jueves, 5 de enero de 2023

El actual contraste entre el Magisterio y la Pastoral

Cualquiera que vea errores doctrinales en el Magisterio, pierde la brújula, ya sea un pasadista filo-lefebvriano que quiera juzgar el Magisterio en nombre de la Tradición, ya sea un modernista filo-protestante que quiera juzgar el Magisterio en nombre de la Biblia o de Rahner. Cualquiera que elija este camino, no concluye en nada, sus contestaciones o impugnaciones ya no son creíbles y se expone a las correctas represalias disciplinares.

----------Comencemos por plantear un par de preguntas. ¿Existe un contraste entre el Magisterio de la Iglesia y la pastoral de la Iglesia? La respuesta es: lamentablemente sí, y esto en modo agudo, sobre todo en estas últimas décadas. ¿Cuáles son los términos de este contraste? Que el Magisterio de la Iglesia, o sea el Papa junto con el colegio de los Obispos, está infaliblemente asistido por el Espíritu Santo al proponer la doctrina de la fe; pero la pastoral de la Iglesia no ha recibido de Cristo esta asistencia infalible.
----------Y esto se lo advierte hoy más que nunca, cuando vemos lo que sucede: que son nombrados para cargos de responsabilidad, en el campo doctrinal, oficiales de la Curia Romana, cardenales, obispos, superiores de órdenes religiosas, docentes en las facultades pontificias, que no siempre están a la altura de su tarea y en vez de colaborar con el Magisterio, les crean estorbos y trabas, favoreciendo a su vez a fuerzas y personajes rebeldes y desobedientes, y maltratando, abandonando o ignorando a los pocos que se esfuerzan, siempre a costa de sufrimientos e incomprensiones, en la difusión y defensa de la sana doctrina. Sucede que, al fin de cuentas, se pone el bozal al buey que trilla y se deja que el lobo invada el redil.
----------La Iglesia docente, es decir, la clase dirigencial de la Iglesia, constituída por el cuerpo episcopal bajo la guía del Papa, da la impresión de una empresa alimenticia que tiene una producción de alta calidad, pero que luego tenga, más que colaboradores, saboteadores, que destruyen o adulteran lo que produce.
----------¿Qué dirían los consumidores sobre una empresa que se comportara de esta manera? Ciertamente que le agradecerían por la producción de buenos alimentos y tratarían de acapararlos lo más posible, pero estarían desconcertados y casi incrédulos ante el espectáculo de colaboradores de la dirigencia de la empresa, que, en lugar de apoyar y divulgar los productos en su genuinidad o autenticidad, lo que hicieran fuera bloquear o boicotear las ventas, destruir o adulterar los alimentos, mientras que la gerencia luchara como mejor pueda para seguir adelante con la empresa. De tal modo, gran parte del trabajo tiene que dedicarse más que para la expansión de la empresa, más bien para hacer frente a los obstáculos internos.
----------Creo que puede suponerse que la primera observación, de buen sentido común, que harían los consumidores sería más o menos la siguiente: esta empresa tiene buenos productos, pero es difícil conseguirlos, porque ciertos organizadores y distribuidores, en lugar de hacérselos llegar a los clientes, los destruyen o los envenenan o los aprovechan para hacer sus turbios negociados.
----------Claro que entonces surgen preguntas. ¿Pero acaso la dirección de la empresa no se da cuenta? ¿Y por qué asume un personal de tales características? ¿Por cuáles oscuros poderes está condicionada? ¿Por qué usa instrumentos publicitarios y de distribución que contrastan con sus fines y sus productos? ¿Es posible que ella no tenga la posibilidad de hacer algo para eliminar estos graves inconvenientes?
----------Preguntas de este tipo, guardando las diferencias y las proporciones, se las hacen muchos buenos fieles, clérigos y laicos, tanto entre el pueblo como entre los pastores, los teólogos, los estudiosos, los publicistas y los intelectuales católicos. Ciertamente el católico que quiera saber cuál es el sendero de la verdad lo puede encontrar: está en la Escritura, en la Tradición, en el Magisterio, en la presencia del Espíritu Santo, en los recursos de su conciencia, en el Catecismo, en el ejemplo de los Santos.
----------¡Pero qué esfuerzo debemos invertir en ello! ¡Qué difícil es encontrar el sendero de la verdad! ¿Dónde están los buenos teólogos? ¿Los buenos moralistas? ¿Los buenos obispos? ¿Y qué hace Roma? ¿Por qué los herejes y los arrogantes tienen campo libre, mientrass los pobres y pocos ortodoxos en su fe están siendo descuidados y golpeados? ¿Por qué tantos personajes indignos en puestos de mando?
----------Sin embargo, tengamos cuidado y prestemos atención. Cualquiera que vea errores doctrinales en el Magisterio, pierde la brújula, ya sea un pasadista filo-lefebvriano que quiera juzgar el Magisterio en nombre de la Tradición, ya sea un modernista filo-protestante que quiera juzgar el Magisterio en nombre de la Biblia o de Rahner. Cualquiera que elija este camino, termina por no concluir en nada, sus contestaciones o impugnaciones ya no son creíbles y se expone a las correctas represalias disciplinares.
----------Es el Magisterio y sólo el Magisterio el que ofrece los criterios para juzgar a los malos cardenales, a los malos obispos, a los malos superiores, a los malos teólogos, a los malos párrocos, y así sucesivamente. De lo contrario, se pasa para el lado equivocado y se pone en serio riesgo la propia alma, no se está ya en la Iglesia como no lo están ya aquellos que viven con el cuerpo pero no con el alma.
----------El fiel no debe descorazonarse si se encuentra con unos pocos en medio de una masa de durmientes, oportunistas, ambiciosos, hpócritas y conformistas. Debe bastarle la pureza de su conciencia y la íntima satisfacción de estar con Cristo y de sufrir con Cristo. Debe alegrarse si se descubre viviendo las evangélicas bienaventuranzas y si es marginado, criticado o castigado por amor de Cristo.
----------Debe recordar que los santos y los mártires han pasado y están pasando por aquello que está pasando él. Las persecuciones contra los cristianos no están sucediendo sólo en los países musulmanes o comunistas, sino también por parte de hermanos en la fe, con los cuales acaso convive todos los días. Se repite lo que le ha pasado a Cristo: "Vino entre los suyos y los suyos no lo han acogido".
----------El católico fiel al Magisterio tiene la impresión de vivir en su patria ocupada por el extranjero, algo así como sucedió con los países ocupados por los nazis durante la segunda guerra mundial. Siente que está en su casa, la Iglesia, pero advierte también que hay fuerzas extrañas a la Iglesia que también pretenden guiarla donde quieren y quieren una Iglesia que no es la verdadera. Estas fuerzas lo quisieran expulsar, pero él con razón y buen derecho se pregunta: ¿pero por qué no se van ellos? ¿Qué están haciendo tantos "católicos" que en realidad son modernistas, cato-comunistas, filo-masones, protestantes, epicúreos, etc.?
----------El fiel debe poder encontrar luz, consolación y confortación en el Magisterio de la Iglesia. ¡Pero pobre Magisterio! El Magisterio, a su vez, tiene necesidad de ser fortalecido, difundido y defendido. En cambio, un obispo o un cardenal o un famoso teólogo no hacen el Magisterio, ni pueden juzgarlo, aun cuando vendan sus libros por millones de copias en todo el mundo. La desgracia es cuando algunos se vuelven fanáticos de ese cardenal, de ese obispo, de ese teólogo, contra el Papa y el Magisterio.
----------El sendero a seguir para salir del actual contraste entre Magisterio y Pastoral es notorio. Es necesario que el Papado retome en mano firme la guía de la Iglesia: pasce oves meas, confirma fratres tuos. Esta es la tarea imprescindible del Papa, para la cual goza de la asistencia infalible del Espíritu Santo.
----------Por otra parte, es inevitable constatar el hecho de que el haber logrado crear en cierto modo dos Papas, durante estos últimos diez años, ha sido el gesto más diabólicamente astuto de los modernistas, algo que nunca había ocurrido en la historia. Ha sido una broma terrible, aterradora, una tremenda humillación para el Sumo Pontificado, de la cual los modernistas se se han venido riendo bajo sus bigotes, aunque no han querido mostrarlo demasiado para no extralimitarse en lo que han creído que ha sido su victoria.
----------Al momento de la publicación de este artículo, se viven los últimos momentos de la Misa exequial por el Sumo Pontífice Emérito Benedicto XVI. A decir verdad, su gesto de dejar su cargo, hace diez años, puede haber sido un gesto de humildad, pero, a los ojos del mundo, no sé cuánto testimonio haya dado del hecho de que Pedro es la roca sobre la cual Cristo edifica su Iglesia.
----------Por lo tanto, en mi personal opinión, no sé cuánto la coexistencia de dos Papas que la Iglesia ha vivido durante una década hasta estos días, algo que nunca había sucedido en la historia, haya dado testimonio de la unidad de la guía de la Iglesia. Ciertamente que el papa Francisco ha sido y sigue siendo el Papa legítimo y nadie lo pone en discusión. Pero, como lo hemos comprobado durante estos años, el papa Ratzinger no ha considerado oportuno no tener nada más que decir. Y ello ha sido lógico, porque un teólogo de sus dimensiones, que había sido prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante veinte años y ha sido precisamente Papa, y ha permanecido con lucidez mental, sin dejar nunca de demostrar su sumisión al Papa actual, no ha considerado que fuera realmente necesario el permanecer en completo silencio, mientras los heraldos del modernismo trataban de gritarle al papa Francisco diciéndole lo que debía hacer.
----------Desde los inicios de su pontificado, el papa Bergoglio ha dado claras señales de actuar a una y en línea con el Papa emérito: llevó a cumplimiento en 2013 el Año de la Fe inaugurado por Benedicto, publicó con sus propios aportes la encíclica que el papa Ratzinger pretendía escribir, e incluso supo tomar oportunas decisiones disciplinares en un ámbito tan sensible hoy como el de la liturgia, cuando su prudencia pastoral le advirtió que las decisiones de Benedicto estaban siendo instrumentalizadas para inconfesables fines espúreos por grupos pasadistas. Ciertamente la línea del papa Francisco ha sido y es muy abierta al diálogo, muy simpática, viene atrayendo a las multitudes de jóvenes con gestos insólitos, pero los graves problemas que Ratzinger ha intentado en vano resolver siguen vivos. Y el papa Francisco no los ha ignorado, porque no es ignorándolos que se resuelven. Claro que aún hay camino por recorrer. El papa Francisco o su sucesor, tarde o temprano, tendrán que afrontar el problema o el desafío que le viene desde la parte rebelde de la Iglesia. Dios le ha concedido al Romano Pontífice la fuerza para vencer. Debe hacerlo. Oremos por ello.

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