miércoles, 11 de enero de 2023

A diez años de la dimisión de Benedicto XVI (6/8)

No nos es tan fácil discernir los verdaderos frutos de la labor de un Romano Pontífice. Es posible que el papa Francisco llegue allí donde el papa Ratzinger no ha podido llegar. En efecto, la fuerza que guía a los Papas no está constituída, como se sabe, por sus meras fuerzas humanas naturales, de cultura, de prestigio, de notoriedad, de savoir faire a nivel humano, sino que es la divina fuerza del Espíritu Santo. [En la imagen: una escena del pontificado de Benedicto XVI en 2011 y un pasaje de la Carta Apostólica Porta Fidei, del 11 de octubre de 2011, con la que se convocaba al Año de la Fe, 2012-2013].

La encíclica "a cuatro manos" y la encíclica no escrita
   
----------En octubre de 2012, el papa Benedicto XVI había dado inicio al Año de la Fe, que tenía como propósito reavivar y purificar la fe en el seno del Pueblo de Dios, duramente probado precisamente en el ámbito de la fe por dificultades internas a la Iglesia y externas a la Iglesia, desde los tiempos en que, como hubo de decir san Paulo VI en una famosa frase, el "humo de Satanás" ha entrado en la Iglesia, y a fin de quitar, según las bien conocidas palabras del papa Benedicto XVI, la "inmundicia de la Iglesia".
----------Por otra parte, el motivo más profundo que emerge claramente en la declaración con la cual el papa Benedicto XVI había explicado los motivos de su dimisión al ministerio petrino, no es tanto la debilidad de su salud, sobre la cual demasiado se ha insistido, cuanto más bien y ante todo la conciencia de no tener las fuerzas suficientes para afrontar la gravedad de los problemas que entonces afectaban y siguen afectando a la fe en el interior de la Iglesia. Y si esto ha sido dicho por uno de los más grandes y conocidos teólogos de nuestro tiempo, uno de los mayores protagonistas del Concilio Vaticano II, autor del famosísimo "Informe sobre la fe", prefecto durante veinte años de la Congregación para la Doctrina de la Fe, podemos darle crédito con total confianza. A propósito de aquel Informe sobre la fe (publicado por las Ediciones Paulinas en 1983), vale aclarar que es un libro-entrevista que no ha perdido en absoluto su actualidad, y que de hecho hoy es más actual que nunca, porque los problemas allí denunciados se han agravado aún más.
----------Ahora bien, si se ha rendido un tal paladín de la fe, un hombre que en su tiempo fue elegido Papa con amplísimos consensos y después de brevísimo tiempo, un tal luchador de la Palabra de Dios, hábil tanto en la refutación del error como en la ilustración de la verdad católica, mente de gran apertura intelectual, capaz de conjugar tradición y progreso (recordemos su famosa fórmula "progreso en continuidad" a propósito de cómo interpretar las doctrinas del Concilio), si se ha rendido tal gigante, ¿qué debemos deducir?
----------La respuesta a tal pregunta no es demasiado difícil: que en el curso de estos últimos años la oposición y la desobediencia herética modernista dentro de la Iglesia se ha incrementado hasta el punto de llegar a los vértices de la misma Iglesia y que está afectando a los mismísimos colaboradores del Romano Pontífice, como es testimoniado por ejemplo por la gravísima e inaudita traición perpetrada por Paolo Gabriele, que ciertamente no fue el protagonista de aquel suceso, sino un mero peón que escondía agentes mucho más importantes e influyentes, los verdaderos culpables, que aún deben ser hechos emerger de la oscuridad.
----------Como es bien sabido, Benedicto XVI, luego de sus encíclicas sobre la caridad y la esperanza, tenía en mente escribir una encíclica sobre la fe, cosa que ciertamente logró aterrorizar a los modernistas, los cuales, ante la inminencia de tal documento, en el Año de la Fe, incrementaron su presión y sus insidias contra la Santa Sede, hasta el punto de que sucedió en 2013 lo que nunca antes había sucedido en toda la historia de la Iglesia (los poquísimos casos que se han intentado evocar son absolutamente incomparables y las circunstancias son totalmente diferentes): un Papa que dimite porque ya no puede hacer nada más para estimular a los inertes, para disciplinar a los desobedientes, para persuadir a los críticos, para domar a los rebeldes, para oponerse a los enemigos de la Iglesia, quienes sutilmente y solapadamente obran en su interior y se encuentran entre aquellos mismos que más deberían colaborar con el Sumo Pontífice en el diálogo con los hombres de nuestro tiempo, en la conservación, interpretación, difusión y defensa de la fe y en la lucha contra la herejía.
----------Muy probablemente en aquella encíclica proyectada por el papa Ratzinger, con esa gran amplitud de miras que le caracterizaba, habría puesto en luz, sí, los valores de la fe de hoy, pero también y quizás aún más, no sin su característica bonhomía, las dificultades, las carencias, los equívocos, las desviaciones y las traiciones, con esa mirada aguda semejante a esa espada del Espíritu, de la cual habla la Carta a los Hebreos, espada que "divide el alma del espíritu y las junturas de la médula" (Heb 4,12).
----------El proyecto de tal encíclica sin duda resultó insoportable para los modernistas y para ciertos astutos "colaboradores", de satánica astucia, los cuales se dieron inmediatamente a un enorme trabajo, poniendo en juego todas sus artes para persuadir a Benedicto a desistir de su plan (quienes han podido estar cercanos a la Curia Romana conocen bien los tejes y manejes de un ambiente en el que los Papas pueden ser perfectamente obstaculizados en su accionar, aunque décadas atrás nunca se pensaba que se pudiera llegar al punto al cual se ha llegado hoy). Benedicto, en este punto, viéndose bloqueado en uno de esos actos de su Pontificado a los cuales ciertamente aspiraba desde hacía tiempo y se había preparado con todo tacto y prudencia, típicos de su carácter y de su estilo, un acto en el cual él sentía dar lo mejor de sí mismo, pues bien, probablemente atacado por una general oposición si no precisamente por veladas amenazas, como por lo demás está en el estilo de los modernistas, por ejemplo de los rahnerianos, se ha visto solo, como Cristo abandonado por los suyos, ciertamente sólo con Cristo, pero humanamente solo. Y claramente un Papa que queda solo, ¿qué puede hacer desde un punto de vista humano? ¿A quién mandar? ¿Quién le obedece?
----------De ahí la dramática e histórica decisión, por la cual el papa Benedicto pasará a la historia, sin que, sin embargo, una tal decisión pueda jamás, por su complejidad y por su arraigo en lo más profundo de su alma y sobre todo del alma de un Papa, mostrar nunca con claridad todos sus motivos, por lo cual ella está destinada a guardar para siempre su secreto, lo que dará lugar a discusiones y búsquedas que nunca tendrán fin, y que en general tal decisión suscita un gran respeto, que se ha extendido por todas partes.
----------Pero debo decir que, según mi franca y sincera opinión, no faltan en aquella dramática decisión del papa Benedicto en el 2013, demasiadas preguntas que permanecen sin respuesta, lados dudosos u oscuros, tal vez también criticables, pero que todavía permanecen en penumbra. Quizá algún día sepamos algo por alguno de los íntimos del Papa, de sus verdaderos amigos y colaboradores (¿acaso mons. Gänswein, a quien se le vió llorar al momento de la dimisión, y que ha escrito un libro de inminente publicación?), pero que por ahora son aspectos que se mantienen ocultos, por temor a los modernistas.
----------El hecho ha sido que al papa Benedicto le ha sucedido el papa Bergoglio, un nombre absolutamente desconocido en el campo de la gran producción teológica y de los problemas de la fe, incomparable con la notoriedad y el prestigio de Ratzinger. Inmediatamente surgió en muchos la pregunta: ¿escribirá el papa Francisco la encíclica que no había escrito el papa Benedicto? El tiempo nos dió la respuesta: sí y no, la proyectada encíclica en cierto modo fue escrita, pero en cierto modo no fue escrita. O bien, para decirlo en otras palabras, hubo una "encíclica a cuatro manos", y hubo otra encíclica que no fue escrita.
----------Tras la dimisión de Benedicto, pocos meses antes de que finalizara el Año de la Fe, el cual llegó a su fin en noviembre del 2013, sucedió que aquella encíclica que el papa Ratzinger tenía en mente escribir, fue escrita por el papa Francisco ("a cuatro manos", como él dijo) con el título de Lumen fidei, ayudado ciertamente por el papa Benedicto, pero, desdichadamente, es un documento carente de esa fuerza terapéutica que Benedicto seguramente le habría impreso. El resultado fue una encíclica desprovista de esa eficacia antimodernista que ciertamente habría tenido, si el papa Benedicto hubiera podido escribirla por sí solo.
----------¿Los motivos de esa diferencia que nos permitimos suponer entre la encíclica realmente publicada y aquella proyectada, que no se publicó? La respuesta parece obvia. El papa Francisco es una figura que parecería, desde el aspecto humano por supuesto, enormemente diferente al papa Benedicto. Jorge Bergoglio es un Papa que, ya con el significativo nombre elegido, Francisco, pareció desde el primer momento querer conducir el interés sobre temas muy diferentes, ciertamente importantes, universalmente sentidos, pero que lo mínimo que se puede decir es que no afectan directa y explícitamente los problemas de la fe.
----------Está claro que el papa Francisco, desde el inicio de su oficio docente como Romano Pontífice, comenzó a hablar de las cuestiones relativas a la fe y ¿cómo podría no hacerlo? Pero está igualmente claro, o al menos fue lo que apareció en los primeros tiempos de su pontificado, que él se inclinó a prestar mayor atención ante todo a los grandes temas caros a la teología social (y al respecto, inmediatamente después de su elección al trono de Pedro, el papa Francisco fue objeto de una descarada adulación en la persona de Leonardo Boff, por parte de los teólogos de la liberación, en su momento condenados por Benedicto XVI cuando era cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe). Naturalmente, las cuestiones de la teología social son ciertamente interesantes y útiles. Sin embargo, como Francisco mismo lo declaró netamente desde el inicio de su ministerio, pretendió proseguir en la misma línea del papa Benedicto.
----------En todo caso, los problemas de la fe siguen siendo gravísimos. Y de hecho tampoco Francisco pudo sustraerse a ellos, pues él también sabe lo candentes y urgentes que son. El hecho de que el papa Francisco no tuviera la fama en el campo teológico que tenía Ratzinger no quiere decir que no sea capaz de afrontarlos con éxito. También el papa Sarto, san Pío X, no era un teólogo, y sin embargo ¡qué gigante de la doctrina y de la fe, qué luchador, qué maestro, qué pastor, qué santo! No hace falta mucho esfuerzo para encontrar argumentos probatorios de lo afirmado: allí están las repetidas ocasiones en las que el papa Francisco se ha expresado acerca de temas teoréticos y relativos a la fe. Basta con mencionar su renovada defensa del realismo y condena del idealismo y su inédita condena del gnosticismo, completa novedad magisterial.
----------No es tan fácil discernir los verdaderos frutos de la labor de un Romano Pontífice. Es posible que el papa Francisco llegue allí donde el papa Ratzinger no ha podido llegar. En efecto, la fuerza que guía a los Papas no está constituída, como bien sabemos, por sus meras fuerzas humanas, de cultura, de prestigio, de notoriedad, de savoir faire a nivel humano, sino que es la divina fuerza del Espíritu Santo. Cuanto más potente es este divino aliento, más grandes, más santos son los Papas, con particular referencia a la infalibilidad pontificia. Es obvio que es necesaria su correspondencia, pero precisamente tal correspondencia es suscitada por el mismo Espíritu Santo. Es esa acción que los teólogos tomistas llaman "premoción física", donde la física no debe entenderse en el sentido de lo material, sino que significa: real, ontológica, efectiva.
----------Ciertamente, un Papa, en cuanto hijo del Adán pecador, puede también sustraerse a la acción del Espíritu Santo y entonces quedará ineficaz. Es necesario recordar, sin embargo, que existe un punto donde el Papa no cede, y es la custodia de la fe. Aquí el Papa, como sabemos, es infalible, no ciertamente por una fuerza humana suya personal, sino gracias al don del Espíritu Santo. Y es una infalibilidad que sólo él posee, ex sese, como dice el beato papa Pío IX en la famosa definición dogmática. De los cardenales para abajo, todos los demás son falibles o son infalibles sólo en unión con el Papa.
----------Por eso, el intento de los modernistas, desde hace décadas, y también intento de hoy, por conquistar el Papado, fracasará, porque sobre el plano de la verdad de la fe el Papado es inatacable, inexpugnable, no es obstaculizable, no es corruptible, sino que de hecho es el Papado quien se levanta contra el error y lo destruye. El hecho es que los modernistas confunden a la Iglesia con una sociedad humana cualquiera, donde, con oportunos engaños y maniobras, es posible conquistar la dirección suprema.
----------El hecho de que en siglos pasados haya habido Papas sumamente cuestionables y que la Iglesia haya vivido momentos catastróficos de oscuridad, de persecución, de cismas y de herejías, tanto en la Edad Antigua como en la Edad Media y en la Edad Moderna, es prueba indudable de que, humanamente hablando, su existencia hoy, en el siglo XXI, es inexplicable. Si solo se tratara de trabajo humano, la Iglesia ya se habría derrumbado hace mucho tiempo. Como le sucedió a tantos imperios antiguos.
----------El mundo considera a los Papas hombres de poder, y paradójicamente también hay fieles católicos que, aún llamándose tales y por ende considerándose distintos al mundo, también ven en el Papa sólo su aspecto de poder, y ese punto de vista no sólo existe entre los modernistas, sino también entre los pasadistas (sobran ejemplos). Pero los Papas tienen el poder de servir. De hecho, uno de los títulos propios del Papa es "Servus servorum Dei". En el antiguo rito de la Iglesia, cuando se elegía un nuevo Pontífice, el maestro de ceremonias encendía estopa, que arde en un instante, y repetía estas palabras: "sic transit gloria mundi". Hoy ya no hay necesidad de tal rito, porque es evidente que ascender a la Cátedra de Pedro significa subir a una cruz: un enfoque hecho a menudo por Benedicto XVI, y recordado por Francisco desde el inicio de su pontificado. Por otro lado, en el mundo, el rebaño que el Pastor romano guía es un pueblo de perseguidos.
----------No es casualidad que los Papas de nuestro tiempo sean a menudo reconocidos como santos. Francisco también lo ha dicho repetidamente de Benedicto XVI: "ha sido un santo, un hombre de alta vida espiritual".
----------Los años de Benedicto, y los años Francisco, han sido y son muy dramáticos: casi parece que la fe desaparece y que la Iglesia se derrumba. Varias veces a lo largo de los siglos, la Iglesia ha sido considerada terminada, acabada, superada, demolida, pero a ella la guía Cristo, quien es el único que ha demostrado el poder de surgir de la tumba venciendo a la muerte. El mundo lo ignora o no lo quiere reconocer, como no reconoce los muchos brotes que está haciendo florecer el Espíritu de Aquel que está sentado a la diestra de Dios Padre. El mundo no lo nota, como tampoco notó su nacimiento a la vida humana, en una cueva, nacimiento que los ángeles anunciaron solamente a quienes podían notarlo: los pobres pastores.
----------Los modernistas siguen hoy como ayer intentando el golpe de alcanzar el Papado, con poderosas artes seductoras y gran despliegue de medios culturales, políticos y económicos, probablemente con la ayuda de la masonería y de todas las fuerzas anticatólicas que permanecen en las sombras para que no se descubra el plan y la gente tenga la impresión de que los modernistas son simplemente católicos, quizás un poco más audaces o más atrevidos, pero en definitiva avanzados y modernos, adecuados a nuestros tiempos.
----------Por tanto, no nos queda más que confiar en el Espíritu Santo. Le corresponderá a Él traer luz y limpieza a la Iglesia y liberarla del poder de las tinieblas. Aguardemos con confianza en la oración que el Espíritu Santo guíe al papa Francisco, y con él a toda la Iglesia fiel a él, a avanzar hacia una fe más luminosa y más fuerte, siguiendo las mismas huellas del papa Benedicto y de todos los santos Pontífices del pasado, corrigiendo a modernistas y a pasadistas, y extendiendo los confines de la Iglesia hasta los extremos de la tierra.

2 comentarios:

  1. Sergio Villaflores11 de enero de 2023, 11:33

    Estimado Padre Filemón:
    La diferencia que usted señala, entre el contenido de la encíclica Lumen fidei del papa Francisco, y la hipotética encíclica que sobre el mismo tema hubiera escrito el papa Benedicto, me parece comprensible.
    El papa Bergoglio no podía desconocer los obstáculos sufridos por el papa Benedicto con el ala más extremista del modernismo, y era de suponer que no quisiera, en el mismísimo inicio de su pontificado, un enfrentamiento frontal con los modernistas, precisamente sobre el tema de la Fe, que es central en la ideología modernista.
    La opción para Francisco era no escribir la encíclica preparada por Benedicto, o bien escribirla tal como la escribió: podándola de todo el perfil antimodernista que supuestamente hubiera tenido de haberla escrito Benedicto (aún sin nombrar al modernismo, aunque... ¿quizás nombrando sí a Rahner?).

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    1. Estimado Sergio,
      en líneas generales estoy de acuerdo con la visión que usted propone del hecho.
      Creo que el papa Francisco, al haber continuado, como era previsible, promocionando el "Año de la Fe" en 2013, inevitablemente debía concluirlo con algún texto docente, magisterial. Podría haberlo hecho con alguna carta apostólica o documento de menor rango, pero prefirió utilizar los apuntes que el papa Benedicto XVI ya había preparado para redactar su encíclica.
      Es cierto, la encíclica Lumen Fidei del papa Francisco, que él llamó "a cuatro manos" (en razón de surgir en cierto modo de doble autoría), no tiene el perfil anti-modernista que suponemos que hubiera tenido si la hubiera escrito Benedicto.
      Respondiendo a la pregunta que al final usted formula: soy de la opinión de que Benedicto, si bien quizás no hubiera utilizado el término "modernismo" (hábito usual de los Papas del postconcilio, para no ser tildados de retrógados), sin embargo es probable que hubiera nombrado específicamente a Karl Rahner, pues ya lo había hecho en textos personales anteriores a su pontificado, y por eso para nadie informado sería una sorpresa.
      Y además creo que con esa labor magisterial, claramente dirigida contra Rahner, el máximo exponente del actual neo-modernismo, probablemente Benedicto hubiera dado poco tiempo después su dimisión, con la satisfacción de haber cumplido una tarea docente por él anhelada y largamente preparada. Su dimisión, en tal caso, hubiera sido algo más normal y natural, no tan sorprendente y dramática como de hecho ocurrió.

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