miércoles, 8 de junio de 2022

El Espíritu Santo y el demonio (5/7)

Lo que sabemos por la divina Revelación es que no todos los hombres se salvan y que ciertamente en el infierno están los demonios. Por lo tanto, si este es el caso, el esperar que todos se salven (como parece sugerir Hans Urs von Balthasar) es evidentemente contrario a la doctrina de la fe. El esperar para todos y el orar por todos, sin embargo, se lo puede entender no en el sentido de "todos" tomados colectivamente, sino en el sentido de "cualquiera". [En la imagen: Lucifer, mural de Jackson Pollock, fechado en 1947].

Hegel y el mágico poder de lo negativo
   
----------En la nota anterior citábamos a Hegel: "No esa vida que se horroriza ante la muerte, evita la destrucción; de hecho, lo que soporta la muerte y se mantiene en ella es la vida del Espíritu. Ella obtiene su verdad sólo a condición de rencontrarse en la absoluta devastación. Él es esta potencia no a la manera de lo positivo que no se preocupa por lo negativo; por el contrario, el Espíritu es esta fuerza sólo porque sabe mirar a la cara lo negativo y permanecer aferrado a él. Este afirmarse es la mágica fuerza que convierte lo negativo en el ser" (Hegel, Fenomenología del Espíritu, I (Fondo de Cultura Económica, México 1971, p.26).
----------Es aquí evidente el equívoco de origen luterano entre el pecar y el padecer, que son puestos entrambos bajo la categoría de lo "negativo". Es el equívoco entre el Cristo sufriente y el Cristo-pecador, o sea el Cristo-diablo, entre el causar la muerte y el padecer la muerte, entre el morir de Cristo que, como Dios, vence a la muerte mediante su muerte en la cruz, es decir, mediante una muerte sufrida y la idea de que la muerte como tal o el matar (lo "negativo") produzca la vida (lo "positivo").
----------Ahora bien, debe tenerse presente que en Hegel el demonio no es el opresor, sino el liberador del hombre. Así interpreta el relato bíblico del pecado original (Lecciones sobre la Historia de la Filosofía, II (editorial Fondo de Cultura Económica, México, 1968, pp.328-335). La serpiente, incitando al hombre a la desobediencia, hace al hombre conciente de poder ser Dios: de tal modo el hombre deviene enemigo de Dios y Dios enemigo del hombre. Dios se aliena de sí en el hombre pecador, en el diablo.
----------Sin embargo, la esencia de Dios es el dividirse y el reunirse. Sale de sí y retorna a sí. La negación se niega a sí misma y reconstituye la afirmación. El Padre se aliena de sí mismo en el Hijo. El Hijo, Dios alienado de sí en el mundo, está representado con la figura del demonio, paradigma del hombre pecador, adversario de Dios. Dios se niega a sí mismo en Cristo, el cual, haciéndose pecado, pero negado por el demonio, reconstituye la unidad de Dios consigo mismo como Espíritu.
----------El Espíritu y no el Padre, parece tener en Hegel el primado en la Trinidad, porque él no la concibe, como en la interpretación católica, un descenso del Hijo desde el Padre y una vuelta del Hijo al Padre, de modo que el Padre tiene el primado en la Trinidad. El Espíritu, en la visión católica, no lleva a la plenitud la Trinidad, sino a nuestra vida espiritual. El Hijo desde la diestra del Padre nos envía el Espíritu, que es también el Espíritu del Padre, Espíritu que nos guía y nos eleva al Padre.
----------En cambio, Hegel concibe la Tríada en evolución progresiva o en la historia hacia una plenitud final, a semejanza de la concepción de Joaquín de Fiore: inicio desde el Padre, pasaje al Hijo, superación del Hijo en el Espíritu, tema desarrollado por san Pablo. En el primer paradigma Dios culmina en el Padre. En el esquema hegeliano Dios culmina en el Espíritu; lo que podría ser plausible, si no fuera porque todo está empañado por la visión de Dios como Bien-Mal.
----------Para ello es de notar que Hegel, si bien vincula el espíritu a la libertad, al amor y a la vida, no lo conecta con el bien. En efecto, él no habla nunca del Espíritu "Santo", como en cambio hace la Escritura. ¿Por qué esto? La razón es de carácter metafísico: porque para Hegel el ser es devenir, lo que él entiende como ser-no-ser. De ahí el concepto del actuar como actuar bien-mal.
----------Por tanto, Hegel no distingue un espíritu bueno de un espíritu malo, sino que el espíritu es bueno-malo, tanto se trate de Dios como del demonio. Entre Dios y el demonio, por lo tanto, según Hegel, no hay oposición, sino connivencia. Por eso la visión hegeliana de la realidad es a la vez optimista, porque todo es uno, pero también trágica, porque el bien está siempre unido al mal, incluso en Dios. Por consiguiente, según esta concepción, no sólo la justicia es constructiva, sino que también el pecado es constructivo.
----------He aquí por qué Hegel, como parece hacer Lutero, sostiene que es pecando como se vence el pecado, porque el pecado tiene en sí mismo el principio de la propia negación, se auto-destruye, como dice también Rahner. Por eso, en la visión de Lutero el pecador es perdonado no porque se arrepiente (cosa imposible en Lutero) sino precisamente porque no se arrepiente. Pretender arrepentirse, para Lutero, es presunción e hipocresía. Y entonces no hace falta, no es necesario, porque a quien tiene fe, todo le es perdonado. El creyente es inocente incluso si peca. El pecado no lo toca y no lo perturba.
----------En cuanto a la esencia del Espíritu, para Hegel, el Espíritu es Dios mismo. El Espíritu es la síntesis del Padre (ser) y del Hijo (logos) como amor, vida y acción, es decir, como "posesión de sí en su otro" (Lecciones, op.cit. ibid.). Ahora bien, como se sabe, para Hegel el ser es devenir, como ser-no-ser y por tanto como síntesis de lo contradictorio. Pero el Espíritu, en cuanto síntesis trinitaria de ser, logos y voluntad, Dios encarnado, es pensar-querer en el tiempo y en el mundo. De ahí el concepto del Espíritu como espíritu humano, como historia, como autor y sintetizador del ser y del no-ser, de lo verdadero y de lo falso, del bien y del mal. Hegel no hace más que explicitar las premisas böhmianas.
----------Hegel retoma, pues, la oposición interior a Dios del bien y del mal, del Espíritu y del demonio. Para él, el Espíritu Santo se opone, sí, al espíritu maligno, pero no en el sentido de una oposición de la bondad divina a la maldad de la criatura, sino en el sentido de una oposición interna a la misma esencia dialéctica de Dios, entre el momento tético inicial de lo infinito, es decir del bien, y el antitético de lo finito, es decir del mal. El demonio, para Hegel, no es otra cosa que la imagen mítica de lo negativo, es decir, del mal, que, oponiéndose al bien, pone lo positivo y, con eso mismo, la síntesis del bien y del mal, que constituye la esencia del Absoluto.
----------La tríada agustiniana del esse-nosse-velle, imagen de la Santísima Trinidad, reaparece en Hegel no en el cuadro de la identidad analógica aristotélica, sino en el marco de la oposición heraclítea del ser-no-ser, resuelta dialécticamente en el ser monista, ser-pensamiento parmenídeo y en la reanudación del ciclo procliano, de origen platónico, de la posición-salida-retorno (stasis-exodos-epistrofe), también presente en Orígenes.
----------Por otro lado, es cierto que también santo Tomás de Aquino organiza la Summa Theologiae según un esquema triádico: la prima pars trata de Dios creador, bueno y providente (el Padre); la segunda, el hombre, creatura de Dios dirigida a Dios (el Espíritu); la tercera, el Mediador entre Dios y el hombre, el Verbo Encarnado. También en Tomás está presente la dialéctica de afirmación-negación: 1. afirmación (creación); 2. negación (pecado); 3. negación de la negación (la Redención del Hijo y la gracia del Espíritu con la victoria sobre el demonio). Pero mientras Tomás opone el sí al no, Hegel los une. Confunde el aut-aut con el et-et. Para Tomás, Dios está contra el diablo; para Hegel están de acuerdo.
----------El ser, es decir, Dios, es ciclo o círculo en el cual el final es un retorno al inicio, es la reunificación de la división del Uno, sin que desaparezcan, sin embargo, los opuestos, porque precisamente los opuestos constituyen el Absoluto. Y aquí rencontramos a Böhme. Mientras que Schelling, como hemos visto, no hace más que retomar esta teología gnóstica y panteísta
----------Dios, bien absoluto, se aliena o se niega a sí mismo poniendo el mal. El mal se niega a sí mismo restableciendo el bien divino inicial. Pero al mismo tiempo el bien es inescindible del mal, así como el ser del no-ser, porque su síntesis constituye el Absoluto o Totalidad, que es Devenir, Coincidentia oppositorum, identidad de ser y no-ser, de finito e infinito, de Dios y mundo, de real y racional, de Espíritu y naturaleza, de vida y de muerte, de pecado y de gracia, de paraíso del cielo y de infierno.
----------El mérito de la filosofía moderna, según Hegel (Lecciones, II, op.cit., p.413), ha sido el de comprender la Idea de Dios "como Espíritu, como Idea que se sabe a sí misma. Para proceder de la Idea que sabe el propio saberse de la Idea, se requiere la oposición infinita, es decir, que la Idea haya llegado a la conciencia de su propio desdoblamiento". El verdadero concepto de Dios, es decir, según Hegel, es el ser que deviene, o sea el ser que se niega a sí mismo, que une el sí al no y por tanto está en el origen del bien y del mal.
----------Continúa Hegel (Lecciones, op.cit., p.414) explicando de esta manera su tríada: "El pensamiento puro es elevado en Descartes por encima de este desdoblamiento", pero no en el sentido de anularlo, sino, según Hegel, como ha hecho Spinoza, en el sentido de mostrar que "pensamiento y ser son opuestos e idénticos". De ahí la consecuencia en la práctica de que bien y mal son opuestos e idénticos. En tal modo, explica Hegel, en Dios, "la autoconciencia conoce su relación positiva como su relación negativa, la negativa como positiva, es decir, conoce estas dos actividades opuestas como idénticas, vale decir, el pensamiento puro o ser como identidad consigo misma y esta como desdoblamiento".
----------Hegel plantea un concepto dialéctico de Dios porque reduce idealisticamente lo ontológico a lo lógico. Es cierto que entre el concepto del bien y el concepto del mal hay una relación, que sin embargo es sólo de razón, lógica o pensada, pero no es real. Por lo tanto, él confunde la relación real con una relación lógica.
----------En el plano del pensamiento o de la lógica es cierto que bien y mal se reclaman mutuamente, porque concebimos el uno por medio del otro. Pero en el plano de la realidad, el mal no tiene ninguna relación al bien, porque es su negación ontológica. En cambio, quien asume una mentalidad hegeliana, que se encierra en la pura lógica y no mira la realidad, se hace entonces la idea de que el mal no excluya al bien y que el mal sea necesario al bien, o que el mal sea simplemente otro bien, distinto de este bien; o bien que sea malo para ti, pero no malo para mí. En el fondo es lo que subyace en la actual concepción de los buenistas.
----------Se reduce así, el aut-aut al et-et y no se distingue ya el mal del bien. Es este el principio del buenismo: todo es bueno. El mal no existe. Dios mismo, que es bueno, admite y aprueba tanto el mal como el bien, lo verdadero y lo falso, la justicia y el pecado, porque todo, en el fondo, es verdadero, justo y bueno.
   
El buenismo trágico de Von Balthasar
   
----------Es muy conocida la tesis que viene referida al famoso teólogo jesuita Hans Urs von Balthasar [1905-1988], según la cual el infierno existe, pero está vacío. Esta tesis está inspirada en uno de sus exitosos libros "Esperar para todos" (Esperer pour tous, Desclée de Brouwer, 1988), en el cual von Balthasar no sostiene categóricamente que todos se salvan, sino que es posible y que por tanto, como exhorta el propio título del libro, es lícito y es bueno esperar que todos los hombres se salven.
----------Ahora bien, ubicados desde el punto de vista católico, lo que es necesario decir con franqueza es que esta esperanza es infundada y no está en absoluto autorizada ni por la Escritura, ni por la Tradición, ni por el Magisterio de la Iglesia que interpreta auténticamente las dos fuentes. Objeto de la esperanza cristiana puede ser algo que humanamente parece irrealizable, pero en todo caso el contenido es siempre lo que atañe directamente o indirectamente a nuestra salvación y no a la de los otros o a la de la entera humanidad.
----------En efecto, como resulta de la auténtica doctrina de la fe, objeto de la esperanza teologal, basada en la fe y animada por la caridad, es la propia salvación eterna, como dice el profeta Miqueas: "espero en Dios mi salvación". Objeto de la esperanza cristiana es la futura consecución de aquellos bienes eternos que Cristo nos promete como premio por la observancia perseverante de sus mandamientos y como meta de nuestro camino de fe. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: "La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo" (n.1817).
----------Como enseña el Concilio de Trento: "Los justos deben, por las buenas obras cumplidas en Dios, aguardar y esperar de Dios la eterna retribución gracias a su misericordia y al mérito de Jesucristo, si haciendo bien y guardando los preceptos divinos perseveran hasta el fin" (Denz.1576).
----------Es claro que existen precisas condiciones para poder esperar razonablemente y con la moral certeza de salvarse, y entre ellas se encuentran eminentemente el esforzarse incesantemente y fervorosamente por la salvación de los otros. El deber de cuidar de la propia salvación no debe por tanto entenderse en el sentido de decir: yo cuido de salvarme a mí mismo, de los otros me es indiferente, es asunto de ellos. Tal discurso es precisamente lo que quita las razones para esperar en nuestra salvación.
----------Sin embargo, es verdad que si yo puedo y debo querer mi propia salvación y trabajo para conseguirla, mi obrar por la salvación de los otros, por mucho que yo esté dispuesto a salvar a los otros, o por mucho que sea persuasivo y convincente al dar mi testimonio y que yo sea hábil en el argumentar, no puede tener la eficacia de mover su voluntad, así como yo tengo el poder de mover la mía. Si ni siquiera Dios persuade al que no quiere dejarse persuadir, ¡figurémonos lo que puedo hacer yo, débil y pecador como soy!
----------Se escucha el dicho corriente: o nos salvamos juntos o no nos salvamos ("o nos salvamos juntos o nos condenamos por egoistas", decían en mi tiempo en la Acción Católica). Ahora bien, es evidente que debemos trabajar juntos por nuestra salvación y la de los demás. Pero no está en absoluto dicho que en una familia, en una parroquia, en un grupo de amigos, en un instituto religioso, se salven todos juntos o no se salva nadie. Este es un enorme disparate inspirado en una mentalidad de rebaño, groseramente socialista, disfrazada de solidaridad fraterna, que no se corresponde en absoluto a cuanto efectivamente sucede en la dinámica de la salvación, tal como está descripta por ejemplo por estas clarísimas palabras del mismo nuestro Señor Jesucristo, refiriéndose a su venida final: "Uno será tomado y el otro dejado" (Mt 24,40).
----------Ciertamente, nada nos impide, y más aún, es un clarísimo deber de caridad esperar la salvación de nuestros seres queridos e incluso de nuestros propios enemigos. Pero este acto de caridad, por más noble y precioso que sea, no constituye en absoluto la esencia del acto de la esperanza teologal, sino que es sólo una derivación suya en el plano de la caridad. Por eso no son aceptables las siguientes palabras que extraigo de uno de los libros de von Balthasar, por más que estas palabras están animadas por una ferviente retórica y acompañadas de numerosas citas bíblicas, que sin embargo no son ad rem:
----------"La esperanza cristiana, tal como únicamente está permitida al cristiano: como esperanza en la salvación de todos los hombres, ¡como también la Iglesia está encargada de 'orar por todos los hombres' (y a considerar su oración como plena de sentido y eficaz), porque 'esto es justo y agradable a Dios nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven..., porque no existe más que un solo Dios y un mediador entre Dios y los hombres, el hombre Jesucristo, que se entregó a sí mismo en rescate por todos' (1 Tim 2,1-6), que elevado en la cruz 'atrajo a todos hacia sí' (Jn 12,32), porque él desde allí tiene 'poder sobre toda carne' (Jn 17,2) para 'ser salvador de todos los hombres' (1 Tim 4,10) y 'para cargar con los pecados de todos' (Heb 9,28); 'porque ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación a todos los hombres' (Tit 2,11), por lo que la Iglesia 'es pensada para el beneficio de todos, para que ellos sean salvados' (1 Cor 10,33). Por esta razón Pablo (Rom 5,15-21) puede declarar que ha sido superado, en favor de la gracia, el equilibrio entre pecado y gracia, temor y esperanza, perdición y salvación" (Hans Urs von Balthasar, tomado de su libro: Sólo el amor es digno de fe, ediciones Sígueme, Salamanca 2006, pp.90-91).
----------En efecto, lo que sabemos por la Revelación es que no todos los hombres se salvan y que ciertamente en el infierno están los demonios. Por lo tanto, si este es el caso, el esperar que todos se salven es evidentemente contrario a la doctrina de la fe. El esperar para todos y el orar por todos, sin embargo, se lo puede entender no en el sentido de "todos" tomados colectivamente, sino en el sentido de "cualquiera".

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