sábado, 29 de octubre de 2022

Apuntes sobre el hombre como alma y cuerpo (1/5)

"Oh Dios, tú eres mi Dios, a la aurora te busco, mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, como tierra desierta, árida y sin agua" (Sal 63,2). Quien anhela a Dios es el hombre entero, alma y cuerpo. Iniciamos una reflexión sobre el compuesto humano; motivados por ciertas exégesis groseras de la Biblia, que pretenden que el hombre, en el actual estado de naturaleza caída, o bien sea una absoluta dualidad, o bien sea un todo, una unidad absoluta de espíritu y cuerpo. [En la imagen: fragmento de "La joven de la perla", o "Muchacha con turbante", óleo sobre tela de Johannes Vermeer, de 1665, hoy en el Museo Mauritshuits, La Haya, Holanda].

Nociones bíblicas indispensables
   
----------Para comprender lo que verdaderamente la Biblia enseña sobre esta vital cuestión del compuesto humano y, por lo tanto, de la naturaleza y de la persona humana, así como la temática moral relacionada con ella, es necesario prestar atención para no confundir, cuando se interpreta la Escritura, el significado de los términos con el significado de los conceptos. En efecto, la Escritura usa a menudo los términos alma, espíritu, vida, carne, corazón y cuerpo para indicar al hombre completo, es decir, en un sentido sinécdotico; pero esto no significa en absoluto, como creen ciertos exégetas sin preparación filosófica, que la Biblia no distinga el alma del cuerpo y que para ella el hombre no sea un viviente compuesto de alma y de cuerpo.
----------Ciertamente la Biblia está preocupada por enseñar la unidad originaria, querida por Dios, de la persona humana, unidad indicada también por Aristóteles, pero la Escritura nos advierte con igual sabiduría que de hecho, en el presente estado de naturaleza caída, existe un triste dualismo, señalado por Platón, de alma y cuerpo; alma y cuerpo que están en conflicto entre sí. Es lo que el apóstol san Pablo llama el contraste entre la carne y el espíritu, que con la muerte implica la separación del alma del cuerpo, por lo cual mientras el alma continúa viviendo, el cuerpo se disuelve. Todo esto en la Biblia es clarísimo.
----------Si, por el contrario, la Sagrada Biblia concibiera al hombre, como suelen decir hoy algunos exegetas, como un todo, como una unidad absoluta de espíritu y cuerpo, en el momento de la muerte, entonces el individuo debería disolverse por completo, como los animales. El argumento fuerte de estos groseros exegetas son los famosísimos pensamientos del Eclesiastés, celebrados por todos los materialistas y los desesperados, pensamientos que ellos exaltan al nivel de dogma, y ​​en cambio no son más que miserables consideraciones, contrastantes con todo el resto de la Biblia, de un alma afligida, amargada, descorazonada y desilusionada, que sin embargo al final se levanta, vuelve en sí y comprende que debe confiar en Dios y obedecer su ley. El Eclesiastés da una gran enseñanza sobre cómo se pasa de la desesperación a la esperanza y no es la apología del existencialismo sartreano o del nihilismo de Leopardi.
----------Otro error de ciertos exegetas es el de confundir por dato revelado los límites de la mentalidad semítica con la cual el dato viene expresado y a veces falsificado. Para comprender verdaderamente lo que la Escritura enseña sobre el alma y el cuerpo, sobre su distinción y unión y su contraste en la presente condición de vida consecuente al pecado, es necesario acercarse al texto bíblico con una buena preparación filosófica, porque el dato de fe no contrasta con el dato racional, sino que la confirma y lo purifica.
----------Por eso, la antropología de Platón y de Aristóteles, purificada y corregida por santo Tomás de Aquino a la luz del dogma y del dato revelado, se muestra filosóficamente mejor fundada que la tosca concepción del hagiógrafo, que refleja una mentalidad semítica, que nada tiene que ver con ver con la verdad enseñada por la Palabra de Dios, vale decir, el dato revelado. En esta circunstancia podemos constatar más que nunca cuán importante es la luz que el Magisterio de la Iglesia arroja sobre una cuestión de tan vital importancia como la del compuesto humano, aclarando con la dogmática, que citaré a continuación, lo que la Biblia, como divina revelación y no como colección de semitismos, verdaderamente intenta decir.
----------Particular atención debe ser prestada a algunos términos bíblicos atinentes al cuerpo y al alma. En hebreo el término basar significa tanto carne (griego: sarx) como cuerpo (griego: soma). Alma, en cambio, se expresa en hebreo con el término nefesh o neshamà para el alma de los animales, lo que san Pablo llama psyché; en cambio, se indica con rúach (griego: pneuma) el alma espiritual.
----------El libro del Génesis describe la creación del hombre como el acto por el cual Dios insufla el espíritu en el cuerpo del hombre por Él previamente plasmado a partir del "polvo del suelo". Esta descripción debe ser bien entendida, porque parece que la creación ocurra en dos tiempos: primero Dios, como una especie de artesano, plasma el cuerpo humano y luego le agrega el alma, y el cuerpo de no viviente se convierta en viviente. Está claro que se trata de una descripción mítica que no debe tomarse a la letra, ya que es evidente, si queremos ceñirnos a la realidad de las cosas, que Dios no crea el alma infundiéndola en un presupuesto cuerpo humano no-viviente, sino infundiéndola en una materia adecuada.
----------Esta materia adecuada que el Génesis llama "polvo del suelo" podría corresponder a aquello que Pío XII llama iam exsistente ac vivente materia, en la cual Dios habría infundido el alma humana. ¿Qué podría ser esta precedente materia viviente? Hoy por hoy se puede decir que Dios crea inmediatamente el alma humana informando al cigoto, del cual, sin embargo, en la época del hagiógrafo nada se sabía.
----------O bien Dios podría haber infundido el alma de la pareja primitiva en el estado adulto en una pareja de vivientes infrahumanos precedentes. La primera hipótesis ciertamente debe ser descartada. Tal hipótesis es válida para todos los descendientes de la pareja originaria, pero no para esa primera pareja, porque no es pensable que la primera pareja humana hubiera tenido como genitores a estos vivientes inferiores, los cuales ciertamente no habrían sido capaces de educar a la primera pareja humana, la cual, por el contrario, fue creada en el estado adulto y, por tanto, en plena perfección intelectual y moral.
----------El alma no se une al cuerpo como si este cuerpo estuviera ya formado, precisamente porque es el alma la que da forma al cuerpo. Vale decir, y con más precisión, el alma se une como forma sustancial a la materia prima y como animadora y vivificadora se une al cigoto, que con ello mismo abandona de esa manera su alma vegetativa para asumir el alma racional.
----------En el compuesto de materia y forma, y por tanto también en el compuesto humano, materia y forma se atraen y se causan mutuamente: la materia hace de sujeto a la forma; la forma determina y actúa la materia. La materia dice tendencia a la forma; la forma, si es forma de la materia, dice propensión a dar forma a la materia.
----------Como es bien sabido, Dios crea al hombre a su imagen y semejanza, varón y fémina (Gén 1,27). Se refiere claramente al alma, ya que Dios es espíritu, y el hombre no puede ser a imagen de Dios alma y cuerpo. Indudablemente esta concepción del alma semejante a Dios es propia de la Escritura, por más que Platón y Aristóteles ya hubieran intuido la gran dignidad del nus, del logos y de la psyché.
----------Que el hombre sea creado a imagen y semejanza de Dios quiere decir que es creado como sustancia personal similar a la personalidad divina, con el deseo y la necesidad de ver a Dios y unirse a Él, una necesidad de conocer y de amar, de unión intencional y real, de modo similar a como hombre y mujer desean verse y unirse, según el parangón instituido por el Cantar de los Cantares. Ciertamente se trata de una necesidad del alma, una necesidad espiritual ya que Dios es espíritu y sólo puede ser deseado por el espíritu.
----------También el cuerpo tiene sus necesidades, que sin embargo son sólo físicas. La necesidad de Dios es inescindible del amor por el prójimo, ya que el prójimo es imagen de Dios y vuelve entonces el amor entre hombre y mujer, que es el más íntimo, perfecto y satisfactorio que pueda existir entre dos personas humanas.
----------Del alma y del cuerpo, por consiguiente, surge espontáneamente y naturalmente una pluralidad ordenada y jerarquizada de fuerzas vitales, espirituales, sensitivas y neurovegetativas, las cuales hacen sí que el viviente se trascienda a sí mismo, supere los límites de su forma natural, adquiera de modo intencional mediante el conocimiento las formas de las otras cosas materiales y espirituales, hasta el punto de elevarse al conocimiento de Dios en la razón y en la fe, para así desear a Dios como la cierva sedienta anhela el curso de agua.
----------En esta maravillosa y armoniosa pluralidad de expansiones y de irradiaciones físicas, ontológicas e intencionales, es necesario distinguir las necesidades de las inclinaciones, de las aspiraciones, de las exigencias, de los impulsos y de las atracciones. La necesidad se refiere a algo que mantiene en vida, por ejemplo la necesidad del alimento, la necesidad del sueño, la necesidad del amor.
----------La inclinación, en cambio, es el movimiento del agente hacia algún fin sensible o hacia algún fin espiritual. Se trata de una propensión inherente a la facultad de hacer o de actuar según el fin de esa determinada facultad, por ejemplo procrear para el sexo, nutrirse en el campo de la alimentación, socializar, hacer el bien, autoperfeccionarse y honrar a Dios en el actuar moral.
----------La aspiración, por otro lado, es un movimiento de la voluntad y del apetito sensitivo hacia algún bien posible o realizable, que aún no se posee, pero que se sabe que hace bien y por lo tanto se desea y se espera poseerlo o poderlo practicar. Mientras que el impulso, en cambio, es un empujón, un estímulo o una solicitación física, psíquica o espiritual a la acción proveniente del fin amado y deseado. Puede ser un impulso del instinto o bien del espíritu. Por último, la atracción es el poder que un bien material o espiritual útil, honesto o placentero tiene para hacer presa de nosotros y tentarnos a alcanzarlo y disfrutarlo.
----------Según lo narrado por Gén 2,7 Dios plasma al hombre utilizando la materia del suelo y le añade el espíritu (rúach), de modo que el hombre deviene una sustancia viviente (neshamá). Se podría aquí encontrar una posible conexión con la teoría de la evolución, la cual sostiene que Dios habría creado el alma humana, espiritual, añadiéndola a un precedente viviente animal, como ha sido insinuado por Pío XII en la encíclica Humani generis cuando habla de una iam exsistente ac vivente materia.
----------Ahora bien, hay que tener en cuenta que la intención del Autor bíblico no es tanto la de describir el hecho de la evolución desde el simio al hombre, cosa que Pío XII autoriza a poder hipotetizar, pero que muy difícilmente pudo habérsele ocurrido al hagiógrafo, sino que la intención del Autor bíblico es más bien la de narrar en una forma plástica el hecho de la creación.
----------Un término bíblico cercano al de alma es el de "corazón" (hebreo: leb). Naturalmente, la referencia inmediata es la del corazón en el sentido material. Pero es muy importante el sentido metafórico. Corazón, entonces, es la irradiación o el emanar de las potencias del alma desde el alma misma, con referencia al intelecto, a la voluntad, a la conciencia moral, al sentimiento, a la afectividad, a las emociones, a las pasiones.
----------Por cuanto respecta al significado del término carne, en la Escritura ese vocablo tiene diversos significados: en primer lugar, la carne es una parte material, sobre todo la parte blanda y comestible del animal. En segundo lugar, carne es la creatura humana, en su fragilidad, pecaminosidad y falibilidad. En tercer lugar, sobre todo en san Pablo, la carne es puesta en contraste con el espíritu para significar dos movimientos psicológicos y morales contrastantes en lo interno de la voluntad humana.
----------Un gran salto, por consiguiente, en comparación con la antropología griega, como bien sabemos, es el salto cumplido por la Biblia con la doctrina de la resurrección del cuerpo masculino y femenino. No sólo al dualista Platón, sino ni siquiera al hilemorfista Aristóteles le ha venido en mente ni siquiera sospechar la sola posibilidad de la resurrección del cuerpo, aunque Aristóteles se da cuenta de que la felicidad humana debería implicar la posesión de todos los bienes del alma y los del cuerpo.
----------Pero precisamente por eso, Aristóteles juzga imposible que el hombre alcance la felicidad. Según Aristóteles, el hombre debe contentarse en esta vida con contemplar el Motor inmóvil y la belleza del universo físico. Para Aristóteles el nus es inmortal. Pero no se atreve a pronunciarse sobre cuál podría ser el destino del nus después de la muerte, porque Aristóteles es perfectamente consciente de que el hombre está compuesto de alma y cuerpo, por lo cual ¿qué felicidad podrá tener en el más allá una forma sin su materia? En el Hades no existe felicidad, sino tristeza por haber abandonado ese cuerpo que contribuía a tener aquel poco de felicidad que se pudo tener en esta tierra.
----------Para el dualista Platón, por el contrario, el alma, liberada de la cárcel del cuerpo, es bienaventurada en la contemplación de las Ideas eternas. Desde su punto de vista es, en efecto, absurdo que ella, una vez liberada de su cuerpo, deseara retornar a la cárcel donde estaba antes.
----------Santo Tomás, por su parte, para poder concebir la resurrección del cuerpo, pondrá en comparación la concepción platónica del alma con la aristotélica y se dará cuenta de que la concepción que verdaderamente se adapta con el dogma de la resurrección, es la aristotélica, porque, si bien Aristóteles nunca jamás ha pensado en la resurrección del cuerpo, sin embargo objetivamente, sin darse cuenta, al menos deja abierta la posibilidad, sabiendo bien que la sola alma separada no es la totalidad de la naturaleza humana.
----------Bastaba solamente que Aristóteles hubiera tenido presente la bondad divina hacia el hombre, y entonces habría podido comprender que Dios tiene la posibilidad de hacer resurgir al hombre de la muerte. Pero lamentablemente, el Dios de Aristóteles no se interesa por las cosas individuales contingentes, como lo es también el hombre, sino sólo por las esencias universales y las eternas, en lo que retoma a Platón, y sobre todo se interesa por sí mismo, lo cual, según Aristóteles, es el digno Objeto de su pensamiento. Y esto se comprende: faltando la conciencia de que Dios es el creador también de las mínimas cosas, hasta de las más pequeñas, Aristóteles no ha pensado que también pudiera cuidar de ellas.

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