martes, 3 de enero de 2023

De Hegel a Rahner: la apología de la muerte (1/2)

Cualquier proyecto destinado a producir un verdadero beneficio para la existencia humana depende del firme rechazo a proceder según la "via modernorum", vale decir, según la vía de ese modernismo, condenado en los tiempos del papa san Pío X, y renacido aún peor en nuestros tiempos, modernismo que, sin embargo, no debe confundirse con la modernidad, de la cual el papa san Juan XXIII, y posteriormente el Concilio Vaticano II y los Papas del postconcilio nos han permitido discernir sus instancias positivas, completando así la obra de san Pío X. [En la imagen: fragmento de "El filósofo Georg Friedrich Wilhelm Hegel", óleo de Johann Jakob Schlesinger, de 1831, conservada y exhibida en la Alte Nationalgalerie de Berlín, Alemania].

De Lutero a Hegel: el derrotero de una falsa gnosis
   
----------Desde Hegel a Rahner (o con más precisión, deberíamos más bien decir desde Lutero a Hegel y hasta llegar a Rahner) se advierte el derrotero alemán de una falsa gnosis que termina por hacer una absurda apología de la muerte, y, de hecho, Rahner es su más famoso exponente. Pero permítanme, antes de llegar finalmente al pensamiento de Rahner, considerar el precedente camino desde Lutero a Hegel.
----------Hay que comenzar por decir que, durante el siglo XV, esa falsa gnosis circulaba, no sólo a nivel del intelectualismo de la época, sino también a veces en formas populares y supersticiosas, en las regiones de una Europa no del todo civilizada, y de manera especial en la sombría e indócil Alemania, cuyo pueblo estaba estructuralmente abierto al reflujo de las antiguas supersticiones paganas. Y en el viento arcaico que soplaba en esa selva antirromana, se agitaba Martín Lutero [1483-1546], aquel joven monje agustino, que de un modo desesperado buscaba la absolución del pecado invencible que lo aquejaba.
----------Obsesionado Lutero por la aversión a la filosofía escolástica, que admitía el libre albedrío expresión de las culpas personales, y empujado este joven monje por el deseo de demostrar a toda costa que la raíz de su pecaminosidad era una mentira, escogió la noción (a su modo tranquilizante y perdonista) del servo arbitrio, o de la esclavitud de la voluntad, vale decir, un destino que emanaba de un numen tenebroso y contradictorio, en todo similar al caótico pleroma de los antiguos gnósticos, esa plenitud o unidad primordial de la que surgen el resto de elementos que existen. En la boca de tal falso numen Lutero incluso puso el insensato dicho "ego sum dominus, qui creo bonum et malum". Esto ha sido puesto en claro entre otros por la conocida filósofa católica alemana, fallecida un par de años atrás, Alma von Stockhausen [1927-2020].
----------El pensamiento paleo-gnóstico, escondido entre las líneas de la herejía luterana, devino explícito en el idealismo alemán, como lo atestiguan tanto el testimonio del más brillante discípulo de Hegel, Karl Rosenkranz [1805-1879], como la abundante correspondencia Hegel-Schelling, en la cual un infatigable y sagaz investigador, el italiano Massimo Borghesi [n.1951], ha descubierto declaraciones de entusiasta estima por la doctrina del scolar gnóstico Marción Póntico [85-160]. Acerca de la influencia de la tradición gnóstica en Hegel, además de Rosenkranz y Borghesi, hay que mencionar a Ennio Innocenti [1932-2021], de quien mencioné días atrás su obra La gnosi spuria. Dall'Ottocento ai nostri giorni (Città Ideale, Milano, 2013). En la década de 1950, el inicio del gnosticismo fue objeto de una (en ese momento increíble) predicción del cardenal Giuseppe Siri [1906-1989], y posteriormente, la presencia gnóstica entre las agotadas líneas de lo "moderno" fue objeto de extensas y documentadas reflexiones publicadas en la revista Renovatio, fundada por Siri en 1966.
----------El caso fue que el luterano profeso Georg Wilhelm Friedrich Hegel [1770-1831] transformó la teología del inquieto fraile agustino en un sistema filosófico que tiene una indudable tendencia hacia la alucinación (como he demostrado en el artículo de ayer), una alucinación gnóstica en la cual Hegel termina por divinizar al hombre, atribuyéndole esa unidad de ser y de pensamiento que solamente está en acto en Dios. Un ensayo de hace una década atrás de la profesora Alma von Stockhausen, cuando era autorizada docente de filosofía en la Universidad de Friburgo, proponía un nuevo y puntual examen del desarrollo, en la monumental obra hegeliana, del tema gnóstico que subyace e inevitablemente surge en la teología de Lutero.
   
El desarrollo del tema gnóstico en Hegel
   
----------Hegel, en efecto, como dice la profesora von Stockhausen, "quiere mostrar que el mal en Dios debe ser concebido solamente como el así llamado mal", es decir, como principio de movimiento y de generación. El mal es, por lo tanto, transformado por Hegel en la figura del no-ser, un mal ontologizado que, a su vez, es concebido como la causa fatal del derrocamiento o inversión de lo divino en el mundo.
----------Como para confirmar la dependencia de la dialéctica hegeliana respecto del gnosticismo, la investigadora alemana cita un enigmático y casi eleusino texto de Hegel en su Fenomenología del Espíritu: "Del ser y del no-ser se debe decir que en ninguna parte del cielo o de la tierra existe algo que no contenga en sí mismo tanto sea el Ser como el no Ser, como en el caso de Dios mismo". De ahí la mística tesis sobre la contradicción, que en Hegel se invierte en la figura de la causa de todo movimiento y animación: "Sólo si algo lleva dentro de sí una contradicción, se mueve, posee impulso y actividad".
----------También en este acrobático pasaje es transparente la semejanza de la tesis hegeliana sobre la contradicción con el mito gnóstico, que atribuye la causa de la escisión en el pleroma y de su consecuente caída en el mundo, al desencuentro o contraste causado por una entidad insurgente, Sophia.
----------En el horizonte gnóstico no hay lugar para las ideas de creación y redención, ni para la distinción de supremo ser y ente creado. Hegel, en efecto, altera el concepto de creación rebajándolo y reduciéndolo a una metamorfosis humana de la divinidad trascendente: "el conocimiento humano de Dios es el conocimiento que Dios tiene de Sí mismo". La mente de Hegel no contempla ni admite el Ipsum Esse, "aquella vida que se horroriza ante la muerte, que evita la destrucción", sino el espíritu del mundo, "que soporta la muerte y en ella se mantiene [...] Dios alcanza su verdad sólo a condición de rencontrarse a Sí mismo en la absoluta devastación" (Fenomenologia dello spirito, FCE, México 1971, p.24).
----------Un agudo intérprete de Hegel, Alexandre Kojève [1902-1968], ha argumentado legítimamente que "la filosofía dialéctica o antropológica de Hegel es, en último análisis, una filosofía de la muerte (o, lo que es lo mismo, del ateísmo). […] El saber absoluto hegeliano o Sabiduría y la aceptación consciente de la muerte concebida como aniquilamiento completo y definitivo, hacen todo una sola cosa" (La dialéctica de lo real y la idea de la muerte en Hegel, La Pleyade, Buenos Aires 1972, p.138).
----------Más adelante en la misma obra (op. cit., p.161), Kojève precisa la idea: "La Negatividad hegeliana tomada por sí misma no es otra cosa que la Nada, que se puede manifestar como muerte. Y Hegel lo dice claramente varias veces. Por ejemplo en las lecciones de 1805-1806, en las que escribe: su resultado: muerte, la Negatividad pura, el no-ser inmediato".
----------Discípulo de Karl Jaspers [1883-1969] y fuertemente influenciado por el pensamiento de Martin Heidegger [1889-1976], Alexandre Kojève, "bribón de la corte de Hegel", se cuenta entre los autores que "concluyen" la modernidad en el nihilismo absoluto. En su escuela se han formado algunos de los protagonistas más importantes del giro postmoderno: Jacques Lacan [1901-1981], Pierre Klossowski [1905-2001], Jean Paul Sartre [1905-1980], Georges Bataille [1897-1962] y André Breton [1896-1966].
----------Alexandre Kojève ha demostrado que en el sistema de Hegel la historia se reduce a la repetición perpetua e insensata de la guerra de Dios contra su intrínseco mal. La meticulosa lectura de la obra hegeliana propuesta por la profesora von Stockhausen revela, por otra parte, la dirección idealista orientada a la reducción del hombre a divinidad arrojada en el mundo: "La entera creación con ángeles y hombres es definida por Hegel como una primera fase del devenir mundo de Dios en lo interno del proceso necesario de Su ponerse a Sí mismo en oposición consigo mismo o auto-objetivación".
----------Hegel sostiene precisamente que "el conocimiento humano de Dios es el conocimiento que Dios tiene de Sí mismo", dice von StockhausenEn consecuencia, la idea de creación se reduce a la idea de una caída fatal y dramática: "El anonadamiento o autovaciamiento de Dios en el tiempo no es una expresión de Su amor auto-comunicante por el hombre; por el contrario es la auto-satisfacción del impulso a medida que se convierte en Sí mismo". Lo cierto es que un velo de palabras suntuosas y retorcidas no es suficiente para ocultar el nihilismo vibrante en la cúspide del pensamiento moderno.
   
Ulteriores derivaciones gnósticas hasta la actualidad
   
----------Por todo lo dicho (dejando el resto para la segunda parte del artículo), puede suponerse probable que de la figura hegeliana de la caída divina en el mundo, Martin Heidegger haya deducido legítimamente la noción del hombre pastor del ser, o más bien habría que decir pastor de la nada.
----------Lo cierto es que la búsqueda de las fuentes del nihilismo de la Escuela de Frankfurt y de la actual costumbre tanatófila en drogada carrera entre clínicas abortistas, clínicas neurológicas, clínicas eutanásicas y hornos crematorios, remite al idealismo trascendental alemán, auténtico vértice especulativo de la modernidad. En última instancia, tanto Hegel como Herbert Marcuse [1898-1979] convergen en idéntica revuelta contra el sentido común y contra la moral: de hecho, Hegel define a Aristóteles como "rancio filósofo", y Marcuse lo demoniza como el inventor y antecesor del fascismo opresor.
----------La consecuencia que debemos extraer es que cualquier proyecto destinado a producir un verdadero beneficio para la existencia humana depende del firme rechazo a proceder según la via modernorum, vale decir, según la vía de ese modernismo, condenado en los tiempos del papa san Pío X y renacido aún peor en nuestros tiempos, modernismo que, sin embargo, no debe confundirse con la modernidad, de la cual el papa san Juan XXIII, y posteriormente el Concilio Vaticano II y los Papas del postconcilio nos han permitido discernir sus instancias positivas, completando así la obra de san Pío X.
----------La idea de un compromiso o de una conciliación de la divina Revelación testimoniada por la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición con el delirio moderno que se desarrolla desde Hegel a Lutero hasta llegar a Kojève y los exponentes de la Escuela de Frankfurt, no puede tener otro fin distinto más que la humillación del pensamiento y la asfixia de la vida. Sólo el Magisterio de la Iglesia, bajo Pedro y sus sucesores, vale decir, el Romano Pontífice, Vicario de Cristo, nos propone la auténtica interpretación de esa Escritura y Tradición que nos ponen en contacto con la auténtica Palabra de Cristo.

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