martes, 11 de octubre de 2022

El valor de la religión cristiana y del sacrificio (1/2)

En el cristianismo también existe un modo hipócrita de exhortar a los demás al sacrificio para mantenerlos sometidos e impedir que ellos se rebelen contra la injusticia padecida. Existe un modo hipócrita de apelar al sacrificio para imponer a los demás una voluntad despótica. Pero todas estas distorsiones, que implican la falsificación del verdadero sacrificio, no podrían nunca mantenerse, si no fuera a costa de una mayor hipocresía, para justificar el rechazo del sacrificio como tal, en su bondad, comprendido el sacrificio cristiano. [En la imagen: fragmento de la ilustración del Evangeliario Rabbula, del​ año 586, siríaco, la primera representación de Cristo en la cruz en un manuscrito iluminado, actualmente en la Biblioteca Medicea-Laurenziana, Florencia, Italia].

Luigino Bruni y el valor de la religión cristiana
   
----------Desde hace meses atrás, nos hemos tomado en este blog la costumbre de reflexionar sobre los artículos de Luigino Bruni en el diario Avvenire, donde el economista italiano presenta, ya desde hace un par de años, sus personales interpretaciones exegéticas y teológicas acerca de la Biblia, sin tener la debida competencia para hacerlo, vale decir, sin ser ni exégeta ni teólogo titulado y habilitado para esa delicada tarea. ¿Por qué, entonces, analizamos los escritos de Bruni? Sencillamente porque Luigino es un buen ejemplo de lo que hoy ocurre en un amplio espectro de laicos católicos, quienes, recurriendo a la posibilidad que hoy nos brinda la Internet, difunden en sitios web, portales y blogs variopintos, sus particulares concepciones de la fe cristiana, de la vida y de la moral cristiana, de las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo, frecuentemente sintiéndose libres de hacerlo sin tener en cuenta, a veces ni en lo más mínimo, la guía del Magisterio de la Iglesia, o sea, la guía de aquel que Cristo ha consignado para ser nuestro Maestro y guía al Reino de Dios: el Papa.
----------Y ocurre que haciéndolo de esa manera, Luigino, a veces nos brinda, sí, interesantes sugerencias con sus ideas, las cuales frecuentemente son muy oportunas; pero el caso es que también con mucha frecuencia tropieza, y cae en errores contra la fe, a veces errores muy burdos, errores que suelen ser muy antiguas herejías, algunas aparecidas ya en los inicios del cristianismo, poniendo así de manifiesto ese nebuloso e inconsciente (así quiero creerlo) neo-modernismo, no explícito, que está tan difundido hoy en la Iglesia. Por consiguiente, el repasar los tropiezos de Bruni, nos viene a ayudar un poco a repasar la historia del dogma, porque al individuar los errores contra la fe tenemos la ocasión de recordar las verdades fundamentales de la Fe de un cristiano católico. Por supuesto, como lo hemos comprobado también en estos meses, Bruni también ha sabido corregirse de sus errores, aunque de tanto en tanto vuelve lamentablemente a sus andadas.
----------En los últimos artículos que hemos examinado, vimos que Bruni exalta el rol de los profetas bíblicos, destacando con razón su celo valiente por las obras de la justicia y de la misericordia, por su lucha contra los vicios, por su llamado apremiante a Israel a ser fiel a la Alianza, y por su polémica contra la idolatría, contra la hipocresía, la avaricia, el falso culto y la sed de dominio de los sacerdotes.
----------Sin embargo, Bruni malinterpreta el discurso de los profetas concerniente a la religión, la polémica contra la idolatría y la impiedad, el culto a Dios, la ofrenda de los sacrificios y la necesidad de arrepentirse de los propios pecados y de expiarlos con obras reparadoras, para obtener de Dios gracia, perdón y salvación.
----------Un ejemplo reciente de este mal entendimiento por parte de Bruni lo encontramos en su artículo titulado El otro nombre de la fraternidad, en el Avvenire del pasado 6 de marzo. En este artículo Luigino sostiene que "nosotros no entendemos el discurso de los profetas si los leemos con las categorías de la religión". Y agrega: "la religión como conjunto de cultos, normas, sacrificios, liturgias que un pueblo edifica para comunicarse con la propia divinidad y celebrarla no es el ambiente del profeta".
----------Luigino no llega a concebir teológicamente un Dios Padre ofendido que exige reparación y que envía al Hijo hecho hombre al mundo para dar su vida por nosotros, hombre inocente víctima por nosotros pecadores, para obtenernos gratuitamente la salvación y la vida eterna con el poder de su divinidad y con su pasión, muerte y resurrección, muerte libremente querida y aceptada, aunque con humana comprensible angustia, en obediencia amorosa a la voluntad justa y misericordiosa del Padre, que así ha querido glorificar al Hijo, para que a su vez Éste glorificara al Padre y para la glorificación del hombre elevado en la gracia al estado de hijo de Dios, hombre llamado a unir su cruz cotidiana a la cruz de Cristo, colaborando así activamente con su propia redención. Sin embargo, el Evangelio, vértice de la Biblia, enseña precisamente esto.
----------La columna de Bruni en el Avvenire se intitula "El signo y la carne". Pero nos preguntamos: ¿acaso sabe Luigino de qué es signo la carne de Cristo crucificado? ¿Y Bruni está dispuesto, como san Pablo, a llevar en su cuerpo las llagas de Cristo crucificado? Téngase en cuenta que el cristianismo está todo aquí. Este es el articulus stantis et cadentis Ecclesiae. Estas cosas las había entendido también Lutero. El caso es que, y debemos decirlo con total franqueza y deber de caridad, Luigino Bruni no ha tomado la idea del sacrificio de los profetas o del Evangelio, sino que se ha dejado influenciar por sujetos como Rudolf Bultmann, Réné Girard, Massimo Recalcati y, sobre todo, por los libros de Karl Rahner.
   
Crítica a algunas afirmaciones de Luigino Bruni
   
----------Observa entonces Luigino Bruni: "El profeta considera la religión un obstáculo para lo único que realmente le importa, que el pueblo escuche la voz de Dios y se convierta también de la propia religión. El profeta no es hombre religioso, el profeta es hombre y mujer del espíritu, y sabe por vocación que el medio más normal que usan los hombres y las mujeres religiosos para no obedecer a la voz de Dios es precisamente la religión, que con demasiada frecuencia se convierte en el lugar donde esconderse de Yahvé, para no tener que responder a su terrible pregunta: hombre, ¿dónde estás?".
----------¿Y cómo el pueblo escucha la voz de Dios, si no obedeciendo al mandato divino: "¡Escucha, Israel! Yo soy el Señor tu Dios. No tengas otros dioses delante de mí. ¡Observa el día del sábado para santificarlo!" (Dt 5,1.6-7.11). ¿Cuándo jamás han exhortado los profetas al pueblo a "convertirse de la propia religión"? ¿Es acaso pecado ser religiosos? En todo caso, los profetas han exhortado al pueblo a convertirse de una falsa religión, es decir, del culto a los ídolos, para retornar a la verdadera religión, que es la de Israel.
----------¿Dónde está escrito que "el profeta no es hombre religioso", como dice Bruni? Si hay un hombre que exhorta al culto del verdadero Dios, que insiste en los atributos divinos, que recuerda que el Señor es uno solo y no hay otros y que Dios es un Dios celoso, un Dios que se aira con quien lo traiciona por otros dioses, un Dios que castiga hasta la cuarta generación, pero que tiene piedad y perdona hasta mil generaciones, un Dios fiel a la Alianza, pero que pide fidelidad, un Dios dispuesto a escuchar con sólo que se le invoque, un Dios que pide no sólo palabras sino también hechos, un Dios que pide un culto sincero y no hipócrita, un Dios que pide con razón ser adorado porque es Dios, un Dios que libera de los enemigos, del pecado, del sufrimiento y de la muerte, un Dios que aprecia el sacrificio del justo, pero que abomina el del impío, un Dios que exalta a los humildes y abate a los soberbios, este es precisamente el Dios de los profetas.
----------Los profetas denuncian la hipocresía y la ficción en materia de religión no porque se la tomen contra la religión, sino precisamente porque quieren que la religión sea como debe ser, como Yahvé la quiere, así como si uno se la toma con un ladrón no es porque esté contra el derecho de propiedad, sino porque se apela a ese derecho. Quien está contra lo falso, lo hace evidentemente en nombre de esa verdad que lo falso falsifica.
----------Luigino Bruni luego, en su polémica contra el sacrificio, apela al dicho de Oseas (6,6), también citado por Cristo (Mt 9,13), "misericordia quiero y no sacrificios"; y comenta: "es el alma de toda la Escritura, de todos los libros de los profetas, es el alma esencial de toda la Biblia, Antiguo y Nuevo Testamento, que completa y corrige también las páginas bíblicas sobre los sacrificios. La Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, ha buscado sobre todo y antes de todo hablarnos de otro Dios, que superaría la materialidad de las víctimas y de la sangre, que estaban en el centro de las religiones antiguas y naturales, sin lograrlo del todo".
----------Y continúa Bruni: "Ni siquiera el Nuevo Testamento ha sido siempre capaz de desarrollar el alma profética anti-sacrificial y en algunos de sus textos ha leído la muerte de Cristo como 'sacrificio', ciertamente diferente a los antiguos, pero siempre dentro de la lógica sacrificial de la víctima y de la sangre, no obstante a que los Evangelios nos hablaran de un Jesús que ha hecho de todo para evitar la cruz, hasta el final, revelándonos un Dios-Padre amor-agape (hesed) totalmente por fuera del registro sacrificial".
----------A decir verdad, se requiere mucho coraje para sostener una tesis de ese tipo, cuando frente al único pasaje que parecería a su favor, Bruni viene a ignorar las decenas y decenas de pasajes y enteros capítulos de la Sagrada Escritura dedicados a la justificación, descripción, explicación, reglamentación y alabanzas de los sacrificios, hasta la cumbre de aquel Sacrificio de los sacrificios, que es el Sacrificio de la Cruz, perpetuado incruentamente en el sacrificio de la Misa. Se requiere mucho coraje para no ver que Oseas, como por otra parte Cristo mismo, se refiere a un modo insincero y exterior de practicar los sacrificios, no animado por el amor, por la misericordia y por auténtico celo religioso, sino que está a mil kilómetros de distancia, como dan de esto testimonio todos los hagiógrafos y los personajes píos y santos de la Escritura, y para no apreciar también Bruni, como debiera hacerlo, el valor de la religión y del sacrificio.
----------Lo que el profeta Oseas exige, y lo exige con toda justicia, es que el sacrificio nazca del corazón del hombre sinceramente amante de Dios, sin intereses de poder, de dinero y de prestigio, que el sacrificio nazca un corazón arrepentido de sus pecados, deseoso de reparar, dispuesto a corresponder a la bondad y misericordia divinas, y a hacer misericordia. Eso es lo que Oseas exige.
----------En realidad, toda la Sagrada Escritura converge hacia el misterio de Cristo, de su pasión, muerte y resurrección por la salvación de la humanidad. Es ésta el alma verdadera de la Escritura. Quien no entienda esto, no captará la peculiaridad incomparable del mensaje bíblico y su insustituible preciosidad. Toda la Escritura está centrada en la obra de Cristo, en lo que Él ha hecho y padecido por nuestra salvación.
----------Y este acto central y decisivo es el sacrificio de la cruz por amor nuestro, en obediencia al Padre, en el poder del Espíritu Santo, para dar gloria al Padre, para satisfacer por nosotros a su justicia, para obtener la misericordia y la remisión de los pecados, y para liberarnos con su muerte de la muerte y del poder de Satanás, como sumo sacerdote de la Nueva Alianza en su sangre, y víctima de expiación de su propio sacrificio.
   
Respuesta a las afirmaciones de Luigino Bruni
   
----------Pues bien, contrariamente a lo afirmado por Luigino Bruni, se debe decir que nosotros comprendemos verdaderamente la palabra de los profetas, si sabemos y apreciamos verdaderamente qué es la religión, en qué consiste el ejercicio de la virtud de religión, cuál es su motivo y cuál es su fin. En efecto, los profetas nos recuerdan continuamente el verdadero culto al Dios único y verdadero, recordándonos que no hay otros dioses, por lo tanto nos recuerdan la fidelidad y la coherencia en el adorar al Dios de Israel, Aquel Que Es, con pureza y sinceridad de corazón, sin doblez, sin hacer malabarismos entre Él y el mundo, dispuestos a sufrir por Él, por la práctica de sus mandamientos y de la santa Alianza.
----------El profeta no está contra la religión, sino contra su deformación, contra la falsa religión, contra una piedad afectada o fingida, puramente exterior, legalista, mecánica, rigorista o, a la inversa, mezquina y abusiva, contra una práctica falsa, excesiva o, a la inversa, insuficiente, una práctica motivada no por el amor de Dios, sino por intereses de prestigio humano y por ganancias terrenales. El profeta está, por tanto, en contra de la falsificación, el menoscabamiento o la profanación o la instrumentalización terrenal, nacional, política o económica de la religión, en nombre de la verdadera religión, la religión de Israel, la cual, por tanto, está destinada a ser la religión de todos los pueblos, porque Yahvé no es sólo el Dios de Israel, sino de toda la humanidad.
----------Los profetas nos dicen que el culto divino está originado y motivado por el arrepentimiento de nuestros pecados y por el deseo de expiarlos con buenas obras y ofreciendo sacrificios. Los profetas nos dicen que el propósito del culto divino es el de apartar la ira divina justamente merecida por nuestros pecados y el de obtener nuestra reconciliación con Dios y con nuestros hermanos, el de recobrar su benevolencia y su amistad, para obtener misericordia, gracia y perdón, para poder cumplir su santa voluntad, huir del mal, ser liberados del sufrimiento y de la muerte, y acceder a nuestra intimidad con Él.
----------Ciertamente, es indudable que también existe un falso concepto del sacrificio cristiano, que tiene un trasfondo tal vez inconscientemente masoquista y que esconde un culto morboso al dolor y un desprecio apriorista por el placer, tal vez derivado de una concepción pesimista del cuerpo como enemigo del espíritu, y de un concepto de Dios como un meticuloso recaudador de impuestos.
----------Acabo de mencionar el masoquismo, y creo conveniente alguna aclaración, aunque la daré de modo breve. El masoquismo es originariamente una perversión de la emotividad sexual, por la cual el sujeto obtiene un placer sexual de la misma frustración o represión del instinto. El masoquismo parecería tener alguna semejanza con la abstinencia sexual de carácter ascético, pero no es así. Esta, en efecto, no se basa en la pura y simple repugnancia por el placer, sino en su moderación razonable. En sentido lato, el masoquismo o autolesionismo puede ser definido como odio por el placer o gusto por el sufrir como tal. Existe quien, como Nietzsche, ha creído que esta fuera la característica del sacrificio, del amor el sufrimiento y de la ascética, propios del cristianismo. Pero no es así en absoluto: el cristiano rechaza naturalmente el sufrimiento y ama aquel sufrimiento implicado en el sacrificio no por sí mismo, sino en cuanto vivido en unión al sacrificio de Cristo. La repugnancia por el placer como tal es de origen estoico. De hecho, para los estoicos las pasiones eran enfermedades del alma, que no debían ser moderadas, sino simplemente eliminadas.
----------Existe también una concepción antropocéntrica del sacrificio, concepción que está presente en ciertas formas de ética racionalista, como la masónica, las cuales, si bien tienen un principio teísta, sin embargo carecen del concepto de la gracia, por lo cual el hombre espera alcanzar la felicidad con el simple esfuerzo de su voluntad adquiriendo méritos frente a Dios. Aquí el sacrificio no es, como en el cristianismo, el ofrecimiento o entrega dolorosos del hombre a Dios, sino la simple renuncia a los bienes que pueden obstaculizar la afirmación del propio yo. En ámbito cristiano, un fenómeno similar es el del pelagianismo, donde está presente la gracia, pero ésta no previene la obra humana, sino que constituye su premio final.
----------En el cristianismo también existe un modo hipócrita de exhortar a los demás al sacrificio para mantenerlos sometidos e impedir que ellos se rebelen contra la injusticia padecida. Existe un modo hipócrita de apelar al sacrificio para imponer a los demás una voluntad despótica. Pero todas estas distorsiones, que implican la falsificación del verdadero sacrificio, no podrían nunca mantenerse, si no fuera a costa de una mayor hipocresía, para justificar el rechazo del sacrificio como tal, en su bondad, comprendido el sacrificio cristiano.

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