proyectos estaban fundados en motivos puramente humanos, de manera que yo digo al mismo tiempo sí y no? Les aseguro, por la fidelidad de Dios, que nuestro lenguaje con ustedes no es hoy sí, y mañana no. Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, el que nosotros hemos anunciado entre ustedes -tanto Silvano y Timoteo, como yo mismo- no fue sí y no, sino solamente sí. En efecto, todas las promesas de Dios encuentran su sí en Jesús" (2 Cor 1,17-20).
----------En realidad, la contravención a este fundamental principio de limpidez, claridad, honestidad y lógica del pensar y del hablar, y consecuentemente de rectitud, fidelidad y coherencia en el actuar, es lo que crea la hipocresía, la duplicidad, la falsedad del pensar demoníaco, generador de confusión, de equivocidad en el lenguaje y de malas interpretaciones y malentendidos en el comprender, tanto que ya en el Génesis el demonio está representado por la imagen de la serpiente, con la lengua bífida. De ahí las invectivas de Cristo contra los hipócritas: "¡Serpientes, raza de víboras!" (Mt 23,33).
----------En la vida presente nuestro Señor Jesucristo nos propone el sí, y por tanto la honestidad y la coherencia en el pensar y en el hablar; el demonio nos propone el no a través del doble juego, es decir, la hipocresía. Aquí abajo sentimos tanto el atractivo de Cristo como el del demonio y nos cuesta esfuerzo decidirnos, de ahí el recurso a la hipocresía y a la astucia. El paraíso del cielo consiste en un sí decidido, irrevocable y definitivo a Cristo y en la definitiva liberación de la tentación del no. De ahí la eterna bienaventuranza causada por el verdadero alcanzar a Dios, nuestro bien supremo y fin último.
----------El infierno, en cambio, consiste en el permanecer eternamente enredados y divididos entre el sí y el no; un sí que hubiera sido nuestra inclinación natural hacia Dios, inclinación de la que hemos renegado yendo contra natura, y un no, que hemos pronunciado voluntariamente por culpa nuestra cediendo a las seducciones de Satanás. Por eso nuestra pena eterna, causada por el voluntario y definitivo no a Cristo nuestro Dios y nuestra verdadera eterna felicidad. Permanece en el condenado la perversa satisfacción, dictada por la soberbia, de haber hecho su propia voluntad, aceptando la pena del infierno, para permanecer alejado de Dios.
----------Siendo así las cosas, el ejercicio del pensamiento y del lenguaje cae bajo el dominio del orden moral, y entonces las reglas de la lógica se convierten en reglas morales de la comunicación humana. Por lo tanto, no es moralmente lícito usar el pensamiento para oponerse a la verdad o para engañar a otros o para sustituir a Dios por el propio yo o por alguna creatura preferida a Dios.
----------El riesgo, como nos enseña Cristo en su polémica contra los fariseos (cf. Jn 8,12-59), es el de tomar como dios al demonio, creando en el prójimo dos posiciones extremas parejamente deletéreas: o el de extinguir en él por escepticismo el gusto y el deseo de aprehender la verdad, o aquella posición opuesta de crear gnósticos presuntuosos, que creen poder ser la fuente de la verdad.
----------Ahora bien, ¿cómo tiene origen la hipocresía desde la soberbia? Para entenderlo, es necesario que consideremos qué es y qué implica la soberbia. El soberbio confunde el propio ser con su propio entender. Así como nuestro intelecto es capaz de ascender hacia lo alto, de elevarse al pensamiento de Dios, de trascenderse para así tender hacia Dios, de abrirse a la intelección de lo absoluto, de lo eterno y de lo infinito, entonces el soberbio considera que su propio ser sea capaz de elevarse más allá de sí mismo, de elevarse, aumentarse y acrecentarse a sí mismo hasta convertirse él en Dios mismo.
----------Interesante, a este respecto, es el doble sentido del verbo griego yperairo: en sentido activo significa alzo, trasciendo, levanto, elevo, supero, sobrepaso, voy más allá; en sentido pasivo, significa que me levanto, me exalto, me sobrevaloro, me inflo. El primer sentido indica el poder del pensamiento, que desde las cosas bajas se eleva a las altas, hasta Dios. Y esto es acto de humildad. Es el trascende teipsum, del cual habla san Agustín. El segundo en cambio indica la soberbia, y es en tal sentido que san Pablo en 2 Tes 2,4 usa el reflexivo yperairómenos para indicar al impío que se levanta hasta ponerse en el lugar de Dios.
----------El idealista (en aquella corriente nacida en Descartes y derivada a Hegel y a sus seguidores) que confunde el pensamiento con el ser, por el hecho de que él en el conocer a Dios, deviene Dios intencionalmente o representativamente mediante el concepto de Dios, cree serlo realmente, cree ser él mismo realmente Dios. En efecto, para él el ser coincide con e concepto del ser; lo real y lo ideal son la misma cosa.
----------En cambio, es diferente elevar el pensamiento y elevar el propio ser. Elevar el pensamiento a Dios es un deber, aunque se deba evitar la presunción de saber lo que va más allá de los límites de nuestra inteligencia. En cambio, pretender elevar por sí el propio ser más allá de sus límites es soberbia. Si el soberbio tiene el concepto de Dios, para él esto significa que él mismo es Dios.
----------Ahora bien, la soberbia es el vicio que consiste en ese amor de sí que está basado en esta consideración desmesurada de sí (cf. santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q.162.), que hace que el soberbio sienta su propio yo como el principio y el fundamento de todo, tanto del ser como del saber, por encima y en el centro de todo, fin y meta de todo. Todo le es debido, ninguna ley le obliga, ningún vínculo le ata, ninguna acción le está prohibida, ningún límite le es impuesto, no depende de nadie, nada existe fuera de él, todo existe por su benévola concesión y para su conveniencia.
----------Entonces, nos preguntamos: ¿cómo y por qué surge la hipocresía a partir de la soberbia? Visto lo que es la soberbia, la respuesta no debería ser difícil. El hipócrita, a causa de la soberbia, quiere afirmarse sobre los demás, quiere estar por encima de ellos, no porque él sea efectivamente superior a ellos, sino porque se considera superior (¿acaso, según él, el pensamiento no se identifica con el ser?); quiere ser admirado, obedecido, seguido, alabado, tal vez incluso adorado.
----------La hipocresía es el medio que el soberbio tiene a su disposición y uso para dominar al prójimo en modo tal de agradar al prójimo y a sí mismo, a costa de desagradar a Dios ¿Es católico el ambiente? Entonces el hipócrita finge ser católico. ¿El ambiente es modernista? El hipócrita consiente voluntariamente en ser modernista. ¿El ambiente es marxista? El hipócrita se adapta a ser marxista. ¿El ambiente es musulmán? El hipócrita, para una vida tranquila, se hace pasar por musulmán. Y así de modo similar.
----------Pero tal vez alguno dirá objetando y justificando: ¿no estará alguno engañado en buena fe, sin ser hipócrita? Ciertamente. Pero no todos son así. También están los que conocen la verdad, pero la traicionan o la callan por conveniencia. Estos son los hipócritas.
----------Por consiguiente, el hipócrita está listo para jugar en todos los lados. No le importa el principio de no-contradicción o el principio del tercero excluido. Mejores son Descartes, Hegel y Nietzsche; mejores son Protágoras, Parménides y Heráclito, que Aristóteles, santo Tomás y Jesucristo.
----------Hoy hay quienes rechazan el principio del tercero excluido pensando que tal principio favorece una mentalidad estrecha y exclusivista, que no sabe aceptar la diversidad y la alteridad. En otros artículos anteriores ya he mencionado el libro de Chiara Giaccardi & Mauro Magatti, La scommessa cattolica (Il Mulino, Bologna 2019, p.85). Se trata éste de un gravísimo malentendido, porque es precisamente el principio del tercero excluido, principio firmísimo, el que, rectamente entendido, asegura la posibilidad y la inteligibilidad de lo otro y de lo diverso. No existe una tercera posibilidad más allá del sí y del no. No se puede y no se debe dar un sí-no. Cristo nos lo advierte con toda claridad. Esta idea viene del diablo. ¿Por qué? Porque tal supuesta posibilidad, como trato de demostrar en este artículo, surge de la soberbia y, muy lejos de salvar el pluralismo, es el principio de una conflictualidad irresoluble, y además crea y conduce a la mentira y a la doblez propia de la hipocresía, que es la sabiduría diabólica, de la cual habla la Carta de Santiago.
   
Descartes, maestro supremo de la hipocresía
   
----------En el proceso mental que causa el pecado de hipocresía, se produce un falso movimiento de reflexión y de autoestima, causado, como hemos visto, por la soberbia, movimiento que no está fundado en el acceso a la realidad, acceso que viene bloqueado o negado ya sea por la duda o por el rechazo, pero este contraste con lo real se resuelve en una decisión del pensamiento de centrarse sobre sí mismo, mientras que al mismo tiempo pretende plantear observaciones al realismo gnoseológico.
----------Esto quiere decir que no podemos comprender qué es la hipocresía condenada por nuestro Señor Jesucristo si no vamos a sus raíces teoréticas y metafísicas. En efecto, la hipocresía encuentra aquí sus primeros manantiales, sus originarias fuentes, por lo cual, si queremos eliminar la hipocresía desde su raíz, es necesario que operemos en este nivel originario de la vida del espíritu.
----------La guía que debemos adoptar en este descenso a lo profundo es la "filosofía primera" de Aristóteles. Por eso santo Tomás le ha dedicado tanta atención, porque como buen dominico, servidor de la verdad, ha entendido que allí el gran filósofo nos muestra el lugar de origen del saber y donde por lo tanto está el principio del errar, que es como decir: donde la hipocresía encuentra sus seductores recursos primordiales para engañarnos a nosotros mismos y a los demás, ofendiendo a Dios y haciéndonos siervos del demonio.
----------Ciertamente aquí Aristóteles no habla ni de Dios ni del demonio, pero no es difícil conectar las sabias observaciones del Estagirita con cuanto nos enseña Nuestro Señor sobre la posibilidad y el deber de aceptar la verdad y de comunicarla a los demás.
----------René Descartes [1596-1650] es un eminente ejemplo del fariseísmo moderno, que tiene la pretención de negar la evidencia tanto del dato sensible como del dato primero del pensamiento, el ente inteligible, que el intelecto entiende superando lo sensible, según el principio de identidad del ente. Descartes ha dudado irrazonablemente del dato del sentido y del intelecto, confundiendo el principio de identidad por él mal formulado (A=A), por una vacía e inútil tautología. Y, sin embargo, Descartes también, si debía vivir y pensar, tenía que hacer buen uso de los datos del sentido y del intelecto y del principio de identidad.
----------Por el contrario, Descartes ha pretendido poner en duda e invalidar estos datos primordiales del saber, datos que son conocidísimos para todos, haciéndonos creer Descartes haber encontrado un principio más radical y verdaderamente primero (el famoso cogito), logrado, como sostienen sus seguidores, mediante una duda metódica, la cual en cambio no es en absoluto metódica, porque la duda metódica conduce a la certeza, mientras que la certeza que Descartes quisiera ofrecernos no es, como frecuentemente se cree, la certeza del propio yo pensante, sino la certeza de dudar, porque el cogito cartesiano es un cogito sin objeto; es la simple duda afectada o fingida universal y se sabe que el dudar no es un pensar, sino una oscilación del pensamiento, que no toma posición ni por el sí ni por el no.
----------Pero, como ya he dicho, más allá del sí y del no, o del bien y del mal, para decirlo con Nietzsche, el hipócrita busca una tercera posibilidad: la unión del sí y del no. Rechaza el principio del tercero excluido; pero entonces entra en la órbita de ese "lo demás" que "pertenece al diablo" (Mt 5,37). Y de hecho, ¿qué Dios es el Dios del hipócrita? ¿Es el Dios de esa realidad que está en la base de la certeza del sentido y del intelecto? ¿Es ese Dios que funda el principio de identidad en el ser y de no-contradicción en el pensamiento? ¿O es un dios de la doblez y de la mentira? Por eso Cristo acusa a los fariseos de "tener por padre al diablo" (Jn 8,44).
----------La hipocresía como vicio moral surge del pensamiento artificiosamente desdoblado o escindido, de lo cual he hablado antes, un pensamiento, diría Cristo, que sirve a dos señores: a la realidad y a sí mismo; a sí mismo por decisión de la voluntad y a la realidad por inclinación natural. El hipócrita niega esa misma relación a la realidad que le sirve para negar la relación con la realidad.
----------El hipócrita, como dice el Salmo, "se cava un pozo profundo y cae en el pozo que ha hecho" (Sal 7,16). El hipócrita quisiera fundar su pensar sobre su propio yo; pero precisamente para construir este falso fundamento se ve constreñido a pensar, y el pensamiento lo conduce necesariamente a la primera evidencia objetiva, que el hipócrita quisiera rechazar. El pensar del hipócrita es, por lo tanto, un acto de violencia que se hace a sí mismo y al mismo tiempo a los otros a los que quisiera vender sólo sus falsas ideas. Pero la violencia del hipócrita, como dice el Salmo, "le cae sobre su cabeza" (7,17).
----------Cuanto más el escéptico cartesiano está en la duda, más allá de un aparente espíritu liberal y tolerante, más absolutista y dogmático en sus afirmaciones, despótico y autoritario en su voluntad, indispuesto a recibir ninguna crítica u objeción, ardiente despreciador de todos aquellos que no piensan como él. Hoy no sorprende encontrar esta clase de personas todos los días, incluso en el interior de la Iglesia.
----------¿Y por qué actúa así esa clase de personas? Porque como todos nosotros el cartesiano tiene una ineludible necesidad de certeza y no encontrándola o no queriendo encontrarla en los datos de los sentidos y en las verdades primarias del intelecto, se aferra obstinadamente a la afirmación de sí mismo. ¡Y guay de cualquiera que le diga que está equivocado! Dotado de un alto poder de seducción, estimulando esa tendencia a la soberbia que está en todos nosotros, el cartesianismo enciende en las mentes su llama, satisfaciendo al mismo tiempo nuestra sed de gloria que viene de los hombres más que de Dios.
----------En definitiva, la gnoseología y metafísica cartesiana coloca al pensamiento en el camino de la hipocresía y de la duplicidad, porque Descartes ha afrontado el problema de la metafísica con método egocéntrico y autorreferencial, que conduce al gnosticismo. Él ha comprendido que la metafísica toca la cuestión del ser y del existir, y por tanto la cuestión del fundamento primero de la ciencia, pero en lugar de tomar en consideración, como conviene a la ciencia, el ente universal, el ente en cuanto ente y los principios de la ciencia del ente, ha concebido, en modo injustificado la metafísica como conciencia por parte del yo del propio existir y pensar individual, negando las evidencias primarias del sentido y del intelecto.
----------Descartes ha concebido la conciencia del propio yo pensante, como si precediera y fundara el conocimiento del ente, de los entes, del hombre, del mundo, de los ángeles y de Dios, cuando en cambio es ese conocimiento que precede a la conciencia. de conocerlos. Tenemos consciencia de saber porque hemos sabido y no sabemos porque tenemos consciencia de saber.
----------Sólo Dios sabe por qué es consciente. En efecto, sólo Dios no asume nada desde fuera de Sí. Nosotros, en cambio, somos conscientes porque sabemos, porque hemos recabado de las cosas externas. Si nuestra conciencia no parte del conocimiento de las cosas y no se llena de ellas, el acto de conciencia es conciencia de nada. En ese caso, el acto de conciencia es una conciencia vacía.
----------Descartes ha pretendido sustituir como afirmación de base de la metafísica la proposición yo soy a la proposición el ente existe, que conduce en teología a la afirmación Él Es. Ha pretendido, como bien entendió Fichte detrás de la sugerencia del yo pienso kantiano, atribuirse el Yo Soy a sí mismo en lugar de a Dios.
----------En fin, el cartesianismo produce hipócritas, que por su soberbia equiparan su propio yo con el Yo divino, mientras que en su conducta cotidiana ordinaria ocultan ésta su soberbia bajo la respetable apariencia del sepulcro blanqueado.

2 comentarios:

  1. Sergio Villaflores19 de enero de 2023, 15:25

    Estimado Padre, usted dice:

    "Si el intelecto es puesto ante la evidencia o la conclusión de una tesis demostrada, está necesitado a dar su asentimiento a la verdad cierta e inmediatamente o mediatamente evidente. No puede no ver la verdad y no saber que conoce la verdad. El error, en este caso, no es posible. El intelecto no se equivoca y sabe que no se equivoca y por qué no se equivoca".

    Usted escribe que el intelecto, cuando está ante la evidencia, no sólo no se equivoca y sabe que no se equivoca, sino que también sabe por qué no se equivoca. Ahora bien, es absolutamente cierto que el intelecto se adecue a la evidencia, pero ¿cómo hace el intelecto para saber el motivo por el cual no se equivoca? ¿Acaso lo sabe porque ve su propia "adaequatio" a la "res"?
    Agradecería su explicación. Un cordial saludo.

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    1. Estimado Sergio,
      cuando nos encontramos ante algo evidente, como por ejemplo un principio metafísico o de moral o de lógica, no conocemos el motivo por el cual poseemos la certeza de la evidencia. Pero esto no es necesario para la experiencia de la evidencia.
      Esto no significa que no podamos conocer este motivo, pero para conocerlo se necesita la psicología, es decir, saber que el objeto del sentido es inmediatamente contactado por el sentido, el objeto de la imaginación es inmediatamente contactado por la conciencia o por el recuerdo, y el objeto inmediato del intelecto es la naturaleza del ente material recabado por la experiencia.
      Este conocimiento conduce al intelecto a la formación de las primeras verdades o de los primeros principios de la razón que son evidentes por el simple análisis del sujeto y del predicado de la proposición.
      Por ejemplo, si yo digo que el ente contingente es causado, es suficiente que yo considere el significado del ser causado y tenga presente qué es lo contingente, para que yo me dé cuenta de la verdad de este principio, por el hecho de que lo causado no puede ser otro que lo contingente, el cual no tiene en sí mismo la razón de su propia existencia, por lo cual la debe recibir de otro, que es precisamente la causa.

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