Tanto en nuestra vida particular, como en la vida de la Iglesia, existe un pasado con el cual es necesario inevitablemente romper, y este es el mensaje del papa Francisco; se trata del pasado del pecado. Pero también en nuestra vida y en la de la Iglesia existe un pasado que se debe redescubrir o que se debe conservar o que se debe revalorizar, un pasado con el cual es necesario retejer los hilos y reconstruir la trama, para estar en continuidad, un pasado por recordar, por reinterpretar y por desarrollar, un pasado, si acaso, por purificar, y este es el mensaje del papa Benedicto. [En la imagen: una escena de la Misa exequial por Benedicto XVI].
Misericordia y severidad
----------El papa Francisco, por el perfil que dió a su predicación, ha comenzado presentándose como el Papa de la misericordia, que renuncia a toda condena y a toda severidad, el enemigo de la rigidez y del exclusivismo, el Papa de la acogida y del acompañamiento, el Papa del amor y de la libertad y no de la ley, el Papa de la apertura a lo diverso, el Papa constructor de puentes y no de muros, el Papa de la Iglesia en salida y no de la Iglesia autorreferencial, de la Iglesia poliédrica y no monolítica.
----------Salvo que, sin embargo, un pastor de la Iglesia no puede dejar de encontrar en su camino fuerzas hostiles, que no pueden ser objeto de misericordia, por lo cual, si, como en el caso de Francisco, el pastor no ha regulado o normado la severidad, pensando que nunca tiene el deber de usarla, sucede que cuando no puede dejar de usarla, no habiendo establecido la regla de su uso, entonces su severidad deviene excesiva. Desgraciadamente, esto es lo que le ha sucedido a Francisco en ciertas infelices circunstancias, en las cuales ha intervenido contra ciertas personas o ciertos institutos, como por ejemplo los Franciscanos de la Inmaculada o los Caballeros de Malta o los Legionarios de Cristo.
----------Si predicamos sólo la misericordia y no también la justicia, como en cambio ha hecho el papa Benedicto, obtendremos resultados contrarios a los que esperamos, olvidando cual es la astucia de los perversos, los cuales, convencidos de que no existen personas malas, sino sólo personas frágiles, en buena fe, que merecen compasión y comprensión, y que por tanto todos en el fondo son buenos, se salvan y son perdonados, dirán satisfechos: por lo tanto continuemos tranquilamente haciendo nuestros negocios, porque Dios es bueno y nos salvará. Si la misericordia no es acompañada de la justicia, deviene una falsa misericordia, una hipocresía, una bellaquería, una burla para los infelices y un tomarse en juego y a broma a Dios.
----------Por el contrario, Ratzinger se había habituado a una equilibrada alternancia de misericordia y severidad, de clemencia y de rigor desde cuando había sido Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de modo que, llegado al pontificado, sin muchos discursos sobre la misericordia, ha demostrado saber dosificar mejor el momento de la tolerancia y de la comprensión con el de la justicia y de la justa condena.
----------Pero hay otra grave cuestión que ha empeñado a los dos Pontífices, llevándolos a actitudes similares. Hoy no soportamos sentirnos castigados por Dios. Lutero decía estar a la búsqueda de un Dios misericordioso, entendiendo él con ello un Dios que le dejara hacer y que no le reprochara. Hoy el pecado no está en el desobedecer, sino en el obedecer. No se admite que alguien, se trate de Dios o se trate de un hombre, nos mande lo que debemos hacer y nos prohíba hacer ciertas cosas bajo amenaza de punición. La libertad es hacer nuestra voluntad, no la de otro, se trate de Dios o se trate de otro hombre.
----------Los castigos que Dios nos manda por medio de las calamidades naturales no surten hoy ningún efecto de penitencia y conversión, porque no se ve en ellos más que hechos naturales, que se cree que no podrían depender del Dios de la ternura, con el resultado de que la naturaleza aparece como una especie de divinidad contraria de manera casi maniquea, una fuerza maligna y ciega, que actúa independientemente de un Dios que es en definitiva incapaz de mantenernos a salvo de los trágicos fenómenos producidos por la naturaleza, por lo cual surge la pregunta: ¿dónde estará ese Dios misericordioso? Pero, como he dicho en repetidas ocasiones, este Dios misericordioso, este Dios de los buenistas y misericordistas, no es otro que un Dios que cierra hacia nuestras fechorías no solo un ojo, sino los dos.
----------Benedicto, no sé si por propia decisión o porque no tuvo ocasión de ello, no se ha adentrado en esta temática acerca de la misericordia y la justicia, y, por lo tanto, en su predicación esta cuestión ha permanecido sin cubrir. Pero tampoco se puede decir que haya entrado en ella Francisco, quien mayormente ha desarrollado la temática ecológica, limitándose sin embargo a resaltar nuestros deberes hacia la naturaleza, sin afrontar el tema del por qué la naturaleza nos es tan hostil, un problema al cual sólo la fe cristiana sabe dar una respuesta completamente satisfactoria y consoladora, enseñándonos a convertir en ventaja para nuestra salvación aquellas desventuras que de otro modo serían para nosotros una pura pérdida.
----------El papa Francisco, en ocasión de la epidemia del covid, ha insistido mucho y con razón sobre el deber del socorro y de la solidaridad con aquellos que sufren e incluso sobre la necesidad de vacunarse, cosa que indudablemente ha manifestado su sensibilidad humana; pero al fin de cuentas, para tener este buen corazón y este sentido de la importancia de la salud pública no es necesario haber estudiado teología moral. En cambio, Francisco no se ha hecho oír acerca del significado cristiano que se le habría podido dar al drama del covid, en el sentido de saber ver en él un reclamo del Señor a la penitencia y a la conversión.
----------En el actual clima buenista que se ha difundido bajo el pontificado de Francisco, indudablemente ha aumentado la atención hacia los pobres y los marginados, pero al mismo tiempo se ha difundido una imagen de Dios que salva a todos, un Dios no como un Tú, que es un Legislador y un Juez, al cual debemos responder de aquello que hemos hecho, sino un Tú, un Padre tiernísimo, que nos acoge cualquiera que sea la cosa que hemos hecho. Simplemente tomará nota o reconocerá con placer aquello que hemos hecho y nos acogerá a todos, sin excepción, porque todos son buenos, en los brazos de su ternura y misericordia.
Astuto e ingenuo
----------Sé de buena fuente que un santo Jesuita fallecido hace dos años, redactor de La Civiltà Cattolica durante unos veinte años, conocía personalmente al papa Francisco, con el cual había tenido muchos encuentros, y que un día el Papa le hizo una sorprendente confesión, delineándole en dos densas expresiones su auto-retrato diciendo: "yo soy un poco ingenuo y un poco astuto". Una óptima clave de lectura del comportamiento de Francisco que él mismo nos ha ofrecido con gran humildad y franqueza. Y es precisamente lo que desde el comienzo de su pontificado hemos notado nosotros los que lo amamos.
----------Pues bien, la astucia y la ingenuidad de Francisco se revelan en la elección de sus amigos y de sus colaboradores ocasionales, y no tanto en sus representantes oficiales y en su magisterio oficial, donde sin embargo no faltan las perplejidades, pero sobre todo están presentes en sus salidas con esos amigos y colaboradores y en sus externalizaciones improvisadas y en sus discursos espontáneos, donde aparece ora un cierto oportunismo y una cierta ambigüedad de lenguaje, ora su tendencia a veces inconsciente a dejarse instrumentalizar por quienes quieren hacerle aparecer como un modernista.
Rigorismo y laxismo
----------Es frecuente en el papa Francisco la polémica contra la rigidez. ¿Qué intenta decir? Creo que se refiere a una actitud de endurecimiento en la propia posición o en el juzgar o pretender o exigir o mandar con dureza, sin dar espacio a otras posibilidades. Es una forma de absolutización del propio parecer y, por tanto, una forma de soberbia. La rigidez tiene la apariencia de la austeridad, de la seriedad, de la severidad, de la intransigencia en los principios, de rigor lógico o moral, pero en realidad es falta de comprensión, es intolerancia, es iliberalidad, es falta de elasticidad mental y de adaptación. La persona rígida no va al encuentro de los otros, sino que quiere que sean los demás los que acepten su posición. Parece dar un testimonio a favor de un ideal moral, pero en realidad está apegada a sí misma, a sus propias ideas.
----------Si es ese el sentido, es válida la polémica de Francisco contra la rigidez. Pero no debemos creer que sea rigidez la firmeza y solidez de las propias convicciones de fe racionalmente fundada y la consiguiente negativa absoluta a poner en duda tales convicciones, a debilitarlas, cambiarlas o abandonarlas, o la negativa a jugar sobre el equívoco, o el rechazo a la ambigüedad en el manifestarlas, o la negativa a descender a pactos con la herejía, o a asumir actitudes oportunistas, con el consiguiente oponerse al error, a la herejía, a la apostasía, a la incredulidad, a la impiedad, a la infidelidad, a la traición, a la hipocresía, a la simulación, al oportunismo, a la inconstancia, al transformismo, al respeto humano, con aptitud para la valentía, para la paciencia, para la esperanza, para la parresia, para la claridad, para la resistencia, hasta el martirio.
----------Por otra parte, el papa Francisco ha hablado repetidamente del esfuerzo ascético, pero con ciertos acentos que han hecho pensar en Lutero, en aquella su famosa tesis de la inutilidad de las obras, además del hecho de que cuando Francisco habla de la gracia nunca habla del mérito, y aquí también hace pensar en Lutero, notoriamente enemigo de los méritos. Naturalmente, no podemos aquí acusar al Papa de herejía; se trata sólo de un modo de expresarse inadecuado, lo que no quiere decir que el defecto no sea grave: si Francesco fuera más claro, todo sería en beneficio para nuestras almas.
----------En definitiva, podemos decir que con su condena de la rigidez, el papa Francisco no se refiere tanto a la rigidez en las propias opiniones, sino más bien al rigorismo moral, en particular en el campo de la ética sexual. Aquí hoy vivimos el gran problema de la homosexualidad y el problema similar de la pedofilia, que se agregan al problema de las convivencias y de los divorciados vueltos a casar, además de aquellos problemas que son más tradicionales como el del divorcio, del adulterio y de las relaciones sexuales prematrimoniales. Todos desórdenes sexuales, que están conectados con prácticas ilegítimas como la fecundación artificial, y están en la raíz de la disolución de la familia, de los delitos pasionales y de la inmensa tragedia del aborto.
Los valores no negociables
----------En sus primeros años de pontificado, Francisco suscitó escándalo por haber rechazado una expresión muy querida por Benedicto -los valores "no negociables"- para significar la obligatoriedad absoluta de los valores morales y los divinos mandamientos. La ley moral no admite excepciones, a diferencia de la ley positiva, que se la puede observar también haciendo excepciones. Pero quien pretenda lo mismo para el deber moral, cae en el relativismo moral, simplemente desobedece y peca. De todas maneras, señalaba Benedicto, en el caso de la ley natural, su observancia puede ser suspendida para dar espacio a un deber moral superior. Y, al respecto, declaró lícito el uso del preservativo para evitar el contagio del SIDA.
----------Pero he aquí que en la encíclica Fratelli tutti del 2020 el Pontífice recupera con total claridad la expresión de Benedicto: "Aceptar que hay algunos valores permanentes, aunque no siempre sea fácil reconocerlos, otorga solidez y estabilidad a una ética social. Aun cuando los hayamos reconocido y asumido gracias al diálogo y al consenso, vemos que esos valores básicos están más allá de todo consenso, los reconocemos como valores trascendentes a nuestros contextos y nunca negociables" (n.211). Un poco más adelante, el papa Francisco habla de "una firme y estable validez universal a los principios éticos básicos y no negociables" (n.214). Y un poco antes muestra claramente a qué se refiere: "que todo ser humano posee una dignidad inalienable es una verdad que responde a la naturaleza humana más allá de cualquier cambio cultural" (n.213).
Renovabis faciem terrae
----------Hay que reconocer que una cualidad de la predicación del papa Francisco, y en ello superior a Benedicto, ha sido la insistente exhortación a mantenerse abiertos a lo nuevo proveniente del Espíritu Santo. Se trata de la perspectiva paulina del "hombre nuevo", nacido del bautismo, el cual sustituye gradualmente en el curso de la vida presente al "hombre viejo", infectado por el pecado original.
----------Ahora bien, hay que tener presente que lo nuevo no es siempre necesariamente un valor. Existen nuevas desgracias, nuevas desventuras, nuevos sufrimientos, nuevos delitos, etc. Sin embargo, es bueno considerar de modo pre-judicial a lo nuevo como algo positivo, como algo bueno: la apariencia de un verdadero o de un bien que antes no estaba o que nunca ha estado. En tal sentido, lo nuevo es el efecto de un agente que hace crecer el bien, es conexo al progreso, al mejoramiento. En tal sentido, bienvenido lo nuevo. Sería necio oponerse a lo nuevo de este tipo. En tal sentido, tanto Benedicto como Francisco se han opuesto a aquellos católicos que han rechazado o falsificado las novedades del Concilio Vaticano II.
----------Claro que también debe ser bien entendido que no necesariamente lo nuevo viene a sustituir a lo viejo. Es cierto que hay un viejo que se debe tirar porque está terminado y ya no sirve, pero también es cierto que hay un viejo que puede ser todavía utilizado con una adecuada renovación. Benedicto y Francisco nos han enseñado lo que el Concilio ha abolido o abandonado porqie está superado o inservible e incluso ha devenido dañoso, o en todo caso inadecuado para las sanas exigencias de hoy, y lo que en cambio debe ser mantenido y conservado y lo que el Concilio ha cambiado y renovado dejándolo íntegro en su sustancia.
----------Por la presencia en nosotros del paulino "hombre nuevo", animado por el Espíritu Santo, nos viene, como insiste a menudo el papa Francisco, la apremiante invitación a ir hacia adelante, a no retroceder, a no caer en la tentación de una tendencia retrógrada que el Papa llama "indietrismo" y yo llamo pasadismo. También se le puede llamar conservadurismo. En cambio, yo evitaría el término "tradicionalismo", ya que también se puede dar un sano tradicionalismo. Los pasadistas instrumentalizan el término "tradicionalismo" con la misma malicia con la que los modernistas instrumentalizan el término "progresismo". Porque, si son correctamente y sanamente entendidos, tanto el "tradicionalismo" como el "progresismo" son dos tendencias no sólo legítimas sino también esenciales y necesarias en la Iglesia, pues ella está llamada a conservar por tradición aquel inmutable depósito dejado por su divino Fundador y que Él le ha consignado hacer progresar en bien y verdad hasta la plenitud que sólo se dará al final de los tiempos. De modo semejante a como el modernismo confunde el progreso dogmático con la adaptación descriteriada a las modas del mundo, el pasadismo confunde la sagrada Tradición con las tradiciones contingentes de un pasado al que se aferra de modo nostálgico.
----------El papa Francisco nos ha recordado que es equivocado también permanecer atascados en posiciones superadas. No es esta una verdadera firmeza, sino un reprochable apego a un pasado superado, nocivo o al menos ya inservible. El papa Benedicto, en cambio, ha sido hábil en el modo de recordarnos algunos valores apreciados en el pasado y que hoy han sido olvidados. Por tanto, una cosa es recoger en el pasado cosas que ya no sirven, y otra cosa distinta es ir a recuperar en el pasado valores que sirven todavía.
----------En nuestra vida hay un pasado con el cual es necesario inevitablemente romper, y este es el mensaje del papa Francisco; se trata del pasado del pecado. Pero también en nuestra vida hay un pasado que se debe redescubrir o que se debe conservar o que se debe revalorizar, un pasado con el cual es necesario retejer los hilos y reconstruir la trama, para estar en continuidad, un pasado por recordar, por reinterpretar y por desarrollar, un pasado, si acaso, por purificar, y este es el mensaje del papa Benedicto.
----------El pasado a abandonar, además de lo obsoleto, son nuestros pecados y nuestro malos hábitos. Mientras que el pasado a conservar es en cambio el depósito de la fe, que nos ha sido transmitido para que nosotros lo transmitamos a su vez a nuestra posteridad. He aquí la Tradición. En la vida cristiana hay algo que debe pasar para ya no retornar jamás; y estas son nuestras miserias, esto es el pecado.
----------Y existe algo que se corrompe, que acaba, que muere y que pasa, pero que sin embargo deberá retornar, deberá revivir, deberá resucitar y son los bienes de esta tierra, nuestros queridos difuntos, incluido nuestro cuerpo. El papa Benedicto ha sabido conjugar lo inmutable con el devenir, lo Absoluto con lo relativo, la Palabra de Dios que no pasa con su encarnarse en el tiempo que pasa, ha sabido conjugar el tiempo con lo Eterno. Lo que al fin y al cabo no es otra cosa que el misterio de la Encarnación. En cambio, en el papa Francisco se escucha menos la voz de lo inmutable, de lo perenne, de lo eterno.
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