A la vista de la manera ofensiva como ciertos sedicentes "católicos" (en realidad cismáticos formales o virtuales) tratan en sus webpages o blogs o también en publicaciones institucionales, las noticias sobre lo que acontece no sólo en diversos ámbitos del cristianismo no católico o en las otras religiones (como el Islamismo) sino también lo que acontece en la propia Iglesia católica, sobre todo mofándose de las iniciativas de la Iglesia, burlándose de la fe de los católicos, caricaturizando y ridiculizando a los Obispos y al propio Romano Pontífice, me pregunto si han aprendido o no la lección que se recaba de trágicos hechos ocurridos incluso en años recientes.
El pecado de sobrepasar los límites de la sátira
----------Estos días ha dado vueltas y vueltas en mi cabeza una cuestión que podría ser titulada como he decidido titular este artículo, la cuestión de los límites de la sátira. Todo ha nacido del observar cómo, una y otra vez, obstinada y pertinazmente, ciertos sedicentes católicos parecen no tener ninguna valla, ninguna frontera que detenga los desfogues de su arrogancia. Y esto ocurre incluso con los que se jactan autodenominándose los custodios de la tradición, los defensores de la verdad, los custodios de "la Misa de siempre" y de "la Iglesia de siempre", con lo cual queda una vez manifiesto que pasadismo y modernismo nacen de una misma raíz: la descomunal soberbia de un yo que se ha puesto en el lugar de Dios.
----------¿Es que acaso esta gente, a la vista del modo como tratan y califican a sus hermanos en la misma fe, a los Obispos sucesores de los Apóstoles, a los sacerdotes, hombres débiles, sí, pero consagrados como instrumentos de Dios a la divina obra de la Redención, al Papa, supremo Maestro de la Fe, Vicario de Cristo y Pastor universal, por encima de sus debilidades humanas como descendiente también del Adan pecador, esta gente digo, no advierte que el respeto y el sentido común (no estoy hablando de criterios de fe ni de normas de sobrenatural moral cristiana) señalan límites que no pueden ser sobrepasados?
----------A fin de individuar y especificar en sus precisos contornos la cuestión, me permitiré traer a la discusión un hecho paradigmático ocurrido hace más de siete años, que sigue generando polémica en amplios ámbitos de la cultura, y que incluso ha estado entre las noticias de primera plana en estos días, también en medios argentinos, con enfoques que vuelven a sacar el tema de sus cauces debidos, y no hacen más que confundir y distraer de lo principal. A modo de lamentable modelo de un caso de extralimitación de la sátira, quisiera referirme a las causas del bien conocido y recordado atentado a la revista francesa Charlie Hebdo. Y si bien mi propósito en este artículo es reflexionar sobre los límites de la sátira, complementariamente viene bien el referirme a este hecho en el contexto de la próxima visita del Santo Padre al Estado islámico de Baréin, a fin de contextualizar en las reales perspectivas actuales la relación del cristianismo con el islamismo.
El atentado contra Charlie Hebdo del 2015
----------El atentado contra Charlie Hebdo, semanario satírico francés, fue un tiroteo llevado a cabo en la ciudad de París el 7 de enero de 2015, cuando dos hombres enmascarados, armados con fusiles de asalto y otras armas entraron en las oficinas de dicho semanario. Estos dispararon unos cincuenta tiros, matando a doce personas e hiriendo a otros once al grito de "Al·lahu-àkbar" (Alá es el más grande) durante el ataque. También asesinaron a un oficial de la Policía Nacional de Francia poco después. Los asaltantes posterioemente se identificaron como pertenecientes a Al-Qaeda en la Península arábiga (la rama de Al Qaeda en Yemen), que asumió la responsabilidad por el ataque. Otras cinco personas murieron y once resultaron heridas en tiroteos relacionados posteriormente en la región de la Isla de Francia.
----------Tras lo ocurrido, Francia elevó Vigipirate (su alerta de terrorismo) a su nivel más alto y desplegó soldados en Isla de Francia y Picardía. Una intensa persecución condujo al descubrimiento de los sospechosos, los hermanos Saïd y Chérif Kouachi, que intercambiaron disparos con la policía el 9 de enero. Los hermanos tomaron rehenes en una empresa de señalización de Dammartin-en-Goële y fueron abatidos cuando salieron disparando desde el edificio. El 11 de enero, unos dos millones de personas, entre ellas más de cuarenta líderes mundiales, participaron en París en una marcha de unidad nacional, y casi cuatro millones de personas se sumaron a las manifestaciones celebradas en toda Francia. La frase Je suis Charlie (Yo soy Charlie) fue un lema común de apoyo a las manifestaciones y en los medios sociales. Los trabajadores supervivientes de Charlie Hebdo decidieron publicar una nueva edición tras el ataque que vendió siete millones de copias en seis idiomas, en contraste con su tirada habitual en francés de 60.000 ejemplares.
----------Quisiera recordar algunas reflexiones que en su momento hice sobre aquella tragedia de la masacre de los redactores del periódico comunista, tragedia perpetrada por terroristas islámicos. Supongo que el recordar aquellas reflexiones mías sobre el trágico hecho, pueden servir a los lectores para enfocar debidamente lo ocurrido, a fin de que esto sirva para la cuestión que aquí quiero tratar.
----------En primer lugar, deberíamos preguntarnos: ¿qué juicio o valoración moral debemos dar, como católicos, sobre un hecho tan impactante como éste ocurrido hace siete años? ¿Cuáles pueden ser el sentido y a la vez las consecuencias de un hecho tan horrendo por muchos motivos, un hecho que marcó un paso más en la escalada de las fuerzas anticristianas y antihumanas contra el cristianismo y contra la entera civilización? En segundo lugar, deberíamos preguntarnos: ¿cuáles pueden haber sido las causas próximas y remotas? En tercer lugar, la pregunta debería ser: ¿qué podemos hacer para evitar que tales hechos se repitan?
----------El primer sentimiento que nos surge en el ánimo ante hechos como éste, ocurrido hace más de siete años atrás, es el de una profunda conmoción por los muertos, por los redactores del semanario, por los atacantes, por las víctimas inocentes tomadas como rehenes, por los policías agentes del orden. De hecho viene al pensamiento, para hablar con toda franqueza, que los propios redactores se han causado a sí mismos tal desgracia, conociendo la susceptibilidad de los musulmanes. Un pensamiento, por tanto, por los muertos: indignación por los terroristas, piedad por las víctimas, admiración por el heroísmo de los agentes de policía. Invocamos para los terroristas al Dios de la justicia y de la misericordia.
----------En cuanto a los cristianos, no olvidemos que ellos también fueron tomados de modo repugnante como constante blanco de la sátira sacrílega del hebdomadario, y obviamente se sintieron heridos. Pero sacaron del episodio sólo un incentivo para testimoniar con mayor claridad y persuasión su fe, orando por la conversión de los impíos. Por supuesto, esto no quita que se mantenga siempre el deseo de que los órganos judiciales competentes puedan obrar con sabiduría y eficacia (no importa el tiempo que haya transcurrido desde entonces) para restablecer en este lamentabilísimo caso los derechos de la justicia lesionada y puedan aplicar la ley con equidad en relación a las personas involucradas de una y de otra parte.
El significado profundo de lo ocurrido
----------Lo primero que en mi opinión debería decirse es que en aquella horrenda masacre de París parece constatarse el entrecruzamiendo de dos poderosos factores anticristianos, que se han ido reforzando hoy a nivel internacional contra el cristianismo, hacia los cuales parecen ser más que nunca válidas las palabras del Salmo: "Los reyes de la tierra se levantan y los príncipes conspiran a una contra el Señor y contra su Mesías" (Sal 2,2). Baste recordar, como punto de referencia para estas reflexiones que propongo, la viñeta blasfema que Charlie Hebdo había publicado en aquella época contra la Santísima Trinidad, viñeta que, tras el atentado, todo el mundo llegó a conocer, ya sea porque fue zarandeada en la cara por los medios de comunicación o porque todos se dedicaron morbosamente a buscarla, por lo cual en su momento dió la vuelta al planeta, para la convicción en muchos difundida de que aquí esté en juego la defensa de la libertad de expresión.
----------Al mismo tiempo, debemos ahora recordar que, tras el atentado, el infame periódico logró, como dije, aumentar enormemente las ventas, lo que atestigua el nivel de los intereses culturales de muchos de nuestros contemporáneos, edificados sobre el "testimonio heroico de los mártires comunistas". Por otra parte, los católicos sabemos cómo el sublime misterio trinitario está en el corazón y en la cumbre del cristianismo y lo caracteriza con respecto a todas las demás religiones y culturas de la humanidad. Por consiguiente, golpear o burlarse de este augustísimo Misterio universal de salvación, significa atentar contra la esencia más propia y más profunda del cristianismo y, para quien lo hace conscientemente y voluntariamente, conlleva el atraerse los rayos fulmíneos de la ira divina, así como ofender la fe de todos los cristianos.
----------Estoy convencido que en aquel hecho de París en 2015, se asistió a un ataque descarado, frontal y bárbaro contra el cristianismo por parte de dos fuerzas que en ocasiones han estado unidas, por más que ambas, en cierto modo, sean feroces enemigas: el comunismo y el islamismo. Ataque conjunto, porque ambos rechazan el misterio trinitario. Hay, sin embargo, una notable diferencia, que mientras el musulmán rechaza la Trinidad en nombre de Dios o en nombre de como él concibe a Dios, y por tanto en nombre de la religión, el comunista ateo rechaza la religión como tal, ya sea cristiana o musulmana. Para el musulmán, la religión ennoblece y salva al hombre; para el comunista lo engaña y lo vuelve esclavo. Por tanto, la impiedad del comunista es más grave que la del musulmán. El musulmán al menos acepta a Dios, aunque no crea en Cristo, y rinde culto a Dios; el comunista, en cambio, como es bien sabido, niega la existencia de Dios y odia la idea misma de Dios y por lo tanto se niega a adorarlo y obedecerlo, sustituyéndose a Dios mismo. Con el musulmán nos es posible estar de acuerdo en el diálogo interreligioso, y en el culto a ese Dios del cual todos los hombres razonables saben captar su existencia, aunque no tengan la gracia de aceptar el misterio trinitario.
----------Desafortunadamente, con los comunistas, ni siquiera podemos estar de acuerdo en la existencia de Dios y a nosotros, los católicos, solo nos queda la esperanza de que al menos ellos alguna vez sean capaces de comprender algo de la dignidad humana. Para el diálogo con los comunistas, solo queda la razón, que nosotros y ellos poseemos como seres humanos (el hombre en cuanto animal racional). Lo cual, a decir verdad, no es poca cosa, suponiendo en ellos la buena voluntad. Aparte del hecho de que muchos de los comunistas pueden estar en buena fe y servir implícitamente a Dios a través del servicio al prójimo.
----------Ahora bien, ¿cuál es el sentido, el significado de lo que hicieron los asesinos en enero de 2015? ¿Qué pretendían hacer (al menos hasta donde podemos entender o conjeturar) los protagonistas de aquella tragedia, donde por una parte se habla todavía de "mártires de la libertad" y por otra de "mártires de Alá"? ¡Quiera Dios que todos aquellos que se han visto involucrados en aquel trágico atentado, aunque objetivamente impíos o asesinos, hubieran actuado en buena fe, para así encontrarse todos en el paraíso del cielo, como san Pablo se encontró con Esteban! Pero sobre ello tengo mis razonadas dudas, porque lamentablemente estamos muy lejos de las dimensiones gigantescas de esos dos héroes del cristianismo. Pero no es de esto de lo que quiero hablar, pues esto es algo misterioso, y sobre lo cual me remito al juicio de Dios.
Las causas remotas y próximas del trágico hecho
----------Aquello que, en cambio, quisiera aquí subrayar es que, con motivo de aquel episodio extremadamente significativo y casi paradigmático de la situación epocal que estamos viviendo, emergen con claridad dos graves culpas objetivas, prescindiendo de la buena o mala fe de los individuales actores: una culpa, de matriz liberal, efecto de una gnoseología escéptica y relativista, la cual no pone límites a la libertad de opinión en materia de religión, al punto de permitir el vilipendio, el desprecio, la burla, la irrisión, la impostura, la difamación, la mentira, la injuria, el insulto. En esta concepción, hoy autoritaria a nivel del ordenamiento constitucional de los Estados occidentales y del derecho civil, el credo religioso o la fe religiosa, ya sea cristiana o musulmana o judía o de cualquier otro tipo, no conciernen a la verdad ni a la justicia, ni al bien público, sino que son simples opiniones privadas, a lo máximo son fábulas y quizás supersticiones, superadas en todo caso por la ciencia, a las cuales, si se les diera espacio público, se convertirían en fuentes de fanatismo y de intolerancia.
----------También es de destacar la hipocresía y la astucia de los comunistas, que operan en países democráticos sin estar en el gobierno. Mientras ellos no están en el poder, defienden el derecho a la libertad de expresión para sus burlas y campañas de calumnias y para difundir sus mentiras en materia de religión. Pero basta que ellos lleguen al poder, como lo demuestra la historia, y ya no toleran ningún disenso con la ideología marxista y comienzan una feroz y sistemática lucha contra la religión, que sofoca con la violencia cualquier tentativa de autodefensa por parte de los creyentes. ¡Al diablo con la libertad de expresión!, que ellos defienden con marchas de protesta y cortes de la vía pública, cuando aún no están en el poder.
----------Pero en la última década ha ganado cada vez más terreno la arrogancia y el fanatismo del belicismo islámico, el cual, tras catorce siglos de intentos fallidos, al darse cuenta de la crisis en el seno de la Iglesia, del declive de muchas de las certezas de fe, y del abandono de las costumbres cristianas, ve por ejemplo el declive de la práctica religiosa o la crisis de la familia o la corrupción sexual, cree que se acerca el momento de dar el golpe de gracia al cristianismo, eventualmente con la conquista de Roma, como hicieron en su momento con Constantinopla, para someter finalmente al mundo entero al Corán.
----------Así, si por una parte tenemos la impiedad que se ríe sacrílegamente, propia de los comunistas, por otra asistimos al celo religioso violento y cruel de los terroristas musulmanes, los cuales continúan de algún modo anacrónicamente el estilo de los profetas o líderes de el Antiguo Testamento, sobre el ejemplo de un Matatías, el cual, como narra la Escritura, habiendo presenciado un acto de culto idólatra de uno de sus compatriotas, "ardió en celo; se estremecieron sus entrañas e hirvió de justa indignación. Se abalanzó y mató al judío en el altar; al mismo tiempo también mató al mensajero del rey, que obligaba a sacrificar, y destruyó el altar. Actuaba movido por celo hacia la Ley" (1 Mac 2,24-26). Es evidente que los cristianos, con todo el debido respeto por la Biblia, hace tiempo que hemos superado estas actitudes, aunque alabadas por el Antiguo Testamento. Cristo nos ha enseñado, sí, la justicia para con los impíos, pero sobre todo, siguiendo su ejemplo, la mansedumbre, el sacrificio y la confianza en la divina misericordia, siendo todos llamados a la salvación.
Lo que se debe hacer
----------Sin embargo, cabe preguntarse si no sea el caso de que la ley del Estado, sin imponer o prohibir una determinada religión, para la cual no tiene competencia, ponga un límite a las expresiones extremas del ateísmo, cuando éstas claramente ofenden no esta o aquella religión, positiva o revelada, ya sea cristiana, musulmana, judía u otra, sino la religión natural como tal. Ciertamente, el Estado no puede entrar en materia específica de las diversas religiones positivas y de sus dogmas y no tiene competencia para juzgar de sus controversias, que deben ser afrontadas y resueltas por sus respectivas comunidades creyentes. Sin embargo, el Estado, sin por ello ser confesional, debería tener consciencia de la importancia fundamental del teísmo, no importa cual, sea cristiano, judío o islámico, precisamente para garantizar o asegurar el bienestar, el orden y la justicia en la sociedad, así como el bien común, la paz, la libertad y la seguridad del mismo Estado. De hecho, la historia muestra que tanto el Estado oficialmente ateo, como por lo demás el Estado expresamente confesional, es fuente de totalitarismo, de intolerancia, de agitación económica, de injusticia y desorden social, que luego conducen a la subversión, a la supresión de la libertad y a la anarquía.
----------Aparte del valor del derecho a la libertad religiosa, el ciudadano puede tener efectivamente el derecho, en los ordenamientos civiles modernos, a no ser religioso o a no profesar ninguna religión; sin embargo, el Estado debe velar con oportunas disposiciones para que el simple agnosticismo o indiferentismo religioso no se transforme en lucha positiva, ofensa o irrisión de la religión, porque ello amenazaría contra el bien mismo del Estado y el orden civil. El Estado ateo, que pretende destruir la Iglesia y la religión, firma su propia condena, como lo ha demostrado la historia. En cambio, el Estado teocrático o cesaropapista, que se diviniza a sí mismo, como se encuentra en Hegel y en la masonería, con la pretensión de asegurar al hombre la civilización, la justicia, la libertad y la felicidad, reemplazando a la Iglesia o esclavizando a sí a la Iglesia, también está condenado al fracaso, como también está demostrado por la historia (véase el fascismo y el nazismo). Pero incluso el Estado luterano, que pretende organizar la Iglesia, y el propio Estado islámico que pretende guiar al hombre al paraíso del cielo, son ilusiones nefastas, que acaban por causar todo tipo de conflictos, de abusos y de injusticias, como siempre lo ha demostrado la historia. El Estado debe ser el promotor de lo humano, mientras que la Iglesia crea a los hijos de Dios. Pero si el Estado no respeta a la Iglesia y no colabora con ella en la edificación de lo humano, se vuelve contra el hombre y lo destruye.
----------Aquel trágico atentado al semanario Charlie Hebdo sucedió, es cierto, en Europa, pero no sin significado y consecuencias universales, por lo que ha significado Europa históricamente, y sigue significando. Ahora bien, si Europa posee valores universales y beneficiosos para toda la humanidad, se lo debe a dos mil años de cristianismo. Dudar de estos valores en nombre de una falsa modernidad o de un falso progreso, renegando de las sanas tradiciones, significa reabrir las puertas a la barbarie y a tragedias del pasado, que se pensaban ya superadas. Significa volver a caer en manos de ese comunismo, que algunos ilusoriamente pensaban acabado y condenado por la historia, y de ese Islam que, constatando la debilidad, la inercia y la pasividad de Europa, cree que ha llegado el momento de hacernos sus esclavos.
----------Recuerdo que hace unos treinta años, tras la caída del muro de Berlín, eran muchos los que hablaban con cierta satisfacción del "fin de las ideologías". ¡Piadosa ilusión! Las ideologías hoy están más vivas, feroces, intransigentes, que nunca, y hasta han entrado en la Iglesia con la lucha despiadada entre pasadistas y modernistas. El Estado, por su parte, conserva siempre una tarea preciosísima: por una parte, debe garantizar el orden y la libertad mediante métodos pacíficos; pero también debe saber intervenir en el momento justo para oponerse a las fuerzas de la violencia, de la opresión, del terrorismo, de la subversión o del fanatismo, a fin de defender y proteger los intereses, la incolumidad y los derechos de las personas y de la población, sobre todo de los más débiles y de los más indefensos. Esto vale tanto para los daños sociales provocados por el islamismo, como para aquellos provocados por el comunismo ateo.
----------No es el caso de recordar aquí, aunque sea brevemente, las causas históricas del islamismo y del comunismo. Solo recordemos, sin embargo, que para remover eficazmente un mal, es necesario ir a las raíces. Las raíces más profundas están en esa diabólica tendencia a odiar a Cristo, llamada por el Nuevo Testamento "anticristo", consecuencia del pecado original, que siempre en la historia empuja al pecado y a la injusticia. Hoy hemos llegado a esta dramática crisis humanitaria y eclesial porque en siglos pasados la Iglesia no ha trabajado adecuadamente por la evangelización de los musulmanes y de los comunistas. Se ha detenido demasiado a condenar los errores y se ha hecho demasiado poco para favorecer el diálogo.
----------El riesgo de hoy es lo inverso: el de un diálogo como fin en sí mismo que se detiene en los puntos comunes y no invita al interlocutor a corregirse de sus errores. Una cosa importante a hacer para resolver esta difícil situación es que la Iglesia, en concierto con los organismos internacionales por la paz y los derechos humanos, aborde o estudie acuerdos con las comunidades religiosas islámicas para hacer avanzar el diálogo interreligioso en el tema del monoteísmo, a fin de eliminar el ateísmo comunista. En esta tarea se han dado pasos importantes en estos últimos años, sobre todo en el actual pontificado. También se necesitan acuerdos entre los Estados democráticos y los Estados islámicos, a fin de que estos segundos también concedan el derecho a la libertad religiosa renunciando a la religión islámica del Estado.
----------Por cuanto respecta al elemento propiamente sobrenatural o revelado de la religión, como por ejemplo en el cristianismo se da el misterio trinitario, este es el ámbito de competencia de la Iglesia. Es necesario al respecto que la Iglesia, sobre la base de los puntos en común entre el cristianismo y el islam, señalados por el Concilio Vaticano II, organice una acción evangelizadora o una pastoral evangelizadora a favor de los musulmanes, la cual les ayude a liberarse de los errores contenidos en la Corán (sobre todo la oposición al misterio trinitario), para así poder acercarse, con la ayuda de la gracia, al misterio trinitario y en general a las verdades de la fe cristiana. Finalmente, es necesario hacer avanzar el diálogo con los no-creyentes y con los comunistas, a fin de persuadirlos con pruebas y testimonios racionalmente convincentes a reconocer la existencia de Dios y remover los obstáculos que se oponen a la religión.
----------Con los comunistas es necesario dialogar sobre la base de la simple razón, patrimonio propio de todo hombre. Los Estados democráticos, fundados en los derechos universales del hombre reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas, con el apoyo diplomático de la Iglesia, tienen el deber de defender, también con la fuerza de las armas o la coerción, la democracia, la justicia, la paz, la libertad y el bien común, puesto en peligro por la violencia comunista o islámica. Por cuanto respecta luego a los cristianos, recordemos el preciosísimo testimonio del martirio, que ha sido y sigue siendo siempre un factor determinante de la difusión del cristianismo entre los pueblos, como dijo Tertuliano: "sanguis martyrum, semen christianorum".
----------Finalmente, una cosa importante a tener en cuenta es el misterio de la Parusía. Cristo predice que en la inminencia del fin del mundo la Iglesia será duramente perseguida: "Seréis odiaos por todos los pueblos a causa de mi nombre. Muchos quedarán escandalizados y ellos se traicionarán y se odiarán unos a otros. Surgirán muchos falsos profetas y engañarán a muchos; por la propagación de la iniquidad, el amor de muchos se enfriará". Parece ser los tiempos de hoy. Sin embargo, hay una diferencia. El Señor continúa: "Mientras tanto, este Evangelio del reino será anunciado en todo el mundo, para que sea testificado a todos los pueblos" (Mt 24,9-14). A decir verdad, existen hoy áreas humanas inmensas, a las cuales todavía no se ha predicado el Evangelio: pensemos en la China comunista, en la India hinduista, en las inmensas zonas animistas o idólatras del África o de Oceanía o de la América nativa, y no olvidemos a los mismos países islámicos. Por eso, los Romanos Pontífices del postconcilio, tomando impulso del mismo Concilio Vaticano II, invitan urgentemente a la evangelización, para cumplir el mandato de Cristo y preparar, cuando el Padre quiera, su Venida.
Epílogo y consecuencias para el lector
----------Finalmente, concluyo esta nota sin volver a referirme a los motivos intraeclesiales que me han movido a recordar el hecho trágico ocurrido en 2015. Esos motivos los he enunciado al principio: se trata del haber traspasado los límites de la sátira. En el ámbito de la literatura, se suele denominar sátira al discurso o composición literaria en prosa o verso en que se critican agudamente las costumbres o vicios de alguien con intención moralizadora, lúdica o meramente burlesca. Se trata de una legítima fórmula literaria, cuya licitud está determinada por sus fines. En efecto, son los fines de la sátira los que permiten cualificar moralmente los medios o instrumentos de la sátira y los que establecen sus límites. Juzgue, por ende, el lector, cómo debe cualificar el modo con el que hoy ciertas publicaciones sedicentes "católicas" desarrollan su sátira: juzgando de los medios utilizados, se podrá advertir sus fines, y discernir si sirven a Dios o más bien a Satanás.
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