El hipócrita resulta ser una persona que puede hacer gala de perspicacia filosófica y sensibilidad religiosa, aparentemente celoso de la verdad y de la justicia, pero sustancialmente egocéntrico e impío, un hijo de Adán, que ha escuchado a la antigua serpiente, un rebelde a Dios, que quiere tomar el lugar de Dios en la regulación de su propia vida y de la vida del prójimo. [En la imagen: fragmento de "Los fariseos y herodianos conspiran contra Jesús", obra de James Tissot, elaborada entre 1886 y 1894, gouache sobre grafito sobre papel avitelado gris, conservada en el Museo de Arte de Brooklyn, New York, USA].
Los sentidos no engañan, sino que nos dan la verdad sensible
----------La hipocresía es la conducta moral viciosa que se deriva del hecho de que la voluntad niega la veracidad de los datos de los sentidos con el pretexto de que los sentidos se pueden equivocar, por lo que pretende encontrar certeza no en lo que las cosas dicen a los sentidos, sino en lo que ella misma decide de su propio arbitrio. La recuperación del dato sensible viene implementada atribuyendo su veracidad no al dato en sí mismo, sino a la forma a priori impuesta por la conciencia. Es exactamente el procedimiento de Descartes al establecer la base de su filosofía: negarse a escuchar a los sentidos y escucharse sólo a sí mismo.
----------¿Por qué hablo de hipocresía? Porque en el Discurso del método, Descartes preestablece cuanto está por decir sobre su concepción del fundamento del saber, la garantía que da de haber querido "dedicarse únicamente a la búsqueda de la verdad" (Discurso del método, EDUCA, San José, CR, 1983, p.59). Y hace seguir inmediatamente tres consideraciones, que deberían tener la función de preparar, introducir y justificar, como primer principio de la razón, el famosísimo cogito, ergo sum.
----------De modo similar en las Meditaciones metafísicas, es comprensible la necesidad declarada por Descartes de una filosofía bien fundada y su desagrado ante tantas opiniones que había absorbido en sus estudios escolásticos, opiniones de las cuales advertía la incerteza o él se sentía inseguro. Pero la decisión que él toma para remediar este malestar con "deshacerse de todas las opiniones recibidas en su creencia, para comenzar todo de nuevo a fin de establecer algo firme y duradero en las ciencias" (Meditaciones metafísicas, Alianza, Madrid, 2011, p.70), la de una "destrucción general de sus antiguas opiniones" (Ibid., p.71), así como la de "atacar los principios sobre los cuales todas sus antiguas opiniones estaban apoyadas" (Ibid.), comprendidas las certezas sensibles, las metafísicas y las teológicas, parece una decisión insensata, completamente irrazonable e inadecuada para la solución de su problema, incluso contraproducente, un problema serio, que es el de todos nosotros especialmente en la juventud, cuando estamos en la búsqueda de sólidas bases para dar a nuestra vida. La verdadera sabiduría es partir de aquello que ya se sabe y construir sobre eso.
----------La de Descartes es una visión pueril y de hecho hasta absurda al hacer que parezca el saber como una especie de juguete, que se rompe, por lo cual es necesario tirarlo a la basura y comprar otro. El saber es algo mucho más serio: es una luz inextinguible que, encendida por Dios en la edad de la razón, debe acompañarnos a lo largo de nuestra vida en conquistas siempre nuevas, que confirman las verdades sensibles e inteligibles, de las cuales habíamos partido. Y es también una luz colectiva, una lumen publicum, como diría san Agustín de Hipona, que acompaña a la humanidad entera a lo largo de los siglos y de los milenios en su fatigoso pero estupendo camino en la verdad y hacia la verdad.
----------En realidad, cada uno de nosotros está en posesión de certezas primarias e indestructibles, del sentido y del intelecto, que hacen la base de todo nuestro saber. Ellas han sido ya establecidas desde los tiempos de los grandes filósofos griegos, sobre todo Platón y Aristóteles, certezas reconocidas y codificadas, y que permanecen como patrimonio universal de la humanidad. Ellas también han sido asumidas por el cristianismo como elementos racionales de la doctrina de la fe.
----------Por lo tanto, Descartes, por un lado, muestra ignorancia y, por otro, presunción exorbitante al creer que debe "comenzar todo de nuevo para establecer algo firme y duradero en las ciencias". Lo que había que hacer en su tiempo, según las exhortaciones de la Iglesia, sobre todo para él siendo católico, era afrontar los graves problemas filosóficos de su tiempo utilizando la filosofía de santo Tomás de Aquino, siguiendo el ejemplo de los grandes teólogos Dominicos y Jesuitas.
----------De tal modo, las "consideraciones" que Descartes nos propone dan la clara impresión no de alguien que busca seriamente la verdad, sino de alguien que quiere burlarse de nosotros. Me limito a la primera y a la tercera, que tocan el problema de la veracidad del sentido. En la primera nos dice: "pensé en rechazar como absolutamente falso todo aquello en lo cual pudiera imaginar la mínima duda, para ver si después de eso no me quedaba algo, que me fuera enteramente indudable" (Ibid.).
----------¿Y qué fue lo que generaba en él la duda, más aún la convicción de falsedad? La experiencia sensible. En efecto, añade: "como nuestros sentidos a veces engañan, quise suponer que no había cosa alguna que fuera tal como los sentidos nos hacen imaginar" (Ibid.).
----------Ahora bien, hay que decir que esta es una suposición insensata, ya que, ¿cómo hago yo para reconocer que me he equivocado al percibir algo, sino haciendo una más atenta verificación sensible? ¿Cómo hago para darme cuenta de que me he engañado si no hago referencia al sentido? Por lo tanto, si los sentidos no me dan la verdad no tengo ni siquiera el criterio para darme cuenta que estoy equivocado.
----------Las mismas consideraciones las encontramos en las Meditaciones metafísicas a propósito de la cuestión de la veracidad de las ideas. Aquí declara: "hasta entonces había pensado que percibía, aunque verdaderamente no lo percibiera en absoluto, que a causa de la costumbre de creer que había cosas fuera de mí, de donde procedían esas ideas y a las que eran del todo similares" (Ibid., p.95). Poco más adelante precisa: "El principal y más ordinario error que se puede encontrar en los juicios consiste en que yo juzgo que las ideas, que están en mí, son similares o conformes a las cosas que están fuera de mí" (Ibid,. p. 97).
----------También aquí podemos hacer una observación análoga. Podríamos decir, querido Descartes, ¿pero tú no ves y no sientes las cosas fuera de ti? Y si en tu mente o en tu memoria encuentras la idea o la imagen de una cosa, ¿no eres capaz de verificar si tu imagen o idea corresponde o no corresponde a la cosa externa? ¿Cómo haces para dudar de que estas cosas existan si las tienes continuamente al alcance de tu mano y cómo haces para dudar de poseer ideas que has recabado de las cosas? Ciertamente que te puedes equivocar al concebir la idea de una cosa; ¿pero qué es lo que necesitas para hacer una verificación o un control?
----------¿Cómo haces para saber que la convicción de poder formar ideas de las cosas tal como son sea un error? El error es una idea no adecuada a la cosa. Pero si cres que sea equivocado creer en la existencia de las cosas externas, entonces tú vienes a suprimir el criterio mismo en base al cual hablar de error. ¿O quieres decir que juzgas en base a una cosa interna? ¿Pero cuál podría ser esta cosa interna sino una idea? ¿Pero la idea de una cosa de dónde la has recabado sino de la cosa externa?
----------El discurso, entonces, se plantea sobre cuanto he dicho a propósito de lo que has dicho en el Discurso del método: no puedes dudar ni negar que los sentidos te dan una verdad sensible, porque es en virtud de esto que tú puedes justamente constatar el hecho de que cada tanto ellos nos engañan. ¿Pero, qué nos señalan los sentidos sino la existencia de cosas fuera de nosotros?
----------Los sentidos están en contacto directo con las cosas sensibles presentes y sus cualidades sensibles; ellos, por lo tanto, no forman una imagen porque no hay necesidad (véase por ejemplo, Josephus Gredt, Elementa philosophiae aristotelico-thomisticae, Herder, Friburgo in Brisgovia, 1937, vol.I, nn.686-690). Por lo tanto, lo que tenemos en el sentido cuando percibimos el color de una cosa no es diferente, como creía Descartes, de aquello que está en la cosa, sino que no es nada más que el color de esa cosa.
----------Si decimos que esta rosa es roja, no queremos decir que percibimos una cierta sensación, como efecto en nuestro sentido de un "no sé qué en la cosa, de lo cual ignoramos la naturaleza" (Ibíd.), como si el rojo estuviera en la sensación y no en la cosa. Nosotros conocemos muy bien la naturaleza del rojo experimentándolo directamente con el sentido de la vista en la rosa roja sin necesidad de ninguna mediación representativa. No es cierto, como cree Descartes, que "nuestra razón no nos hace percibir ninguna semejanza entre el color que suponemos que hay en este objeto y el que está en nuestro sentido" (Ibíd.), por el simple hecho de que el sentido no nos da una "semejanza" de lo que se siente, sino que aquello que sentimos (el rojo) es exactamente lo que es el objeto, es decir, el objeto es rojo.
----------De lo cual vemos cómo ya la sensación expresada en el juicio, está cargada de un valor ontológico, vale decir, precisamente el ser rojo de la rosa. Si la rosa no fuera roja, nosotros no usaríamos en el juicio la cópula "es" para decir que la rosa es roja. De la imagen, en cambio, tiene necesidad la imaginación y la memoria, que se refieren a cosas ausentes o cosas ocultas o cosas pasadas.
----------Por consiguiente aquí no se plantea el problema de Descartes de si las imágenes que tenemos de las cosas son o no fieles a las cosas o si suponen cosas existentes fuera de nosotros. Por otra parte, si una imagen conservada en la memoria es la representación de una cosa que hemos experimentado personalmente, podemos estar seguros de que esa imagen es veraz.
----------La tercera consideración dice así: "Considerando que todos los mismos pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos, pueden venirnos también cuando estamos dormidos, sin que ninguno de ellos sea entonces verdadero, resolví fingir que todas las cosas que habían entrado mi mente no fueran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños" (Discurso del Método, op.cit., p.61).
----------La observación a hacer es ésta: es verdad que en el sueño pueden aparecer los mismos pensamientos que hemos tenido en la vigilia y es obvio que mientras en el primer caso a ellos no les corresponde una realidad, en el segundo sí. Pero eso no es un buen motivo para invalidar estos por el simple hecho de que no valen aquellos. Aquí también, sin embargo, surge la sospecha de que Descartes no hable seriamente, como para expresar su incapacidad para distinguir cuándo estaba soñando y cuándo estaba despierto.
----------De todos modos, las palabras que resumen lo ya dicho e introducen inmediatamente al cogito, son las siguientes: "Inmediatamente después me di cuenta que, mientras si de tal modo quería pensar que todo fuera falso, se necesitaba necesariamente que yo que pensaba, fuera algo" (Ibid.).
----------Pero podríamos decir: si dudas de todo, incluso de lo indubitable, como la veracidad del sentido, ¿por qué no dudas también del hecho de que existes como yo pensante? Y si estás cierto de esto, como debes estar cierto, ¿por qué no reconoces como ciertas las verdades que son ciertas?
Análisis crítico de la fórmula cartesiana
----------Por lo demás, ¿cuál es el contenido del cogito cartesiano? ¿En qué piensa Descartes cuando dice dudar de todo? Entiendo que Descartes se descubra pensante, ¿pero pensante o más bien dudante de todo? Ahora bien, sabemos que el dudar no es un verdadero pensar, sino una oscilación entre el sí y el no. Y es aquí cuando aparece en Descartes la doblez de la hipocresía.
----------La conciencia de nuestro existir es indudablemente certísima e inexpugnable. Y es cierto que si pienso, significa que existo. En tal sentido alcanzamos efectivamente el ser real. Pero el problema es que Descartes entiende el pienso (cogito) como un "dudar de todo", cosa absurda, que anula el pensamiento, ya que es un pensar sin objeto y un pensamiento sin objeto no es pensamiento, sino que es nada.
----------Por otra parte, la noción de pensamiento no es la primera y originaria noción de nuestro intelecto, no es una noción que se presta a constituir la noción primaria más cierta y universal de la cual tengamos necesidad para fundar todo nuestro saber. Sino que la noción primaria más cierta y universal es la noción del ente, captada inicialmente en las cosas materiales sensibles.
----------Por eso, si los sentidos nos engañaran, como nos quiere hacer creer Descartes, adiós noción del ente y adiós conocimiento humano. Ahora bien, la noción del ente, como aquello que existe de algún modo, es una noción basilar, intuitiva, natural y espontánea, conocida y accesible a todos por la simple reflexión sobre el verbo ser, que todos usamos desde que somos niños y desde que comenzamos a hablar.
----------Ciertamente también Descartes se apoya en último análisis sobre la noción de ser. Sin embargo él no parte de la constatación de que las cosas son, porque esto cae bajo la duda. ¿Pero entonces qué quiere decir ese sum? Que estoy cierto de existir yo. Pero que existan otras cosas fuera de mí, debo demostrarlo. Descartes deduce de su sum que ellas existen. ¿Pero entonces este sum es el principio del ser? Así lo ha entendido Fichte. Por otra parte, ese ergo ¿qué significa? ¿Pienso, es decir, soy, o bien, si pienso significa que soy? En el primer caso parece plantearse una equivalencia entre pensar y ser y tenemos el idealismo.
----------Si, por el contrario, vale el segundo sentido, estamos en el realismo. Para poder pensar, es necesario ser. Incluso la noción de res cogitans parece abrir al panteísmo. Propiamente, ente pensante por esencia es sólo Dios. Nosotros somos entes que pueden pensar, pero que pueden también no pensar; y no por esto dejamos de ser personas humanas. En resumen, el cogito cartesiano es un principio de panteísmo, que será plenamente revelado con Fichte. Y el hipócrita es precisamente un soberbio que se hace Dios.
----------Sin embargo, si bien es necesario ser psicólogos o filósofos para llegar a un concepto científico del pensamiento, podemos conceder a Descartes que todos nosotros tenemos una noción común del pensamiento, que formamos espontáneamente gracias a la misma experiencia cotidiana del pensar. Pero también debemos reconocer que dicha noción, tocando el campo del espíritu, no es de inmediata comprensión y no tiene la radicalidad de la noción del ser, la cual es verdaderamente la primordial y la única digna de dar inicio y fundamento al saber, a la certeza y a la verdad, aunque si bien es cierto que todos tenemos la experiencia del pensar y sabemos grosso modo lo que significa pensar.
----------Pero debería ser claro que ante todo conocemos los entes, las cosas, la realidad externa cotidiana y luego podemos reflexionar y tener consciencia de pensar las cosas, podemos pensar sobre las cosas pensadas, es decir, sobre nuestras ideas de las cosas y así llegar a la conciencia de nosotros mismos.
----------Así, la autoconciencia no es el punto de partida del saber, sino que es un punto de llegada; es el término de un movimiento circular del espíritu de completo retorno sobre sí mismo; es un movimiento que, partiendo del conocimiento directo, aprende la realidad externa, después de lo cual, cargado de los conocimientos y de los pensamientos concebidos y expresados, retorna hacia sí mismo y el círculo se cierra.
----------Es sólo la autoconciencia divina la que implica la identidad del saber de lo otro con el saber de sí, porque Dios es identidad de pensamiento y de ser. Pero nuestro pensar es realmente distinto de lo real o del ser, y quien, como el idealista, identifica pensar y ser, pretende igualarse a la Mente divina, ya no cree ser un simple pensante, sino que cree ser el Pensamiento.
----------Descartes invierte este proceso del conocimiento poniendo primero lo que viene después, pasa de la autoconciencia a la ciencia, en lugar de pasar de la ciencia a la autoconciencia, sin tener en cuenta que si nosotros tenemos ideas es porque hemos contactado sensiblemente las cosas o sea los entes, y por lo tanto hemos formado la noción del ente. Por consiguiente es esta noción y no nuestro pensar el punto de partida del saber y la certeza primera y fundamental.
----------Por lo tanto, Descartes, con su necio rechazo de la veracidad del sentido, hace fracasar de entrada todo su proyecto de fundar la certeza y la verdad del saber. De hecho, si los sentidos no nos dieran la verdad sensible, ni siquiera el intelecto podría darnos la verdad inteligible y, por lo tanto, se convertiría en imposible todo el conocimiento y el acceso a cualquier verdad.
----------La autoconciencia no sustituye en nosotros una supuesta invalidez de los sentidos, sino que la autoconciencia es auténtica y fundada sólo como término conclusivo del proceso cognoscitivo, que comienza con el contacto sensible con las cosas externas y reflexiona sobre el origen de las ideas y de los conceptos que son recabados de la experiencia de la realidad externa.
----------Descartes pretende demostrar lo que es evidente, es decir la existencia de las realidades sensibles, y quisiera dar por evidente lo que es falso. En efecto, es falso que nuestro saber comience con la autoconciencia. En cambio, nuestro saber inicia en el contacto sensible con las cosas sensibles externas, de las cuales recaba, gracias a un oportuno proceso abstractivo, la noción universalísima y analógica del ente, ente que sí soy yo, pero junto con las cosas del mundo, y sobre el cual reflexiono mediante la autoconciencia.
Conclusión
----------Llegado al término de este nuestro examen, comprendemos entonces cómo, fundándonos en la enseñanza de Cristo y en las premisas filosóficas que nos ofrecen santo Tomás de Aquino y Aristóteles, el hipócrita resulta ser una persona que puede hacer gala de perspicacia filosófica y sensibilidad religiosa, aparentemente celoso de la verdad y de la justicia, pero sustancialmente egocéntrico e impío, un hijo de Adán, que ha escuchado a la antigua serpiente, un rebelde a Dios, que quiere tomar el lugar de Dios en la regulación de su propia vida y de la vida del prójimo. Por tanto, el hipócrita es una persona que hace propaganda de una doctrina de la ciencia y de la verdad, según la cual no es el yo el que debe abrirse al ser y por tanto a Dios, sino que es el ser y por tanto Dios los que caen en el horizonte del yo.
----------Su hipocresía consiste en un fingido celo por la verdad, por la justicia y por la libertad e incluso por el culto divino y la observancia de las leyes divinas, cuando en cambio su verdadero objetivo es atraer al hombre a esa exaltación de sí mismo y a esa sujeción a Satanás, en las cuales él ya está implicado, y que le atraen a la ira divina y al suplicio de una eterna condenación.
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