martes, 10 de enero de 2023

A diez años de la dimisión de Benedicto XVI (5/8)

Tras la elección del cardenal Bergoglio al Solio Pontificio, la operación deshonesta y astuta, conducida en gran estilo, que se temía venir, y de hecho se produjo, fue la de los modernistas, los cuales desempolvaron de inmediato e imprudentemente la teología de la liberación, mostrando una exagerada e hipócrita compasión por los pobres, pero con la actitud de Judas, narrada por el Evangelio, en ocasión del homenaje rendido a Cristo por la pecadora arrepentida: no una sincera atención a los pobres, sino la disimulación de su avaricia consistente en las sucias ganancias obtenidas de la difusión de sus herejías con las cuales roban las almas a Dios y las entregan a Satanás. [En la imagen: la primera aparición pública del papa Francisco, el 13 de marzo de 2013].

Hambre de pan, hambre de verdad. El advenimiento del papa Francisco
   
----------Quisiera hoy, en esta quinta puntada de la serie que venimos desarrollando acerca de lo que precedió e inmediatamente sucedió a la dimisión del papa Benedicto XVI en 2013, poner el acento sobre un punto en el que intentó focalizarse el accionar complotista de los neo-modernistas para tratar de instrumentalizar al nuevo Papa, que acababa de ser elegido, ante la sorpresa de la inmensa mayoría del pueblo fiel.
----------Pero tengamos bien en cuenta las siguientes palabras: "Según el ejemplo de Francisco de Asís, la Iglesia ha tratado siempre de cuidar, de proteger en todos los rincones de la Tierra, a los que sufren por la indigencia, y creo que en muchos de vuestros Países podéis constatar la generosa obra de aquellos cristianos que se esfuerzan por ayudar a los enfermos, a los huérfanos, a quienes no tienen hogar y a todos los marginados, y que, de este modo, trabajan para construir una sociedad más humana y más justa.
----------¡Pero hay otra pobreza! Es la pobreza espiritual de nuestros días, que afecta gravemente también a los Países considerados más ricos. Es lo que mi Predecesor, el querido y venerado Papa Benedicto XVI, llama la 'dictadura del relativismo', que deja a cada uno como medida de sí mismo y pone en peligro la convivencia entre los hombres. Llego así a una segunda razón de mi nombre. Francisco de Asís nos dice: Esforzaos en construir la paz. Pero no hay verdadera paz sin verdad. No puede haber verdadera paz si cada uno es la medida de sí mismo, si cada uno puede reclamar siempre y sólo su propio derecho, sin preocuparse al mismo tiempo del bien de los demás, de todos, a partir ya de la naturaleza, que acomuna a todo ser humano en esta tierra".
----------Estas palabras forman parte del discurso del papa Francisco dirigido al Cuerpo Diplomático, el 22 de marzo de 2013, a poco de haber iniciado su pontificado.
----------Hasta unas pocas semanas antes de ese discurso, se puede decir que la inmensa mayoría de la grey católica ni siquiera sabía de la existencia del cardenal Bergoglio. En lo que a mí respecta, naturalmente tenía referencias del cardenal primado de Argentina y arzobispo de Buenos Aires, pero tras la renuncia de Benedicto XVI, yo no era de la opinión de que Bergoglio pudiera seriamente considerarse candidato al solio pontificio, hasta que un queridísimo amigo mío, que por aquellos años pertenecía a los ambientes del periodismo romano, me habló de un así llamado "papable". Dada entonces la estima que tengo por este sabio y valeroso periodista, también yo comencé a esperar la elección del cardenal Bergoglio.
----------En cambio, confieso que los nombres que en aquellos primeros meses del 2013 eran propuestos por los grandes mass-media me dejaban bastante indiferente, si no sospechoso, porque, aparte de que se sabe que (y también se ha convertido en refrán) "quien entra Papa sale cardenal", no me parece signo de discreción y respeto hacia la libertad de los cardenales electores publicitar con tanta insistencia, presuntuosidad y despliegue de medios, ciertos nombres, aunque sean respetables, no se sabe en base a qué criterio, casi como para hacer presión sobre el Colegio cardenalicio, como si los Cardenales no supieran mucho mejor que los periodistas o que los opinionistas qué elección deben hacer para el bien de la Iglesia.
----------Por eso encuentro en aquel comportamiento de los mass-media, particularmente rumoroso en aquellas circunstancias tras la renuncia de Benedicto XVI (comportamiento que se repite ahora que el papa Francisco ha llegado a una edad avanzada y achacosa), una especie de petulancia que raya en la arrogancia y que me hace sospechar que esos nombres, al menos en parte, expresan las habituales fuerzas modernistas anhelantes de su amado benjamín, como si las elecciones pontificias pudieran ser asimiladas en todos y por todos sus aspectos a las elecciones a la Casa Blanca o la Casa Rosada.
----------Es por consiguiente justo y correcto que esas indiscretas intervenciones publicitarias no encuentren eco ni correspondencia entre los Cardenales, cuya sabiduría es ciertamente superior a los rumores y a las voces de pasillo o a las indiscreciones recogidas por los periodistas, aunque quizás en el mismo Colegio cardenalicio haya habido alguno que en 2013 le haya guiñado el ojo a los modernistas y cuya vanidad haya favorecido la difusión de apuestas como en las carreras de caballos. Más allá de eso, hay que reconocer que L'Osservatore Romano, que lamentablemente en otras ocasiones no ha demostrado esa sabiduría y equilibrio en el campo doctrinal, que deberían ser propios de su alta responsabilidad, en aquella circunstancia de hace una década, fue un verdadero modelo de discreción y respeto por la autoridad eclesiástica.
----------Pero, recordando aquellos años, el hecho fue que con la inesperada elección del cardenal Bergoglio, se produjo la explosión irrefrenable de una infinidad de personas entusiastas, y la renovada esperanza en todos al percibir el evidente mensaje que, en el mismo momento de su elección, nos enviara el papa Francisco: todos los pobres del mundo se sintieron inmediatamente en sintonía con él, es decir, las ilimitadas masas que en todos los rincones de la tierra sufrían y siguen sufriendo en los más diversos modos el peso de la desventura: la falta del pan cotidiano, la insolente cercanía del rico epulón, la angustiosa incertidumbre de los desocupados, las tinieblas de la soledad y de la marginación, la amargura y la humillación por los agravios y por la explotación recibidos, la tentación a la desesperación, la sensación de ya no poder más, los niños traumatizados por la violencia sufrida, el trágico avecinarse de la muerte con el miedo a una enfermedad incurable, el báratro de la depresión psíquica, las mil penurias de una ancianidad privada de suficientes cuidados y sobre todo de afecto y tantas otras cosas similares donde la imaginación lucha por llegar y donde no quisiera nunca llegar.
----------¿Cómo no leer, de hecho, en ese nombre "Francisco" un fuerte y conmovedor mensaje profético de esperanza, de consuelo y de confortación? ¿Cómo no reconocer el nombre de aquel Santo tan justamente popular que durante ocho siglos en sus benditos hijos e hijas ha fascinado el corazón del hombre sediento de pan, de verdad, de Dios, de justicia, de sencillez, de honestidad, de rectitud, de dignidad para sí y para todos los hombres? ¿Cómo no reconocer a ese hombre de hoy que, ilusionado, desilusionado y consumido por la prometeica y falsa grandeza propinada por la presunción y la impiedad -aquello que los griegos llamaban hybris-, por la envidia y por la soberbia, o inmerso en la insaciable avidez de los vicios carnales, en la sed del dinero o del poder, no sabe encontrar la verdadera grandeza, la fraternidad, la libertad y la paz en la humildad, en la apertura de corazón, en la pietas, en el sentido de lo sagrado, en la mansedumbre y en la oración?
----------Y sin embargo el papa Francisco, al que se lo llama un Jesuita, porque efectivamente lo es, pertenece a una de las Órdenes más intelectuales y refinadas de la Iglesia, más rica en capacidades humanas y de cultura, prudencia, savoir faire, valentía, fantasía creadora, impulso y dinamismo misionero. El caso es que el papa Francisco ha sabido superar una tradicional aunque demasiado fácil contraposición entre Franciscanos y Jesuitas, a causa de las grandes diferencias que los distinguen, y por eso constituye también en este campo un gran llamado a la unidad y a la concordia, hoy que como nunca antes la Iglesia, todos los fieles, todos los hombres de buena voluntad, tienen necesidad tanto del pan material como de ese pan espiritual, panis angelicus, que es la verdad, esa Palabra que "sale de la boca de Dios" en cuando añadidura y complemento supremo del pan material: pan material que deviene pan eucarístico.
----------Además, se trata de un religioso sudamericano. ¿Y quién no puede darse cuenta de cuánto América Latina -aunque ciertamente no sólo ella- nos recuerda la gran, inmensa, siempre actual cuestión de la miseria, de la pobreza, de la justicia social, de la liberación de los oprimidos? Ciertamente nuestro pensamiento se dirige a la llamada "teología de la liberación", en la cual indudablemente están presentes, junto a aspectos positivos, elementos incompatibles con la verdadera liberación y la verdadera justicia, olvidando la sed más profunda y sublime que el hombre siente por los valores más altos del espíritu, de la religión, de la vida moral, de la santidad, comenzando por el valor de la verdad y por tanto de la pureza doctrinal de la fe.
----------La operación deshonesta y astuta, conducida en gran estilo, que entonces se temía venir, y de hecho se produjo, fue la de los modernistas, los cuales inmediatamente desempolvaron imprudentemente la teología de la liberación, mostrando una exagerada e hipócrita compasión por los pobres, pero con la actitud de Judas, narrada por el Evangelio, en ocasión del homenaje rendido a Cristo por la pecadora arrepentida: no una sincera atención a los pobres, sino la disimulación de su avaricia consistente en las sucias ganancias obtenidas de la difusión de sus herejías con las cuales roban las almas a Dios y las entregan a Satanás.
----------Pero los auténticos fieles católicos estaban convencidos (y los hechos les dieron la razón) de que este Papa no se dejaría seducir ni confundir ni engañar por esas maniobras, y que tendría el don de conciliar esa hambre de pan y hambre de verdad, conciliación que lamentablemente no siempre sabemos realizar, y cuya falta es dañosísima para una y otra hambre. Cuando hablamos de "pobres", corremos de hecho el riesgo de olvidar esa miseria mucho más profunda, trágica y peligrosa, antesala de la eterna condenación y factor de los más terribles conflictos humanos, que es la falta o privación de verdad, ante todo en el campo de la fe, la ignorancia, sobre todo la culpable, y el ser víctima del engaño y de la mentira acerca de los valores más fundamentales e importantes de la vida, que implican la orientación de nuestra existencia a Dios y a Cristo.
----------Pero por otra parte, una manera intelectualista, absolutista y abstracta de hablar de la verdad, una soberbia y una arrogancia en el considerarse sus únicos y supremos detentores en el desprecio hacia los demás o hacia el propio Magisterio de la Iglesia o, por el contrario, una escepticismo irresponsable, inconcluyente y disolvente que se disfraza con fingida bonhomía bajo las apariencias de la modestia, del diálogo y de tolerancia, cerrándose subjetivistamente e idealísticamente a la objetividad de lo real externo sobre todo si es humano y social, donde encontramos las miserias físicas, las necesidades materiales y los dramas económicos y políticos de los otros, es precisamente la manera de hacer caer el descrédito hacia el interés por la especulación o por la teoresis filosófica y teológica, con la adjunta imprescindible tarea de la refutación de los errores y de las herejías. En estas condiciones, incluso la religión, la profesión de fe o la vida eclesial se convierten en hipocresía y falsedad y son comprensiblemente blasfemadas por los pobres burlados y engañados.
----------Es necesario, por tanto, que seamos más conscientes de las consecuencias prácticas de las ideas que profesamos, de modo que el hecho de que sean correctas o equivocadas -ya se trate de argumentos de razón o de fe- no sea en modo alguno indiferente a los fines de una correcta vida moral y una decente convivencia humana. Es cierto que se puede conocer la verdad y no practicarla, pero es igualmente verdadero y cierto que quien profesa ideas equivocadas en materia de religión o de moral, en la medida en que las pone en práctica, no tiene ninguna posibilidad de andar por el buen camino y de salvarse, si no en el plano de la apariencia. Bien puede verificarse el caso de alguien que se comporta bien a pesar de tener ideas equivocadas, pero debemos dar por cierto que si se comporta bien, esto no dependerá de la puesta en práctica de esas ideas, sino del hecho de que a pesar de todo, aunque no se dé cuenta , parte de principios rectos.
----------El riesgo que, por lo tanto, hace una década se podía perfilar en los comienzos del pontificado de Francisco, un riesgo indudablemente no vinculado a la conducta del Santo Padre en sí misma, sino ciertamente dependiente de nuestros habituales prejuicios y astutas artimañas, era que, bajo el pretexto de los grandes y dramáticos problemas de la pobreza, la atención pudiera de alguna manera distraerse de los gravísimos problemas doctrinales que entonces afligían y siguen afligiendo al Pueblo de Dios, acaso hoy aún con más crudeza, para lanzar arteramente un engrosamiento patológico de la temática de la pobreza, de la justicia y de la solidaridad humanas en una renovada forma retórica y falsa que pudiera frenar u oscurecer el interés y el estudio por los temas más profundos y delicados, de carácter intelectual y espiritual, del pensamiento moral y teológico, y por tanto por todo el vasto campo de la cultura y de la comunicación humana dentro y fuera de la Iglesia, en donde persiste la ignorancia o se difunden mentiras e imposturas.
----------De hecho, no solo existen los fraudes alimentarios o la falta de alimento. También existen los fraudes en el campo de la inteligencia y de la doctrina, así como la falta de verdad, bienes estos que son supremos, más importantes en sí mismos que el alimento material, así como la muerte del alma es más grave que la indigencia física y que la escasez de bienes materiales. Lo que naturalmente no quita que en muchos casos sea más urgente la intervención material o humanitaria que la cultural o evangelizadora.
----------En todo caso, es necesario devolver a tantos espíritus la conciencia de la gravedad de la falta de verdad y poner en marcha un nuevo compromiso de toda la Iglesia para satisfacer la sed de la Palabra de Dios y, más arriba o más en la raíz, de las exigencias mismas de la sana razón (he aquí la evangelización, así como el verdadero diálogo interreligioso y entre creyentes y no-creyentes) sin la cual es imposible acceder a la verdadera fe católica y, más bien, se llega al fideísmo o al fundamentalismo.
----------Todavía existe demasiada ligereza en muchos miembros del Pueblo de Dios, incluídos los teólogos y los pastores, respecto a la consideración de los problemas doctrinales, apresados y esclavizados como están de falsas posiciones, indiferentistas, relativistas, subjetivistas y falsamente irenistas. Pero ciertamente sería una nueva hipocresía la de plantear los problemas doctrinales dejando de atender a la pobre gente y a los dramáticos problemas de una humanidad ofendida en su más fundamental dignidad.
----------Por tanto, el augurio que debemos hacernos y la oración que debemos elevar a Dios es que todos, bajo la guía del Romano Pontífice, hoy el papa Francisco, y a través de la intercesión de la Virgen Nuestra Señora, de la cual este Papa es tan devoto, podamos alcanzar un sano equilibrio y una sabia síntesis entre los intereses del cuerpo y los del espíritu. No hay ninguna duda de que en estos últimos veinte años, hemos sido ayudados poderosamente tanto por el papa Ratzinger como por el papa Bergoglio para recuperar esta sabiduría que es el camino del verdadero humanismo y de nuestra felicidad.

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