Con su intervención, el papa Francisco, retomando la tradicional distinción en teología moral entre pecados carnales y pecados espirituales, nos recuerda aquello que es la gran complejidad del actuar moral, y las exigencias de un preciso, sereno y sabio discernimiento.
El principio de la soberbia es el pecado (Sir 10,13)
----------El principio de todos los pecados, aquel del cual brotan todos los demás pecados, aquel que resume a todos los pecados, el motivo y el resorte fundamentales y originarios de todos los pecados, es la soberbia, que ha sido el pecado de Adán, de modo que la soberbia, como fuego oculto e impuro, alimenta la secreta llama de todos los pecados, desde los más graves hasta los más leves.
----------El pecado de soberbia consiste esencialmente en la pretensión de la voluntad de rechazar la propia sujeción a la voluntad divina, vista como engañadora y opresiva. La persona soberbia es movida por una aspiración desmedida al saber, al poder, a la libertad, al sobresalir y al exceder a los demás. Amor propriae excellentiae, dice san Agustín de Hipona retomado por santo Tomás de Aquino.
----------Y también dice san Agustín acerca de la soberbia: "amor sui usque ad contemptum Dei". La soberbia es una necesidad exagerada y autorreferencial de autoafirmación y de grandeza, que pretende más de cuanto es dado o es permitido o lícito a la creatura, hasta la pretensión narcisista, exhibicionista y panteísta de ser como Dios y de ser Dios (panteísmo) o de ponerse en el lugar de Dios (ateísmo).
----------La soberbia es la desordenada necesidad de centrar todo en torno a uno mismo (egocentrismo). La soberbia es la creencia de poseer la ciencia divina (gnosis) o de ser Todo (holismo) o ser el único Yo (solipsismo). La soberbia es la ilusión de creer que se puede subir con las propias fuerzas hasta Dios (pelagianismo). La soberbia es el ver a los demás muy por debajo de uno mismo (elitismo).
----------En este punto (y para quedarnos en la comparación entre lujuria-soberbia hecha por el Papa) se comprende, en igualdad de condiciones, la inmensa mayor gravedad de la soberbia en relación a la lujuria. No es que este pecado no sea grave: bien puede ser un pecado mortal, como veremos. Pero el pecado de soberbia es mucho más grave, en cuanto se levanta contra Dios Bien infinito y eterno, pecado mucho más grave que el pecado contra el prójimo y contra el propio cuerpo, bienes finitos y temporales.
La valoración de los pecados
----------¿Cómo se mide la gravedad material del pecado? Del hecho que ponga o no en peligro la relación con Dios, de la cual depende la vida del alma. ¿Y cómo se interrumpe la relación con Dios? Desobedeciendo a sus prescripciones deliberadamente en materia grave.
----------Es necesario, por tanto, conocer cuáles son los lazos vitales con Dios, rompiendo los cuales para nosotros es la muerte: he allí el pecado "mortal". El eslabón principal es la caridad. Un pecado puede ser simplemente venial, es decir, puede ser causado por una voluntad que no pretende romper con Dios, y por tanto no pierde la gracia, sino sólo para hacer lo propio sobre aquellos elementos periféricos de la vida espiritual que no comprometen los órganos vitales, como veremos a partir de algunos ejemplos más abajo.
----------Pero el pecado puede pasar de ser venial a ser mortal en el supuesto caso que aumente la materia. Una cosa es beber una copa de vino todos los días en la mesa, y otra cosa bien distinta es beberse una botella completa. Así también si el medio está muy cercano al fin: una cosa es tener una fantasía erótica cada tanto y otra cosa es mirar habitualmente espectáculos obscenos.
----------Por otra parte, es peligroso descuidar la tarea ascética de la eliminación de los pecados veniales, por frecuentes e inevitables que ellos sean aquí abajo, con el pretexto de que son tan sólo veniales. Es necesario en cambio recordar que, aunque se trate de materia leve, así como existe un parentesco entre materia leve y materia grave, la primera puede transformarse en la segunda. Una palabra vana puede tansformarse en calumnia, una mentira en herejía, la broma inoportuna en befa y escarnio.
----------La gravedad formal del pecado, en cambio, está dada no por las condiciones objetivas, sino por las condiciones subjetivas: el saber con certeza o con probabilidad que ese determinado acto es pecado y en qué medida es pecado. Es la así llamada "advertencia", la cual, si es escasa, aun en una materia grave, rebaja la culpa de mortal a venial. Así similarmente, el pecado es formalmente tanto más grave, cuanto más voluntaria es la malicia con la cual ha sido cometido. Es este el "deliberado consentimiento".
----------Si, en cambio, la pasión, por su violencia, arrastra a la voluntad, el acto es ciertamente impetuoso y aparentemente voluntario, pero en realidad no es plenamente libre, por lo cual la malicia del acto disminuye, y en consecuencia la culpa desciende de mortal a venial. Estas son las así llamadas circunstancias "atenuantes", de las cuales habla la exhortación apostólica Amoris laetitia.
----------Ahora bien, ¿de qué depende el pecar? Del hecho de que la voluntad desobedece a Dios. Se debe tener presente, en efecto, que el alma mantiene su vínculo vital con Dios por la voluntad fundada en el verdadero bien y sostenida por la gracia. Si la voluntad se opone consciente y deliberadamente a la voluntad de Dios, el cual quiere el verdadero bien para el alma, es decir, quiere que el alma viva, es inevitable que el alma "muera", se entiende espiritualmente, no ontológicamente, ya que en sentido ontológico el alma es inmortal. Es lo que la Biblia llama "castigo de Dios", pero es una pena o punición que el pecador se inflige con sus propias manos, contra la voluntad de Dios, que, en cambio, lo quería salvo.
----------Sin embargo, es claro que el alma en estas condiciones, aunque sean condiciones que haya querido ella, no tiene ninguna ventaja ni beneficio, por el contrario yace en la miseria eterna, privada como está del Eterno Bien, que le hubiera garantizado la vida eterna. Ahora el alma vive una vida que es peor que la muerte. Quien se suicida, pierde su vida física, y obtiene lo que ha querido. Pero el alma no puede morir, digan lo que digan los materialistas. En el infierno, el alma se ha suicidado, pecando, sin poder anularse. Sin embargo, incluso aquí ella tiene lo que ha querido: vivir sin Dios y contra Dios. Feliz ella...
----------La gravedad del tema del pecado de lujuria no está tan relacionada al hecho de la unión del hombre con la mujer. De hecho, la unión hombre-mujer de por sí es cosa buena en cuanto expresión de amor. Es por eso que tal unión, aunque no sabemos en qué modo, existirá también en la futura resurrección, donde vige el triunfo del amor. Es claro, sin embargo, que en la lujuria existe la referencia a la unión sexual, pero sólo en cuanto es con una mujer equivocada, es decir, fuera del matrimonio, para no hablar de otras aberraciones sexuales, como por ejemplo una relación pedófila u homófila.
----------Pero en la lujuria el factor discriminante es el hecho procreativo, en cuanto la lujuria ofende directamente o indirectamente de diversos modos y de diversas medidas la vida humana, que es sagrada y que está creada a imagen de Dios. Por consiguiente, en último análisis, en el pecado de lujuria está de por medio la ofensa a Dios creador de la vida humana y del hombre y de la mujer.
----------Este es el punto central y cardinal, aquí reside el criterio base para juzgar de la gravedad o no de un pecado de lujuria, más que la referencia a la unión entre hombre y mujer, supuesta en principio como lícita y buena. Pero se supone que es lícita no en referencia a sí misma en cuanto tal -aquí de por sí es lícita- sino porque y en cuanto está ordenada a la procreación.
----------El aspecto formal y característico del pecado de lujuria es el voluntario apetito absoluto por el máximo posible placer sexual, no importa de quién se obtenga, ya sea de la propia esposa o de otra mujer o de la masturbación o de la prostitución o de la relación prematrimonial o del concubinato o de la sodomía o de la pedofilia, en suma, todos los pecados sexuales que conocemos.
Pecado mortal y pecado venial
----------Otra distinción que subyace en el discurso del Papa es la que existe entre pecado venial o leve y pecado mortal o grave. Para entender esta diferencia, es necesario recurrir por analogía a las enfermedades físicas. Existen disturbios, dolencias o traumas leves, que no superan un cierto umbral de gravedad; después del cual el sujeto sana. Y existen en cambio enfermedades las cuales inician o conocen formas leves, que sin embargo pueden agravarse hasta el punto de hacer morir al sujeto.
----------Así es para los pecados. Existen pecados que por su esencia no superan la venialidad, no pueden devenir mortales porque no atacan órganos vitales del espíritu, sino sólo su vida periférica, superficial y accidental: por ejemplo una palabra vana, frívola, fútil, necia, ociosa, un tic nervioso, una conversación fastidiosa o molesta, un hablar grosero, modales rudos, un carácter brusco, una momentánea pérdida de tiempo, una golpe de irritabilidad, una desatención o descuido, una broma inoportuna, un chiste de mal gusto, una broma tonta, un relato fastidioso, una curiosidad indiscreta, una charla sobre habladurías, una diversión inútil, una fantasía extravagante, un obrar apresurado o algo por el estilo.
----------Ciertamente esos defectos deben ser eliminados por quien quiere ser perfecto, pero no afectan los intereses vitales del espíritu. Queriendo hacer una comparación con el organismo físico, podrían ser comparados con un forúnculo, una picadura de mosquito, un callo o una ampolla en un pie y cosas así.
----------La lujuria y la soberbia pertenecen, en cambio, a los así llamados "siete pecados capitales" (soberbia, envidia, ira, pereza, avaricia, lujuria, gula), que se llaman capitales porque, refiriéndose a las funciones vitales del espíritu (relación con Dios, relación con el prójimo, relación con las pasiones, con los bienes económicos, con la procreación y con la alimentación), no admiten generalmente parvedad de materia, por lo cual el pecado venial no depende, en su mayor parte, como en los vicios secundarios, de la parva materia, sino de la imperfección del acto, o por escasa advertencia o por consentimiento no plenamente deliberado, de manera similar a lo que ocurre en las enfermedades físicas: en las cuales si se está afectado de un tumor maligno, pero el mal está en sus inicios, si se opera a tiempo, el sujeto se salva.
----------Así ya un acto pecaminoso preparatorio a la unión sexual es materia grave, pero esto no obstante la venialidad puede ser dada por la imperfección del acto por insuficientes condiciones subjetivas (advertencia y consentimiento). Similarmente, por cuanto respecta a la soberbia, ya una blasfemia, una herejía, un acto de egoísmo o prepotencia hacia el prójimo son materia grave; sin embargo, si faltan las condiciones antedichas, la culpa de mortal se rebaja a venial, aunque siga siendo grave la materia.
----------En fin, vano sería distinguir los pecados teóricamente, si no nos preocupáramos de saber, en base a los criterios anteriormente expuestos, qué pecado hemos cometido, si lo hemos verdaderamente cometido, cuál es su gravedad, cómo, cuándo y por qué. Aquí Karl Rahner se equivoca al sostener que es siempre imposible saber con certeza si hemos pecado o qué pecado hemos cometido, qué tan grave, cómo, cuándo y por qué. Y de aquí Rahner toma el pretexto para una vana confianza en la misericordia de Dios no acompañada por un serio empeño personal en el enmendarse de los pecados.
----------En efecto, Rahner confunde la certeza de estar en gracia con la certeza de haber cometido ese pecado dado. Y puesto que, como reconoce el mismo santo Tomás (Summa Theologiae, I-II, q.113, a.5), aquella certeza es imposible, Rahner declara que es imposible también ésta. Pero esto es falso, porque ¿de qué otra manera podríamos enmendarnos de nuestros pecados, si no los conocemos? ¿Qué sentido tendría el sacramento de la Confesión? ¿Cómo hace un médico para curar a un enfermo si no sabe qué enfermedad tiene?
----------En realidad hay casos en los cuales sabemos con certeza estar en culpa porque lo hemos querido y hemos tenido la posibilidad, con la gracia de Dios, de liberarnos de ella simplemente cambiando nuestra voluntad de mala a buena. Y si no sabemos en otras circunstancias si hemos pecado o no, estemos tranquilos y confiemos en la misericordia divina. También podemos haber pecado sin saberlo o porque fuimos vencidos contra nuestra voluntad por la pasión. Pues bien, incluso en este caso nuestra conciencia está en paz y si con todo esto experimentamos un sentimiento de culpa, esto no viene de Dios sino del demonio.
Conclusión
----------Con su intervención, el papa Francisco nos recuerda aquello que es la complejidad del actuar moral, cómo el actuar moral supone una antropología que conoce con objetividad, precisión y certeza los componentes de la naturaleza humana, sus facultades, inclinaciones, necesidades, derechos y exigencias esenciales, los objetos de las diversas virtudes y vicios correspondientes, los fines de su actuar, en particular el fin último y supremo Bien Dios, los medios y los métodos ascéticos del progreso moral y de la liberación del mal, en particular la vida de gracia, la perspectiva de la filiación divina y de la futura resurrección, la dignidad de la persona, creada a imagen y semejanza de Dios, los planes vitales de su existencia concreta, y en consecuencia los "valores no negociables" ordenados según una escala jerárquica, que asciende de la tierra al cielo, las leyes naturales y positivas de la acción moral, la multiplicidad y variedad de los deberes, todo asumido y asumible en el plano sobrenatural en la ley de la caridad, bajo el impulso de Espíritu Santo.
----------El parangón con las exigencias y las prácticas de la salud física, por todos comprensible, ayuda a comprender por analogía las superiores y menos evidentes exigencias y prácticas de la salud espiritual. Y por esto Cristo ha iniciado su misión curando los cuerpos, obra proporcionada a las fuerzas humanas, con miras a mostrar cómo Él es sobre todo médico y salvador de las almas, obra divina, que sólo Él puede cumplir, conjugando las obras de misericordia material con las de la misericordia espiritual.
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